viernes, 30 de julio de 2010

CAPITULO 14

Nani, Friend, muchas gracias, tu buen gusto, tu habilidad y tu apoyo hacen lucir de maravilla este blog... Besitooo
Li

CAPITULO 14

EDWARD’S POV



"Edward, ¿ya viste los periódicos y las revistas?"

Rápido tomé uno de los periódicos sobre mi escritorio y busqué dónde Alice me había indicado…

"¡Carajo!"

Isabella debía estar pasándola muy mal con los comentarios tan estúpidos de los periódicos. Fotos de ella y el tal Jake, otras conmigo en una posición un poco comprometedora y luego insinuar que era una chica a la que le gustaba divertirse con dos tipos en una misma noche, no era algo fácil de digerir en absoluto. Y bueno, tenía que admitir que al menos yo había sido responsable por algunas de las fotos, pero es que actuaba sin pensar, en un impulso. Ella me hacía actuar así y eso me tenía muy confundido porque siempre había sido capaz de controlar todo en mi vida, incluidos los sentimientos y deseos.


         Había planificado la vida perfecta de un ingeniero exitoso. Hacer obras importantes en alguna parte del mundo y gozar de las cosas buenas que me ofrecía la vida, pero sin tener que pensar en la "carga emocional" que implicaba una relación y todo estaba funcionando de maravilla. Tenía a mi cargo un proyecto sumamente importante y mi constructora estaba haciendo un excelente trabajo, no podía estar más orgulloso de mi equipo. Mis relaciones funcionaban bien, siempre en el entendido que jamás serían mi prioridad porque simplemente no me interesaba que lo fueran. Eran "distracciones" no relaciones, corrigiendo lo anterior. Uno decidía simple y libremente cuando tener una y cuando terminarla, así de fácil.

Todo en mi vida estaba muy bien cimentado. O al menos eso pensé durante el tiempo en que esos cimientos permanecieron sólidos e irremovibles… pero apareció Isabella. Estaba muy enojado conmigo mismo por no saber lo que me ocurría, pero aún más porque parecía que siempre terminaba por arruinarlo todo con ella, nunca acabábamos bien y este conflicto interno hacía que la lastimara y desde luego, lo último que quería era hacerle daño.
"¿Pero en dónde había quedado todo ese control de mi vida? y ¿Porqué la tenía constantemente en mi pensamiento?, ¿Porqué no podía controlar eso?

Me costaba trabajo concentrarme en mi trabajo y cuando lo lograba, su imagen aparecía de nuevo en mi mente con su cálida sonrisa tímida, la real, no la que aparecía en las revistas o en las pasarelas, que vale decir que también me fascinaba. Su pelo largo y sedoso, su olor que me confundía deliciosamente, su piel… y su cuerpo, sus muslos suaves en mis manos, sus senos firmes y dulces en mis labios…

"¡Mierda!" De nuevo Isabella.

Pero era la verdad, me encantaba estar con ella, conocerla, platicar, escucharla, mirarla, olerla, bromear con ella, abrazarla, besarla… quería todo eso y aún más sin complicar las cosas pero Isabella pensaba diferente.
¿Acaso ya me había llegado el momento para pensar en "ceder"?
¿Sería posible que yo estuviera meditando esa posibilidad muy seriamente?

--¡Edward!, tenemos la reunión con los ambientalistas en una hora y parecían muy contentos con toda la información que les envié. Los tenemos en la bolsa cariño.

Nadia Kozlov irrumpió en mi ‘oficina’ con esa seguridad que la caracterizaba. Era ingeniera con una especialidad en hidroeléctrica, muy entregada a su trabajo. Estudiamos juntos en París y era una buena amiga, solíamos "distraernos" juntos ocasionalmente y todo parecía perfecto hasta que empecé a "distraerme" con otra amiga. Su actitud cambió así como nuestra amistad, pero nunca su profesionalismo en el trabajo, por eso formaba parte del equipo de expertos de mi constructora.

--Bien, entonces te veo allá – contesté sin levantar la mirada de la pantalla de la computadora.

--¿No nos vamos juntos? – preguntó sentándose sobre mi escritorio.

--Cómo quieras.

Tomó el periódico que llamó su atención. Miró fijamente la nota que yo ya había leído, callada y sin ningún tipo de expresión en la cara hasta que una leve sonrisa intento aparecer en sus labios. Dejó el periódico dónde estaba y se dirigió a la puerta.

--Te espero - y la cerró al salir. Apagué la máquina, tiré el periódico a la basura y salí de ahí.

Como Nadia había predicho, la junta no pudo haber salido más a nuestro favor. La presa era necesaria para el país y Cullen Engineering & Co., debía procurar causar el menor impacto ecológico posible. Llevamos todos los estudios, informes y análisis dónde garantizábamos el mayor resguardo posible de los bienes naturales del área. Los ambientalistas estaban contentos y nosotros tranquilos. Al menos yo ya tenía un peso menos encima.

Los días pasaban y yo me obligué a concentrarme en mi trabajo, pero muchas veces no tenía éxito, ¿y cómo iba a tenerlo si la veía a Isabella en todas partes? Un día después de aquellas primeras fotos, salieron otras de la noche que cenamos en el “Chimichurri Grill” junto con toda mi biografía, era increíble ver hasta dónde habían llegado. Además me había enterado escuchando a Rosalie platicar con mi madre, que Isabella estaba en Italia y que lo más problable era que regresara a Nueva York hasta después de las fiestas ya que pasaría la navidad y el año nuevo con cada uno de sus padres. Casi tres semanas sin verla. Y para rematar, estaba Alice que compraba cada revista en dónde aparecía ella y tenía el tino de “dejarlas” regadas por cualquier parte en casa de mis padres. Me estaba ahogando en mi propio mar y sentía que mi tabla de salvación se encontraba en alguna parte del otro lado del océano.

Una noche antes de Noche Buena llegué a casa de mis padres procurando no encontrar a mis hermanos o a mi cuñada y a su “hermanito” que se había convertido en la sombra de Ally. Ese chico, según había escuchado era un genio con las inversiones y aunque aún no terminaba la universidad, ya trabajaba en una importante casa de bolsa, al menos parecía responsable y por lo visto no era ningún tonto, sólo tenía que portarse muy bien con Alice porque si no…

Había luz en el salón y entré con mucho cuidado. No estaba preparado para lo que encontré ahí. Isabella estaba platicando con mis padres, se veía tan hermosa, sonriente, despreocupada. La escuché reírse y bromear, estaba contenta y eso también me alegro.

--Bueno tengo que irme, se hace tarde. ¡Oh lo olvidaba!, esto viene con la imagen – le entregó un sobre a mi madre que se quedó muda unos segundos igual que mi padre.

--¡Por Dios Bella!, ¡Es demasiado! – gritó mamá.

--¡Ni lo digas! – le respondió Bella y siguieron con las risas.

--Esto es una obra de arte, yo también pienso que es demasiado Bella. No debiste molestarte – mi papá opinó igual que mamá.

--Al contrario, es un placer y ahora que veo que les gustó, me voy más que contenta – continuó despidiéndose pero yo no lo iba a permitir.

Así que con mi mayor sonrisa y derrochando todo el encanto del que fui posible dije muy alegre por verla ahí, tan cerca de mí – ¿Ya estamos abriendo los regalos?, ¡Aún no es navidad!, ¿Hay algo para mi?

Se sorprendió al verme parado mirándola pero lo disimuló bastante bien levantando su ceja malévola y sonriéndome después de un escaneo completo de mi cuerpo, lo que hizo que cierta parte de él comenzara a reaccionar.

--Yo creo que no. No te has portado bien Edward – era un hecho que estaba contenta, de otro modo no bromearía conmigo de esa forma.

--¿Crees que me he portado mal? – le regresé la sonrisa, estaba encantado con ella. ¿Ya me habría perdonado por ser tan estúpido la otra noche? Porque yo estaba arrepentido hasta con la célula más pequeña de mi cuerpo por haberla hecho sentir tan mal. No había sido un caballero y no me había comportado decentemente con ella y era algo que yo no me podía perdonar, sería mucho esperar que ella lo hiciera.

--¡Mira Edward! Lo que nos ha regalado Bella – mi madre interrumpió mis pensamientos regresándome a la realidad. Me acerqué a ver la imagen tallada en mármol y si no estaba equivocado era una obra de arte con registro y todo.

--Veo que te gusta mamá es muy bonito.

--Bueno, en verdad tengo que irme, ya es muy tarde – abrazó a mis padres y mamá le hizo un comentario pero no alcancé bien a comprender esa complicidad entre ambas.

--Bella, tú sabes porqué es un regalo muy especial y porqué significa mucho para mi, gracias otra vez.

Tomó su bolso y sacó otro sobre ¡Lo sabía!, eran los registros del regalo de mis padres. Siempre terminaba sorprendiéndome.

–¡Que pasen unas lindas fiestas! – dijo por último girándose para salir pero la tomé del brazo.

--¡Te acompaño! – juré que se negaría pero me sonrió y aproveché para acompañarla muy lentamente hasta la puerta o hasta dónde ella me permitiera hacerlo.

--No esperaba encontrarte aquí – solté su brazo aunque hubiera dado lo que fuera para seguir tocándola.

--Sólo vine a traerles un regalo a tus padres – adoraba a la verdadera Isabella, tímida algunas veces.

--Estoy triste porque para mi no hay regalo. Creo que si me he portado un poco mal después de todo – dije aventurándome a decir y tentando mi suerte, pero tenía que saber si seguía enojada.

–Mmm bueno, ¿Qué niño no comete alguna travesura? – noté que remarcó el “niño” pero lo olvide porque acariciaba mi mejilla suavemente – escribe tu carta a Santa y promete ser bueno de ahora en adelante ¿Si?

Estaba hipnotizado por ella, perdido. En ese mismo instante me pudo haber pedido que limpiara el suelo por dónde pasaba con la lengua y encantado lo hubiera hecho y aún más porque con ambas manos en mis mejillas me acercó a ella, a su pecho, para darme un beso en la frente y después no entiendo cómo es que sentí sus senos más cerca de mi rostro, los tenía en mi cara, tanto así que mi nariz rozó ese espacio que… ¡Oh Dios! Su aroma me volvía loco.

Y Dios sabe muy bien que no resistí y la besé desesperado, quería llenarme de ella, hacerle sentir que la deseaba mucho aunque de eso estaba muy seguro que ya se había dado perfecta cuenta porque también se presionó a mi y sus pezones erectos me confirmaron que sentía la misma urgencia y deseo que yo.

Me alejó de sus labios y me dio otro beso en la frente con una lentitud muy dolorosa.

--¡Pórtate bien Edward! y que pases una feliz navidad.

No iba a permitir que se fuera así tan fácil por lo que la tomé de nuevo en mis brazos para respirar de nuevo su aroma.

--Feliz navidad para ti también Isabella – le dije al oído sin soltarla hasta que sentí que palmeaba mi espalda y contra todos mis deseos lo hice unos momentos después. Me sonrió y con esa gracia y elegancia que sólo ella podía tener, bajó los escalones hacia su camioneta. La miré irse, sin moverme, no quería salir de su hechizo porque es así como me sentía, hechizado por Bella.

Ya no podía seguir engañándome ni un segundo más. Había pasado mucho tiempo diciéndome a cada minuto que no podía permitirme enamorarme, que eso arruinaría mis planes, mi trabajo, mi futuro, ¡Mi vida!

Y nunca estuve tan equivocado como en esos momentos. Mi vida ya era una completa ruina negándome a vivirla sin Isabella, convenciéndome de que sería un error dejarla entrar en mi vida porque ella sólo quería todo de lo que yo había renegado siempre.

Tenía que darme la oportunidad de vivir lo que soñaba durante todo el día. Necesitaba tenerla cerca, saber que estaba bien, quería cuidarla, protegerla, hacerla mía todos los días, en todo momento sin importar dónde, hacerla reír, llorar de alegría, cumplirle sus deseos, que no la tocara ni el aire, respirar por ella, vivir para ella y por ella. Tal vez… eso era amor.

Pero yo había actuado tan erróneamente que sería el mayor de los imbéciles si pensaba que de la nada podría llegar y pedirle que me perdonara, no, eso no podía ser así. Tendría que ganarme tanto su perdón como su confianza y después a ella.

No iba a ser nada fácil, de eso estaba seguro, posiblemente me llevaría mucho más tiempo del que podría soportar, pero me lo merecía por haberme portado como un idiota. Tendría que empezar desde cero y muy sutil. Haría lo que debí haber hecho desde un principio. Y ahora que al fin sabía y había admitido la causa de mis amargados días, sentía que empezaba a respirar de nuevo.


Disfruté mucho la cena de Noche Buena en casa de mis padres. Me divertí con las bromas de Emmett, soporté el exceso de energía de Alice, a los hermanitos Hale y hasta ayudé a mi madre en la cocina preparando bajo su supervisión una ensalada. Admitir que uno estaba enamorado podía cambiarte la vida en un segundo, para bien por supuesto.

"¿Enamorado?"

Oh si, esto tenía que ser amor, no había forma de que no lo fuera. Así que feliz y enamorado, me fui a dormir, esperando que llegara muy rápido la mañana de navidad para hablarle a Isabella, no podía esperar más.

Me levanté algo temprano y muy ansioso, tal vez debía esperar un rato por si no se había despertado, así que cuando vi que ya eran las diez de la mañana no pude más y oprimí la tecla verde.

--¡Feliz navidad gatito! – "¿Gatito?" Bah, no me importaba, ella se oía contenta.

--¡Oh! Veo que me has bajado de categoría, yo me creía un león. ¡Feliz navidad Isabella! – no se esperaba que fuera yo.

--Disculpa la confusión, feliz navidad para ti también Edward – ya no estaba enojada conmigo, podía sentirlo.

--Espero no haberte despertado.

--No, salí con Charlie a hacer algunas compras – ¿Quién demonios era el tal Charlie?

--¿Charlie? – no dudé ni un segundo en preguntar por ese sujeto.

--Si, Charlie, mi padre, y dime, ¿Te trajo algo Santa? ¿Se compadeció de ti? – Dios mío, estaba celoso de mi futuro suegro. Qué estúpido pero también que feliz me sentía.

--¡Claro! Me trajo una grúa, unas palas y picos, tú sabes, para que juegue a hacer puentes y esas cosas, ¿Y a ti, te trajo algo? – bromeé con ella.

--¡Desde luego! A las niñas que nos portamos bien siempre nos traen lo que pedimos – ¡Ja! Estaba seguro que se había mordido la lengua al decir que era una niña.

--Entonces Santa si te trajo algo porque te portaste bien, ¡Buena niña! ¿Y cuales fueron tus regalos? – moría de curiosidad por saber qué me iba a responder.

--Una muñeca con su carreola y un juego de té, ya sabes para jugar a la casita – me tuve que aguantar la risa con todas mis fuerzas, verdaderamente era muy ocurrente.

--¿Necesitas practicar tú para eso Isabella? – le seguí el juego.

--La práctica hace al maestro, ¿No habías escuchado eso? – era rápida para contestar.

--Si, por eso yo siempre juego con mis juguetes – me burlé un poco.

--Claro, ese es tu problema – dijo casi para si misma.

--¿Cuál? – tenía curiosidad por saber.

--Que siempre estas jugando. Gracias por llamar Edward, ha sido lindo de tu parte, ah y oye… - no supe que responder ya que tenía toda la razón.

--¿Si? – pregunté con pocas ganas.

--Ten cuidado, se te puede romper tu “grúa” de tanto jugar – abrí los ojos enormes porque me agarró desprevenido. Ella y su doble sentido eran únicos.

--Ay Isabella, ¿Que voy a hacer contigo? - suspiré.

--¡Conmigo nada! Perdiste tu oportunidad Cullen – esa chica me estaba dando una paliza con sus respuestas.

--¡Oye! Siempre hay una tercera oportunidad, te lo puede decir cualquiera – y yo estaba más que dispuesto para rogar por la mía.

--Si, pero yo no soy cualquiera. Adiós Edward, feliz navidad.

--Feliz navidad Isabella.

Estaba totalmente de acuerdo con Isabella. Ella no era como cualquier chica, era tan especial para mi, que si me lo pedía le rogaría por mi tercera oportunidad. Sólo que debía tomármelo con calma, ya que después de todo lo que seguro pensaba de mí, no quería asustarla si de buenas a primeras le decía lo que sentía por ella además de que no me creería. Necesitaba irme despacio, con pies de plomo y con el corazón en la mano, eso ya lo tenía muy claro.

Como no quería acosarla, todos esos días casi viví en casa de mis padres escuchando o intentando escuchar todas las conversaciones de mis hermanos o de Rosalie que pudieran darme alguna noticia de Bella, pero por lo pronto mi urgencia era saber cuando volvía porque me estaba volviendo loco sin verla y sin tener noticias suyas, pero parecía que se habían puesto de acuerdo para joderme la vida porque nadie hablo de ella y mucho menos se mencionó su nombre durante todo ese tiempo. Pero como nada en este mundo es eterno, la espera termino y me enteré de su regreso al escuchar a Emmett hablar con Rosalie por teléfono.

--¿Y esta triste porque se le acabaron las vacaciones o qué cosa? – No bromeó mucho – está bien Rose quédate con Bella y dile que la veo en un rato, si, si, llevaré todo lo que me pides, ¡relájate! – creo que ni tiempo le di de colgar cuando ya estaba sobre él.

--¿Qué pasa con Isabella? – es un instante me invadieron los nervios por lo que me pudiera responder.

--No sé, está triste por algo. Rose está con ella, me pidió que les llevara algo para cenar y es lo que pretendo hacer si no quiero morir en sus manos – se encaminó a la puerta.

--¡Yo voy contigo!, ¡Apúrate Emmett!

En un dos por tres ya estaba en mi auto y rumbo a comprar la cena con el lento de Emmett. Se tardaban horas en el restaurante y yo necesitaba ver a Bella, saber si estaba bien y qué le ocurría. Por fin nos entregaron todo y pude dirigirme a su apartamento. Emmett subió primero mientras estacionaba mi auto. Cuando subí al elevador, intente calmarme, me comían los nervios pues no sabía si se alegraría de verme o me correría a patadas de su casa. Era una apuesta y tenía que jugármela. De frente a su puerta, sin dudarlo toqué el timbre. Abrió la puerta y al fin pude verla, tenía la preocupación impresa en el rostro además de estar sorprendida de tenerme ahí frente a ella.

--¡Bella! – no resistí el impulso de abrazarla fuerte y pegarla a mi cuerpo, de respirar su aroma, necesitaba decirle que no se preocupara por nada, que me lo dejara a mí. Sentí morir de alegría cuando sus brazos rodearon mi cintura apretándose a mí y su aliento entibiaba mi pecho, acaricié su nuca y respiré tan tranquilo como pude para alejarme de ella tomando su barbilla para verla a los ojos.

--¿Qué Sucede Bella? ¿Estás bien? – asintió y no resistí la tentación de abrazarla de nuevo para protegerla de lo que fuera que la tenía así.

--¿Cómo…?

--Emmett me dijo que Rose estaba contigo porque te sentías un poco triste. ¿Qué puedo hacer para que no estés así? Dime – necesitaba saber como reconfortarla pero ella sólo negó despacio con la cabeza.

–Nada, es una tontería ya se solucionará – no iba a presionarla para que me lo dijera si no quería, ya estaba ahí con ella y no iba a permitir que le sucediera nada.

--No creo que sea una tontería para que tengas esa carita triste, pero hermosa como siempre. Vamos, hemos traído todo lo que te gusta – la llevé a la cocina de la mano.

--¡Vaya! Creí que habían ido a conseguir un cuarto – ¡Puff! Mi hermanito ya se había tardado en hablar.

--¡Emmett! – Gritaron las chicas y luego Rose le dio un golpe en la cabeza - ¡Compórtate!

La ayudé a sentarse y la amenacé para que se quedara en su lugar - tú no te muevas ¿De acuerdo? Hoy nosotros te vamos a consentir- sonrió y no le quedo más remedio que aceptar.

--No estoy enferma ¿Sabes? – o al menos eso creí.

--Lo sé pero no me importa – levanté los hombros divertido.

Bella amaba la comida china y le habíamos llevado de todo, así que le serví un poco de cada cosa en su plato y de pronto se levantó para abrir una botella de vino que rápido le quité de las manos y le pedí que se sentara, buscando el sacacorchos que no encontré hasta que con la mirada le pregunté dónde estaba y de la misma forma me respondió. Y así entre los rollitos primavera que tanto le gustaban, arroz, pollo, chop suey y no se cuantas cosas más, platicando, dándonos de comer en la boca, robándole camarones de su plato, mirándonos, pasamos un rato único, al menos para nosotros, no sé de Rosalie y Emmett porque Bella y yo, estábamos en un mundo aparte.

Cuando estuvimos solos, llevé a Bella al sofá en el salón, nos sentamos ahí y la acomodé entre mis brazos, recostada en mi pecho le acariciaba suavemente la espalda, no necesitábamos hablar, simplemente disfrutábamos el contacto y sólo se escuchaban nuestras respiraciones. Se movió y acercó su cara a la mía, dudosa y necesité de mucha fuerza mantenerme tranquilo hasta que dijo mi nombre, sólo eso bastó para que la besara con desesperación. Había esperado mucho por eso, me había pasado días y noches enteras pensando en cómo reaccionaría si la llegaba a besar así y con la respuesta que me estaba dando, sólo podía estar agradecido por esta nueva oportunidad. Quería hacer las cosas bien esta vez.

--Bella… - tenía que salir de ahí, no porque quisiera irme sino porque si me quedaba no sabía si podría contenerme, pero ella no me lo permitió y honestamente no puse resistencia alguna.

--Shh, no digas nada. Está bien Edward – y me besó sorprendiéndome por la intensidad con la que lo hacía, acariciando mi pelo y mi cuello. Se separó de mí pero no podía permitirle que se alejara y la besé de nuevo recostándola en el sillón. Paseaba mis labios por su cuello, probándolo también mientras acariciaba su pelo y mi otra mano se aventuraba por sus costados buscando llegar despacio hasta su pecho preguntándome si no estaría llegando muy lejos otra vez. Decidí arriesgarme y toqué uno de sus senos, firme, urgente de mi contacto aún sobre su ropa. La oí gemir y me encendió, besándola con mayor intensidad.

Bella respiraba ya con mucha dificultad haciendo que su seno atrapado en mi mano subiera y bajara incitándome más, presionándolo contra mi mano y rozando su pezón duro y erecto. Bajé mi otra mano y acaricié igual el otro seno. No pude contenerme y mi cara descendió hasta ellos, besándolos. La miré y tuve que subir de nuevo a su boca para darle un beso intenso y recorrí su cuerpo con mis manos, la escuché gemir, tuve que controlarme y descansar mi cabeza sobre su pecho. No podía resistirme a ella, así que comencé a levantarme.

--¡No! – tomó mi rostro entre sus manos.

--Bella… - no me dejó moverme de su pecho, me volvió a recostar en él y acariciaba mi pelo de la forma más enloquecedora posible.

--No digas nada, sólo quiero tenerte así – me sonrió de una forma única y me quedé justo dónde ella quería y yo no deseaba moverme de ahí pero después de un rato de estar justo dónde yo había soñado muchas veces, me levanté un poco y besé toda su cara. La cargué en mis brazos y la llevé a su habitación. La recosté en su cama y de pronto me atrajo hacia ella y me beso ansiosa. Muy bien pude haberme dejado llevar y seguir mis impulsos pero sabía que si lo hacía podría tal vez no terminar muy bien esa situación. Debía tomármelo con mucha calma, aún cuando mi cuerpo y mi corazón protestaran, mi mente tenía razón.

Al día siguiente la llamé para ir al cine como habíamos quedado con Emmett y Rose.

--Edward – escuché su voz y parecía que se acababa de despertar.

--¡Que bién! Hoy no me confundiste con ningún gatito, ¿Lista para ir al cine? – bromeé.

--¿Ahora mismo? – parecía sorprendida.

--No, a las seis ¿es buena hora para ti? O podemos hacer otra cosa si quieres, un poco más temprano- Ojala respondiera que si y estuviéramos solos esa tarde, la quería sólo para mí.

--No, está muy bien.

--Entonces paso por ti a las cinco.

--A las cinco entonces, Adiós.

--Adiós Isabella – esa tarde no sería completa para mí, pero no importaba, íbamos a su ritmo y yo haría lo que fuera por ella. Antes de la hora, ya estaba tocando a su puerta y para mi alegría, ella ya estaba lista y más hermosa que nunca por lo que no resistí y la abracé de nuevo como el día anterior y no pareció molestarse en lo más mínimo, al contrario, sentí que esperaba que lo hiciera. Necesitaba hacerlo porque mi cuerpo me pedía a gritos que la tocara, que la pegara a mí y ¡por Dios! ¿No se daba cuenta de lo que podía provocarme vestida así? Lo único que sé, es que sus senos tenían impreso mi nombre en ellos y yo casi no podía resistirme a su llamado. La ayude a ponerse la gabardina y enrollé la bufanda a su cuello, atrayéndola hacia mi para besarla, disfrutando de cada parte de su boca, de su lengua, sus labios, de ese pequeño labio que moría de ganas de morder pero que sólo succioné. Iba a ser una tarde muy difícil y dura. ¡Muy dura! De eso no me cabía la menor duda.

La tomé de la mano y salimos de su casa, me sentía tan bien de estar así con ella que tenía en la cara una sonrisa enorme, seguramente parecería un idiota pero no me importaba, yo estaba feliz. En el auto le puse el cinturón. Cómo me gustaba hacerlo, era una estupidez pero sentía que me dejaba protegerla. La besé de nuevo y cómo se me estaba haciendo costumbre, le dí mi Ipod para que escogiera lo que quisiera poner, y me sorprendió al elegir a Jane Monheit. Cantaba jazz clásico y generalmente suave, no creí que le gustara. Y para aumentar mi sorpresa, también Diana Krall y Michael Bublé estaban entre sus preferidos.

En cada oportunidad que tenía volvía a besarla, era inútil para mí luchar contra esa necesidad, porque eso era. Una necesidad de tenerla pegada a mi cuerpo, besándola, de tenerla conmigo siempre… en un alto, puse mi mano en su muslo y la miré buscando su aprobación o alguna reacción. Al poner su mano sobre la mía creí explotar de alegría porque era un paso más ganado en mi largo camino para lograr conquistarla. Todo iba de maravilla. Al llegar al cine, tomados de la mano fuimos a encontrarnos con mis hermanos que ya nos esperaban. A Alice casi se le salieron los ojos cuando vió nuestras manos y Rosalie la escudriñó con la mirada.

Huyendo de sus admiradores, trataba de ocultarse un poco y aproveché para tenerla de nuevo entre mis brazos para evitar que la reconocieran, besé su coronilla y la apreté más fuerte, podría cuidarla toda mi vida.

Nos sentamos y había un poco de calor por lo que se quitó la gabardina y la bufanda. ¡Qué senos! Esa mujer me iba a matar. Para distraerme de esa imagen y antes que empezara la película, fui por palomitas y unos refrescos. Fue muy divertido darnos palomitas en la boca y luego jugar con nuestros dedos cuando se terminaron y tomó mi mano. Con eso, ya estaba seguro que Bella me había perdonado, pero aunque fuera así y con esas pequeñas acciones me lo demostraban, yo tenía que preguntárselo, tenía que pedirle perdón cara a cara, sólo así estaría tranquilo estando con ella.

Giré mi cara para mirarla con la luz de la pantalla y pasé mi nariz por su cuello y por su oreja, dándole un beso y se estremeció, ya conocía un poco más cómo reaccionaba su cuerpo ante mi. Bella hizo lo mismo un rato después pero desafortunadamente yo no reaccioné de la misma manera. Al besarme en la oreja Bella estaba metiéndome en aprietos ya que al sentir sus labios, mi cuerpo se encendió, mejor dicho, cierta parte de mi cuerpo la cual reaccionaba a voluntad propia y esa tarde su voluntad era tener a Bella, así que me alejé un poco porque no quería que se diera cuenta de cómo me prendía tan fácil con cualquier toque de su piel.

La película por fin acabó y esperamos a que saliera la mayoría de la gente para hacerlo nosotros. Bella hablaba con Emmett sobre la película cuando un par de chicos se le acercaron para pedirle que se tomara una foto con ellos. En ese instante mi mente dejó de funcionar, y más aún cuando ella aceptó y los chicos, uno a cada lado de su cuerpo, la abrazaron por la cintura muy sonrientes al igual que ella. Alice rebotaba frente a mí y no podía ver bien a ese par de idiotas que se habían acercado a Isabella, porque ella ya era mía.

La tomé por la muñeca para salir de ahí, para llevarla lejos de esos chicos, no quería que nadie la tocara, sólo yo, ellos no tenían ningún derecho y segundos más tarde me dí cuenta al zafar su muñeca de mi mano, que yo tampoco lo tenía.

--¡Edward!, ¿Qué pasa?, ¡Me lastimas! – jaló con fuerza su brazo y la solté.

--¿A dónde vas Isabella? – casi le grité pero ese enojo controlaba mis acciones, eso era nuevo para mi y no sabía muy bien cómo calmarlo a él y a mí.

--Voy a despedirme – me respondió en el mismo tono y me sorprendí al darme cuenta otra vez que no era como cualquier otra chica que yo hubiera conocido. Isabella nunca dejaría de luchar para defenderse, eso la hacía única, no como las otras chicas que se hubieran callado la boca para que no me molestara ni el aire.

De camino al auto ya un poco calmado, traté de tomar su mano para que viera que ya había olvidado el estúpido incidente que provoqué con mis celos, porque eso eran. Unos celos que jamás había sentido antes, no a esas magnitudes. Celos enfermizos que recorrieron mi cuerpo y se apoderaron de mí sin control. Bella mantuvo sus brazos junto a su cuerpo y después los cruzó sobre su pecho. No obtuve mejores resultados cuando traté de pasar mi brazo por sus hombros para abrazarla, para acercarla a mí y decirle que lo sentía. Ella avanzó un poco impidiendo que la tocara. Apreté los puños ante su obstinación aunque ella tenía toda la razón. Tenía que respirar muy hondo para tranquilizarme y pensar con claridad, ya que no quería que ese lío provocara que Isabella se alejara de mi.

Cuando al llegar al auto le abrí la puerta para que subiera, no protestó, así que hice lo mismo de mi lado y al inclinarme para ponerle el cinturón, Bella ya lo tenía puesto, lo que era una clara advertencia para mi: "¡Sigo enojada idiota, no te me acerques!" Suspiré de impotencia y encendí el auto.

--¿Quieres elegir otra cosa? – le pregunté, por si quería escuchar algo de música pero sólo movió la cabeza indicándome que no. No iba a ser tan fácil que me perdonara, lo entendía muy bien, ella no había hecho nada malo, era yo el que estaba mal por dejar que los celos me cegaran y eso ambos lo sabíamos.

--¿A dónde quieres ir a cenar? – volví a preguntar para ver si lograba hacerla hablar.

--No tengo hambre. ¿Me llevas a mi apartamento por favor? – no me quedó más remedio que aceptar y dirigirme a su casa. ¿Sería posible que por unos estúpidos celos estuviera retrocediendo en mi camino para llegar a ella? La respuesta era, por supuesto que sí.

Antes de que estacionara el auto ya se había desabrochado el cinturón, y apenas lo apagué, intentó abrir la puerta pero yo no le quité el seguro porque sabía que haría precisamente eso. Quería salir sin mi ayuda pero eso si no iba a ser posible para ella.

--¿Me dejas salir? – apenas la escuché por lo bajo que habló y me sentí como el más grande de los imbéciles por haber hecho que se sintiera así. Pude darme cuenta que más que enojada estaba triste y eso me hizo sentir mucho peor, pero me lo merecía por ser un perfecto cabrón.

--Permíteme – rodeé la puerta del auto para ayudarla a bajar y sorprendentemente aceptó mi ayuda aunque subimos en silencio hasta la puerta de su apartamento. Se dio media vuelta hacia mi cuando ya estaba abierta la puerta.

--Gracias Edward, por todo – casi no le salía la voz, pero era un hecho que se estaba despidiendo de mi. El miedo corrió por todo mi cuerpo y la miré para saber si en verdad deseaba que me fuera.

--Isabella yo … - en ese momento rogué porque me disculpara pero sólo salió de mi boca un apagado – lo siento.

Creí que iba a necesitar más que un triste y cobarde "lo siento" para que me perdonara pero de pronto escuché un débil pero muy esperanzador…

--¿Quieres pasar?
.

.

6 comentarios:

joli cullen dijo...

HAY QUE LINDO EL POV DE EDWARD YA SE ENAMORO DE ELLA YA LO ACEPTO QUIERO GRITAR OLLE CUANDO SERAN NOVIOS YA QUIERO SABERLO

Nani-PattinsonWorld dijo...

wooooooooooo pedazo de capitulo Li, eres una crack cari, me encanta, he disfrutado como una enana jajaja, me gusta muchisimo el punto de vista de Edward, es muy interesante, ver como se debate, como todos sus muros se derrumban. Estoy deseando ver que pasa ahora, pobre Bella, lleva un palo tras otro ...que complicados son los tios!!!

Sabes lo que quiero ahora verdad ?
mmmm...masss...mucho masssss porfis!

Un besazo

Polly wants a cracker dijo...

!!!Al fin lo ha aceptado que esta enamorado!!!! Ya era hora, que lentos que son, pobrecitos hahhaha


Quiero el proximo capítulo yaaa :(

Roma dijo...

Estimada Li:
Ayer caí acá por casualidades de la vida y ya me leí los catorce capítulos, estoy gratamente sorprendida de tu habilidad para escribir, deberías de dedicarte a esto, creeme que te lo dice una persona que ha leido mucho. Actualiza pronto, lo espero con ansias.

ainhoa dijo...

me encanta la istoria!!!!!!!!!!!!
sige pronto.

dracullen dijo...

ayyyyy!!! como lo amo cuando se pone celoso!!! :D