domingo, 28 de noviembre de 2010

CAPITULO 41

CAPITULO 41


EDWARD’S POV

--¿Qué pasa? Por favor dime qué tienes – le preguntaba angustiado mientras la sostenía.

--Yo… recordé… Edward – estaba muy agitada y se le dificultaba hablar… me asusté.


--Todo está bien amor, todo está bien – repetía mientras la recostaba en el suelo. Bella se llevó las manos a la cabeza y las apretaba como si de esa forma detuviera ¿Tal vez dolor?

--Te vi… junto con Alice y… y una mujer rubia…

¡Tenía razón! Bella estaba recordando cosas, poco a poco y desde luego, no las más agradables para ninguno de los dos. Me hablaba de la foto que había salido en las revistas de chismes, esa donde Alice y yo ayudábamos a Irina a entrar al hotel en Berlín.

--¿Era ella? ¿Esa rubia era… Irina?

--Bella cálmate por favor – le pedí – no levantes la cabeza del suelo.

Me arrodillé junto a ella y saqué mi teléfono para llamar a Jimmy, tenía que ayudarme para poder llevar a Bella a casa. En menos de 5 minutos ya estaba ayudándome a subirla al auto; Ángela nos esperaba, también asustada por todo lo que estaba viendo que sucedía.

Acosté a Bella en la cama; no se quitaba las manos de la cabeza y se quejaba de un fuerte dolor. Jimmy le dio las pastillas que el Dr. Baggio había prescrito para cuando sucedieran esos episodios de migrañas severas y en poco tiempo iría disminuyendo el dolor tan intenso.

Aunque era bueno saber que Bella estaba recordando, el verla sufriendo tanto dolor me hacía dudar sobre si era preferible que no recordara nada con tal que no sintiera esa migraña exagerada que padecía en esos momentos. Me sentía impotente al no poder ayudarla para nada, no podía consolarla, ni abrazarla, ni nada. Mi madre también sufría de lo mismo y solo sentía alivio con… ¡La oscuridad y hielo en la frente!

En silencio, porque con la migraña no se soporta ni el ruido ni la luz, salí de la habitación y fui directamente al congelador. Encontré una bolsa de chícharos (arvejas) congelados y regresé para ponerla sobre su cabeza envuelta en una camiseta delgada que saqué de su clóset.

--Edward… me duele mucho.

--Yo sé amor, pero esto te aliviará – susurré muy suavemente.

Me costó mucho trabajo convencerla de que soportara el frío de la bolsa congelada para que sintiera mejoría, pero lo hizo y como le dije, algunos minutos después comenzó a hacer efecto mi remedio. Se relajó lentamente y pudo quedarse dormida. Por el ritmo lento de su respiración, estuve seguro que descansaba tranquila; me reuní con Jimmy y Ángela en el salón, quienes al verme llegar, guardaron silencio y los miré intrigado.

--¿Qué sucede? – Pregunté algo molesto porque creía tener una idea acerca de lo que hablaban.


Jimmy tenía fruncidos los labios y los brazos cruzados a la altura del pecho, su actitud era de enojo; Ángela se pasaba la mano por la frente, consternada y sobre todo, preocupada.

--Bella aún no está bien, no creo que pueda con esto – dijo dando un par de pasos. Jimmy rodó los ojos al escucharla.

--Isabella está muy bien y en franca recuperación – le aclaré.

--Eso es lo que le estoy diciendo pero no me cree – Jimmy intentó no levantar la voz.

--¿Entonces que es lo que le sucede? Ella no podrá trabajar así. Entiéndanme, es demasiada presión, tú lo sabes Jimmy.

--Está así porque… está empezando a recordar – confesé.

--¿Qué? – Ambos preguntaron al mismo tiempo.

--Si, cosas pequeñas y en sueños, hasta hoy que estuvo conciente mientras ese recuerdo le venía a la memoria.

--¿Qué recuerdo? ¡Dime, Edward! – Insistió Jimmy.

--Bella me dijo que nos vio en una foto a Alice y a mí junto a una rubia – dije casi en un murmullo – y luego me preguntó si ella era Irina.

Jimmy se dejó caer en el sillón, pensativo, sin decir nada y Ángela negaba con la cabeza.

--Ella está bien – le repetí – ella es fuerte y puede hacerlo, no le quites la oportunidad.

--¡Es por su seguridad, Edward! – Chilló ella.


--Si no eres tú Ángela, no faltará quien si quiera ayudarla a regresar – no quise que sonara como amenaza pero no iba a dejar de insistir por Bella – Jimmy… - lo llamé para que confirmara mis palabras pero seguía hundido en el sillón, como desconectado, ido… - Jimmy…

--Edward, ese recuerdo, como dices, ¿Le vino en el mismo lugar donde los recogí? – Preguntó aún sin mirarnos.

--Si, caminábamos tranquilos y al llegar justo ahí se detuvo; cerró los ojos y se quedó así hasta que dijo algo sobre Alice, después me dijo que estaba recordando y me preguntó si la rubia que había visto junto a nosotros era Irina – expliqué.

--Más adelante sobre esa misma calle hay un puesto de revistas – decía con la mirada perdida – y el camión atropelló a Bella en la esquina siguiente… ¡claro!

Tanto Ángela como yo, lo escuchábamos expectantes, creía saber que era lo que Jimmy estaba concluyendo.

--Ella te vio, Edward – levantó un poco la voz y me miró – Bella debió haberte visto en alguna revista del kiosco, debió correr y al intentar cruzar la calle para venir a casa, ese enorme camión la atropelló… yo venía de hacer unas compras y por el accidente, estaba estancado con el tráfico, esperando llegar a casa cuando el mesero del café al que siempre íbamos, me aviso de lo ocurrido… así fue entonces como todo ocurrió.

Yo me quedé atónito escuchando como Jimmy hilaba todos los acontecimientos y estos encajaban perfectamente. No había ninguna duda. Incluso no queriendo y hasta sin tener conciencia de ello, yo lastimaba a Isabella. Era ya inútil querer compartir mi culpa con el destino creyendo que también él influía en nosotros jugándonos una mala pasada. No. El único culpable de todo era yo.

Mi corazón se oprimió, haciéndome muy difícil respirar. Mis ojos se nublaron y dudé que mis piernas me pudieran mantener de pie con firmeza por más tiempo.

--Edward – oí a Jimmy preocupado pero levanté la mano para evitar que siguiera hablando. No quería saber nada. Salí a la terraza para intentar recobrar el ritmo de mi respiración. El dolor de la culpa era agonizante; dejé correr libremente un par de lágrimas por mis mejillas. Sabía que en esos momentos no podía pensar con claridad pero eso no hizo que me sintiera menos culpable.

Entré de nuevo cuando me sentí más calmado. Ángela y Jimmy se veían también más relajados.

--Y bien Ángela – mi voz sonaba algo dura - ¿Qué has decidido?

Ella se puso de pie y caminó hasta mí. Me abrazó y pude sentir mucha sinceridad en ese gesto suyo – Hagámoslo – exhalé todo el aire de mis pulmones y sonreí.

--Solo tengo unas cuantas exigencias – dijo seria y nosotros la escuchábamos muy atentos – antes de empezar todo esto, quiero un chequeo exhaustivo y la autorización de su doctor, Bella también es mi amiga, Edward y si estoy un poco renuente, es por su salud, sabes bien que la prensa se volcará sobre ustedes y debemos estar seguros de que podrá manejarlo, eso me preocupa mucho más que el esfuerzo físico al que deberá someterse para recuperar su condición y volver al juego…

--Estoy totalmente de acuerdo, jamás expondré a Bella, su salud está por sobre todas las cosas – concordé.

Un buen rato después, me asomé con mucho cuidado para ver si Bella seguía dormida y al escuchar que se abría la puerta se removió en la cama.

--¿Edward? – Por su tono de voz más calmado y somnoliento, supe que la crisis de dolor había pasado, pero aún así, no prendí la luz.

--¿Cómo te sientes?

--Bien, ya no me duele la cabeza – bostezó.

--Será mejor que intentes seguir durmiendo, lo necesitas – no se negó y la ayudé a ponerse su ropa de dormir. Le llevé un vaso de leche y aproveché para dar las buenas noches a Jimmy y Ángela que seguían trabajando y haciendo planes confiando en que todo saldría bien.

Al día siguiente nos esperaban temprano en el hospital. Diego había hecho los arreglos para que le hicieran a Bella todos los estudios necesarios, también el Dr. Baggio nos vería una vez que estuvieran listos y todos esperábamos que fueran buenas noticias.

Le comenté a Bella nuestra preocupación y pareció decepcionarse un poco pero nos comprendió.

--Yo estoy bien – me aseguró – me siento perfectamente; el dolor no duró mucho.

--Y te creo, solo queremos asegurarnos que todo está bien contigo – me acomodé detrás de ella para dormir – y lo estarás, no te preocupes – la pegué completamente a mi cuerpo y besé su nuca – ahora sí, a dormir.

***

Desperté suavemente a Bella para ir al hospital. Había dormido como un bebé durante la noche y aunque me hubiera gustado dejarla dormir toda la mañana, también estaba un poco ansioso por llegar y que le hicieran todos los estudios para comprobar que estaba bien.

Ángela también nos acompañó; había cambiado su vuelo, se iría por la tarde después de saber los resultados y si todo iba como esperábamos, en menos de 12 horas, Bella estaría nuevamente en la mira de todos, según ella.

Diego nos recibió y nos pasó directamente al laboratorio para que le tomaran las muestras de sangre que requerían. Estaba tan pálida que creí que se desmayaría; nunca podría superar su miedo a las agujas pero no se quejó. De verdad deseaba mucho trabajar de nuevo, de otra forma nos hubiera rogado que la sacáramos de ahí. Cuando terminó con esa terrorífica parte, siguió con un electrocardiograma, una tomografía y por último un encefalograma.

En su consultorio, Diego la revisó por cumplir con las condiciones de Ángela, y después el Dr. Baggio nos esperaba con los resultados de Bella. Notó que entramos tomados de la mano y me dirigió una sonrisa de satisfacción. Sin dar muchos rodeos, nos dijo lo que todos queríamos escuchar… Bella estaba estupendamente bien y podía regresar a Nueva York para trabajar en lo que ella quisiera.

Bella se abalanzó sobre mí y lloraba emocionada.

--Edward estoy bien – decía contra mi pecho – voy a poder volver a casa.

--Si Bella, muy pronto – apreté su cuerpo y se separó un poco de mí.

--Doctor, yo tengo algunas preguntas – me volví para mirar a Jimmy y Ángela que de inmediato comprendieron que quería hacerlas en privado. Le expliqué que Bella ya estaba empezando a recordar algunas cosas pero que no eran recuerdos agradables para ninguno de los dos y que la noche anterior había terminado con una migraña terrible.

--Desafortunadamente esos dolores de cabeza después de recordar algo, son normales. No puedo asegurarles que los volverás a tener Bella, pero tampoco lo contrario. Creo que después del golpe que te llevaste, esas migrañas son lo de menos; el que estés aquí sentada frente a mí y queriendo reanudar tu vida es una confirmación de que recobrarás la memoria, ten por seguro que así será. No te presiones por eso, tú solo disfruta tu vida que tus recuerdos regresarán cuando menos te lo esperes.

Con esas palabras me sentí profundamente tranquilo y feliz; podríamos regresar a Nueva York y continuar con nuestras vidas.

***

Antes de llegar a casa, mi teléfono comenzó a sonar, eran los chicos. Me había olvidado completamente de ellos; me avisaban que en un par de horas más llegarían y que los esperáramos para cenar. Jimmy sugirió salir a algún lugar y nos pareció una excelente idea el tener una cena todos juntos para celebrar que Bella estaba perfectamente bien, y aunque le insistimos mucho a Ángela para que se quedara una noche más, sus múltiples compromisos de trabajo no se lo permitieron, así que al llegar a casa y según ella, poner el plan a funcionar, se despidió de nosotros y se subió al taxi que la llevó al aeropuerto.

--Esta noche tienen que estar guapísimos – nos decía Jimmy dando brinquitos – reservé en un bistro bar súper chic. Nos vamos a divertir como enanos, ya verán. Anden, vayan a ponerse preciosos que no podemos llegar tarde.

--Jimmy yo…

--Ay Bella, no seas aguafiestas, nos la vamos a pasar muy bien, Edward convéncela – casi me rogó.

--Solo iba a pedir tu opinión sobre qué ponerme Choo, no me estaba rehusando a ir – Bella le sacó divertida la lengua y nos fuimos a dar un baño para arreglarnos.

Era bastante interesante ver como Bella se movía a mí alrededor. Parecía que no había pasado nada; manteníamos nuestro orden original. Ella se duchaba primero mientras yo escogía mi ropa rápidamente y luego la esperaba con la toalla en las manos para ayudarla a secarse, otra de mis cosas favoritas en la vida; después yo me duchaba y ella se ponía crema en todo el cuerpo y se secaba el pelo para comenzar a maquillarse. Una sincronía perfecta….

Me afeitaba mientras ella se daba golpecitos en la cara con una brocha gorda y la miraba por el espejo.

--¿Qué me ves? – Me preguntó sonriente.

--No te veo, te admiro, que es diferente – desvié mi mirada de ella y continué con mi tarea cuando la oí de nuevo.

--¿Era ella? – su voz tímida me alarmó.

--Si – bajé mi mano y enjuagué las cuchillas de espuma para llevarlas de nuevo a mi garganta. Di un par de pasadas más y de reojo, vi que se había quedado quieta. Me limpié los restos de espuma con la toalla húmeda y me giré hacia ella.

--Esa foto la tomaron cuando llevamos a Irina al hotel después de dejar el hospital – puse mis manos sobre sus hombros; Bella miraba hacia abajo – la dejamos ahí con una enfermera y regresamos inmediatamente a Nueva York, a buscarte.

--Y me encontraste – murmuró.

--Si amor, te encontré y estamos juntos de nuevo – la levanté en vilo y la llevé a la cama.

--Los chicos están por venir – dijo abriendo los ojos muy grandes.

--Si por mí fuera, nos quedábamos aquí y te hacía el amor toda la noche Bella…

--Y yo aceptaría encantada, pero no podemos dejar plantado a Choo – dijo resignada – se muere de ganas por salir a divertirse – se puso de pie y comenzó a vestirse.


--¿Me ayudas? – Se giró y le subí la cremallera - ¿Qué tal? – Hizo una pose coqueta para mí.

--Sólo te falta esto – tomé mi perfume y oprimí el atomizador hacia arriba.

***

Los chicos llegaron y nos saludaron como si hubieran tenido años sin vernos. Estaban fascinados con toda La Toscana y ni qué decir con la villa de Diego y todas sus atenciones. Alice no dejaba de contarnos todo lo que se había comprado y solo pude ver la cara sonriente de Jasper. Eso prácticamente fue una revelación para mí. Ese chico de verdad amaba a mi loca hermana porque nadie era capaz de soportarla con sus compras, ¿Y qué hacía él? Sonreír ante todo lo que ella decía o hacía.

--Te ves preciosa Bella – Rosalie estaba feliz de ver resplandeciente a su amiga – ese vestido te queda bárbaro.

Y tenía toda la boca llena de razón. Aunque era demasiado corto y ajustado, se veía radiante y lo que era aún mejor, Bella estaba feliz.

Llegamos muy puntuales al lugar que había escogido Jimmy; según él estaba muy de moda y era súper exclusivo; al parecer estaba en lo cierto porque desde antes de bajarnos, vimos una larga fila en la puerta esperando por entrar al bar.

Desde antes de bajar de la camioneta, una lluvia de flashes se desató. Alice y Jasper bajaron primero y los siguieron Emmett y Rosalie. Bella me miró asustada y tomé sus manos.

--Esto será tu pan de cada día Bella – dijo Jimmy - ¿Podrás hacerlo?

--No tenemos que bajarnos si no quieres – apreté sus manos – cualquier cosa que decidas estará bien, es tú decisión solamente – Bella aspiró un par de veces.

--Si quiero – tuvo que levantar la voz porque los paparazzis gritaban para llamar nuestra atención.

Jimmy bajó primero y lo seguí para ayudar a Isabella y bloquear un poco la vista de sus piernas. ¡Ese vestido era jodidamente corto!

Los disparos de las cámaras se escuchaban con una rapidez impresionante y los gritos eran ensordecedores. Bella apenas puso ambos pies en el suelo, levantó la barbilla y una sonrisa se dibujó en su cara.

“Bella ¿Dónde estabas?” – la tomé de la cintura y la pegué a mi cuerpo protectoramente.

“¿Ya nació tu bebé?” – casi se nos salen a todos los ojos ante esa pregunta tan ridícula.


“¿Se llamará Edward?” – Bella giró para mirar a ese paparazzi y le regaló la más cautivante de las sonrisas que cientos de disparos más capturaron.

“¿Regresarás pronto a trabajar?” – asintió solo una vez sin dejar de caminar y entramos al lugar.

Bella temblaba, estaba nerviosa pero la sostenía firmemente. Tenía una expresión rebosante de felicidad en cuanto se soltó un poco de mi abrazo para besarme sorpresivamente.

--¿Cómo lo hice? – quiso saber.

--¡Genial! – le regresé el beso y siguieron lloviendo flashazos aún con nosotros dentro del lugar.

--¿Jimmy? – Preguntó titubeante y este la miró en silencio unos segundos y luego su cara se transformó.

--¡Welcome to the Jungle Baby! – Gritó feliz levantando los brazos y chocando la cadera con ella.

Nos sentamos en nuestra mesa que para mi gusto estaba algo expuesta y entonces fue que comprendí todo. No había sido una coincidencia que toda esa horda de paparazzis nos estuvieran esperando, no. El había urdido todo para ver como reaccionaba Bella ante el tumulto de lentes a su alrededor cazando una imagen suya… y mía.

Y todo le había salido de maravilla. Bella se sentía feliz por haber salido airosa de su primer encuentro, o reencuentro, con los medios aunque estos no eran los más honorables ya que eran algo así como las “remoras” del periodismo.

Decidí olvidarme de ellos y disfrutar la noche. Nada merecía más la pena que disfrutar de una buena cena y luego unos tragos ya que no podría encontrarme en mejor compañía, estaba con mis hermanos, mis amigos y… mi mujer.

Ordenamos de cenar y como era nuestra costumbre probábamos de ambos platos y nos dábamos de comer en la boca. Bella no podía irradiar más alegría y yo estaba más que complacido viéndola adaptarse cada vez mejor a todo y a todos. Por momentos, platicaba y parecía que no le había ocurrido nada, que todo seguía igual, y no fui el único que lo notó.

--Se parece a la Bella de siempre ¿Verdad?

--Es la Bella de siempre, Rose – respondí y estuvo de acuerdo conmigo.


Cuando Diego llegó, entre todos le contamos nuestra entrada triunfal y como lo supuse, casi nos confesó que todo lo había maquinado Jimmy. Pero por el contrario como él pensaba, yo no estaba enojado por eso. Había servido de mucho para comprobar si Bella no se aterraría como ya había sucedido antes. Había sido algo así como su prueba de fuego y obtuvo las mejores calificaciones ya que no solo no entró en pánico sino que sin decir una sola palabra, había conquistado a los fotógrafos echándoselos a la bolsa. Estaban encantados con ella.

Después de hacer un buen rato de sobremesa, Jimmy ya estaba un poco “alegre” y nos insistía para pasar al área del bar. El lo que quería era música fuerte y bailar. Logró convencernos y yo algo reacio acepté. El lugar estaba a reventar pero esta vez si nos dieron una mesa no tan en la mira de todos y aproveché para pararme detrás del respaldo de un sillón abrazando a Bella. Tomé su rostro entre mis manos y la besé en los labios sin intentar ir más lejos, no era el lugar. Bajé un poco mi cara y la enterré en su cuello para enloquecer en ese mismo instante. Mi perfume en ella era el más potente afrodisíaco que hubiera existido…

Gemí, pero solo ella pudo escucharme afortunadamente. La casi oscuridad le dio el valor para que entre tanta gente, se pegara a mi cuerpo y se frotara en donde menos lo necesitaba en esos momentos.


--No Bella, no – le rogué.

--Si Edward, si – y además de bella, vengativa.

--¿Con que esas tenemos no? - mi cuerpo estaba comenzando a reaccionar.

--¿Me estoy portando mal? – su cara y voz de inocente niña me estaban aniquilando.

--Estás jugando con fuego Isabella – respondí levantando una ceja.

--¿Y me puedo quemar? – mantuvo tanto el tono como la expresión de inocencia mientras empujaba su pelvis contra mi.

Asentí – si sigues provocándome, más tarde no tendré piedad de ti y aunque me supliques y me ruegues que me detenga, no lo haré y te haré mía de todas las formas posibles… y las imposibles también – le dije al oído y pasé mi lengua lamiendo dentro de él.

--Pues creo que eso no ocurrirá – dijo burlona – al menos esta noche - ¡Que provocativa e incitante podía llegar a ser! – No te olvides de Jimmy.

--No me olvido, solo espero que tú recuerdes que te lo cobraré y con intereses – succioné el lóbulo de su oreja y se estremeció.

--¿Intereses? ¿Qué cosa es eso? – Fingió demencia – no los recuerdo.

--No te preocupes Isabella que yo te haré recordar cada uno de tus días con todas sus horas, minutos y segundos, me lo vas a agradecer, créemelo – mi lengua paseaba por toda su oreja adentrándome después en ella hasta que no resistió.

--¡De acuerdo! ¡De acuerdo! Está bien – respiraba agitada – dejemos de jugar.

Me giré y la empujé hacia un rincón cercano y aún más oscuro – Yo no estoy jugando Isabella – atrapé sus labios con los míos devorando ansioso su boca; con una mano sostenía firmemente su rostro y con la otra tocaba sus senos, apretándolos, oprimiéndolos, moviéndolos al ritmo de la música convenientemente sexual que sonaba en ese momento.

Clamó por aire y le concedí unos minutos mientras mi boca se saciaba con su cuello dejando humedad al paso de ella; sus hombros también comenzaron a pagar su deuda y se dejaban besar con extrema facilidad así como ella se rendía a cada una de mis caricias…

--¡Eso es Bella! ¡Ponte al día que la vida solo es una muñeca!

Me retiré sorprendido y asustado por esos gritos; sentí que alma se me salía del cuerpo. Iba a matar a Jimmy.

Aún con toda esa oscuridad, podía ver el rostro de Bella, rojo a más no poder; el mío estaba de igual color pero no por pena o vergüenza, sino por rabia. Esa sabandija iba a pagar muy caro su atrevimiento ¡Casi nos mata del susto!

--¡Carajo Jimmy! Casi nos matas de un infarto – le gritaba mientras abrazaba a Bella.

--Me da gusto verte aplicada Bella – levantó su vaso en señal de brindis – ¡Salud por tu maestro!… ¡Hola Sensei! – Me miró – Vaya que está esforzándose en enseñarte o recordándote las cosas o… ¡Como sea! ¡Salud mi pequeña saltamontes! O saltamontañas, ¿Ya viste esos bíceps de tu novio? Apuesto a que tienes que escalar por todo ese cuerpo… - intentó decirle eso último al oído y no pude contener mi risa al escucharlo.

--¡Hey Spencer! Vámonos, deja a los chicos en paz – Diego llegó para alejarlo; ya estaba bastante tomado.

--Edward, no vayas a arrancarle el vestido – me puso cara de súplica – ese Dolce&Gabbana le queda espectacular.

--Jimmy, no empieces a ponerte impertinente – le advirtió Diego poniéndose serio – compórtate.

--Vamos a sentarnos – me pidió Bella y cuando nos disponíamos a hacerlo, Alice y Rose la arrastraron a un lado de la mesa para bailar.


Me quedé de pie, cuidándola mientras bailaba con las chicas. Me serví un vaso grande de whisky para el susto y el disgusto y me acerqué a Emmett y Jasper que discutían sobre autos y la plática cambió drásticamente a los pocos minutos.

--Me alegra haber venido – dijo Emmett palmeando bruscamente mi espalda mientras las mirábamos brincar despreocupadas – las italianas están buenísimas.

--Buenísimas – repitió Jasper y los miré extrañado, era un milagro que Emmett no le hubiera ya partido el cráneo y yo también.

--Tranquilo Edward, todo queda entre cuñados ¿Verdad Jazz?

--Así es Em – se dirigieron miradas de complicidad y yo solo rodé los ojos.

--¡Yo cuento como tu cuñado Edward! – Jimmy brincaba frente a mí – solo que yo miraré a los de mi mismo bando ¿Eh?

--¿Qué decías? – la voz de Diego lo dejó pálido. Todo el alcohol que había ingerido se le evaporó del cuerpo.

--Nada – se disculpó – solo bromeaba con mi cuñadito ¿Verdad Edward?

Asentí y lo miré con los ojos entrecerrados, pero por dentro me reía a carcajadas. Por fin Jimmy había encontrado la horma de su zapato, un auténtico Louboutin.

Pero mis carcajadas y mi alegría poco duraron. Escuché cierta canción que se me hizo familiar y mi hígado recibió una patada imaginaria pero que me había pegado con fuerza.

--No puede ser – grité - ¡Este cabrón me persigue a donde voy!

***

BELLA’S POV

--¡Bella! Te vimos en el rincón – Rosalie me dijo sin dejar de moverse muy sensual, yo me moría de vergüenza y mi rostro volvió a pintarse de rojo tomate.

--No te preocupes Bella, te hemos cachado muchas veces más y en peores circunstancias - añadió Alice y me terminó de rematar, seguro iba a comenzar a hiperventilar.

--Y no es para menos con ese novio que te mandas, yo no hubiera dudado ni un segundo en abusar de él – Dios mío ¡Mi amiga era una zorra!... ¡Y yo también!

--Yo así conseguí que Jasper anduviera conmigo – Alice me soltó como si nada – por dos meses enteros tuve que persuadirlo, tú sabes… - me guiñó el ojo.

--Yo creo que vas por buen camino Bells, mantenlo caliente y jamás se despegará de ti – me aconsejó Rose y yo sólo quería enterrar la cabeza en el suelo, no era posible que yo… no, yo no era así. Yo no podía haber seducido a Edward de esa forma para que estuviera conmigo ¿O si?

Sin embargo, mi comportamiento juguetón de unos minutos antes no me dejaba lugar a dudas. ¡Yo era una zorra!

Pero yo solo estaba jugando “inocentemente”, no lo hacía con otra intensión. El me quería de verdad, yo no necesitaba de esas artimañas para mantenerlo a mi lado ¿Verdad que no?


Me repetí esa preguntita por más de 10 veces antes de que Rose abriera la boca de nuevo – Así Bella, estás moviéndote muy bien ¿Ya viste como lo tienes? Está a punto de brincar sobre ti, tú si que te mueves, no en vano te dicen “La quebradora”.

¿La quebradora? ¡Dios mío!

Era verdad, intenté mirarlo con discreción y Edward tenía la mirada clavada en mí aunque hablaba con Emmett y Jasper; él solo estaba pendiente de cada uno de mis movimientos y efectivamente, si continuaba moviéndome como lo estaba haciendo, no tardaría en saltar sobre mí. Se veía ansioso, excitado, su mirada llena de deseo, de lujuria, sedienta de… ¿Mi cuerpo?

--¡Mira Bella! – Gritó Alice – de eso estamos hablando.

Señaló hacia las pantallas y me quedé helada. Ellas tenían razón, era yo moviéndome como si mi cuerpo estuviera inarticulado, bailando más que sensual con ese chico moreno, Jake, nuestro amigo. No podía creerlo. Verme así era excesivamente raro además de incómodo.

Miré a Edward y parecía tan enfadado que si hubiera podido traspasarme con la mirada lo hubiera hecho sin dudarlo siquiera. Y como no habría de hacerlo, ¿A quien le gustaba tener una novia a la que le decían “La quebradora”?

La gente a mi alrededor gritaba y silbaba; todos me miraban y me señalaban, muchas mujeres imitaban mis movimientos y volví a buscar esa mirada verde que tanto me confortaba, pero en esa ocasión, en lugar de ser mi refugio, se centraba en mí de una manera no muy agradable.

--¡Echas chispas, Bella!

Quise callar a Rose y de buena gana le hubiera dado un golpe. El que echaba chispas era Edward que inesperadamente ya estaba junto a mí, y me rodeaba con sus brazos siguiendo el ritmo de la música. De pronto me sentí sucia y deseé que Edward no me abrazara. Tenía vergüenza de mi misma. ¿Cómo era posible que yo me hubiera valido de esas tretas tan vulgares y bajas para atraparlo? Necesitaba salir de ahí. Con los brazos pegados a mí cuerpo, logré zafarme de él y caminé con prisa hacía el baño. Me encerré en uno y estaba tan confundida y decepcionada de mi misma que ni siquiera pude llorar.

--¿Bella, estás aquí? – Alice me llamaba. Me mantuve en silencio, no quería seguir escuchando que me contaran sobre mi antigua conducta y mis “sutiles métodos de conquista”.

--Por favor, sal de ahí Bella, ya vi tus lindos zapatitos, por favor sal – me pidió Rose.

--Discúlpanos, Bella – dijeron a coro – era una broma.

¿Qué era una qué?

Abrí de golpe la puerta y casi me les fui encima si no es porque un par de chicas habían entrado en ese momento. Me acerqué al lavabo y me mojé el rostro intentando tranquilizarme. Ellas seguían disculpándose pero yo no quería escucharlas.

--Se nos ocurrió cuando te vimos tan cariñosa con Edward, no pensamos que te enojarías – reconoció Rose – tú nunca te enojas mucho.

--Pues ya ven que hoy si me enojé – las fulminé con la mirada.

--Vamos Bella, no es para tanto, nadie se ha muerto.

--¡Alice! – Grité – ¿Saben qué? no me hablen en cien años – y salí del baño dando un portazo.

¿Pero que tenía que esa noche todos me hacían pasar malos ratos?

Bueno, no todos pero con tres era más que suficiente. Ya no quería estar ahí, quería irme a casa. Todavía me sentía muy avergonzada por lo del rincón y luego por la inocente broma. Apenas salí de ahí y choqué con Edward que me esperaba nervioso en la puerta.

--¿Podrías decirme qué te ocurre? – Estaba molesto, no nervioso – me dejaste ahí parado Bella.

--Las chicas me jugaron una broma y… me enojé – dije mirando al piso.

--¿Qué broma? - tenía los brazos en jarras.

Negué con la cabeza – Quiero irme a casa – le respondí con la mirada aún en el suelo y volví a sentir su abrazo.

--Cariño ¿Estás bien? – Levantó mi barbilla y le pedí de nuevo…

--Solo quiero irme – me pegué a su pecho y en menos de 5 minutos, ya estábamos abriéndonos paso entre ese río de gente rumbo a la salida. Los chicos pagaron la cuenta rápidamente y ese par de roedoras, también venían siguiéndonos para abandonar el lugar. Llegamos por fin a la puerta y escuché al otro bicho.

--¡Bella! ¡Sonríe preciosa que la vida es bella! – Me gritaba con una copa en la mano - ¡Salud por ti Bella! ¡Solo por ti!


Me abrazó pesadamente y me besó en ambas mejillas. Diego que también parecía estar un poco subido de copas, lo desprendió de mí con la ayuda de Edward.

--No te preocupes bambina, yo me llevo a este extranjero y te prometo que no lo verás en 2 días – después de su “interrupción” y con lo enojada que estaba, 2 días serían pocos.

Sentí el brazo de Edward en mi cintura; ya estábamos a punto de salir y Jimmy me recordó que siguiera sonriendo porque nos esperaba la misma manada de paparazzis. Apenas dimos un paso hacia afuera y todo el show que nos recibió al llegar, se repitió como una cálida despedida. Agité mi mano rápidamente diciéndoles “adiós” y subimos a la camioneta; no habíamos avanzado ni 20 metros cuando las disculpas de Alice y Rose no se dejaban de escuchar.

--Por favor Bella, perdónanos – pidió Alice con voz infantil.

--Te juro que no volveremos a jugar así contigo.

--¿Jugar? – Las miré todavía muy enojada.

--¿Qué le hicieron? – Jasper se giró a mirarme y yo encogí los hombros – lo que sea que haya sido, si ella no las quiere perdonar, bien merecido se lo tienen.

--Edward… - Rose quiso usarlo como intermediario.

--Supongo que sus razones tendrá para no hacerlo, por el momento déjenla tranquila.

--Así las quería ver, castígalas Bella, no las perdones.

--¡Cállate, Emmett! – Gritaron las dos.

Nadie más habló camino a casa, Alice y Rose estaban como niñas regañadas y muy arrepentidas. Al llegar, antes de bajarme les dije…

--No vuelvan a hacerme nada parecido, ¡Nunca! Por su propio bien – las amenacé y también les advertí con la mirada, se veían avergonzadas – nos vemos mañana.

No me sentía bien disculpándolas y despidiéndome tan fríamente pero no sabía exactamente qué tan pesado nos llevábamos y si no marcaba mis límites con ese tipo de bromas, jamás me las dejarían de hacer y no creía poder soportarlo.

***

Escuché cerrarse la puerta detrás de nosotros; sentí sus manos tomarme de la cintura y atraerme a su cuerpo; con movimientos nada sutiles sino más bien algo bruscos, me pegó a él y sus manos recorrían mi vientre, mis senos e intentaban meterse debajo de mi ajustado vestido, sin éxito.

--Contaba los segundos para llegar Bella – susurraba a mí oído – no he podido estar tranquilo en toda la noche.

--Edward.

Empujó su pelvis contra mis nalgas y pude sentir su necesidad, dura y creciente. Un cosquilleo recorrió desde mi nuca hasta mi cintura, haciéndome estremecer. Mis senos me dolían del deseo que tenía por sentirlo, por que me tocara y me besara por todo el cuerpo de la misma forma en que lo hacía en ese momento por mi cuello y mis hombros.

--Es el momento para empezar a cobrarme un poco – murmuró detrás de mi – espero que no hayas olvidado tu deuda conmigo…

Traté de girarme para tenerlo frente a mí y poder saborear su boca pero me mantuvo firme contra él. Sus dientes mordieron mi nuca y fue algo increíblemente excitante que disparó descargas de deseo por todo mi cuerpo, queriendo que arrancara mi vestido y me hiciera suya en ese mismo momento, ya estaba lista para él. Podía sentir la humedad que me saturaba entre las piernas, no quería esperar ni un solo segundo para tenerlo dentro de mí.

--No te debo nada – dije agitada – no estás posponiendo nada, estamos solos.

--Dije que voy a empezar a cobrarme – me puso contra la pared, presionando todo mi cuerpo contra ella mientras sus labios hambrientos probaban cada porción de piel que aparecía bajo ellos. Sorpresivamente mi vestido fue subiendo a la fuerza ya que estaba demasiado ajustado a mi cuerpo - ¿Estás dispuesta a pagar?

--Mmmhhmm – acepté después de unos largos segundos.

--Esa no es una respuesta Isabella – su voz ronca sonó intimidante.

--Ssi.

--Buena niña – dijo mientras sus dientes mordían la piel de mis hombros, mi cuello y su dura erección se incrustaba en mis nalgas, desesperado justo como yo lo estaba. Se hizo menor la presión y se separó ligeramente de mí pero me quedé muy quieta; escuché que rápidamente bajó la cremallera de sus jeans y después el característico sonido del pequeño paquetito rasgándose; volví a sentir su mano en mi cuerpo, intentando bajar mis bragas pero era mucha su ansiedad y su paciencia poca. Con un fuerte y firme tirón, el diminuto pedazo de tela fue arrancando de mi cuerpo y un jadeo lleno de incertidumbre, salió de mi garganta.

Mis latidos aumentaron su velocidad a un ritmo tan desquiciante que sentí que mi corazón se había dividido repartiéndose por varias partes de mi cuerpo, llegando a mis oídos y entre mis piernas. Mi vientre fue rodeado por su brazo tomándome con decisión.

--Abre las piernas Isabella – me ordenó.

Con lentitud y mucha torpeza, hice lo que me ordenó y sus dedos se adentraron en mi cuerpo haciéndome jadear de nuevo y con la misma rapidez con la que me invadieron, salieron de mí. Con un fuerte empujón me penetró y grité ante el temor callado, la sorpresa y la expulsión de aire de mis pulmones. Me paralicé al sentirlo invadirme de esa forma imprevisible y él no se movió; con mucha dificultad, fui respirando y entonces comencé a sentirlo moverse dentro de mí, despacio.

--Bella…

Yo simplemente no podía hablar, sus embestidas que incrementaban su ritmo me tenían pendiente de cada movimiento y de cada sonido suyo, de cada gemido, de cada arremetida suya que golpeaba su carne contra la mía, y que significaba un esfuerzo de su parte y un jadeo a la vez; glorioso, poderoso, excitante, lujurioso, que me llenaba, me levantaba un poco, me apresaba, me hacía responderle gimiendo también, gritando, golpeando la pared con mis puños al sentir su vigor en mí, inesperado pero bienvenido, amado, mío, solo mío… su movimiento se hizo más rápido y de pronto sentí sus dedos en mi clítoris, estimulándolo.


--¡Oh Dios!

--Me.Vuelves.Loco.Bella – pronunció entre cada embestida sin perder la concentración de sus dedos.

La tensión en mi vientre bajo comenzó a formarse e instintivamente, mis paredes alrededor de su erección lo presionaron.

--¡Por favor! ¡Por favor! – Supliqué.

Un par de acometidas más y sentí liberarme en un glorioso orgasmo; llena, plena y extasiada, exploté llevándolo conmigo en ese cúmulo de sensaciones inigualables y únicas a las que solo él, nos podía conducir…

Sólo Edward, mi Edward.

***

Beep….. Beep….. Beep…..

--Mmmm.

Beep….. Beep….. Beep…..

--Mmmm – lo escuché ronronear molesto con quien estuviese interrumpiendo nuestro apacible sueño.

Beep….. Beep….. Beep…..

--¡Mierda! – se levantó buscando su Blackberry entre su ropa.

Beep….. Beep….. Beep…..

--¡Jimmy! ¿Qué carajos quieres? – Explotó y creí que seguiría con su sarta de improperios pero muy por el contrario, se enredó en la sábana y salió de la habitación.

--Eeedward – me quejé al dejarme descubierta y jalé la otra sábana alejada de mí para cubrirme y seguir durmiendo. Me acomodé sobre mi estómago y ladeé mi cara. Pasó un rato y seguía sola en la cama. Algunos minutos más, y Edward no regresaba. Volteé la cara buscando dormir de nuevo. Estiré mi brazo y su lado de la cama ya estaba frío.

Intrigada, me restregué los ojos y con la sábana enrollada en mí cuerpo, salí a buscarlo dando tumbos contra las paredes del pasillo.

Lo encontré con un vaso de jugo en la mano – ¿Qué hac… – empecé a decir pero me calló poniendo un dedo en sus labios, lo subió a un ojo y después me apuntó a la pantalla plana. A breves minutos de haberme despertado, era lógico que mi neurona del entendimiento y comprensión, no funcionara al cien por ciento ¿Qué pretendía Edward haciéndome señales como de béisbol?


Me quedé parada en el pasillo esperando… no sabía bien qué, pero continuaba medio dormida. Me recargué en la pared y comencé a resbalar por ella; me dejé ir, quedando sentada en el suelo y muy dispuesta a seguir durmiendo. ¿Y cómo no iba a hacerlo? Estaba a-g-o-t-a-d-a.

Y como no, ya que después de ese increíble orgasmo que casi tuve que compartir con la pared, siguieron varios más en la habitación. En el suelo, dónde caímos al tratar de quitarnos el resto de la ropa, y en la cama hasta ya casi empezando a aclararse el cielo ¡Vaya noche!

--¡Dios Bella! Ven aquí – me levantó del suelo, me llevó a recostarme junto a él en uno de los sillones del salón y me dio un poco de jugo de su vaso – ahora despierta, abre bien los ojos, mira…

A duras penas los abrí, con mucha dificultad, mis párpados pesaban como cortinas de sólido acero, pero al oír mi nombre, ya no tuve mayor problema.

“—Después de estar varios meses alejada del mundo del modelaje por un gravísimo accidente que sufrió mientras vacacionaba con su novio, el Ingeniero Edward Cullen, Bella Swan está de vuelta y tal parece mejor que nunca—“.

Cambió el canal y en otro programa de espectáculos dijeron...

“—Bella Swan y Edward Cullen fueron captados anoche en compañía de su familia y amigos en un club muy exclusivo en Florencia, Italia. Las imágenes no mienten, ella se ve bellísima y totalmente recuperada, si no, vean estas fotos de su llegada y estas otras donde se le ve muuy acaramelada con Cullen… ¡Que suerte tienen algunos! ¿No?—“

--Idiota – solo murmuró.

“—Esperemos verla ya muy pronto en las pasarelas, ojala no haya perdido ese toque que la hacía muy especial—“.

--¿Qué es todo eso, Edward? – Pregunté sin emoción, no sabía si por la falta de sueño y el cansancio que tenía.

--Es el principio de tu regreso, Bella – dijo de la misma manera – solo el principio.

Me puse de pie y ya más alerta, fui a la cocina por mi propio vaso de jugo bajo la mirada curiosa de Edward. Ahí mismo, junto a la encimera, me tomé todo el contenido del vaso y me encaminé a mi habitación.

--¿A dónde vas. Bella? – Extrañado, me preguntó.

--Muero de sueño ¿Vienes? – Seguramente eso era lo único que iban a decir de mí y yo prefería guardar mis energías y mis últimos momentos de paz, como decía Rose, para estar tranquila junto a Edward – ¿Por favor?

Sin dudarlo, apagó la tele y me siguió. Nos abrazamos, enredamos nuestras piernas y recosté mi rostro en su pecho.

***

Por la tarde, ya estábamos en el salón junto con Jimmy y los chicos. Choo seguía pendiente de cada cosa que decían de mí y vaya que había dado de qué hablar. También había levantado muchas especulaciones ya que Ángela, al comunicar a todos los medios de mi accidente, dejó entrever la perdida de mi memoria, así que todos estaban locos con este rumor astutamente manejado a medias.



Jimmy se había adueñado del control remoto y estaba absorto viendo “Fashion Police” con Joan Rivers; le encantaba ese programa porque la señora además de loca, era muy irreverente, justo como él, y para no ser la excepción, en ese programa también hablaron de Alice, de Rose y de mí, desmenuzando una de las fotos de la noche pasada.

“—Siempre muy bien vestidas las tres, no tengo para mi desgracia nada que criticarles, bueno, solo a Bella, tiene dos accesorios que no le van para nada bien—“

--¿Qué? – Gritó Jimmy furioso.

“—¿Los zapatos? ¿Los aretes?—“ preguntó una de las otras criticonas y yo estaba desesperada por saber qué era lo que no me combinaba.


“—¡Edward Cullen y su doctor! Se verían mejor cada uno a mi lado ¿No creen?—“.

--¡Perra! – gritó Jimmy casi vomitando fuego mientras aparecía una foto mía junto a Diego y Edward obviamente – ¡Es mío maldita!

--Cálmate Choo – me reí.

Más tarde, cenamos y platicábamos cuando al fin Jimmy dijo muy solemne después de colgar su llamada con Ángela que estaba feliz.

--Bueno Bella, es un hecho… ¡En dos días volvemos a Nueva York!*



*



*



*

martes, 23 de noviembre de 2010

CAPITULO 40

CAPITULO 40


EDWARD’S POV

--¡Mírame! ¡Siempre mírame! – Su respiración se agitaba.

--Bella… - murmuré muy despacio.

--¡No! ¡Mi vestido! ¡No lo rompas! – Gritaba a todo pulmón - ¡Mira cómo haz dejado mi lindo vestido!

--Isabella…

--¿Y tú porqué creías que lloraba? ¡Me la vas a pagar Edward!

¡Dios mío!...

No podía creerlo. Estaba recordando. No sabía qué hacer; Bella tenía una muy mala pesadilla y se estaba alterando demasiado. Sus manos se cerraban en puños sobre las sábanas y su piel tenía una fina capa de sudor por la excitación del momento que vivía.

--Mira cómo te dejó… rompió tu vestido…

Lágrimas salían de sus ojos y se perdían en su sien que ya estaba muy húmeda. Me acosté de nuevo y me acomodé a su cuerpo justo como estábamos momentos antes, abrazándola.

--Shh, shh – susurré muy quedamente – calma mi vida, es un mal sueño, ya pasará.

Se giró quedando frente a mí acomodada en mi pecho como un animalito indefenso. Me partió el alma ver que se sentía tan desvalida que inconcientemente buscaba la protección acurrucándose a mi cuerpo y yo estaba más que dispuesto a protegerla, a cuidarla y a velar sus sueños por siempre.

***

Dormía plácidamente y soñaba que tenía a Bella durmiendo entre mis brazos después de una apasionada noche de placer, que quería despertarme y llenaba de tiernos besos todo mi rostro…

--Que bien se siente besarte… - dijo en una exhalación pero alcancé a escucharla perfectamente. No estaba soñando, era realidad. Lentamente fui abriendo los ojos para regalarme la imagen tan hermosa de su rostro.

--Mmm Bella – ronroneé aún medio dormido pero cierta parte de mi cuerpo estaba tan despierta que dolía – mmm – gemí y me apoderé de su boca para darle un beso un poco más intenso. Bella no protestó, al contrario, sentí su cuerpo suave, sin oponer resistencia a la repentina invasión a su boca y a las caricias que empezaba a darle.

Con un rápido movimiento, me coloqué sobre ella y admiré su rostro sonrojado y ansioso por más besos que generosamente le di. Con lentitud, abandoné su boca y mis labios iniciaron un recorrido por su cuello y sus hombros, dejando un tibio y húmedo rastro con mi lengua. La respiración de Bella iba incrementando su agitación conforme sentía que iba descendiendo a su pecho. Llegué hasta él y como siempre, me maravillé por esos regalos tan hermosos que me volvían loco y que eran solo mías.


--Buenos días niñas – dije con una pícara sonrisa en mis labios por tenerlas conmigo de nuevo. Al oír mis palabras, Isabella se estremeció y sus pezones rosados comenzaron a endurecerse al mismo tiempo que se oscurecían. No pude resistirme a tan obvia invitación y cubrí con mi boca uno de ellos. Con mi lengua, acaricié pasando toda la longitud de ella sobre el duro pezón, despacio. La moví en círculos, y ella echó hacia atrás la cabeza en una muestra de goce. Sin dejar descuidado el otro pezón, mis dedos trataban de imitar los movimientos de mi lengua y parecía que lo estaba haciendo muy bien porque Isabella gimió y arqueó su espalda pegando su pecho a mi rostro; tomé un pezón entre mis dientes y con suavidad lo jalé, estirándolo un poco… seguí mordiendo y besando a cada una de mis niñas, enloqueciendo a Isabella y haciendo sus gemidos y jadeos más intensos.

Los mordí, los lamí y los estaba succionando, tomando mi tiempo, disfrutando el reencuentro con mis tesoros más preciados y mi mano descendía por su vientre, deteniéndose en su ombligo dibujando figuras sin sentido pero que la hacían estremecer. No contento aún, dirigí mi mano más abajo, buscando el tibio lugar en donde mis caricias le hacían perder el sentido. Sin dejar de consentir a mis niñas con mi boca, mi mano se metió entre sus piernas y encontró los pliegues que guardaban celosos ese pequeño botón que disparaba infinidad de sensaciones en ella, ahondé mis dedos dentro de ellos y la humedad de Isabella me excitó haciéndome jadear.

--Siempre lista para mí…

Presioné la yema de mi dedo índice sobre su clítoris sólo una vez y ella brincó ligeramente; lo rodeé y jugué con él, lo lubriqué con la humedad que despedía su cuerpo y que lo hacía mucho más sensible. Paseé por su entrada, acariciándola y tentándola al introducir solamente la punta de uno de mis dedos, ganándome su recriminación.

--Edward…

Levantó su pelvis varias veces contra mi mano intentando un toque más profundo pero la retiré. Con esa acción solo obtuve una mirada fulminante a la cual respondí con una sonrisa, moviéndome entre sus piernas y besando en mi descenso la piel de su vientre y un poco más abajo. Mis labios besaban la zona de su pubis y me atreví con mi barba áspera y un poco crecida, a rozar esa delicada porción de su piel. Con mucho cuidado para no lastimarla, moví mi barbilla lentamente sin ejercer mucha fricción, de arriba hacia abajo. Abrí más sus piernas para poder llegar al interior de sus muslos y ahí también froté muy suavemente, mi rasposo mentón. Bella gritó de placer y alzó de nuevo su pelvis. Coloqué mis manos bajo sus muslos para asirme de ellos con firmeza y evitar que se moviera y pudiera hacerle daño pero la idea de no poder moverse para buscar mayor placer no le gustó mucho.

--Por favor Edward.

--Tranquila Bella…

Estaba demasiado ansiosa y excitada y yo apenas iba comenzando; podía entenderlo ya que Bella siempre había sido un poco desesperada e impaciente cuando hacíamos el amor aunque de alguna u otra manera todo era relativamente nuevo para ella, así que para mí, sería como empezar a escribir en un cuaderno nuevo y vaya que iba a disfrutar mucho enseñarle todo otra vez.

Volvió a intentar levantar sus caderas y cuando comprobé que la tenía bien sujeta, proseguí con mis caricias. Con mi lengua, rocé su clítoris y soltó un gritito que me dio confianza para seguir. La giré a su alrededor con mucha lentitud y luego pasé la punta sobre él de nuevo un poco más rápido, varias veces. Bella enloqueció y se retorcía en la cama, sentí que comenzaba a tensar sus muslos y supe que no aguantaría mucho. Busqué su entrada con mi lengua y la introduje en ella, en la cálida cavidad que era solo mía y me esperaba celosa. Con devoción, acaricié sus paredes internas tan lejos como pude llegar, recordando su dulce sabor y jurándome a mi mismo nunca más permitirme alejarme de ella, ya no lo soportaría. Bella se estremecía en mi boca. Me separé de ella y me coloqué un condón tan rápido como pude. Me ubiqué entre sus piernas y con la punta de mi erección encontré su entrada.

--Bella, mírame...

Después de esas palabras la penetré suavemente mientras sus ojos y los míos se encontraban. Era algo indescriptible el mirarla en el momento exacto en el cual su cuerpo y el mío se unían formando uno sólo. Nunca había encontrado las palabras para expresarlo, lo único que sabía era que en esos segundos, entre nosotros no había nada que no fuera pasión, entrega, confianza y amor. Sentimientos que se reflejaban en nuestros ojos, que no se podían fingir y que ansiaba mirarlos cada vez que la poseía, cada vez que me permitía tomar su cuerpo, hacerla mía, mi mujer.

Me moví lento dentro de ella, sin prisas, sin apuros, disfrutando de la fricción de nuestros cuerpos, con un ritmo acompasado, escuchando nuestro jadeos, nuestras respiraciones, sintiendo sus músculos tensarse alrededor de mi miembro y sus uñas enterrarse en mi espalda cuando ya estaba cerca del orgasmo, moviéndome más rápido para llevarla hasta alcanzarlo, gritando nuestros nombres, aferrándonos cada uno al cuerpo del otro…

Un par de minutos después, recuperábamos el aliento, Bella recostada sobre mi pecho mientras que yo trazaba líneas y dibujos en su espalda.

--¿Siempre ha sido así? – Me preguntó en voz muy baja.

--¿Así de maravilloso? – Le respondí con otra pregunta y ella asintió – Y mejor… - sonreí.

--Bella… - tenía que saber acerca de lo que había recordado en sueños – anoche te escuché hablar mientras dormías, estabas soñando ¿Lo recuerdas? – Inmediatamente se tensó y respiró muy hondo.

--No – dijo secamente.

--No me mientas, Bella – apreté un poco más mis brazos a su alrededor y besé su frente – sé que no fue algo agradable y también sé que no solo fue un sueño o una pesadilla…

--¿Qué? – Levantó la cara para mirarme.

--Lo viviste, lo vivimos – admití – no es algo con lo que me hubiera gustado que empezaras a recordar ya que me arrepiento con toda el alma por lo que te hice pasar esa noche, pero así es…

--Cuéntamelo.

--Bella…

--Por favor.

Dejé escapar el aire de mis pulmones por la nariz y aunque me moriría de vergüenza al decirle lo que había ocurrido aquella noche debía hacerlo; no quería recomenzar nuestras vidas sin ser totalmente honesto con ella.

--Estábamos en un baile de Caridad al cual apoyas, te veías muy hermosa con el vestido que te había regalado y que gané en una de las subastas benéficas; al llegar a casa te pedí que modelaras para mí. Dudosa, lo hiciste; te moviste frente a mí muy sensual, altiva, en tu papel, pero no supe canalizar todo el deseo que provocaste en mí. Como un loco desesperado por tenerte, te arranqué el vestido mientras te hacía mía…

--Casi abusé de ti Bella – confesé al fin lo que me hacía sentir mi conducta de esa noche – Y te pedí perdón arrepentido de todo corazón y te juré que jamás me volvería a comportar de esa manera; lo he cumplido y aunque no sé que me pasó o qué no me pasó esa noche por la cabeza, no justifica en absoluto como me comporté contigo. No estoy orgulloso de lo que te hice… lamento de verdad que eso sea algo de lo que empiezas a recordar.

Mientras le contaba a Bella cómo habían sucedido las cosas, tenía los ojos cerrados. Era una actitud un poco cobarde, pero no podría soportar una señal de repulsión hacia mí por parte de Bella. La amaba demasiado y por eso estaba intentando ser tan honesto y transparente como pudiera, sólo esperaba que ella lograra comprenderme. Tan concentrado estaba deseando que no me odiara, que cuando sentí en mi cuello la suavidad de sus labios regalándome un tierno beso, casi exploté de felicidad.

--¡Bella! – Grité feliz regresándole algunos más.

--¿Nos hemos enojado otras veces? – Estaba seria.

--Si. Una vez que descubrí heridas graves cerca de mis preciosas niñas – las acariciaba mientras hablaba – y cuando me dijiste que harías una sesión de fotos en Punta Cana, soy un poco celoso Bella, pero te prometí que te apoyaría en todo y también lo he cumplido – dije satisfecho de mi mismo - ¡Ah! Otra vez yo me enojé mucho porque cierta hermosa mujer, me dejó con las bolas azules y ella precisamente se encontraba en Punta Cana, ¡Que coincidencia! ¿No? Tuve que tomar el primer vuelo hacia allá y planear toda una noche en un bote, muy romántica por cierto, justo como anoche.

--Te quedó tan bello todo… gracias.

--Sería un gran mentiroso si me adjudicara todos los cumplidos Bella, Jimmy y Diego hicieron posible todo esto, yo solo les pedí ayuda, pero mira lo que lograron hacer en tan poco tiempo, son geniales, no olvidaron ni un solo detalle – me reí al recordar que había encontrado junto a los chocolates, varios paquetitos de condones colocados muy disimuladamente.

--Si que lo son – dijo las palabras contra mi cuello que seguía siendo premiado con besos ligeros. Dormimos un par de horas más y cuando desperté, varias preguntas rondaban en mi mente. Sabía que mi deseo por volver a los Estados Unidos incrementaba mi ansiedad pero no era tampoco un asunto que debía dejar que fluyera espontáneamente, también yo iba implicado en él, por eso, al tenerla despierta de nuevo, me decidí a sacar el tema a colación.

--Bella ¿Qué quieres hacer exactamente al volver a Nueva York?


-Quiero trabajar – me contestó sin titubear, muy segura de lo que quería.

--¿No crees que es un poco pronto?

--Quiero recuperarlo todo – dijo bastante decidida – quiero recuperarte a ti.

--Siempre me haz tenido, amor – besé la punta de su nariz – Bella… ¿Y tú quieres que… nosotros…? – Dudé ante esa pregunta y aún más por la respuesta.

--Quiero regresar y que todo siga como lo dejé, sin ningún cambio. Mi trabajo y todo, porque será beneficioso para ayudarme a recordar y tú… porque te quiero Edward, no quiero estar sin ti.

***

BELLA’S POV

--Te quiero Edward, no quiero estar sin ti.

¿Lo decía de verdad?

¡Por supuesto que sí! Yo amaba a ese hombre, no tan solo lo quería. Estaba muy segura de eso.

¿Y como es que hablaba con tal convicción?

Porque deseaba cosas tan simples como era el querer sentir mí cuerpo estremecerse con tan solo su contacto o un pequeño roce. Desear besarlo todo el tiempo, soñarlo desnudo junto a mí, imaginar como sería hacer el amor con él, aunque ya no solo era un deseo, ya era una realidad, querer respirar el mismo aire, ser su inspiración para vivir, saber que podía contar con él… no necesitaba enumerar todavía más cosas para saber que estaba perdidamente enamorada de Edward.

Y no es que me hubiera enamorado de él en unos días, no. Así como mi cuerpo tenía memoria, también mi corazón y yo sentía que él brincaba de emoción cada vez que Edward estaba junto a mí. Tendría que ser muy tonta para ignorarlo; no debía luchar contra eso, sería como negarme a recobrar mi vida, mi alma ¡Mi propio ser!

--Edward…

--¿Si amor? – Me coloqué a horcajadas sobre él.

--Te amo.

Ver su apuesto rostro no tenía comparación con nada que conociera, mientras intentaba asimilar mis palabras. Abrió desmesuradamente los ojos así como también sus labios se entreabrieron y cerraron al mismo tiempo en que me inclinaba para besarlos. Respondió ávido a ellos y después de un rato de tiernas caricias, se puso de pie y se dirigió al baño. Escuché correr el agua en la bañera y sonreí.

¿Acaso sería capaz?

Mi respuesta no tardo en llegar al verlo caminar majestuoso hacia mí. Tan alto como él solo, sus hombros y pecho se combinaban para levantar un muro tan duro pero que contra mi rostro, era el lugar más suave donde me había recostado; sus angostas y perfiladas caderas con la fuerza insospechada que me embestía cada vez que me hacía suya, llenándome de él; esas piernas que parecían más bien unas firmes e infinitas columnas afianzando tan imponente edificación y por último pero sin demeritar sino todo lo contrario, su regio miembro, despierto, erecto, de inigualable longitud y grosor… mío, sólo mío.

Me cargó y me llevó hasta el baño, dejándome de pie junto a la bañera que era una alberca llena de burbujas. Paseé la mirada y también el baño estaba lleno de detalles; velitas pequeñas que acababan de ser encendidas, pétalos de rosas rosas, una cesta llena de toallas, varios tipos de geles, aceites y sales de baño junto a una cesta con esponjas, cepillos y otra canasta con cremas humectantes y lociones para el cuerpo. “Jimmy” Sonreí sin tener alguna duda de que esos detalles gritaban su nombre.

--¿Lista para un buen baño?

--Totalmente cielo.

Con mucho cuidado me ayudó a entrar a la bañera y una vez dentro, se sentó detrás de mí con sus largas piernas a ambos lados de mi cuerpo. Con un recipiente en forma de concha marina, mojó mi pelo y con uno de los shampos ahí dispuestos, lo lavó haciendo que casi perdiera la conciencia con el masaje delicioso que me dio. Lo enjuagó con la pequeña manguera conectada a un lado del grifo de la bañera y luego él también se lavó el pelo.

Con una de las esponjas, frotó mi espalda y luego mi vientre, mi torso, se inclinó para alcanzar mis muslos y mi entrepierna.

--No alcanzas Edward – dije divertida.

--Claro que si, solo es falta de práctica – rió contento - ¿Te lo demuestro?

--No, dame acá – le quité la esponja de las manos y comencé a pasarla por sus piernas, primero sus muslos y después llegué hasta sus pies. Después de las risas y algunas ligeras riñas por el dominio de la esponja, estaba recostada contra su pecho, dejándolo jugar con sus niñas y la espuma, causándome un sinfín de sensaciones.

--Bella…

--Dime cielo.

--Soy un hipócrita ¿Sabes?

--¿Por qué lo dices? – Intenté girarme un poco para ver su expresión.

--Porque todavía ayer por la mañana me negaba a llegar a más contigo, estaba decidido a esperar a que recobraras la memoria pero me alegro de haber sucumbido a tus encantos; ayer en la piscina, casi me matas y cuando te dejé en la puerta de tu habitación, me decidí; ya no podía más…

--Yo también me alegro de que haya sido así – como pude me giré más y le di un beso, solo en los labios, pero intenso. Haciendo un esfuerzo sobre humano, salimos de la bañera y nos envolvimos en las toallas y luego en las batas calientitas que Edward había salido a buscar a la habitación. Nos vestimos y con tristeza dijimos adiós a esa mágica habitación donde Edward me había hecho mujer una segunda “primera vez”.

Y había sido tan gentil, tan cuidadoso y dulce conmigo que de solo recordarlo, se me hinchaba de nuevo el corazón haciéndome sentir la mujer más orgullosa, enamorada y feliz del mundo entero.

Nos cambiamos de ropa y bajamos para reunirnos con los chicos que regresaban de un tour por el pueblo cercano. Todos venían muy felices pero la que más lo estaba era Alice; traía las manos llenas de bolsos de compras al igual que el pobre Jasper que solo la seguía resignado.

Rose también tenía algunos bolsos pero eran pequeños. Ella solo había comprado algunos aretes y collares. Se tiraron a descansar sobre los cómodos sillones de uno de los salones cuando nos acercamos sin hacer ningún tipo de entrada triunfal; no podría con la pena.

--¡Vaya! ¡Los tórtolos han salido de su nido de amor! – Quise asesinar a Emmett por su comentario tan atinado.

--¡Emmett! – Le gruñó Edward, tampoco estaba muy contento con su hermano.

Alice y Rose se contuvieron y no se acercaron a abrazarme ya que vieron mi cara ruborizada y apenada; ellas también compartían mi alegría porque sabían que era un paso hacia delante en mi progreso. No me había cerrado al amor, a otra oportunidad tanto para Edward como para mí; confiaba y me dejaría guiar y querer por él.

Miré a Jimmy y podría asegurar que sus ojitos brillaban, lo quería tanto… él también se aguantó y solo me sonrió. Luego les agradecería a él y a Diego la habitación de ensueño que habían arreglado para nosotros.

***

Esa misma tarde regresaríamos a Florencia. Diego tenía cirugías a primera hora y yo tenía muchas cosas que hacer, según Jimmy; pero los chicos se quedaban un día más, estaban fascinados con la villa y planeaban disfrutar su día extra.

Al llegar a casa, Jimmy me miraba risueño – Bien Bella, entonces nos vemos mañana, estaré por aquí alrededor de las 10 ¿De acuerdo? – Dijo muy fresco.

--¿Jimmy? – Pregunté confundida. Edward tenía una sonrisa divertida pero permanecía calladito.

--Ya tienes a Edward contigo, no tengo de qué preocuparme ¡Diviértete Bella!

Y sin agregar nada más se despidieron de nosotros y nos dejaron solos en casa.

--¿Qué pasa Bella? ¿No quieres quedarte a solas conmigo? – Se acercó a mí por detrás, susurrándome esas palabras al oído.

--Claro que quiero – me di la vuelta para quedar frente a él – solo que no esperaba que fuera tan obvio.

--¿Obvio para quién? ¿Para él o para ti? – Me encogí de hombros y puse mi mejor sonrisa.

--Supongo que me cuesta ver qué tan fácil Choo puede desprenderse de mí.

--Bella, él no se está “desprendiendo” de ti. Jimmy también tenía una vida antes de que ocurriera todo esto – hizo un ademán señalando a nuestro alrededor – y lo dejó todo sin preguntar si lo necesitabas o no, él solo sabía que si y no dudó en acompañarte a donde fuera que tú te dirigieras; creo que es un poco egoísta que pienses así amor, él solo está continuando con su vida y nunca va a dejar de quererte por eso.

--Creo que… como siempre tienes razón – miré hacia mis zapatos.

--¿Quieres salir un rato a la terraza? – Sentí sus manos alrededor de mis caderas y no me costó ningún esfuerzo decirle que sí.

Nos tiramos en un camastro. No prendimos ninguna luz para poder observar mejor el cielo estrellado. El brazo de Edward rodeaba mi espalda y yo estaba recostada en su pecho. Ya había abierto un par de botones de su camisa y mi mano estaba jugando bajo la tela.

--¿Bella?

--¿Si?

--A partir de mañana tu vida va a dar otro giro de 180º.

--¿Eso significa que volveré a ser la misma, Bella? – Reí.

--Significa que de nuevo tendré que pedir citas para poder verte – dijo algo melancólico – y apenas acabo de recuperarte.

--¿Edward?

--Jimmy te tendrá tan ocupada que voy a tener que secuestrarte para poder estar contigo, te pondrá clases de mil cosas que él asegurará que las necesitas – su mano había tirado de mi blusa y la sacaba de entre mis jeans – y cuando llegue a casa y abra el refrigerador, solo encontraré manzanas y botellitas de agua – metió su mano bajo la tela y comenzó a acariciarme – y tus bolsos, volverás a llenarlos de todos los objetos que según tú, necesitarás durante el día y que solo harán que parezca que cargas un muerto ahí dentro y el baño, parecerá otra vez el rack de un supermercado lleno de todo tipo de productos “indispensables”, cremas, shampos, tratamientos, mascarillas, jabones, aceites… y cuando vayas a tener alguna sesión de fotos importante, no aceptarás que te invite a cenar o a comer a ningún lugar por lo que indiscutiblemente esa dieta también aplicará para mi, ah y eso sin olvidar que una noche antes a tu sesión, no me dejarás tocarte ni con el pensamiento, bueno – titubeó – a veces no puedes resistirte a mis encantos y terminas cediendo. También…

--Si no quieres que vuelva, solo dilo – dije con un hilo de voz pero muy sincera.

--Bella, no – colocó un dedo bajo mi barbilla y la levantó hacia él – solo bromeaba; jamás impediría que dejaras de hacer lo que te gusta. Sabes que no lo haría – sentí su abrazo más fuerte.

Ya que Edward lo mencionaba, la verdad era que no había pensado con detenimiento todo lo que tenía por delante. Me había emocionado mucho al escuchar a las chicas y sobre todo, al verme en esas revistas con un cuerpo espectacular, pero ¿En realidad estaba conciente de todo lo que conllevaba la vida de una modelo? ¿Estaba preparada y lista para eso?

¡Diablos si!


No era momento para venir con pesimismos ¿Por qué demonios no podría hacerlo? Ya lo había hecho una vez y era una chiquilla, ahora solo necesitaba un poquito de práctica, porque hay cosas que nunca se olvidan ¿No? Son como el sexo y andar en bicicleta, aunque por esa ocasión solo pudiera estar segura de lo primero.

--Te creo cielo y prometo que no te tendré comiendo manzanas – le aseguré al mismo tiempo que me frotaba a su cuerpo.

--Amor, lo hacía por solidaridad y lo haré las veces que sea necesario porque te amo, Isabella Swan – me dio un beso apasionado que se tornó demandante y en menos tiempo de lo que pudimos darnos cuenta, nuestras respiraciones agitadas y nuestros jadeos, nos llevaron a nuestra habitación para tener otra noche de entrega y amor incondicional.

***

Otro despertar perfecto.

Acostada de lado y Edward adherido a mi cuerpo, abrazándome. Su brazo en mi cintura, manteniéndome unida a él, posesivo… perfecto.

No quería ni moverme, pero Choo me había dicho que a las 10 empezaríamos a trabajar y el reloj en mi mesita indicaba que apenas tenía un poco más de media hora para darme un baño y vestirme. Tampoco quería despertar a Edward, prefería que se quedara durmiendo porque tenía que recargar energía… la necesitaría para esa noche.

Comencé a moverme muy despacio para salir de su abrazo sin despertarlo pero fue inútil. Edward empezó a removerse detrás de mí y su brazo me atrajo más a él; al pegarme de nuevo a su cuerpo, sentí algo en mis nalgas que estaba cien por ciento segura que no estaba ahí antes. Inhalé sorprendida por la rapidez que tenía Edward para reaccionar, sonreí perversa y afortunadamente para mí, no lo notó o al menos eso creí.

--Mmm esa sonrisita malévola me excita Bella – su voz ronca y muy sexy me hizo dar un brinquito.

--Cielo, me asustas – confesé – mejor sigue durmiendo, guarda tus energías y hoy en la noche…

--Hoy en la noche nada, mejor de una vez – sus caderas se pegaban a mi trasero y su erección cada vez se hacía más grande.

--Edward, tengo el tiempo justo, yo… lo siento.

--¿Lo siento? – Soltó una sonora carcajada – no Bella, tú aún no sientes nada.

En menos de un pestañear de ojos, Edward ya estaba sobre mí atacando directamente a mi cuello, llenándolo de besos húmedos que me parecieron demasiado excitantes, pero traté de concentrarme y al tomar mis muñecas y colocarlas sobre mi cabeza, mi cuerpo comenzó a traicionarme, endureciendo mis pezones y arqueando mi espalda.

--No Edward, no – rogué.

--Si Bella, si…

¿Acaso este hombre nunca escuchaba lo que le pedía? ¿Por qué me torturaba de esa forma poniéndome en un predicamento, seguir o no seguir?

--Tranquila amor, será rápido pero te va a gustar, te lo aseguro – me decía mientras se ponía un condón y se ubicaba entre mis piernas.

--¡Edward! Yo no estoy lis… - me cortó.

--Claro que lo estás – deslizó un dedo dentro de mí y después me lo enseñó… brillaba - ¿Ves que si?

Y sin decir nada más, con un fuerte empujón de sus caderas me penetró. Potente, duro, pleno. Ante tal embiste el aire que contenían mis pulmones escapó junto con un grito de mi garganta pero Edward no se detuvo. Siguió arremetiendo en mi cuerpo con vigor y un ritmo constante. Con cada acometida de su miembro, mis senos temblaban ante el choque de nuestros cuerpos. En mi interior se levantaba un torbellino de sensaciones que acababa con cualquier indicio de razón que pudiera hacerme mantener la cordura o pensar con claridad. A ese punto, sabía que ya sería inútil, mi cuerpo dominaba a mi mente. Ya no quería ser racional, ni conservar un ápice de razón, no lo necesitaba; yo solo quería sentir como ese hombre que me hacía suya, me llenaba, me complacía, me amaba.

--Bellaa…

Que gritara mi nombre fue un aviso, Edward no duraría mucho más y yo me encontraba en las mismas condiciones. Mis músculos internos comenzaban a cerrarse sobre él; mis jadeos y la parte superior de mi cuerpo estaban incontrolables y el torbellino arrasador me llevaba cada vez más hacia el filo del abismo.

--Ah Edward…

Sin poder evitarlo grité su nombre no solo una vez, y eso nos empujó a un orgasmo arrollador haciendo que la tensión que ejercía sobre el miembro de Edward casi lo sacara de mi.

Se desplomó sobre mi cuerpo que por la excitación, no sintió su peso. Nuestras agitadas respiraciones poco a poco regresaban a su ritmo normal y cuando se recobró, se recostó junto a mí que aún trataba de respirar un poco más relajada.

--¡Diablos Bella! – Maldijo – necesitamos condición, estoy temblando.

Nos reímos y esperamos unos minutos más. Con mucha más calma de la que esperaba, Edward me abrazó y me besó.
 
 --¿Satisfecha señorita Swan? – Esa voz melosa me hubiera excitado de nuevo con mucha facilidad, pero levanté mi ceja en señal de advertencia, si seguíamos así no saldríamos de la cama jamás.

--Mucho, gracias por ser un despertador tan eficiente Ingeniero – agradecí – pero por el momento, tengo que salir de aquí y darme un baño, desde hoy comienzo a tener muchas obligaciones y ya se me hace tarde.

--Eso no es problema – dijo confiado – yo la ayudaré.

Y sin darme tiempo de gritar o de negarme, me llevaba al baño para recibir uno de los mejores y más completos baños express de mi vida.

***

--Bella – decía Jimmy muy serio, muy profesional – tienes que decidir en qué desfile quieres hacer tu “reaparición”.

Me quedé congelada y callada porque no sabía en qué basarme para tomar una decisión.

--Podrías hacerlo en la semana de la moda, ya que estamos en Europa, pero iríamos contra reloj y no quiero que te esfuerces y te presiones innecesariamente, lo que nos deja varias opciones… el desfile de Chanel a finales de octubre, en noviembre el de Victoria’s Secret, también en noviembre están Marc Jacobs, Prada y Fendi, por lo que tendríamos dos meses exactos si decides empezar en octubre…

--¿Qué debo de tener en cuenta para decidir? – Estaba aterrada.

--Bueno – inhaló aire como si fuera a dar el discurso más importante de su vida – tú eres el rostro de Chanel, que es una de las cinco firmas más importantes del mundo; sus desfiles son los más vistos y esperados además tienen una producción impresionante, son los más lujosos, impredecibles y en pocas palabras in-cre-í-bles; sería lo más inteligente elegir este evento ya que regresarías con un desfile de la casa a la cual perteneces, no habría nada más chic que gritarle al mundo, “Hey, aquí estoy y vengo con todo".

--El de Victoria’s Secret, no es menos importante, solo que va más enfocado a abarcar otro tipo de mercado por vender artículos más accesibles, es menos formal por el tipo de producto pero – respiró – este desfile lo ven hasta los osos polares, tiene una difusión masiva e impresionante, eso por un lado y por el otro, sería reaparecer con un cuerpo imponente, con las modelos más hermosas del mundo y diciendo “aquí no ha pasado nada, estoy mejor que nunca”.

Miré a Edward y estaba sentado con una pierna cruzada, el brazo en el descansa brazos y la mano cerrada en un puño sobre su boca y “algo” en la mesa de café acaparaba su atención. El no estaba contento con ese desfile, su actitud hablaba por si sola.

--Los demás desfiles también son muy importantes, tienen todos los elementos necesarios como para captar toda la atención que nosotros requeriremos para hacerte notar pero, son más elitistas, exclusivos, no los representas, no es tú marca, como Chanel.

--¿Jimmy, tú que elegirías? – Sacudí mi cabeza – Edward ayúdame a decidir.

Después de unos segundos y de que la mirada de Choo bailara sobre mí y sobre Edward, lo escuché – Bella, Jimmy es quien sabe cual es tu mejor opción, guíate de él amor, no de mí.

Me tranquilizó escuchar que me dijera eso aunque yo no podría elegir algo sin tenerlo a él en cuenta y mucho menos después de demostrarme cuanto me amaba. Estaba ahí conmigo, mientras su familia y su trabajo se encontraban del otro lado del mundo. Edward confiaba en Jimmy y en mí, sabía cual era mi trabajo y me apoyaba, él sabía que haríamos la mejor elección.

--¿Y qué diremos sobre todos estos meses en los que desaparecí?

Jimmy apretó los labios – creo que lo más prudente y para evitar enredarnos con mentiras, sería decir la verdad – dijo con firmeza y yo me paralicé.

--¿L-la v-verd-dad? N-no y-yo n-no… – comencé a tartamudear y en un instante Edward ya estaba junto a mí pasando un brazo sobre mis hombros y acercándome a su pecho.

--Shh shh, calma no pasa nada.

--Bella, tranquila, daremos una versión “oficial”, sin detalles, solo a grandes rasgos – Choo me explicó – pero que se base en lo que ocurrió y que ningún periodista pueda enredarte con preguntas tramposas.

--¿Y cual sería esa versión oficial? – Edward preguntó mientras acariciaba mi espalda.

--Eso tenemos que discutirlo con Ángela quien llegará en un par de horas y juntos, los cuatro, porque tú también estás en esto ¿cierto? – Se dirigió a Edward quien asintió sin dudar – juntos decidiremos cual será esta importantísima versión.

--¿Y-y porque viene hasta aquí Ángela? ¿No es un poco exagerado? – estaba intrigada.

--Es un tema demasiado importante y delicado para tratarse por teléfono o en una video-conferencia, además tenemos que ajustar las agendas y ver si podremos reprogramar algunos de los trabajos que tenías firmados, también revisaremos las multas que tuvieron que pagarse por incumplimiento de contrato y cuales pueden recuperarse si volvemos a firmar con ellos.

--¿Tú te ocupas de todo eso, Jimmy? – Edward estaba asombrado y yo también.

--Si y además la acompaño siempre a donde va y me encargo de revisar que tenga todo lo que necesita mientras trabaja, escojo su ropa, voy de compras por ella y la cuido más que si se tratara de mi propia hermana.

--Tengo que reconocer que nunca había prestado atención a todo lo que hacías Jimmy. Gracias – le agradeció Edward sinceramente.

--¿Por qué me agradeces?

--Por cuidar y querer tanto a mi Bella…

***

Efectivamente, como Choo había dicho, Ángela llegó un par de horas después. Yo estaba un poco nerviosa porque para mi sería conocerla por primera vez, pero Jimmy me dijo que era muy agradable, muy paciente y sobre todo muy inteligente y confiable. Había logrado para nosotros, y Jimmy hablaba por él y por mí porque éramos un equipo, contratos importantísimos como el de Chanel, otras firmas y muchísimas portadas en muchas revistas por todo el mundo.

También me platicó que una vez tuvimos una “diferencia” porque ella, buscando colocarnos en la televisión para tener una opción cuando el trabajo de modelo bajara, me había conseguido entrevistas y más contratos en la tele y yo me enojé porque en mi contrato con ella como mi agente y publicista, había dejado muy claro que no quería tener nada que ver con la televisión o que tratara de que fueran muy pocas las veces que tuviera que hacer algo para ese medio.

Ella no había respetado mi petición y yo simplemente salí de su oficina sin querer saber nada más del asunto, pero Ángela había recapacitado y aceptado su error; después de eso, nuestra relación laboral se afianzó mucho más y nuestra amistad se solidificó con creces, hasta que me fui de Nueva York dejándola colgada con todos los contratos pero ella no preguntó nada, siguió mis peticiones y además, trató de salvar la mayor cantidad de compromisos firmados.

--¡Bella! – Entró emocionada y me abrazaba - ¿Cómo estás?

--Bien Ángela – Jimmy tenía razón, a primera vista notabas que era buena persona.


--Es verdad, te ves muy bien, hola Edward – lo saludó cordial y él le regresó el saludo.

--Jimmy me contó lo sucedido hace un par de meses, tuvo que hacerlo, no te enojes con él – abogó por Choo.

--No te preocupes, sé que no haría nada que me perjudicara, es un buen chico – dije despeinándolo mientras lo acariciaba como a una mascota y él solo me aniquilaba con la mirada por romper su look.

--Bueno, ya estoy aquí así que manos a la obra – entrelazó sus manos ansiosa - ¿Por donde empezamos?

Sacó su laptop y Jimmy hizo lo mismo. Yo aún no decidía en qué evento haría mi reaparición, así que me dieron un par de horas más para pensarlo bien mientras pedíamos algo de comer y ellos hacían ajustes sobre algunos contratos rescatados. Se avecinaba una noche muy larga, ya que Ángela tenía que volver a Nueva York al día siguiente y debíamos dejar todo listo para cuando se fuera, las agendas, todas las decisiones importantes tomadas y además, la versión oficial.

Pedimos italiano, para variar, ya que a Ángela le encantaba. No ordenamos mucho, solo un poco de pasta y mucha ensalada, no tan estricta pero por algo debía empezar, ya había comido cantidades industriales de pasta en todo ese tiempo y necesitaba cuidarme por mi trabajo.

Se escuchaba tan extraño… ya tenía un trabajo, algo en qué ocupar mi tiempo, no como antes de que llegara Edward y me contara todo, cuando mi trabajo era esperar que se consumiera el día para dormir y esperar por el siguiente ¿Cómo había podido vivir así?

Entre Edward y yo pusimos la mesa. Lo hacíamos en silencio ya que yo estaba inmersa en mis pensamientos tratando de elegir lo que fuera mejor para nosotros pero aún no me decidía. Giré para ir a la cocina a buscar algo y choqué con Edward quién me rodeó con sus brazos. Yo me pegué a su cuerpo y también lo abracé; necesitaba sentirlo conmigo, apoyándome como lo hacía, queriéndome…

--Relájate Bella – susurró – cualquier cosa que decidas estará bien, piénsalo. Si elijes el desfile de Chanel regresarás con mucha clase y elegancia; y si escoges el de Victoria’s, lo harás de una forma muy sensual y todos te verán; ambas son muy buenas elecciones.

--¿A ti en cual te gustaría verme?

--A mi me gustará verte feliz y disfrutando lo que haces – me dio un beso en la frente y nos separamos – ven, ayúdame con los vasos.

Nos sentamos a la mesa y Ángela devoraba todo lo que le pasaba al frente. Edward con su eterna lasagna estaba más que contento al igual que Jimmy, y yo, comiendo una ensalada mediterránea gigante.

--¡Pero Bella! Estás en Italia ¡Come pasta! – Exclamaba emocionada con un pan con ajo en la mano.

--Mmm… estoy tratando de guardar la línea – Edward hizo una mueca cuando me escuchó.

--¿Guardar la línea? ¡Por favor Isabella!

--Bella – dijo Jimmy – la mejor forma para guardar la línea es comer con los ojos y yo, no te quiero así. ¡No empieces a exagerar por favor!

***

--Será Chanel.

Jimmy saltó como si hubiera sido impulsado por un resorte y gritaba emocionado mientras que Ángela aplaudía feliz. Edward solo los observaba festejar y yo sonreía al ver sus reacciones.

--¡Ja! ¡Prepárense que Pinky y Cerebro vuelven para dominar al mundo! – Gritó Choo.

--¿Pinky y Cerebro? – Edward estaba doblado de la risa.

--Ajá y ambos enfundados en hermosos y exclusivísimos diseños di-vi-nos y en altísimos Louboutin… ¡Regresamos al juego! - decía Jimmy con una sonrisa y una expresión que daba miedo ¿En donde estaba el Jimmy profesional de hace unos momentos?

--Creo que es la mejor decisión – Ángela sonreía satisfecha.

--Por supuesto que es lo mejor. Tenemos tantas cosas por hacer Bella, ¡Que no sé por donde empezar! – Choo seguía emocionado. Sentí una mano enredarse en mi cintura y apretarse a mí. Era la manera de Edward de demostrarme su apoyo y su amor. Lo amaba.

--Dios, tengo que organizar todo para volver a Nueva York porque con esto, apenas tenemos tiempo para prepararnos, no podemos perder ni un solo momento. Siento que me tragué un reloj y las horas empiezan a comerme por dentro.

Jimmy tenía una luz y un brillo en la mirada que no le había visto jamás. La felicidad le fluía a borbotones. Tal vez, siempre había sido así de feliz y había sacrificado lo que tanto le gustaba hacer tan solo por estar conmigo. Pero ahora las cosas cambiarían porque la única forma de agradecerle su sacrificio, además de quererlo mucho, era siguiendo sus instrucciones y trabajando duro.

Ángela y Jimmy estuvieron muchas horas más estudiando sus “estrategias”, no querían dejar pasar por alto puntos importantes, como ellos decían. Estaban tan concentrados implementando un plan de trabajo, que a Edward y a mí, nos mandaron a dar un paseo y les tomamos la palabra. Tomé un suéter ligero y salimos a caminar por las calles cercanas. Edward me tomaba de la mano y caminábamos en un cómodo silencio.

Pasamos algunos cafetines al aire libre y de pronto nos topamos con uno que tenía sombrillas rojas. Mi respiración comenzó a agitarse y de pronto cerré los ojos y en mi mente ya no era de noche sino un espléndido día soleado. Cientos de imágenes pasaban por mi mente en fracciones de segundo pero podía verlas todas claramente. Yo estaba ahí, sentada sola bajo una de las sombrillas y me levanté cuando alguien se acercó a mí, corrí y al llegar a un kiosco, la foto de Edward y Alice junto a una mujer rubia me golpeó a la cara. Comencé a sentir un dolor en el pecho que se hacía cada vez más grande y se extendía por todo mi cuerpo, pero el dolor en mi cabeza era mucho peor.

--¡No Alice, tú no!


--¡Bella! – Escuchaba la voz de Edward que me llamaba - ¡Por favor, Bella! ¡Reacciona!

Comprendí en ese instante que lo que estaba viviendo en mi mente, era un recuerdo, y que al escuchar mi nombre de labios de Edward se esfumó así de fácil como había regresado a mí.

--¿Qué pasa? Por favor dime qué tienes – sus brazos me sostenían fuerte.

--Yo… recordé… Edward – hable con dificultad debido a mi agitación y al dolor.

--Todo está bien amor, todo está bien – repetía asustado.

--Te vi… junto con Alice y… y una mujer rubia.

Edward estaba casi tan pálido y confundido como yo.

--¿Era ella? ¿Esa rubia era… Irina? *



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Gracias PattinsonWorld.