lunes, 21 de febrero de 2011

CAPITULO 52

CAPITULO 52


EDWARD’S POV

–No – dijo Derek – no es sólo uno - ¡Son dos!

–Qu-que so-son… ¿Dos? – preguntó Bella apenas con un hilo de voz… – ¿Son dos? ¿Dos?

Derek estaba sonriendo muy divertido pero le respondió – si Bella ¡Son dos!

–¿Estás… se-seguro Derek? – tartamudeé nervioso - ¿Muy se-seguro?

Y soltó una carcajada – Muy seguro Edward, miren – señaló el monitor – ésta es tu matriz Bella, y estos dos puntitos pequeños claramente nos indican que está ocupada, serás mamá…

–¿Ellos… están bien Derek? – de inmediato preguntó.

–Todo parece estar en orden pero tendrás que hacer una cita con tu ginecólogo para que te revise, te dé las recomendaciones pertinentes y lleve un control de tu embarazo.

–Voy a ser papá… – murmuré aún no dando crédito a la magnífica noticia –… ¡Y de gemelos!

Estaba radiante de felicidad al igual que Bella. Estaba emocionado, tembloroso, no podía creer todavía lo que nos decía Derek. Bella y yo nos prolongábamos en esta vida, seríamos padres… por fin lo que tanto había deseado, mi Bella me lo estaba concediendo y ¡por partida doble!

Salimos del consultorio de Derek y nos quedamos sentados en el pasillo, estábamos abrazados y yo acariciaba su espalda, mudos por la felicidad que aún estábamos asimilando entre besos, lágrimas y sonrisas, perdidos en nuestras miradas.

–Vamos a contárselo a todos Edward, no quiero esperar, no me pidas eso esta vez – me pidió casi suplicando.

–Claro que no, además necesito que te cuiden, más vale que todos tengan un ojo sobre ti porque eres muy propensa a que te sucedan las cosas más raras – bromeé un poco pero en el fondo lo dije muy en serio.

–¿Sabes? Quiero decirle primero a papá – subimos al auto y no esperamos más; tomó el teléfono y le marcó…

–¡Hola Bella! – lo escuchamos por el altavoz – ¿Cómo has estado?

–Emm bien papá, Edward y yo queremos decirte algo.

–¿Pasa algo? ¿Estás bien?

–Todo está perfecto Charlie, sólo queríamos que fueras el primero – dije cediéndole a Bella la oportunidad de darle la gran noticia a su padre.

–¿El primero? ¿De qué rayos hablan chicos? – se puso serio – ¿Está todo bien?

–¿Estás sentado papá?

–Bella…

–¡Vas a ser abuelo! – dijo muy emocionada.

–¿¡Qué!? – gritó feliz - ¿Abuelo?

–Sí, Charlie, ¡Y de gemelos!… – terminé de darle la noticia y no tuvimos respuesta.

–¿Papá?...

A Charlie casi le da un infarto de pura felicidad; le tomó algunos minutos reponerse de la sorpresa pero una vez que lo hizo, no dejó de felicitarnos al igual que Sue quien nos hizo mil recomendaciones. Ya los primeros 2 abuelos estaban informados, faltaban todos los demás así que antes de ir con mis padres para darles la gran noticia, fuimos a casa a darnos un baño y a vestirnos como la ocasión requería, según Bella, mientras todos se reunían ahí.

Ayudé a Bella a bajar del auto y tomé su bolso – Se acabaron estos costales, ya no más – dije muy firme y ella me puso cara de duda – ni me veas así amor, estas cosas que usas pesan mucho, llevas en ellos hasta piedras y no quiero ni necesito que hagas ni un solo esfuerzo – no me replicó porque desde luego, yo tenía razón.

Al salir del elevador, la cargué estilo novia y entramos a casa. Entre besos y arrumacos llegamos a nuestra habitación y nos tendimos en la cama. No podía dejar de mirar a la mujer que tenía frente a mí y que me iba a dar la oportunidad de ser padre. Bella me estaba cumpliendo un sueño más. Tomé su cara entre mis manos y besé sus labios con toda la ternura que me provocaba; cada uno de sus párpados, su frente, sus mejillas y su nariz, los rocé con mis labios recorriendo con lentitud el camino hasta su pecho y me detuve…

–Edward, por favor…

Sabía bien qué era lo que quería pero ya la había lastimado una vez y no quería volver a hacerlo. En ese entonces creí que por mi ansiedad mis caricias habían sido agresivas causándole dolor, pero ahora ya entendía el motivo aunque aún así me daba miedo acercarme a mis niñas.

–No quiero hacerte daño…

–No lo harás…

Con mucho cuidado, mis labios volvieron a saborear esa dulce piel que era solo mía; volvieron a sentir ese par de redondeces reaccionar ante mi contacto irguiéndose duras en sus puntas dejándome amarlas de nuevo con excesiva lentitud y suaves caricias haciendo gemir a Bella y retorcerse bajo mi boca que siguió su caminó hacia un nuevo punto… su vientre.

No lo pude evitar. Al llegar a él, mi vista se nubló por completo. Bella albergaba ahí las dos nuevas razones de mi existencia. ¿Cómo podía ser que en ese vientre hubiera vida? Vida que nosotros mismos habíamos deseado tanto y al fin creado.

Lo acaricié con mi mano y con mi mejilla tratando con esas caricias de transmitirles todo el amor que sentía por su madre y por el cual los habíamos concebido. Besé ese maravilloso lugar una y mil veces y dejé que las lágrimas de felicidad que brotaban de mis ojos, cayeran ahí. Bella pasaba su mano entre mi pelo, en un gesto también lleno de amor compartiendo ese sublime momento, nuestro primer momento con nuestros hijos.

–Gracias, Bella, gracias por darme el mejor de los regalos – susurré contra su piel – te amo Isabella…

–Te amo Edward.

Permanecimos así un largo rato solo disfrutando esas tiernas caricias. Nos dimos un baño juntos y nos vestimos. Bella se veía preciosa con su vestido de Prada que tanto me presumía y sus medias oscuras de lana. Se recogió el pelo y casi no se maquilló. Seguro porque sabía todo lo que nos esperaba esa tarde y noche. Nos pusimos los abrigos porque el clima aún nos castigaba en Nueva York y salimos hacia casa de mis padres donde nos esperaba toda la familia. Esta vez estábamos todos, no faltaba nadie. Los saludamos y nos miraban intrigados por haberlos reunido en esa tarde tan fría con tanta urgencia.

–Espero que no nos digan que retrasan la boda de nuevo… – amenazó Emmett.

–No es eso ¿Verdad Bella? – Jimmy preguntó angustiado – ya todo está listo, no podemos…

–No Choo, todo sigue como lo tenemos planeado, aunque… si se trata de un retraso…

–¿Isabella? – Reneé la miró pestañeando repetidamente – ¿Tú…?

–¿Será posible? – mi madre dio un salto de su asiento – ¿Si?

–¿Edward? – mi padre abrió los ojos desmesuradamente y yo sonreí orgulloso.

–Sí – dijimos Bella y yo a coro – ¡Estamos embarazados de gemelos!

–¿Gemelos? – Alice y Rose casi se atragantaron y Emmett y Jasper solo nos miraban asustados. Nuestras madres nos abrazaron llorando y mi padre esperó su turno sonriente así como los chicos. Jimmy estaba feliz llorando sin poder hablar y Diego emocionado abrazaba a su bambina.

Cenábamos entre comentarios divertidos y mi Bella estaba radiante. Nuestras madres nos daban al igual que Sue esa mañana, consejos de todo tipo y mi padre reía al escucharlas. Alice y Rose ya planeaban comprarle a mis hijos toda clase de ropa y Emmett y Jasper decían que los llevarían a jugar béisbol apenas pudieran dar sus primeros pasos y estuve muy de acuerdo con eso. Jimmy decía que no le importaba qué fueran, que él los cuidaría y siempre los consentiría. Diego los llevaría conocer Italia y su abuelo Charlie a pescar. Yo lo único que sabía y me llenaba de satisfacción, era que mis pequeños llegarían a una familia que ya los adoraba.

–Que tino tienes Edward, dos de un solo golpe, que bárbaro hermano – Emmett dijo sonriente – no puedo creer que seré tío.

–No te andas con medias tintas, cuñado – Jasper decía riendo – ¿Te imaginas Alice?

–Ni lo sueñes Jasper, lo que tengas en mente lo discutiremos en un par de años – dijo firme.

–Me parece muy bien eso Alice, no quiero nada de sustitos ¿De acuerdo? – advirtió mi padre y todos reímos.

–Emmett – dije burlón – tú si puedes darnos este tipo de noticias ya ¿eh? – se puso algo nervioso y Rose empezó a hablar muy titubeante.

–Bueno, es que… nosotros – se rascaba la cabeza nerviosa – nosotros ya tenemos un apartamento… nos vamos a mudar juntos.

Todos los felicitamos por ese paso. Parecía un día de grandes y muy buenas noticias.

–¡Vaya Emmett! Pensaba que ya te nos quedabas – Jasper dijo entre risas.

–¿Y tú para cuando, Jasper? – le contestó.

–¿No has escuchado a tu padre? Nada de sorpresitas por el momento – aseguró y Alice hizo una mueca.

–Pero tú aplícate Jazz – atacó mi Bella – en esta vida nunca está dicha la última palabra ¿Verdad cielo? – enredó sus brazos en mi cintura y yo besé su coronilla – si mi amor, tienes razón.

–Eso vemos Bella – Jimmy se apresuró a decir – Edward de verdad que se aplicó, mira que ¡Gemelos!

***

BELLA’S POV

Todavía seguía en shock. Me sentía muy tonta pero feliz. ¿Cómo pude haber confundido los síntomas? Bueno, también era muy fácil ya que creí que eran resultado de mi accidente, pero el dolor de senos ¿También eso? Tonta.

Después de llegar del hospital, en casa, tuvimos un momento muy especial. Edward y yo empezamos a acariciarnos y creí que terminaríamos haciendo el amor pero no. Nuestro momento de intimidad fue mágico pero distinto, porque a pesar de que había sido un momento de entrega, lo fue pero principalmente para darle todo nuestro amor a las dos vidas que guardaba en mi vientre. Ambos lloramos extasiados por al fin saber que se nos concedía lo que tanto habíamos añorado.

Nos dimos un baño y nos vestimos para ir a casa de sus padres para darles a todos la gran noticia la cual recibieron con la misma alegría con que esperamos lo hicieran. Los abuelas estaban que reventaban de felicidad y el abuelo inflado de orgullo. Las tías y tíos también muy alegres, ya discutían sobre llevar a nuestros hijos a jugar béisbol o por quién les compraría tal o cual cosa y Jimmy juró consentirlos por toda la eternidad. Tanto Edward como yo, estábamos rebosantes de alegría. El irradiaba una luz diferente, se le veía feliz, pleno, satisfecho y orgulloso.

Esa tarde también recibimos la excelente noticia de que Emmett y Rose se irían a vivir juntos; ya tenían un apartamento y todo. Se veía que lo estaban planeando desde hacía algún tiempo. Me daba muchísimo gusto por ellos. Con ese antecedente no dudaba que dentro de muy poco nos dieran la gran noticia de que se casaban.

Ya en casa, acostados y ya listos para dormir, empecé a sentir ligeros besos en mi nuca, eran cálidos y húmedos. Me giré buscando su boca y Edward hambriento de la mía respondió a cada uno de mis urgentes besos y caricias. Nos desvestimos deslizando los dedos por nuestra piel, descubriéndonos de nuevo y deseándonos como si fuera la primera vez.

Sus labios recorrieron cada centímetro de mi piel como si nunca antes lo hubieran hecho. Su contacto me quemaba, mi piel ardía y mi prisa azuzaba el deseo que latía desde mi húmedo centro palpitando fuerte hacia cada terminal nerviosa de mi cuerpo. Con la misma prisa, Edward se acomodaba entre mis piernas para tomar posesión de mi cuerpo no sin antes comprobar mi humedad y de pronto, con una lentitud que creí me volvería loca, frenándose, conteniéndose, se deslizó dentro de mi y con un suave ritmo comenzó a moverse, entrando y saliendo, sin prisas, sin urgencia, haciendo que el roce piel a piel intensificara nuestras sensaciones que en ese momento, ya se multiplicaban provocándonos un deseo desesperado por hacer explotar nuestros cuerpos. No necesitamos mucho tiempo más, la tensión en mi vientre se hizo presente y gemí muy fuerte, aferrándome a la espalda de Edward.

–Estoy ce-cerca – le avisé.

–Lo s-sé amor – dijo agitado – y-yo también.

Unas cuantas intromisiones más fueron todo lo que necesitamos para dejarnos llevar por esa explosión de luces, emociones, lágrimas, amor y deseo… éramos uno sólo, disfrutando a plenitud nuestros cuerpos, nuestro amor y nuestra felicidad. Nos quedamos recostados un rato, sólo abrazándonos y dándonos besos; Edward acariciaba con dulzura mi vientre, haciéndome cosquillas.

–Espero que nuestros pequeños hayan cerrado los ojos Bella…

Solté una carcajada y se ofendió – Cielo, no creo que tengan formados los ojitos todavía, no sé con exactitud cuantas semanas tengo, ya nos lo dirá la doctora mañana.

Al día siguiente muy temprano, salimos hacia el hospital. La doctora Montgomery nos esperaba para hacerme de nuevo la prueba de sangre junto con otras especificaciones. Mientras estaban listos, me hizo varias preguntas y de acuerdo a mi último período, ya estaba sobre la séptima semana de embarazo. Lo que significaba que nuestros bebés fueron concebidos después de salir del hospital y debían nacer alrededor de la penúltima semana de noviembre.

Los análisis salieron muy bien y también me hicieron una ecografía para confirmar el embarazo, comprobar que estuviera bien localizado y ver si efectivamente se trataba de un embarazo múltiple. La doctora también se cercioró que hubieran latidos y así fue, solo que nosotros podríamos escucharlos a partir de la semana 12 aproximadamente.

Edward y yo nos mantuvimos tomados todo el tiempo de las manos; miramos maravillados una vez más en la pantalla esas 2 lentejitas que eran nuestros bebés y que en unos meses tendríamos en nuestros brazos. También escuchamos muy atentos las explicaciones y recomendaciones de la doctora, le hicimos algunas preguntas y ya satisfechas nuestras primeras dudas de papás primerizos, salimos del consultorio de la Dra. Montgomery y nos llevamos una grata sorpresa al encontrarnos afuera a los padres de Edward y a mi madre, que impacientes, fueron a esperarnos para saber cómo nos había ido en nuestra primera cita.

Ya en casa, terminábamos con los últimos pendientes de la boda y como era obvio, nuestra atención se centró en los bebés y en las mil preguntas que me hicieron, sin olvidar por supuesto que en cuanto tiempo sabríamos el sexo de mis gemelos o gemelas, cosa que por la noche, platicamos muy seriamente Edward y yo pero no quedamos en nada ya que el si quería saber y yo quería mantener la expectación hasta el final.

–Buenas noches niños, que duerman bien y que su madre quite esa carita de enojada porque al final sabe que haré lo que ella quiera – dijo resignado dando muchos besos a mi vientre – los quiero… también a su madre.

Edward se acomodó detrás de mi colocando su mano en el que ya sería su lugar preferido, sin negar claro, alguna que otra caricia a sus niñas. Enlacé mis dedos entre los suyos y la coloqué entre mis senos, ese era mi lugar favorito.

***

Esperaba algo impaciente que me entregaran el regalo de bodas que encargué para Edward. Observaba las vitrinas relucientes que mostraban las más hermosas joyas que pudiera imaginar.

–Bella – dijo con ese inconfundible acento extranjero – no esperaba volver a verte…

Me giré despacio haciendo uso de todo el aplomo que requería en esos momentos – Rashîd – crucé instintivamente los brazos sobre mi abdomen y lo miré con una ceja levantada, mostrando toda la desconfianza que le tenía.

–Me gustaría hablar contigo ¿Tienes unos minutos? – me preguntó tímidamente, algo difícil para una persona como él.

–Creo que no tenemos nada de qué hablar – dije fríamente – lo dejé muy claro la última vez que nos vimos – busqué con la mirada a su desagradable acompañante pero esa vez iba solo.

–Por favor Bella, yo quiero pedirte una disculpa – dijo viéndome fijamente a los ojos – no sabía toda la verdad, nunca fue mi intención provocarte algún daño aunque al tener una amistad con Irina, inconcientemente lo hice. Mi relación con ella ha terminado y me apena mucho haberte causado tantos disgustos – creí en sus palabras porque lo sentí honesto al hablarme – pero te prometo que al menos por mi parte nunca más tendrás reproche alguno de mi conducta.

Se acercó a mi y tomó mi mano entre las suyas y se la llevó a los labios – eres una mujer como pocas Bella y tienes a tu lado un hombre que te ama, espero que sean muy felices, de corazón se los deseo…

–Gracias Rashîd – dije suavemente saliendo de mi asombro al escuchar sus palabras.

–¿Señorita Swan? – la voz del encargado de la tienda me hizo voltear y cuando quise despedirme de Rashîd, él ya había desaparecido ¡Vaya encuentro más extraño!

Salí feliz de Tiffany’s con mi pequeño paquete. Tom caminaba a mi lado como un celoso guardián ya que esa mañana parecía que todos tenían algo que hacer y yo había tenido que ir sola. Subí de nuevo a la camioneta y a los pocos minutos noté que íbamos por un camino diferente al de casa de Esme; no dije nada porque a veces Tom tomaba atajos para evadir el tráfico o llegar más rápido a nuestro destino, pero a los casi 50 minutos de camino y ya claramente en los suburbios, tuve que preguntar…

–Tom… ¿Te has perdido? – dije algo burlona – ¿Qué hacemos por acá?

–Órdenes señorita, usted no se preocupe – ¿Órdenes? Me pregunté mientras vi que trataba de ocultar una sonrisita.

Me hundí en el asiento sin poder hacer nada más que esperar a llegar a donde sus “órdenes” indicaran. Por la ventana pude ver la hermosa avenida por la que transitábamos; era muy amplia y arbolada y cada determinados metros, muchos para ser exactos, enormes rejas cercaban espléndidas mansiones, algunas con exquisitos jardines y otras ocultas tras altos muros celosos que resguardaban la privacidad de sus dueños.

Tom dio vuelta en lo que creí era una esquina pero resultó una entrada privada. Se detuvo frente a unas puertas muy anchas de madera muy bien cuidadas; bajó su ventanilla y oprimió en botón anunciando nuestra llegada a quien yo ya sospechaba que nos estuviera esperando.

En ese momento las grandes puertas se abrieron permitiéndonos el acceso; Tom avanzó un poco más y frente a nosotros quedó una de las casas más hermosas que yo hubiera visto. Era muy grande y blanca, como me gustaban; unos escalones te llevaban a un descanso justo antes de llegar a la puerta principal que era de hierro forjado y muy bella. Me bajé con la ayuda de Tom, subí los pequeños escalones y me acerqué a la puerta que se abrió de repente y no me sorprendí mucho al ver quien se encontraba adentro esperándome.

–Bienvenida futura señora Cullen – hizo un ademán exagerado y me tendió la mano.

–Edward… – dije asombrada al ver el interior de la casa.

–Ven amor, vamos a recorrerla.

–Es hermosa – susurré mirando todo a mi alrededor.

–Me llamó temprano el agente inmobiliario y vine enseguida; apenas puse un pie dentro supe que tenías que verla – dijo mientras yo observaba el brillante piso de mármol blanco del hall y que dividía el amplio salón, con su chimenea como punto central, del comedor que con mucha facilidad podría albergar una mesa como para al menos unas 12 personas.

–Edward es enorme – dije con una sonrisa en los labios.

–Sí – me dio un beso ligero – esta es la biblioteca y el despacho, mira – abrió una puerta y no pude ni asomarme porque ya me jalaba hacia otro sitio de la casa – este es otro estudio, aquí hay otro salón más pequeño y por aquí está la cocina, ven – al entrar casi tuve que detenerme la quijada por el asombro, era preciosa y eso que no tenía muebles de ningún tipo.

–¿Linda no?

–Preciosa – le confirmé abrumada por la sorpresa.

Y por esta escalera – regresamos al hall y al final nos esperaba una imponente escalera con un barandal exquisitamente tallado en madera – subimos a las habitaciones, son 5 ¿por cual quieres empezar? – hablaba emocionado.

Me arrastró hacia la primer puerta y yo contemplaba feliz cada detalle de las habitaciones que íbamos recorriendo; cada una tenía una gran ventana, closets gigantes y un baño de ensueño. Parecía que esa casa la habían hecho justamente para mí y a cada paso que daba en ella, estaba más convencida de eso.

–Esta es muy linda – dije mientras daba vueltas en medio de una habitación muy cálida – mira cuanta luz tiene, seria perfecta para…

–Para los gemelos amor – terminó por mi y enrolló sus brazos alrededor de mi cintura – los tendríamos muy cerca, con tan solo cruzar esa pequeña salita estaríamos aquí – besó mi oreja y suavemente le dio un mordisco logrando que me estremeciera – ahora ven, quiero enseñarte la habitación principal.

Como él dijo, cruzamos la pequeña salita y entré desesperada a ver la última pieza. Si con todo lo que ya había visto de la casa estaba verdaderamente asombrada, con esa habitación enloquecí. Era magnífica, era grande, luminosa, con una chimenea también y una terraza donde podríamos desayunar al aire libre si no queríamos salir de ahí. Estaba encantada admirando el jardín que desde ahí se veía cuando me llevó al interior para enseñarme el baño que era tan amplio que podrías bailar en el, de un blanco inmaculado y muy elegante, como lo era toda la casa.

–Ahora cierra los ojos – dijo juguetón. Yo lo obedecí y me dejé guiar. Edward abrió una puerta y dimos varios pasos hacia el interior – muy bien, ya los puedes abrir…

Un suspiro quedó atorado en mi garganta, tráquea, pulmones y por todo lugar donde tuviera que pasar el aire en mi cuerpo. Era el vestidor. Era el más bello que hubiera podido imaginar, estaba segura que ni Jimmy ni yo, hubiéramos podido diseñar algo como eso. Grandes puertas albergaban closets individuales que facilitaban la clasificación de la ropa; una pared entera llena de cajones de todos tamaños y repisas para colocar desde bolsos hasta sombreros y grandes accesorios. Otras puertas escondían una gran zapatera y frente a ellas, un enorme espejo de 3 paños del piso al techo. Era divino y enorme.

–Olvidaba decirte que también tiene una casa para invitados a un lado del jardín ¿Quieres verla? – dijo sacándome de mi ensueño.

–Creo que confío en ti cielo.

–Entonces ¿Te gusta? – me abrazó.

–¿Estás hablando en serio? – respondí algo nerviosa – es increíble ¡Me encanta!

–¿Tanto como para vivir aquí por muchísimos años? – tenía mi labio inferior entre sus dientes.

–Tanto como para algo más que eso – mi lengua se adentró en su boca y después de un intenso beso que nos obligó a buscar oxígeno, tomó mi mano y puso unas llaves en ella.

–Bienvenida a su nueva casa, señora Cullen…

–¡Edward!

Ya teníamos casa. Una casa exactamente como yo la había imaginado, que Edward había encontrado y me había regalado.

Toda la sorpresa de la casa hizo que un fuerte mareo me castigara. Si no hubiera tranquilizado a Edward hubiéramos acabado en el hospital pero por fortuna se calmó y solo me llevó a casa; cuando estuvo seguro de que solo había sido un común y simple mareo, regresó a trabajar no sin antes esperar a que llegara Choo para que me hiciera compañía.

Emocionada, le conté todo lo que había ocurrido y lo feliz que estábamos por nuestra nueva casa. Llamamos a Esme para contarle y empezar a planear la decoración; también llamé a mi madre que ya había regresado a Phoenix, estaba segura que daba brinquitos de alegría y me prometió ayudar a Esme con todo lo que hiciera falta.

***

–No creo que puedas librarte de tu despedida de soltera Bella – alegaba Alice.

–Estoy de acuerdo – Rose se le unió – no debes saltarte este importante evento que cambiará tu vida para siempre.

–No seas payasa Rose – rodé los ojos – y no insistan que no voy a ir a ninguna despedida de soltera.

–Pues cuanto lo sentimos pero desde este momento estás oficialmente secuestrada Darling – dijo el traidor de Jimmy – ¡Eh, eh! Sin protestar – añadió negando con el dedo.

–Tengo que avisarle a Edward – dije angustiada – se preocupará.

–El ya está avisado preciosa, además va en camino a “su” despedida de soltero, así que tú no te preocupes – Alice marcaba en su celular – si, ya vamos para allá…

Rose, Jimmy y Alice me miraban maliciosamente mientras Jane daba saltitos emocionada – ¡Todo está listo! ¡Vámonos! – dijo mientras Tanya se acercaba a Alice para hablarle en secreto y ésta negaba con la cabeza.

–¡No! – dijo muy decidida – tú vendrás conmigo, necesito que cuides de mi porque hoy quiero divertirme como Dios manda.

Jimmy puso cara de espanto pero Rose se acercó a mi y me dijo en voz baja – Ella ha cambiado Bella, te asombrarías de saber cuanto – sus palabras me desconcertaron pero preferí otorgarle el beneficio de la duda, Rose no era de las personas que se dejaban llevar por las primeras impresiones y tampoco era muy fácil de engañar.

Subimos a la camioneta y Tom nos llevó al bar donde muchas de mis amigas ya nos esperaban. La fiesta por supuesto, fue a puerta cerrada y al entrar, no pude más que reír mientras saludaba a las chicas que estaban disfrazadas con corsés apretados en colores brillantes, diminutos shorts sobre medias de red y gordas boas de plumas alrededor de sus brazos y cuellos, maquilladas muy exageradas con lunares en la mejilla y labios muy rojos, sin faltar las pelucas rubias, pelirrojas y morenas.

Apenas puse un pie dentro del lugar, se dieron a la tarea de disfrazarme como ellas y en pocos minutos, ya era una más del clan de chicas malas de algún lugar de mala muerte, hasta Jimmy estaba ataviado con peluca, boa, maquillaje y cabe decir que se veía espectacular.

–¡Por favor! Que alguien me tome una foto, le voy a encantar a Diego vestida así – rogó mientras hacía poses indecentes y todas moríamos de risa. Nos tomamos muchas fotos, cantamos con el Karaoke, comimos, ellas tomaron alcohol de todo tipo, bailamos y reímos a más no poder. De pronto, se apagaron las luces y se escuchó como reventaba un látigo y sólo una luz enfocaba el centro del pequeño escenario iluminando a una mujer sentada en una silla con las piernas muy abiertas y precisamente, un látigo en la mano. La mujer se puso de pie y con gran habilidad lo manejó haciendo poses sensuales y bailando eróticamente. Bajó del escenario y se acercó a mi tomándome de la mano y llevándome de vuelta al centro de él.

–¡Ahora aprenderás como seducir a un hombre Bella! – gritó alguna de mis amigas.

–¿Aprender? Yo creo que más bien tiene que enseñarnos como, mira qué ejemplar se lleva y además con premio doble – respondió otra de ellas.

–¡Sí, que nos enseñe! – gritaban – ¡Muéstranos como se hace Bella! – yo no podía parar de reír y decidí jugar un poco. Pasé la boa de plumas por mi cuerpo con movimientos eróticos y lentos; me inclinaba hacia delante mientras meneaba mi trasero como si lo estuviera vendiendo al mejor postor y mordía mis labios y hacía gestos, bailaba muy sexy y tocaba todo mi cuerpo con mis manos y mis amigas gritaban y chiflaban eufóricas por mis lecciones sensuales de baile.

–¡Eso Bella! ¡Uh, uh, uh! – yo seguía con mi enseñanza y ellas me animaban y aplaudían con cada uno de mis movimientos. La canción finalizó y yo respiraba agitada por el esfuerzo; agradecí a mi público y bajé del escenario para desplomarme en una silla mientras mis alumnas ponían en práctica los conocimientos adquiridos. Tomaba un poco de agua y respiraba ya más calmada cuando Tanya se acercó a mi.

–Bella ¿Puedo sentarme? – me preguntó y yo asentí algo reservada – Mira… yo sé que tienes razones para creer que soy una loca envidiosa, irresponsable y todo lo malo que se te ocurra y tienes razón; yo misma me empeñé en crearme esa imagen pero lo hice para protegerme… equivocadamente. – suspiró – Creí que portándome así, la gente se mantendría alejada de mi y no me haría daño; yo no tengo familia y ese ha sido mi modo de mantenerme a salvo de tanta gente malintencionada, pero no me dí cuenta hasta donde había llegado realmente. Me volví una persona amargada y además muy sola – bajó la cabeza – yo no quiero seguir así, yo no soy mala Bella, créeme y no te pido una oportunidad para ser tu amiga, tan solo te pido que me perdones por mis estúpidos comentarios, con eso me daría por bien servida...

–Tanya… – me sentí mal por ella y por todo lo que tuvo que haber pasado para levantar esa hosca barrera a su alrededor – no sé de lo que me hablas, yo no recuerdo que tú te hayas portado mal conmigo en algún momento – le sonreí y su cara se iluminó – ahora ve a quitarle a Alice esa botella de tequila porque presiento que acabará…

–¡Borracha! – dijimos las dos riéndonos a coro.

Mi despedida de soltera fue todo un éxito y yo terminé divirtiéndome horrores, tanto, que hasta que salimos del bar recordé que Edward estaba en la suya y no pude evitar hacer una fea mueca. Tanya, que además de mi era la única sobria, me acompañó a casa y una vez que estuvo segura de que estaba bien, se fue para llevar a Rosalie y Alice que literalmente estaban hechas un trapo.

Hice toda mi rutina de belleza y me acosté esperando a Edward, pero me dormí sin escucharlo llegar. A la mañana siguiente, su fuerte abrazo sobre mi cintura me despertó. Me giré y le di un beso en los labios. El los abrió instintivamente y su aliento alcohólico me hizo correr al baño. Me arrodillé frente a la taza devolviendo todo lo que había ingerido el día anterior. Sentí sus manos sostenerme la cintura y pacientemente esperó a que hubiera terminado.

–¿Ya estás bien, amor? – preguntó con voz aguardientosa mientras hacía un enorme esfuerzo por mantenerse despierto; hubiera podido jurar que seguía borracho – ¿Necesitas algo?

–Yo no, pero tú sí – me levanté despacio y me lavé los dientes rápidamente – vamos, acuéstate mientras te traigo un par de aspirinas o algo – obedientemente se fue directo a la cama y lo arropé con las sábanas pero traté de no acercarme demasiado para evitar que el olor a alcohol me pegara de nuevo.

–¿Cómo estuvo tu despedida, amor? – me giré para verlo y tenía enrollada la boa de plumas rojas que había dejado en la entrada de la casa. Ya había dormido lo suficiente y estaba bañado, afeitado y perfectamente bien vestido.

–No tan buena como la tuya – sonreí malévola porque sabía que la cabeza lo trituraba – pero no quiero saber qué hicieron ¿De acuerdo? – hice una mueca.

–No sé que te puedas estar imaginando Bella, pero para tú tranquilidad, fue en un billar y jugamos pool, póker, tiramos dardos, aullamos y tomamos como locos, tengo que admitirlo, pero solo eso; ninguna presencia femenina hizo su aparición por ahí, lo juro – me confesó.

–Yo confío en ti cielo, es en las otras mujeres en quien no confío – reconocí – pero bueno, olvidemos tu fiestecita y llévame a comer ¿Si?

–Lo que tú digas, solo dime que hiciste con esto anoche – me pidió intrigado.

–Oh no, tú tampoco querrás saber…

***

Un día antes de partir hacia Los Cabos me encontraba excesivamente nerviosa. Jimmy estaba en el vestidor haciendo mis maletas para mi luna de miel y no me dejaba acercarme para ver qué tipo de ropa metía en ellas, todo claro, por órdenes de Edward.

–¿No crees que esto es un poco inmaduro Jimmy?

–La verdad no, creo que es muy divertido mientras te pueda mantener en suspenso – rió con sarcasmo.

–Choo ¿Te harás cargo de todo junto con Esme y Reneé verdad? – reflejé un poco de angustia en mi voz.

–Claro tonta, vamos a tener todo listo para cuando regresen, menos la habitación de los gemelos, ya sabes que mientras no sepamos qué serán, Esme prefiere no hacer planes, y sí Bella, también ayudaré a Tanya como me pediste, solo espero que no te equivoques – admitió algo forzado.

–Ya verás que no, por lo pronto le diré que se prepare porque también irá a Los Cabos, hay que reservarle un boleto Jimmy.

–¿Bella?

–Tú confía, Choo.

–Ajá – respondió de mala gana.

–Ay Jimmy tan feo que te ves cuando haces esas caras, te verás horrible como mi dama de honor…

–¿Tú qué? – abrió los ojos tan grande que creí que se le saldrían – ¿Tú que cosa, Bella?

–Además de feo eres sordo – rodé los ojos – ¿Qué voy a hacer contigo, Jimmy Spencer?

Corrió a abrazarme con lágrimas en los ojos – ¡Gracias, Bella! ¡Gracias!

–¿Por qué lloras si sabes que no quiero que nadie lo haga? ¡Estoy feliz! No llores.

–Yo también soy muy feliz por ti pequeña, muy feliz.

***

EDWARD’S POV

Esa mañana partíamos toda la familia hacia Los Cabos. Era también la última mañana en la que despertábamos juntos Bella, los gemelos y yo porque nuestras madres querían mantener un poco la tradición y no nos dejarían volver a dormir juntos hasta que nos hubiéramos casado.

“Los gemelos”. Continuamente me sorprendía esos últimos días cuando me daba cuenta que hablaba de ellos como si ya estuvieran con nosotros; ya no podía verlos como un sueño o un deseo lejano. Eran algo tan real y tan palpable que formaban ya parte de nuestras vidas, lo único que faltaba era tenerlos en nuestros brazos.

Bella y yo estábamos tan felices por todo lo que nos ocurría, que ni el tema de saber el sexo de nuestros bebés empañaba nuestra felicidad. Yo esperaba que la curiosidad fuera tanta, que Bella no soportara y al final terminara accediendo y pudiéramos conocer el sexo de nuestros hijos, así yo podría comprarles todo lo que vieran mis ojos sin el temor de llenar una habitación con los juguetes y la ropa de un color equivocado. Deseaba tanto darles lo mejor que no veía la hora de saber si serían niños, niñas o un niño y una niña. Eso me tenía algo impaciente.

–¿Ya estás lista, amor? – la abracé por detrás mientras observaba todo el apartamento como despidiéndose de él. Apreté mis brazos un poco alrededor de su cuerpo y besé su cuello.

–Muy lista – dijo con la voz un poco rota, pero era comprensible, habíamos vivido tantas cosas en él tan intensas y en tan poco tiempo que no había duda de que yo también lo extrañaría mucho.

Bajamos y Tom nos llevó al aeropuerto; nos dirigimos al área de vuelos privados donde nos reunimos con los demás; estábamos todos impacientes y muy ansiosos esperando que nos indicaran que pasáramos a abordar nuestro avión. El vuelo se me pasó en un abrir y cerrar de ojos y antes de que pudiera darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, ya nos encontrábamos abordando los característicos carritos de golf del resort que nos transportarían todo el tiempo que estuviéramos ahí.

Como sospeché, no tuve oportunidad de estar a solas con Bella ni un momento, mucho menos de robármela; estábamos muy bien custodiados por toda la familia y a mi, todo ese asunto me había dejado de parecer chistoso desde que subimos al avión. Pero no iba a molestarme, yo podía dormir separado de mi mujer y mis hijos un par de noches, por supuesto que podía.

La cena fue muy divertida. Ya estaban ahí muchos de nuestros invitados y lo que en un inicio era una cena sencilla, se transformó en toda una celebración con brindis de mi padrino, que era mi hermano Emmett, y Jimmy, que era algo así como la dama de honor de Bella. Todos estaban tan animados disfrutando de la velada, que aproveché el momento y arrastré a Bella a uno de los muchos pasillos que tenía el resort, la apoyé contra la pared y desesperado la besé intensamente.

–Dios Bella, no sé como voy a hacer para poder controlarme y no salir corriendo a buscarte para meterte en mi cama en la madrugada – decía contra su cuello – no quiero estar alejado de ti ni un minuto.

–Edward – dijo agitada – yo también voy a extrañar dormir junto a ti pero solo son dos noches amor…

–¡Edward Anthony! – la voz de mi madre me congeló – ¿Qué creen que están haciendo?

–Mamá por Dios, ¡Esto es ridículo! – espeté molesto – nos cuidan como si fuéramos un par de adolescentes calientes. Es el colmo – tomé a Bella de la mano y regresamos al salón con mi madre siguiéndonos los talones.

–Pues se comportan como si lo fueran – me regañó – contrólense por dos noches ¡Sólo dos noches, Edward!

Cuando la cena terminó, acompañé a Bella a su habitación y me despedí. Di mil vueltas en la cama sin poder dormir; necesitaba estar abrazado a su cuerpo o sentirla acomodada en mi pecho. Me desperté después de haber dormido un par de horas y llamé a Bella para bajar a desayunar.

Ese día fue entretenido; casi no me dieron tiempo de extrañar a mi mujer. Entre un juego de golf con mi padre, mi suegro y algunos invitados, pasó la mañana y por la tarde, salimos en un yate a dar un recorrido por la costa y haciendo la visita obligada a esas formaciones erosionadas de roca y que eran el sello distintivo de Los Cabos. Tuvimos de nuevo otra cena ya con todos los invitados y por fin pude estar con Bella un rato; según me había contado, estuvo todo el día en el SPA relajándose y haciéndose mil y un tratamientos para estar perfecta al día siguiente. Baños de seda, jacuzzi con hierbas, exfoliaciones con barro traído del medio oriente… todas esas cosas que le encantaban y que disfrutaba tanto.

Llegó la hora de retirarnos a las habitaciones y el momento de separarme de Bella también. Estaba disgustado por lo ridículo de la situación en la que nos encontrábamos, además de nervioso y ansioso, no podía creer que nuestras madres nos estuvieran haciendo eso. Ya en mi habitación me desvestí y me tumbé en la cama; me giré y sin pensarlo tomé el teléfono.

–¿Hola?

–Te diría que ésta es la última oportunidad que te daré para que pienses bien si quieres casarte conmigo pero creo que a estas alturas esa opción queda descartada ¿Verdad?

–Así es Ingeniero – adoraba su voz – siento mucho si usted pensaba que se podría librar de mí tan fácilmente.

–Nunca ha pasado eso por mi mente créamelo, al contrario, estoy feliz de saber que será mía bajo todas las leyes, religiones, ritos, cultos, porque pienso casarme bajo todos ellos con tal de hacerle imposible el separarse de mí.

–¡Uy! ¡Qué decidido!

–Así soy, aunque eso usted lo sabe muy bien.

–Creo que tengo una idea.

–Bien, aclarado ese punto, creo que es bueno que sepa que voy a hacerle el amor en este instante y por este inusual medio dadas las circunstancias, así que vayamos entrando en materia, póngase muuy cómoda señorita Swan, relájese y dígame que trae puesto, por favor…

–Edward… yo – titubeó – yo creo que quiero cumplir con lo que nuestras madres desean…

¡Puta madre! No me había casado y ya me estaban negando el sexo. ¡Inaudito!

–No puedo creer que esté suplicando por esto – dije decepcionado – duerme bien Isabella…

–Edward no…

–No te preocupes, amor – la corté – descansa, nos vemos mañana… ¿Bella?

–¿Si, cielo?

–Te amo…

–Te amo Edward y… gracias.

Aunque yo estaba que me llevaba el diablo no podía culpar a Bella por querer cumplir con lo que al menos a mí, me parecía una “absurda tradición”. Nuestra relación nunca fue normal desde un principio y jamás seguimos ninguna regla, vivimos nuestro amor como se nos fue presentando, y si podía darle a Bella ese gusto, si eso es lo que ella quería, iba a hacerlo sin quejarme, al menos no mucho.

***

Por fin el día había llegado. No quería admitirlo pero los nervios me estaban consumiendo. No podía estar de pie sin dejar de moverme y ni se dijera estar sentado, era imposible. Ese día no vería para nada a Bella hasta estar frente al juez y al padre que nos casaría, y para evitar que hiciera alguna trampa, Reneé y mi madre había mandado a Emmett, Jasper y Diego para que estuvieran frente a mi puerta desde muy temprano custodiándome. Desayunamos, intentaron distraerme un poco y Diego me convenció de tomar un masaje para calmarme que después de todo, me ayudó un poco.

Me cercioré con Emmett y Jasper que todo estuviera en orden para nuestro viaje, no podía haber ninguna falla. Había estado planeando esa luna de miel con mucha anticipación para que todo estuviera perfecto para mi esposa, y mientras repasaba los pendientes una y otra vez en mi mente, llegó la hora para empezar a arreglarme. Me di de nuevo otro baño y me afeité con mucho cuidado; no quise intentar nada nuevo con mi pelo; por experiencia sabía que los intentos de última hora eran inútiles y terminaría peor de enmarañado de lo que ya lo era por naturaleza.

Salí del baño y sobre la cama encontré mi traje. Era un chaqué de lino de un color marfil muy puro así como el pantalón y el chaleco; la camisa blanca impecable y la corbata y el pañuelo a juego de un color azul plúmbago. ¡Todo tenía que combinar! Era el lema de Jimmy esas últimas semanas y yo, iba incluido en eso. Terminé de vestirme y oportunamente Emmett llegó con un vaso de whisky que me tomé de una sola vez. Ya estaba listo.

***

BELLA’S POV

¿Cómo pretendía Edward que amaneciera descansada con esa llamada a media noche?

A decir verdad, me sentía un poco culpable; él no lo estaba pasando nada bien al tener que dormir solo y aún así le doy un tiro por la espalda al pedirle esperar una noche más; la verdad era que muy en el fondo yo si quería hacerlo, me sentía bien cumpliendo con ese último requisito para poder casarnos y Edward frustrado y molesto, porque lo estaba, accedió a pesar de que lo que le pedí no le hizo nada de gracia.

Con todo eso, me costó mucho trabajo conciliar el sueño. Mis nervios no eran pocos y mi mente tenía mil asuntos dándole vueltas al mismo tiempo. Como toda novia, quería que mi boda fuera perfecta, que estuvieran pendientes hasta del más mínimo detalle ya que no en vano nos habíamos muchas semanas organizando todo para que así fuera.

Como la boda era en la playa, quise que el tema fuera marino. Las invitaciones, las flores, las velas, y toda la decoración reflejarían con mucha sutileza los colores elegidos para crear el ambiente. Las mesas con manteles blancos y la más fina cubertería harían juego con los centros de mesa, algunos con piedritas zen y caracoles y otros con flores blancas y azules. Mesas llenas de postres, golosinas y dulces de todo tipo junto a una fuente de chocolate acompañarían al gran pastel y en otra mesa, una fuente de champagne borbotearía rodeada de charolas de apetitosas fresas, mentas y minúsculas bolitas de duraznos.

Estarían también dispuestas estancias lounge y camas de playa para comodidad de los invitados, todas hermosamente decoradas con mullidos cojines blancos y azules en todos los tamaños y las cortinas prendidas de los doseles se elevarían con la brisa del mar haciendo que parecieran flotar sobre la arena.

Todo lo habíamos planeado meticulosamente para que fuera una celebración formal cuando se requiriera y más casual y divertida conforme avanzara la tarde y la noche pero sobre todo, lo habíamos hecho para compartir la alegría por nuestra unión con las personas que más cercanas a nosotros y que de algún modo formaban parte importante de nuestras vidas. Queríamos que todos disfrutaran y que se llevaran un buen recuerdo de ese día tan especial e importante para nosotros.

Todo tenía que salir bien…

Todo tenía que ser perfecto…

Todo tenía que estar perfecto…

Edward…

***

–Bella… Bella…

Una dulce voz me despertaba suavemente. Sentí hundirse la cama junto a mi y mi cuerpo fue rodeado por unos cálidos y tiernos brazos.

–Bella hija, hoy es el día – mi madre estaba junto a mi despertándome la mañana de mi boda, tal y como lo había soñado durante toda mi vida. Se acomodó abrazándome por detrás y me hablaba casi murmurándome al oído.

–Hoy por fin mi chiquita se casa… – suspiró – nunca creí que llegaría tan pronto este día, pasó demasiado rápido; en un abrir y cerrar de ojos mi hermosa Isabella se transformó en toda una mujer, una mujer que encontró su mitad perfecta en este mundo, un alma buena y protectora, me hace muy feliz que así sea…

–Mamá… – me dejó sin palabras.

–Sé una buena mujer, esposa, madre, amiga y amante Bella. Nada en el mundo te dará mayor satisfacción que eso, lo demás vendrá por añadidura y la felicidad se rebosará por tu gran corazón – sorbió por la nariz – no necesitaba decirte esto Bella porque ya eres todas esas cosas pero siempre me vi diciéndotelas este día. Te quiero hija y deseo que esta felicidad sea eterna para ustedes.

–Oh mamá – me giré y nos abrazamos muy fuerte – gracias mami por quererme tanto y por siempre estar ahí cuando te necesito, eres una gran mamá – dije con la voz ahogada en lágrimas – y por ti, soy la mujer de la cual estás tan orgullosa…

Nos abrazamos por un rato más alargando nuestro mágico momento de madre e hija. Un momento que toda mujer se merece el día de su boda y que debe guardar por siempre en su corazón.

–Siento mucho interrumpirlas pero tenemos un programa qué cubrir – Jimmy estaba apenado pero tenía razón – ambas tienen que empezar a arreglarse pero primero vamos a desayunar porque muero de hambre – dijo más alegre. Rose y Alice entraron al cuarto y detrás de ellas, el carrito con el desayuno. Tuvimos nuestro momento de chicas mientras devorábamos pancakes, fruta y jugo y se fueron para arreglarse.

Me di un baño tomándome mi tiempo para relajarme y después hidraté mi piel con especial cuidado. Al salir del baño envuelta en una suave bata de seda, ya me esperaban el estilista y el maquillista. Aarón y Brad respectivamente; los elegimos porque ya había trabajado con ellos muchas veces y conocían mis gustos, aunque ya habíamos hecho un par de pruebas la semana anterior y con todas ellas quedé encantada. Aarón recogió mi pelo en un elaborado moño y cuando me ponía el spray, el olor me pegó. Salí corriendo al baño como ya era costumbre.

–¡Dios Bella! Estas pequeñas se hacen notar – dijo Jimmy divertido – también quieren ser protagonistas de esto ¿Ya te sientes mejor?

–¿Pequeñas? – enarqué una ceja – si, ya me siento bien.

Aarón pudo continuar con mi peinado, luego Brad hizo lo suyo y una vez que hubieron terminado y me dejaron sola, me giré y pude ver mi vestido colgado en el gancho. Era muy bello. Desde que lo vi, supe que ese era el indicado. Blanco, strapless, y bordado con pedrería debajo del busto y suelto a partir de ahí. Nada más. Era perfecto, sencillo y elegante.

Me puse la delicada lencería, las bragas blancas de seda con las orillas del más fino y suave encaje hacían juego con el brassiere; subí la liga por mi pierna con una sonrisa en mis labios imaginando el momento en el que Edward me la quitaría delante de todos. Un poco de nuestro perfume favorito y estaba lista para ponerme mi vestido. Jimmy entró a la habitación y se acercó a mi con el hermoso diseño en sus manos.

–Bien Bella, ya llegó el momento – dijo ahogando un sollozo y lo abracé – Bella…

–Shhh, yo lo sé Jimmy – traté de reprimir las lágrimas – yo también te quiero – sobraban las palabras entre nosotros – ahora ponme ese vestido y dime que me veo muy linda, anda…

Estiré los brazos y me incliné para que lo pasara por mi cabeza, lo bajó por mi cuerpo, subió la cremallera y me ayudó a acomodarme el busto. Me acerqué al espejo, me observé; parpadeé varias veces ante la imagen que tenía frente a mí. Muchas veces me había visto envuelta en vestidos de novia de todos los estilos, minimalista, romántica, atrevida, moderna, delicada… pero era la primera vez que la verdadera Bella Swan se vestía de novia. Esa en el espejo era la mujer, no la modelo, con su propio estilo, con el vestido escogido por ella misma, no pretendiendo dar una imagen en especial que no fuera la de una mujer totalmente enamorada y deseosa de unirse al hombre de su vida.

Como si me hubiera estado esperando para estar lista, entró mi padre, que apenas pudo avanzar unos pocos pasos hacia mi.

–Isabella… – su mirada me recorrió de arriba abajo, con los labios entreabiertos – hija, estás preciosa – pude ver sus ojos brillar.

–Papá – acorté el espacio entre nosotros y lo abracé emocionada – gracias papá, gracias…

–¿Por qué me agradeces pequeña?

–Porque gracias a ti Edward pudo ir a buscarme, creíste en él y en el amor que me tiene, gracias por confiar en él.

–Te mereces un buen chico junto a ti y él lo es, así como él también se merece una buena chica como tú y yo merezco ser el abuelo de muchos pequeñines – sonrió, besó tiernamente mi frente y metió su mano en el bolsillo de su elegante chaqueta – estos aretes se los compré a tu madre cuando supimos que te estábamos esperando; nos separamos pero decidimos que yo los guardaría hasta que llegara este día, es nuestro regalo para ti hija, son tuyos Bella.

Abrí la cajita y un par de brillantes y hermosos aretes descansaban en el oscuro terciopelo; un gran diamante colgaba de cada uno de ellos, los tomé y me los puse… algo usado.

Papá salió de la habitación y Esme entró enseguida. Me tomó la mano y me hizo girar para verme bien.

–Bella, te ves tan linda – me dijo con dulzura.

–Muchas gracias Esme – respondí tímidamente.

–No dejo de agradecer por el día que llegaste a casa con Rosalie – acarició mi mejilla – mi Edward no tuvo ojos para nadie más desde que te vio, lo noté inmediatamente y supe que no te dejaría escapar. Le cambiaste la vida Bella, me devolviste a mi hijo y también gané otra hija, soy muy feliz por ustedes ¡Y por mis nietos! No veo la hora para empezar a decorar ese cuarto, azul y rosa… ya tengo muchas ideas, te van a encantar.

–¿Azul y rosa? – pregunté intrigada.

–Serán un príncipe y una princesa – aseguró feliz – ya lo verás pero olvida eso por ahora, toma – puso un broche para el pelo en mi mano; era de brillantes y zafiros.

–Esme…

–Me lo regaló mi madre cuando me casé, te lo presto, lúcelo este día Bella – me lo colocó a un lado del moño y me miré de nuevo al espejo… algo prestado.

Rosalie entró sigilosamente a la habitación y me miró sonriente. Se agachó y levantó la orilla de mi vestido.

–¡Rose! ¿Qué haces?

–Poniéndote algo azul, espérate no te muevas que puedo picarte.

–¿Picarme? ¿Rosalie? – pregunté alarmada.

–Compré esto en un pueblito cerca de la villa de Diego – decía metida bajo mi vestido – una viejecita me dijo que si ponías esta medallita con este lacito azul debajo del vestido de una novia, tú serías la próxima en casarte – se levantó por fin – y yo Bella ¡Muero por casarme con Emmett!

Reímos juntas – Gracias, Rose – ya tenía algo azul.

–¡Bella, ya es hora! – entró Alice gritando y luciendo hermosísima, me abrazó y acarició mi abdomen – nada de hacer sentir mal a mami pequeños, a portarse bien eh.

–Ay Alice ¿tú eres del equipo de los niños? – me hacían gracia las predicciones de todos.

–Claro, un par de nenes hermosos como su tía – sonrió feliz y Rosalie bufó.

–¡Niñas! – dijo exasperada – ¡Son niñas!

***

EDWARD’S POV

Estaba de pie bajo la pequeña cúpula. Tenía la mirada fija en el inicio del pasillo para verla caminar hacia mi. No existía nada más importante para mí en esos momentos que estar pendiente de su llegada. Sentía las manos frías y la boca seca. Ya había logrado poner nerviosa a mi madre con mis propios nervios y mi padre asentía mirándome para calmarme un poco.

Los primeros acordes del Canon de Pachelbel se empezaron a escuchar y todos se pusieron de pie. Se me erizó toda la piel y aún no veía a Bella. Alice apareció caminando lentamente en el pasillo, se veía muy linda; Rose la siguió y escuché a Emmett aclararse la garganta. Jimmy muy serio y formal se avanzaba hacia la cúpula donde el padre esperaba la llegada de Bella para empezar la ceremonia, y de pronto la vi…

Iba tomada del brazo de su padre. Un velo cubría su rostro pero sabía que no podría verse más hermosa. Con pasos lentos fue acercándose a mí; parpadeé varias veces; algo nublaba mi vista y no supe qué era hasta que una tibia lágrima corrió por mi mejilla.

Se me hizo eterno el tiempo que se tardó en llegar hasta mí y cuando al fin lo hizo, extendí mi mano hacia ella, la tomó y Charlie colocó la suya sobre las nuestras…

–Te entrego a mi hija Edward, sé que la harás muy feliz – asentí y él levantó el velo del rostro de Bella… un nudo se formó en mi garganta al ver que también por su mejilla resbalaba una lágrima y con delicadeza la limpié con mi pulgar. Estaba preciosa.

Nos miramos unos segundos y sonreímos.*



*



*


Gracias PattinsonWorld. 

miércoles, 9 de febrero de 2011

CAPITULO 51

CAPITULO 51

EDWARD’S POV

Esa tarde tuve la reunión con el departamento de presupuestos y planeación de Estado. Me habían requerido un informe de las actividades realizadas hasta ese día para ver lo avances que tenía toda la construcción de la presa. Habían quedado gratamente sorprendidos con el trabajo que Cullen Engineering & Co. había realizado hasta ese momento y la presentación que hicimos con el programa tridimensional fue todo un éxito; la cereza del pastel había sido mi ofrecimiento de presentar el mismo informe detallado cada seis meses para mantenerlos más al tanto de toda la obra y por supuesto aceptaron felices, dejando entrever que considerarían en primer lugar a mi constructora para la realización de otras 2 obras muy grandes en el país en un tiempo relativamente corto. Todo el esfuerzo de cada uno de los que formaban parte de mi empresa nos había llevado a obtener ese nivel. Estaba enormemente agradecido con ellos.


A pesar de que lo único que quería era llegar a casa y enterrarme en la cama a dormir por varios días, tuve que asistir con ellos a una cena que había tardado más tiempo del que esperaba. Después de unas horas, conducía a casa realmente agotado aunque me sentía más ligero sin el peso del informe y la presentación a mis espaldas; afortunadamente no había mucho tráfico y llegué en poco tiempo. Me dejé caer medio muerto en la cama y tomé el teléfono para llamar a Bella ya con toda la tranquilidad del mundo.

-¡Cielo! ¿Cómo te fue? – respondió impaciente.

-¡Excelente amor! Estoy muy contento, les encantó la presentación y están más que satisfechos con el avance que llevamos; les propuse presentar un informe cada seis meses y aceptaron – le dije satisfecho.

-¿Cada seis meses? ¿Otro informe así? ¡Es demasiado! – se quejó.

-Es mejor para mí, ya lo verás, no lo hubiera propuesto de no ser así – le expliqué los beneficios de mi ofrecimiento y me escuchaba atenta, coincidiendo conmigo al final. Cuando terminamos de hablar, me levanté bastante adolorido de la cama para desvestirme. Toda esa presión me estaba pasando factura y necesitaba un par de analgésicos para aliviar el molesto e incómodo dolor de hombros que tenía; abrí el cajoncito del baño donde Bella guardaba las medicinas y las saqué todas para encontrar las que necesitaba; cuando lo hice, empecé a meter de nuevo todos los frasquitos y cajas. Al final, quedó una pequeña y con impaciencia saqué su contenido. Estaba intacto. Las 21 pildoritas amarillas estaban completas en su empaque ¡No faltaba ni una sola!


Con las píldoras en mis manos, caminé lentamente hasta la orilla de la cama y me senté. Estaba nervioso y confundido. Mi respiración se estaba agitando y no podía pensar con claridad, lo único que tenía en la mente, era que por algún motivo tenía en mis manos esas pastillas. Bella era muy cuidadosa con eso y el que se hubiera olvidado de ellas no era una opción.

Iba a arriesgarme, iba a ir hasta allá albergando una esperanza en mi corazón. Me invadió una energía extraña y sin pensarlo, tomé el teléfono y reservé un vuelo hacia Río a primera hora. Hice mi maleta sin saber bien qué había metido en ella y me acosté esperando dormir aunque fuera unas horas. Me levanté de nuevo para tomarme los analgésicos que me habían llevado a hacer ese descubrimiento, sólo deseaba con todas mis fuerzas no estar equivocado.

Me desperté al oír la alarma de mi teléfono. Me di una ducha y me vestí lo más rápido que pude. Me abrigué más de lo normal ya que afuera habían casi -5ºC. Y así casi disfrazado salí rumbo al aeropuerto para llegar a tiempo a abordar mi vuelo de 9 horas a Río. Estaría allí aproximadamente a las 6 de la tarde; Bella y las chicas desfilaban a las 8 de la noche. Me daba tiempo suficiente para llegar y hacer algunos arreglos.

Dormí algunas horas durante el trayecto debido al cansancio acumulado y me sentaron de maravilla. Me sentía renovado y con energías. Ya en Río, hice lo que tenía en mente y me instalé para esperar lo más paciente que pude a que Bella llegara, lo que ocurrió casi a las 12 de la noche.

Escuché que abría la puerta y entraba; se detuvo un instante a observar la suite, sonreía feliz. Yo la miraba detrás de unas enormes cortinas en el pequeño salón a media luz cuando salió a la terraza. Salí de mi escondite pero me mantuve a cierta distancia, viéndola admirar la impresionante vista de la bahía de Copacabana; se acercó al balcón y se asomó con cautela. No me pude resistir un segundo más y me coloqué detrás de ella lo más sigiloso que pude. Aspiré su olor y con suavidad rodeé su cintura con mis manos llegando hasta su vientre…

–Te extrañé tanto, Bella… – murmuré contra la piel de su cuello.

–¡Edward! ¡Eres tú! – se giró dando un brinco hacia mí.

La envolví entre mis brazos besándola con una urgencia que me hacia temblar, entregándome a ella porque lo necesitaba y ella haciendo lo mismo, devolviéndome los besos con las mismas y desesperadas ansias. Las mismas con las que la llevé adentro para hacerla mía.

–Edward… – mi premura la asustó un poco.


–Shh, tranquila amor, soy yo que te necesito tanto que… ahh… – el dolor tan fuerte en mi vientre y que corría hasta mi entrepierna no me dejó continuar hablando. La dejé en la cama y con prisa comencé a desvestirla para hacerlo después yo. Tomé a mi Bella por las pantorrillas y la jalé hacia la orilla de la cama. Quería hacerla mía ahí, levantando sus caderas de la cama y era tanta mi necesidad de estar dentro de ella que sin perder un solo instante la penetré, llenando su cuerpo con el mío, entrando y saliendo de ella una y otra vez, dejándome llevar por mis más básicos y primarios instintos, agitando si es que se pudiera todavía más nuestras respiraciones mientras decía su nombre entre sílabas incompletas, gimiendo yo y jadeando ella, pendiente de cada movimiento y de cada respiración que alguno de los dos daba, hasta que se dejó llevar…

Claramente pude distinguir cierta tensión en su interior, la conocía muy bien, Bella estaba cerca pero yo aún no. Con más fuerza embestí su pequeño cuerpo, como a ella le gustaba, haciéndola llegar al clímax gritando toda clase de buenas y malas palabras… ¡Me excitaba tanto escucharla!

Seguí penetrándola persiguiendo mi propio orgasmo manteniendo la mitad de su cuerpo elevado de la superficie de la cama, en un ángulo que nos proporcionaba mayor profundidad; después de varios fuertes empujones me acerqué a él, alcanzándolo, derramándome, llenándola y buscando dejar una parte de mí en ella. Fui soltando mis brazos de sus muslos; lentamente nos acomodamos en la cama aún jadeantes y cubrí su cintura con un brazo, acariciando su suave piel, dándole tibios besos.

-Edward – apenas murmuró mi nombre.

-¿Si?

-Ahora ya me puedes decir ¿a qué se debe la sorpresa? – me miró regalándome besos por todo mi rostro.

-¿No tienes ni una idea? – le pregunté mientras la miraba intensamente; saqué la pequeña caja que tenía bajo la almohada y la puse en su mano – encontré esto Bella – ella abrió los ojos sorprendida y poco a poco se le fueron llenando de lágrimas.

-Mi amor…

-Si Bella, vine para hacer a nuestro hijo…

–Dios mío… – dijo en un suspiro.

–Dime que no me equivoqué…


–¿Cómo…? ¿Tú…? Yo no… – intentaba preguntar pero no lograba hilar ni una sola idea completa. Verla tan confundida me decepcionó un poco, no debí dejarme llevar impulsado por un deseo.

–Lo siento Bella – no pude ocultar mi mirada triste – no quise presionarte, yo creí qu…

–Mírame – me pidió pero no podía resistir que me viera así – ¡Edward mírame! – tomó mi rostro entre sus manos obligándome a verla a los ojos.

–Está bien Isabella, no pasa nada – me moví para pararme de ahí pero ella me detuvo y se puso a horcajadas sobre mí.

–No te equivocaste cielo, no lo hiciste…

–Bella…

–No quiero esperar Edward, estoy lista.

No podía creer lo que estaba escuchando. Bella en 3 segundos me llevó de la tristeza a una increíble felicidad dándome una de las mejores noticias que hubiera recibido en mi vida. Estaba sin poder reaccionar; no parpadeaba por miedo a que fuera un sueño y que así como llegó se desvaneciera en un instante. Mi respiración comenzaba a agitarse cuando Bella entrelazó sus dedos con los míos y lentamente se inclinó para darme el más tierno beso.

–Amor… – susurré muy despacio moviendo mis labios sobre los suyos en respuesta – ahora dime que no estoy soñando, por favor.

–No estás soñando cielo, es verdad, quiero que me embaraces – besó mi frente – quiero que hagamos un bebé – besó mis ojos – quiero hacerlo ahora mismo – besó mis labios – quiero que se parezca a ti, con tus ojos, con tu piel – besaba toda mi cara.

–Si Bella, lo que tú quieras – la giré y quedé sobre ella – lo que tú quieras…

***

Apenas y dormimos esa noche. Nos tomamos muy en serio nuestra tarea e hicimos el amor hasta que salió el primer rayo de sol. Dejé a Bella extenuada, yo hubiera podido seguir hasta que no me hubiera quedado la menor duda de que habíamos concebido a nuestro hijo, a nuestro tan deseado hijo.

Dormimos hasta el medio día y solo porque Jimmy llamó para recordarle a Bella que en 2 horas la esperaban en otra habitación para maquillarla y peinarla para asistir a la inauguración de una exclusiva tienda. Seguro que a Jimmy debió darle un ataque cuando en la recepción le informaron del “cambio de suite” de Bella y por eso avisaba con 2 horas de anticipación, sabía que cuando estábamos juntos perdíamos la noción del tiempo.

No había nada mejor para despertar a Bella que haciéndolo primero con mis niñas, por lo que descubrí su cuerpo dejándolas libres de las sábanas. Nunca me cansaría de admirarlas, de besarlas, de amarlas y de consentirlas jamás. Pasé mis labios por sus rosados pezones que poco a poco se fueron irguiendo y cambiando a un color más oscuro conforme iban respondiendo a mis caricias. Los probé con mi lengua como si no hubiera sido suficiente el haberlo hecho durante gran parte de la noche. Bella gimió entre sueños, comenzando a despertar…

–Edward… – dijo aún medio dormida.

–¿mmm? – pregunté con un pezón entre mis dientes, jalándolo muy suavemente.

–No si…gas.

–¿Segura? – lo solté – no me molestaría seguir – sonreí.

–Ten… go que tra… ba… jar – balbuceó entre excitada y dormida.


Media hora después salía de darse un baño y nos sentábamos a comer en la parte sombreada de la terraza. Pedí varias cosas ya que después de una noche como la anterior, necesitábamos reponer muchas energías.

–Veamos Sr. Ingeniero exitoso – se sentó en mi regazo – ¿Podría decirme como dedujo lo que dedujo?

–Encontré la caja buscando unos analgésicos – respondí simple – y sé que no eres tan precavida como para comprar cajas y guardarlas así nada más ¿Me equivoco?

–No, pero yo quería que fuera una sorpresa – hizo un puchero – ahora la frustraste.

–Ya sabes que mi mayor sorpresa será cuando sea un hecho, me volveré loco de felicidad ¿Tú crees que anoche…? – pegamos nuestras frentes.

–No lo sé – sonrió – ojala que si…

***

Acompañé a Bella al evento de la tienda. Había mucha gente y de sobra está decir que las cámaras de t.v. y reporteros de todo tipo estaban ahí cubriendo el evento. No me agradaba estar bajo el escrutinio de las lentes pero ya me estaba acostumbrando. Bella no soltaba mi mano y cuando le dije que estaría sólo a unos pasos de ella me taladró con la mirada. Me quería a su lado.

Fuimos bombardeados con todo tipo de preguntas. Yo ya había aprendido a estar calladito y con el pico cerrado, era lo mejor en esos casos; que Bella respondiera lo que quisiera hacer del dominio público y yo solamente sonreía y esperaba paciente a que terminara todo el show. De pronto, se escuchó la pregunta que tanto temíamos.

“¡Bella! ¿Es cierto que se casan pronto?”

–Podría ser… – respondió sin especificar nada.

“¿En donde será la boda?”

“¿Venderán la exclusiva?”

Ella ya no respondió nada más y los reporteros enloquecieron. Afortunadamente, no estuvimos ahí más tiempo y nos libramos de más preguntas comprometedoras. Después, nos dirigimos al segundo desfile de Bella en Río. Al llegar, la acompañé al camerino y saludé a Rosalie y a mi hermana ya que no había podido verlas en el hotel. Alice se veía tan linda… todavía no creía que se hubiera convertido tan rápido en una solicitada modelo. Me daba mucho gusto por ella ya que siempre le había gustado todo lo relacionado con la moda. El desfile comenzó y después de varias chicas, apareció Rose, luego Bella y por último Alice; las tres enfundadas en ropa algo loca pero no estaba mal. Al terminar, todos fuimos a cenar menos la asistente de Alice, tal vez se sentiría mal o estaba cansada.

Al llegar a nuestra suite, repetimos nuestra apasionada noche, terminando con un chapuzón en la alberca a las 4 de la madrugada. Al día siguiente, bajamos a comer con los chicos a una de las albercas del hotel. Todos íbamos en ropa de playa aprovechando el perfecto clima. Pasamos una tarde divertida y nos tiramos en los camastros alrededor de la alberca para asolearnos un rato.

Bella me pidió que le pusiera bloqueador en la espalda; me senté y ella se quedó de pie entre mis piernas. Antes de empezar mi tarea, se inclinó y me dio un beso; rodeé su cintura con mis brazos y no pude evitar acariciar su suave vientre con mi mejilla, deseando que ya hubiera vida en él. Repartí besos por todo su abdomen y me obligué a salir de mi trance. Cuando abrí los ojos, Jimmy tenía una mirada indescifrable. Sonreí y despacio negué con la cabeza, eliminando con cualquier duda que tuviera.

***


Dos días después ya estábamos de vuelta en casa y encerrados gracias a una gigantesca tormenta invernal. La mitad del país estaba prácticamente paralizada y por todos los medios se recomendaba no salir si no era estrictamente necesario; nosotros como buenos ciudadanos, obedecimos las alertas y ocupamos nuestro tiempo en cosas de provecho como el practicar arduamente para traer un habitante más al planeta.

Cuando no estábamos enfrascados en esa placentera tarea, Bella y Jimmy desde su casa por supuesto, se pasaban largos ratos preparando cosas y más cosas para la boda ¿Cómo podían estar tanto tiempo entretenidos en eso? No es que yo no quisiera una bonita ceremonia, claro que lo deseaba pero ¿No estaban exagerando un poco? ¡Sólo serían unas cuantas horas por la tarde!

Yo, mientras ellos estaban ocupados con la boda, revisaba y revisaba cada sitio en la web de bienes raíces. Bella no lo tomaba muy en serio, pero yo en realidad quería que ya una vez casados, viviéramos en nuestra nueva casa lo más pronto posible, en una casa comprada por mí para mi familia. Si aún seguíamos en su apartamento, era porque todavía no formalizábamos nada y porque ella tampoco iba a querer irse a otro lugar que no tuviera un vestidor como el suyo, lo cual entendía perfectamente bien y por eso era mi apuro, por encontrar una casa que le gustara para empezar a hacer todas las modificaciones que hicieran falta. Ya estábamos a menos de un mes y medio de la boda pero a Bella no parecía urgirle tanto una casa nueva como a mí.

BELLA’S POV

Nunca olvidaría ese viaje a Río, a menos claro, que me volviera a estampar con algún objeto contundente y perdiera la memoria de nuevo lo cual era muy improbable.

Edward me había sorprendido yendo hasta Río porque había descubierto mis píldoras anticonceptivas mientras buscaba analgésicos y de inmediato dedujo mis intenciones. No se había podido resistir y tomó el primer vuelo para encontrarse conmigo y poder empezar a escribirle a la cigüeña. Estaba tan entusiasmado, tan feliz, que tenía un brillo en los ojos que no le había visto antes. Sin perder el tiempo, tomamos nuestra tarea muy en serio. Hicimos el amor a todas horas mientras no estuve trabajando. Edward tenía mucha ilusión y no podía estar más agradecida de que lo deseara tanto como yo.

Estábamos de vuelta a los Estados Unidos y enclaustrados por una bendita tormenta invernal. Fueron los 2 días más ricos que tuvimos sin salir para nada de casa. A duras penas logramos llegar a Nueva York desde Brasil; ya los aeropuertos empezaban a desviar los vuelos a otras ciudades y fue una suerte que nosotros alcanzáramos a llegar sin contratiempos. Avisamos a nuestros padres que habíamos podido llegar y como siempre ocurría, me quedé horas hablando con mi madre.

Ahora ya teníamos un tema más de sumo interés del cual hablar y que ocupaba su mente las 24 horas durante los 7 días de la semana. Mi padre tampoco era ajeno al tema, solo que su interés estaba más enfocado a las actividades que iba a poder realizar en Los Cabos, como pescar, para ser exactos.

–Ojala que esta tormenta no dure más días Bella, tenemos citas a partir del lunes para ver tu vestido – me informó Jimmy – Reneé como buena madre quiere estar presente y Esme también.

–Si, yo también las quiero ahí – sonreí – es una lástima que Sue no pueda venir, me hubiera gustado tenerla con nosotras, pero nos encargaremos tanto de su vestido como los de las chicas ¿No?

–¡Claro! Todas nos veremos preciosas – suspiró – siempre soñé con ser la niña de las flores ¿puedo serlo?

–mmm, creo que ya estás un poco mayor para eso ¿No crees?

–Bueno Jimmy – Edward se asomó a la pantalla de la laptop para que la camarita lo captara – por hoy ha terminado la sesión, Bella estará ocupada por lo que resta del día – dijo divertido.

–No creo que por el momento haya algo más importante que esto – alegó molesto por ser interrumpido – ¿O si?


–¿Necesitas que te lo diga? – levantaba las cejas sugerentemente.

–¡Iuuu no! – hizo una mueca horrible.

–Podríamos filmarnos Bella y yo en un video erótico-pornográfico, obtendríamos muy buenas ganancias si lo vendemos – bromeó.

–¡Claro! es muy buena idea señor “me infarto porque mi novia desfilo con un vestido transparente en Río” – dije un poco irónica al recordar su cara cuando vio las fotos.

–Humm, me lo tenías que recordar… – susurró pero alcancé a escucharlo – pero me comporté Bella, no puedes decir que no lo hice.

–Si cielo, lo hiciste – me colgué de su cuello y le di un beso – lo hiciste muy bien.

Cerré la sesión con Choo y nos fuimos a la cama, si, pero contrario a lo que pensé que haríamos, se puso su laptop en las piernas y nos pusimos a buscar casas en los suburbios. Hicimos unas cuantas citas para algunas que nos gustaron y una vez que estuvo satisfecho con nuestro avance, dejó su máquina a un lado y nos concentramos en cosas más apremiantes.

***

El cielo azul resplandecía brillante; limpio y claro, sin una sola nube en él. Me encontraba relajada dejando mi cuerpo flotar sobre las diminutas olitas del cristalino mar que lo mecía. Era una deliciosa sensación el aflojar cada parte de mi cuerpo; mi columna, mi cuello, mis brazos, mis piernas que separadas, gozaban de ese hipnotizante vaivén y de la tibieza de las aguas que las envolvían al igual que todo mi cuerpo. Tibieza que fue subiendo despacio, incrementando poco a poco el calor en medio de ellas al sentirse acariciadas mientras que en mi vientre, iba creciendo un deseo que lentamente iba bajando hasta mi centro.

Gemí ante la conocida sensación; alejé mis piernas una de la otra para darle paso al glorioso placer que sabía terminaría por quemar mi cuerpo. Me removí intranquila buscando alcanzar la primera llamarada de ese fuego que ya quería que derritiera mi interior, consiguiendo al fin tocarlo. Ardientes lenguas de fuego acariciaban la parte interna de mis muslos y bailaban sobre mi vientre; el calor bañó mi centro, hinchando mi sensible botón que palpitaba ansioso por contacto. Arqueé mi cuerpo. Jadeé intensamente suplicando que se me concediera la satisfacción de mi deseo… Las ardientes lenguas se volvieron una sola que rozó mi clítoris disparando corrientes en todas las intensidades por todo mi cuerpo.

Se paseó sobre mi nudo de sensaciones una y otra vez, causando que me retorciera y arrancándome grititos al sentir que invadía mi interior tocando con delicadeza mis paredes regalándome las más entrañables caricias.

–¿Te gusta amor? – escuché su voz entre sueños.

–¿mmm?

–¿Así? ¿Se siente rico? – levanté con mucho esfuerzo mi cabeza de la almohada, vi su cara entre mis piernas y sus ojos llenos de deseo mirándome.

–Edw…


–Córrete Bella… – bastó su orden para que después de que sus dedos tocaran mi punto de locura haciéndolo vibrar, gritara explotando en un avasallador orgasmo. Mi cuerpo convulsionó de placer en ese momento y aún después por las réplicas del orgasmo provocadas por sus dedos que no abandonaron mi punto especial. Cuando mi respiración recobraba su ritmo normal, Edward abandonó mi interior y subió hasta quedar a mi altura sobre la cama atrapando mis labios, probándome en ellos.

–¿Qué… que fue… eso? – pregunté con mucho esfuerzo tratando de despertar por completo.

–Son mis caricias previas – sonrió bajando a mis despiertos pezones – creo que te las debía… ¿o no? – mordía alternadamente cada uno de ellos mientras yo gemía de nuevo – si no las quieres, me las puedes regresar…

–Con que las quieres de vuelta ¿no? – con un movimiento rápido me coloqué sobre él – bueno, prepárate para gritar mi nombre cielo…

–No puedo esperar…

–No tendrás que hacerlo… – me acerqué a susurrarle al oído – cierra los ojos.

Estiré el brazo y tomé del cajón de su mesita un frasquito y fui deslizándome entre sus piernas lamiendo en mi descenso su ombligo y su vientre; me senté sobre mis talones, vertí en mis manos un poco del aceite de frasquito, las froté y comencé a darle un ligero masaje en las ingles, que era una zona altamente erógena para él.

–¿Te gusta? – le pregunté igual.

–Ahh – jadeó – no tienes ahhh, idea de lo… mmm jodida… meente bien… que se sieente – apenas pudo responder por la presión que las palmas de mis manos ejercían – sigue…

Ya lo conocía bien y sabía cuales eran las caricias con las que no solo gritaría mi nombre, sino me suplicaría piedad y eso, era encantadoramente excitante para mi…

Mis manos que no dejaban de moverse sobre él, se adentraron entre sus piernas, llegando directamente a sus testículos, ignorando su viril miembro firme esperando mi atención; los tomé con una mano suavemente, en una delicada caricia, moviéndolos en mi mano mientras que con la otra empecé a acariciar su erección palpitante de placer. Me incliné y lamí la puntita, rozándola con mi lengua. Edward gimió y levantó las caderas invitándome a devorarlo pero no era turno de jugar con mi travieso favorito, antes tenía que enloquecerlo y castigarlo torturándolo de deseo.

Me incliné todavía más y con mucho cuidado, pasé mi lengua por sus testículos provocando un grito suyo. Los humedecí con mi lengua y los masajeé con ella, llevándolo al borde de la locura. Era otro de sus puntos clave al igual que su perineo; frotar mi dedo ahí, lubricado mientras mantenía mi lengua en movimiento en sus testículos, era transportarlo a otro mundo, a una dimensión llena de lujuria y placer, lo hacía suplicar, implorar, gritar mi nombre, jurarme amor más allá de la eternidad…

–Por ffa…voor, ¡Isabellaaa! – gritaba – noo juegues…

–¿Mhumm?

–Noo paares, noo… máss…

Estaba justo en el punto que yo quería; decidida, dejé de jugar con sus testículos y tomé su miembro, introduciéndolo en mi boca sin previo aviso. Edward ahogó un jadeo, y se tensó, estaba muy cerca. Sin dejar de frotar su perineo, su longitud casi completa entraba y salía de mi boca con rapidez al mismo tiempo que daba gemiditos sexys, que lo hacían acercarse al borde del orgasmo.

–¿Lo estoy haciendo bien? – pregunté con fingida inocencia deteniendo mis caricias.

–¡Bellaa! – gritaba – siiguee…

Continué con más velocidad y tensó todo su cuerpo, ya no gritaba, solo gemía por el placer que yo le daba… claramente sentí como avanzaba por su miembro su descarga inundando mi boca; rápidamente tragué varias veces, succionándolo después con fuerza, haciendo que levantara sus caderas mientras intentaba llevarme conmigo hasta la menor partícula de él.

Edward tardó un poco en dejar de temblar… por mí culpa, al no dejar de acariciar ese pequeño espacio detrás de sus testículos. Me sentía tan poderosa, tan mujer, tan satisfecha conmigo misma por ser capaz de llevar a mi hombre a esos niveles de placer extasiantes… lentamente subí hasta su boca y lamí sus labios…

–Buenos días cielo – ronroneé sensual.

–Muuy buenos…

***


El mal tiempo pasó y por fin pudimos salir. Edward entre la presa y yo con mi trabajo, hacíamos huequitos en nuestras agendas para las citas con los de bienes raíces. Fuimos a ver varias casas, y no es que no me gustaran pero siempre les faltaba algo. Edward fue muy paciente conmigo e insistía en que si yo no estaba plenamente convencida de alguna de las casas, que no me preocupara porque seguiríamos buscando. Yo no creía ser muy exigente o caprichosa, solo que no me “veía” viviendo en ninguna de ellas.

Yo quería una casa grande. Muy grande, con habitaciones suficientes para los niños y para recibir a mis padres, con un vestidor enorme, así como con amplios baños, una cocina cálida que nos invitara a estar ahí reunidos, el despacho de Edward, un comedor para las celebraciones, un gran salón para las navidades y jardines en los cuales pudiéramos hacer las fiestas de cumpleaños de nuestros hijos. Nuestra familia era grande y lo sería aún más, así debía ser nuestra casa ¿Era mucho pedir?

***

Mi madre llegaba al día siguiente. Teníamos citas para ver los vestidos de novia. No quería nada rebuscado, solo quería, como toda novia, el vestido de mis sueños y que fuera ideal para mi boda en la playa. Nuestra primer parada fue con Vera Wang; siempre tan sencilla y atenta, me hizo probar más de 10 vestidos. Oscar de la Renta fue nuestra segunda opción y mi madre y Esme casi pierden la razón con las bellezas de vestidos con las que nos encontramos, debo decir que uno de ellos me gusto mucho pero me contuve al ver que Jimmy no hablaba, lo que significaba que no estaba convencido con ninguno de los que habíamos visto y yo confiaba ciegamente en él.

–¿Choo? – lo miré dudosa.

–Simplemente ninguno de estos vestidos “eres tú” – me dijo entre comillas – pero no te preocupes, aún faltan 3 días para ver muchos más – me rodeó los hombros con un brazo.

Continuamos con Monique Lhuillier que tuvo uno que me encantó pero para variar no quise quedarme con la primera elección y continuamos con Angel Sanchez y Narciso Rodriguez el segundo día.

–¿Nada cariño? – me preguntó Edward mientras yo hacía un puchero de frustración y negaba con la cabeza – no importa, hasta envuelta en una sábana te verías preciosa… – me abrazó pegándome a su pecho y acurrucándonos para dormir – seguro que mañana lo encuentras ya verás…

En nuestro tercer día, ya me sentía angustiada. Estaba nerviosa y sentía que por lo mismo, ya no podía concentrarme en los vestidos que me probaba. Tuve que salir del estudio de J. Mendel porque sentía que me asfixiaba. La verdad es que ya no quería ver un solo vestido de novia más por ese día, solo quería irme a casa y sumergirme en la bañera en agua muy caliente para quitarme ese frío que me calaba hasta los huesos.

Hubiera podido irme enseguida, pero Esme y Reneé nos pidieron alcanzarlas en Saks para hacer enseñarnos no sabía qué cosas, así que resignada, le pedí a Tom nos llevara hacia allá y al llegar, vi en una tienda de enfrente, unos zapatos preciosos.

–¡Mira Choo! – los señalé - ¿No son divinos? – y esbocé mi primera sonrisa genuina durante ese día - ¡Y el bolso rosa!


–Los zapatos con ese vestido negro de Mathew Williamson se verán increíbles… y el bolso con esa chaqueta de Chanel se verá fenomenal… ¡Vamos! – me tomó de la mano y empezamos a cruzar la calle cuando un fuerte chillido de llantas me paralizó y todo a mi alrededor se oscureció…

***

EDWARD’S POV

–¿Que hay Jimmy? – contesté su llamada.

–Edward… – dijo nervioso y me alerté – ay Dios…

–¿Qué pasa? – pregunté alarmado.

–Estamos en el hospital y tie…

–¿Qué tiene Bella? – lo interrumpí y fui tomando mi chamarra para salir de inmediato – ¿Qué ocurrió?

–Bella se desmayó y… ven rápido Edward – Jimmy cortó la llamada y por mi mente pasaron muchas cosas, menos lo que me encontré al llegar al hospital.

Ahí estaban mi madre y Reneé que lloraba y tenía la mirada perdida al igual que Jimmy. Al verlos se me hizo un nudo en la garganta y no me salió la voz para poder siquiera preguntar qué era lo que le había ocurrido a mi Bella. Avancé hacia ellos y Diego salió por unas puertas acercándose a nosotros.

–¿Qué tiene Bella? – no reconocí mi propia voz.

–Edward – se pasó la mano por la frente – el neurocirujano con ella, la está revisando.

–¿Qué fue lo que ocurrió? – pregunté desesperado.

–Estábamos cruzando la calle y un auto se pasó una luz roja…

–¡La atropelló! – no pude contenerme y grité.

–¡No! No Edward – Jimmy negaba con la cabeza mientras lloraba nervioso – el auto ni siquiera la tocó, sólo frenó dando un chillido y ella de desmayó, intentamos reanimarla pero…

–Pero… – lo interrumpió Diego – no ha despertado y por eso está aquí… Edward… – se veía contrariado.

–¿Pero como está por Dios? ¿Por qué no despierta? – estaba bastante alterado - ¡Quiero verla!

–Tenemos que esperar a lo que diga el Dr. Shepherd, él está a cargo de la bambina.

–¡No! ¡Dije que quiero verla ahora! – giré hacia las puertas por donde había salido Diego pero entre él y Jimmy me detuvieron; sabía que estaba siendo irracional pero estaba muy desesperado.

–¡Cálmate Edward! – me gritó Jimmy – necesitamos esperar y esa es la peor parte créeme, pero hay que hacerlo.

–Yo estaré informándoles apenas sepa algo, pero debes estar tranquilo – Diego desapareció de nuevo por las puertas.

Estaba tan angustiado que no pude sentarme a esperar por noticias; sin decir a dónde iba, bajé por el ascensor hacia el consultorio de mi padre, él era el único que podía llevarme junto a Bella.

–Heidi ¿Dónde está mi padre?

–Está en una cirugía, aún le faltan un par de horas – dijo su secretaria – ya está enterado de todo y me pidió que te diga que Bella está en buenas manos – la miré extrañado – él sabía que vendrías a buscarlo, quiere que estés tranquilo…

–¡Tranquilo! ¡Tranquilo! – salí histérico y regresé a esperar noticias de Bella.

Pasaron casi 2 horas más y ni Diego ni el Dr. Shepherd salían a informarnos de Bella; yo ya estaba poniéndome de pie por centésima vez para ir a ver porqué tardaban tanto y sin decirnos nada pero Emmett y Jasper que ya habían llegado, me detuvieron.

–Compórtate Edward – me dijo Emmett al oído mientras forcejeaba un poco tratando de mantenerme sentado.

–¡Maldita sea! Mi padre es el director y dueño de la mitad de este hospital y ¿No es posible que pueda alguien salir a informarme como está mi mujer? – me solté de sus brazos - ¿Cómo carajo quieres que me comporte?

–Lo harás porque aquí hay normas que se respetan – dijo mi madre con voz firme – todos estamos preocupados y desesperados por tener noticias de Bella, no sólo tú.

–Mamá, no entiendes – se me quebró la voz – si algo le pasa a Bella yo me muero…

–Nada va a pasarle – se sentó junto a mi y me abrazó – Bella va a estar muy bien hijo – me refugié en los brazos de mi madre intentando tragar en seco la bola de fuego que sentía arder en mi garganta. Escuchamos un murmullo y se abrieron las puertas, apareciendo por ellas Diego y otro doctor igual de joven que él. Todos nos pusimos de pie y nos acercamos a ellos.

–Diego ¿Cómo está Bella? – me puse frente a él.


–Edward, el Dr. Derek Shepherd – hizo una rápida presentación – él está a cargo de la bambina – asentí.

–Sr. Cullen, Sra. Dwyer – como saben, Bella llegó inconsciente al hospital, sus signos vitales eran algo bajos aunque sin una causa aparente para ello; el Dr. Conti me puso al tanto de sus antecedentes y el Dr. Baggio tuvo a bien enviarme su expediente, hicimos los estudios pertinentes para evaluar su estado y…

–¿Qué es lo que tiene? – lo interrumpí.

–Aparentemente nada, ella está tan sana como cualquiera de nosotros pero no hay que olvidarnos del accidente que sufrió. Estoy seguro que esto es una respuesta tardía de su cerebro al trauma, por lo pronto no nos queda nada más que esperar a que despierte – concluyó.

–¿No ha reaccionado? – preguntó Reneé con un hilo de voz.

–No, sigue inconsciente, pero estable – respondió.

–¿Cuándo despertará? – quise saber.

–No sabemos, en cuestiones del cerebro, nunca hay nada dicho.

–No puedo… – murmuró Reneé – no puedo volver a pasar por esto de nuevo… – mi madre la abrazó.

–Quiero verla – pedí.

–La están trasladando a Terapia Intensiva, apenas esté ahí les avisarán – asentí.

–¡Ja! Como si no supiera que dicen eso para mantenernos calmaditos esperando aquí afuera – Jimmy dijo quejándose y Diego lo miró enojado.

Resignado y sin poder hacer nada más, me senté junto a mi madre y a Reneé a esperar que nos avisaran para entrar a verla. Nunca antes me había puesto a pensar con detenimiento en todo lo que Jimmy había pasado en esas casi 20 horas que tuvo que esperar solo por noticias de Bella, tampoco en la angustia de sus padres cuando Jimmy les avisó del accidente y con esa preocupación, viajaron por 9 o 10 horas para encontrarse con su hija grave. Ahora podía comprenderlos. Era una angustia y una desesperación que no le desearía ni a mi peor enemigo. Eran momentos en los sentías que la vida se te iba como agua entre las manos ante la impotencia por no poder hacer nada más que esperar…

Mi padre apareció por fin. Venía hacia nosotros caminando muy aprisa y aún vistiendo la ropa del quirófano. Se le veía cansado y preocupado. Saludó a mi madre y abrazó a Reneé calmándola. Me acerqué a él y me abrazó. Quise dejarme caer en sus brazos como cuando era niño y corría hacia él porque me había caído y necesitaba que me curara y que me dijera que todo iba a estar bien. Necesitaba sus tranquilizadoras palabras.

–¿Va a estar bien papá?

–Si Edward, claro que sí, ya lo verás – si mi padre lo decía era verdad, yo confiaba en él – en un momento más pueden pasar a verla, uno por uno por favor, hay que respetar el área.

Reneé obviamente pasó primero; yo pude esperar ya mucho más relajado por las palabras de mi padre, y mientras entraban mi madre y Jimmy después, Emmett me insistió en ir a la cafetería – ellos tardarán horas, vamos por un café – Jasper nos encontró ahí. Alice y Rose estaban fuera del país y decidimos no contarles nada, no queríamos que se preocuparan y conociéndolas, dejarían todo el trabajo y correrían para estar con Bella.

Diego se nos unió unos minutos después y no lo dejé de acosar con mil preguntas. Seguramente en ese momento yo resultaba ser el hombre más molesto sobre la faz de la tierra, pero es que no podía dejar de saber de mi Bella.


–Y ese Shepherd ¿es buen doctor? – Emmett puso cara de desconfianza.

–Muy bueno – aseguró – Carlisle lo trajo importado desde el Seattle Grace. No saben, Derek tiene unos métodos nuevos tan increíbles, que han logrado disminuir tumores cerebrales hasta hacerlos desaparecer, es todo un estuchito de monerías.

–¿No es muy joven? – lo miré dudoso.

–35.

Jimmy vino corriendo hasta nosotros y me puse de pie asustado.

–¿Qué pasó?

–Tu madre está por salir, es tu turno Edward - respondió Jimmy agitado por la carrera. De la misma forma llegué hasta la Terapia Intensiva y una enfermera me dio una bata estéril, me la coloqué y me llevó hasta donde estaba mi Bella.

Ahí estaba mi pequeña, dormida. Se veía tan relajada y tranquila que de alguna manera, me infundió un poco de ese mismo sentimiento. Me acerqué despacio y la observé unos segundos. Aún no podía creerlo, Bella estaba acostada en una cama de hospital cuando todavía esa mañana, le había hecho el amor de la manera más desenfrenada posible. Ella me lo había pedido así, le gustaba a mi pequeña salvaje y yo no era quien para negárselo, yo solo estaba en este mundo para hacer feliz a Bella, nada más.

–Hola amor, aquí estoy – le susurré despacio y con cuidado, tomé su mano que estaba un poco fría – te vas a poner muy bien pronto, ya verás – besé su frente – tienes que hacerlo porque… – un nudo en mi garganta me impidió continuar. Cerré los ojos por el ardor que de pronto empecé a sentir en ellos y que sabía bien qué era.

–… porque me has prometido casarte conmigo ¿Lo recuerdas? – limpié una lágrima antes de que corriera por mi mejilla – También me has prometido muchas otras cosas y te las voy a repetir porque ya sabes… – apreté su mano y no me pude contener más –… eres muy olvidadiza cariño – quité varios mechones de su pelo sobre su cara y los acomodé – veamos, ya dije casarte conmigo, también que nunca más desfilarías con ropa transparente, esa seguro que no la recuerdas pero de verdad que lo me lo has prometido y hasta jurado, en serio que si…

–¿Sabes? También hay otra cosa que estábamos haciendo pero… Bella te juro que si salimos pronto de esto, nunca más vuelvo a pedírtelo amor, ni a insinuártelo siquiera… – secaba mis lágrimas – tú sabes a qué me refiero y es más, a partir de este momento no me volverás a escuchar decir nada referente a eso, no necesito nada más para ser feliz , tú me haces muy feliz Isabella pero… – lloraba inconsolable – pero no me dejes nunca porque tú…

Lloré junto a ella, tomando su mano y dejando todos mis miedos lavarse de mi alma con las lágrimas que salían sin medida de mis ojos. No quería pensar que algo malo pudiera ocurrirle, ya había sido demasiado sufrimiento para una sola persona y ella era quien menos se lo merecía. Ya era su turno de ser feliz y yo dedicaría mi vida entera para procurarle a Bella toda la felicidad que pudiera.

–Edward – escuché la voz de mi padre mucho rato después – tienes que salir, es suficiente por hoy.

–No voy a separarme ni un segundo de ella.


–Por favor, no me obligues a pedir que te lleven afuera – lo oí angustiado – entiende hijo, no puedes permanecer aquí.

Me ayudó a levantarme del suelo, donde estaba sentado y me abrazó – No te pongas así Edward, ella se va a poner bien, créenos…

–¿Y porque no reacciona? – lancé mi pregunta lleno de dolor pero mi padre no me respondió.

***

Jimmy y yo pasamos ahí toda la noche. Mi madre se había llevado a Reneé a su casa y mi padre y Diego se habían quedado de guardia en el hospital; cada dos horas aproximadamente salían para decirnos que Bella seguía inconsciente y que no había ningún cambio.

Habíamos decidido que primero iría yo a casa a darme un baño para volver rápidamente y luego sería el turno de Jimmy. Ninguno quería separarse de Bella por más tiempo del necesario. Muy temprano, bajamos a desayunar o mejor dicho, a tomar un café porque ninguno tenía el estómago como para eso, cuando en una de las mesas, Shepherd y otro doctor platicaban muy a gusto.

–Míralos ¿No son dignos de una foto? – escupí indignado.


–Puff – bufó Jimmy – ¡Hasta de dos! están guapísimos… ambos, los dos, el dúo completo – puso los ojos en blanco.

–Mi novia requiere atención pero Shepherd está ocupado platicando.

–Derek acaba de salir de una cirugía de 6 horas Edward – Diego dijo detrás de nosotros y Jimmy se puso más pálido que un papel – déjalo recargar baterías.

–Humm – respondí molesto.

Me fui a casa y en menos de hora y media estaba de vuelta. Jimmy se despidió y dijo que regresaría tan pronto como pudiera ya que tenía que pasar por la oficina de Ángela y cancelar todos los compromisos hasta tener noticias claras y concretas de la salud de Bella y después iría al aeropuerto a buscar a Charlie. Después de que se fuera, Shepherd se dignó en salir a darme información de Bella.

–Sr. Cullen – asintió – le traigo buenas noticias…

–¿Ya despertó? ¿Está bien? – mi corazón latía muy aprisa.

–Isabella pasó la noche muy bien, estuvo muy tranquila y su actividad cerebral se encuentra dentro de los parámetros normales – eso fue como escuchar un canto de ángeles – aunque aún no ha despertado, estoy seguro que lo hará en las próximas horas.

–¿Puedo verla?

–He dado instrucciones para que la pasen a una habitación normal, no veo necesario mantenerla en Terapia Intensiva, ella y usted estarán más cómodos fuera de ahí.

–Muchas gracias – dije feliz.

–Otra cosa más – dijo serio – no más de dos personas con ella, trate de mantener la habitación a oscuras y sin hacer ruido, es muy posible que cuando despierte tenga un fuerte dolor de cabeza o una migraña, así que será mejor estar prevenidos.

–Claro, yo me encargo de eso – le sonreí verdaderamente agradecido.

–En unos momentos más le avisarán y podrá pasar para estar con ella – bajé la cabeza y cerré los ojos fuertemente antes que ese ardorcito me traicionara y salieran mis lágrimas. Shepherd me dio una palmadita en el hombro y se alejó.

Ansioso e impaciente, me senté en una silla a esperar que alguien me avisara a qué habitación habían llevado a Bella. Estaba tan feliz que me reía solo. Mi novia se iba a recuperar, se iba a poner muy bien e iba a despertar en poco tiempo; había cumplido todo lo que le había pedido la noche anterior, ahora le tenía que cumplir yo.

Saqué mi teléfono y antes de avisarle a Reneé a Jimmy y a mi madre, le marqué a Carmen, mi secretaria y le pedí que llamara a una florería y que encargara todos los arreglos de rosas rojas y blancas que tuvieran. Quería llenarla de rosas y que fuera lo primero que viera al despertar. Después de eso, ya les avisé a todos y cuando lo supo Jimmy, de inmediato le pidió a Tom llevarlo a casa a recoger lencería para Bella porque estaba seguro que si despertaba y se veía envuelta en esas batas de hospital tan exclusivas y de diseñador, se iba a infartar.

Después de lo que me pareció una eternidad, salió una enfermera para indicarme el piso y el número de habitación de Bella. Casi corriendo me dirigí hacia allá y cuando llegué, entré despacio; todo estaba a oscuras y en silencio y así iba a permanecer. Con la tenue luz de una lámpara que regulaba la intensidad, una enfermera tomaba los signos vitales de Bella. Me acerqué a ella y pude ver que dormía con el mismo semblante de la noche anterior. Se le veía tranquila, relajada, en paz. Ya no tenía en la cabeza la banda con electrodos que registraban su actividad cerebral, sólo tenía en un brazo la vía para el suero.

–¿Está todo bien? – le pregunté a la enfermera cuando terminó.

–Todo muy bien Sr. Cullen – sonrió y se fue.

Me incliné hacia ella con mucho cuidado y le di un beso en los labios. Estaban tibios. Pasé despacio una mano acariciando su pelo y le susurré tan suave como pude…

–Ya estoy aquí amor – le di un beso en la frente – ya no me separaré de ti – Cargué el sillón que estaba junto a su cama para no hacer ruido y lo acerqué lo más que pude a ella, me recosté en el sin soltar su mano y sin darme cuenta, me quedé dormido. Unos golpecitos en el hombro me despertaron.

–Edward hijo, el doctor va a revisar a Bella – era Charlie que ya había llegado – hay que salir un momento.

Con pesadez abrí los ojos y me puse de pie. Tenía todo el cuerpo agarrotado y aún medio dormido, caminé lo más derecho que pude y salí dejando a Shepherd con Bella. Ya en el pasillo mi suegro me dio un gran abrazo. Tenía una gran sonrisa en el rostro. El doctor ya había hablado con todos ellos y estaban igual de contentos que yo por las buenas noticias.

–¿No vienes a comer algo? – me preguntó mi madre – llevas sin probar bocado desde ayer.

–No mamá, estoy bien.

–¿Así quieres estar bien para Bella? – se quejó Charlie – te traeremos algo… y te lo comerás, pobres nietos míos, tendrán un padre flacucho y débil…

Charlie nos arrancó carcajadas a todos con sus comentarios, nos hacía falta reírnos y festejar la pronta mejoría de Bella. Me quedé con Jimmy esperando que saliera el doctor. No tardó mucho cuando ya estaba con nosotros.

–Todo está bien, no se preocupen, es sólo que Bella se está tomando su tiempo, es normal – dijo como si nada – volveré en un par de horas.

Jimmy entró y yo bajé para ver a mi padre y estirar las piernas. Heidi me dijo que se encontraba en una cirugía pero que le avisaría que había pasado a verlo. Nunca antes había sido tan conciente del trabajo de mi padre. Yo llevaba ahí menos de 24 horas y él ya había tenido 2 cirugías bastante difíciles y largas. ¿Cómo es que había considerado ser médico? Se la pasaba días enteros metido en el hospital, mal durmiendo y comiendo y cuando llegaba a casa, todavía tenía fuerzas para… ser papá.

Ser papá…

***

Regresé a la habitación de Bella y encontré a Jimmy en la oscuridad hablándole a Bella suavemente, en un susurro.

–Y no sabes… yo mismo vi las fotos, era un vestido horrible, digo, si le pagan pues lo modela y ya está, no hay problema, pero si lo compra y se lo pone, solo tiene una opción… morirse y formarse dos veces en la fila donde Diosito reparte las porciones del buen gusto antes de volver a nacer porque ésta mujer Darling, está frita…

–Jimmy – me acerqué a él – No. Hagas. Ruido.

–¡Ash! Esta bien, solo que la vez pasada, para que lo sepas, despertó cuando yo le platicaba algo – decía enojado – ahora tú siéntate y cuéntale algo hasta que abra los ojos mientras voy a buscar a Diego – Jimmy por fin se fue y yo ocupé mi lugar de nuevo junto a la cama de Bella.

–Ya estoy aquí Bella – besé su mano que estaba entre las mías y sentí algo… no, no podía ser - ¿Sabes? Tu padre ya está aquí, vino apenas se enteró de lo que te pasó, te quiere tanto, deberías verlo, está tan feliz porque sabe que te pondrás muy bien amor, todos estamos felices por eso – seguro había sido mi imaginación.

–Pero yo, soy el más feliz de todos por el solo hecho de que sé que me quieres, no necesito nada más amor, solo el tenerte a mi lado llena mi vida – entonces Isabella movió varios dedos – te amo Bella, te amo…

Se removió apenas en la cama y se quejó. Jimmy tenía razón otra vez, Bella estaba despertando. Oprimí el timbre para llamar a la enfermera y llegó de inmediato, le dije lo que pasaba y entre más murmullos, le pedí que le avisara a Shepherd. Los movimientos de Bella en la cama eran cada vez más enérgicos y me asusté un poco pero me incliné sobre ella para abrazarla.

–Tranquila Bella, el doctor ya viene, tranquila amor…

Ella se quejaba y gemía de dolor. Todo estaba como Shepherd había ordenado. Estaba pasando justamente lo que él había predicho y un gran sentimiento de culpa me invadió. Jimmy y yo la despertamos porque no dejamos de hablarle, ella tenía que haber despertado por sí sola y no provocada como lo había hecho. Nosotros hicimos que le diera tal dolor y ahora me sentía culpable por eso.

–Ed… Ward – fue su primer palabra y entre mi culpabilidad, escucharla llamarme llenó mi corazón de alegría.


–Aquí estoy – la abracé pero se retorcía de dolor.

–Ed… Ward me due… le.

–Yo lo sé pero ya viene el doctor y seguro que te da algo para que se te pase – seguí susurrándole – aguanta un poco mi vida.

El doctor llegó y me pidió salir. Con una angustia inimaginable, tuve que obedecerlo. Cuando me di cuenta, estaba rodeado de casi toda nuestra familia y esperábamos a que Shepherd saliera y nos dijera como se encontraba ya que había vuelto en sí.

El se tardó un poco más tiempo del que nosotros considerábamos como normal. Entraron y salieron varias enfermeras, metiendo y sacando sábanas junto con las típicas palanganas de metal de los hospitales y otra más entró con una bolsa grande de suero y dos bolsas pequeñas de una solución de color rosa. ¿Qué demonios sucedía?

Mi padre al ver todo eso, entró a la habitación y quise seguirlo pero como siempre, Emmett me detuvo; al abrir la puerta escuché muy claro el llanto de Bella…

–No, has que se va… ya – tosió – ya no qui… ero más…

–Ya pasó… – dijo Shepherd.

Los siguientes 20 minutos fueron una agonía para mí hasta que salió mi padre.

–Ella está bien…

–¡Carajo papá! – estallé – ¡No está bien! ¿Qué no la viste? Bella ruega porque se vaya el dolor, y si le duele No. Está. Bien. – dije furioso.

–¡Edward! – me levantó la voz – entiendo como te sientes, pero esto es normal en estos casos, ya le están pasando la solución para calmarle el dolor, tenían que esperar a que pararan los vómitos que produce este nivel de migraña tan fuerte, tardará un par de minutos en hacerle efecto y se dormirá de nuevo – me miró serio – todo está bajo control, así que contrólate tú también.

Miré al techo y traté de respirar hondo – No soporto saber que sufre…


–Lo sé hijo, pero no puedes perder el control – suavizó su tono.

Ya muy entrada la madrugada, todos se fueron a dormir. Reneé se quedó durmiendo en la salita y yo lo hice en el sillón junto a Bella. Tardé un poco en dormirme pero finalmente el cansancio me venció. Entre sueños oí un sollozo; me acomodé mejor en mi sillón y lo escuché más vivo. Bella estaba llorando. De un brinco me puse de pie y me incliné hacia ella.

–Bella ¿Qué pasa, te duele mucho? – acaricié su mano y me la apretó fuerte – llamaré a la enfermera y mientras te da algo, iré por una bolsa de hielo ¿Recuerdas que te la pongo y te alivia mucho?

–Si Edward – dijo entre suaves sollozos – lo recuerdo… todo…

–Entonces ahora vuelvo – dije cuando entró la enfermera que fue directamente a poner un calmante y algo para el dolor en la solución de Bella – no me tardo nada.

–¡No te vayas! – se alteró un poco – no quiero dormir, tengo miedo…

–Hey, tú eres mi niña grande ¿recuerdas? Las niñas grandes no tienen miedo.

–Sí lo recuerdo… lo recuerdo todo… te recuerdo a ti… besando a Irina…

Me paralicé al escucharla. Una corriente helada corrió por toda mi columna, neutralizando mis movimientos y mi capacidad de hablar. Mi mente se quedó en blanco y solo rogué porque no me odiara – Bella…

–Bajé corriendo por las escaleras y… me desplomé ahí, no había nadie… para ayudarme. Jimmy llegó y…

–Bella tranquila – dije reuniendo fuerzas – eso ya pasó, ahora estamos juntos tú y yo… – la abracé recostándome con ella en la cama y se quedó dormida en un instante.

Ahora tenía mucho más de qué preocuparme. Bella había recordado, pero ¿Qué tanto? ¿Todo? ¿Una parte? El miedo a que empezáramos desde el principio me torturó hasta que amaneció y tan puntual como él era llegó Jimmy y le conté. Reneé, que estaba ahí durmiendo junto, no escuchó nada, pero me consoló diciendo que si en ese momento no me había mandado al diablo, ya no lo haría porque conocía bien a su hija y si era la misma Bella de antes, todo saldría bien entre nosotros. Quise confiar en sus palabras con toda mi fe. Solo tenía que esperar a que Bella despertara de nuevo, lo que hizo casi 8 horas después y yo no estaba junto a ella.

Fui a casa a darme un baño y cuando regresé Charlie me dijo que efectivamente, Bella se había despertado y recordaba todo, con detalles, su vida antes del accidente y después de él, que les platicó cómo fue que sucedió y que ella se tuvo la culpa por cruzar la calle sin fijarse. Preguntaba por mí constantemente y pidió que le enseñaran cada arreglo de rosas que estaban esperando por ella en la salita.

A cada rato, impaciente, volvía a pedir que me llamaran porque tenía algo importante que decirme, así que reuní todo el valor que pude y entre a la habitación. Mi Bella también se había dado un baño y tenía una pieza de lencería muy hermosa, el pelo lo llevaba suelto y se había mordido muchas veces los labios. Hacía eso antes del accidente, sabía que no me gustaba el sabor de lo que se ponía en los labios… lo recordaba. Ella se había arreglado para mi…

–Bella… ya estoy aquí de nuevo – dije suavemente.

***

BELLA’S POV

Había recobrado la memoria. Al fin mis amados recuerdos estaban conmigo de nuevo. Yo… no sabría decir como fue, solo que me quedé paralizada a media calle y no supe nada más, solo que me encontraba sumida en un profundo sueño, en mucha paz hasta que un murmullo a lo lejos, lo interrumpió. Yo conocía esa voz que después se calló y otra voz aterciopelada, me habló de nuevo; era él. Me decía que me amaba, Edward me amaba.

Pero no pude decirle nada. Un fuerte dolor me carcomía entera la cabeza, no podía reaccionar, me cegó. El doctor llegó y comenzó a hacerme preguntas que con mucho esfuerzo contesté, y como pude le pedía que me quitara ese horrible sufrimiento. Mareos terribles y vómitos fueron otra “buena señal” para el doctor; creí que ahí dejaría todos mis órganos internos, era insoportable tener que hacerlo mientras sentía que la cabeza me reventaba.

Ese amable doctor, me dijo que pronto pasarían todas mis molestias y no mintió. También me dijo que dormiría algunas horas más y me despertaría sintiéndome mucho mejor. Cuando lo hice, no sabía donde me encontraba pero estaba segura que la mano que sostenía la mía, era la de Edward. No pude contener mis ganas de llorar y aunque traté de hacerlo en silencio, él me escuchó. Yo necesitaba sacar todo el dolor en mi pecho por todo lo que recordaba, por esas imágenes en mi cabeza que me habían llevado lejos de él y de mi familia, huyendo y escondiéndome como culpable de algún delito cuando de lo único que era culpable era de amarlo con toda el alma…

Edward llamó a una enfermera y volví a caer en ese sueño que no me daba oportunidad de nada, pero él supo que ya recordaba todo. Yo misma se lo había dicho. Dormí dejando todo mi dolor atrás y cuando abrí de nuevo los ojos y Edward no estaba a mi lado, pero eso no empañó la alegría de ver a mi familia. Esa vez, los ví a todos completamente, no a medias como sentía que lo hacía cuando no recordaba nada. Los abracé, los besé mientras esperaba que Edward regresara. También les conté como había ocurrido el accidente por negligencia mía, eso fue triste pero de alguna manera me sentí liberada.

Ya quería tenerlo a mi lado. Me había mandado flores, llenó la habitación de rosas y Carlisle ordenó sacar la mitad ya que era un exceso en una sola habitación. Le pedí a las enfermeras que le llevaran un arreglo a cada mujer que estuviera internada en ese mismo piso. Preguntaba por Edward constantemente y me dijeron que había ido a casa a darse un baño. Quise hacer lo mismo y ponerme lo más presentable o lo menos pálida y enferma de lo que me había visto en el espejo. Quería verme linda para él aunque en ese momento no pudiera hacer mucho.

Me puse la lencería que Choo me había llevado, y no me recogí el cabello, no podría soportar tenerlo estirado, Jimmy también llevó sábanas lindas y cambió las blancas planas del hospital. Me mordí una y otra vez los sabios, ya que Edward odiaba el sabor de mi gloss.

Edward llegó y por fin lo miré intensamente. Aunque se veía un poco demacrado, era el hombre más apuesto que había visto en mi vida, y ya podía recordarla toda. Era tan guapo, tan alto, sus verdes ojos, su boca, esas manos que siempre hacían magia en mi y su cuerpo, su pecho tan firme, mi refugio, mi lugar preferido, mi Edward.

–Bella… ya estoy aquí de nuevo.

Toda nuestra familia salió para darnos un poco de privacidad. Estiré mi mano y él se acercó algo nervioso.

–Aquí estoy amor – dijo cuando ya estuvo junto a mí y me abrazó – No vuelvas a hacerme esto Bella – besó mis labios y luego mi frente – casi me muero al saber que estabas mal, al verte sufrir, yo no… no vuelvas a hacerlo nunca…

–No lo haré, abrázame, no me sueltes – me apretó a él y suspiré – Edward…

–¿Si?

–Te amo…

***

El Dr. Shepherd y Carlisle me retuvieron en el hospital por varios días. Yo estaba muy desesperada por estar recluida ahí, aunque de alguna forma lo entendía. Diario me hacían estudios y todo salía en los rangos normales, lo que nos alegraba a todos. Los dolores de cabeza fueron disminuyendo pero Shepherd dijo que por algún tiempo, serían constantes.

Edward se quedaba todas las noches conmigo y por el día mi familia me hacía compañía mientras él se iba a trabajar. Yo le había insistido mucho en que fuera a dormir a casa, pero nunca aceptó, no quería separarse de mí. Una noche, después de la religiosa visita de Shepherd a las 7 de la noche, acordamos retrasar la boda un par de semanas. El doctor me había recomendado tranquilidad y tomarme todo con mucha calma y si la boda seguía en pie para la fecha en la que estaba programada en un inicio, yo me volvería loca por todo lo que aún nos faltaba por hacer y además porque aún no tenía lo más importante… mi vestido.

Fue hasta la última semana de febrero que me dejaron libre. Estuve más de 8 días en el hospital y estaba emocionada por llegar a casa. Lo primero que hice fue llenar la bañera y echar en ella todas mis sales relajantes. Exfolié mi piel e hice todo mi ritual; hice lo mismo con mi pelo y mi cara. Esa noche era muy especial ya que después de todo, por fin regresaba a casa y quería estar con Edward como se debía. Yo lo extrañaba pero mi cuerpo lo hacía aún más.

Y no me equivoqué; esa noche nos amamos plenamente. Volví a ser yo y volví a entregarme entera a mi hombre; él feliz me tomó una y otra vez, sin descanso, suave y fieramente, fui suya por completo; en cuerpo, mente y alma, me amó sin compasión y acompasado. Éramos el uno del otro, sin dudas ni complejos amándonos para siempre…

***

Las semanas pasaban y a mi no me dejaban hacer nada. Mi padre había regresado a Forks cuando salí del hospital y estuvo seguro de que me encontraba muy bien y mi madre aún seguía en Nueva York, ayudando a Esme con la boda. Me sentía inútil, sentada en casa viendo que todos se movieran e hicieran las cosas por mí pero no me quedaba otro remedio.

Carlisle y Derek, me preguntaban a diario como me sentía. Estaban muy pendientes de mí y tanto Edward como yo les agradecíamos eso. Yo me sentía muy bien, los dolores de cabeza fueron haciéndose más esporádicos y muy soportables y aunque los mareos y las náuseas me habían dado tregua junto con las migrañas, un par de semanas después de regresar a casa, se fueron volviendo constantes, sobre todo por las mañanas, justo después de que Edward se fuera a trabajar.

Parecía que tenían un horario fijo o que esperaban a que Edward saliera por la puerta para dejarse sentir en toda su furia. Los odiaba pero eran las consecuencias de mi accidente y tenía que soportarlas. Una mañana milagrosamente no llegaron. Estaba feliz, sobre todo porque ese día iríamos a buscar mi vestido de novia. Era de la casa española Rosa Clara y estaba divino.

Me di una ducha y me vestí; no desayuné por miedo a que los mareos y las náuseas se presentaran, así que cuando estuve lista, salí de casa con Tom para ir a buscar a mis maravillosos acompañantes: Reneé, Esme y Jimmy.

Me probé por última vez mi vestido. Choo subió la cremallera y al llegar a la espalda alta, le costó un poco de trabajo cerrarla.

–¿Estás terminando de desarrollarte Darling? – preguntó bromeando.

–Claro que no tonto, seguro le metieron de más a este tramo.

–Bueno, pues entonces tendremos que dejarlo unos días más para que lo ajusten – sonrió – pero mientras mírate, te ves preciosa…

–Hija – mi mamá estaba con las lágrimas a punto de salir – estás hecha una princesa.

–Es verdad Bella, cuando Edward te vea se va a volver más loco de lo que ya está por ti – dijo Esme.

Por la noche, ya en casa, pedí comida china. Comí como náufrago, me acabé un bote de camarones agridulces y 2 rollitos primavera. Edward sólo me observaba, estaba enojado porque no quise compartir mis camarones con él. Cuando nos fuimos a la cama, empezó a acariciar mi espalda y a darme besos en la nuca. Me giré y despacio, comenzó a quitarme su camiseta.

–Mis niñas – murmuró – están más bellas que nunca… – me encendía instantáneamente escuchar la veneración que les tenía y la humedad entre mis piernas no se hizo esperar.

–Bésame… – le pedí y se inclinó atrapando un seno en su boca. No fue delicado como siempre lo era. Era muy molesto sentir su boca jugando con él pero cuando comenzó a succionar, lo alejé dando un grito.

--¡Edward no! – empujé su pecho con mi mano.

–¿Qué pasa? – estaba confundido.

–Me lastimaste – me quejé – estás siendo muy brusco, me duele…

–Lo siento – se sentó junto a mí y me dio su camiseta, se puso de pie y se fue al baño. Me acomodé en la cama y cuando salió, se acostó detrás de mí, pasó su mano por mi cintura y nos quedamos dormidos.

***

Ya sólo faltaban un par de semanas para la boda y gracias al talento de Jimmy, mi madre y Esme, ya todo estaba listo. Prácticamente ya solo faltaba esperar a que llegara el día.

Edward y yo hacíamos el amor como dos locos y desenfrenados adolescentes, pero ya no tocaba para nada a sus niñas, por ningún motivo se acercaba a ellas. Eso me entristecía porque yo disfrutaba mucho de sus caricias, pero después de aquella noche, era imposible hacer que las volviera a dirigir rumbo al norte. Simplemente no había modo.

Era domingo y Edward se levantaba tarde. Me paré y fui a prepararle el desayuno. Hice café, piqué un poco de fruta y al abrir el refrigerador para sacar el jugo, casi me desmayo. Me dio un mareo muy fuerte y enseguida un asqueroso olor entró por mis fosas nasales llenando mis pulmones. Me di la vuelta pero no iba a poder llegar hasta el baño y entré al de visitas. Me arrodillé y dejé hasta mi alma ahí. Estaba débil y no quise ni moverme, me fui resbalando, me acomodé en el suelo y me quedé dormida.

–¡Bella! ¡Por Dios! ¿Qué tienes? – me levantó en sus brazos y me llevó a la cama.

–Estoy bien – balbuceé – es por lo de mi cabeza…

–No, no, no, esto no está bien, voy a ayudarte a vestir – sonaba muy preocupado – voy a llamar a Derek para que nos espere en el hospital.

Me vestí yo sola porque me sentí mucho mejor de repente - ¿Viste? Te lo dije, es por lo del golpe y porque ya recuerdo todo, no tenemos que ir Edward.

–Estaré más tranquilo si vamos, por favor, Isabella – eso fue más una orden que otra cosa, pero obedecí no de muy buena gana.

Para mi mala suerte, antes de salir de casa, volví a hacerle una visita a la taza de porcelana. Edward me sostuvo porque con cada entrega, quedaba más débil. Cuando estuve segura de que ya había sido todo, me acercó para que me lavara los dientes y me llevó de inmediato al hospital.

Como Edward le había pedido, Derek ya nos esperaba y subimos a su consultorio para que me revisara. Me hizo muchas preguntas y yo le expliqué con lujo de detalle, cada cuanto me daban las náuseas y los mareos con todo y horario. El me miraba extrañado y ordenó que me tomaran una muestra de sangre. Casi mato a Edward porque por su exageración, me iban a picar con una aguja enorme.

–De verdad que no lo entiendo, Bella – dijo negando con la cabeza – pueden torturarte clavándote alfileres en mis niñas pero está bien, es parte de tu trabajo, pero cuando se trata de tu salud, quieres salir huyendo tan rápido como puedas - ¿puedes explicarme eso?

–¡No! Y abrázame que tengo miedo – me rodeó con sus brazos y besó mi coronilla.

Un rato después, esperábamos a Derek con los resultados. Llegó y nos pidió acompañarlo a otro consultorio para que me hicieran un ultrasonido ¿Tendría gastritis? ¿Una úlcera?

–¿Está todo bien? – escuché que le preguntaba Edward a Derek mientras me ponía una de las hermosas batas del hospital.

–Si, solo quiero estar completamente seguro de algo…

Una chica me saludó sonriente y me puso un gel muy frío en el abdomen. Edward estaba junto a mi y Derek junto al monitor observando fijamente. La chica presionó el aparatito sobre mi vientre y agarré la mano de Edward. Después de unos minutos en los que no nos decían nada y solo señalaban la pantalla en varios puntos, pensé lo peor…

–Lo sabía, Edward – dije apesadumbrada – tengo bichos.

Edward bufó y Derek se rió pero no quitaba la vista de algo que llamaba su atención en la pantalla.

–Tienes que darme algo para deshacerme de ellos Derek ¡Urgente! – le pedí.

–Humm, me temo que no puedo darte ninguna medicina para eso, Bella – me dijo muy seguro – pero no te preocupes, en poco menos de 8 meses estará resuelto tu problema…

Edward se puso muy quieto y su mano se enfrió – ¿Qué?

Lo miré muy confundida, yo tampoco había escuchado bien…

–¡Felicidades! ¡Van a ser papás!

Todo mi cuerpo se relajó, me estaba mareando de nuevo y Edward parecía que también porque se sentó junto a mi, seguía helado.

–Repite eso por favor Derek – le estaba fallando la voz.

–Van a ser padres Edward… Bella y tú serán papás.

–¡No puede ser! – empezó a reaccionar – ¿Oíste eso amor? ¡Vamos a ser papás! – asentí sin poder hablar mientras las lágrimas de felicidad rodaban por mis mejillas. Edward se puso de pié y se inclinó hacia mi, besándome. Le brillaban los ojos. Estaba feliz, estábamos felices.

–Si cielo, vamos a ser papás – repetí loca de alegría.

–¡Voy a tener un hijo! – Edward gritaba emocionado –¡Voy a tener un hijo!

–No – dijo Derek – no es sólo uno… ¡Son dos!*



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Gracias PattinsonWorld.