lunes, 26 de julio de 2010

CAPITULO 13

CAPITULO 13

--¿Papá? – dije suavemente.

--¡Isabella! Te tardaste en llamar – si, Charlie estaba enojado.

--Papá, no tienes porque enojarte ¿de acuerdo? Yo te voy a explicar… - me interrumpió.

--¿Me vas a explicar porqué que utilizas a mis amigos para regalarme una camioneta? – ¡Dios, gracias!

Después de regañarme y quejarse de mi regalo, al final me dio las gracias y me dijo que le había gustado muchísimo. Ya tranquilo, le dije que no creyera lo que en los días siguientes saldría en la tele y en las revistas, que por favor confiara en mi y que cuando hubiera algo que tuviera que contarle lo haría antes de que se enterara por los medios. Nos despedimos y respire tranquila, pero esa tranquilidad se esfumó cuando pensé en llamar a mi madre.

¿Tenía que hacerlo? Ella me dijo que entendía todo esto. No, no la llamaría por ahora. Si ella no me había llamado, todo estaba bien.

Pedí de cenar a mi habitación y después de quitarme el maquillaje y ponerme una pijama de las que Sue me había regalado, cené una deliciosa hamburguesa con un vaso grande de leche tibia. Era lo mejor para un día de arduo trabajo. Jimmy sólo me observó con un tazón de ensalada y un rato después se fue a su habitación.

Escuché sonar mi teléfono e hice una mueca, había invocado a mi madre.

--¡Hola mamá! – saludé alegre.

--Mmm siento desilusionarte cariño, ¿Cómo te trata la ciudad? – ¡Oh Dios!, mi voz favorita.

--¡Hola! No me desilusionas, para nada – suspiré – y la ciudad me trata bien, supongo. Sólo tengo mucho frío.

--¿Frío? – Noté un poco de burla en su voz – que mala suerte tengo.

--¿Por qué lo dices?

--Porque si estuviera ahí te ayudaría a quitarte el frío – me reí.

--No creo que puedas hay de-ma-sia-do frío – recalqué.

--No me subestimes, tengo un método infalible y que ya he comprobado que funciona a la perfección – dijo seductoramente.

--¡Edward! – grité.

--No dije ninguna mentira Isabella, yo puedo ayudarte a entrar en calor, aún estando tú tan lejos – murmuró - ¿Quieres intentarlo?

--Edward no…

--Te garantizo que te va quitar el frío y además – hizo una pausa – te va a gustar.

--¡Edward Cullen! – estaba ruborizada.

--¡Y es gratis!

--¿Qué pensaría tu madre de esto? – pregunté dramática.

--¿Mi madre?, ¿Piensas decirle? – escuché su risita burlona.

--¿Qué sucede contigo?, ¡Estás loco! – Ya estaba nerviosa – eres imposible.

--Claro que no, todo es posible Isabella – su tono cambió – cierra los ojos.

--¡Voy a colgar! – amenacé.

--No hables. Recuéstate en la cama Isabella, relájate y déjate llevar por mi voz – dijo despacio y me recosté.

--Respira Bella, profundo – su voz pasó a ser mas seria - imagina que estoy ahí, contigo, mientras tus manos están alrededor de tu ombligo, paseando a su alrededor, haciendo círculos pequeños, como lo hacía yo. Siente mis dedos hacer cosquillas en tu torso Isabella, siente mi mano subir, acariciándote, pasando por tus costillas y recorrer tu piel hacia el otro lado. Déjame acariciar la piel entre tus senos, tus hermosos senos, quiero besar esa piel impecable tuya, pasar mis labios en ese espacio, mi lengua quiere recorrerlo. Quiero calentar cada lugar donde te toquen mis labios y mis manos, eres tan suave, tu piel se siente tan dulce bajo mis labios, quiero probarte…

--Tócate Bella, siente mis labios en tus senos…

--Edward, no … - dije con un hilo de voz.

--¡Tócate!

Era demasiado tarde para negarme, yo ya estaba haciendo lo que él me ordenaba, cada cosa que me decía y mientras lo hacía, lo imaginaba a él, en mi cama regalándome tanto placer.

--Siente mis dedos en tus senos, acariciándolos, siéntelos darles un suave masaje, presionando un poco, tanto como tú quieras amor, así Bella. Pasa tus dedos por tus pezones, suave, dime como están – me pidió pero mi voz no saldría de mi garganta.

--Duros, muy duros – respondí apenas.

--Eres una niña buena amor, ahora dime que haces, dime exactamente dónde y cómo te tocas, pídeme lo que quieras que te haga, hazlo, vamos – dijo con voz muy ronca, como si él también sintiera lo mismo que yo.

“¡Oh cielos!” ¡Edward… por todos los cielos! Con sólo imaginarlo, aquel latido que sentí aquella noche, se hizo presente otra vez, ahí, abajo. Mi respiración se hizo mas profunda y solté un gemido.

--Bella, dime, por favor, dime qué haces – era mas que una orden una suplica que salió de su voz grave.

--Paso mis dedos por mis senos, atrapando mi pezón y jalándolo despacio. Edward… - dije su nombre.

--¿Qué Bella?, Dime que es lo que quieres, ¡pídemelo!

--Quiero que tú me toques, como la otra noche, eso quiero. Que sean tus dedos los que aprisionan mis pezones, los que acarician mis senos. Quiero que pases tu lengua por ellos, que los beses, tierno, suave. Que tus dientes me den mordiditas, y luego también en mis pezones, que los jales con ellos, despacio.

Lo escuché gemir y mi excitación creció. No me había equivocado, el también se estaba tocando. Oh Dios, quería verlo y ser yo la que lo tocara y le hiciera sentir todo, como él a mí.

--Continúa Bella – me pidió y noté que cada vez se le hacia mas difícil mantener el tono calmado de su voz.

--Edward, quiero que tu mano me acaricie alrededor del ombligo, que dibujes cosas ahí, y luego que la vuelvas a subir por mi costado mientras tu boca me besa el cuello y tu lengua pasea también por ahí. Y tu mano, que… baje un poco… - pensé mucho mis palabras y por un momento hubo silencio.

--¿Quieres que mi mano baje y acaricie tus muslos?, ¿Qué intente llegar mas adentro?, ¿Me dejarás de nuevo amor? Oh Bella, eres tan suave, necesito tocarte y besarte. Abre las piernas Isabella, tócate como si fuera yo, que bajo mi mano por entre tus piernas y te acaricio más adentro, como tú quieres. Mis dedos se abren paso para tocarte y acariciar tu clítoris, ¡Oh Dios, casi puedo sentir lo húmeda que estás! Presiónalo, suave amor, despacio.

Mis gemidos eran bastante audibles y ya no podía reprimirlos, necesitaba salir del torbellino que ya se había formado y me tenía elevada, un poco más, sólo un poco más y me soltaría al exquisito vacío.

--Bella, amor, por favor, desliza un dedo en ti, siéntete por mí, disfrútate por mi – su voz me indicaba una agonía, lenta, pero que la estaba disfrutando tanto como yo. Esta vez no lo dudé e hice lo que me pidió. Un gemido fuerte me sorprendió seguido de un jadeo, que le indicó que había seguido sus instrucciones.

--Así amor, lentamente sácalo y vuelve a deslizarlo en ti – su respiración estaba bastante agitada y escucharlo me excitaba mucho más – ahora cielo, muévelo adentro, en círculos, hazlo despacio, sin prisas – ya hablaba con mucha dificultad – trata de sentir todo lo que esta alrededor de él, tócate por dentro, hazlo para mi Bella.

Mis jadeos ya eran le indicaban que no me faltaba mucho y yo sabía que a él tampoco. Estaba haciéndolo conmigo.

--¡Edward! – dije su nombre agitada.

--Ya casi cielo, no dejes de moverlo, ¡siéntete! – fue lo último que le escuché decirme porque el torbellino que me tenía suspendida en lo más alto, me soltó.



--¡Edward! – grité mientras sentía mi cuerpo soltarse y caer, disfrutando de la sensación de perderme en ese delicioso vacío. Mi cuerpo temblaba, se convulsionaba de placer. Era tan intenso que no me permitía pensar. Por unos instantes no tenia voluntad propia, mi cuerpo reaccionaba sólo. Sólo tenía un dueño aunque en ese preciso momento, él no estuviera junto a mí.

Basto solamente que Edward me escuchara llegar al orgasmo que hábilmente fue capaz de hacerme conseguir, para que lo escuchara decir mi nombre en un grito de placer.

--¡Oh Isabella! – seguido de un profundo gemido y luego un silencio acompañado de su respiración agitada. ¡Oh, como amaba a este hombre!

Tardamos un par de minutos en recuperarnos del insuperable orgasmo que acabábamos de compartir. Solo nuestras respiraciones se escuchaban por el teléfono. El se recuperó más rápido que yo.

--Bella – dijo suavemente pero no pude responderle de inmediato – Mi niña, ¿estás bien?

--Mmm - aún no me recuperaba del todo.

--¿Bella? – insistió.

--Edward… - dije apenas.

--¿Cómo estás amor? – dijo con voz ronca aún y muy tierno.

--Muy bien, ¿creo?

--¿Ya se te quito el frío? – ese hombre era imposible.

--No sé que siento – balbuceé – si, creo que si.

--¡Buena niña!, descansa – murmuró – y si te vuelve a dar frío, sólo llámame, no importa la hora.

--¡Edward! – lo llamé, pero ya había colgado. ¿Cómo me hacia eso? ¿Cómo me dejaba así? Sonreí y me estire, mis músculos apenas protestaron, ya estaban muy relajados. Ya no tenía frío.

¿Alguien podría explicarme que acababa de ocurrir? Eso había sido sexo puro ¡por teléfono!

¡Dios mío! Edward me estaba volviendo loca, lo amaba demasiado. Este juego estaba resultando peligroso y yo ya ni sabía en que etapa de el estaba. ¿Entre tercera y Home?, ¿Se podía ese punto intermedio?

Contrario a lo que pensé, esa noche dormí estupendamente. Calientita, sin frío. A la mañana siguiente me levanté, me di un baño y Jimmy llegó a mi habitación para desayunar. Entró como un tornado quejándose del frío y la nieve en lo que yo servia café en las dos tazas.

--¡Tengo congelado hasta el trasero! – Gritó - ¿No se les pudo ocurrir hacer su semana de la moda en otra época? – me reí.

--¿Y tú? ¿Por qué tienes esa sonrisa … - no termino de hablar y entrecerró los ojos al verme, sospechoso – ¿Bella? – preguntó.

--Dime – dije inocente porque ya sabía por dónde iba, ¿era tan evidente?

--Edward – adivinó – te llamó anoche, lo sé. ¿Qué te dijo? – me ruboricé al recordar nuestra “plática” y me giré para que no me viera. Y de reojo pude ver que se llevaba una mano a la boca, sorprendido.

--Esa sonrisa, tu buen humor y ese brillo en las mejillas… - dudó en terminar su frase - ¡Ay no Bella, no quiero saber!

--Que bien Choo, ¡porque no te voy a decir!

--Bella… - dijo y cerró los ojos al mismo tiempo que negaba con la cabeza.

Los cuatro días siguientes, tuve desfiles y después de estos, siempre había pequeñas fiestas privadas que terminaban hasta el amanecer. Yo me regresaba al hotel terminando los desfiles, acababa agotada y necesitaba dormir bien para no lucir cansada al día siguiente.

Edward no había vuelto a llamarme aunque si me mandaba mensajes de texto casi todos los días y eso estaba muy bien porque si sólo con los mensajes estaba en la luna, si escuchaba su voz o se volvía a repetir la llamada de la otra noche, hubiera estado en muy graves problemas. Ya estaba demasiado distraída con los mensajes y necesitaba estar concentrada en mi trabajo.

Sus mensajes no tenían nada del otro mundo, pero sólo con saber que se tomaba unos minutos al día para escribirme, me bastaba para hacerme feliz el día completo.

"Isabella, espero que tengas
un buen día"
Edward Cullen.

***

"Suerte en tu desfile
de esta tarde"
Edward Cullen.

***

"Duerme bien"
Edward Cullen.

***

Eran mensajes inocentes pero de alguna manera me indicaban que no estaba tan perdida, que iba por buen camino. Sabía que Edward me quería decir algo escribiendo mensajitos inocentes, él no era el tipo de persona que los mandaría sólo porque le caía bien, ¿No? Así que intenté no parecer muy ansiosa y le contestaba tan neutral como podía pero sin dejar de ser un poquito coqueta.

"Gracias Edward, Que tu
día sea tan bueno
como el mío"
Bella S.

***

"Gracias por desearme suerte.
Lindo detalle de tu parte"
Bella S.

***

"Duerme Rico
tú también"
Bella S.

***

La “semana de la moda” terminó. Traté de no pensar mucho y de distraerme un poco en la fiesta de clausura pero estaba agotada y la verdad era que sólo quería huir al hotel y dormir. Aún me quedaban varios días de trabajo y necesitaba mucho descansar.

--Ven, quiero presentarte a unas personas – dijo Ágata, una amiga de Ángela que también era agente de varias modelos ahí en Alemania. Nos movimos un poco hacia un grupo de personas que estaba en un área un poco más privada del lugar y noté a varios hombres que parecían de seguridad, trataban de pasar desapercibidos pero era inútil, ya que con esa estatura y sus inconfundibles rasgos árabes resaltaban entre la gente que en su gran mayoría, éramos un poco pálidos.

Me presento a varias personas y entre ellas a Rashîd Al Jalaf, un príncipe árabe que antes de tomar mi mano, hizo un saludo.

--Es un verdadero honor Bella – se inclinó y besó mi mano – las fotografías no le hacen justicia.

--Gracias – dije – pero por favor, no me hable de usted.

--Si tú haces lo mismo estaré muy agradecido – me sonrió con sus ojos verdes, pero no tan bellos como los que yo amaba tanto.

--¡Así que tú eres el nuevo “juguetito” de Edward Cullen! – una sarcástica voz femenina escupió esas palabras detrás de mí. Sentí como si hubiera recibido un golpe en el estómago pero disimulé y con una sonrisa divertida giré para ver la cara de la estúpida mujer.

Una rubia platinada, no mucho más alta que yo, me miró con una sonrisa aún mas amplia que la mía. Sus ojos azules me analizaron de arriba abajo y se llevó el dedo índice a la barbilla antes de decirme:

--Pero, ¿en qué estaría pensando Edward? ¡Si eres una niña! – maldita sea, ¿Dónde había escuchado eso antes?

--Gracias por el cumplido “señora” – hizo una mueca de disgusto mal disimulada cuando remarqué la última palabra, no iba a dejarme de nadie y disfruté mucho cuando me dejó ver su enojo al llamarla “señora”. Ella no era una mujer muy mayor, estaría alrededor de los veintiocho años, pero yo también podía ser irónica de vez en cuando y mucho más para defenderme de comentarios mordaces como el suyo.

Ágata estaba demasiado nerviosa por el tono de la mujer y también porque notó que era una franca provocación hacia mí. El príncipe le lanzó una mirada de advertencia y ella cambio de actitud, o al menos intentó fingir que lo hizo.

--Bella, ella es Irina Van Draus – dijo con visible incomodidad. Hice el intento de darle la mano pero antes de tocarla por completo, la retiré.

--¡Oh, que tonta, ya es muy tarde! – La miré con el mismo sarcasmo – lo siento, ha sido un placer, pero debo irme, que pasen una buena noche.

--A tus pies Bella – dijo el príncipe y le sonreí amable.

En menos de un minuto ya estaba junto a Jimmy y lista para irnos, estaba tan contento que ni siquiera notó que yo estaba más callada que de costumbre. Ya en mi habitación del hotel, me desvestía mientras pensaba que era exactamente lo que había tenido que ver esa mujer con Edward y por más que trataba de buscar una explicación que no me doliera tanto, no lograba encontrarla.

Estuve tentada a llamarlo, ¿pero que le diría? Solo lograría quedar como una tonta y no me convenía, así que me mordí la lengua, me amarré mis ganas y no hice ninguna llamada.

Los días que pasaron antes de regresar a Nueva York fueron un martirio porque en mi cabeza solo podía escuchar las palabras de Irina Van Draus “eres el juguetito de Edward”, “solo eres una niña”. Esa palabra era mi constante pesadilla y ahora le agregaba otra “juguetito”. Así que cuando al fin terminamos en Berlín y volábamos de regreso a Nueva York, me decidí a actuar para que ese par de palabritas ya no me brincaran en el cerebro.

Apenas pude descansar del viaje a Alemania, teníamos varias chicas y yo, Rosalie incluida, la promoción del Baile de Caridad que se hacía cada año y en el cual ya tenia dos años de colaborar. Como en todos los eventos a beneficio, se donaban las ganancias a una institución que los administrara. Este año seria a beneficio de los niños con diabetes y varios hospitales recibirían los donativos, entre ellos el Mount Sinai Medical Center. ¡Que ironías de la vida!



Tom me abrió la puerta de la camioneta y me bajé acomodando el impecable traje sastre blanco a mi cuerpo. Con el cabello lacio, me veía como toda una mujer de negocios con carácter fuerte pero super femenina. Esa mañana grabaríamos un breve video para mostrar la noche del baile, el área dónde estaban los niños que iban a recibir la ayuda de los donadores y que iba a ser renovada y ampliada. Carlisle llegó y me saludo muy efusivo.

--¡Bella! Hija que bueno verte – me abrazó y me dio un beso en la mejilla. Todos alrededor se nos quedaron mirando echándole leña al fuego donde se cocinaban los chismes que circulaban por ahí.

--¡Carlisle! ¿Cómo estás? ¿Cómo está Esme? – le sonreí mientras me pasaba un brazo por los hombros y caminábamos a su consultorio.

--Ah, ocupada con un proyecto, ya sabes – se sentaba detrás de su escritorio – una renovación, esta vez es una biblioteca antigua. Por cierto, nos alegraría mucho si vinieras a cenar.

--Oh no sé, la promoción del baile me tiene un poco ocupada también, aunque seria bueno visitar a Esme.

--Claro, no es nada formal. Le encantara verte y mostrarte donde colocó tu regalo.

Terminamos de grabar explicando que mejorías se le podrían hacer al área de los niños diabéticos con el dinero donado y animándolos a donar más para tratar a más niños. Aún era temprano y Jimmy no quiso acompañarme así que decidió ir de una vez a casa de los Cullen para retirarme más temprano también. Llame a Rose para vernos ahí pero aún no terminaba de grabar en el hospital donde le tocó hacer el video y además estaba algo cansada, así que no iría esa noche, pero quedamos en comer al día siguiente.

Subía por mis tres escalones favoritos cuando Esme abrió la puerta dándome la bienvenida. Me abrazó fuerte y con cariño, pasamos al salón y me enseñó dónde había colocado la imagen que les había regalado. Platicamos un rato y después de preguntarme por mis padres y algunas cosas de mi trabajo, llegó Carlisle con Alice y Jasper. Para mi suerte sólo cenaríamos nosotros cinco, los demás estaban muy ocupados con sus trabajos.

Alice era tan ocurrente que nadie jamás podía aburrirse con ella y nos tenía a todos hipnotizados contándonos sus aventuras de esa mañana en el centro comercial. Por un momento Jasper hablaba con Carlisle y Esme cuando Alice me preguntó como si nada.

--¿Cómo van tu y Edward, Bella? ¿Ya se conocen mejor? – y sentí cómo toda la sangre de mi cuerpo subía a mi cara al recordar que tanto nos conocíamos ya.

--¡Alice! – Abrí los ojos – no nos conocemos mejor Alice, todo esta justo como la tarde del cine.

--Tranquila, ya verás como se ponen al día todas las cosas – me palmeaba la espalda, bufé y la miré como si estuviera equivocada. Me despedí y agradecí la cena prometiendo a Esme no desaparecer tantos días, tomé mi abrigo, me dirigí a la puerta y una vez afuera me tope casi de frente con una muralla de pectorales en extremo fuertes.

--¡Isabella que sorpresa! – y si, en realidad fue una sorpresa para ambos.

--Edward – dije mirándolo con mi ceja malévola, como él le llamaba.

--¿Mucho trabajo en la oficina? – me escudriñó con la mirada, indiferente, frío. ¿Dónde estaba el Edward de hace apenas varios días?, No importaba, yo ya no era la dulce tonta tampoco.

--Si, un poco, ya sabes, mucho papeleo – respondí coqueta y me acerqué a darle un beso en la mejilla poniendo mi mano en su duro pecho – te dejo, mañana continúa mi “papeleo” en la oficina – sonreí – fue un gusto verte – dí un paso hacia atrás y comencé a caminar hacia mis tres escalones pero me siguió y me tomó por la cintura. Me detuve al tenerlo tan cerca y por sus manos que me sostenían tan firmes. Su aliento en mi nuca casi me hace flaquear y girarme para besarlo con todas mis fuerzas.

--¿Me extrañaste Isabella? – preguntó con su voz seductoramente sexy.

--La verdad es que… - hice una pausa quitando sus manos de mi cintura y volteando para poder ver bien ese rostro tan perfecto – la verdad es que no Edward, tuve muy buena compañía – me mordí el labio.

--¿Ah si? Creí que solo eran amigos, compañeros de trabajo – noté que tensaba las sienes.

--¿Lo dices por Marco? – Me reí – no te equivocaste, es un buen amigo, pero ¿Irina Van Draus? – Dije fingiendo estar emocionada – es una “señora” tan linda, ahora comprendo porque te chocan las “niñitas”, si puedes andar con “señoras mayores” ¿Por qué no? ¿Para que perder tu tiempo no? Vas a lo seguro ¡Bien por ti!

Ver ese rostro no tenía precio. Abrió los ojos tan grande que casi se le salían y esos labios que alguna vez me habían besado tan suaves, los tenía entreabiertos por la sorpresa al oírme mencionar el nombre de esa mujer.

--Buenas noches Edward – pegué mis senos ya duros del deseo que me provocaba a su pecho para besarlo de nuevo – nos vemos luego – mis labios estaban cerca de su oreja.

--¡Espera! ¿Qué te dijo Irina? – dijo enojado o tal vez un poco ¿asustado?

--¿Irina? Nada, ¿Qué podría decirme Edward? – Pregunté inocentemente ladeando mi cara – es tarde ya, tengo que irme.

Bajé los escalones tan rápido como pude dejándolo ahí parado viéndome partir. Tom abrió la puerta y rápidamente me subí.

--Vamos Tom, necesito llegar rápido a casa – tenia apenas un poco de voz.

Condujo velozmente pero con mucha precaución y llegamos en muy poco tiempo a mi apartamento. Tom se despidió de mí y cuando cerré mi puerta se fue. Fui a mi baño y en el camino iba dejando piezas de mi ropa. Ana, la chica que limpiaba mi apartamento seguro me odiaba por dejar siempre la ropa tirada por toda la casa. Era una costumbre que no me podía quitar. En bragas solamente, me cepillaba los dientes y después me quité el maquillaje. Saqué una camiseta de mi closet cuando escuche el timbre de la puerta. Tom habría olvidado algo seguramente. Me envolví en una bata de baño y fui a abrir.

Cual fue la sorpresa que me lleve cuando encontré en lugar de Tom a Edward parado en mi puerta.

--Edward, ¿Qué haces aquí? – pregunté apretando mi mano por la orilla de mi bata sobre mis senos. Edward entró sin pedirme permiso, creo que ya no lo necesitaba.

--¡Claro!, pasa, estás en tu casa – dije muy cínica.

--Sólo quiero saber que fue exactamente lo que te dijo Irina – me miró con los ojos verdes ardiendo por su enojo. ¿Por qué estaba tan enojado? ¿No debía ser yo la ofendida?

--Relájate Edward, ya te dije – quité la mano sobre mi pecho dejándolo un poco visible – es una “señora” – recalqué de nuevo – muy linda, sólo me dijo que yo le parecía muy pequeña como para ser tu amiga y yo lo entiendo muy bien. Tú me advertiste y ahora que entiendo porqué ella lo dice, me queda clarísimo que conmigo te aburrirías. ¿Quién no llega a hartarse hasta de sus juguetes nuevos? – seguía hablando como falsa niña provocadora.

--Isabella – comenzó a hablar pero me acerqué a él y me incliné un poco dejándole ver un poco más de mi pecho. Esta vez vio casi completos mis senos y su mirada cambio.

--No te preocupes Edward – le sonreí con fingida resignación – ya entendí - me pasé la lengua mojando mi labio inferior – además no sé porqué te preocupa tanto lo que una estúpida chiquilla piense.

Se pasaba ambas manos por su cabello tan despeinado como siempre. Ansioso y enojado, seguro que conmigo por estar jugando con él.

--Ya nos divertimos un poco, ya me quitaste el frío – lo miré con mi ceja levantada - ya cada quién su camino ¿No? Ya te cansó tu juguetito nuevo ahora lo que sigue – esas palabras hasta a mi me dolió decirlas. Levantó la cara y me miró, ví su mandíbula apretada.

--¡Tú no sabes nada! – se contuvo para no gritar por completo.

--No, tienes razón, mi cerebro infantil no puede procesar tus divinos conocimientos – mi voz era más melosa para fastidiarlo – tal vez cuando crezca… - no pude terminar la frase porque me tomó de los brazos y me besó salvajemente.

Me moví bruscamente queriendo salir de sus brazos y traté de alejar mi rostro del suyo. ¿Por qué me besaba así?

--¡Suéltame! – Grité mientras forcejeaba - ¡Suéltame!

--¡No! – respondió mientras me levantaba en sus brazos.

--¿Qué haces? – Ya no podía ocultar mi sorpresa - ¡Bájame!

Mi sorpresa se transformó en miedo cuando noté que me llevaba a mi habitación.

--¡Edward! ¿Qué haces? – Lo golpeé en el pecho pero era como haberle pegado a un muro - ¡Déjame!

--¡No Isabella! – Estaba furioso y yo no podía hacer nada – ¡Estoy harto de todo esto!

Me tiró sobre la cama y me quedé helada al ver que se desabrochó el botón de los jeans y se desfajaba la camisa. El aire abandonó mis pulmones y mi voz mi garganta al darme una idea de lo que pretendía hacer. Me di vuelta en la cama para alejarme pero él era demasiado rápido, me tomó por un tobillo y me jaló hacia él. Con la otra pierna le lancé un par de patadas pero no pareció inmutarse porque también la tomó por mi pantorrilla y así pudo acercarme a él dejándome en la orilla de la cama y con mis piernas a ambos costados de su cuerpo. La bata que llevaba estaba hecha hacia un lado dejando la mitad de mi pecho desnudo y aunque traté de cubrirme no pude, haciendo que en mi rostro aparecieran lágrimas de impotencia y miedo.

Tampoco con mis piernas podía hacer mucho ya que Edward estaba de pie a la orilla de la cama y las sostenía alrededor de sus caderas, así que sólo me quedaba el retorcerme como pudiera y no dejar de luchar. Si iba a tomar algo de mi, no le iba a resultar muy fácil. Me dejó luchar para tratar de escaparme de la posición en la que me tenia y cuando notó que ya mis fuerzas habían disminuido y me movía mas difícilmente, sólo cuando estuvo seguro de que el agotamiento me había vencido, sólo así, me soltó y terminó de desabotonarse la camisa frente a mi, mirándome fijamente, anunciándome lo que estaba a punto de ocurrir.

El miedo me impedía hablar y mucho menos gritar, pero no impedía que las lágrimas dejaran de salir por mis ojos y corrieran por mis empapadas sienes. No sollozaba, las lágrimas solo salían en silencio. No tenía ni siquiera las fuerzas suficientes para cubrir mi cara con las manos. Estaba perdida.

--Ahora si Isabella, ¿Decías? Ah si, decías que yo sólo juego ¿No? – Mi mirada estaba perdida, sin mirar nada – que me canso muy rápido de mis juguetes ¿No?

Se inclinó sobre mí, entre mis piernas, rozando la nariz por mi ombligo y subiéndola despacio, pero la bata atorada debajo de mi cuerpo se lo impidió. Todo mi cuerpo temblaba, no podía evitarlo pero eso a él no pareció importarle en lo más mínimo. Desató el nudo de la bata en mi cintura y me desnudó por completo el pecho. Así estuve la ultima vez que nos vimos, solo unas bragas pequeñas me evitaban la desnudez total.

--Esto era lo que querías ¿No?, ¿No por esto me provocabas tanto? – suspiró mientras me acariciaba los senos con ambas manos. Intenté moverme pero aún no podía, el calor de sus manos en mis senos me retenía ahí pero algo en mi interior gritaba ¡No!

--Pídemelo… – dijo, rozando sus labios por el valle de mis senos, subiendo por mi cuello – ¡Pídemelo Isabella!

Haciendo el más grande esfuerzo, logré murmurar algo apenas audible.

--No – respiré profundo – Por favor, así no…

Su rostro pasó de estar lleno de deseo y rabia a uno totalmente confundido. Se quedó helado ante esas palabras que bastaron para que se desplomara sobre mí con todo su peso y al darse cuenta se movió y sólo dejó su rostro descansando entre mis senos. Permaneció así un largo rato, sin moverse mientras yo me recuperaba. Pasó un brazo sobre mi cintura aferrándose a mí.

--Perdóname Bella – dijo débilmente – por favor, perdóname.

Al escuchar sus palabras sentí que me apachurraban el corazón. Levanté mi mano y suavemente empecé a acariciar su cabello, despacio. Amaba a Edward y su dolor también me dolía. Había actuado por impulso, un impulso provocado por esa mujer Irina y por mi.

--¿Qué haces? – Preguntó confundido ante mis caricias – No deberías… - trató de terminar su frase pero lo interrumpí.

--Perdóname también – seguía acariciando su cabello – actué mal – logré decir.

--¿Y yo no? – preguntó arrepentido.

--Edward…

--Dime amor – ese era el hombre de quien estaba enamorada, del tierno y amoroso Edward.

--¡Abrázame por favor! – no me contuve y lloré a todo pulmón.

--¡Bella! ¡Perdóname! – Repitió - ¡Soy un estúpido! – se incorporó y se sentó envolviéndome en sus brazos, yo me hice un ovillo en su regazo, incapaz de levantar la cara y mucho menos de dejar de llorar. Me mecía al mismo tiempo que me daba besos en la coronilla y me abrazaba más fuerte.

Me fui calmando poco a poco y lo rodeé por la cintura, no iba a dejarlo ir, ya no. Despacio, fue recostándose en la cama cubriéndome con las mantas. Un rato después, cuando creyó que ya me había quedado dormida, quiso acomodarme para levantarse pero no lo solté.

--¡No Edward! – Le rogué – ¡No me dejes! – y las lágrimas volvieron a inundar mis ojos.

--No amor, voy a ir a ningún lado, sólo iba a buscar algo para que te pongas, no puedes quedarte así – me tranquilizo. Le señalé la camiseta que había dejado sobre la silla y me ayudó a ponérmela. Hizo a un lado las sábanas con él edredón y me metí debajo, esperándolo. Se quitó los jeans quedándose en sus bóxers grises de algodón y apagó la luz de la lámpara sobre mi mesita. Se acostó en mi cama, junto a mí, abrazándome, recostándome en su pecho. ¡Que bien me sentía entre sus brazos!

Esa, sin duda, era la noche más feliz de mi vida. No importaba el mal rato de antes, no importaban las palabras de Irina, no importaba nada que no fuera el hombre que me abrazaba y que dormía en mi cama. Edward, mi Edward.

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6 comentarios:

joli cullen dijo...

no sabes como me alegre de que actualizaste me encanta q lo hagas tan rapido e dejas expectante que pretendia ed me imagino que piensa q bella ya tiene experiencia mas no sabe que es virgen pero bueno lo amo tal cual es espero verte dentro de uno o dos dias porfis bye

Nani-PattinsonWorld dijo...

ohhhhh dios, este capitulo tiene de TODO, me encanta ... me daba un poco de miedo ese Edward tan decidido pero veo que no es tan fiero. Quiero masssssss Li, porfi... porfi ... porfi!
Un besote gordo

Polly wants a cracker dijo...

Que bonito el final! Me ha gustado mucho este capítulo.

Espero el proximo. Un beso

Polly wants a cracker dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Nani-PattinsonWorld dijo...

¿ Te he dicho que me gusta mucho tu blog ? tienes muy buen gusto ... para TODOOOO
Un besote

dracullen dijo...

ke intenso, por un momento pensé ke edward iba a perder el control y hará una estupidez!!! pero este hombre es bipolar o ke diablos??? definitivamente entre este par hay demasiada tension sexual, celos y muuucho amor. Estoy intrigada, algo gordo debe ser lo ke trae edward con irina, digo para ke reaccionara así es ke algo importante se trae. :D