lunes, 14 de marzo de 2011

EPÍLOGO

EPÍLOGO


EDWARD’S POV

¡Qué hermosas eran mis pequeñas! No había quien no se detuviera a hacerles mimos y a decirnos que eran unas verdaderas muñequitas y yo como el orgulloso padre que no podía evitar ser, agradecía los cumplidos a mis hijas mientras abrazaba por la cintura a su bella madre y con la otra mano continuaba empujando la carriola, con el pecho hinchado de pura satisfacción.





Las habíamos llevado al parque y recostado sobre una enorme manta para que empezaran a gatear. Aún no lo hacían y nosotros moríamos por verlas empezar a descubrir solitas el mundo. Mis hijas cumplían ya los 6 meses de edad y Bella los 2 de embarazo; también se recostó en la manta junto a mi y acaricié su vientre. Otro hijo mío crecía plácidamente ahí. ¿Cómo pudimos no tener cuidado? La verdad, a mi no me importaba, yo estaba más que rebosante de felicidad al saber que tendríamos otro hijo; esta vez era solamente un pequeñito.

Bella era la que me preocupaba. ¿Estaría contenta con este nuevo embarazo? Su estado la pondría de nuevo fuera de circulación profesionalmente hablando y eso me hacía sentir un poco mal. Seguía siendo muy egoísta al alegrarme por su embarazo sabiendo que de nuevo, Bella vería pasar otro año sin trabajar como ella estaba acostumbrada a hacerlo.

–¿Estás loco? – me preguntaba alterada una noche que hablábamos de esto – ¿No te das cuenta que ustedes son lo más importante para mí? – colocó mi mano sobre su vientre – mi carrera ahí está y me gusta trabajar es verdad, pero a la única persona a quien debía probarle hasta donde era capaz de llegar era a mi misma y ya lo he hecho… he llegado mucho más lejos de lo que alguna vez soñé, los tengo a ustedes y no necesito nada más.



–Bella…

***

–Edward, estoy lista.

Me giré y al verla tan elegante y con esa clase, sentí un calor que me recorría el cuerpo. Era tan linda y su crecido vientre le hacía tener un brillo diferente y muy especial en la mirada, ojala pudiera conservarlo siempre…

–Estás preciosa y muy elegante.

–Gracias. Me esmeré un poco, es una noche muy importante ¿Estás nervioso?

–No me gustan las cámaras ni las entrevistas – la atraje hacia mi – lo bueno es que tengo una buena maestra y creo que podré manejarlos.

–Y lo harás muy bien, cielo – me dio un beso en la comisura de mis labios.

–¿Preparada para cortar ese listón con el gobernador señora?

–Preparada y orgullosa del Ingeniero que construyó esa imponente obra ¿Lo conoce usted?

–Mmm no pero debe ser un tipo muy afortunado, si la tiene a usted y a su hermosa familia… no le falta nada.

***

BELLA’S POV

Sonreía frente al espejo. Nunca me había sentido tan bien para estar embarazada. Fue algo que me tomó por sorpresa y al contrario como Edward pensaba, estaba tan feliz que ni las náuseas matutinas de los primeros meses empañaron mi felicidad. Ese día celebrábamos el primer añito de mis pequeñas, un mes antes pero era necesario ya que no quería estar a punto de dar a luz e incómoda en la fiesta de Sarah y Sophie. Ya daban sus primeros pasitos y traían locas a las pobres nanas, ya no se diga a Edward, a los abuelos y a los tíos.

Jimmy había organizado todo, como siempre con su gran don e impecable gusto. El tema de la fiesta fue ”Angelina Bailarina” y todo el jardín estaba hermosamente decorado en rosa. Mesitas y sillitas miniatura, globos blancos y rosas por todos lados, animadoras disfrazadas de Angelina y nuestras preciosas hijas vestidas con sus mallas rosa junto con sus leotardos, sus cómodas zapatillitas de ballet y sus pequeñísimos tutús.

–Esto es sugestión en su más pura esencia – Edward susurró a mi oído – ¿No eras tú quien estaba en contra de eso?

–Es sólo un disfraz cielo, no me digas que no se ven divinas…

–Son las niñas más bellas que he visto, se parecen mucho a ti, son muy inteligentes y lo más importante… me adoran.

Era verdad, mis hijas tenían una especie de fascinación por su padre; apenas lo oían llegar y se deshacían en brincos, aplausos y besos para él. Les encantaba recostarse con su papi en nuestra cama y dormir entre nosotros. Eran tan cariñosas… eran la alegría de la familia, hasta que llegó mi pequeño Ryan y tuvieron que compartir el cariño de todos que está de más decir que sobraba.

Esa vez tampoco quise saber con anticipación el sexo de mi bebé y Edward tampoco. Decía que si pudo con la curiosidad cuando esperábamos a Sarah y Sophie, también podría manejarlo con este bebé, por eso su sorpresa fue arrebatadora cuando en la sala de partos, Addison nos anunció:

–¡Dios mío! ¡Qué varoncito tan grande! ¡Felicidades papás!.

***

EDWARD’S POV

¡Un hijo varón por fin!

No es que no adorara a mis nenas, eran la luz de mis ojos, pero un varoncito, es también lo que todo padre desea.

–Papá, nene – mi dulce Sophie decía sus primeras palabritas y Sarah también hacía sus primeros intentos – mamá, nene…

–Si cariño, nene – Bella amamantaba a Ryan mientras mis hijas y yo mirábamos la tierna escena.



–Mío – declaró Sarah – nene mío.

–Algo posesiva mi pequeña – Edward acarició sus rizos castaños – ¿Ya no me quieren? ¿Quién es el papi más guapo?

–¡Papi! ¡Papi! – contestaban levantando sus bracitos.

***

–Sophie mi amor ¿Por qué caminas así?

–Tío Jimmy dizze que azzí caminan lazz prinzzezzazz y yo zzoy una prinzzezza – dijo con su adorable seseo.

–Yo no quiero caminar como pato – Sarah también hacía esfuerzos por caminar como entumida. Mis pobres hijas… tendría que hablar con Jimmy ¡Urgente! Mis hijas eran muy pequeñas para empezar con esas tonterías.

–Tío Jimmy está equivocado y ustedes caminan muy bonito – las cargué, cada día pesaban más, les di un beso en la mejilla.

–Mami no camina así, ni tía Rose y tía Alice tampoco – dijo Sarah muy seria.

–Porque ellas ya son mayores, cuando ustedes crezcan caminaran más bonito de lo que caminan ahora, no le hagan caso al tío Jimmy.

***

–¡Bella! – la llamaba entre susurros – ¡Bella! ¡Mira a la pequeñas!

Mis hijas estaban en el vestidor probándose la ropa de Bella, ya se habían maquillado, tenían la boca roja y zapatos de tacón.

–¡La cámara Edward! Tómales fotos y yo las filmo con mi teléfono – disfrutaba tanto de las ocurrencias de mis nenas que a veces tardaba en reaccionar por quedarme mirando sus travesuras, que para los 4 años que tenían, eran muchas.

–Vamos a llegar tarde al baile Cenicienta ¡Apúrate!

–No zzoy Zzenizzienta, zzoy Bella.

–Bella es mamá, tú eres Cenicienta y yo soy Esmeralda.

–¡Que no! Mi pelo ezz como el de mamá y ella también zze llama Bella.

–Entonces yo también soy Bella.

–Ezztá bien, un rato tú y un rato yo.

Empecé a repartir besos detrás de la oreja de Bella y se estremeció.

–Mmm, esta bestia quiere darte un poco de cariño Bella, vamos a dormir a estas pilluelas.

–Veo que has perdido el miedo, eso me gusta.

–Esto te va a gustar más amor…

***

BELLA’S POV

–¿Mamá?

–Dime mi cielo – pasaba mi mano por el pelo de mi pequeño en un inútil esfuerzo por controlarlo.

–¿Cuántos días faltan para ir con mi Lito Charlie? – me miraba muy serio – me duermo y me levanto, me duermo y me levanto muchas veces y no me voy con él a pescar… ¿Ya no voy a ir?

–Te tienez que dormir y levantar una vez máz y entoncez papá noz llevará ¿Verdad mamá? – dijo mi hermosa Sophie y abrazó a Alex, su hermanito más pequeño. Alex había llegado al mundo dos años después que Ryan y como todos nuestros hijos, nos llenó de ilusión saber que venía en camino y esperamos impacientes el momento de su nacimiento. Ya tenía 4 añitos y mis gemelas de 7, lo cuidaban como su bien más preciado.

Nuestros cuatro pequeños iban a pasar unos días con mi padre como lo venían haciendo desde hacía 2 años, éste sería el primero para Alex y estaba más que impaciente por ir con su “Lito” para que lo llevara a pescar.

–Así es grandulón, papi los llevará con el abuelo, debes portarte muy bien y obedecerlo a él y a abuelita Sue en todo lo que te digan ¿De acuerdo?

–Me quiero quedar a vivir con mi Lito Charlie y mi Lita Sue para ir siempre a pescar – anunció mi pequeño con decisión.

–¿Entonces quien va a cuidar de papi y de mami si te quedas con los abuelos, Alex? – hice un puchero exagerado.

–Tú me tienes que ayudar, yo no puedo cuidarlos solo – dijo mi valiente Ryan convenciéndolo... él y Alex eran idénticos, una copia fiel de Edward con mi color de ojos.

–¿Me vaz a dejar zolita Alexz? – Sophie imitó mi puchero y luego Sarah – ¿Y a mi?

–Papá ya está grande y se cansa – agregó Ryan tan maduro y protector para su edad.

–¡Hey! ¿A quien le dices viejo, Ryan? ¿A tu padre? – Sarah y Sophie se pusieron de pie para abrazar a Edward que llegó a media conversación haciéndose el ofendido pero levantó del suelo a Ryan elevándolo por el aire después de besar a sus bichitos.

–Está bien – aceptó Alex al fin – regresaré para cuidarlos ¿Verdad Ryan?

–¿Cuidarnos? – Edward me miró intrigado y le sonreí – ¿Ya tienen todo listo?

“¡Siii!” gritaron a coro mis 4 torbellinos.

Los niños se acostaron y ya descansábamos en nuestra habitación, relajados.

–Una semana para nosotros solos, señora – Edward me besaba el cuello y me rozaba con la nariz la mandíbula – ¿Está usted preparada para ser consentida por su marido?

–Más que preparada, estoy ansiosa…

–Podemos empezar con el tratamiento especial ahora mismo ¿Le gustaría?

–¿Gustarme? – reí – ¡Se lo suplico!

Edward se colocó sobre mi y con esa lentitud tortuosa empezó a besar mi pecho, llegando a mis senos.

–Mmm mis niñas, siempre tan hermosas y esperando por mi…

–¿Qué niñas? – la vocecita de Alex nos sorprendió y Edward se dejó caer sobre mi, ocultando la desnudez de mi torso –¿Qué le haces a mami papá?

–¡Alex! – dijo con nerviosismo – mami tiene un piquete de mosquito muy pequeño y no puedo verlo ¿Qué haces despierto cachorro?

–¿Puedo llevar a “Nano” conmigo? – No dejaba a su cocodrilo de peluche por nada del mundo.

–Claro que si cariño, ve a tu cama, en un momento estoy contigo – le dije suavemente y mi hijo salió a su habitación.

–Olvidé cerrar con seguro la puerta.

–Creo que me di cuenta – dije levantándome y poniéndome una bata.

–Vamos juntos, creo que está ansioso y nervioso por las vacaciones con Charlie.

Al día siguiente, me desperté temprano para cerciorarme que todo estuviera listo para el viaje de mis pequeñines. Edward los llevaría a Forks con las nanas que estaban con nosotros desde que nacieron Sarah y Sophie; confiábamos mucho en ellas y siempre iban con nosotros a todas partes cuidando a nuestra pequeña tropa.

Yo volaría a París para la campaña de cosméticos de Chanel. Ya no tenía exclusividad, pero hacía campañas ocasionales con ellos. Tampoco trabajaba como antes en desfiles, sólo aceptaba desfilar para eventos muy especiales. Todo mi tiempo, mi dedicación y mi esfuerzo estaba enfocado primero a mi familia y luego a la agencia de modelos que abrimos Jimmy, Rosalie y yo y por la que aún seguíamos viajando mucho, vigilando las oficinas que teníamos en los Estados Unidos y en varios países mientras íbamos también reclutando chicas. Era increíble el éxito que tenía la agencia que se había convertido en una de las 3 más importantes del medio porque nuestras modelos estaban tan preparadas y eran tan profesionales que todos querían trabajar con ellas.

–Mamá ¿Cuando volvamos podremos empezar a planear nuestra fiesta? – Sarah adoraba celebrar su cumpleaños.

–Por supuesto, ya estará aquí la abuela Reneé y junto con abuelita Esme y tío Jimmy estarán impacientes por ayudarnos – la abracé – dame un beso, ven.

–No estés triste mami, yo voy a cuidar a mis hermanos.

–No estoy triste mi cielo – llené de besos a mi Ryan – diviértanse mucho y pórtense muy bien con los abuelos – me despedí de mis hijos y el nudo en mi garganta se apretó al ver a mi pequeño Alex partir con su mochila en la espalda de la mano de su padre. Se iba feliz.

***

–Estoy agotado – Jimmy se tumbó en el enorme asiento de primera clase del avión que nos llevaría a París – tantos viajes están haciendo mella en este cuerpecito agraciado por todos los dioses del Olimpo. Necesito un descanso…

–¿Escuché bien? – me giré para mirarlo bien – ¿Tú diciéndome eso?

–Nunca pensé que llegaría el día en que te quejarías de esta vida llena de glamouur – Rose hizo un ademán exagerado.

–No me quejo, sólo digo que me gustaría viajar un poco menos – se encogió de hombros – quiero pasar más tiempo en casa, eso es todo. Creo que necesito ser más hogareño – lo miré extrañada.

–¿Te sientes bien? – toqué su frente bromeando.

–Perfectamente.

–Bueno – dije titubeante – podemos organizarnos ¿No? Jane y Tanya conocen bien el manejo de la agencia. Ellas podrían viajar más y nosotros dirigirla desde aquí; tendríamos más tiempo para dedicarlo a otras cosas…

–Claro, así podrías tener por fin tu tan ansiado programa… ¡Cómo el de Tyra! – se burló – de repente veremos a un puñado de adolescentes hormonales gritando por todas partes “Beella mail”

–¡Cállate Choo! – lo fulminé con la mirada.

–Yo aprovecharé y me haré un “arreglito” – nos confesó Rosalie – después de 3 hijos no pretendían que no me diera una ayudadita ¿No?

–¿Ya no piensan tener más hijos? – la miraba concentrada.

–No, ya con Danny, Leo y mi pequeña Lucy estamos muy bien – suspiró orgullosa.

–Hazlo Rose, además de levantarte el animo te levantará otras cosas ¿Verdad Bella? – la alentó Choo como lo había hecho conmigo un par de años antes.

–Tengo que reconocer que es cierto – admití sin pena – estos Cullen son muy intensos y el cuerpo se resiente después del tercer hijo. Créeme Rose, te vas a sentir muy bien y Emmett enloquecerá.

–¿Qué dijo Edward cuando le dijiste lo que querías hacer? ¿Cómo lo tomó?

–Muy bien, él sabía que era para subir mi autoestima, además no me hice gran cosa, solo regresé las cosas a su lugar original y mira, yo estoy muy contenta y Edward ni qué decir, después de dejar a los niños en Forks, me alcanzará en París para escaparnos unos días – sonreí pícaramente – es un adelanto de mi cumpleaños.

–Pues entonces apenas volvamos, pondré manos a la obra – se frotaba las manos contenta.

***

–Mmm no sabes cuanto deseaba esto Isabella – Edward me susurró al oído mientras mirábamos la imponente Torre Eiffel desde el balcón de nuestra suite – los niños felices con los abuelos y nosotros solos en París… sin interrupciones.

–Nos lo merecemos mi cielo – hice una pausa – ¿Sabes? Yo quisiera… intentar algo – dije un poco cautelosa.

–¿Ah si? ¿Y que es lo que quiere intentar señora?

–Esto… – saqué una edición de bolsillo de “Sexo Interesante” – Edward abrió los ojos desmesuradamente mientras lo ojeaba.

–¿Sexo interesante? ¡Bella esto es el Kamasutra en su máxima expresión! – me atrajo hacia él por la cintura – no puedo esperar para empezar a practicar…

–Tenemos varios días Ingeniero.

–Y los pienso aprovechar, créame señora, puede que de aquí en lugar de dos, regresemos tres… ¿No le gustaría?

–¡Edward!

***

–¡Rose te ves estupenda! – Alice la abrazó – creo que tomaré en cuenta esto después que nazca mi pequeña Alice.

–Uhh, Jasper perderá la razón – le guiñó un ojo.

–¿Y cuando estará lista tu colección Alice? – pregunté.

–La presentaré en la semana de la moda, aquí en Nueva York – la ayudé a sentarse – con esta pequeñuela dando tanta lata aquí dentro, prefiero no viajar. Será una niña muy traviesa, puedo verlo, nada comparado con mi pequeño Liam, es tan tranquilo…

–Como su padre – agregué mientras acariciaba la pancita de 7 meses de Alice.

–Parece que todo va de maravilla – suspiró Rose – la última pequeña de la familia llegará… que ternura.

–¡Ryan! ¡Deja de revolcarte en la tierra con Danny y Leo! – le grité a mi travieso – ¿Estás buscando lagartijas? ¡Deja de torturar a esas pobres criaturas!

–¡Niños! ¡Compórtense! – Rose me ayudó – ¿Dónde está Lucy?

–Jugando con las gemelas y Liam leyendo un libro de dinosaurios con Alex, todo bajo control – aseguré con la confianza que me daba ser madre de cuatro torbellinos.

–¿Dónde están mis enanos? – Carlisle salió al jardín con una bolsa de dulces para sus nietos – ¡Miren lo que les traje!

–¡Ya llegó el abuelo! – gritaron los niños olvidándose de arrastrarse en el césped buscando lagartijas.

–¡Mira abuelo! – Ryan le enseñó un frasco con varios animalejos – tengo muchas ¡Vamos a abrirlas!

Nos turnábamos en cada casa para hacer las parrilladas que tanto nos gustaban, aprovechando los últimos respiros del verano. Ese domingo, poníamos la larga mesa en nuestro jardín mientras Edward vigilaba el asador junto con Emmet, Jasper, la imperdonable cerveza en sus manos y sus chistes de hombres. Los niños corrían y se divertían mientras que nosotras platicábamos; los abuelos consentían a sus nietos y ellos se dejaban mimar. Mi sueño seguía haciéndose realidad… mi casa llena y mi familia feliz.

–¡Hola a todos! – Diego llegó saludando algo nervioso – traigo helado y pastel.

–Hola Diego ¿Y Jimmy? ¿Cómo les fue en sus vacaciones? – le di un beso en la mejilla.

–¿Nos trajeron algo de su viaje? – bromeó Rose.

Emm, Ho una buona notizia e una sorpresa – dijo apresurado – queríamos que estuviera toda la familia…

–¿Una buena noticia? – a Alice le brillaron los ojos.

–¿Una sorpresa? – mi cara se iluminó – ¡Dinos!

–¡Hola Diego! ¿Dónde está Jimmy? – Edward comenzó a caminar hacia nosotros.

–¡Aquí estoy! – Jimmy venía acercándose y traía algo cargando…

–Acérquense todos – Diego nos pidió mientras Jimmy colocaba una sillita de bebé sobre la mesa. Todos mirábamos atónitos a Diego ayudarlo a sacar de la sillita a una bebé lindísima con unos enormes ojos azules, preciosos.

–Chicos… – los miré sorprendida mientras todos nos acercábamos a ellos con una sonrisa en los labios – ustedes…

–Si Bella, ella es Cathy, nuestra hija ¡Ya somos papás! – Jimmy lloraba emocionado – fuimos a buscarla un poco lejos pero al fin ya la tenemos con nosotros.

–¿Non è mia figlia bella? – Diego la miraba extasiado.

–Yo… no entiendo ¿Por qué no nos habían dicho? – moví la cabeza confundida.

–Los trámites para adoptar bebés en Rusia son algo tardados y complicados, nos habían dejado sin bebé dos veces y ya habíamos perdido las esperanzas, hasta que la semana pasada nos llamaron para decirnos que una bebita de un mes esperaba por unos padres… sin pensarlo corrimos a buscarla ¿No es hermosa?

–Es muy linda chicos y ¡Qué bellos ojos! – Jasper le hacía muecas.

–¡Otra muñequita Carlisle! – Esme dijo emocionada – ¡Ven con abuelita Esme nena, ven! – le extendió los brazos y Jimmy se la dio.

En ese momento, me lancé a abrazar a Jimmy y lloramos juntos de alegría – Ya eres papá Jimmy Spencer, tendrás que comportarte de ahora en adelante.

–¿Comportarme yo? – rodó los ojos – te prometo que si Bella – todos reímos y felicitamos a los chicos.

–Diez nietos – dijo Emmett – las navidades y las vacaciones familiares se volverán…

–¡Estupendas! – Rose aplaudía feliz – todo el batallón completo a la playa el próximo verano.

–Ven aquí pequeña Cathy – Edward cargó a la bebé que había retirado de los brazos de Esme – yo soy tu tío Edward, el más guapo de todos ¿Verdad que si? – la cargaba con ternura – Bella…

Me llamó y lo miré, me hizo un puchero y rodé los ojos porque sabía perfectamente a qué se refería; no era posible que me estuviera insistiendo…

–Creo que soy el abuelo más feliz de todos – Carlisle hacía cosquillas a Cathy en las mejillas – me brotan los nietos como florecitas silvestres – tomó a la pequeña de los brazos de Edward – ya verás como te va a consentir el abuelo…

Eso era algo que ninguno de nosotros esperaba pero que sin duda alguna nos llenaba de alegría. Jimmy y Diego eran dos personas nobles, buenas y con un corazón de oro, lleno de amor para dar y qué mejor que a su propia hija. Ese angelito se merecía a esos padres y ellos se entregarían en cuerpo y alma para darle una vida feliz y plena.

***

EDWARD’S POV

–¿Puedo ir contigo?

–No es un lugar para ti cariño ¿Por qué no vas a jugar con Sarah? – mi dulce Sophie me miraba con esos verdes y tristes ojitos.

–Llévame papi, me guzta ir a laz obraz contigo – me insistió y me convenció batiendo esas lindas pestañas.

–¡Arg! De acuerdo, ponte esas condenadas botas de trabajo que te empeñaste en tener y abrígate bien – Bella me iba a matar por eso.

–¿En donde están tus hermanos? – pregunté antes de perderla de vista.

–Ryan eztá en el hozpital con el abuelo, Zarah jugando en la computadora y Alexz eztá leyendo un libro, como ziempre papá – respondió ansiosa por irse a cambiar.

–Bien – asentí – no te tardes Sophie.

–¿Papá…? – giré al escuchar esa vocecita que conocía muy bien.

–Dime cachorro ¿Qué pasa? – despeiné, si es que se podía hacerlo más, a mi hijo pequeño.

–¿Me prestas tu tarjeta de crédito? – casi se me salen los ojos al escucharlo – es que la necesito.

–¿Y para qué necesita un niño de 6 años una tarjeta de crédito?

–Necesito comprar urgentemente unos libros – dijo muy serio.

–¿Y de qué libros estamos hablando Alex? ¿Será Harry Potter o algo por el estilo? – lo miré levantando una ceja.

–No papá, esos libros son para niños, yo necesito comprar todos los libros de Robin Hood ¿Tú ya lo leíste?

–Si. Y no puedo darte mi tarjeta de crédito pero que te parece si en lo que baja Sophie, compramos esos libros para ti ¿Eh? – le ofrecí y se tiró sobre mi.

–¡Gracias papi!

–¿Qué le vas a comprar a Alex, papito? – mmm mi adorable Sarah…

–Solo unos libros que necesita cariño – la abracé.

–Yo necesito unas puntas nuevas de ballet… rojas – me especificó y suspiré, nunca pude contra el ballet, pero amaba ver a mis hermosas nenas bailar con ese porte y esa elegancia… definitivamente mis hijos me tenían tomada la medida.

***

–¿Y a mi no me compraste nada? – mi esposa frotaba su cuerpo contra el mío causándome un verdadero y doloroso problema.

–Perdóname amor, tus hijos me tuvieron muy ocupado todo el día de hoy pero te prometo que mañana te llevo a comprar algo que te guste… ¿Cómo qué se te antoja eh? – pregunté con voz ronca por mi creciente deseo por ella.

–Quiero que me lleves de nuevo al Mediterráneo – se puso a horcajadas sobre mí besando mi cuello y bajando… – quiero hacer ese viaje de nuevo Edward, llévame…– me estremecí al sentir como su boca descendía por mi pecho y buscaba ávida mis tetillas.

–Espera, voy a ver que los chicos estén dormidos – traté de hacerla a un lado pero me detuvo acostándome con fuerza en la cama.

–Ya fui a cerciorarme de eso, no tienes nada de qué preocuparte, solo déjate llevar…

Cerré los ojos con fuerza al sentir mis tetillas erectas y mi miembro ya dispuesto a dar batalla; no podía soportar mucho tiempo las caricias previas de mi mujer, Bella, me volvía loco y esa locura iba creciendo al dejarme envolver por el deseo que ella me demostraba cada noche en nuestro lecho… la punta de su lengua se movía repetidamente sobre una de mis tetillas y yo gemía de placer mientras sus dedos húmedos copiaban la misma acción del otro lado de mi pecho. No contenta con el efecto de sus caricias, metió una de sus piernas entre las mías para rozar mi erección adolorida, deseosa de perderse de una vez en ella.

–Ahh Bella… – dije su nombre en un gemido pero pareció no haberme escuchado porque su boca continuaba prodigándome esas estremecedoras caricias. Había bajado una de sus manos hasta mi miembro y lo oprimía provocándome un lujurioso deseo de tumbarla bajo mi cuerpo y penetrarla una y otra vez hasta dejarla sin fuerzas y hacerle olvidar hasta su nombre…

–Me estás matando, Isabella… – pronuncié con dificultad pero ella seguía absorta en su labor desencadenando una oleada de placer arrolladora – sigue – le rogué y con una destreza que sólo le daban los años de práctica, se deshizo de mis bóxers, dejándome desnudo y dispuesto a rendirme a sus caprichos.

Si su intención era borrar toda la cordura de mi ser, entonces estaba surtiendo efecto. Ya no pensaba con claridad y estaba a merced de sus caprichos. Bella descendió por mi torso y se ubicó frente a mi erección tomándola entre sus manos, acariciándola y haciendo que se dispararan millones de toques eléctricos por todas mis terminales nerviosas al rozar su punta con la lengua.

–Mmm mi travieso favorito – se humedeció los labios y me tomó entero entre su boca. Grité su nombre olvidándome de ser discreto ¿Cómo podría serlo con semejante asalto? Llevé por completo la cabeza hacia atrás disfrutando de la tibieza de su boca embestirme una y otra vez, tomándome sin restricciones, haciéndome suyo, marcándome como su propiedad.

Un jadeo más abandonó mi boca y una de sus manos apresó mis testículos logrando que arqueara mi cuerpo. Bella bajó el ritmo de su extasiante ataque y con mucha lentitud comenzó a pasar su lengua por todo lo largo de mi erección, lamiendo cada centímetro de ella. Tenía cerrados los ojos, por lo que me sorprendió el tirón de brazos que me dio una vez que soltó mi miembro, se desnudó rápidamente, se acostó en la cama y ya estaba listo para acomodarme entre sus piernas y enterrarme en ella, pero se movió rápido resbalando entre las mías dejándome a horcajadas sobre ella, y mientras hacía un esfuerzo por reaccionar, Bella juntó a mis preciosas niñas con sus manos en una invitación a la cual no me pude negar.

Abrí un poco más mis rodillas y quedé a la altura indicada; tomé mi pulsante virilidad y la ubiqué entre esas hermosas redondeces; Bella me aprisionó con ellas y me moví como si lo estuviera haciendo dentro de su cuerpo.

–Dime algo… en ruso Bella – dije entre jadeos.

–No… hablo… ruso – murmuró con dificultad.

–¿Estás… segura?

–Sí.

–No parece… ésta… es la… más bella… poesía en ruso… que me has… dicho amor…

Eso bastó para acercarme a mi límite, pero no quería llegar hasta él sin haberle dado aunque fuera un solo momento de placer. Me retiré de su pecho y me senté en la orilla de la cama con ella en mi regazo y dándome la espalda; mantuve abiertas sus piernas con las mías y con un fiero embiste la penetré como lo había deseado momentos antes, duro, entrando y saliendo de su cuerpo, con fuerza, haciendo que con cada intromisión de mi miembro su cuerpo temblara. Un grito ahogado en su garganta me dejó saber el grado de placer que le estaba proporcionando y estaba mucho más que satisfecho con mi desempeño.

Mis manos descansaban en sus caderas guiándola a través del ritmo frenético que marcaba con mis arremetidas. Bella llevaba sus manos hacia atrás tratando de tocarme pero los brincos que le hacía dar con cada uno de mis embistes se lo impedían. Yo ya me encontraba al borde y quería llegar junto con mi mujer, explotar unidos, estallando en éxtasis… lo necesitaba, la necesitaba vibrando y cerrándose alrededor de mi erección compartiendo el mismo apabullante orgasmo.

Por delante de su cuerpo, bajé una mano y busqué su clítoris para hacer círculos sobre el hinchado nudo acelerando su liberación y entonces su cuerpo se tensó; ya no reprimí el orgasmo en mi cuerpo, lo dejé ir y pude sentir a Bella convulsionando junto conmigo. Una muerte pequeña se apoderó de nuestros cuerpos al llegar al clímax, abandonándonos a la más pura y deliciosa entrega. Esa noche fuimos uno varias veces más, como si fuera novedad el que nuestros cuerpos se descubrieran y se amaran. Innegablemente, sabíamos que siempre sería así. Bella siempre había sido la mujer indicada para mi, nunca había existido otra; entregada, complaciente, fuerte y delicada. Terca y persistente, empeñosa, decidida y fiera guerrera cuando de proteger a su familia se trataba, mi Bella, mi única niña Bella…

***

–¿Qué haces, Ryan? – le pregunté al entrar a la habitación de mis pequeñas y verlo arrodillado frente a ellas que estaban sentadas muy juntitas en la cama.

–¡Nada, papá! – se puso de pie llevándose las manos hacia atrás, escondiendo algo.

–No me mientas ¿Qué haces…? ¿Qué pasa aquí? – gruñí enojado. Sarah y Sophie me miraban asustadas y bajé la mirada a sus pies…

–Mis hermanas están… muy… lastimadas… y les estaba poniendo… una pomada – declaró mi hijo.

–¡Se acabó el ballet! ¡No más! – grité furioso al ver los pies ampollados de mis hijas.

–¡Pero papá! – se quejaban mis pequeñas.

–A nosotras nos… gusta – dijo mi linda Sarah con los ojitos llorosos.

–Zi papi, déjanoz por favor, Ryan noz cura ziempre – confesó mi dulce Sophie.

–¿Siempre? – mi enojo fue creciendo.

–Sí papá, yo las cuido y las curo muy bien cuando se lastiman – mi hijo tan protector salió en defensa de sus hermanas – el abuelo Carlisle me enseñó.

–¡No! Hablaré con su madre y no quiero volver a oír nada de esto – les advertí a los tres que me miraban temerosos por mi efusivo arranque – y ustedes dos, tiran ahora mismo a la basura esas p… ¡zapatillas!

–¡No!… ¿Papi…? – la vocecita de Sarah.

–¿Por favor…? – la de Sophie.

¡Arrgg! Odiaba ser tan blando con mis pequeñas.

–¿Por qué son tan masoquistas mis dulces ovejitas? – me rendí y vi sus caritas iluminadas.

–¡Gracias papi! – se pusieron de pie haciendo muecas de dolor y me abrazaron.

–No se levanten. Ryan termina de curar a tus hermanas – le ordené aún algo enojado – vas a estar al pendiente de ellas ¿De acuerdo? – asintió muy serio y orgulloso aceptó la encomienda que le hice. Le despeiné un poco su cobrizo y rebelde pelo y sonrió.

¡Mis hijos! ¡Mis hijos! ¡Cómo los quería! Sonreí y negaba un poco con la cabeza de camino a mi habitación buscando a Bella. Necesitaba saber todo lo que ocurría a nuestras espaldas.

–¿De que te ríes papá? – ¡Carajo! La voz de mi conciencia siempre me sorprendía.

–¡Alex!

–Papá ¿Me llevas al cine? – me miraba con esos ojos como los de su madre y siempre me daba la impresión de que tenía estudiadas cada una de mis reacciones, como esperando el mejor momento para atacar… ¿Atacar? Ya estaba delirando.

–No cachorro ya es tarde y tengo unas cosas pendientes con tu madre – seguí caminando con mi hijo pegado a mis talones.

–¿Puedo pedir una pizza? – me miró levantando una ceja.

–Alex ¿No crees que eres aún pequeño para querer hacer compras por Internet y por teléfono? – puse la mano sobre su cabeza.

–¡No! Ya tengo 7, no soy ningún pequeño – me respondió algo enojado.

–Está bien, toma – le di un billete – pídeme una de pepperoni con setas y doble queso, una vegetariana para tu mamá y ustedes pidan lo que quieran – tomó el dinero y salió disparado hacia la habitación donde estaban sus hermanos.

–¿Isabella? – la llamé cerrando la puerta de nuestro dormitorio tras de mi – ¡Isabella!

–Hola cielo ¿Cómo te fue? – salía de darse un baño.

–Las gemelas tienen los pies ampollados por el puto ballet – espeté con mi enojo de vuelta – ¡Y Ryan las cura como le enseñó mi padre! ¡Es su cómplice!

–Ya los descubriste,  ¿eh? – me preguntó tan tranquila y mi ira aumentó al descubrir que me lo ocultaban.

–No puedo creerlo Bella, tú solapando algo que sabes que me enfurece.

–¿No te das cuenta? – me miró seria – eso se llama disciplina, compromiso y responsabilidad. Nuestras hijas son disciplinadas y se esfuerzan por ser las mejores en algo que les gusta mucho, tienen ese compromiso con ellas mismas y Ryan lo tiene por proteger a sus hermanas y se hizo responsable él sólo de curarlas, como tú lo hacías conmigo ¿Recuerdas? – asentí sin ganas.

–Los chicos están creciendo ¿Eh? – aún no terminaba por aceptarlo. Bella asintió y se pegó a mi pecho.

–Y lo están haciendo muy bien. Somos muy buenos papás, tenemos unos hijos maravillosos.

–No quiero que crezcan, quiero tenerlos siempre con nosotros Bella.

–A mi también me gustaría eso cielo, me gustaría mucho…

***

BELLA’S POV

–Por favor Jimmy, tranquilízate; aún faltan varios meses…

–No puedo Bella, no puedo – lloriqueaba – sólo la idea de dejarla me mata… es muy pequeña para ir a la escuela.

–Te entiendo mejor de lo que crees, yo misma me sentí fatal el primer día de las gemelas y Edward… se deprimió y se pasó los 3 primeros días esperando la hora de la salida en el auto ¿Recuerdas?

–Pues Diego no está mejor que él, quiere hacerse el fuerte pero a medida que se acerca el día, se va quebrando como yo… ¿Qué vamos a hacer?

–Ustedes van a dejar de ser tan aprehensivos con Cathy y la van a llevar muy contentos a la escuela cuando llegue el momento, que vea que están alegres, así no sentirá que es algo malo, porque esa es la idea que le transmitirán si los ve sufrir…

–Ay Bella, que sabia eres…

–¿Sabia? ¡Tengo 4 hijos Jimmy! Y con un padre que no quiere verlos crecer… eso si es trágico – confesé.

–Deberían tener otro hijo – dijo como si nada – Edward es tan niñero, tan buen papá, solo mira como consiente a Cathy cada vez que la ve; otro hijo lo volvería loco y su problema estaría resuelto.

–Jimmy, no se tienen hijos para solucionar problemas, se tienen porque se desean, además Edward no tiene ningún problema, solo necesita comprender que los hijos crecen, son prestados, a mi también me duele pensar que un día volarán pero creo que puedo entender eso mejor que él, sólo me gustaría que no decidieran irse de casa tan temprano como yo lo hice…

–Pues empieza a prepararlo psicológicamente porque hace unos días escuché a Sarah y a Sophie decir que querían pasar el verano en una escuela de ballet… en Rusia.

–¿¡Que!? – pregunté exaltada.

–Sí, al parecer tus pequeñas quieren tomar un curso de verano con los mismísimos maestros del Bolshoi.

–¡Pero son muy pequeñas, apenas tienen 12 años Choo! ¡No pueden ir solas a un lugar tan lejano!

–Cálmate Bella, que vea que están contentos, así no pensarán que es algo “malo”, no les transmitan una idea equivocada… – dijo lleno de ironía el muy…

***

Tres meses después nos despedíamos de nuestras hijas en la “Academia Rusa de Ballet”. Yo estaba con el corazón en la boca y las emociones a flor de piel. Edward simplemente estaba a punto del colapso. No concebía la idea de dejar a sus hijas en un país extraño para tomar un curso de lo que él consideraba un atentado contra la salud. Sólo se le borraba esa errónea concepción cuando las veía en el escenario bailar con esa gracia y soltura que todos decían que habían heredado de mí.

Ese era el primer verano que nuestros hijos estarían separados porque Alex iría a Phoenix con mi madre y Phil, y Ryan junto con Danny y Leo, habían querido ir a un campamento para aprender equitación a Wisconsin. Teníamos que alegrarnos de que nuestros hijos fueran seguros de sí mismos e independientes, aunque doliera verlos crecer…

Yo me organicé para estar libre de compromisos de la agencia y poder acompañar a Edward. Iba a comprar acciones de Van der Rohe, la constructora alemana para la que había trabajado al principio de su carrera y que era la más importante de ese país. Cullen Engineering & Co., se había consolidado y crecido tanto, que ya no solo estaba entre la lista de las 10 constructoras más importantes del mundo, sino que se situaba entre las primeras 5. Su empeño y dedicación los había colocado ahí y él y cada uno de los trabajadores se habían ganado a pulso ese lugar en el ranking y ese prestigio, el cual aumentaría con la adquisición de las acciones de Van der Rohe.

–Estoy tan feliz por usted Ingeniero que le concedería cualquier deseo que me pidiera…

–¿Está usted segura señora? – enarcó una ceja – no me gustaría que después se arrepintiera.

–Estoy segura, no hay nada que usted desee que yo no – sonreí sensual.

–Tenga cuidado y piénselo dos veces, usted sabe que es lo que quiero y desde luego no es cualquier cosa…

–Edward…

–¿Sí?

–Cállate y hazme el amor…

***

–Ay Bella – mi madre me abrazó – no puedo creer que ahora estemos despidiendo a Ryan, mi principito ha crecido tanto, ya es todo un hombre ¡Y mis princesas! Hace ya un año que nos despedimos de ellas; se pasa tan rápido el tiempo… un año en la universidad – suspiró.

–Mamá no digas nada, no quiero llorar y hacer sentir mal a Ryan, ya sabes cómo se preocupa y quiero que se vaya contento.

–¿Y Edward?

–En el despacho, le cuesta tanto desprenderse de los chicos… – suspiré – no sé como se pondrá cuando llevemos a Robbie y a Maddy a su primer día de escuela.

–Aún no puedo creerlo Isabella ¿¡Cómo es que tengo otro par de nietos de 3 años!?

***

–¿Cómo estás? – le pregunté abrazándolo por detrás.

–Nunca dejará de ser difícil – levantó la mirada – primero mis pequeñas, luego Ryan, Alex pronto se irá también y hoy tuve que dejar en esa fría escuela a mis pulguitas… creo que soy un poco posesivo con lo mío.

–Menos mal que ya te diste cuenta cielo; ya va a ser hora ¿Vamos por los niños?

–Gracias Bella…

–¿Gracias? ¿Gracias por qué, Edward?

–Por tu gran corazón, por tus obras benéficas y por mis pequeñines… me hace muy feliz que sean nuestros hijos.

–Y a mi me hace muy feliz que los hayamos adoptado – se giró y me besó en los labios – desde que los vi en ese orfanato, recién nacidos, tan indefensos, supe que no podría dejar a mis gemelitos ahí, tenía que traerlos a casa.

–A donde corresponden amor.

***

–No creo estar preparado para esto, Isabella – se pasaba la mano por su aún rebelde cabello cobrizo que ya se pintaba en las sienes de canas – no voy a soportarlo.

–Claro que si podrás, sólo imagina como recibió mi padre la noticia cuando le dijiste que vivíamos juntos.

–¿Viven juntos Isabella? – abrió los ojos desmesuradamente – dímelo ¿Mis hijas viven con esos que dicen ser sus novios?

–No Edward… – “No todavía” pensé. Mis hijas me lo dirían, nos teníamos tanta confianza que en lugar de que fuera un compromiso para ellas darme la noticia, sería compartir su dicha y su alegría conmigo, y después de que yo les ablandara el camino, se lo dirían a su padre. No antes.

–¿Cómo puedo estar seguro de eso?

–¿No confías en ellas? – lo miré frunciendo el ceño.

–En ellas si, en quien no confió es en ese par de mozalbetes.

–Edward, ¿Tú crees que para los ellos es fácil? Ni para Sarah ni Sophie es lo más sencillo traer a sus novios sabiendo como te pones y lo celoso que eres, ahora imagínate como deben estar esos pobres chicos… ¡Muertos de miedo! Porque es seguro que ellas ya les habrán contado como les has espantado a los novios antes y aún así aquí están, dándonos la cara y presentándose con toda la formalidad para que tanto tú como yo, estemos tranquilos de saber que son unos chicos serios, responsables y que respetan a nuestras hijas.

–No es fácil Bella…

–Tú lo has dicho cielo no es fácil, así que haremos un esfuerzo – dejé un beso en su frente – ahora bajemos y hagamos felices a nuestras hijas demostrándoles una vez más cuanto las queremos y cuanto confiamos en ellas y en esos chicos… vamos – me colgué de su brazo – ah por cierto, también Ryan y Alex traerán a sus novias – me regaló una sonrisa y salimos de nuestra habitación.

Nuestra casa fue por un año más, la sede de la cena Noche Buena. Estaba muy iluminada, hermosamente adornada y llena de gente por donde quiera que se mirara. La familia había crecido tanto que ya hasta se me hacía pequeña, pero así era como se sentía mejor ese calor de hogar.

–¡Gracias papito! – escuché a mis hijas – ¡Eres el mejor papá!

–¿Ah si? – Edward miraba con adoración a las chicas.

–¿Quién es el papi más guapo?

–Si no las conociera pequeñas, juraría que me están adulando y que quieren algo de mi – besó a cada una en sus coronillas.

–No papi, ya tenemos tu confianza y ese es el mejor regalo de navidad que pudiste habernos dado…

–Siempre la han tenido mis bichitos, anden, vayan con ese par de chicos que ya están desesperados porque vuelvan a su lado.

Me acerqué sigilosamente a él una vez que estuvo solo.

–Ellas tienen razón… eres el mejor papá del mundo y el más guapo – intenté sonar sensual.

–¿Todavía me considera guapo, señora? – me atrajo a su pecho.

–Mucho más de lo que usted se imagina, Ingeniero – rocé sus labios con los míos.

–¡Eso es lo que necesitaba escuchar! Ya me estaba empezando a sentir un poco viejo con una hija ingeniero como yo, una diseñadora gráfica, mi hijo un excelente doctor y el otro que será un gran abogado… es demasiado para este pobre hombre y eso sin pensar en todo el camino que me falta por recorrer con los dos que aún tengo en el kinder… – me robó un beso intenso – pero creo que sobreviviré.

–¡Esa es la actitud! – bromeé – por cierto Robbie y Maddy ya están en la cama esperando que vayas a darles el beso de buenas noches cielo, quieren dormirse para levantarse temprano y abrir los regalos de Santa.

–Vamos juntos amor, así nos escabullimos un rato y te adelanto el tuyo – mordisqueaba el lóbulo de mi oreja, acelerando mis latidos.

–No podemos tardarnos, todos se preguntarán por nosotros – le advertí.

–Te prometo que será… un rapidín.

–¡Oh por Dios! ¡Consigan un cuarto!

–¡Alex!

–¿Cuándo será el día que no andes de sigiloso sobresaltando a tu padre?

–¿Qué sucede? – Ryan se acercó.

–Hermano por favor, explícame cómo nuestros padres a su edad aún tienen… ah tú me entiendes – Alex hizo una mueca indescriptible.

–¿En serio? ¿Papá? ¿Mamá? – Ryan nos miraba divertido y yo me ruboricé como hacía mucho que no me sucedía.

–¡Respeto niños! – Edward les demandó – respeto que somos sus padres.

–¿Reunión familiar? – preguntaron Sarah y Sophie.

–Ustedes vayan con sus novios y novias antes de que me enfade – los amenacé.

–Ya oyeron a su madre, vayan…

–¿Mami? ¿Papi? – nos giramos para ver a los gemelos que estaban de pie junto a nosotros.

–¡Ah! La familia completa – dijo Alex mientras él y Ryan cargaban a los pequeños – tápense los oídos y los ojos, esto es de adultos – les susurró al oído.

–¡Alex!

***

Era tan común escuchar que con el pasar del tiempo, un matrimonio perdía todo ese encanto y fascinación de los primeros meses. Que la ilusión iba desapareciendo al igual que el deseo entre las parejas. “La convivencia diaria y los hijos acaban con toda esa magia, el amor se va convirtiendo en cariño y el cariño en costumbre…” decían muchos, pero éramos muy afortunados porque al contrario de como se afirmaba, nosotros seguíamos más enamorados que nunca y el deseo que sentíamos crecía más y más cada día. Nos amábamos tanto…

–¿Le está gustando su regalo de navidad, señora Cullen? – Edward me daba una copa llena de frío y burbujeante champagne.

–No sabe cuanto – le confesé – se lo había pedido tanto a Santa…

–Bueno, perdónelo, estuvo muy ocupado todo este tiempo pero al fin se lo pudo traer – se recostó a mi lado en un camastro sobre la cubierta del yate.

–Ha llegado en el mejor momento – me coloqué a horcajadas sobre él – ¿Quiere que le ponga bloqueador?

–¿Está usted conciente de lo que puede provocar con eso? – me miró levantando las cejas repetidamente.

–Plenamente conciente – me incliné y rocé mis senos en su pecho – y creo que deseo provocarle muchas cosas más…

–Dios Bella, no hagas eso que tendré que tirar a toda la tripulación por la borda – dijo en un gemido.

–No sería mala idea porque quiero hacer el amor aquí cada noche que pasemos en este yate – pasé mi lengua por su cuello.

–Ese es un deseo que le puedo cumplir muy fácilmente – murmuró con dificultad.

–Ah ¿Qué más podría pedirle a la vida?

–Se me ocurren un par de ideas, algunas puedo llevarlas a cabo en un rato – su voz ronca me erizó la piel.

–Cómo por ejemplo…

–Como arrancarte con los dientes este bikini, que te queda maravillosamente bien y después hacerte el amor hasta dejarte sin sentido.

–Mmm me parece perfecto ¿Alguna otra idea? – pregunté traviesa.

–Si, pero con esta me tardaré mucho, mucho más.

–¿Y cual es?

–Amarte Bella, amarte por toda la eternidad…*



*



*



*
Gracias PattinsonWorld!!!

lunes, 7 de marzo de 2011

CAPITULO 54

CAPITULO 54


BELLA’S POV

–¿Cambiarías de empleo Choo? ¿Me dejarías sola? – lo miré titubeante.

–Yo… bueno… – se retorcía las manos y miraba al suelo – mira Bella no…

–¡Nos asociamos! – lo interrumpió mi madre – trabajamos tan bien juntos que decidimos intentar con una línea de muebles y ropa de cama.

–Sí, tendremos nuestra propia firma – dijo entusiasmada Esme – Reneé hace unos diseños espléndidos, plasma mis ideas en un diseño exacto y además le servirá de pretexto para venir a ver más seguido a los gemelos y Jimmy además de ayudarnos a ambas con su criterio e ideas, tiene una visión para los negocios impresionante.

–Pero nunca te dejaré Bella, esto no me va a distraer te lo prometo – dijo nervioso.

–Jimmy ¿Cómo crees que yo me negaría? – lo tomé de las manos – tú trabajas conmigo por amor al arte, yo soy la que debe decirte que no te quitaré mucho tiempo… si es que quieres que sigamos juntos, porque si no, yo puedo busc… – se abalanzó sobre mí.

–Que ni se te ocurra Isabella, nunca podrás deshacerte de mí – Edward respiró aliviado y yo también, pero además, estaba muy feliz porque las personas que quería se unían en un proyecto muy prometedor.

Al día siguiente, Edward se fue a trabajar muy temprano y Jimmy se personificó en nuestra casa para ayudarme a desempacar las doce maletas y para que le contara los detalles del viaje.

–Ahora si Bella – Jimmy se sentaba frente a mi con las piernas cruzadas sobre mi cama – ¡Cuéntamelo todo! – aplaudía emocionado – Cómo estuvo todo ese mes en un lujoso yate con tripulación sirviéndote todo el tiempo, llegando a los puertos más bellos del Mediterráneo y casada con ese hombre que te llevó a conocer a sus tíos los dioses griegos ¿Eh? Suéltalo…

–Ay Choo, no puedo decirte lo maravilloso que fue todo, las playas más hermosas que te puedas imaginar y Edward es… es… se portó como todo un…

–Sí, sí eso ya lo sé – asintió varias veces – ¿Aún no has comprendido que te ama tonta? Ese hombre daría la vida por ti… pero bueno eso ya lo sabemos y no es eso lo que quiero que me cuentes, dime como es hacer el amor en una playa virgen, ¡anda dime!

Lo miré casi con los ojos de fuera – ¿Y tú como sabes eso?

–Ash Bellaa – dijo con fastidio – tú misma me lo contaste una vez, que te morías de ganas de hacer el amor ahí, y bueno ya estuviste en varias así que habla porque no te dejaré en paz hasta que me lo cuentes.

–Eso es algo íntimo y privado Jimmy.

–¿Y yo que soy? – frunció el ceño – tú guardador de cosas íntimas y privadas ¿No? Pero está bien, si no quieres no me cuentes, total, con la cara que tienes seguramente no le diste vida al pobre Edward, sexo aquí, sexo allá, encima de, debajo de, en esta playa en aquella también, en el camarote, el en jacuzzi, en la cubierta… ¡Sí, sí Edward así, más duro! Uf de solo pensarlo ya me cansé, él se ve agotado en cambio tú, estás rozagante, eso quiere decir que te fue muuy bien ¿Me equivoco?

–¡Jimmy!

–Por eso compraste tanto, el pobre hombre no tenía energía para decirte que no…

–Solo te daré un consejo – reí burlona.

–¡Dime! ¡Dime!

–Cuídate de la arena…

EDWARD’S POV

–Edward… cieloo – susurraba a mi oído.

–mmmm…

–Despierta.

–¿Qué pasa? – me senté en la cama – ¿Estás bien?

–Yo sí, pero los pequeños no… tienen hambre de hot dogs.

–¿Bella? – vi mi reloj en la mesita y eran las 3 de la madrugada – ¿Ya viste la hora?



–Sí, por eso te voy a acompañar, anda vamos, ponte esto – me dio una chamarra y unos tenis.

–¿Me vas a acompañar? ¿No te los voy a preparar? – pregunté con cierto temor.

–Nop, vamos a ir a comprarlos, los de afuera saben mejor…

Una hora después nos encontrábamos en una esquina de la ciudad comiendo los hot dogs más ricos que había probado en mi vida. Mi mujer era única, siempre tenía los más locos antojos pero no podía comer sola, yo tenía que comer con ella, aunque a veces supieran horribles pero si de algo estaba seguro, es que iba a seguir haciendo lo que fuera para tenerla contenta.

–¿Ya niños ó niñas? – bromeé – ahora vamos a casa para que papá descanse al menos una hora – puse como siempre lo hacía, mi mano en la pancita de Bella y me acerqué para besarla y poner mi mejilla cuando sentí algo extraño.

–¿Qué fue eso?

–Espera – dijo Bella alerta – ¡Son ellos!

–¿Cómo que son…? – y sentí otro movimiento en mi mano con mucha mayor claridad – ¡Ahí está de nuevo!

–¡Son ellos! – gritó Bella emocionada – ¡Son los bebés Edward!

–Mis hijos se están moviendo – dije asombrado.

Nuestras manos y mi mejilla sobre su pancita esperaban impacientes otro nuevo movimiento y del lado contrario a la primer patadita sentimos las otras. Era tanta nuestra felicidad que no podíamos despegar nuestras manos en espera de más muestras de movimiento y cómo si supieran que permanecíamos expectantes, nos regalaron un par más mientras les decíamos cuanto los queríamos y que ya necesitábamos tenerlos con nosotros.

¡Que bella era la vida!

***

Los meses pasaron y su pancita fue creciendo demasiado rápido para nuestro asombro. Con 5 meses su embarazo ya era bastante notorio; las náuseas ya casi habían desaparecido pero los antojos iban siendo mucho más frecuentes. Bella también se agotaba con facilidad aunque continuaba haciendo ejercicios más ligeros desde luego, para mantenerse en buena condición. Estaba empeñada en ser la mejor mamá.

Ya habíamos ido a dos citas con la Dra. Montgomery con sus respectivas ecografías y en la última, nos dijo que ya podríamos saber sin lugar a dudas el sexo de nuestros o nuestras bebés; mi mano tembló un poco y casi estuve seguro que Bella estuvo a punto de ceder pero no lo hizo; la verdad, es que le hacía mucha ilusión la espera y contra eso, aunque me muriera de ganas, no podía hacer nada. Estaba tan contento porque mis hijos estaban en perfectas condiciones, que la ayudé a vestir y la llevé a comer al restaurante argentino al que fuimos alguna vez.

***

Mi madre, con su gran sabiduría y poder de convencimiento, había conseguido convencer a Bella para que solamente ella supiera qué serían nuestros bebés para así poder decorar su habitación, con la promesa de ser lo más discreta posible para que ella no se enterara con anterioridad. Ella trabajaba a puerta cerrada y obviamente cuando yo estaba en la presa o en la oficina; Bella mientras tanto iba a ejercitarse con Jimmy, se pasaba por la oficina de Ángela, iba de compras porque según ella con su creciente cuerpo no tenía nada que ponerse o se pasaba horas platicando con Alice y Rose cuando estaban en la ciudad.

Sus padres también nos visitaban con frecuencia ya que no querían perderse mucho del embarazo de su hija. Le tomaban cientos y cientos de fotos para enseñarles a sus nietos cuando nacieran. Un fotógrafo amigo suyo le hizo unas espléndidas que me gustaron mucho y yo también le había tomado unas cuantas desnuda, mostrando el motivo de nuestra felicidad y orgullo.

Mis padres también estaban igual de locos de alegría y cada domingo íbamos todos a comer a su casa, salvo cuando Bella insistía y todos iban a la nuestra. Mi Bella parecía estallar de felicidad cuando veía su casa llena y a la familia en el salón, en el comedor o en la cocina. Con qué poco podía ser feliz mi Isabella…

–¡Bella, ya llegué! – grité al llegar una noche a casa.

–¡Aquí! – respondió desde nuestra habitación, subí con rapidez las escaleras y encontré a mi mujer acostada viendo la tele con su pancita ya de casi 7 meses y los pies sobre varias almohadas; estaba enormemente hermosa.

–¿Cómo están mis bichitos? ¿Cómo pasaron el día? – besé su voluminoso vientre – ¿Le dieron mucha lata a mami? – le besé en los labios.

–¿Bichitos? – hizo una mueca – no les llames así.

–Tú les dijiste así primero mi amor ¿Ya se te olvidó? – rodó los ojos y me atrajo hacia ella – además es de cariño, lo sabes.

–Qué bueno que llegas…

Conocía ese tono de voz tan sensual y demandante. Bella y yo habíamos tenido una vida sexual bastante activa aunque en esos últimos días mis bebés habían crecido mucho, Bella se agotaba más rápido y a mi ya me daba temor hacerle el amor.

–Bella… – titubeé – yo creo que ya no es conveniente que continuemos…

–¿Me estás diciendo que no quieres hacer el amor conmigo? – preguntó titubeante – ya no me deseas porque estoy… así – miró su redondo vientre.

–No Bella, yo te deseo igual o más que antes, sólo te estoy diciendo que me da miedo hacerles daño a ellos o a ti; ya sé que no pasa nada pero no sé, creo que ya llegamos al límite amor.

–¿Límite? – preguntó furiosa, esas hormonas revolucionadas y volubles me iban a matar. Enojada, jaló las sábanas hasta su cuello e intentaba acostarse de lado pero se enredó y su pancita le impidió moverse como ella quería.

–Déjame ayudarte, quédate quieta.

–¿Quieta? ¿Cuánto más quieta quieres que me quede si no puedo ni moverme?

–No te alteres, ya sabes que es por los niños amor, ya falta poco – le hablé con suavidad mientras iba besando su cuello y automáticamente fue relajándose. Irremediablemente el único remedio para ese estado de ánimo, era… el sexo – está bien señora, voy a darle lo que pide pero ya sabe… quietecita.

–Date prisa Edward.

–No me presione, las cosas me gustan lentas… pero eso usted ya lo sabe… ¿No es cierto?

Dejé que permaneciera en esa posición y comencé a recorrer con mis labios sus hombros desnudos. La ayudé a quitarse la camiseta de tirantes que llevaba y con exagerada lentitud, acaricié su espalda y su pronunciado vientre. Subí un poco mi mano y toqué a mis maravillosas y crecidas niñas. Si antes me volvían loco, en esos momentos eran mi perdición, su tamaño había aumentado y estaban más sensibles que nunca pero ya no le dolían y eso, era excelente. Ya un poco más relajada la giré, quedó acostada boca arriba y pude concentrarme en mis preciosas niñas; con mucho cuidado las acaricié con mi boca y con mi labios, haciendo círculos alrededor de sus pezones con mi lengua, logrando su primer jadeo.

Ya no succionaba buscando algún néctar divino como lo hacía al principio porque unas semanas antes, lo encontré y no supo tan divino como hubiera deseado, tal vez fuera la sorpresa pero ya evitaba esa deliciosa caricia… por el momento. Paseé mi mano por su vientre con ternura y no hubo ningún movimiento ni manifestación de desagrado ahí dentro, continué y mientras lo besaba, mi mano llegaba a su entrepierna, tan cálida como siempre, esperando mi contacto. Hundí mis dedos entre sus labios buscando ese nudito hinchado que disparaba el sinfín de sensaciones a todas sus terminales nerviosas. Lo toqué y gimió, lo presioné y jadeó abriendo sus piernas tanto como podía. Con la práctica que ya teníamos, coloqué una almohada bajo sus caderas para que quedara a mí altura.

–Edward, te… necesitoo adentroo yaa – me ordenó.

La ignoré y bajé mi rostro hasta su tibio rincón y la probé como lo había hecho infinidad de veces; su nuevo sabor me embriagaba y era el mayor afrodisíaco que me hubiera podido dar. Rocé mi lengua por su clítoris, de arriba abajo, alrededor de él y la introduje en su ranura, dejándola lista para saciar mi más que excitada y vibrante virilidad. Me arrodillé entre sus piernas y ubiqué mi miembro en su entrada; controlando mis impulsos por hacerla mía con un ritmo desenfrenado, me deslicé dentro de ella suavemente, con todos mis sentidos alertas pero al mismo tiempo totalmente entregado a Bella para su placer. Comencé a moverme dentro y fuera de Isabella; ella gemía y jadeaba, se movía tanto como podía y disfrutaba de la entrega.

Un vaivén acompasado dominaba nuestros cuerpos y un primer latigazo tensionó ni vientre. Apuré solo un poco más el ritmo y sentí como envolvía mi longitud en un fuerte apretón. Otro aviso a mis ingles me indicó que estaba muy cerca de mi liberación. Solté un muslo de Bella y presioné su clítoris para acelerar su orgasmo mientras seguía entrando y saliendo de ella; la sentí cerrarse en mí y convulsionar de placer gritando mi nombre.

–Edwaard…

Al mismo tiempo me dejé ir llegando juntos al clímax. Llenándola de mí como si todavía fuera posible hacerlo un poco más. Explotando, liberando su tensión y la mía. Amando cada día más a esa extraordinaria mujer que me pertenecía…

Un rato después recostados y a punto de dormir, Bella jadeó sorpresivamente.

–Se están moviendo, Edward… – puse mi mano en su vientre y los bebés se movían mucho.

–Siempre se mueven después de hacer el amor – dije tranquilo – no pasa nada. Duérmete y ellos se calmarán…

Al día siguiente Bella aún dormía y no pude resistirme a besar su hermosa y redonda pancita para darle los buenos días a mis bebés. Era muy fácil el contacto directo porque Bella dormía prácticamente desnuda ya que las hormonas la tenían muy acalorada.

–Hola bebés – susurraba muy despacito – buenos días ¿Cómo durmieron mis pequeños bichitos consentidos, eh? Hoy es domingo y hay que dejar dormir a mami ¿De acuerdo? Solo un ratito más…

Me di un baño y bajé para prepararle el desayuno a Bella; le subí lo de siempre, jugo, unas tostadas con mantequilla y mermelada y un vaso de leche, ya no había café para nadie. Ella seguía en la misma posición. Ya le costaba mucho trabajo encontrar una posición cómoda que le permitiera dormir unas horas y cuando la encontraba, como en ese momento, prefería no despertarla; era mejor dejarla descansar.

Salí de la habitación con cautela y me dirigía al despacho a trabajar un rato cuando me quedé parado frente a la puerta del dormitorio de mis bebés. Ya estaba listo; mi madre había terminado esa misma semana y nos dijo que ya se había ocupado de equiparla con todo lo necesario, desde pañales, ropita, todo lo que nosotros íbamos comprando, sabanitas, colchitas, almohaditas, biberones, artículos de aseo, más una infinidad de accesorios, en fin, ya solo faltaba que ellos estuvieran con nosotros.

Titubeé un poco. Sería tan fácil girar el pestillo y entrar… toda mi ansiedad acabaría en ese momento. Al fin sabría lo que serían y Bella no tendría porqué enterarse, aunque no estaba muy seguro de poder disimular mi emoción y mantener mi bocota cerrada. No. Lo haría por Bella, ya faltaba poco… muy poco.

***

Bella recién cumplía 7 meses y medio de feliz y un poco incómodo embarazo. Sus padres ya estaban en la ciudad; su madre instalada en la pequeña casita de invitados y su padre y Sue en el apartamento de Bella aunque todo el día permanecían con ella. Llegaron para acompañarnos en la ansiosa y dulce espera.

Fuimos a la cita con la Dra. Montgomery y mi corazón casi me salta por la boca cuando me dijo que los bebés estaban en posición y listos para nacer en cualquier momento. Como era un embarazo gemelar y Bella era estrecha y delgada, no tenían mucho espacio en su vientre e intentaban acomodarse de la mejor manera; ya habían encontrado una cómoda posición y no se iban a mover a menos que no fuera pasa salir de ahí.

Addison, la Dra. Montgomery, no estaba muy contenta con esa noticia. A los 7 meses y un par de semanas los bebés aún no completaban el desarrollo de sus pulmoncitos y si nacían en ese momento, tendrían que pasar algunos días en la incubadora con ayuda de una sonda directo a sus tráqueas, un respirador y oxígeno. Me sentí morir de temor por lo que pudiera ocurrir pero preferí no decirle nada a Bella, ella solo debía saber que tenía que permanecer en reposo absoluto y cuidarse mucho. Sus padres si estaban al tanto del riesgo que corríamos e hicieron todo lo que estuvo en sus manos para mantener a Bella en cama.

Jimmy también la distraía y la cuidaba como su tesoro más preciado y yo no tendría jamás como agradecerle sus cuidados. Organizó un Baby Shower muy íntimo en la casa, con sus amigas más cercanas; adornó todo el jardín llenándolo de conejitos, globos, caballitos, muñequitas, ositos y no sé cuantas cosas más, todo en tonos pasteles; Bella estuvo feliz recibiendo regalos de todos los tamaños y colores. Columpios, sillitas, mantitas, más ropa, sonajas, libros de cuentos, bolsos pañaleros de diseñador… se veía preciosa y alegre.

Yo solo iba a trabajar por las mañanas porque también quería y necesitaba estar a su lado en todo momento, cuidándola y consintiéndola. Una noche, mi niña Bella ya no encontraba la forma de acomodarse, le dolía la espalda, las caderas y sentía una constante punzada ahí abajo. Para aliviar su malestar, le masajeé la espalda y las caderas con cuidado, sin presionar, como una caricia para relajarla y parecía haber tenido éxito. Bella dormitó un rato y aproveché para llamar a mi padre y decirle lo mal que ya lo estaba pasando. Solo me confirmó mis temores ya que esas punzadas eran señal de que los bebés querían ya venir al mundo. Regresé a su lado y la encontré exhausta además de sensible y llorosa.

–Bella amor, tienes que calmarte, no ayudas a los bebés poniéndote así – masajeaba sus hombros – relájate…

–No seré una buena mamá – soltó de pronto en medio de lágrimas.

–No, no digas eso, lo eres y lo serás siempre.

–Ya quiero que nazcan, no puedo con ellos… soy mala por no aguantar ¡Soy una mala mamá!

–No vuelvas a decir eso, no lo eres – le hablé fuerte – eres la mejor de las mamás, no es fácil llevar a dos personitas en tu cuerpo y tú lo estás haciendo muy bien mi vida, estoy muy orgulloso de ti…

–¿De verdad?

–Sí cariño, eres maravillosa, te amo…

La arrullé cantándole al oído mientras acariciaba su vientre tratando de que mi contacto llegara a mis pequeños. Bella por fin se durmió y me quedé velando su sueño pero seguía acariciándola; si dejaba de hacerlo se despertaba, era como un calmante natural para ella. Me incliné un poco y puse mi mejilla en su vientre.

–Bebés, bichitos – dije en un murmullo – aguanten unos días más sin molestar mucho a mami, por favor. Los queremos ya con nosotros pero sin complicaciones, solo unos días más… – mis hijos se removieron como si no les hubiera gustado mi petición. Bella gimió y su rostro reflejó una mueca de dolor. Para mi sorpresa, no despertó y durmió hasta el otro día. Se despertó muy descansada y hasta de muy buen humor. Mis hijos me habían hecho caso, habían permanecido tranquilos sin darle lata a Bella; nada me podía hacer más feliz.

–Tengo mucha hambre – dijo sonriente.

–No sabes como extrañaba verte así – le confesé mientras la besaba efusivamente.

–¿Porqué no le dices a Anna que nos prepare un gran desayuno? Quiero un omelet con setas, salchichas y pancakes, jugo de naranja y leche con cocoa – dijo entusiasta y yo estaba encantado de verla tan animada y con buen apetito.

–Se lo pido y mientras lo prepara nos damos un baño ¿Te gustaría? – sugerí levantando mis cejas repetidamente.

–Me encantaría señor ingeniero…

Preparé la bañera y le puse las sales que tanto le gustaban, fui por ella y la cargué para llevarla al baño. No pesaba tanto como parecía. La senté en una silla para ayudarla a desvestirse y luego entramos en la bañera.

–Ahh, cómo me hacía falta esto – dijo disfrutando del agua caliente mientras se acomodaba entre mis piernas. Con una esponja llena de su gel preferido le enjaboné la espalda y los hombros, levantó los brazos y con cuidado pasé la esponja por mis preciosas niñas y seguí con sus piernas no dejando ni un solo centímetro de piel sin frotar. Por último acaricié su vientre con mis manos; lo tocaba con delicadeza para no perturbar a mis pequeños que eran muy sensibles a mi contacto, ya lo habíamos comprobado varias veces.

Mientras ella se relajaba, yo me daba prisa y me enjabonaba el cuerpo. Ambos quedamos muy limpios y frescos en pocos minutos. Llevé a Bella a la cama envuelta en una bata y abrí de par en par las puertas que daban a la terraza y con mucha paz y tranquilidad comimos en un cómodo silencio.

Mi madre, revisaba que todo estuviera listo en la habitación de los pequeños y Reneé se ocupaba de las cosas de Bella; mi padre ya tenía a la enfermera que estaría en casa ayudándonos a cuidar a los gemelos junto a las dos nanas y parecía que ya todo estaba listo para su llegada. Nada sería poco para la seguridad y el bienestar de mis hijos y de mi esposa, yo era capaz de todo por ellos.

Jimmy masajeaba los pies de Bella, le platicaba mil locuras y hacía lo que fuera necesario para mantenerla distraída y hacerle menos tedioso el reposo y la espera; se querían tanto y se llevaban tan bien, que ella lo miraba y escuchaba atenta cada una de las locuras que él le contaba. A medio día, la dejamos sola un rato para que descansara y yo bajé para intentar trabajar un poco. Una hora después aproximadamente, subí para verla y la cama estaba vacía, entré rápido al baño y me encontré a Bella de pie mirándome confundida…

–Cr-reo que mi fuente se acaba de romper.

***

BELLA’S POV

Estaba asustada, muy asustada. Edward bajó las escaleras conmigo en brazos y con cuidado me metieron en la camioneta. Tom no dejó conducir a Edward con el argumento de que yo lo necesitaba a mi lado; en realidad estaba transparente de los nervios y no estaba en condiciones de hacerlo así que agradecí que se quedara junto a mí durante el trayecto, diciéndome palabras cariñosas y hablándoles con ternura a nuestros pequeños.

–Pórtense bien bichitos, hay que ayudar a mami, ella necesita que sean buenos bebés – besaba mi mano apretándola por ratos y otros tantos acunaba mi rostro con las suyas – todo va a estar bien amor, tú no te preocupes por nada.

–No me preocupo, estoy muy tranquila – mentí para que no se alterara más de lo que ya estaba – ¿Trae Jimmy la maleta? ¿Y la ropa de los bebés? – pregunté para distraernos un poco.

–Todo está atrás señorita Bella, todo lo que usted pidió – respondió Tom mientras se abría paso en el tráfico.

–¿Dónde están ellos, Edward?

–Vienen detrás en el auto de Jimmy Bella, tranquila que ya todos van camino al hospital – acariciaba mi mejilla – ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? Todo está bajo control amor, saca de tus pulmones todo el aire, aguanta 1, 2, 3, ahora respira llena tus pulmones, sostén el aire 1, 2, 3… – no pude evitar recordar las clases de Lamaze a las cuales habíamos asistido Edward y yo.

–¿Estás segura de esto Bella?

–Absolutamente – le aseguré – ¿Tú no quieres ir? – fue mi turno de poner mis ojitos como el gatito de Shrek.

–No es eso cariño, pero Addison es muy buena, no creo que sea necesario ir a estas clases – caminaba por la habitación no muy convencido.

–Ella fue quién me las recomendó cielo, pero si quieres, puedo pedirle a Choo que me acompañe, él estará encantado de ir conmigo – me sentí un poquito culpable por chantajearlo pero mis amigas también me las habían recomendado porque a ellas les había servido muchísimo ya que el trabajo de parto duraba menos tiempo, era mucho menos doloroso haciendo así que pudieras disfrutar el nacimiento de tus bebés y la recuperación era casi inmediata. Dos horas después estábamos sentados en el suelo, yo entre sus piernas y recostada contra su pecho respirando y contando a la vez que él escuchaba concentrado todas las explicaciones. Había disfrutado de verdad ese curso de Lamaze con Edward.

Según los consejos de nuestra instructora todo estaba yendo muy bien; mi fuente se había roto, estábamos respirando con mucha calma, no tenía contracciones todavía ni dolor y ya iba camino al hospital con mi esposo. Hasta ese momento todo estaba bajo control, un punto para el método Lamaze.

Al llegar al hospital Carlisle nos esperaba junto con Diego y una camilla con algunos de sus residentes. Me acostaron en ella y Edward iba pegado a mí sin soltarme la mano, podría haber jurado que él necesitaba otra camilla.

–Addison te verá arriba en un rato, está alistando todo para la llegada de estos dos pequeñuelos – dijo Carlisle emocionado – Derek está operando pero estará pendiente.

–¿Patean fuerte verdad? – preguntó Diego – estoy seguro de que serán futbolistas y el tío Diego estará aquí para arreglar sus huesos rotos después de un buen juego… – hice una mueca de espanto.

–¿Futbol? – bufó Carlisle – Beisból, eso jugaran mis nietos, beisból.

Una animada discusión por el deporte al que se dedicarían mis hijos tomó lugar en ese momento y de algún modo, me dio un poco de paz que tuvieran una plática tan superficial, eso era bueno. Me llevaron a un cuarto de labor y una enfermera me ayudó a ponerme una bata del hospital mientras Edward histérico esperaba afuera. Cuando entró, casi una hora después, parecía que un tornado lo había levantado; yo ya tenía la vía con el suero que con mis nervios ni me fijé en qué momento me lo pusieron, colocaron también en mi pecho unos parches y un cinturón con electrodos alrededor de mi enorme vientre para monitorear nuestros ritmos cardiacos y otro que señalaría las contracciones cuando éstas empezaran.

Mi padre estaba igual de nervioso que Edward, me decía palabras muy lindas y me contaba anécdotas de cuando era pequeña, lo mucho que me quería y todo lo que adoraba a sus nietos. Mi madre, Esme y Sue me miraban agradecidas de que aún no tuviera contracciones y Jimmy estaba por primera vez en su vida, mudo de tantos nervios.

Addison llegó a revisarme y fue muy incómodo, pero necesario. Dijo que aún habría que esperar un poco para que dilatara pero estaba segura de que no me tomaría mucho tiempo. Dos horas después ya todos estábamos mucho más calmados “esperando” a que mis pequeños decidieran llegar.

–¿Porqué no intentas dormir un poco? Te dejaremos sola y nosotros estaremos aquí afuera.

–Gracias mamá, creo que lo intentaré – Edward dejó una lámpara muy tenue encendida, me dio un beso en la frente y en mi vientre y salió. Me hizo muy bien el poco tiempo que dormí; una enfermera me despertó para revisar nuestros signos vitales y parecía estar todo en orden.

–¿Cómo te sientes? – preguntó Edward – ¿Ya no estás asustada?

–Casi no – respondí sincera – ¿Y tú?

–No, ya no – se recostó con cuidado junto a mí y escondió su rostro en mi cuello – ¿Te das cuenta Bella? En poco tiempo tendremos a nuestros bebés con nosotros… estoy impaciente.

–Si, ya quiero saber qué serán – besé su coronilla mientras lo acariciaba – Edward…

–¿Sí? – iba a responderle cuando un agudo dolor me atravesó la cintura y las caderas desde detrás haciendo que me olvidara de todo.

–¡Ahh! – grité sorpresivamente.

–¿Qué sucede? – preguntó angustiado oprimiendo el botón de la enfermera que llegó en un segundo.

–Un dolor horrible – dije jadeando.

–Es una contracción, está señalada aquí – estiró un papel como los de los electrocardiogramas y se lo enseñó a Edward – voy a avisarle a la doctora – y salió dejándonos solos.

–Respira amor ¿Recuerdas como nos enseñaron? – en mi mente tenía la imagen de Edward sosteniéndome por detrás y ayudándome a respirar. Era ya el momento para comprobar si en realidad esos cursos de Lamaze servían o no.

Mi primer contracción había sido a las 8 de la noche; ya eran las 2 de la madrugada y éstas ya eran muy seguidas, mucho más agudas y duraban más tiempo. Edward no se despegó de mí ni un segundo y eso me daba la fortaleza que necesitaba ya que había tomado una decisión importante…

–No quiero epidural.

Varios pares de ojos me miraron como si no creyeran haber oído bien.

–¿Estás segura, Bella? – preguntó Addison – recuerda todo lo que ya platicamos sobre esto, no es sólo un bebé, necesitarás el doble de esfuerzo y no voy a mentirte, el grado de dolor aumentará en muy poco tiempo, tendrás que poner todo y mucho más de tu parte para traer a estos bebés al mundo.

–Pero Bella, por favor, sé consiente ¿Por qué no hacerlo menos doloroso? – Edward me preguntaba angustiado.

–He podido con peores cosas, quiero que mis hijos vengan de la forma más natural posible, no quiero drogas… yo sé que puedo hacerlo…

***

EDWARD’S POV

Estaba en shock con lo que Bella acababa de decir ¿Cómo podía ser posible que no quisiera evitar el dolor? Siempre supe que Bella no era como todas las demás, esa decisión eso me lo confirmaba de nuevo y yo la apoyaría a menos de que hubiera alguna contraindicación.

–¿Addison? – en ese tono iban implicados todos mis temores y lo comprendió.

–Está bien, Edward – me decía una vez que estuvimos fuera de la habitación – Bella se cuidó mucho y podemos intentarlo, de todas formas todo está listo por si tenemos que actuar con rapidez; vístete, te necesitará ahí dentro.

¿Actuar con rapidez?

Antes de llevarse a Bella, todos la animaron y le decían entre bromas que las apuestas iban 4-3 a favor de las niñas, los demás eran votos nulos porque no sabían exactamente qué preferirían que fueran los bebés y que no se tardara mucho, le pidió Emmett porque tenía que cobrarle la apuesta a Diego, a mi padre y a Alice.

–Sé fuerte muchacho, mi hija se apoya en ti, ayúdala a traerme a mis nietos – a Charlie le brillaban los ojos.

–Sí, Edward, cuídala y hazle saber en todo momento que la amamos – me pidió Reneé y mi madre asintió también.

–Quiero ver pronto a mis sobrinos, así que si ves que Bella quiere tirar la toalla, háblale fuerte, presiónala, así funciona mejor, créeme – Jimmy me guiñó un ojo y después traspasé el par de puertas abatibles para ir junto a mi niña Bella.

Me lavé y me puse toda la ropa esterilizada que me dieron; me dejaron esperando en un frío pasillo hasta que me avisaran que podía pasar. No tardaron mucho en llamarme y seguí a la enfermera hasta un quirófano donde Bella ya estaba conectada a muchos cables más. ¿Cómo se le había ocurrido negarse a la anestesia? Se veía tan cansada que no sabía de dónde sacaría las fuerzas necesarias para el esfuerzo que necesitaría hacer.

–Edward – dijo mi nombre entre una mueca de dolor – ya estás aquí…

–Claro amor, sabes que no te dejaría sola jamás – la besé en la frente mientras aguantaba estoicamente otra contracción.

Addison llegó y se sentó entre las piernas de Bella revisándola una vez más mientras mi pequeña hacía otro gesto de incomodidad.

–Bien, es hora de empezar a pujar Bella – dijo Addison – Edward, colócate a su lado y ayúdala a respirar después de pujar ¿De acuerdo? – asentí muy nervioso con la mano de Bella entre las mías, oprimiéndola.

Vino una contracción e inmediatamente la orden de Addison – ¡Puja Bella!

Bella obedeció y pujó con todas sus fuerzas apretando mi mano hasta que Addison le indicó parar – Muy bien Bella, descansa, así quiero que lo hagas cada vez que te lo pida, ahora respiren.

–Respira Bella fff, fff, fff, fff, fff… – dije mirándola verdaderamente agitada y un poco asustada – vas muy bien mi amor fff, fff, fff…

Se fijó en el monitor y cuando la otra contracción venía le volvió a pedir – ¡Puja Bella!... así… ¡Para!

–Respira amor fff, fff, fff – marcaba las respiraciones con ella. Así pasaron los primeros 20 minutos y veía a Addison estudiar el rostro de Bella, seguramente la notaba ya agotada.

–Bella, no puedes cansarte, tienes que pujar hasta poner a estos bebés en mis manos.

–No… Estoy… Cansada… – respondió decidida entre jadeos.

–Ya falta menos amor, un poco más y ya los tendremos aquí – la animé y ella solamente asintió. Después de varios esfuerzos más por fin escuchamos a Addison decir contenta…

–¡Eso es Bella, lo estás haciendo muy bien! Ya tengo una cabecita queriendo salir, vamos Bella ¡Puja de nuevo! – eso nos dio nuevas fuerzas y pujó con más ganas.

–Respira Bella fff, fff, fff, fff, fff…

–Una vez más Bella, una más y te daré una sorpresa vamos ¡Puja! – ella obedeció y con unas fuerzas renovadas, pujó, gritó desgarradoramente y la sentí desfallecer ante el esfuerzo sobrehumano que realizaba para traer a nuestros bebés al mundo y de esa forma tan valiente.

–¡Muy bien, Bella! ¡Felicidades! – dijo Addison sosteniendo una criaturita sucia y elevándola para que pudiéramos verla; nuestro corazón se detuvo – ¡Son papás de una encantadora nena!

–¡Una niña! ¡Una niña! ¡Bella, somos papás de una niña! – salté besándola emocionado.

–Una nena – repitió Bella débilmente dejando escapar unas lágrimas de alegría – una nena.

–¡Papá! – me llamó Addison – rápido, ven a cortar el cordón… – y me paralicé. Yo no podía hacerlo, estaba temblando y con los ojos llorosos… – ¡Rápido Edward!

Solté la mano de Bella y fui junto a Addison quien me dio una tijeras y me indicó donde cortar pero antes de hacerlo me quedé asombrado al ver al pequeñísimo ser que tenía entre sus manos; estaba muy roja y llena de una viscosidad blanca.

–Date prisa Edward que aún nos falta otro bebé – la voz de Addison me regresó a la realidad y con la mano temblorosa corté donde me indicó – ¡Muy bien Edward! Lo están haciendo muy bien papás, ahora vuelve a tu lugar y sigue ayudando a Bella cuando les indique.

Volví junto a Bella con lágrimas en los ojos; quise decirle tantas cosas pero el nudo en mi garganta no me dejó ni siquiera emitir ruido alguno hasta que me preguntó con voz débil – ¿Cómo es?

–Es… es preciosa – la voz se me quebró; no la había visto bien pero no importaba, para mi era el ser más hermoso y perfecto porque fue deseada y creada con tanto amor, que no cabía la posibilidad de que no lo fuera. Me incliné y la besé en los labios – Gracias Bella…

De pronto, un potente llanto inundó el lugar llenándonos de una inmensa felicidad que poco nos duró ya que entraron dos personas con una incubadora y muchas conexiones llevándose a nuestra hija. Mi alma abandonó mi cuerpo y rogué porque nuestra pequeña estuviera bien.

–¿Qué pasa? – preguntó Bella que había notado todo el movimiento – ¿Mi hija está bien?

–Ella está muy bien Bella, no te preocupes, ahora trae aquí a ese otro bebé, es hora de pujar de nuevo ¡Vamos Bella Puja! 1, 2, 3, 4 ¡Respira! ¡Edward!… – gritó Addison sacándome de mi trance y continué ayudando a Bella a respirar, con una parte de mi mente y mi corazón en la incubadora que de prisa habían sacado y con la otra ahí junto a Bella y mi otro bebé a punto de nacer.

–Respira Bella fff, fff, fff, fff…

Me parecía que había transcurrido una eternidad desde que nuestra hija había nacido y fue sacada en esa incubadora, pero en realidad, solo habían pasado escasos 5 minutos y yo tenía que concentrarme y no reflejar mi angustia y preocupación para no poner nerviosa a Bella, que lo estaba haciendo muy bien.

–Una vez más y ya estará aquí Bella, solo dame un esfuerzo más – le pidió Addison.

–Edward… – dijo con voz muy apagada.

–¿Que pasa, cariño? – le sonreí secándole la frente perlada del sudor.

–Mi hija…

–Ella está muy bien amor, anda, esfuérzate una vez más – la alenté – por favor…

–Vamos Bella ¡Puja ahora! – ella hizo otro esfuerzo, un grito desgarrador salió del pecho de Bella y oprimí con más fuerza que nunca su mano.

–¡Perfecto Bella! ¡Felicidades de nuevo! ¡Son papás de otra preciosa nena! – Addison se escuchaba satisfecha y me tranquilizó – ¡Ven a cortar el cordón, Edward!

–¡Otra niña! ¡Bella, otra niña! – brinqué feliz y le di un beso en los labios – ¡Niñas! ¡Niñas!

Tomé las tijeras con mayor seguridad y corté con mano más firme. Esa vez si me detuve unos segundos más para observar a mi pequeña; era tan chiquita como su hermanita, estaba igual de roja y también cubierta de esa viscosidad blanca. Cuando terminé de cortar, otra incubadora estaba esperando por ella pero antes de irse, nos deleitó con un hermoso y fuerte llanto desesperado. Addison asintió mientras seguía ocupada con Bella y con la mirada, me pidió regresar junto a ella.

–¡Bella! Gracias de nuevo amor, gracias – dije entre lágrimas de felicidad – gracias por nuestras hermosas hijas.

–¿Porqué se las llevaron? – preguntó débil – ¿Qué tienen?

–Ellas están muy bien Bella ¿No las escuchaste llorar? Solo necesitan estar un rato ahí – le aseguró ¿Estaría diciendo la verdad?

–¿Sabes? Son muy hermosas – le dije al oído – son muy pequeñitas y están rojas como unos tomatitos Cherry ¡Preciosas!

–¿Bichitos? ¿Tomatitos Cherry? – se esforzaba por hablar – ¿Qué otro apodo les pondrás a mis niñas eh?

–A… ¿Mis niñas?

***

Addison me pidió salir del quirófano para poder terminar con Bella que ya se había quedado dormida por el descomunal esfuerzo que había realizado esa madrugada. Apenas salí, fui en busca del neonatólogo para preguntarle como se encontraban mis niñ… mis pequeñas y para saber si podía verlas.

Para mi tranquilidad, el Dr. Cooper me informó que ambas estaban muy bien, muy sanas, con todos sus órganos muy bien desarrollados y que sólo las mantendrían unas horas en la incubadora como medida precautoria. Feliz con la excelente noticia, fui en busca de mi familia para compartir con ellos mi alegría y la de Bella. Los encontré a todos esperando preocupados; mi padre y Diego habían respetado mi decisión de ser yo quien les informara y apenas me vieron caminar por el pasillo corrieron hacía mí. Al verlos a todos no pude evitar seguir llorando de alegría; me abracé a mi madre y mil preguntas me llovían al mismo tiempo…

¿Cómo está Bella? ¿Qué son? ¿Están bien? ¿Podemos verlos?

–Bella – empecé con dificultad y secándome los ojos – Bella está perfectamente bien… ¡Somos papás de dos hermosas niñas!

¡Niñas!, gritaban todos eufóricos y mi madre sonreía feliz.

–¡Soy abuelo de dos nenas! – Charlie estaba encantado con la noticia.

–Mi bebé ya es mamá de dos bebitas – Reneé lloraba emocionada mientras Jimmy daba saltitos.

–¡Dos muñequitas! ¡Dos! – me abrazaba fascinado por la noticia – soy el tío más feliz, no sabes todo lo que les voy a comprar… – decía emocionado mientras empezaba a repartir chocolates a todo el mundo.

–Lo que sea menos bikinis ¿De acuerdo? – le advertí entre risas.

–Ya eres papá, hermano – me abrazó Emmett – y yo tío…

–Y ya te estás tardando en ser marido ¿No crees? – le pregunté – a mi también me gustaría ser tío pronto.

–Pronto hermano, pronto…

Alice me abrazó sin poder hablar y Rose igual, ambas querían tanto a Bella y ver que ya cumplía su sueño las hacía a ellas tan feliz como mi Isabella.

–Felicidades hijo, estoy muy orgulloso de ti y de Bella– dijo mi padre – ahora tienen una familia y esa debe ser su prioridad en la vida, no lo olvides.

–No papá, nunca podríamos…

Diego y Jasper también me felicitaron y por fin pude respirar con una paz que llenó por completo mis pulmones y se regó por todo mi cuerpo. Ya era papá.

***

BELLA’S POV

Llanto. Llanto de bebés era lo que recordaba. Me removí un poco y un fuerte dolor en todo el cuerpo, en especial en mi parte baja, me hizo jadear.

–Bella ¿Estás bien, amor? – la voz de Edward me hizo recordar donde estábamos y porqué – ¿Cómo te sientes?

Abrí despacio los ojos y levanté la mano hacia su cara – ¿Cómo están?

–Están perfectamente bien, pero dime ¿Tú como estás? ¿Necesitas algo para el dolor? – negué inmediatamente.

–No. Estoy muy bien, solo quiero ver a mis bebés, tráelas Edward.

–Solo estábamos esperando que despertaras, ahora mismo llamo para que las traigan.

–¿Tú ya estuviste con ellas?

–Si. Cuando fui para dar sus nombres y ver que tomaran las huellitas de sus piececitos… son tan pequeñitas Bella… son… tan hermosas – dije orgulloso de mis nenas.

–Edward ellas…

–Si amor, están perfectas y completitas, tienen todos sus deditos en unas minúsculas manitas y piececitos – suspiré aliviada ya que ese es el temor de toda madre – ya cada una tiene en sus muñecas una pulserita con su nombre para no confundirlas… – ¡Son idénticas!

–¡Tráelas Edward!

Un rato después unos golpecitos en la puerta hicieron que mi corazón latiera sin control. Dos enfermeras entraron con dos pequeñas cunitas y Edward venía custodiándolas. Tenía una sonrisa que no le cabía en el rostro y una felicidad y orgullo en el pecho que parecía que le iba a estallar.

–Señora Cullen, aquí están sus bebés, felicidades – dijo la mayor de ellas mientras sacaba de la cunita una bolita envuelta en una sabanita que hacía juego con su gorrito rosa. Mi mirada se nublo y mi corazón se encogió mientras la enfermera me entregaba a mi pequeña hijita.

No había acabado de acomodarla entre mis brazos temblorosos cuando la otra enfermera ya me acercaba a mi otra bebé. Con mis pequeñas en ambos brazos, mi esposo mirándome embelesado y una emoción que me embargaba el alma, di gracias a Dios por toda la felicidad que me regalaba.

No sabía a cual mirar; eran las bebés más hermosas que había visto en mi vida. Blancas como la leche, con una sombrita color castaña de cabellito asomándose y sus ojitos cerrados bajo unas cejitas preciosas, brillaban por alguna pomada que tenían sobre ellos. No podía limpiar las lágrimas de mis ojos para ver mejor las perfectas boquitas de mis princesas formando ambas una pequeñita “O” con sus labios rosaditos y una naricita respingadita que me recordaba mucho a la mía. No podía dejar de admirarlas extasiada.

–Las tres son las mujeres más bellas que he visto en mi vida… y son mías – dijo Edward fascinado y las enfermeras sonrieron al escucharlo.

–¡Oh! ¡Edward mira como mueven sus boquitas míralas! – se acercó más y con cuidado acarició sus cabecitas sobre los gorritos.

–Ya tienen hambre – dijo la enfermera joven tomando a una de mis nenas de mis brazos y entregándosela a Edward – a ver, cargue a esta nenita mientras esta otra come – Edward tomó a nuestra hijita con mucho cuidado y la miró con ojos brillosos. Era demasiado para mí; no sabía a quien mirar, si a la bebita en mi regazo o a su padre cargando por primera vez a su hermanita, cuando un fuerte llanto reclamó toda mi atención.

–Descúbrase y péguela a su pecho señora – dijo la enfermera mayor – los bebés por instinto saben que hacer.

Con su ayuda hice lo que me dijo y mi pequeñita inmediatamente con su boquita ansiosa encontró mi pezón y se prendió de él mamando con una energía sorprendente. Hice una mueca de dolor por la ávida succión de mi bebé. Edward se sentó en la cama junto a mí contemplando cómo nuestra bebé se alimentaba, pero al poco tiempo el llanto desesperado de nuestra nenita en sus brazos nos puso un poco nerviosos.

–Tranquilos – la enfermera hizo el cambio de bebés, me pegué a mi bebita al otro seno y succionó con mucha energía, igual que su hermanita – ahora usted sostenga así a esta nena y golpee suavemente su espaldita para que expulse el aire – le indicó a Edward que con mucha destreza manejaba a la niña. No cabía duda de que nos acoplaríamos muy bien a nuestra nueva condición de papás. Cuando las gemelas terminaron de comer, las acostaron en sus cunitas junto a mi cama y nos dejaron solos.

–Felicidades, señora Cullen – Edward acarició con la punta de su nariz mi mejilla – tiene usted a las niñas más hermosas del mundo, son idénticas a usted.

–Oh gracias Ingeniero, no pude haberlas hecho sin su ayuda – lo besé el los labios – pero sabe, yo veo algo de usted en este par de preciosuras.

–Bueno, yo creo que conozco a algunas personas que están algo ansiosas por entrar a conocerlas, tal vez luego puedan decirnos a quien se parecen…

–¡Edward! ¿Por qué no me habías dicho que estaban afuera esperando?

–Porque quisieron darnos un rato a solas con nuestras hijas…

No había terminado de hablar cuando ya tocaban muy despacio a la puerta. Un simple “adelante” bastó para que un torbellino, eso si, muy silencioso para no despertar a las gemelas, entrara al cuarto y empezaran las felicitaciones, los abrazos y las comparaciones…

–Mira Bella, van a ser castañas como tú – dijo mi padre mientras las miraba dormir.

–Y también tienen su naricita respingona – dijo Choo – tendrán un perfil perfecto.

–Pero también tienen mucho de ti, Edward – le sonrió a mi madre y la abrazó.

–Mis nietas son tan lindas… ya no puedo esperar para verlas despiertas – Esme dejó escapar una lágrima mientras apretaba mi mano.

–¿Y como van a llamarlas? ¿Ya lo decidieron? – preguntó Carlisle al fin y las pequeñas se removieron en las cunitas despertándose.

Las abuelas sacaron a las niñas de las cunitas cargándolas emocionadas y haciéndoles muecas y gestos para llamar su atención. Edward se sentó junto a mi y me miró sonriente.

–Se llamarán Sarah y Sophie – dijimos al mismo tiempo felices presumiendo sus bellos nombres.

“¡Qué lindos nombres!” “¡Les quedan perfectos!” comentaban todos “¡Me gustan!”

–Pero ¿Cuál es Sarah y cual es Sophie? – Emmett las miraba confundido.

–Cada una tiene una pulserita del hospital con su nombre, Sarah nació primero y Sophie unos minutos después – contestó Edward.

–Bien señores – dijo Emmett feliz – ¡Es la hora de pagar sus apuestas!

–¡Pago feliz! – dijo Alice – son tan lindas ¡Se parecen a mi! ¿Verdad Jazz?

–Mmm no creo mi amor, pero si te gustan tal vez dentro de un par de años podemos tener una como ellas ¿Te gustaría?

–¡Claro mi vida! – se abrazaron mientras se daban un beso.

–¿Puedo cargarlas? – Rose preguntó y yo asentí.

–Dicen que la maternidad se pega – Emmett le murmuró al oído.

–¿Entonces qué esperas? – Rose lo miró como si fuera algo obvio – ¡Carga a una nena Emmett!

–¡Hazlo Emmett! – le ordenó Carlisle – quiero llenarme de muchos nietos y pronto – las risas estallaron en la habitación.

***

Durante el resto del día tuve que alimentar a las pequeñas varias veces más. Por la noche, se las llevaron a los cuneros para que yo pudiera descansar un poco. Edward se quedó conmigo y estuvo muy pendiente de mi. Ambos despertamos muy descansados al día siguiente, listos para ver de nuevo a nuestras pequeñitas.

Alison llegó antes de que lo hicieran ellas; me dijo que me encontraba muy bien y que podríamos irnos a casa a la mañana siguiente. Era una magnífica noticia, ya estábamos ansiosos por regresar, además yo me sentía estupendamente bien.

El día transcurrió con la visita de nuestra familia y la de amigos muy allegados, como Ángela, Jane, Tanya que se había abierto a nosotros demostrándonos su confianza y descubrimos que en efecto, como decían Alice y Rose, era una chica muy linda y tímida ¿Quién lo hubiera creído? También algunas amigas mías que estaban en la ciudad en esos momentos aparecieron por ahí y alguien que al verlo me dejó muda…

–¡Marc! – casi grité sorprendida al ver más guapo que nunca a Marc o “Jimbo” para los amigos, el ex de Jimmy – ¡Marc! ¡Que sorpresa! No puede ser, ¡Eres tú! – Edward estaba atónito pasando la mirada de Jimbo a mí y viceversa.

–¡Bella! – se acercó a abrazarme – Bella, no vas a creerlo pero vine a una cita con un cirujano plástico – susurró las dos últimas palabras – y escuché a unas enfermeras decir que estabas aquí porque diste a luz a un par de niñas hermosísimas y me dije “Jimbo, no puedes irte sin ver a Bella y sin conocer a sus hermosuras”…

–Claro que no, pero mira, te presento a mi esposo, Edward él es Marc, él es… – me detuve.

–El ex novio de Jimmy – susurró de nuevo y Edward se quedó aún más sorprendido, pero jamás como Choo, que entró en ese momento al cuarto con dos gigantescas hipopótamas rosas con sus tutús de ballet.

–¡Por todos los ángeles traviesos del cielo! ¡Jimbo! Después de tanto tiempo… ¡Eres tú! – exclamó con una sonrisa y se abrazaron efusivamente. Edward los miraba a ellos y luego a mí, como buscando una explicación al comportamiento tan “maduro” de mis amigos.

–¿Cómo has estado? – se preguntaron al mismo tiempo y reían felices de verse de nuevo. Platicamos un rato, Marc conoció a las gemelas, nos tomamos fotos todos y de repente, entró Diego a saludar. Edward levantó las cejas expectante y me miró.

–Diego, que bueno que estás aquí – lo tomó de la mano – ¿Recuerdas que te he hablado de Marc? – Diego asintió – Marc, él es Diego, mi pareja…

Marc extendió la mano hacia Diego con una sonrisa grande y sincera, de corazón, y Diego se la estrechó de igual manera. Minutos después, se despidieron y se fueron a comer los tres juntos.

–Qué “Open Mind” ¿No? – Edward me miró levantando repetidamente las cejas – se fueron los tres y estaban muy contentos ¿Los viste?

–No te atrevas a pensar mal de mis amigos – le advertí – a los tres los quiero muchísimo y han sido unos caballeros siempre con todos nosotros.

–Lo sé Bella, nunca fue mi intención insinuar nada así. Jimmy es un hermano para ti y como tal lo considero, es una persona transparente y te adora y Diego ni qué decir, creo que está más que claro que todos los queremos y los respetamos por los grandes seres humanos que son, no nos fijamos en otras cosas, disculpa si mi comentario dio a entender otra cosa – me pidió y lo abracé – pero yo me refería a que bueno, yo jamás podría estar tan cómodo y feliz con algún ex tuyo ¡Y ya no digamos irnos los tres a comer! – bufó rodando los ojos.

–Pero yo no tengo ningún ex cielo.

–Lo sé amor y no sabes qué feliz me hace, yo fui el primero y seré el último, el único – me besó con mucha pasión y como para dar por terminada esa conversación, mis hijitas lloraron al mismo tiempo reclamando nuestra total atención.

***

Al día siguiente muy temprano, me levanté, me di un baño para estar muy fresca y lista para cuando me llevaran a las gemelas y pudiéramos volver a casa. Muy puntuales aparecieron las nenas para que les diera de comer. A media mañana llegó Addison con la hoja del alta y detrás de ella el pediatra de las niñas con la suya.

Tom subió para ayudarnos con todos los regalos, las maletas y las hipopótamas del tío Jimmy, no sin antes conocer a mis pequeñas – Están muy lindas señorita Bella, muchas felicidades a usted también señor; que bien que ya tenemos pequeñas en casa…– Le agradecimos y dejamos el cuarto.

Edward llevaba a Sarah y Sophie, una sillita en cada mano. No había permitido que nadie las cargara excepto él, que era el papá. Orgulloso, iba caminando por los pasillos y yo a su lado igual de orgullosa, pero en una silla de ruedas por ser una regla del hospital que tuve que obedecer aunque yo me sentía de maravilla, otro punto para el Lamaze.

Llegamos a casa y el obsesionado papá las bajó de la camioneta y subió con ellas las escaleras, permitiendo por fin que mi madre y Esme las sostuvieran un rato mientras me subía en brazos; su obsesión me empezaba a preocupar pero mi emoción por estar ahí y ver la habitación de mis pequeñas, me mantuvo calladita, ya se le pasaría.

–Bienvenidos a casa – dijeron nuestras madres y entramos a la habitación de Sarah y Sophie. Dimos unos pasos dentro de ella admirando el gran trabajo de Esme.

Era una pieza grande, algo alargada y blanca con mariposas en las paredes y dos preciosas cunas igual blancas con un velo cayendo del techo sobre cada una de ellas. Las ventanas cubiertas con persianas blancas también y del lado derecho, junto a las cunitas, un gran mueble cambiador con cajones a todo lo largo y una bañerita en medio.

–Tiene cromoterapia – dijo Esme volviéndonos a la realidad y la miré confundida – es el uso del color para mantener una buena salud y mejorar alguna dolencia – me explicaba y la escuchaba fascinada – si tuvieran un coliquito, pones una suave luz amarilla, que es la que estimula todo el aparato digestivo; si no pudieran dormir, pones una tenue luz verde que es la que relaja y calma las ideas, para la tos o gripe, el color rojo y así para infinidad de cosas. Tal vez exagero pero una ayudita natural nunca está de más.

–Por supuesto que no exageras mamá, gracias, te ha quedado precioso todo.

–Es verdad Esme, estoy… impresionada con todo esto – confesé.

–También en el techo hay una pantalla adaptada que sirve de móvil, esta lente refleja imágenes relajantes para las niñas con una música muy suave, además en la cabecera de cada cunita hay un sensor de llanto y cada vez que una bebé llora manda el mensaje al interfón, al teléfono y a un monitor móvil que ustedes pueden llevar a cualquier parte de la casa o el jardín; la cámara encima de la cuna transmite imágenes de las niñas que podrán ver a donde ustedes gusten dirigir la señal – se encogió de hombros al vernos gratamente sorprendidos – creo que la seguridad de mis princesas no tiene precio…

–Todo esto es maravilloso Esme, muchas gracias.

–Mamá… – Edward la abrazó infinitamente agradecido – no pude haber pensado en algo mejor que esto.

–Y eso que no han visto lo demás – dijo Jimmy a mis espaldas – ¿Ya viste el clóset, Bella? Es una locura… ¡Y ya está lleno! – solté una carcajada por su entusiasmo y me acerqué a verlo… efectivamente, era un sueño.

También colocó dos sillones con sus respectivos banquitos para subir los pies y poder estar cómodos mientras nos sentábamos con las gemelas para alimentarlas o arrullarlas. ¿Qué podía decir? El dormitorio de mis nenas era algo irreal.

***

EDWARD’S POV

Nuestra primer noche en casa fue algo… movida, pero pudimos con ese par de criaturitas hambrientas. No teníamos más de una hora de haberlas alimentado, sacado el aire y cambiado cuando ya lloraban de nuevo y todo el circo empezaba otra vez. No habíamos querido que nos ayudaran las nanas ni la enfermera; nosotros éramos sus padres y debíamos aprender a solucionar las necesidades de Sarah y Sophie, ya cuando hubiéramos aprendido y estuviéramos agotados, aceptaríamos la ayuda, no antes.

Los días pasaron y nos volvimos expertos con nuestras hijas. Como cada vez crecían más, no se contentaban con alimentarse sólo de Bella, teníamos que darles la fórmula y esa, la preparaba yo. Por las noches la encomienda era mía; apenas las oía llorar, me levantaba y preparaba hábilmente dos biberones, los llevaba a nuestra habitación y luego iba por mis bichitos. Biberón, aire, pañal, una arrulladita y listo, a dormir otra vez, a menos que no funcionara algo y lloraran por horas, eso si que era un suplicio.

Les compré unas pulseritas de oro blanco con sus nombres porque eran tan parecidas como dos gotas de agua y siempre nos confundíamos. Reneé les regaló unos aretitos muy bonitos y muy pequeñitos, unos de esmeraldas, como sus ojos y otros de rubíes, como sus labios. Sarah tenía los rubíes porque era la más corajuda y Sophie las esmeraldas ya que era más tranquila que su hermanita.

Cada día que pasaba, ansiaba llegar a casa para estar con mis niñ… con mis pequeñas y con mi esposa que estaba recuperando su figura de manera asombrosamente rápida. A mi me encantaba y no me importaba si estaba más llenita o no, se veía hermosísima con o sin esos kilitos que según ella tenía de más. Así como cada tarde contaba las horas para volver a casa, de un modo enfermizo contaba los días para poder estar con Bella de nuevo. Ese aire maternal me volvía loco y su olor era tan embriagante que varias noches estuve a punto de irme a dormir a otra habitación ya que me moría de ganas por hacerla mía.

También para mi sorpresa, ya había regresado a trabajar en una campaña nueva de Chanel; era de cosméticos y sólo eran fotografías de rostro. Estaba muy contenta y aunque me hubiera gustado que esperara un poco más, yo no podía mantenerla encerrada en mi casa, tenía todo el derecho de trabajar si ella así lo quería y contaba con todo mi apoyo y mi confianza.

Una tarde llegué a casa y fui directamente a ver a mis pequeñas Sarah y Sophie. Ya tenían un mes y medio de nacidas y estaban más hermosas que nunca. Las tomé en mis brazos, las llevé a mi habitación y me acosté con mis hijas en la cama; Bella tuvo un photoshoot y llegaría pronto, pero mientras, yo disfrutaba de mis preciosas nenas.

–¿Quién es el papá más guapo? ¿Eh bichitos bonitos? Dime Sophie ¿Es guapo papi? – mi nena abrió los ojos perezosamente y encogió la naricita respingona – tú si me vas a decir ¿Verdad Sarah? – ella abrió la boquita bostezando despreocupada.

–¿Es alguna especie de sugestión la que practicas con mis hijas? Porque si es así no estoy de acuerdo – ¡Oh por Dios! ¿Qué carajos era eso? Bella estaba recargada en el marco de la puerta mirándonos muy divertida y tan maquillada que parecía una Drag Queen, solo le faltaba la peluca de fantasía.

–Es de muy mala educación escuchar las conversaciones ajenas ¿Nunca te enseñaron eso tus padres?

–Desde luego, pero tuve que salir en defensa de mis pequeñas – sonrió – voy a darme un baño para darles de comer, no tardo Ingeniero – se acercó a nosotros.

–No te acerques, vas a asustar a mis bichitos y están muy tranquilitas con su papi que es muy guapo ¿Verdad? Di que si Sarah, di que si Sophie – bromeé y Bella bufó.

***

BELLA’S POV

Necesitaba ese baño. Quería quitarme el excesivo maquillaje para poder estar con mis nenas. Además tenía que ponerme muy sexy después de alimentarlas. Ya se habían cumplido los rigurosos cuarenta días y yo estaba desesperada por estar con Edward.

Varios días antes, pasé por “La Perla” y compré un lindo juego de lencería, Rose me acompañó y salí muy satisfecha con mi compra. Planeaba estrenarlo esa misma noche; iba a sorprenderlo ya que me había mantenido muy bien portada desde que nacieron las niñas y tal vez Edward pensara que por todo lo de la maternidad, yo no quisiera hacer el amor con él todavía.

Salí del baño y mi corazón se encogió al ver la escena más tierna entre papá e hijas. Edward se había quedado dormido con las niñas entre sus brazos y ellas se acomodaron a él. Los tres dormían plácidamente. No tenía corazón para despertarlos. Lástima… tendría que ser otro día.

Algunas tardes después me encontraba en casa y ya había preparado todo. Anna cocinó una magnifica cena y le tenía uno de sus vinos preferidos. Atendí a mis muñequitas antes de que Edward llegara y las nanas las acostaron; así, solamente entraría a darles un beso y al verlas dormiditas, saldría sin despertarlas. Estaba siendo un poco egoísta pero mami también necesitaba del cariño de papá… y mucho.

Eché aceites suavizantes y algunas sales en la bañera; quería mi piel tan tersa como se pudiera. Después sequé mi pelo, lo dejaría suelto; me maquillé un poco. Minutos después, mi lencería estaba muy bien puesta debajo de mi súper sexy vestido rojo que ni siquiera era de diseñador. Lo había visto en un aparador al pasar por una tienda y sin pensármelo entré y me lo compré. Era pegado al cuerpo, de crepé rojo con una flor en el seno izquierdo; era muy provocativo y hasta algo común y corriente; me daba un look algo “trashy” y me gustaba. Con un poco de suerte, ese vestido no sobreviviría a esa noche.

Me puse pocos accesorios, unas pulseras y mis Louboutin color nude. Perfume entre mis senos, en mis muñecas, cuello, detrás de las orejas, las rodillas y en las ingles. Escuché llegar a Edward, bajé rápidamente y encendí las velas del comedor que estaba a oscuras. El giró y me vio ahí de pie, sorprendiéndose.

–Isabella… que… bien te ves amor – se acercó y besó mis labios tomándome por la cintura.

–Bienvenido a casa, cielo – dije melosa – ¿No vas a subir a ver a las pequeñas?

Asintió – No me tardaré, no te muevas de aquí – subió los escalones de dos en dos y entró al dormitorio de las gemelas.

–¿Cómo están mis bichitos? – lo oí susurrarles por el monitor que tenía junto a mí – esta noche tienen que ser muy buenas nenas y portarse muy bien porque papi y mami van a estar algo ocupados preciosas así que por lo que más quieran, no se despierten antes de dos horas ¿Podrán hacer eso por papi?

Sonreí con algo de pena ya que las nanas escuchaban todo lo que Edward decía; ellas también tenían un monitor para que pudieran ir a atender a las bebés si despertaban. Escuché cómo les daba un beso, se despedía de ellas y salía del dormitorio. Abrí la botella de vino, le serví una copa y lo esperé al pie de la escalera con ella. No dejó de mirarme desde que se encontró con mis ojos…

–Gracias – tomó la copa de mi mano y le dio un sorbo – no me esperaba esto – dijo sincero.

–¿Cenamos? – lo guié de la mano hasta el comedor pero me detuvo, me giró por la cintura y me besó desesperado.

Le serví algunas rebanadas de cordero en su plato con un poco de puré, me serví también y Edward llenó de agua mi vaso. Cenamos entre deliciosas caricias; él pasaba la mano por mis piernas y la llevaba más allá haciendo que repentinamente un calor sofocante invadiera todo mi cuerpo y mi centro palpitara ansioso por más de su contacto.

–Edward… – apenas pronuncié su nombre con mi voz llena de deseo, él saltó de la silla y me cargó en sus brazos, llevándonos a nuestra habitación. Ya ahí me depositó en la cama y con prisa, fue desabotonando su camisa, yo empecé a desvestirme también.

–No Bella, déjame a mi…

Terminó de desvestirse y con mucha lentitud fue bajando el vestido por mi cuerpo, con delicadeza; lo dejó en el suelo, se acostó a mi lado y muy despacio, recorrió con las yemas sus dedos el borde de las copas de mi brassiere, basando la piel de mis senos que iba dejando al descubierto hasta que finalmente me lo quitó por completo.

–Mis niñas… – murmuró mientras las besaba alternadamente – son tan hermosas – su lengua acarició toda la redondez de mis senos, evitando mis pezones – estos no me pertenecen por el momento.

No se detuvo mucho tiempo en ellos, supuse que se sentía extraño sabiendo que por obvias razones eran el mayor deleite de mis hijas, pero continuó saboreando cada centímetro de mi piel, mi torso, mi todavía no plano vientre, mis redondas caderas, mis muslos.

–Tu cuerpo ha cambiado – besó mi monte de Venus – ¿Cómo puedes cada día ser aún más bella? – gemí excitada tanto por su contacto como por sus palabras, sólo él podía llevarme a esos niveles de deseo enloqueciéndome con sus caricias.

Fue un largo preámbulo lleno de roces, besos cargados de pasión y de anticipación por la unión. Nos tocamos talvez con las mismas caricias de siempre pero para nosotros era como si fuera la primera vez porque tenían una intención y un significado diferente.

***

EDWARD’S POV

Sabía que Bella sentía lo mismo. Que no era igual estar amándonos en ese momento a cómo lo hicimos en el pasado. Ya no había dudas ni temores, ni teníamos que probarnos nada. Sabíamos lo que queríamos, estar juntos por siempre, unidos, entregados…

Me coloqué entre las piernas de Bella y me incliné para besarla de nuevo; lloraba. Limpié las lágrimas con mis labios y cuando me sintió en su entrada, abrió los ojos.

–No Bella – le dije en un susurró – ya no es necesario que los abras, ya no necesito verte a los ojos para saber que te entregas a mí en cuerpo y alma, que eres mía, que me amas… cierra los ojos amor, no te haré daño…

–Lo sé… – se abrazó a mis hombros.

Con todo el cuidado y la ternura de la que fui capaz, me deslicé dentro de Bella y volví a sentirme abrigado del único amor verdadero que conocía. Poco a poco fue relajando su cuerpo ante mi intromisión ya que aunque había tratado de ser lo más gentil que pude, era inevitable que sintiera algo de incomodidad. Bella comenzó a mover sus caderas contra las mías y la seguí, acompañándola en el ritmo que ella me marcaba, subiendo por los riscos más elevados del placer, desconectándonos del mundo pero inconscientemente pendientes de la razón de nuestras vidas; subíamos más y más cada vez hasta que nos fue imposible soportar esa deliciosa agonía y nos dejamos caer en una espiral de éxtasis, llegando juntos al clímax mientras la llenaba de mí.

–Te amo…

***

BELLA’S POV

La navidad había llegado en un abrir y cerrar de ojos. Estaba tan feliz por celebrar las fiestas en casa que parecía una niña en una dulcería. Edward había comprado un árbol enorme y junto con Jimmy me dí a la tarea de decorarlo así como el resto de la casa. Puse velas con olor a canela, cojines navideños en el salón, un moño grande en la puerta, en fin, la navidad invadió la casa de los Cullen. Edward sólo se reía y me preguntaba porque cada vez que levantaba la tapa del retrete había un Santa Claus horrorizado.

El también lo estaba disfrutando tanto como yo, sobretodo cuando llegaba a casa y se encontraba con las pequeñas vestidas con alguna prenda navideña, ya fueran los suetercitos, los calcetincitos, las pijamitas… bueno, no siempre.

–Bella – me preguntó el día anterior – ¿Qué hacen mis hijas disfrazadas de renos? Fue Jimmy ¿Verdad? El les puso esas ridículas pijamas, hasta los gorritos con los cuernos, astas o lo que sea que los renos tengan tienen mis hijas en la cabeza – parloteó enojado.

–No fue Jimmy – lo corté – fue tu madre y me parecen adorables – lo oí murmurar entre dientes.

Si yo había conocido antes a un Edward celoso y posesivo, lo quería de regreso porque ese que ahora vivía conmigo era, simplemente algo fuera de este mundo. A los adjetivos de celoso y posesivo tenía que agregarle el de sopreprotector irracional con sus hijas. Supongo que me doy a entender bien con ese termino.

***

La cena de noche buena fue algo inolvidable. Nuestra casa estaba llena de familiares y amigos más cercanos. Un olor a alegría se respiraba junto con el de la canela navideña. Los regalos se apilaban en montones debajo y alrededor del árbol esperando a ser abiertos al día siguiente y en ese momento, saboreábamos los deliciosos platillos que se habían preparado para la ocasión.

Los seis abuelos estaban felices con sus nietas que lucían unos hermosos vestiditos que Edward les había comprado esa mañana porque no quería que nadie las disfrazara ni de renos, o copos de nieve o de mini santas. Todos les hacían mil mimos, muecas y ellas aunque aún eran muy pequeñas para darse cuenta de todo, estaban muy contentas pasando de brazo en brazo bajo la estricta mirada de su padre.

Esa noche Alice y Jasper anunciaron que se mudarían juntos y Carlisle casi se atraganta por la sorpresa.

–No te preocupes – mi padre le palmeó la espalda – con el tiempo te acostumbrarás a la idea, confía en mí – algunas carcajadas se escucharon y nos contagiaron a los demás, pero la mayor sorpresa nos la dieron Emmett y Rose.

–¡Nos casamos en noviembre! – gritaron anunciándonos la feliz noticia.

–Oh Dios, esto se pone mejor cada navidad – Jimmy aplaudía emocionado – estoy seguro que no aguantarán y adelantarán la boda y para navidad ya habrá aumentado esta gran familia.

–Cien dólares a que se casan antes del verano – Jasper apostó.

–Cien a que no pasan de junio – Edward dijo seguro.

–Cien a que seré tío más pronto de lo que se imaginan – Diego no quiso faltar.

***

Recargada en la entrada al salón, miraba a mis padres conviviendo contentos con sus respectivas parejas, a los padres de Edward que desde un principio me hicieron sentir acogida en su familia, a Alice que junto con Jasper formaban una linda pareja. A Rose y a Emmett que sin quererlo, era el culpable de la gran y hermosa familia que formábamos todos, a Jimmy que había encontrado su alma gemela a causa de mi infortunado accidente, a Diego que había decidido dejar atrás toda una vida por amor. A Leah y Emily que eran como unas hijas para mi padre y ellas así lo consideraban a él. A mis más preciados tesoros…

–¿En qué piensa usted, señora? – esa voz sedosa interrumpió mis pensamientos.

–En que todo lo que le pedí a Santa hace tiempo, por fin me lo cumplió.

–¿Ah si? ¿Y qué fue lo que le pediste?

–Esto – dije mirando a mi alrededor – pero me regaló aún más, me trajo un par de muñequitas, mira… – señalé a nuestras hijas.

–No puedo pedirle más a la vida Bella, creo que después de todo lo que hemos pasado, fuimos generosamente recompensados – besó con ternura mis labios – nos tenemos a nosotros y a esas preciosas nenas que cada día se parecen más a ti.

–Pero con tu mirada – añadí.

–¿Eres feliz Isabella? – tomó mi rostro entre sus manos – ¿He sido capaz de hacerte feliz?

–Haz sido capaz de eso y mucho más Edward, me haz cuidado y protegido, confías en mí, me das siempre mi lugar y me respetas por quien soy, me amas y hemos creado esas dos personitas que son la razón de nuestras vidas. Gracias cielo, gracias…

–A ti amor, por llegar a mi vida, por sacarme de ese mundo vacío y sin amor, por confiar y por creer en mí, por tu paciencia, por no olvidarme… porque nunca lo hiciste Bella, siempre lo supe, lo sentí… por amarme y por regalarme una familia tan maravillosa y te prometo mi vida, que siempre te haré feliz – levantó mi barbilla para mirarme a los ojos – no te puedo asegurar que el mundo será siempre de color rosa pero en ese caso, lo pintaré para que tu sonrisa nunca abandone tu bello rostro y con ella me sigas haciendo el hombre más feliz de la tierra – besó mis labios – así va a ser siempre mi niña Bella, te lo prometo...

–Te amo Edward, con toda mi alma.

–Y yo a ti mi Bella.

Esa noche nos fuimos a dormir con los regalos del alma y del corazón abiertos por siempre y desbordándose de amor. Un amor que pese a las sorpresas que la vida nos puso en el camino, permaneció fiel, creciendo más cada día y que logró consolidarse por la fortaleza de dos corazones latiendo al unísono y que juntos, haríamos que siguiera creciendo, sin límites, porque un amor tan fuerte y puro como el nuestro, podía con cualquier obstáculo y con cualquier barrera.

***

EDWARD’S POV

Pasé por un ramo de rosas rojas y blancas para Bella. Que no se dijera que para San Valentín no le había regalado flores a mi hermosa esposa. Llegué a casa y antes de ir a buscar a Bella, fui directamente a ver a mis preciosas Sarah y Sophie. Habían cumplido ya los 4 meses y eran las bebitas más sanas y hermosas del planeta.

–¿Cómo están mis lindos bichitos? – al escucharme empezaron a mover sus piernitas y bracitos desesperadas, ya me reconocían y eso me hinchaba el pecho de orgullo – ¿Cómo pasaron el día mis tesoros?

Con la práctica que tenía había cargado a mis pequeñas, una en cada brazo y les besaba las caritas y ellas con sus manitas golpeaban mi cara.

–¿Quién es el papá más guapo? Que guapo es papi ¿Verdad Sarah? ¿Verdad que si Sophie?

–¿Y para mami no hay cumplidos? – se acercó a mi y me regaló un beso.

Dos horas más tarde terminábamos de cenar; Bella estuvo un poco tensa durante la cena y hasta algo nerviosa, así que saqué la caja de mi saco para entregársela y cuando la abrió, pude ver claramente que le había gustado.



–¡Edward es preciosa! – dijo colocándose la pulsera Bulgari que había escogido para ella – gracias cielo.

–De nada amor, ya sabes que me encanta comprarte cosas como ésta – me gané un beso.

–Ah, emm yo – era un hecho, Bella estaba nerviosa – yo no te compré nada – se disculpó y entonces me preocupé – yo… he estado un poco… distraída estos días.

–Lo he notado. Dime Bella ¿Estás bien? ¿Qué tienes amor? – levanté su mentón con mis dedos – ¿Bella?

–Yo tengo un retraso de un par de semanas… Edward, estoy embarazada… vas a ser papá… de nuevo.

¿Papá? ¿De nuevo?*


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 ***FIN***


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