jueves, 30 de septiembre de 2010

CAPITULO 32

CAPITULO 32


EDWARD’S POV

--Explícate ¿De qué demonios estás hablando? – Me paré golpeando los puños sobre el escritorio - ¡Habla!

Victoria se echó hacia atrás en la silla y sonrió.

--Irina no es la mujer adorable e inocente que te ha hecho creer, no es lo que aparenta; tanto ella como otras amigas y yo tenemos una manera muy especial de divertirnos Edward… nosotras “cazamos” – dijo acercándose a la orilla del escritorio - tú fuiste nuestra presa y ella te atrapó.

Sacudía incrédulo la cabeza porque trataba de comprender sus palabras.

--Es muy sencillo querido, nosotras buscamos algo más que un simple juego de cartas, algunas noches de casino o alguna estupidez de esas, nosotras necesitamos apostar fuerte y mientras tiramos a ganar, ¿Porqué no divertirnos un poco con quien nos va a proporcionar tantas ganancias no lo crees? – se acomodó en su asiento - ubicamos a nuestras “presas” en los eventos sociales que frecuentamos, obviamente no cualquiera puede serlo, tiene que ser alguien importante, millonario claro y bien parecido, ¿Te son familiares estas características Edward?


Yo había conocido a Irina en una cena que reunía a las más importantes empresas constructoras. Las firmas más reconocidas asistían junto con sus colaboradores más allegados además de una buena parte de la sociedad alemana. Nos presentó el dueño de la empresa para la que yo trabajaba, era muy amigo de su padre que también era un empresario muy importante y millonario. Recuerdo perfectamente bien esa noche, la vi platicando con un grupo de chicas, se veía muy hermosa y elegante en un vestido gris; muy rubia y con el pelo recogido. La observé durante toda la cena hasta que en algún momento durante la noche, me encontré platicando con mi jefe quien hizo las presentaciones cuando ella se acercó.

--Tú automáticamente entraste en nuestro radar, nos cercioramos de que efectivamente fueras una presa digna para nuestro juego y así fue como nos lanzamos sobre ti pero Irina no nos dio ni una oportunidad siquiera, tú estuviste ciego desde un principio y no mirabas a nadie que se te acercara que no fuera ella; en tres meses te envolvió y te enamoraste perdidamente de una arpía.

Era cierto, yo desde que la conocí no tuve ojos para nadie más, estaba feliz y me sentía el hombre más afortunado del planeta por tener a Irina a mi lado. Era tan noble, con un corazón de oro, se desvivía en sus obras de caridad y en actos de beneficencia a los que siempre me pedía acompañarla y yo por mi trabajo nunca podía; se ponía muy triste porque no compartía con ella esos momentos que la hacían tan feliz y de alguna manera me sentía muy culpable por eso, por no estar para ella celebrando sus logros altruistas.

--Hasta que un día llegó muy feliz gritando que le habías propuesto matrimonio y levantando la mano en la que tenía un anillo con una piedra impresionante… Irina te había atrapado y había ganado esa apuesta – dijo molesta.

¿Cómo olvidar el brillo en sus ojos cuando le pedí que aceptara ser mi esposa?, ¿Cómo olvidar su rostro cuando puse el anillo en su mano? Ella era la mujer perfecta para mí, ¿Cómo podría dejarla escapar?

--No nos quedó más remedio que sacar nuestras chequeras y pagar la apuesta; ella se llevó una buena cantidad contigo ya que todas apostamos muy fuerte por ti, una cifra con más de 6 ceros Edward, lo valías sin duda alguna – me sonrió seductoramente.

Yo no podía creer en lo que decía. Estaba mintiendo, Irina era incapaz de algo así, ella me amaba…

--Irina estaba feliz con su premio, ahora sólo le faltaba deshacerse de ti antes de que siguieras insistiendo en hablar con sus padres y le arruinaras el numerito, y en verdad le urgía hacerlo ya que el juego siempre continúa y ella ya estaba lista para la próxima presa pero surgió algo que le impidió hacerlo y creo que sabes a qué me refiero, ella está esperando un hijo…

--¡Cállate! No quiero escuchar nada más Victoria, ¡Sal de aquí! – Dije indignado – y no sigas levantado calumnias contra Irina, ¡No lo intentes siquiera!

--¿Calumnias? – Frunció el ceño – Yo quiero hacerte un favor Edward, no puedes seguir engañado por esa mujer…

--Esa mujer era tu amiga ¿No es así? – Atajé.

--¡Si! Era mi amiga hasta que la muy estúpida no me pagó la última apuesta – sacó las garras – ¡Irina me debe cien mil dólares! Y como ves, pienso cobrármelos de alguna forma, no pretendo dejar que simplemente desaparezca sin pagarme, tal vez yo no obtenga mi dinero pero ella no se irá tranquila.

--Sal de aquí Victoria porque no quiero olvidar que soy un caballero – le advertí furioso.

--Está bien, me voy – se puso de pie – aunque no lo creas, siento haber sido yo quien te revelara la verdad de esta forma, lo siento Edward – avanzó hacia la puerta y se giró – adiós.

Me dejé caer en el asiento sin saber qué pensar. No podía ser cierto todo lo que me había dicho, Irina no tenía ninguna necesidad de estar inmiscuida en ese tipo de juegos y mucho menos por dinero, ella lo tenía todo a manos llenas, una gran fortuna, una posición, el amor de sus padres, ¡El mío!

Pero antes de pensar en cualquier cosa tenía que verla. Salí de mi oficina y fui a su casa, a escucharla decirme que todo era una mentira, que no tenía nada de qué preocuparme y que todo seguía igual entre nosotros pero me equivoqué.


--¡Irina! – entré a su apartamento gritando - ¡Irina!

--¡Mi amor!, ¿Qué sucede? – Se acercó a mí alarmada - ¿Por qué los gritos? – su tierno rostro parecía desconcertado.

--Dime que quiso decir Victoria con esa sarta de palabrerías que fue a lanzarme hace unos momentos – al escucharme se detuvo y su actitud cambió, su rostro inocente reflejó de pronto uno hastiado pero continué – por favor, dime que es mentira, dime que está loca y que todo es una equivocación…

--Hmm, así que esa infeliz lo hizo ¿No? – Se giró sin apenas mirarme – ¡Perra egoísta!

--Irina… - me quedé sin habla al ver como reaccionaba, confirmando mis temores de que Victoria tuviera razón.

--Si Edward, ¡Si! – Gritó harta - ¡Es verdad!, gané mi apuesta contigo, te atrapé y ahora que ya lo sabes todo, desaparece de mi vida, no te soporto junto a mí con toda tu maldita perfección, ¡Lárgate!, ¡No quiero verte!

--¡Me debes una explicación! – hablaba con la mandíbula apretada – ¡Y no pienso irme sin ella!

--¿Qué quieres que te diga?, Ya te lo dijo todo la estúpida de Victoria, no tengo nada más que decirte, sólo que te largues y que no vuelvas más, ¡Vete Edward!

--¿Estás loca?, ¡Estás esperando un hijo mío!, ¿Acaso se te olvidó? – estallé en cólera al ver a la verdadera Irina, indiferente de nuestro hijo y de mí – así que te tendrás que ir acostumbrando a mi presencia y me soportarás por el resto de tus días ya que no me pienso desentender de él.

Me di media vuelta y salí de ahí azotando la puerta. Los días siguientes fueron un verdadero infierno. Me sumergí en una profunda depresión a causa de su engaño, de mi estupidez por enamorarme como un loco de alguien que no existía, porque yo me había enamorado de una mujer de buen corazón, generosa, cariñosa y hermosa, para tristemente darme cuenta de que esa persona sólo era una fantasía, un sueño que se había convertido en pesadilla arrastrándome a mi solitaria realidad.

Hablé con Irina cuando me sentí un poco menos deprimido, tenía que hacer ese esfuerzo por mi hijo, no lo iba a abandonar, así que fui decidido a todo por él. Tanto ella como yo, estábamos a la defensiva y esa plática no acabó nada bien. Ella me dijo que no quería verme, que me mantendría informado de su embarazo y que las cosas cambiarían cuando nuestro hijo naciera ya que como su padre, tendría todos los derechos sobre él, pero que mientras la dejara tranquila. Yo acepté porque no tuve otra opción, primero que nada, no estábamos casados y no podía obligarla a nada; segundo, ese no era mi país y ella podía pedir una orden de restricción lo que me ocasionaría problemas en un futuro si quería reclamar algún derecho sobre mi hijo y tercero, yo tampoco la quería cerca de mí.

Sólo la vi una vez más antes de que según ella, se fuera a una finca de sus padres, en el campo. Me prometió mantenerme informado de su estado y de cualquier cosa que ocurriera, pero por supuesto, tampoco fue así. Nunca pude contactarme con ella, ni con sus padres que siempre se encontraban viajando disfrutando del retiro que tanto habían deseado así que no tenía a nadie a quien preguntar, sólo estaba el ama de llaves quien ocasionalmente me llamaba de parte de Irina para comunicarme que por el momento ella se encontraba bien y su embarazo marchaba sin novedades.


Estaba deprimido, y desesperado por saber cómo estaba mi hijo, fui dispuesto a tirar la puerta de su apartamento para que esa mujer me diera alguna otra información ya que casi se cumplía el tiempo para que naciera y cuando me vio exaltado, enfurecido y capaz de cualquier cosa, me confesó que Irina había estado ahí una semana antes y que estaba tan delgada como siempre pero que de mi hijo no podía decirme nada ya que ella había llegado sola y así se había marchado. Fue entonces cuando sin perder un sólo segundo y dejando a un lado mi depresión, contraté al detective que 2 meses después lo encontró en ese orfanato y comenzó otro suplicio para mí.

--¡Edward!, ¿Me estás escuchando? – Nadia movía una mano frente a mí para captar mi atención.

--Perdóname, decías… - no tenía ni idea, mi mente estaba en otro lugar.


--Decía que hoy tenemos una junta con tus adorados ambientalistas que por cierto están felices con los ajustes, aquí te dejo el reporte final para que lo revises antes de irnos – lo puso en mi escritorio junto con una taza grande de café – tómate esto, te hace falta – y salió de mi oficina.

Me concentré y revisé el reporte, todo marchaba muy bien, la oficina estaba en perfecto orden; Nadia había hecho un excelente trabajo cubriéndome el trasero una vez más. Carmen, mi secretaria, entró con una tonelada de papeles y acuerdos para firmar dejándolos sobre el escritorio.

--Ingeniero, estos son los que urge que firme y estos otros son para que los revise, ahora regreso con el convenio para los guardias forestales – salió apresurada y minutos después regresó con más papeles para firmar.

--Gracias Carmen, estos ya se los puedes llevar a Nadia y te llamo en cuanto estén listos los demás – le entregué varias carpetas.

--Ingeniero… - dijo Carmen tímidamente.

--¿Si? – seguía firmando los acuerdos.

--¿Qué hago con esto? – levanté la mirada hacia ella y sostenía entre las manos una caja plana envuelta para regalo con un moño plateado.

--Mmm – me vio confundido, qué diablos iba yo a saber…

--Es suyo, lo trajeron un día antes de que usted viajara a Berlín y se lo dejé aquí en su oficina pero no lo ha abierto.

--De acuerdo, déjalo aquí – le indiqué con la mirada una esquina de mi saturado escritorio. Seguramente mi madre o Alice me lo habían mandado, lo abriría y les agradecería más tarde, en ese momento necesitaba terminar con esa montaña de papeles que necesitaban mi firma.

Cómo bien había dicho Nadia, los ambientalistas estaban complacidos con todos los cambios y las recomendaciones que ‘sutilmente’ nos habían pedido que hiciéramos, por fin nos dieron carta blanca y todo el apoyo que necesitábamos para construir nuestra obra, todos los permisos, accesos y en pocas palabras todas las facilidades para que trabajáramos sin ningún pero de su parte.

Salimos un poco tarde de la junta y no regresé a la oficina; me fui directo a casa no sin antes pasar a comprar unas cervezas y una botella de whisky. Nadia me había insistido en ir a cenar pero yo sólo quería llegar a casa para seguirla extrañando.

Cerré la puerta tras de mí y empecé a quitarme el saco, la corbata y toda la ropa dejándola tirada a mi paso, como ella lo hacía; sólo me quedé con los pantalones puestos y la camisa desabotonada, sin zapatos ni calcetines.


Fui a mi lugar preferido para llorarla: el clóset. ¿Qué si era un masoquista? Sin duda alguna, pero eso me hacía no sentirla tan lejos al estar entre las cosas que más quería; y no es que ella fuera materialista o algo parecido pero eran cosas que apreciaba ya que muchas eran obsequios y les tenía un especial cariño; ella adoraba su vestidor, lo había diseñado junto con Jimmy para que cada cosa tuviera su lugar especial, hasta mis cosas que poco a poco había llevado, parecían encajar perfectamente ahí.

Varios vasos de whisky después, me levanté del suelo y me tiré en la cama con algunas prendas de su ropa interior en mi cuello; ya me imaginaba lo que seguramente pensaba Ana cuando limpiaba la habitación, “pero que puto enfermo”. A ella también la interrogué, no sabía nada de Bella ni de Jimmy, estaba acostumbrada a llegar al apartamento y encontrarlo vacío por días o semanas debido al itinerario de Bella así que no me fue de mucha ayuda.

Al día siguiente me levanté temprano y me fui a la presa, ese día lo pasaría completo ahí revisando los avances de la obra. De alguna manera me sentía menos desesperado al no tener que estar encerrado en la oficina de la ciudad. Tuve que esforzarme mucho en enfocarme en mi trabajo ya que aunque no quisiera, mi mente se llenaba con su imagen, su voz, su olor y con cada recuerdo que traicioneramente llegaba a ella.

Los minutos se convirtieron en horas, las horas en días y estos en semanas, las semanas en un mes y después en dos. ¿Cómo sobreviví? Yo ya me consideraba muerto, así que no me importaba mucho si seguía transcurriendo el tiempo o se detenía. No hablaba con mi familia que siempre intentaba acercarse a mí, ocasionalmente sólo lo hacía con Alice porque me sentía en deuda con ella por haber dejado todo por ir a acompañarme cuando más lo necesitaba; mi madre estaba muy preocupada por mí pero mi hermana de alguna forma la tranquilizaba, Emmett me daba mi espacio pero Rose no, así que vivía constantemente huyendo de ella ya que no necesitaba que esa mujercita me reclamara algo con ese carácter tan arrebatado que tenía.

Mi padre también tenía algo qué reclamarme y no se hizo esperar demasiado.

--Te advertí que no lastimaras a Isabella, ahora ella se ha ido y quiero que me digas porqué – me exigió - ¿Qué hiciste Edward?

--Eso, padre – dije irónico – es lo que yo también quisiera saber, si te enteras primero, por favor avísame – respondí harto de todo y salí de su casa dejándolo con la palabra en la boca.

Nadia también se había convertido en una verdadera molestia; se la pasaba criticando mi nueva forma de vivir. Trabajaba como un loco durante la semana, concentrado en cada asunto de la presa; mis jornadas eran de 18 horas al día y cuando llegaba el fin de semana, me encerraba herméticamente en casa con mis cervezas y mis botellas de whisky; mi aspecto era otro punto del cual se agarraba para regañarme cada vez que podía; siempre me pedía que me afeitara la barba porque parecía que era un maldito ermitaño que recién había descendido de las montañas y que mi facha combinada con la de vagabundo terminaría por correr a todos en la constructora. A eso tenía que sumarle que no pasaba un puto día en el que no me dijera que me regresara a mí apartamento, que tal vez Bella no volvía porque yo seguía en el suyo; mi respuesta era siempre la misma,

“No, yo le dije a Bella que volvería a casa, ahora soy yo quien espera a que ella vuelva”.


En retribución por joderme a diario la vida, yo la tenía completamente agobiada porque además de los asuntos del trabajo, le preguntaba cada vez que podía por alguna noticia que tuvieran los investigadores pero tampoco ellos habían podido averiguar nada y me estaban desesperando. También yo hacía mis investigaciones personales; hablaba cada dos o tres días a Phoenix porque tenía la esperanza de que Reneé me dijera algo de Bella pero nunca estaba ahí, Phil me decía solamente que estaba de viaje y cuando le preguntaba si estaba con Bella me cortaba la llamada diciendo que tenía algo urgente que hacer. También llamaba al teléfono celular de Reneé pero ella simplemente bloqueó mi número. Con Charlie era lo mismo, no respondía mis llamadas y las dos únicas veces que Sue lo hizo, parecía haberse puesto de acuerdo con Phil.

Ángela tampoco escapó de mis interrogatorios; fui a buscarla a su oficina e iba dispuesto a suplicar si hubiera sido necesario pero me dijo que Jimmy no le había dicho nada más, sólo que cancelara todos sus compromisos por 2 meses los cuales ya se habían cumplido pero aún no sabía nada de ellos.

Todo era un círculo que terminaba siempre en el mismo punto, sin saber absolutamente nada de Isabella y eso hacía que atacara a Nadia con más ímpetu cada vez.

--A Irina la hallaron en dos semanas – alegaba - ¿Cómo es posible que no me puedan dar ni una pista de su paradero?

--Si Edward pero ten en cuenta que ella no estaba escondiéndose ni huyendo de nada – Nadia tenía razón – no te pediré que tengas paciencia porque me siento ridícula pidiéndotelo a cada momento, sé por lo que estás sufriendo Edward y me duele no poder tener la respuesta que buscas, sólo puedo estar aquí junto a ti y ayudarte o al menos tratar de que estos momentos sean un poquito menos amargos.

--Gracias Di – arrepentido, la abracé muy fuerte porque era verdad lo que decía; cuando sucedió lo de Irina y me encontré por casualidad con Nadia, ella al instante supo que algo me ocurría. Yo por vergüenza no le había contado a mi familia de la bochornosa humillación y engaño que había sufrido y me desahogué con ella. Desde eso, nunca perdimos el contacto y a la primera oportunidad que tuve, la incluí en mi equipo de trabajo. Ella era como mi conciencia y nunca aprobó la conducta frívola y despreocupada que adopté después de que acabó todo aquel asunto; me decía que era una vida vacía y cobarde porque me había cerrado por completo a darme otra oportunidad, que tenía miedo y que le daba pena porque el Edward que ella había conocido y al que quería mucho, era valiente y no se dejaba amedrentar por nada.

¿Y ya de qué me había servido tanta palabrería?, Me arriesgué, me entregué, amé de nuevo y a la primera oportunidad me volvieron a sacar del juego y sin ninguna explicación. ¿Qué carajos hacía mal?, ¿En qué fallaba?

De Irina podía entenderlo, porque era una mujer sin escrúpulos que por dinero y por soberbia no le importaba arruinarle la vida a las personas, era un ser bajo y ruin con una pantalla de todo lo contrario, ¿Pero Isabella? Apostaba mi vida por ella. No podía decir qué era lo que había ocurrido para que se fuera de mi lado y en esas circunstancias pero estaba seguro que no era nada parecido a lo que me había hecho Irina, no, ella no.

--Si te portas bien, te invito a comer esas hamburguesas que te gustan – se dirigió a mi como si le hablara a un niño – regreso en un rato ¿OK?

Intenté una sonrisa sincera pero sólo le dí una mueca chueca de mis labios. Suspiré y me senté detrás de mi escritorio buscando el cargador de mi BlackBerry; abrí varios cajones sin encontrarlo y en el último, vi el regalo que mi madre me había enviado y que olvidé abrir. Bufé al ver el moño plateado apachurrado, si ella hubiera podido ver el estado de su elegante envoltura seguro me ganaba una mirada reprobatoria por el olvido y el despreocupado trato que le había dado a su obsequio. Quité el moño y arranqué el papel quedando una caja gris.

¡Hasta la caja combinaba!, Esa sólo podía ser mi madre, sonreí y esta vez mi sonrisa si fue sincera. ¿Qué se le habría ocurrido regalarme ahora? Abrí la caja por un lado y cayó de ella una tarjeta, me agaché para recogerla y todo se detuvo cuando reconocí esa curiosa caligrafía.

“Para que siempre me tengas cerca de ti.

Tu niña Bella."

En ese instante expulsé el aire en mis pulmones. Rápidamente intenté reaccionar ante la sorpresa de leer esa tarjeta, moví mis manos tan aprisa como pude y torpemente saqué lo que la caja guardaba. Mis dedos temblorosos sostenían un portarretrato con una foto de Isabella.

Todos mis sistemas dejaron de funcionar; mi garganta se cerró impidiendo el paso del aire a mis vacíos pulmones, mi corazón dejó de bombear sangre al resto de mi cuerpo, me cegué momentáneamente sólo pudiendo mirar su rostro entre mis manos nerviosas.

“Isabella, mi hermosa Isabella”

¡No!, ¡No!, Eso no estaba bien, ¿Cómo es que…? ¿Cuándo…?

--¡Carmen!, ¡Carmen!

Una muy nerviosa Carmen entró corriendo a mi despacho – Dígame, Ingeniero – me dijo asustada al verme.

--¿Quién trajo esto? - Pregunté agitado.

--S-señor, yo-o lo enc-contré en mi escritorio al llegar del almuerzo – explicó.

--¿Cuándo? – Grité - ¿Cuándo?

--S-señor, un-n día antes de q-que usted viajara-a a Berlín-n – respondió tímidamente.

--¿Estás segura? – No podía ser lo que estaba pensando - ¿Estás segura Carmen?

--S-si señor, muy segura – enredaba sus manos – ese día la señorita Nadia nos dijo que nos tomáramos una hora más para el almuerzo, que corría por cuenta de la constructora y lo recuerdo también porque al regresar vimos que sacaban a una mujer en brazos porque tuvo un accidente en las escaleras.

--¿La viste?, ¿Carmen la viste? – Mi voz había subido un tono.

--N-no señor.

--Gracias, puedes retirarte – dije desganado y con la mente casi sin poder maquinar un solo pensamiento coherente. Miles de imágenes se agolpaban en ella con una velocidad vertiginosa; inhalaba aire llenando mi pecho y pulmones, me hacía falta para calmarme y poder funcionar correctamente de nuevo pero no era suficiente; tampoco creía poder ponerme de pie y llegar al otro lado de la habitación a la mesa dónde estaban varias botellas de coñac, sólo pude mantenerme ahí sentado, respirando y esperando que el shock por la impresión al darme cuenta lentamente de lo que todo eso significaba, fuera disminuyendo gradualmente.

Los minutos pasaban y las piezas comenzaban a caer todas en su correcto sitio. Estaba todo muy claro. Dolorosamente claro.

Estiré mi mano y oprimí el botón del intercomunicador.

--Consígueme un lugar en el primer vuelo a Seattle…

***

--Hay que ser muy estúpido para estar parado frente a mi puerta – dijo Charlie muy tranquilamente – lárgate de aquí sino quieres que cumpla lo que te dije una vez.

--Lo siento pero no me iré de aquí sin que me digas en dónde está Isabella – le respondí en el mismo tono tranquilo.

--Tienes 5 segundos para moverte antes de que sientas una bala en el estómago Cullen, ¡Lárgate de mi propiedad!

--No me voy sin la respuesta que vine a buscar – afirmé.

--Aléjate de mi hija – se le agrandaban las aletas de la nariz al comenzarse a agitar - ¡Ya le haz hecho mucho daño!, ¡Bella está sufriendo y no te quiero cerca de ella!

--¡Por favor Charlie, escúchame! – Supliqué atormentado – sólo pido que me escuches… por favor.

--El que lo haga no te garantizará que te diga dónde está mi hija – bajé resignado la cabeza y me dispuse a confesarme con el padre de la mujer que amaba, era lo único que me podía acercar a ella.

--¿Bella te vio besando a esa mujer? – Preguntó Charlie casi una hora y media después - ¿Porqué la besabas Edward?

--Irina me lo pidió como condición para que aceptara hacerse todos los análisis de compatibilidad de la médula para Demetri, quería que le demostrara que ya no sentía absolutamente nada por ella, que mi cuerpo ya no le respondía igual y sé perfectamente bien que fue una estupidez pero… ¿Tú que hubieras hecho Charlie? – Inquirí con voz muy queda – me dio miedo que se negara, ella no necesitaba el dinero y la vida del que pudo haber sido mi hijo dependía de eso.

--Pero…

--No me estoy disculpando contigo, sólo te estoy contando como fueron las cosas, Bella es la única que puede perdonarme y de verdad, confío en que lo haga porque no puedo vivir sin ella… - le dije honestamente quebrándose mi voz en las últimas palabras.

El silencio entre ambos hizo denso el ambiente. Yo no podía levantar la cabeza; haberle contado todo a Charlie me hizo remover de nuevo el amargo sentimiento desde el principio y al llegar hasta dónde me encontraba en ese momento, sólo y sin el amor de mi vida, no pude, aunque los apreté fuerte, evitar que mis ojos ardieran.

Ninguno de los dos nos movimos por unos minutos, tampoco ninguno de los dos dijo nada. Limpié con mis dedos las lágrimas acumuladas en mis ojos antes que resbalaran por mis mejillas. Comprendí que no me diría nada y me puse de pie para retirarme de ahí. Llegué a la puerta y traté de despedirme pero el nudo en mi garganta no me lo permitió y sólo asentí una vez hacia él.

--Espera muchacho…

Me congelé en ese instante. Fueron las mejores palabras que pude haber escuchado en ese momento; una breve luz de esperanza cobijo mi alma; sentí la sangre correr desbocada por todo mi cuerpo y tuve que sostenerme para no caer ya que mis piernas me temblaban.

--Toma – dijo Charlie entregándome un papel que había sacado de una mesita cerca de él; tenía algo escrito que no pude distinguir porque las lágrimas nublaban mis ojos – ahora ven para acá, los dos necesitamos algo muy fuerte.

--No, estoy bien – hablé ya con voz más clara – además me urge ir a buscar a Bella.

--Edward siéntate y tómate esto, Bella no se irá a ninguna parte, te lo aseguro, ella estará ahí cuando llegues.

Tuve que tomarme el whisky que me dio aunque yo lo único que quería era salir corriendo hacia…

“¿Florencia?”

***

JIMMY’S POV

Esa mañana había encontrado a Bella llorando en su habitación; tuvo una pesadilla pero no me pudo explicar exactamente lo que había soñado, sólo me decía que veía rostros y que después se encontraba muy sola caminando por una calle vacía; se había despertado porque sentía un dolor fuerte en el pecho que le dificultaba el respirar. Eso, era angustia.

--Tengo miedo Jimmy – lloraba aunque ya estaba un poco más tranquila.

--¿Pero miedo de qué Bella? Explícame para poder ayudarte – acariciaba su pelo mientras la abrazaba - ¿Cómo sabremos si vas recordando algo si no me dices?

La consolé casi toda la mañana junto con Reneé; no nos permitía dejarla sola y lo único que quería era estar acostada en la cama. No quiso desayunar nada y tampoco se quiso bañar, sólo quería permanecer ahí pensando sin decir nada. Al medio día accedió a que Reneé le preparara algo para comer y por la tarde pude convencerla de que con un baño se sentiría mejor.


Ese no había sido un buen día. Desde que Bella despertó después del accidente nunca habíamos tenido un día cómo ese. Depresivo. Casi no habló y yo me frustraba porque no sabía qué hacer o qué más decirle. Por la noche, Diego llegó con un bote enorme de “gelato al cioccolato” porque sabía que Bella había tenido un mal día pero tampoco quiso probarlo.

Diego iba a casa todas las noches que estaba libre del hospital. Reneé lo adoraba y Bella ni qué decir, desde que lo veía se le iluminaba la cara y yo, por supuesto que estaba absolutamente endiosado con él, además, ya había dejado muy claro cual era el interés que lo llevaba tan seguido a visitarnos… ¡Yo!

Una noche no pude controlar mi bocota y al verlo llegar lo solté así sin más.

--Hola Diego Conti, ¿Tú de nuevo por aquí? – batí mis pestañas disimuladamente, no quería verme taan femenino.

--Si, yo de nuevo por aquí, espero que no te moleste – su sonrisa iluminó todo el salón.

--Claro que no – sonreí y pensé en jugar un poquito – pero ¿Sabes? Bella ya se irá a dormir en un momento más – puse mi carita de “ojitos del gatito de Shrek” como Bella siempre decía – lo siento.

--Jimmy, yo a Bella la quiero mucho pero… - me miró con esos bellos ojos verdes enarcando una ceja, ¡Simplemente hermoso! – sabes muy bien que no vengo solamente por ella… mi interés es… me interesa conocerte.

¿¡What!? ¡Esas eran las únicas palabras que necesitaba para tirarme al suelo como un lindo cachorrito panza arriba y estar dispuesto a ser rascado eternamente! ¡Dios mío! ¡Gracias! ¡Si existes Señor! ¡Virgen Bendita! Ayúdame a controlarme y no ser tan obvio, tampoco quiero ponérselo tan fácil.

--Tú ya me conoces y también a mi familia, sabes dónde vivo, qué hago, ahora me toca saber de ti – Oh. Ahora quería saber de mí…


--Bueno – respiré tan hondo como pude – mi familia no es tan extensa como la tuya, sólo éramos mi madre y yo pero ella murió hace 2 años, ahora mi familia esta formada por Bella y sus padres que prácticamente me “adoptaron”, tengo muchos amigos pero mi familia ahora son ellos.

--¿Y cómo conociste a Bella?

--En unas clases de ballet, Bella no podía dar 2 pasos sin tropezar, parecía un pajarito perdido, me inspiró a sacar mi espíritu protector; luego me dediqué a ayudar en el negocio de mi madre y cuando ella murió Bella me cuidó a mí – sonreí al recordar a mi madre.

--¿A qué se dedicaba? – preguntó curioso.

--Hacía ropa.

--Era modista – fue más una afirmación.

--No, era diseñadora – corregí y me levanté del sillón dirigiéndome a la cocina. Se quedó callado y luego lo escuché.

--¿Tu madre era Catherine Spencer? – me miró sorprendido.

--Sip – respondí despreocupado.

--Jimmy pero tú no tienes necesidad de trabajar, ¿Por qué lo haces? – estaba intrigado.

--Por lo mismo, yo no considero esto un trabajo, me gusta lo que hago; llevarle la agenda a Bella es lo más divertido que hay para mí, lo disfruto y además la cuido, es como mi hermana pequeña, hemos estado juntos mucho tiempo, por eso no lo pensé ni un segundo cuando decidió venir para acá, yo tenía que estar con ella – cambié mi expresión.

--Le hizo mucho daño ¿Verdad? – hizo una mueca.

--No lo sé – me apreté la frente – hay cosas que no me cuadran…

Esa noche platicamos por horas; Diego me preguntaba miles de cosas y yo a él otras tantas, parecía que nos llevábamos demasiado bien y eso… ¡Era genial!

***

Un día después de la pesadilla de Bella todo había regresado a la normalidad; ya estaba alegre de nuevo y mirábamos tirados en los sillones del salón un capítulo de “Friends”.


--¿Jimmy yo tengo amigos? – me preguntó de golpe, ¿Dónde quedó el “Jimmy-dime”?

--Claro que tienes Bella – respondí.

--¿Y dónde están?, ¿Por qué no me llaman o yo a ellos? – ¿Y que se suponía que debía de responder a eso eh? Oh, esos ojos chocolates me iban a matar al ver esa ternura con la que me preguntaban.

--No te llaman porque tú así lo quisiste Bella – contestó Reneé muy calmada – estás aquí porque querías alejarte de todo y de todos por un tiempo, ellos no saben dónde te encuentras ni lo que te ha ocurrido hija.

--¿Pero porque? – la carita de Bella se entristeció - ¿Qué pasó?

Reneé y yo nos miramos. ¿Sería buen momento para empezarle a explicar todo?, ¿Cómo saberlo? El Dr. Baggio dijo que si ella preguntaba le contestáramos, no que le diéramos información de más pensando que así ella recordaría más pronto, así que tal vez sí era un buen momento para comenzar a aclararle todo lo que quisiera saber.

--Ya no querías estar en Nueva York, estabas un poco triste porque te sentiste defraudada por una persona, por eso decidiste venir para acá, para pensar las cosas – yo sólo podía escuchar las palabras que le decía Reneé a Bella y de una forma única, yo nunca hubiera encontrado cómo explicarlo así de claro y sin ahondar mucho en el verdadero motivo.

--¿Era una amiga? – inconcientemente negué con la cabeza y ella me miró - ¿Un amigo entonces? – volteé la cara para que no viera mi nerviosismo pero ella era muy lista.

--¿Un novio?, ¿Yo tenía un novio? – dijo casi para ella misma.

--Bueno si…

--¡No quiero saber! – cortó a Reneé y salió corriendo a su habitación. Cerró con fuerza su puerta y decidimos dejarla pensar. Suponíamos que era normal su reacción así que no nos preocupamos mucho hasta que el teléfono sonó, era Charlie quien en esa ocasión, habló con Reneé mucho más tiempo del habitual, tanto, que me fui a dormir y ella seguía sólo escuchando lo que él le decía. A la mañana siguiente unos golpecitos en mi puerta me despertaron.

--Jimmy – dijo Reneé muy bajito – viene para acá…

--¿Charlie? – Me emocioné – ¡Que bien!, cocinemos algo especial – me levanté de un salto.



--No Jimmy, Edward – susurró – Edward es quien está por llegar.

¡Por todos los santos del cielo! ¿Qué era lo que acababa de escuchar? ¿Edward, en Florencia?

Reneé me contó que la llamada de Charlie se debía a eso, para avisarnos que Edward estaba en camino. Le contó a detalle la plática que habían tenido y que le había dicho dónde nos encontrábamos porque él había sufrido casi tanto como Bella y ya no quería ver sufrir ni a su hija ni a Edward por un malentendido.

--¿Un malentendido? – Pregunté molesto - ¿Ahora así se llama cuando tu novio se traga de un beso a una rubia platinada?

--¡Jimmy! Charlie dice que Edward nos contará todo, que le demos una oportunidad, tú no eres rencoroso – murmuró Reneé.

--No lo era, hasta que por culpa de “alguien” un camión estampó a Bella contra una toma de agua y ahora no recuerda ni que Santa Claus no existe – respondí furioso. Por algún motivo no estaba muy contento de que Charlie le dijera a Edward dónde estábamos; siempre estuve seguro de que él amaba a Bella y aunque muchas cosas no me parecían muy lógicas, lo cierto era sin duda alguna que él estaba besando a otra mujer y Bella los había visto, punto.

--Yo tampoco estoy totalmente convencida pero no nos queda más remedio que escuchar su versión de la historia, así que démonos prisa y levantemos a Bella – dio por terminado nuestro intercambio de opiniones.

El “traga-rubias” llegaría justo antes del almuerzo, así que apuré a Bella para darse un baño y vestirse, se había desvelado un poco por la conversación de la noche anterior y no quería despertarse, por eso tuve que poner mucho empeño para que estuviera lista a tiempo. No sabía que tendríamos visitas, no quisimos decirle porque no queríamos que se pusiera nerviosa antes de tiempo, mejor que todo fuera casual y que resultara lo que tuviera que resultar.

Reneé y yo nos encontrábamos en la cocina viendo que todo estuviera listo; no es que le quisiéramos dar a Edward una cálida bienvenida, sobretodo yo, pero Reneé insistió en recibirlo bien ya que Charlie se lo había pedido. ¿Qué tanto le habría contado Edward que ya lo tenía en la bolsa?


Mientras Reneé y yo platicábamos en susurros en la cocina, el timbre de la puerta sonó y antes de que yo pudiera llegar, Bella ya abría la puerta…

***

EDWARD’S POV

Por fin estaba ahí, de pie frente a lo único que me separaba de Isabella, una puerta que sería abierta de un momento a otro.

Esa mañana había llegado de Nueva York, hubiera dado lo que fuera por volar directo desde Seattle pero tenía que dejar solucionados algunos pendientes de la constructora para poder estar tranquilo con Bella unos días. Me moría por robármela y escaparnos a algún lugar de Italia. ¡Como disfrutaríamos! Le haría el amor hasta que no pudiera moverse, me dedicaría a complacerla en cuerpo y alma, le entregaría mi vida y lo que ella quisiera si eso la hacía feliz.


Me registré en el hotel y lo primero que hice fue darme un baño y afeitarme la barba de ermitaño combinado con vagabundo porque Isabella se asustaría mucho de ver mi aspecto tan pulcro de las últimas semanas. Pero ahora todo sería diferente, ya la había encontrado, podría explicarle todo y pedirle perdón de todas las formas posibles por no insistirle y contarle la verdad de mi conducta cuando la conocí, porqué me rehusaba a cambiar y a comprometerme, todo, le contaría todo aunque ella no quisiera, ya no podía vivir ocultando nada de mi vida.

Salí del hotel y un taxi me llevó a la dirección que me había dado Charlie. Estaba muy nervioso cuando llegué y me acerqué a la puerta. Me sudaban las manos y me dí cuenta que también me temblaban cuando estiré una para tocar el timbre. La puerta se abrió y la vi.

¡Isabella! – No podía creerlo – ¡Mi Bella al fin frente a mí! *



*



*



*


Imágenes: PattinsonWorld.




lunes, 27 de septiembre de 2010

CAPITULO 31

CAPITULO 31


JIMMY’S POV

Dos días después seguíamos igual, esperando a que Bella despertara. No nos movíamos del hospital y aprovechábamos cada uno de los pocos minutos que nos permitían verla, aunque Diego, el Dr. Conti, nos pasaba a verla varias veces más de contrabando. Nos había convencido de ir a dormir a casa la noche pasada, prometiendo llamarnos apenas hubiera algún cambio en la condición de Bella. Estaba muy pendiente de ella y tanto sus padres como yo estábamos muy agradecidos con él por cuidarla y mantenernos informados aunque hasta ese momento todo siguiera igual.

Regresábamos al hospital en el auto que había alquilado para salir a los lugares cercanos con Bella, para conocer los alrededores, lograr que se distrajera un poco y que dejara de pensar en Edward aunque fuera por un rato. Sinceramente me costaba mucho aceptar la idea de su engaño. Él la amaba, yo estaba más que convencido de eso, pero el día que encontré a Bella en las escaleras de su oficina y en ese estado, no supe qué pensar. Si ella decía que lo había encontrado besando a esa mujer, lo creía, pero si Reneé insistía en que parecía un muerto en vida y desesperado por encontrarla… ¡Aghh! No sabía qué imaginar entonces, estaba completamente confundido.

¿Para qué la buscaba si sólo era una chica más para él?, ¿No le había ahorrado el incómodo episodio de una despedida con la típica frase “No eres tú, soy yo…”? ¡Idiotas! Todos los hombres eran iguales, bueno, ¿Por qué generalizar? Había sus muy especiales excepciones.

Terminaba de ponerme la bata estéril para pasar a ver a Bella, enfurruñado por los mil pensamientos que tenía en la cabeza, confundido y enojado. Habíamos conseguido una silla para que el poco tiempo que nos permitían verla al menos no estuviéramos de pie junto a su cama, así que sin perder ni un segundo, la jalé y me senté muy cerca de ella.

--Bella Darling, no vas a creer esto – le hablaba como si nada – Todos preguntan por ti en la Semana de la Moda, te extrañan; Rose está sensacional y ha salido con cada diseño… ¡di-vi-no!   Tienes qué verlos, y Alice, ya sabes que no ha desfilado pero ¡estoy impactado!, ha causado un gran revuelo, y no es para menos, es preciosa y… - me callé por un momento; habría jurado que Bella había movido un dedo pero no estaba seguro así que continué.

--… y el desfile de Prada, ¡Soberbio!, no sabes qué maravilla ¡y los zapatos!, pero mi preferido fue el de Marc Jacobs, ya sabes, es mi estilo, con clase, elegante, vanguardista, es genial… - me quedé helado cuando vi su mano derecha cerrarse en un puño y abrirse después. Salí corriendo sin poder hablar, pero muy emocionado. Arrastré a la primer enfermera que encontré a mi paso y la llevé junto a Bella que había dejado de moverse.

--Bella cariño, aquí estoy – murmuré cerca de ella. La enfermera revisaba sus signos vitales y cuando también vio que su mano se movía, salió en busca del Dr. Baggio. ¡Humm, incrédula!

--Soy yo Bella, Jimmy – dije feliz – abre los ojos anda, levántate, robémonos al Dr. Conti y huyamos de aquí.

El doctor llegó junto a Bella a los pocos minutos seguido de Charlie y Reneé que lo vieron pasar apurado y no dudaron en ir tras él. El doctor tomó su mano después de revisar los monitores que tenía conectados con unos parches a su cabeza y sonrió.

--¿Puedes oírme? – Habló suavemente – aprieta mi mano si es así.

La alegría nos invadió al ver que Bella oprimía delicadamente su mano. Escuchamos unos gemiditos y se removió en la cama haciendo una mueca al sentir su cuerpo tan adolorido. Gimió más fuerte e intentó moverse más pero al no poder y causarle un gran dolor debido a las fracturas y los golpes, soltó un gritito pero aún sin abrir los ojos.

--Bella, soy mamá – Reneé tomó la mano de Bella que le ofreció el doctor.

--¿Cómo está mi chica?, ¿Lista para ir de pesca? – bromeó Charlie quien tenía los ojos muy brillosos.

Bella poco a poco fue abriendo los ojos, movió la cabeza y frunció el ceño. Soltó su mano de la de Reneé y se tocó la venda que cubría su cabeza y parte de su frente. El gesto de dolor permanecía en su rostro. Nos miró y cerró los ojos de nuevo.

--Abre los ojos – le ordenó suavemente el doctor, ella obedeció abriéndolos y fijando la mirada en él.

--¿Cómo te llamas? – Bella no respondió.

--¿Sabes dónde te encuentras? – El doctor prosiguió - ¿Sabes en qué año estamos?, ¿Reconoces a alguno de ellos? – nos señaló.

Bella continuó sin responder ninguna pregunta y nuevamente cerró los ojos; se veía confundida y obviamente sin ganas de hablar. El doctor, palmeó su mano y nos indicó que lo siguiéramos saliendo de la habitación.

--¿Porqué mi hija no habla doctor? – Preguntó Charlie nervioso.

--Bueno, hay que darle tiempo – respondió – dormirá algunas horas más; por ahora ha reaccionado y sus signos vitales están bien, sólo nos resta esperar un poco todavía para poder evaluarla y obtener un diagnóstico concreto de su estado.

Volvimos a instalarnos en la sala de ‘angustiosa’ espera y varias horas más tarde, después de haberme comido toda la reserva de galletas y chocolates de la cafetería, una enfermera se acercó a informarnos que Bella había despertado de nuevo, que el doctor la estaba revisando y apenas terminara saldría para decirnos cómo se encontraba.

Lo vimos venir hacia nosotros con un semblante neutro. Nos pusimos de pie y nos acercamos a él.

--Señor Swan, Señora Dwyer – y asintió mirándome – como saben, Bella ha despertado y ya la hemos revisado – se detuvo por un instante – me temo que aunque no son noticias excelentes al menos no vengo con el peor de los panoramas.

Sentí una opresión el la garganta porque algo en mi interior me decía que eso significaba que Bella no estaba bien; ella tenía algo y no era muy bueno, lo podía asegurar con sólo verle la cara al doctor.

--Por favor, díganos que es lo que sucede con Bella, ¿Qué tiene? – Pregunté angustiado.

--Bueno – comenzó – debido al golpe que se dio en la cabeza, Bella no puede recordar nada – hizo una pausa – Isabella tiene amnesia.

Charlie parpadeó varias veces y Reneé miraba confundida al doctor, como si no hubieran comprendido sus palabras. Yo sólo sentí que mis piernas se doblaban y me senté en la mesa de café que estaba detrás de mí, tratando como Reneé, de asimilar la noticia.

--Es una “Amnesia Traumática” debida al golpe como les había mencionado antes – continuó – y también por una secuela del coagulo que oportunamente removimos para evitar que éste provocara una hemorragia y un daño cerebral mucho mayor; puedo asegurarles que es temporal, aunque no puedo especificarles cuanto tiempo pasará antes de que pueda recordar todo por completo.

--¿Pero recobrará la memoria verdad? – Charlie preguntó.

--Si lo hará, se los puedo asegurar – nos confirmó.

--¿Y qué debemos hacer? – Reneé cuestionó.

--Tratar de seguir con su vida tan normal como se pueda – indicó – si tenía rutinas establecidas, mucho mejor, eso apresurará el reestablecimiento de su memoria, pero algo muy importante es no presionarla, no debe sentirse forzada ni obligada, al contrario, ella debe interesarse por sí sola en las cosas y lo hará no se preocupen, sólo hay que tener paciencia.

Charlie y Reneé estaban conmocionados aún con la noticia y yo aproveché su distracción para ir detrás del doctor.

--Disculpe doctor – lo llamé – ¿Puedo hacerle un par de preguntas?

--Claro, dime.

--Bueno, verá, Bella y yo estamos aquí porque – me encogí de hombros pensando como explicarlo – ella estaba deprimida – hice una mueca – una decepción amorosa ¿Sabe?

--Mmm comprendo, y tú quieres saber si sería buena idea volver a su casa por si se remueven “esos” recuerdos precisamente ¿No es así? – yo no lo hubiera podido expresar mejor. Asentí.

--No importa el lugar en dónde se encuentre Jimmy, cuando ella recuerde, también recordará el dolor que sentía antes del accidente, lo hará tarde o temprano, pero yo recomendaría que por un tiempo permaneciera por aquí, al menos mientras recobra un poco la memoria y vemos cómo va evolucionando.

--Gracias doctor, eso era lo único que necesitaba saber – le agradecí.

Cuando regresé a la sala de espera, ni Charlie ni Reneé estaban ahí. Habían entrado a ver a Bella y aunque me moría de ganas de ir tras ellos, me aguanté; ellos eran sus padres y debía respetar que quisieran estar a solas con ella, ya podría entrar más tarde yo solito.

--Hola Jimmy – escuché esa mágica voz que me había estado volviendo loco desde que llegamos al hospital varios días atrás – ya sé que Isabella ha despertado, me da gusto.

--¡Si! – No me pude contener – estoy muy feliz, aunque supongo que ya sabes que mi Bella no recuerda nada – hice un gesto de frustración.

--Si, lo sé, pero si el Dr. Baggio les dijo que era temporal, no te preocupes, él es muy buen doctor, confía en él – me animó.

--Debo hacerlo, la verdad no deseo otra cosa más que se reestablezca y vuelva a ser la Bella de antes y por mí, que no recuerde a Edw… perdón, estoy hablando de más – dije apenado y muy conciente de haber estado a punto de cometer una indiscreción. Diego se había portado muy bien con nosotros todos esos días pero no significaba que yo pudiera contarle intimidades de Bella y menos conociendo cómo era mi amiga de reservada.

Sonrió y me derretí – No te preocupes, comprendo; voy a revisarla y si el Dr. Baggio no dispone lo contrario, podremos trasladarla a una habitación normal – dijo causándome otra alegría más.

Y así fue, algunas horas después, Bella ya estaba instalada en una habitación muy amplia y mucho más cómoda para todos ya que tenía una pequeña salita al entrar a ella, pero tanto sus padres como yo, habíamos querido darle su espacio y no agobiarla de pronto imponiéndole nuestra presencia. Nos mantuvimos afuera un rato y cuando Charlie y Reneé fueron a comer algo, me decidí y cauteloso entré acercándome despacio para no asustarla o hacerla sentir incómoda.

Al principio, Bella no me miraba directamente a los ojos; no sabía cómo actuar y pensé que lo mejor era que lo hiciera muy natural, así que cuando estuve junto a ella, me senté en un ladito de su cama, sin hablar, aunque eso no entraba en mi naturaleza ¿verdad? pero me aguanté. Durante varios minutos evitó mirarme pero creo que la curiosidad que por supuesto la abrumaba ganó y por fin me miró a la cara.

--Yo soy Jimmy – le sonreí – pero tú me dices Choo – me aventuré a decirle con un poco de temor. Un minuto después continué.

--Tú te llamas Isabella, pero no te gusta que te llamen así, prefieres Bella – dije tranquilamente – y los señores que estaban aquí son tus papás – le dí unos momentos más para ver si notaba algún tipo de interés de su parte pero sólo miró hacia la ventana y de pronto, escuché su débil vocecita.

--¿Qué me ocurrió? – me preguntó sin desviar su mirada y yo de tan sólo oírla, sentí que me volvía el alma al cuerpo.

--Te atropelló un camión Bella, venías distraída – ella asintió muy despacito una sola vez – pero ya pasó, vas a ver que muy pronto te recuperarás y volveremos a casa – ella frunció el ceño y cerró los ojos – ahora duerme y descansa que aquí estoy yo para cuidarte.

Cuando estuve seguro que se había quedado dormida, salí de la habitación y fui corriendo en busca de Charlie y Reneé para contarles la excelente noticia. Ellos aún se encontraban en la cafetería y al verme llegar agitado se asustaron.

--¿Pasa algo? – Preguntaron al mismo tiempo y yo asentí.

--Ya habló – pude decir entre jadeos por mi agitación – quiso saber qué le había ocurrido.

Todos sonreímos y podría asegurar que cada uno de nosotros, sentía un alivio muy grande en el corazón, teníamos la esperanza de que su recuperación fuera rápida y que pronto el episodio que estábamos viviendo quedara atrás.

Bella se iba habituando poco a poco a nuestra presencia; casi no hablaba pero nos escuchaba atenta cuando platicábamos y bromeábamos. Una vez ella veía la tele mientras nosotros jugábamos cartas, Reneé nos hizo trampa y le cobramos el doble de la apuesta, nos reíamos a carcajadas y descubrimos a Bella sonriendo con nosotros. En otra ocasión, no le había gustado lo que le habían llevado para cenar y al verle la cara, supe que tenía hambre, me acerqué a ella y le pregunté…

--¿Quieres que te consiga otra cosa? – El rostro se le iluminó y sonrió - ¿Qué se te antoja Bella? – Se quedó pensativa sin contestar – de acuerdo, no te preocupes, ahora vuelvo.

Le conseguí un gran plato de ravioles con champiñones el cual devoró entero; no la había visto comer con tanto entusiasmos desde el accidente y me emocioné porque estaba seguro que ahora si Bella estaba en franco proceso de recuperación. Le retiré el plato y escuché su vocecita tímida de nuevo…

--Gracias Jimmy – tomé su mano y la apreté porque no supe qué decirle por lo emocionado que estaba.

***

Después de casi 3 semanas de estar en el hospital, Bella se veía más despierta y aunque lentamente, pero se iba integrando poco a poco a las pláticas que teníamos Charlie, Reneé y yo. Un día nos sorprendió al pedirnos que le enseñáramos a jugar cartas; no dejamos de jugar hasta muy entrada la noche y cabe decir que ella ganó con suma facilidad la mayoría de las partidas. En otra ocasión su pregunta la dirigió a Reneé…

--Mamá… ¿Cuántos años tengo? – miraba a su madre con mucha curiosidad.

--Tienes veintiún años Bella, cumplirás veintidós el 13 de septiembre – ella asintió como lo hacía cada vez que preguntaba algo.

Una tarde mientras mirábamos la tele, le tocó responder a Charlie.

--¿Tengo hermanos papá? – le preguntó con una sonrisa.

--Mmm no, eres hija única.

--¿Por qué mamá vive en Phoenix y tú en Forks? – ladeó su cara hacia él.

--Bueno Bella, tu madre y yo estamos divorciados – al escuchar esto, una sombra de tristeza descendió sobre su cara – pero no te pongas triste, porque ambos nos llevamos muy bien y a ti no parece disgustarte la idea de tener papás suplentes – Charlie lanzó una carcajada y ella lo miró confundida; esa conversación se prolongó por más de una hora mientras le explicaban a Bella quien era Phil y quien Sue junto con sus hormonales sobrinas adolescentes.

El día de volver a casa llegó. Diego le quitó a Bella el yeso del brazo izquierdo y el de la pierna derecha, la izquierda iba a necesitar un par de semanas más. Estaba ansiosa por dejar el hospital aunque no tenía ni idea de a dónde iría, de lo único que estaba segura, era de que quería salir de ahí y nunca volver. Las enfermeras la ayudaron a vestir y cuando estuvo lista y esperando en la silla de ruedas me llamó.

--Jimmy…

--Dime…

--¿Me podrías dar un espejo? – Bajó la mirada – yo… no sé cómo luzco, no sé como soy…

Me quedé perplejo ante sus palabras y tenía razón; nunca pasó por mi mente la idea de que no recordara su rostro, simplemente no registré ese hecho. Me paré rapidísimo y le dí uno que llevaba en mi gran bolso que guardaba hasta lo impensable. Antes de acercarlo a su rostro me miró y asentí animándola a “conocerse”.

Se observó por varios minutos, en silencio. Los moretones y la hinchazón habían desaparecido, ya era la misma Bella hermosa con ese rostro de millones de dólares, esos ojos color chocolate, sus marcados pómulos y esos labios tan rellenitos y sexys. Después de contemplarse un buen rato sonrió y con muy buen humor me dijo:

--Bueno, no soy tan fea, algo se podrá hacer conmigo.

--¡No tienes ni idea Bella! – Le aseguré – créeme que no.

Durante el camino a casa, Bella miraba todo como si lo hiciera por primera vez, y en cierto modo así era. Tenía una expresión de asombro en el rostro pero divertida; no se sentía intimidada por nada y su carácter había cambiado, no se le veía triste ni deprimida, más bien curiosa y precavida. Ya estaba muy acostumbrada a nosotros y sobretodo a mí lo cual me llenaba de una inmensa alegría.

Llegamos a casa y fue una fortuna que sólo fuera de una planta, sin escaleras, ya que Bella tendría que usar por unos días la silla de ruedas porque su brazo y su pierna aún estaban un poco débiles como para apoyarse en las muletas; necesitaría terapia para fortalecer sus músculos de nuevo. Diego se había ofrecido a ir a casa para ayudar a Bella con los ejercicios y cerciorarse de que hiciera todo correctamente; se había convertido en un buen amigo para nosotros, además era muy divertido y muy guapo.

¡Pero por favor!, yo no debería estar pensando de esa forma, no era el momento de soñar con algo así, yo debería estar muy pendiente de Bella, ayudarla a recuperarse y nada más… aunque no hacía nada malo admirándolo ¿O si?

--Bueno Bella, estamos de nuevo en casa – dije alegre - ¿te doy un recorrido o te llevo a tu habitación?

Se quedó callada con un dedo entre los labios, pensando.


--A mi habitación – respondió y comencé a empujar la silla hasta el fondo del pasillo pero me detuvo cuando pasamos por la habitación que trataba de mantener cerrada desde antes del accidente; era casi idéntica a la suya en su apartamento de Nueva York y creí que era mejor evitarle recordarla, pero en ese momento la miraba fijamente y sonreía.

--¿Esta es mi habitación verdad? – Parecía una niña que había encontrado un cajón lleno de juguetes – es linda, ¡Ayúdame a recostarme Jimmy!

--Mmm no Darling, la tuya es esa – señalé la que ella había escogido desde un principio.

--Quiero quedarme en esta – dijo firme – si no hay problema – agregó mirando a Reneé.

--Por supuesto que no cariño, escoge la que tú quieras – a Bella se le iluminó la cara y con cuidado, la ayudamos a recostarse en la mullida cama de la blanca habitación.

¿Sería que inconcientemente quería sentirse en su verdadero hogar?, ¿Empezaría pronto a recordar?

Celebramos que ya estábamos en casa con una gran cena italiana por supuesto; espaguetis con pollo parmesano y los imperdonables ravioles con champiñones que eran los preferidos de Bella. También era una noche algo triste porque Charlie tenía que regresar a Forks al día siguiente ya que había estado con nosotros por más de un mes. Sin duda lo íbamos a extrañar mucho, sobre todo Bella ya que Charlie le contaba de su niñez porque ella así se lo pedía, él se emocionaba y le narraba todo como en un cuento. Algo curioso, era que aunque siempre le pedía tanto a Charlie como a Reneé le contaran todo de cuando era niña, sutilmente cambiaba de tema cuando empezaban a hablar de su adolescencia, parecía que no quería saber nada aún de su vida adolescente. Tal vez más adelante sintiera curiosidad y comenzara a interesarse por esa etapa.

Una tarde, estábamos callados y sentados en el balcón mirando hacia el “Ponte Vecchio” cuando me preguntó…

--Jimmy…

--Dime… - esas palabras se habían vuelto algo muy común ya cuando quería saber algo ‘importante’.


--¿Por qué estamos aquí si somos de América? – no me miraba y lo agradecí porque me puse pálido al no saber exactamente qué responder.

--Ah – empecé a decir como si nada – es que tú querías pasar una temporada por aquí y como esta ciudad te gusta mucho…

--¿Por eso entiendo y hablo muy bien este idioma?, ¿Paso mucho tiempo aquí? – ya parecía más intrigada.

--Así es, además hablas otros idiomas como el español, francés y estabas aprendiendo portugués – contesté mientras me ponía de pie estirándome - ¿No se te antoja algo frío de tomar? – interrumpí porque era yo quien no estaba preparado aún para esa plática que presentía se volvería más profunda todavía.

***


Avanzaban los días y Bella se recuperaba notablemente; aún no recordaba nada aunque no dejaba nunca de preguntar y preguntar, su curiosidad crecía día con día, se interesaba en cosas comunes pero que parecía también se habían borrado de su memoria.

Diego le quitaría el yeso esa tarde. Bella estaba ansiosa y emocionada de que por fin se vería libre de él. Me había hecho prometerle que la llevaría a dar un paseo por el puente que veía todos los días desde el balcón una vez que pudiera caminar por sí sola, no quería seguir usando la silla de ruedas porque según ella la hacía sentir inútil.

Por fin Diego le quitó el incómodo y estorboso armatoste. Se puso de pie con cuidado e hizo una mueca; aún le dolía pero con ejercicios los músculos volverían a fortalecerse y el dolor disminuiría.

--¿Te quedas a cenar Diego? – le preguntó Bella juguetona, me gustaba verla así, despreocupada.

--¡Claro! Será un honor acompañarlos – respondió con una sonrisa que reblandecía mis piernas – me encantará conocerlos más.

--¿Peerdooón? – Reparé – yo ya estoy un poco cansado de hablar de nosotros – rodé los ojos – así que serás tú quien lleve la plática esta noche, ¿Verdad Bella?

--Si, quiero saber de tu país, ya regresaré pronto al mío así que mientras, cuéntanos del tuyo – sonrió y Reneé y yo nos miramos un poco sorprendidos.

Pasamos una noche ma-ra-vi-llo-sa con ese hombre que sabía cómo atrapar tu atención al contar muy orgulloso todo lo que podía de su país, además con ese acento mmm y esos ojos verdes, ese tono de piel, ¡Dios mío! Era tan sensual como buen italiano y yo estaba encantado con tan sólo poder observarlo.

--¿Vamos? – Bella me sacó de mi ensueño.

--Emm, uh, ¿a dónde? – pregunté.

--Diego nos ha invitado a conocer a su familia a La Toscana – hablaba contenta.

--Oh, seguro – dije encantado, pasar más tiempo con Diego sería fenomenal.

Las mañanas de terapia eran divertidas; Bella me preguntaba sobre cine, música, quería que le recordara las cosas que le gustaban y yo, como nos había recomendado el Dr. Baggio, era muy concreto con mis respuestas. También establecimos rutinas, como la hora de sus ejercicios por las mañanas, la hora puntual de las comidas, del baño, etc., igual la vigilábamos mucho cuando veía la televisión ya que nunca faltaban los comentarios acerca de su ‘desaparición’ del medio; se preguntaban porqué tan repentinamente se había alejado de todo cuando estaba en la cúspide de su carrera y feliz en su relación con Edward Cullen quien también parecía haberse escondido bajo las piedras porque de él tampoco se sabía nada, en fin decían, era un misterio.

El día de conocer a la familia de Diego llegó. Bella desde muy temprano se había dado un baño y estaba de pie frente a su clóset pensando qué ponerse.

--¡Bella! – exclamé feliz por verla parada sin ayuda; ella me sonrió, me enseñó 2 blusas y asentí en dirección a la verde.


Pasamos una tarde estupenda; la familia de Diego era muy agradable y todos eran muy parlanchines, aún más que yo. Reneé estaba perdida en su mundo ya que como era una zona cien por ciento vitivinícola, se tomaba cada copa de vino que llegaba a sus manos. Bella miraba el hermoso paisaje mientras Diego me contaba que esas tierras habían pertenecido a su familia desde hacía más de 200 años y que todos se dedicaban a la empresa familiar, eran productores de vino, pero él había decidido estudiar medicina porque era algo que le apasionaba, ya era un médico reconocido en su país y todos en su familia estaban muy orgullosos de él.

La hora de volver llegó no sin antes tomar las fotos del recuerdo de una tarde formidable junto a ese hombre tan encantador que me hacía querer saltar del puro gusto de tenerlo cerca porque… pues si, no era por nada pero yo sentía que tantas atenciones no eran solamente porque era el doctor de Bella, ¡No! Yo podría apostar mis chaquetas de la última colección de Armani, mis zapatos Louboutin y mi cartera Louis Vuitton a que ahí había algo más y eso… me hacía temblar de sólo pensarlo.

Su familia era numerosa y después de un rato al fin estábamos todos bien colocados para las fotos. Escuchamos un “¡Sonrían!” y después la luz del flash se disparó. “¡No se muevan!” y otro flash. De reojo miré a Bella que se había llevado las manos al rostro, estaba asustada y con un gesto de pánico en la cara. Rápidamente me puse de pie y llegué hasta ella, al igual que Diego quien además con voz alta y firme pero sin asustar aún más a Bella, detuvo los disparos del flash de la cámara. La abracé y temblaba; estaba inclinada y con las manos colocadas en su cabeza cerca de sus rodillas. Reneé le hablaba suavemente al oído tratando de tranquilizarla y cuando un rato después sentimos que se había relajado, Diego la cargó para subirla a su auto y regresamos a casa.

Bella no habló durante el camino; se mantuvo abrazada a mí y con la cara escondida en mi cuello. Al llegar, Diego la cargó de nuevo y la llevó a su habitación.

--¿Estás bien Bella? – Le tomaba el pulso mientras le preguntaba - ¿Te duele algo?, ¿Qué sientes?

--La cabeza – se la tomó entre las manos y se hacía un ovillo en la cama; le dí la pastilla que el Dr. Baggio le había recetado para eso, la ayudamos a cambiarse entre Reneé y yo y la dejamos dormir. Diego se quedó un rato más para estar pendiente de Bella pero cuando estuvo seguro de que estaba bien y ya no despertaría se despidió y me agradeció el haber accedido a conocer a su familia, me dio un abrazo y me dejó parado en el umbral de la puerta completamente emocionado y feliz, muy feliz.

No pude dormir pensando en sus palabras, analizando cada una y dándoles mil significados. Si, si, estaba muy seguro de que el interés de Diego no era por Bella, ¡Era por mí!

Me levanté brincando de felicidad y me dirigí a la habitación de Bella. Abrí la puerta con cuidado para no despertarla si aún dormía pero la encontré sentada en su cama, meciéndose despacio y llorando.

--¡Bella!, Cariño ¿Estás bien? – La abracé y la pegué a mi pecho - ¿Qué sucede Darling?

Giró su rostro y me miró desconcertada y muy angustiada.

--¡Jimmy! – Se aferró a mi - ... tengo miedo...


EDWARD’S POV

Me senté en la silla de mi oficina, detrás de mi escritorio. Tenía casi 2 semanas de no ir por los días que estuve en Berlín y después los que me tomé para ir a buscarla a Phoenix con su madre.


--¡Edward! H-hola – tartamudeó Reneé al verme.

--Hola Reneé – la saludé – necesito ver a Bella, ¿Ella está aquí?

Su madre negó con la cabeza mientras me observaba muy confundida – No Edward ella no está aquí pero, por Dios, ¿Que pasa con ustedes? – me preguntaba mientras me recorría con la mirada de pies a cabeza.

--Tengo verla, por favor, dime dónde está – pedí ansioso.

--No lo sé, ella sólo me dijo que necesitaba un tiempo lejos de casa para pensar y aclarar “cosas” – hizo una pausa - ¿Qué sucede Edward?

--Isabella se fue sin decirme adiós siquiera y no sé porqué – confesé – si no está aquí, supongo que deberá estar con Charlie – concluí desesperado y me puse de pie listo para salir hacia allá.

--Ella tampoco está ahí – se apresuró a decir – no sabemos a dónde fue, solo nos dijo que no nos preocupáramos por ella y que nos llamaría seguido, que estaba bien.

De alguna manera me convenció de pensar que Isabella no estaba con su padre y desistí de la idea de ir a buscarla, aunque en realidad comencé a aceptar que si ella se había ido sin decirme ni media palabra, era porque no quería verme, no quería ni tomarse la molestia de darme una explicación.

Tan absorto estaba pensando y llenando mi mente de mil teorías sobre su partida que pasé 2 días encerrado en el hotel en Phoenix. No noté el tiempo que había pasado y sólo volví a mi realidad cuando el timbre de mi teléfono verdaderamente se tornó además de insistente, fastidioso. Tenía 56 llamadas perdidas de Nadia, 108 de Alice y 129 mensajes de texto enviados entre ambas, ¡Dios!, ¿No se cansaban?

Me levanté y apagué el teléfono de una maldita vez. ¿Por qué no les quedaba claro que no quería hablar con nadie? No quería escuchar ningunas palabras de consuelo o lástima ni nada parecido, lo único que quería era estar sólo aunque yo mismo me había dicho días antes que no me deprimiría, que no podía volver a caer en el mismo estado depresivo en el que estuve un par de años antes, cuando esa mujer Victoria, me quitó la venda de los ojos y me hizo ver quién era realmente la mujer de la que estaba enamorado y me daría un hijo.


Aún recuerdo cuando entró a mi oficina; una mujer muy guapa, elegante y sofisticada. La había visto un par de veces en alguna de las fiestas a las que asistía con Irina, siempre asediada por los hombres y no era para menos, era una mujer muy hermosa y llamaba más la atención por esa cabellera roja que la hacía ver tan sensual.

--Adelante – la invité a pasar y a sentarse frente a mí - ¿En que puedo ayudarte Victoria?

--Siento mucho que mi visita no sea “para traerte buenas noticias” Edward – se acomodaba en la silla y yo fruncí el ceño al escuchar sus palabras; esa mujer y yo nunca habíamos tenido una conversación jamás ¿Por qué ella tendría que comunicarme alguna mala noticia?

--Bien, tú dirás – dije con curiosidad sentándome después de que ella lo hizo.

--Iré al grano, no me gustan los rodeos – hizo un gesto altivo – sólo vengo a decirte qué clase de mujer es Irina, tienes que saber quien es la verdadera mujer a la que “amas” – recalcó esa palabra mientras enarcaba una ceja.

--Victoria, no entiendo porqué tendrías tú que hablar mal de mi prometida – dije secamente y molesto por la actitud despectiva de la mujer.

--¿Tu prometida? – Y soltó una carcajada – tu adorable e inocente prometida no es más que una maldita zorra tramposa y embustera; te ha engañado como a muchos otros, ha jugado contigo y tú sin saberlo haz tenido el papel principal en su “teatrito”, le haz hecho ganar mucho, pero mucho dinero Edward y en unos meses cuando ya no le sirvas para nada te abandonará y se olvidará de ti.

--Explícate ¿De que demonios estás hablando?, ¡Habla!*.



*



*



*




Imágenes: PattinsonWorld.


jueves, 23 de septiembre de 2010

CAPITULO 30

CAPITULO 30


EDWARD’S POV

--Alice – mi hermana dormía – Alice – estaba cansada después de hacer un viaje de improviso y tan largo sólo para acompañarme. Me había escuchado hablar por horas mientras le contaba qué hacía yo ahí con Irina y me había consolado y abrazado cuando me había derrumbado mientras me preguntaba una y otra vez porque Bella se había ido.

--Alice – se movió un poco – regreso en unas horas.

--¿A dónde vas? – Me preguntó somnolienta.

--Voy a buscar a Irina al hospital, la dan de alta en un rato – guardé mi billetera y mi Blackberry en mi bolsillo – sigue durmiendo.

--Edward espérame, no vine hasta acá para dejarte sólo con esa zorra – se levantó y caminó hacia el baño – dame 20 minutos. Me senté en la silla junto a la ventana; apoyé mis codos en las rodillas y sostuve la cabeza entre mis manos.

“Isabella” “Isabella” ¿Dónde estás? El nudo doloroso en mi garganta volvía a apretarse. Aún no encontraba el motivo de su partida, lo único que sabía es que era algo fuerte, ella nunca se hubiera marchado en silencio de no ser así. Me hubiera echado en cara lo que fuera, me hubiera reclamado algo pero no fue así, sólo se alejó de mí sin decir nada.

--Estoy lista Edward, ya podemos irnos – dijo Alice mientras se ponía un abrigo. Salimos del hotel y tomamos un taxi al hospital. Al llegar, el Dr. Kendall nos esperaba para darnos las indicaciones que debía seguir Irina por algunos días junto con la hoja del alta. Alice la tomó y salió por unos minutos; cuando volvió, tenía una sonrisa en la cara.

--¿Qué hiciste Alice? – Le pregunté un poco preocupado.

--Nada, sólo arreglé unas cuantas cosas para que podamos regresar hoy mismo – dijo muy confiada - ¿Por qué nos urge volver no?

--¡Claro! Tan pronto como podamos, pero…

--Shh, no digas nada, ya todo lo tengo bajo control, vamos por la zorra – se encaminó hacia la habitación de Irina y se detuvo en la estación de enfermeras, murmuró algo a una de ellas y me jaló de la mano hacia un sofá que estaba en el pasillo – ahora sólo tenemos que esperarla.

Un rato después Irina salía en una silla de ruedas. Se veía bastante bien; el Dr. Kendall tenía razón cuando dijo que se recuperaba rápido.


--¡Oh Edward, estás aquí mi amor! – Alice rodó los ojos y yo empecé a caminar hacia los elevadores; la enfermera empujaba la silla delante de nosotros. Subimos a un taxi y regresamos al hotel. La ayudamos a bajar cuando llegamos ya que tenía entendido que el procedimiento al que había sido sometida era doloroso. Ella estaba fuertemente sostenida de nuestros brazos al ir avanzando despacio. Entramos a su habitación y con cuidado la recostamos en la cama. Apenas estuvo cómoda, Alice la soltó como si tuviera ‘la peste’.

--En un momento más llegará una enfermera que se encargará de cuidarte hasta que estés totalmente recuperada – dije con voz seca mientras ella me miraba – creo que eso es todo.

--¿Te vas? – Gritó alarmada – ¡No puedes dejarme así nada más, tirada en este cuarto de hotel!

Me giré y la miré con furia; no podía creer que ella me estuviera diciendo eso.

--¿Qué dices? – Alice casi brinca sobre ella histérica - ¡Repite lo que dijiste maldita zorra!, ¡Repítelo!

--¡No pueden dejarme aquí!, ¡Sola! – Gritó – estoy convaleciente.

--¿Qué no podemos?, ¡Claro que sí y lo haremos! – Le respondió Alice – al menos sabemos que estamos dejando a una vil rata, y que me perdonen esos pobres roedores por compararlos contigo, y no a un indefenso bebé, sólo, abandonado, tirado como si fuera basura.

--Sal de aquí Alice – le ordené, no necesitaba exponerse con Irina.

--¡No!, No me iré sin antes decirle a esta zángana lo que se merece…

--¡Que te vayas Alice! – Grité muy molesto y salió azotando la puerta.

--¡No sé porqué se preocupan tanto por él! – Estalló - ¡Él no es tu hijo Edward!

Esas palabras me llegaron más hondo de lo que pensé y me dolieron tanto como la opresión que sentía en el pecho.


--¿Crees que no lo sé? – Gritaba muy cerca de su cara y ella solamente ponía las manos entre nosotros con miedo.

--¿Entonces porqué hacer todo esto?, ¿Porqué si no es tu hijo? – su cara se llenó de duda.

--¡Porque yo quería que lo fuera maldita sea!, ¡Yo sí quería que ese niño fuera mío! Lo amé y lo deseé desde que me dijiste que lo estabas esperando, estaba feliz e ilusionado porque iba a ser padre Irina, lo sabes muy bien, yo no quería otra cosa más que casarme contigo y cuidar de ti y de nuestro hijo, eso era lo que quería, tan simple como eso.

--¡Pues eso era y es precisamente lo que yo no quiero!, ¡Lo simple Edward!, yo me merezco mucho más que una vida cualquiera, yo soy más que una aburrida vida como la que tú me pretendías dar y ese niño no me iba a amarrar ni a ti ni a nadie.

--Si Irina, eso me lo dejaste muy claro cuando me dijiste que no querías verme hasta que naciera el niño, me hiciste esperar todos esos meses, fueron 5 largos meses sin saber si el que yo creía mi hijo estaba bien, ¿Y después que? Lo dejaste abandonado en un orfanato, ¿Qué madre puede hacer eso con su propio hijo?

--Yo no podía quedarme con él – decía muy cínica – nadie podía enterarse de que había tenido un hijo, además ahí lo cuidarían bien, ¿O qué hubieras preferido?, ¿Qué lo dejara morir de frío en un basurero?

--Se suponía que yo era su padre, yo me hubiera hecho cargo de él desde un principio; pudiste haberme ahorrado toda la angustia al ver que habías desaparecido, todo el tiempo que los busqué como un loco, ¿Por qué no me diste al niño cuando nació?

--No me iba a exponer a dártelo para que cuando descubrieras que no era tuyo hicieras un escándalo y todos se enteraran, de todas formas iba a terminar en ese orfanato en algún momento, te ahorré un paso Edward – ¿Cómo podía ser tan frívola?

--Te equivocas, yo no soy como tú, yo lo busqué porque lo quería, ¡Era mío! Tuve que contratar un detective quien fue el que lo encontró en ese lugar y ojala todo hubiera sido tan fácil como llegar y decir “Soy Edward Cullen y este niño es mi hijo”, pero no, tuve que enfrentar un juicio por mi derecho a demostrar que era mío por un análisis de ADN para enterarme tristemente que no lo era y con todo el dolor del mundo tuve que dejarlo ahí, ¡a mi hijo! Porque lo era aunque no llevara mi sangre. Me hicieron renunciar a todo, a verlo, a saber de él, a nada Irina, ahí me hicieron cortar con cualquier posible relación que yo quisiera tener con mi hijo.

--¿Pero entonces cómo es que… - intentó preguntar.

--Una buena persona sabía que yo podía localizarte y aquí estás, al menos el día que mueras podrás hacerlo con un poco menos de culpa sabiendo que de alguna forma ese niño vive gracias a la médula que le donaste, perdóname, me expresé mal, quise decir a la médula que me vendiste para que se pudiera curar – dije con todo el coraje que aún me quedaba dentro.

--No soy tan despiadada Edward, de alguna forma ayudé a mi hijo…


La corté en ese instante - ¿Tu hijo?, Estás equivocada, ese pequeño tiene unos padres maravillosos que lo aman tanto que hubieran dado su propia vida por salvarlo, no te llenes la boca con ese título porque no lo mereces.


En ese momento, unos golpes en la puerta evitaron que siguiera gritándole a la cara todo lo que había guardado durante tanto tiempo.

--Señor Cullen, soy la enfermera que contrató para cuidar a la señora Van Draus – dijo la robusta mujer.

--Claro, adelante – la invité a pasar.

--Bien Irina, te dejo en buenas manos – iba a protestar pero continué con voz fuerte – y si te inquieta la otra parte de tu pago, te tranquilizará saber que esta mañana se depositó la cantidad acordada a tu cuenta, puedes verificarlo cuando quieras.

--Edward…

--Buenas tardes – me despedí y salí cerrando la puerta tras de mí.

Me sentí aliviado al sacar un poco de esa rabia retenida y que tanto daño me había hecho; la enfermera había llegado justo a tiempo no para salvarla a ella de mis reclamos, sino para librarme a mí de seguir recordando y envenenando mi alma de nuevo, porque eso era como abrir una cloaca que no dejaría de escupir tantas perversidades.

Me recargué un momento en la pared y cerré mis ojos fuertemente, me pasé la mano por el pelo varias veces esperando calmarme un poco.

--¿Estás bien Edward? – Preguntó Alice preocupada.

--Sí, estoy bien, vámonos – dije en una exhalación – vámonos ya.

***

Casi 12 horas después ya estábamos de vuelta en Nueva York. Creí que me sentiría aliviado pero no fue así.

--¿Por qué no vienes a casa?, No deberías ir allá y estar sólo – me decía Alice con ternura – ven, vamos a casa, mamá estará más tranquila si te quedas unos días con nosotros.

--No, debo ir, tengo que estar ahí – mis palabras salieron con pesar.

--Edward no te tortures, pronto sabremos de ella, te lo aseguro, nadie puede desaparecer así.

--¿No?, ya son muchos días sin saber de Isabella, no puedo solamente sentarme y esperar a que regrese, tengo que ir a buscarla – mi voz se quebró.

--Por favor, aunque sólo sea esta noche – insistió.

Abracé muy fuerte a mi hermana y le di un beso – gracias por todo pequeña, te quiero.

No tuvo más remedio que dejarme ir; por nada del mundo iría a otra parte que no fuera a casa, a su apartamento, al lugar en dónde habíamos sido tan felices, poco tiempo sí, pero muy felices. Debía encontrar algo, una pista, una señal que me diera una idea del motivo que tuvo para irse.

Estar parado frente a esa puerta no fue fácil. Girar la llave en la cerradura tampoco, pero la esperanza de entrar y verla ahí, en la cocina buscando manzanas, botellitas de agua del refrigerador, o sentada en el estudio viendo la tele o frente a su computadora analizando sus desfiles, criticándose por haber caminado rápido o tener los ojos cerrados. Deseaba ir a nuestra habitación mientras iba recogiendo la ropa que iba dejando tirada a su paso, un hábito que no podía cambiar, encontrarla en el baño dándose una ducha y desvestirme muy rápido para acompañarla y pasar la esponja llena con gel de fresas por su espalda, por sus hombros y girarla para poder seguir recorriendo su cuerpo dejando el rastro de fresca espuma por su vientre, sus piernas e ir subiendo despacio por ellas hasta encontrar su unión…

Pero no, ella no estaba por ningún lado; ni en la cocina, ni en el estudio, ni en el baño. La habitación estaba vacía y fría. Todo en un perfecto orden. Me dejé caer en la cama y algo estaba bajo mi espalda. Me moví para tomarlo y el dolor en mi pecho se avivó. Tenía en una mano su teléfono, blanco, impecable. Lo abrí y me reconocí en la diminuta pantalla, sonriéndole. Me faltaba el aire; no podía respirar. En la otra, la pulsera de Tiffany que le había regalado con la inscripción más cursi que se me hubiera podido ocurrir pero que a ella le había ablandado las rodillas cuando la leyó. La adoraba, nunca se la quitaba si no era necesario; le combinara o no.


La había dejado, ella quería que me diera cuenta que no le importaba nada que tuviera que ver conmigo. No necesitaba palabras, esa acción lo decía muy claramente y fue peor que si me lo hubiera gritado a la cara. Caminé por toda la casa, estaba intacta. Revisé el clóset y parecía estar todo ahí. Hasta la maleta que había llevado a su último viaje estaba vacía y en su lugar. Su ropa guardada y ordenada maniáticamente como a ella le gustaba, por modelos, marcas y colores; los zapatos como si estuvieran en una tienda, listos para venderse; sus miles de bolsos, sus preferidos, todos estaban ahí, esperando por ella. Miré dónde escondía nuestros perfumes y no faltaba ninguno. El grado de dolor en mi pecho se incrementó al abrir el cajón de su ropa interior. Estiré mi mano y tomé algunas piezas, acercándolas a mi rostro, inhalando, buscando la esencia de su dueña. Sin soltarlas, me dí media vuelta y salí de la enorme habitación, me dirigí a la cama y me dejé caer de nuevo con sus prendas en mi cuello. La necesitaba cerca de mí, de alguna forma ella estaba cerca de mí.

Jalé el edredón y me envolví, aún guardaba su breve olor. Ella había estado ahí, esas sábanas habían tocado su cuerpo, su piel, habían velado su sueño y ahora, yo lloraba su ausencia.

¿Dónde estás Bella?, ¿Porqué me dejaste sólo?

“Quiero sentirte aquí, conmigo; como cada noche, regresa para abrazarte y que puedas dormir entre mis brazos, déjame estar contigo de nuevo y cuidar tus sueños, oír tu respiración y tocar tu corazón. Te necesito Bella, vuelve por favor…”

Envuelto en su aroma, extrañando su cuerpo pegado al mío y cada parte de su ser, me quedé dormido, agotado por la tensión de los últimos días y la incertidumbre de no saber de Isabella, preguntándome a cada minuto porqué se había ido, sin importarle nada más que dejarme ahí con mil dudas, ahogándome en ellas.


***


--¿Si? – respondí aún dormido.

--Edward, ¿Cómo te fue?, Cuéntamelo todo – la entusiasta Nadia - ¿Cómo está Demetri?, ¿Todo salió bien?, supongo que si ya que no llamaste para nada, dime, ¿Lo conociste?, ¿Pudiste verlo?, ¿Le sacaron a esa mujer todo lo que se podía?, lo hubieran hecho, la hubieran dejado seca como una flor marchita…

--Nadia, Nadia… - la paré – Demetri va a estar muy bien, pero… necesito que vengas.

--¿No vas a venir?, ¿Qué tienes?, ¿Estás enfermo? – hablaba demasiado.

--No, ¿Puedes estar aquí en una hora? – Le pregunté suponiendo que estaba en la presa.

--Sí, en un rato estoy ahí – colgó y me metí al baño a darme una ducha.

Suspiré y entré a la pileta; sus cosas estaban ahí, nuestras cosas. Cerré los ojos y comencé a hacer espuma en mi cabeza con el shampo, debía concentrarme y tomar decisiones, no podía sentarme y seguir llorando mi pena. Yo era un hombre responsable y si antes pude salir adelante, ¿Por qué esta vez no lo haría?, ¿Qué tenía de diferente? La respuesta era muy sencilla y se repetía una y otra vez en mi mente sin parar…

“Yo amaba a Isabella”

Cuando terminé, me sequé y me vestí. Nadia llegó antes de lo que calculé y fue mejor, no tenía humor para esperar; el timbre de la puerta sonó, casi con timidez.

--Hola Nadia – la recibí.

--Edward – me abrazó - ¿Qué sucede?, ¿Está Bella en casa? – Entró mirando alrededor.

--No Nadia, ese es el problema, Bella se fue y no sé dónde está – mi garganta volvía a formar ese nudo – necesito encontrarla.

Le conté lo que había ocurrido y que quería que los investigadores privados la buscaran. Mientras hablaba, ella sólo me escuchaba, abría cada vez más grandes sus ojos azules y asentía sin decir una sola palabra.

--De acuerdo – dijo cuando terminé - ¿Qué quieres hacer en lo que los investigadores la encuentran?

--¿Podrías quedarte unos días más a cargo de todo? – Pregunté con voz baja.


***

JIMMY’S POV

Me estaba comiendo las uñas desesperado por no tener noticias de Bella. Sentado sólo en ese largo pasillo, me estaba volviendo loco; ya llevaban 2 horas desde que habían entrado al quirófano y nadie salía a decirme nada. ¿Cómo podían ser tan insensibles con los familiares de los pacientes? Uno podía estar ahí esperando por años y las enfermeras tan tranquilas casi pasaban caminando sobre ti sin decir ni media palabra. ¿En dónde tenían el corazón?

--Tome esto, le hará bien – me dijo una de ellas dándome una pastilla con un vaso con agua.

¿Sólo una?, ¿No veía el estado en el que me encontraba?, Necesitaba al menos unas 2 de esas amarillitas porque estaba ya por comerme hasta los codos de la angustia.

--Señorita, dígame por favor – imploré por quinta vez - ¿Cómo va la operación?, ¡Necesito saberlo!

--Cálmese, el Dr. Baggio, es uno de los mejores neurocirujanos del país – intentó tranquilizarme pero era imposible – cuando termine la operación, él mismo saldrá a informarle del estado de la paciente.

Regresé a mi incómoda silla a seguir mordiéndome los dedos. Aún no podía creer dónde nos encontrábamos tanto Bella como yo, ¡En un hospital!


Esa mañana me había despertado muy alegre, y decidido; salí a comprarle a Bella un IPhone con el pretexto de tener un aparatito nuevo y la esperanza de que quisiera llamar a sus padres más seguido; tal vez se animara a saludar a Rose o con muchísima suerte a Alice. Necesitaba ver si ya había llorado lo suficiente como para integrarse de nuevo a su vida, yo no podía permitir que siguiera sumergida en esa depresión. No aceptaba que el engaño de Edward acabara con mi amiga y ese sería el último día que permitiría que Bella siguiera llorando por él o por lo que fuera. No, ni un solo día más.

Además de ir a comprarle el IPhone, también fui a inscribirnos a un gimnasio; el ejercicio era revigorizante y la oxigenaría un poco además que la mantendría en forma si es que decidía acabar pronto con su auto-exilio y regresábamos listos para trabajar. Eso era lo que yo más deseaba pero siendo realistas, Bella estaba demasiado herida y no iba a ser fácil ayudarla a curar su corazón. Si bien, como alguna vez me había dicho, ella quería vivir la experiencia de amar y se arriesgaría a todo lo que eso implicara, pero jamás nos imaginamos ninguno de los dos que todo acabaría tan pronto y de esa manera.

--Señor Spencer – dijo el Dr. Baggio caminando hacia mí.

--Doctor, dígame cómo está Bella, ¿Qué tiene?, ¿Qué le ocurrió? – Pregunté alterado.

--La señorita Swan, sufrió un desafortunado accidente – hablaba serio – fue atropellada por un camión que la aventó varios metros y esto le ocasionó además de múltiples fracturas en el cuerpo, un coágulo al golpearse fuertemente la cabeza con una toma de agua al caer al suelo – se sentó en una silla frente a mí.

--Tuvimos que intervenirla rápidamente para drenarle la sangre y evitar que ese coágulo se hiciera mayor y afectara alguna función de su cerebro ya que se ubicó entre el cráneo y la corteza cerebral; creo que tuvimos éxito y actuamos a tiempo, pero cómo usted sabe, en cuestiones del cerebro nunca está dicha la última palabra, sólo nos resta esperar a que reaccione – decía aunque no me tranquilizaba nada.

--¿Pero y cuando será eso? – cuestioné a un paso del llanto.

--No puedo decirle con certeza cuanto tardará en reaccionar, tal vez sean algunas horas o un par de días en lo que baja la inflamación, esperemos que no sea mucho tiempo – se le veía un poco cansado.

--¿Puedo verla? – mi voz se rompió.

--No, me temo que aún está en cirugía, comprenda que nos urgía atender primero lo más importante que es su cerebro, ahora el traumatólogo está operando para arreglar su clavícula, no es nada importante, no se preocupe – me sonrió – tal vez se impresione un poco cuando pueda verla, es normal, los golpes fueron aparatosos y una fractura siempre impacta por el yeso, ahora imagínese si ambas piernas y un brazo están fracturados además de la clavícula y la venda en su cabeza, junto con moretones por todo el cuerpo y la cara – hizo una pausa – la señorita Swan tiene suerte de estar viva, ese golpe en la cabeza pudo resultar fatal.

Un estremecimiento recorrió mi espalda y mis manos se pusieron frías con tan sólo escuchar sus palabras. Apenas esa mañana me había asomado a su habitación y dormía tranquila. Yo había salido de casa confiado, nunca pensé que saliera. ¿Quién iba a pensar que el tráfico que había una cuadra antes de llegar a casa se debía a su accidente? El mesero del café dónde había estado Bella momentos antes me reconoció al ir avanzando lentamente por la calle y me dijo que era la “ragazza” que siempre me acompañaba quien había sido atropellada.

Me volví loco al bajarme del auto y acercarme a la ambulancia. Inmediatamente reconocí sus jeans y sus tenis. Casi no recuerdo lo demás, sólo que me identifiqué y los seguí porque no me permitieron ir con ella en la ambulancia ya que necesitaban espacio para atenderla debido a sus fracturas. Durante el trayecto no pude pensar en nada, sólo rezaba porque no le hubiera ocurrido nada grave, sólo pedía eso…

El Doctor Baggio asintió despidiéndose de mí pero antes me aseguró que me avisarían apenas terminara la cirugía de Bella. Por la gravedad de su estado, permanecería en terapia intensiva hasta que reaccionara y dependiendo de eso, la podrían pasar a una habitación normal.

¿Qué sucedería ahora?, ¿Esperar y esperar?, ¿Por cuánto tiempo?

Después de llegar al hospital y dar toda la información requerida mientras preparaban a Bella para la cirugía, les hablé a sus padres para comunicarles lo que había ocurrido. Reneé casi sufre un desmayo y Charlie enmudeció. Ambos venían en camino; habían tomado el primer vuelo que encontraron para estar junto a su hija, no lo pensaron ni un segundo, la amaban y estarían con ella tan pronto como pudieran.

¿Pero y yo?, ¿Con qué cara les iba a responder por no cuidar bien de Bella?, ¿No estaba ahí con ella para eso precisamente? Me sentía fatal por haber defraudado a mi amiga y haber permitido que sufriera ese accidente. Seguramente cuando reaccionara me iba a despedir por haberle fallado. ¿Qué iba yo a hacer sin Bella? Yo amaba mi trabajo pero sobretodo, amaba a mi amiga; era como mi hermana pequeña y habíamos estado muchos años juntos, con el sólo hecho de pensar en estar alejado de ella me sentía además de miserable, muy triste y culpable.

--¿Señor Spencer? – un hombre joven me llamó mi atención.

--Si, soy yo – respondí nervioso.


--Soy el Dr. Conti – dijo estirando su mano hacia mí – hemos terminado de operar a la señorita Swan – tomé su mano.


--¿Cómo esta? – ya había hecho esa pregunta muchas veces en las últimas horas, y mi energía y ánimo ya no estaban en su nivel más alto.

--Tuvo varias fracturas, una importante en el fémur y otra en la clavícula, por la cual la tuvimos que intervenir, fue una microcirugía, lo que beneficiará su recuperación – sonrió – ella estará muy bien.

--¿Cuándo podré verla? – Insistí – por favor, déjeme verla.

--Está bien, sólo esperemos a que la lleven a terapia intensiva, te avisaré en cuanto esté ahí ¿De acuerdo? – el doctor puso su mano en mi hombro y se dio la vuelta perdiéndose tras las puertas del pasillo.

Permanecí ahí esperando por el doctor no sé cuanto tiempo. Las enfermeras iban y venían con prisa; supongo que por el cambio de turno. Ya estaba anocheciendo y yo apenas lo había notado. No tenía ni hambre ni sed. Me sentía un poco menos alterado, seguramente por la pastilla que me había dado la enfermera. Una de ellas se acercó a mí.

--¿Es familiar de Isabella Swan? – me levanté como impulsado por un resorte.

--Si – no era momento de explicar mi relación con ella.

--Sígame – y fui caminando detrás de ella; pasamos esas puertas que tanto había mirado durante horas y llegamos a un área dónde las habitaciones tenían paredes de cristal. Algunas tenían las cortinas cerradas, tal vez de algún paciente que se sintiera mejor y quisiera un poco de privacidad, pero la mayoría estaban abiertas permitiendo a las enfermeras estar pendientes de los pacientes en todo momento desde su estación en medio del lugar.

La enfermera se detuvo frente a una habitación que tenía el número 105, con una leve sonrisa en los labios y un ademán me indicó que me acercara.

--Pase.

Lentamente di un par de pasos, sin levantar la mirada. Tenía miedo de ver el estado en el que mi amiga se encontraba. El sonido regular de algunos monitores captó mi atención y otro irregular y más fuerte tenía un pequeño corazón verde e intermitente en la pantalla, los demás eran líneas que avanzaban y puntos que brincaban. Miré al techo y vi colgar algunos cables que sostenían una pierna con un vendaje excesivamente gordo. La otra pierna descansaba sobre la cama con un yeso de fibra de vidrio color rosa junto con el brazo izquierdo que también estaba enyesado de igual forma, el derecho sólo tenía una venda y estaba sobre su abdomen.

Poco a poco fui subiendo la mirada. Tuve que llevarme la mano a la boca para ahogar un sollozo. La chica en esa cama no podía ser Bella. Tenía casi toda la cara morada, y líneas en lugar de ojos de tan hinchado que tenía el rostro. En la cabeza un gran vendaje tal y como me había dicho el doctor y en los hombros otro que se veía en exceso incómodo. Respiraba con oxígeno; parecía que dormía plácidamente. Tomé su mano libre y la apreté muy suavemente, dejándole saber que como siempre, estaba ahí con ella.

--Bella – la llamé en un suave murmullo – Bella Darling, aquí estoy.

--Ella no puede escucharte – dijo la enfermera detrás de mí – aún está bajo los efectos de la anestesia y el golpe de la cab…

--Si – la corté – ella sabe de alguna manera que aquí estoy – volví a apretar su mano.

--¿Verdad Bella?, ¿Verdad que en pocos días nos iremos de aquí y estarás como si nada hubiera ocurrido? – lloraba deseando que mis palabras se convirtieran en realidad. La mujer me sonrió.

--Eso es todo – habló suavemente – tienes que salir ahora.

--P-pero acabo de entrar – reclamé en un susurro - ¿No hay una silla?, dormiré aquí junto a ella.

--Me temo que eso no será posible – puso sus manos sobre mis hombros – en terapia intensiva las visitas son restringidas, sólo unos cuantos minutos un par de veces al día, lo siento – se disculpó.

Contra mi voluntad salí de ahí dejando a Bella al cuidado de las enfermeras; les supliqué me avisaran cuando despertara para entrar a verla y me dijeron que sí, aunque seguro que eso les decían a todos los familiares para mantenerlos algo tranquilos.

Regresé al pasillo y miré a mí alrededor buscando una silla menos incómoda que la de antes. Un poco más adelante, encontré una sala de espera con sillones mullidos, me adueñé de uno y me dispuse a ‘esperar’.

***


--¡Jimmy! – Oí que me llamaba alguien, despertándome - ¡Jimmy!


¡Dios! Era Reneé, ¿Qué se supone que debía decirle?

--¿Cómo está mi hija?, ¿Dónde está? – Fueron sus primeras preguntas - ¡Quiero verla! – demandó al instante.

--Reneé… - dudé un momento.

--¿Usted es la madre de la señorita Swan? – Preguntó el doctor Baggio muy a tiempo.

El doctor le explicó detalladamente todo lo que habían hecho con Bella desde que llegó al hospital y también le contó como pensaban que había sido el accidente, según testigos. Todos los testimonios concordaban y aparentemente, Bella se cruzó una calle corriendo y sin mirar si venía algún auto. Un camión no pudo frenar a tiempo y la embistió, aventándola varios metros, recibiendo un gran golpe en la cabeza con una toma de agua, justo como me había dicho el día anterior.

Le detalló tanto el procedimiento de su cirugía como la del doctor Conti. Reneé escuchaba con atención sin decir ni media palabra, sólo hasta que el doctor terminó de hablar, preguntó…

--¿Cuándo va a despertar mi hija doctor? – La angustia la rebasaba.

--Espero que pronto señora – respondió.

El doctor se alejó y nos dejó solos. Reneé se sentó junto a mí y tomó mis manos, obligándome a verla a los ojos.

--¿Tan mal estaba Jimmy? – lloraba mientras me preguntaba - ¿Tan mal que ni siquiera se fijo que un camión se le venía encima?

--¡No Reneé! – Contesté – ella estaba muy bien y muy contenta en la casa, salíamos a dar paseos y también íbamos a ir al gimnasio; estaba tranquila y tomándose las cosas con calma, ¡De verdad!

--Edward fue a casa – dijo sorpresivamente y me tensé – quiero saberlo todo Jimmy, que ocurre con ellos para que ese chico tenga ese aspecto y esté como un loco buscando a Bella.

¿En qué lío estaba metido? Reneé exigiéndome saberlo todo y yo sin poder abrir la boca. Si Bella no les había querido decir nada, yo no iba a hacerlo en ese momento, debía respetar su decisión y ya cuando ella lo considerara, le contaría todo a su madre, pero yo no lo haría. Ella interpretó mi silencio de alguna manera.

¡Hey!, ¡Momento!, “¿… para que el chico tenga ese aspecto y esté como un loco buscando a Bella?”, ¿Estamos hablando del mismo traidor?

--Tuve que convencerlo de que Charlie no sabía nada – interrumpió mis pensamientos - porque iba directo a Forks ¿Sabes?, Iba decidido a enfrentarse a Charlie aunque lo recibiera con un balazo, así que empieza a hablar Jimmy…

--Bella estaba confundida y Edward estaba haciendo planes; ella tenía miedo y se sentía insegura, quería alejarse para poder pensar claramente y decidir que era lo que quería hacer, sólo necesitaba estar lejos de Edward y si le decía en dónde estaba, el la buscaría, como lo hace ahora, no la dejaría meditar tranquilamente y tomaría decisiones apresuradas – lo que le decía no era mentira, aunque no era la verdad precisamente.

Después de un rato en silencio, Reneé asintió y respiró hondo.

--De acuerdo, respetaré lo que Bella quiera, si quiere mantenerlo alejado por un tiempo, que así sea, es una muchachita muy madura y yo confío en ella, aunque sé que hay más Jimmy, mi hija no es de las que sale huyendo como lo ha hecho, ella… - el llanto la detuvo.

Charlie llegó un par de horas más tarde. Se le veía cansado y apesadumbrado, preocupado como lo estábamos todos. Reneé lo acompañó con el Dr. Baggio para que explicara como estaba Bella, así como lo había hecho con ella y conmigo. Tardaron un poco más de lo normal, ya que el doctor les había permitido pasar a verla un momento. Mientras los esperaba, no podía dejar de pensar en las palabras de Reneé…

¿Edward preocupado por saber dónde estaba Bella?, ¿Había ido a Phoenix a buscarla?

--¿Sigues aquí? – Preguntó la voz amable de hace unas horas – será mejor que vayas a descansar un rato… - dijo el Dr. Conti sentándose junto a mí.*



*



*



*

 
Imagenes: PattinsonWorld, Gracias!