martes, 25 de enero de 2011

CAPITULO 49

CAPITULO 49

BELLA’S POV

–¡Bella y yo vamos a casarnos!


Por espacio de muy, pero de muy pocos segundos se hizo un silencio sepulcral; por supuesto todas las miradas estaban sobre nosotros y Edward muy nervioso, volvió a apretar mis manos con tanta fuerza esta vez que casi doy un gritito.

De pronto, sólo pude escuchar el ruido de las sillas retirándose entre los gritos de todos y los chiflidos de Emmett y Jasper. Carlisle fue el primero en acercarse a nosotros y nos dio un abrazo tan fuerte y lleno de cariño que mis lágrimas no pudieron contenerse y comenzaron a correr por mi rostro.

–Edward, Bella – sus ojos brillaban de emoción - ¡Que orgulloso estoy de ustedes! Me hacen muy feliz con esta noticia, los quiero…

–Gracias papá, nosotros también te queremos – Edward me miró y yo sólo asentí repetidamente, abrazando de nuevo a Carlisle. Luego Phil y Sue hicieron lo mismo felicitándonos y deseándonos lo mejor en la nueva vida que emprenderíamos juntos.

Esme visiblemente emocionada, nos abrazó feliz, llorando sin poder decirnos mucho - ¡Hijos…! – y lloraba de nuevo. Me giré y vi a mis padres aún sentados; mi madre lloraba tapándose la boca y la nariz con las manos mientras que Phil, palmeaba sus hombros. Despacio nos acercamos a ella y se aferró a mí en un abrazo.

–¡Oh Bella! – se separó un poco y tomó la mano de Edward – no sabes cómo me siento al verte tan enamorada y feliz, ¡Te lo mereces hija! ¡Ambos se lo merecen! – se soltó llorando de nuevo – soy tan feliz por ustedes… ¡Que no puedo hablar! – la abrazamos y con calma, me giré hacia mi papá que seguía en su lugar, con las mejillas húmedas, limpiándose los ojos discretamente con un pañuelo que le había dado Sue.

–¿Papá? – dije con voz débil mientras sentía la mano de Edward en mi cintura haciendo un poco de presión. Mi padre se levantó y me miró; su bigote temblaba; me acerqué y me lancé sobre él - ¡Papá! – exclamé cuando sentí sus brazos encerrarme…

–Mi pequeña, mi pequeñita se casa… – susurró – y con el mejor de los chicos, ¡Ven aquí! – le dijo a Edward y nos abrazó a ambos – es un buen muchacho Bella, quiérelo mucho – me aconsejó.

–Ya lo hago papá, con toda el alma.

–Y a ti – se dirigió a Edward – no tengo que decirte nada, sólo que la quieras más de lo que ya lo haces… los quiero chicos…

–Y nosotros a ti papá…


–Ah y por favor – habló un poco más fuerte – ¡Quiero ser un abuelo joven! Quiero llevar a mis nietos de pesca, así que no me hagan esperar mucho.

–¡Te aseguro que no tendrás que hacerlo! – Edward me abrazó, besó mi coronilla y todos rieron mientras mi cara se hinchaba de vergüenza y se ponía roja y brillante como una manzana. Los chicos después de darnos el espacio para ser felicitados por nuestros padres, nos abrazaban y felicitaban también, compartiendo nuestra alegría. Rose y yo permanecimos un largo momento en silencio, solo nos apretamos en un abrazo que decía más que mil palabras…

–¡Bella! No puedo estar más feliz de tenerte por fin bien amarradita a mi hermano – gritaba Alice emocionada – ahora si nada empañará tu felicidad – hizo una seña extraña con la mano y todos reímos, luego prácticamente se colgó del cuello de Edward quien en el abrazo la levantó del piso.

–¡Cuñadita! – Emmett me hizo lo mismo que Edward con Alice – debería cobrarles una comisión porque gracias a mí se conocieron – dijo muy serio y se llevó un par de dedos a los labios, pensativo – de hecho, gracias a mí estamos todos aquí reunidos y ya constituidos en esta enoorme familia porque de no haberme fijado en esta hermosa mujer – levantó a Rose en sus brazos dándole un tronado beso en los labios – no estaríamos festejando a este par de tórtolos, y tampoco mi querida y dulce hermanita hubiera conocido a Jasper y …

–Está bien Emmett, entendemos tu punto – dijo Jasper – si quieres puedo aconsejarte como invertir esas comisiones para que obtengas un buen rendimiento, ¿Verdad, Bella? – me miró y yo asentí, luego se acercó a mí y a Edward.

–Ya sabes que la quiero mucho – dijo sin más.

–Yo también la quiero Jasper mucho más de lo que te imaginas – Edward fue enfático – y tú ya sabes que adoro a mi hermana…

–Lo sé y nunca más tendrán ni ella ni ustedes una queja de mi, la amo y les prometo que así será – se dieron la mano y se abrazaron palmeándose la espalda tan fuerte que todos hicimos una mueca de dolor.

–Vas a ser muy feliz Bella – un acento sexy y extranjero me dijo al oído – y si no lo hace, me avisas y con un par de golpes lo hacemos entrar en razón – soltamos una carcajada – si se rompe un hueso lo reparamos, tú no te preocupes por eso…

De pronto, una mano me jaló hacia un pasillo cercano, Edward nos miró y me soltó dejándome ir. Era Jimmy que estaba hecho un mar de llanto. Éramos un nudo apretado fuertemente, aferrados uno al otro sin poder hablar, la emoción nos había sobrepasado… después de unos minutos por fin lo escuché.

–Te casas Bella, ¡Te casas! – retiró las lágrimas de sus ojos – ¿Sabes que te quiero verdad?

–¡Claro que lo sé tonto! ¿Por qué me lo preguntas?

–Porque creo que estoy un poco celoso de Edward, pero de buen modo ¿Ok? – se apresuró a decir – ya no te tendré disponible para mi a cualquier hora…

–¡Choo! Con Diego no tienes ni un segundo disponible para mi, ¡La celosa debería ser yo! – nos reímos tan fuerte que Edward se asomó sonriendo.


–Y tú – lo señaló con su dedo acusador – si no supiera cómo te preocupas por mi dulce Bella… – se detuvo bajando la cabeza, llorando de nuevo.

–¡Por Dios! – grité - ¿Por qué todos lloran si yo estoy tan feliz?

–¡Porque te queremos tonta! Y lloramos de felicidad, ahora cállate y dame esa mano, quiero ver el tamaño tan obsceno de esa piedra – estiré mi mano hacia él - Oh por Dios – murmuró muy bajito y después en un grito exclamó - ¡Es más grande que el de Hillary Duff!

Edward no pudo parar de reír ante el comentario y yo tampoco. Todos se estaban reuniendo en el salón, Edward y yo nos dirigíamos hacia allá mientras le arreglaba el cuello de la camisa cuando escuchamos un par de gargantas hacerse notar con un carraspeo. Eran Leah y Emily que se nos acercaron de último a nosotros.

–¿Bella? – preguntó Leah tímidamente y Edward y yo nos volteamos hacia ellas – nosotras sólo…

–Nosotras sólo queremos felicitarlos, nos da mucho gusto que vayan a casarse, Charlie… - Emily hizo una pausa y bajó la mano a sus nerviosas manos – Charlie ha sido como un padre para nosotras y no nos gustó verlo sufrir cuando… tú sabes – hizo una mueca y se encogió de hombros.

–Pero te aseguro que ahora está muy feliz – Leah se apresuró a decir – llora de alegría Bella…

–Lo sé – las abracé – lo sabemos ¿Verdad? – miré a Edward quien asintió con una gran sonrisa.

Después de todas las muestras de cariño de parte de toda nuestra familia, nos reunimos en el salón y comenzó lo que tanto temía…

–¿Y cuando será la boda? – Esme preguntó primero.

–Hay que saberlo para separar el lugar – Choo advirtió – ¡tenemos tantas cosas que ver con la boda! ¡Sólo no me digan que será pronto porque no nos dará el tiempo para nada! – dijo alarmado.

–Las invitaciones, la fiesta, ¡El vestido! – mi madre se emocionó pensando en todo aquello.

–¿Cómo lo quieres Bella? – Rose me sonrió, sabía que me hacía mucha ilusión mi vestido porque muchas noches fue el tema de nuestra plática antes de dormirnos.

–¡Nos vamos a divertir tanto ayudándote a escogerlo! – dijo Alice dando brinquitos - ¡Y la despedida de soltera! ¿Te imaginas lo que organizarán las chicas cuando se enteren? ¡Será grandiosa!

–¿Cómo? – Edward frunció el entrecejo - ¿De que hablas, Alice?

–De la despedida de soltero – Emmett interrumpió – como la que te vamos a hacer a ti – Edward hizo una mueca.


–Y entonces chicos – Carlisle regresó al tema – ¿Para cuando? – Tomé aire, Edward me abrazó por la cintura y decididos anunciamos…

–¡Será en tres meses!

–¿¡Están locos!? – Jimmy se infartó – tres meses no es tiempo suficiente para organizar algo como se debe, ni yo creo poder hacerlo…

–Bueno, nosotros… de hecho no queremos casarnos aquí – dije emocionada - ¡Nos casaremos en Los Cabos!

–¿En la playa? – mi padre sonreía - ¡Yo si me apunto a esa boda! – bromeó alegre.

–Papá – le sonreí – creo que no tienes otra opción, ¡Como ninguno de ustedes!

De pronto todos estaban felices y de acuerdo, aunque creo que no nos hubiera importado mucho si alguien objetaba algo diferente ¡Era nuestra boda! Así que en lo que menos nos imaginamos, ya todos hacían planes para en tres meses, volar a Los Cabos para nuestra boda. No nos había costado nada decidirnos por el lugar; era un hecho que sería muy íntima y esa playa era la más indicada, era hermosa, privada y significaba tanto para nosotros que a gritos nos pedía celebrar ahí nuestra unión.

Mientras todos hablaban, opinaban y bromeaban, recordaba todos los planes que Edward y yo hicimos durante el mes que tuvimos que esperar para comunicarle a toda la familia que nos casábamos. Pensamos en buscar un lugar más grande para vivir, que fuera en los suburbios ya que era un entorno mucho más tranquilo y nos gustaba para que nuestros hijos crecieran sanos y seguros aunque nos tardáramos un poco más en llegar a nuestros respectivos trabajos, no importaba.

También hablamos mucho sobre cuantos hijos queríamos tener. Ahí si que teníamos nuestras diferencias, ya que él soñaba con tener su propio equipo de béisbol a lo que por supuesto me negué, ¡Hubiera tenido que pasar el resto de mi vida embarazada!

Acordamos por fin, tener dos hijos y lo más pronto que Dios decidiera enviárnoslos mucho mejor. Edward me había preguntado muy insistente si no prefería esperar un par de años y disfrutar mi carrera, pero no quise. Tenía muchas amigas, como Heidi, Alessandra, Adriana y Miranda que se habían embarazado y seguían trabajando como si de cualquier otro empleo se tratara, pero Edward parecía encontrarse entre la espada y la pared porque se moría de ganas de ser papá muy pronto pero no quería presionarme, sabía lo que mi carrera significaba para mí pero yo estaba muy segura y tampoco quería esperar.

Después de un buen rato donde solo escuché sobre telas, invitaciones, el vestido, Los Cabos y no sé cuanto más, nos despedimos y Emmett y Jasper se ofrecieron para llevar a mis padres al hotel y dejarnos libres el resto de la noche.

–¿Estás contento? – rodeé su cintura con mis brazos por detrás. De inmediato se giró y levantó mi barbilla.

–¡Claro que lo estoy! – besó mis labios - ¿Tú no?

–Si – hundí mi cara en su duro pecho – siento que estoy soñando… no quiero despertar.

–Es tan real como lo que voy a hacerte ahora Isabella – murmuró con voz ronca y lentamente comenzó a despojarme de la pijama que ya me había puesto; sus dedos rozaron las puntas de mis senos provocando que se endurecieran a su contacto.

–Creí que estarías cansado… – dije en un suspiro devorando sus labios.

–De ti nunca…

Y nos perdimos entre besos y caricias, prodigándonos mucho amor, haciéndonos dueños absolutos del cuerpo del otro, entregándonos por completo a esa pasión que siempre nos parecía nueva, sin perder su ímpetu, su fuerza, esa fuerza que día a día nos alimentaba y nos hacía crecer plenos de amor.

***

Unas horas después y agotados pero muy entusiasmados, nos despertamos ya que toda la familia vendría a nuestra casa para repartir los regalos y para pasar el día de navidad. Esme, Sue y mamá se encargarían de llevar la comida, nosotros sólo debíamos tener listo y dispuesto todo, así que conseguimos una enorme mesa que arreglaría después de darle a Edward su regalo y desearle una feliz navidad.

–Buenos días cielo – dije con la mejilla pegada a su pecho - ¡Feliz Navidad!

–La navidad más feliz de mi vida – sentí sus labios en mi coronilla – por mucho…

–¿Te habrá traído algo Santa? – le pregunté melosa - ¿Te portaste bien?

–Muy bien, pero ¿sabes? – levantó con un dedo mi barbilla – mi regalo me lo dio desde que me dijiste “Si”… – invadida por una ternura que me estrujó el corazón, lo besé emocionada.

–Ven, veamos qué nos dejó Santa en nuestras botitas…

–¡Ja! Tú ya lo has dicho amor, “botitas” – se burló del tamaño de nuevo y cargada de caballito, me llevó al salón para ver nuestros regalos; me sorprendí cuando vi ambas botitas llenas mientras nos sentábamos en el suelo junto al árbol.

–¡Son dulces! – grité como una niña y me lancé sobre la mía - ¡Y de los que me gustan! Puros ositos de gomita – me lamí los labios, me encantaban…

–¡Que generoso Santa! ¿Solo te trajo eso? ¿No hay más ahí? – intentó asomarse al fondo de mi bota.

–Espera – puse mi mano en su pecho – primero quiero darte tu regalo – sonrió y asintió obediente. Tomé la cajita larga de entre todos los regalos del árbol y se la di - ¡Feliz Navidad Ingeniero!

Sin un gramo de paciencia, comenzó a arrancar el papel y cuando terminó, leyó la inscripción de la caja de madera abrió la boca asombrado.


–¡No puede ser! – me miraba atónito – no es cierto, pero si… es un Cousteau Divers – con extremo cuidado y como si se tratara de un objeto de delicado cristal, sacó el reloj y comenzó a admirarlo embobado – Bella esto es… ¡es increíble! – lo depositó con muchísimo cuidado en el suelo y tomó mi rostro entre sus manos dándome un atronador beso y regresó su completa atención al reloj. Le había gustado mi regalo.

–¿Sabías que en 1996, una barcaza chocó accidentalmente contra el Calypso y lo hundió en el puerto de Singapur? – me decía casi murmurando como contándome un cuento mientras estudiaba minuciosamente cada partecita del reloj – luego un pesado remolque lo llevó a un astillero y trataron de repararlo pero no hubo nada que hacer, solo rescataron lo que pudieron de él. Un año después murió Cousteau, de depresión supongo… y parte de la maquinaria de esta hermosura está hecha con piezas de madera del verdadero Calypso… ¿Te imaginas Bella? – por fin me miró – tengo un mis manos una parte del que fue el objeto más preciado del más importante científico, explorador e investigador de nuestros tiempos…

Por varios minutos más permaneció absorto en el reloj que descubrí que miraba una noche por Internet, lo cierto es que nunca imaginé que causara tal efecto en él mi regalo. Estaba muy complacida y satisfecha por eso.

–¿Por qué no me regalas uno de tus dulces? – su sonrisa torcida y traviesa apareció en ese bello rostro suyo – presiento que los de tu bota saben mejor… – ansiosa comencé a sacar todos los dulces y en el fondo, encontré una cajita chiquita…

–¿Qué es? – Edward solo se encogió de hombros. Le quité el diminuto moñito a la cajita y la abrí… un corazón regordete pendía de una cadenita… era un llavero - ¡Que lindo! – me lancé sobre él – Gracias cielo – y leí la notita que colgaba del listoncito rojo…

                       “Para las llaves del lugar donde guardarás mi corazón”

                                                          Te Amo


                                                          Edward


–¿Qué…? – cerré los ojos con fuerza en un intento por comprender - ¿Esto…? – me veía con el rostro iluminado - ¿Edward? – chillé - ¿Edward?... – él asintió y me abrazó hundiendo su rostro en mi cuello.

–Feliz navidad mi vida…

–¡Oh por Dios! – apenas pude balbucear, estaba inmóvil - ¡Oh por Dios! – creí que me iba a desmayar de la impresión - ¡Gracias cielo! ¡Gracias!

–Encuentra la que más te guste y pon las llaves ahí – comenzó a besarme con esa desesperación que ya conocía bien.

–Edward… ¡Estamos junto al árbol!

–¿Ves porque necesitamos un lugar más grande? Tienes que apurarte amor… – su voz ronca sonaba como a canto de los dioses y me rendí… ¡otra vez!

***

Ya habían llegado todos y el apartamento se nos hacía pequeño ante tal hervidero de gente. Hablaban y gritaban todos al mismo tiempo, reían, bromeaban y caminaban alrededor de la montaña de regalos que entre todos habíamos formado. Esme, mi madre y Sue, llenaban las charolas, las ensaladeras y los grandes platos con todo lo que habían llevado y Alice, Rose y yo los acomodábamos en la mesa con la ayuda de Leah y Emily. Los hombres, platicaban muy animados mientras esperaban ser llamados a la mesa, también estaban impacientes por abrir los regalos, sobre todo Emmett que parecía un niño chiquito, pero ya habíamos decidido que lo haríamos después de la comida, que fue de las cosas más agradables que recordaba haber vivido.

Estar sentados todos a la mesa, riendo, bromeando, disfrutando cada platillo, a veces discutiendo por tonterías tan banales como el futbol, el trabajo o lo que fuera, terminar con un rico postre entregado justo en mi boca por el hombre al que amaba, eso precisamente era lo que quería a partir de ese momento y por siempre en mi vida… y Santa me lo estaba cumpliendo.

Cuando al fin acabamos, Emmett corrió al salón y se sentó a esperar sus regalos junto con Jasper, Jimmy, Diego y Edward. Con el pasar de los minutos, pasaron frente a nuestros ojos todo tipo de obsequios, Alice le dio a Jasper casi un guardarropa completo al igual que Jimmy a Diego junto con un estetoscopio con sus iniciales grabadas y él a su vez le dio a Choo un increíble juego de maletas Louis Vuitton, Alice, Rose y yo estábamos mudas por tan lindo regalo.


–¿Ya ves? – Rose codeó a Emmett en las costillas y señaló las maletas - ¡Ese es un buen regalo Emmett, no una pijama de conejitos por más calientita que sea!

Rose se quejó pero cuando Emmett le dio su verdadero regalo, que era un viaje a Bariloche, lo atacó a besos y le dijo que eso estaba mucho mejor que las maletas de Jimmy; después muy cariñosa, le dio a Emmett un montón de palos de golf que había pedido y él brincó emocionado cuando los vio.

Los viajes fueron el regalo más popular entre todos. Jasper le regalo a Alice un fin de semana en Miami y Edward y yo le regalamos a Carlisle y a Esme una semana en Roma junto con mi padre, Sue, Phil y mi mamá. A Jimmy y a Diego, les regalamos una escapada a Las Vegas junto con un par de entradas para el concierto de Cher.

–¿Qué? ¡No están hablando en serio! ¿verdad? – preguntaba dando brinquitos - ¡Veremos a Cher!

No podíamos ser inmunes al entusiasmo de ese par, quienes nos regalaron a todos unas lindas y ricas mantas italianas bordadas, a los hombres de grecas y a nosotras de varios tipos de flores. Leah y Emily recibieron de nuestra parte un Ipad para cada una y tarjetas de regalo para que se compraran la ropa que quisieran y para nuestra sorpresa, ellas nos regalaron a Edward y a mi, un collage de fotos nuestras; ellas mismas escogieron y editaron cada foto realizando un excelente trabajo. Tenían talento, era indudable.

Tardamos horas en darnos los regalos que seguían y seguían apareciendo, camisas, camisetas, corbatas, suéteres, chamarras, bolsos, perfumes, teléfonos, pijamas, libros de cocina, lentes oscuros, pantuflas y hasta ropa interior nos regalamos entre todos. No podía creer cuanto se había esmerado Santa en esta familia… Ya era de noche cuando el último regalo fue entregado, unas galletas que Leah y Emily habían horneado para todos y que en ese mismo momento arrebatamos, no dejamos ni una sola viva.

Después de que todos se fueron, Edward y yo nos estrenábamos las pijamas a juego que mi madre nos había regalado, nos veíamos adorables. Me acosté en la cama, estaba cansada y apenas Edward estuvo a mi lado, me acomodé en su pecho para dormir. Levanté el rostro y le di un beso en la punta de su barbilla que ya raspaba.

–Fue un día de navidad perfecto ¿No te parece? – le pregunté mientras me miraba profundamente.

–Perfecto amor, un día perfecto…

–¿Qué sucede? – me intrigó la intensidad de su mirada.

–Nada – me acarició el cabello – ya descansa anda, cierra esos ojos…

EDWARD’S POV

La cena de navidad había sido un evento que no olvidaría jamás. Toda la familia estaba reunida y eso era algo que sin duda no había vivido en mucho tiempo; el estar lejos me lo impidió y yo, para ser franco, nunca hice ningún intento por regresar a casa en esas épocas… ¡Como me arrepentía de ello! Pero ya todo sería diferente, yo había cambiado. Isabella me había cambiado devolviéndole el alma a mi antes inerte corazón. Un corazón que latía fuertemente solo para ella y por la familia que entre los dos pronto formaríamos.

Esa noche Bella y yo anunciamos nuestro compromiso y nuestra futura boda. Todos estallaron de alegría, haciendo que nos sintiéramos flotar en una elevada nube… nos parecía estar viviendo en un sueño. ¡Vaya! Si que el amor me había afectado, estaba siendo mucho más cursi de lo normal, ¡Pero que bien se sentía!


Mi padre fue el primero en felicitarnos, estaba muy emocionado. Le siguieron Phil y Sue que nos desearon lo mejor, luego siguió mi madre que difícilmente pudo hablar de la felicidad y me provocó un nudo en la garganta; quería tanto a Bella que el saber que sería mi esposa fue demasiada alegría para ella. Reneé estaba igual, lloraba sin parar pero estaba feliz, nos abrazó a ambos y nos llenó de besos. Charlie… me sorprendió. Yo sabía que tenía algún aprecio por mi, sobre todo después de decirme donde encontrar a mi Bella cuando… cuando se fue; él le pidió que me quisiera porque yo era el mejor de todos los chicos… eso fue demasiado para mi ego, era mucho más de lo que podía esperar de él, pero cuando nos pidió darle nietos pronto, simplemente enloquecí.

Era verdaderamente agradable recibir todas esas muestras de cariño, las felicitaciones, las sonrisas, el amor y hasta las bromas de mi hermano. Sin duda, estábamos viviendo uno de los mejores momentos de nuestras vidas, en el que nos sentíamos abrazados por una atmósfera tan especial que continuó envolviéndonos al día siguiente, en la mañana de navidad que también fue inolvidable…

¿Cómo podría no serlo si mi Bella me hizo uno de los regalos más fantásticos? Ese reloj que aparecía alguna que otra vez en mis sueños, era una pieza exquisita de colección y solo había 2500 en el mundo, uno era mío y todo gracias a mi Bella. Otro regalo maravilloso que recibí, quizás el mejor, fue ver el rostro impávido de Isabella cuando fue mi turno de darle el mío. No lo podía creer; la sorpresa de recibir una casa de regalo de navidad se reflejó en su rostro llenándome de orgullo al poder provocarle esas reacciones tan únicas, tan mías…

Fue nuestro turno de recibir a la familia en casa; fue una locura… ¡16 personas en el apartamento! que no era para nada pequeño pero ese día nos faltó espacio. Necesitábamos urgente nuestra casa. Me estaban gustando las reuniones familiares.


Mi Bella estaba radiante, se veía preciosa con ese rubor en las mejillas y su adorable sonrisa. Era feliz dándoles regalos a todos de nuestra parte, regalos de los que por supuesto yo no tenía ni la más mínima idea salvo de los viajes que juntos elegimos darles a nuestros padres y que habían recibido emocionados, sobre todo mi madre que por una u otra razón, nunca había ido al Vaticano y ansiaba ir. También a Jimmy y a Diego les dimos un viaje a Las Vegas y entradas para el concierto de Cher, no sabía lo mucho que les gustaba y me daba mucho gusto poder retribuirles un poco por todo el cariño que le tenían a Bella.

Esa noche ya en la cama, no podía dejar de admirar a Bella acostada sobre mi pecho. Era tan hermosa que aún no podía creer todo lo que estaba viviendo… que estuviéramos juntos, que me amara y que me aceptara en su vida… era tan buena, tan inocente todavía para tantas cosas que aún no se daba cuenta de la naturaleza tan egoísta del hombre que la tenía entre sus brazos. Por más que quería, no podía dejar de pensar en tener un hijo aunque sabía que eso significaba hacer otro alto en su carrera. Las largas noches en las que habíamos hecho tantos planes, yo me mantuve tan firme como pude y le aseguré que esperaría el tiempo que fuera necesario para que disfrutara de su trabajo y ya después, cuando ella estuviera lista, empezaríamos a encargar a nuestra familia, pero en realidad sólo hablaba de dientes para afuera porque yo quería tener un hijo ya.

Isabella me decía una y otra vez que el embarazarse no era un impedimento para continuar trabajando, que muchas de sus amigas aún estando embarazadas trabajaban sin ningún problema y que ella también podría porque quería ser mamá tan pronto como pudiera. Casi me muero de alegría al escucharla decirme eso porque aunque me prometí no volver a tocar el tema para que no se sintiera comprometida sólo por darme gusto si es que eso era lo que ocurría, al verla en ese momento tan bella, tan segura de si, demostrándome tanto amor, mi parte egoísta que en ese momento se estaba volviendo la más dominante, no dudó en salir.

–Fue un día de navidad perfecto ¿No te parece? – decía contra mi pecho mientras la miraba.

–Perfecto amor, un día perfecto… – acariciaba su espalda.

–¿Qué sucede? – me miró intrigada.

–Nada, ya descansa anda, cierra esos ojos – dije para que ya se relajara y durmiera.

–¿Edward? – insistió – dime por favor…

–Bella yo… – me detuve – no es nada, ya duérmete amor.

–¿No me vas a decir que te pasa? – no respondí – seguro estás así porque te quedaste con ganas de recibir más regalos ¿No? – la miré profundamente a los ojos – ah, eso es – dijo tranquila – bueno cielo, dime que regalo es el que faltó que te diera Santa, tal vez yo te lo pueda conseguir… – sonrió coqueta y me giré quedando sobre un costado abrazándola tan fuerte como podía; me sentí temblar…

–Bella yo… – hundí mi cara en su cuello – yo ya no quiero que te cuides…

–¿Q-qué? – intentó comprender.


–Quiero embarazarte Isabella…

Se aferró a mi cuerpo sin decir nada, solo suspiraba y sentí sus mejillas mojadas. Nos mantuvimos abrazados hasta que nos quedamos dormidos. No quise pensar si se negaría, aunque me había dicho lo contrario, no quise pensar en nada, ni siquiera me lamenté o me recriminé por habérselo pedido y de esa forma. Sólo lo dejaría pasar y que el tiempo decidiera.

A la mañana siguiente sin abrir los ojos, estiré la mano buscando el cuerpo de Bella pero sólo estaba su espacio vacío; me estiré aún más pero las sábanas frías me indicaron que ella había salido de la cama hacía ya algún rato. Me senté de golpe todavía adormilado y sacudí la cabeza para despejarme, me puse de pie y fui a buscarla. El olor me guió; estaba en la cocina haciendo leche con chocolate y pancakes.

–Mmm que madrugadora – dije tomándola por la cintura y besándola – esto huele muy bien…

–¡Cielo! – sonrió contra mis labios – hay frío y pensé que algo calientito nos vendría bien.

–¿Quién tiene frío? – metí mis manos bajo su bata y rocé sus pezones erectos no sabía si por mí o por la temperatura – no se tú amor, pero este par de niñas necesitan entrar en calor – las froté con más decisión.

–Edward déjame terminar – me pidió.

–Claro que vas a terminar y de qué forma…

Le quité de las manos la cuchara con la que sacaba los pancakes de la sartén y la dejé a un lado; le desaté el nudo de la bata que ya estaba flojo y esta cayó al suelo.

–Edward – chilló – estoy… preparando el… desayuno – mis besos en su cuello la estaban poniendo en el mismo tono en el que me encontraba ya – se van a quemar…

–El que se está quemando soy yo, mira como me tienes – empujé mi erección hacia su pelvis – ardiendo por ti… – atrapé desesperado su boca mientras mis manos recorrían las curvas de sus caderas y se iban hacia atrás, a sus nalgas.

–Estamos en la cocina – dijo sin mucha convicción.

–La cocina me gusta – con mis manos en su cintura la levanté sentándola en la encimera, empujando hacia atrás los utensilios que estaba usando – es cálida.

A esas alturas tanto ella como yo, estábamos inmersos en oleadas de excitación; sus manos se enredaban en mi pelo alterando aún más mis sentidos y yo en respuesta, bajé mi rostro a su pecho mordisqueando alternadamente sus pezones sobre la tela. Sus piernas se cerraron alrededor de mis caderas no permitiéndome alejarme ni un milímetro de ella y con apuro, me sacó por encima de la cabeza la camisa de la pijama.

–¿Alguien tiene prisa? – me reí y bajó una mano dándome un apretón en mi erección - ¡Ah! Bella…

–Estás listo para mí – su voz era casi irreconocible.

–Pero yo no sé si tú lo estás para mí – dije burlón mientras bajaba sus pantalones de pijama y ella se levantaba un poco para permitirme deshacerme de ellos, descubriéndome que no llevaba ropa interior – necesito cerciorarme…

La recosté sobre la encimera y sólo subí la camiseta sobre su pecho, sin quitársela. De pie entre sus piernas, me incliné para complacernos.

–Niñas… – y me lancé sobre ellas, tomándolas una por una, presionando mi boca sobre ellas, adueñándome de su volumen, de su sabor, de lo erectos de sus pezones que jalaba entre mis dientes y torturaba con la punta de mi lengua… eran la gloria para mí.

–Te necesito – jadeaba – por favor hazlo.

Sus demandas parecían un eco lejano, mi atención estaba centrada en mis niñas a las que estaba llenando de mimos y cariños. Isabella alzaba las caderas mientras gozaba de mis caricias, incitándome a llenarla con mi cuerpo pero mis planes eran otros… por el momento.

–¡Edward Anthony! – me hizo reír por cómo me llamó y su ansiedad de mí me sacó del trance en el que estaba, haciéndome recordar lo que quería. Alcancé su boca y con un salvaje beso, mi lengua se apoderó de la suya, demandante, en movimientos que dejaban muy claro quien tenía el mando ahí.

–Siempre tan impaciente Bella, siempre…

Con una lentitud que sabía que la estaba enloqueciendo, descendí por su tórax, dejando un rastro húmedo como me gustaba, rodeé de nuevo a mis tesoros y continué mi camino hacia el sur, lamiendo con ternura su vientre y por fin, llegando a su suave y siempre bien dispuesto y desnudo monte de Venus… hermoso.

–¡Si! – gritaba excitada por lo que sabía que vendría para ella - ¡Si!


La tomé por debajo de sus nalgas y la jalé hasta que quedaron justo en la orilla de la encimera, donde las necesitaba; me puse de rodillas entre sus piernas y las coloqué en mis hombros para que estuviera lo más cómoda posible. Su esencia me embrujaba, se apoderaba de mí y bajo su influjo, rozaba mi rasposa barba en su entrepierna con mucha delicadeza para no lastimarla pero tratando de excitarla lo máximo posible.

Primero froté mi barbilla a los lados de sus labios como una caricia, llegando tan abajo como podía; Bella se removía en la encimera y se empujaba contra mi barba buscando mayor contacto. Antes de tocarla donde deseaba, besé sus labios aún cerrados, tan suaves, y pasé solamente la punta de mi lengua en un adelanto de mis futuras caricias. Gimió y sentí su mano en mi pelo, dirigiéndome al punto exacto. Ansioso, mis dedos abrieron sus labios descubriéndome su centro vulnerable a mí. Su humedad la hacía brillar y al ver lo que se me ofrecía, me lamí los labios de anticipación.

–Eres tan hermosa, que no puedo resistirme a probarte…

Seducido por mis propias palabras, mi lengua acarició su mojado botón; con suavidad lo presioné y pasé sobre él muy despacio sólo probándolo, pero cuando sus gemidos se hicieron bastante audibles, la moví repetidas veces y pude escuchar mi nombre en diferentes niveles de volumen mientras jalaba de mi pelo con fuerza, perdida en las sensaciones que orgulloso le hacía alcanzar. Mi lengua resbalaba fácilmente lubricada gracias a lo mojada que estaba, irresistible, sabía a deseo y al más puro sexo que clamaba sólo por mí, haciéndola perder todo gramo de sensatez.

Probé su entrada paseando mi lengua por ella y desesperado por poseerla de alguna forma, la hundí en la pequeña ranura lo más que pude tratando de alcanzar la ambrosía más pura, estremeciéndonos a ambos, jadeando impacientes. Me moví dentro de ella, en círculos, tocando sus paredes y provocándole brinquitos, haciéndola retorcerse y tirar varios recipientes de la encimera cayendo estrepitosamente al suelo, pero ni tanto escándalo pareció perturbarla como el deseo lujurioso que se había apoderado de ella.

–Por favor…

Abandoné su caliente y deliciosa cavidad para dar paso a mis dedos, sabía bien que con ellos ahí su orgasmo sería inminente. Deslicé dos dentro de ella y de una sola vez, tocándola, acariciándola y buscando su punto de locura, ese que apenas me sentía desataba las más intensas sensaciones en su cuerpo haciéndola gritar pidiéndome llenarla de mí.

–¡Te necesito dentro!

Acariciaba su mágico punto, su respiración estaba agitada, jadeaba, mis dedos se deslizaban dentro y fuera de ella con extrema facilidad, estaba lista para recibirme y yo estaba más que preparado para llenarla y colmarla de mí. Saqué mis dedos de su cuerpo y despacio me fui poniendo de pie, agarrando sus piernas y enredándolas alrededor de mis caderas; me incliné hacia ella y la besé haciéndola probarse en mi boca. Bella lamió mis labios y sus comisuras, no dejándose de saborear; le acerqué mis dedos y los pasé por sus labios, los atrapó y comenzó a chuparlos, a succionarlos tan sensual, que mi vientre recibió un latigazo ante la imagen que tenía frente a mí.

Con un fuerte dolor en mi palpitante erección, bajé con torpeza mis pantalones de pijama y luego, ansioso, la tomé de las nalgas acercándola a mi para penetrarla de un solo embiste. Sosteniéndola firmemente con mis manos bajo sus las nalgas arremetí en ella como si la vida me fuera en ello. Con fuerza, con pasión, lujuria, deseo, ansiedad, necesidad, todos y cada uno de los sentimientos que tenía por ella, los más básicos, pero los más puros… una y otra vez, dentro y fuera de ella, mientras la tensión en nuestros vientres se acrecentaba y nos acercaba al imperioso orgasmo que nos envolvería. La presión alrededor de mi miembro era mucha, Bella se cerraba en mí incapaz de alargar por un instante más la explosión de su cuerpo, no podía contenerse, era una tortura. Y se dejó ir, llevándome con ella, estallando juntos, abandonándonos al placer que nuestros cuerpos alcanzaban con tan sólo amarse.

***


El espectáculo empezaba y las luces se iban apagando. Ahí estaba, sentado en uno de los mejores lugares del Radio City Music Hall, listo para ver a las Rockettes, cortesía de Esme Cullen para toda la familia. ¿Pero en qué momento nos había convencido de aceptar su tour de vacaciones por los espectáculos más importantes de Broadway? ¿Cuándo dije si? Todavía no lo recuerdo, pero con solo ver la cara iluminada de Bella, se borraron todas mis protestas.

Honestamente ese era un show más bien para mujeres, al menos eso pensé antes de que comenzara, pero una vez que las vimos en acción, tanto mi padre, Charlie, Phil, Emmett, Jasper y yo, cambiamos de opinión y las vimos con otros ojos. “Sincronía Perfecta” sería mi definición adecuada para esas chicas que además de bailarinas excelentes eran guapísimas, y para sorpresa de todos nosotros, el espectáculo era realmente bueno; la música, los efectos, el concepto, todo. Yo estaba muy contento por haber ido después de mi renuencia y salí con muy buen sabor de boca de ahí, pero sin duda quienes más lo disfrutaron además de mi madre, Esme, Sue y todas las chicas, fueron Jimmy y Diego. Por fortuna, el tour de mi madre, solamente duró por 2 obras más. “Chicago” y “El Rey León”, ambas realmente buenas. Podría decir que las disfruté muchísimo, especialmente la última.

Por las mañanas, las chicas se pasaban organizando todo lo de la boda, desde luego en “las chicas” iban incluidas mi madre, Reneé, Sue y Jimmy. Bella decía que tenían que aprovechar esos días ya que en enero regresarían a trabajar y Reneé y Sue volvían a sus ciudades; querían adelantar lo que pudieran y se pasaban horas viendo invitaciones, flores, velas y no se cuantas cosas más. Si por mi hubiera sido, me robaba a Bella y nos casábamos en el registro civil sin necesidad de tanto alboroto, pero ese era mi sueño no el de mi futura esposa y yo sólo estaba para hacerla feliz.

Mi padre por su parte, se tomó sus vacaciones para llevar a Charlie y a Phil al club, al Museo de Historia Natural y a otros sitios de interés. Diego por su recién arribo estaba trabajando al cien por ciento, al igual que Jasper, Emmett y yo, pero por las noches nos reuníamos todos en casa de mis padres para las cenas informales que eran el deleite de mi madre pero sobre todo, para tener su casa llena.

Todos esos días fui a trabajar a la presa. No me podía dar el lujo de tomármelos por la oportuna ausencia de Nadia. Ni una llamada, ni un mensaje, e-mail ni nada. No iba a sentarme a extrañarla, así que entre Erick y yo hicimos su trabajo ya que encontrar un experto en hidroeléctrica a esas alturas nos tomaría demasiado tiempo, por lo que decidí que mejor nos aplicáramos y ya después, con calma, encontraríamos su reemplazo porque era obvio que no quería volver a la presa.

A pesar de que terminaba agotado, por las noches ya en la cama, Bella me contaba de los avances que tenían en los arreglos de la boda y yo la escuchaba muy atento; adoraba verla tan emocionada y contenta. Según Jimmy 3 meses eran pocos para organizar algo ‘decente’ pero en 3 días, casi tenían todo listo, claro, a mi punto de vista.

Entre Bella y yo no volvió a surgir el tema “embarazo”. Estaba muy conciente de que no fue ni el momento ni el modo para pedírselo. La había asustado y obviamente eso era lo último que quería hacer; era verdad que yo deseaba una familia. Si. Pero de común acuerdo y que llegara en el mejor momento para ambos, sin presiones; me había dejado llevar y no podía dejar que ocurriera otra vez.

El último día del año llegó y por supuesto Esme organizó una enorme fiesta. Estaba tan contenta que quería echar la casa por la ventana festejando la alegría de la familia y lo quería compartir con todos sus amigos. Y tenía razón, ya que cuando uno está feliz, quiere gritarlo a los 4 vientos y compartir su alegría con todo el mundo… con todo el mundo menos con la bola de rémoras, parásitas, zánganas, inescrupulosas, bajas y ruines que se hacían llamar ‘reporteros’.

Bella estaba de acuerdo conmigo en eso, así que sería una celebración privada. No habría ni un solo socio del anteriormente mencionado gremio, no venderíamos ninguna exclusiva a ninguna revista ni daríamos ningún dato de absolutamente nada referente a nuestra boda. Hecha esa resolución, tanto ella como yo, estábamos muy tranquilos.

Mientras pensaba en eso, luchaba con el nudo de la corbata; me rendí y me giré hacia ella con un infantil puchero en la cara.

–¿Por favor? – clamé por su ayuda. Bella sonrió y la tomé por la cintura, sentándola junto al lavabo para que estuviera a buena altura. Me acerqué lo más que pude a ella colocándome entre sus piernas; puse mis manos en sus muslos y las subía y bajaba por ellos.

–¡Edward! – me advirtió y me detuve resignado.

–¡Es que no sé en donde ponerlas! – fingí inocencia – me pareció un buen lugar, pero si me das a escoger – dije con voz ronca – este me parece el lugar ideal – acuné a mis preciosas niñas haciendo a un lado su mullida bata. Bella bufó y rodó los ojos, yo me reía divertido – de acuerdo, de acuerdo, voy a comportarme.

No le llevó nada hacer el nudo; le quedó perfecto. Se dio media vuelta y se encerró en el vestidor. Minutos después, salía con un hermoso vestido verde menta. Inconcientemente se dibujó una sonrisa en mis labios.


–Te ves muy hermosa amor – dije en un susurró mientras me acercaba – vas a dejar a todos sin habla…

–Me conformaría con dejar mudo solo a uno – se puso de puntitas y me besó – tal vez con eso lo logre…

–Yo creo que se necesitará de un poco más de esfuerzo de tu parte – ironicé y me besó de nuevo – mmm buen trabajo, pero a decir verdad, ya quiero estar de regreso y quitarte este vestido.

–¡Sólo espero que corra mejor suerte que el otro! – soltó una carcajada y supe que en realidad no recordaba con exactitud lo ocurrido aquella noche.

BELLA’S POV

Todo había quedado muy hermoso en casa de Esme. Nos habíamos pasado la mañana entera ayudándola con las flores ya que su florista estaba de vacaciones. Las luces blancas, los adornos en púrpura y dorado, los gorritos, los espantasuegras, el confeti, todo estaba impecable y en su lugar.

Estuvimos allí una hora antes de que empezaran a llegar todos los invitados ya que Edward me había dicho que tenía que arreglar un asunto; me asombré mucho cuando me llevó directamente a la biblioteca y mis padres estaban ahí junto con los suyos. Todos elegantemente vestidos, los hombres de traje se veían muy apuestos y las señoras se veían regias con sus vestidos largos. Después de saludarlos miré intrigada a Edward como todos los demás, pero se limitó a sonreírme.

–Gracias por estar aquí tan temprano en esta noche que será muy larga – empezó a decir mientras se sentaba junto a mí y agarraba mi mano.

–Mejor – dijo mamá – así empezamos a festejar desde antes – todos rieron.

–Como saben – Edward se puso algo formal – Bella y yo hemos tenido que pasar por mucho para estar aquí y tan felices – mi corazón empezó a latir muy fuerte conforme hablaba – sorteamos muchas jugadas del destino y salimos victoriosos; ahora juntos iniciaremos una vida que desde lo más profundo de mi corazón deseo esté llena de alegría tanto para nosotros como para todos a nuestro alrededor – apretaba mi mano entre las suyas – amo profundamente a Isabella y si ustedes me lo conceden, quiero dedicar mi vida entera a hacerla feliz. Charlie, René… quiero pedirles formalmente la mano de Isabella…

Todos abrieron la boca asombrados menos yo. No pude. Estaba inmóvil ante semejante sorpresa.

–¡Muchacho! – exclamó mi padre dándole un trago a la copa que tenía en la mano – ¡Me vas a matar de un susto! – las risas no se hicieron esperar – sé que Bella no podría estar en mejores manos, síguela cuidando y queriéndola tanto Edward.


–¡Oh Edward! Bella no pudo encontrar a nadie mejor que tú – mi madre lo miraba fascinada – eres el chico con el que todas las madres soñamos para nuestras hijas…

–Mmm ¿Eso es un sí? – preguntó Edward bromeando.

–¡Desde luego que si! – gritó mi padre feliz.

De nuevo nos llenaron de felicitaciones, buenos deseos y abrazos. Nunca esperé que Edward pidiera mi mano esa noche, de hecho, yo creí que con anunciar nuestro compromiso ante ellos había sido suficiente e iba implícito en el anuncio, el pedir mi mano, aunque no negaría jamás lo lindo que se había sentido escuchar a Edward decir todas esas cosas tan bellas que deseaba para ambos mientras cumplía con todo el protocolo de un compromiso.

¿No era el hombre ideal?

Poco a poco fueron llegando los invitados y cuando llegó Rose con Leah y Emily, Edward y yo nos quedamos pasmados. Esas chicas eran hermosas pero Rose, las llevó a hacerse un cambio de look y las dejaron impresionantes… mi amiga también las había llevado de compras y a decir por sus caras, se lo habían pasado genial.

La noche transcurría y Edward y yo, éramos el centro de atención ya que Carlisle y Esme les comunicaron a todos el motivo de su felicidad y por el cual habían decidido festejar justamente esa noche. La media noche llegaba y los meseros se paseaban con bandejas llenas de copas con champagne, Edward tomó 2 y me guió a un solitario balcón.

–Al fin solos – dijo sensual pero en broma – necesitaba escapar un rato de ahí.

–Si, me siento un poco… ¡abrumada! – me pegué a su pecho, tenía frío. Se quitó el saco, me lo puso sobre los hombros y me abrazó – gracias…

Permanecimos abrazados un buen rato en silencio esperando escuchar de un momento a otro la cuenta regresiva; nos mirábamos a los ojos mientras todos gritaban y se acercaba el fin de la cuenta… 5, 4, 3, 2, “¡Feliz Año!”

Lo recibimos con un intenso y profundo beso que significaba todo para nosotros; el dejar atrás tantas cosas con el año viejo como las cosas buenas por venir en nuestras vidas. Si, ese sería un buen e inmejorable año…

***

Sentí el brazo de Edward abandonar mi cintura. Lo sentí también sentarse y salir de la cama tratando de no hacer ruido. Se tardaba. Escuché ruido en el vestidor y me giré buscándolo con mi mirada aún nublada. Se estaba vistiendo…

–¿A dónde crees que vas el primer día del año? – le pregunté asustándolo – está helando afuera…

–Voy a echar un vistazo a la presa, hoy se quedan muy pocas personas de guardia y quiero ver que esté todo bien. Sigue durmiendo amor, estaré aquí al medio día, descansa – besó mi frente y acomodó el edredón.

–¡Voy contigo! – dije apresurada.

–¿Qué? Bella afuera está nevando, mejor quédate, no tardaré – pero en lo que protestaba, ya tenía el cepillo de dientes en la boca y me enfundaba en la ropa térmica.

–Ya ejtoy lijta… – traté de no ahogarme y él rió mientras negaba con la cabeza. En 10 minutos ya estaba vestida y con un enorme abrigo encima; pasamos a hacer efectivo mi crédito en Starbucks con 2 capuchinos grandes muy calientes junto con algunos muffins y nos dirigimos a la presa.


El paisaje era increíble, todo estaba cubierto de nieve, parecía una postal navideña. Disfrutaba del bello paisaje, de nuestro muy calórico desayuno, de James Blunt aunque Edward solo lo tuviera en su Ipod por mí porque a él no le gustaba, de sus caricias en mi muslo… era un excelente primer día del año.

Nos adentramos en la desviación que llevaba a la presa y Edward bajó aún más la velocidad por la nieve que aunque no era mucha podía hacer patinar el auto y era mejor tener precaución. Al llegar hasta el edificio de oficinas lo escuché maldecir bajito y apretó las manos sobre el volante dejando blancos sus nudillos. Se estacionó junto a una Land Rover y desabrochó su cinturón apresurado.

–¿Si te pido que te quedes en el auto lo harás? – preguntó bajando de este dando un portazo.

Me dejó algo asustada y muy confundida ¿Qué pasaba? ¿Por qué ese cambio de actitud? Sin pensarlo desabroché mi cinturón a verlo subir las escaleras hacia la oficina, bajé deprisa y lo seguí. Edward entró y se quedó de pie mirando a la pequeña y rubia mujer que metía cosas en una caja…

–¿Así que abandonas el barco como las ratas cuando se hunde… Nadia?*



*



*



*
Gracias PattinsonWorld!

martes, 18 de enero de 2011

CAPITULO 48

CAPITULO 48



BELLA’S POV


-Isabella – sin más, tomó mis manos entre las suyas que también temblaban…

-¿Quieres casarte conmigo?

Cerré los ojos apretándolos fuertemente así como mis manos en las suyas, intentando asimilar la pregunta que Edward acababa de hacerme y por la que había estado esperando desde ya hacía algún tiempo. Mi corazón comenzó a bombear rápido la sangre dentro y fuera de él haciendo que mi pecho subiera y bajara notablemente agitado; el resto de mi cuerpo temblaba emocionado, excitado y en mi pensamiento, solo se reflejaba la idea de la felicidad que en poco tiempo acabaríamos por consumar.

Edward quería casarse conmigo…

Me esforcé por hacer una conexión entre mi cuerpo y mi mente ya que cada uno vivía la noticia con intensidades diferentes y desconectados uno del otro. Cuando pude darme cuenta, estaba sentada de nuevo en el regazo de Edward que me abrazaba contra su pecho y recogía de mis ojos con sus labios, las lágrimas que como ríos salían de ellos. Una de sus manos sostenía mi barbilla, la otra con suavidad acariciaba mi espalda y me aferré a él, perdiéndome en su cuello, incapaz de cualquier otra cosa.

–¿Quieres que nos vayamos de aquí? – con su voz aterciopelada me preguntó y asentí.

Me tomó en sus brazos como lo que muy pronto sería, una novia, y comenzamos a salir del restaurante.

–¡Señor Cullen! ¿La señorita se encuentra bien? – el mesero preguntó con discreción - ¿Necesita un médico?

–No, estamos bien, muchas gracias – Edward le respondió amable mientras seguía caminando.

–Ah fue la emoción – dijo contento y Edward se lo confirmó con un movimiento de cabeza. Me subió al carrito y se aseguró que estaba bien antes de ponerlo en marcha; me acercó a su cuerpo y me rodeó con un brazo, besó mi coronilla y nos llevó hacia un lugar opuesto a donde estaba nuestra villa.


Se detuvo en la playa, junto a un camino de antorchas, no eran muchas pero cumplían su objetivo de indicarnos el camino hacia una gran cama de playa hermosamente adornada con flores y velas encerradas en pequeños quinqués de cristal.


Las cortinas que pendían del dosel de madera flotaban al viento que nos envolvía en una suave brisa y junto a la cama, una mesa con una botella de champagne y un bol lleno de fresas.



Edward me recostó en la cama y se quitó el saco y los zapatos, luego se acomodó a mi lado, recargó su espalda sobre los pomposos cojines y me atrajo a su pecho. Acariciaba mi pelo y repartía besos por todo mi rostro. Suspiraba y volvía a recorrer el camino de besos hasta que me preguntó…

–¿Estás bien? – apreté mi abrazo.

–Si… – dije débilmente – Si… ¡Si! – alcé la voz en un grito de alegría.

–¿Bella? – me giró entre sus brazos para verme a la cara – ¿Bella? – repitió mi nombre, interrogante pero feliz. Asentí muchas veces para que no tuviera duda de mi respuesta.

–¡Isabella, mi vida! – dijo mientras rodábamos en la cama.


–¡Si quiero! – grité - ¡Si quiero casarme contigo! ¡Quiero ser tu esposa!

Sus labios atraparon los míos y nos fundimos en un beso lleno de mil emociones, pasión y entrega entre otras pero sobre todo de amor. Nos separamos para respirar y me miró profundamente a los ojos.

–Gracias Bella – jadeó – gracias por aceptarme amor, yo…

–Shh, no digas nada cielo… - sentía que sobraban las palabras.

–No, tengo que decirte todo lo que llevo aquí guardado desde que te vi por primera vez – llevó mi mano a su corazón – tragué en seco al ver en su rostro una expresión angustiada.


–Bella yo… - respiró hondo – creo que me enamoré de ti desde que te vi aquella vez en casa de mis padres. No entendía como alguien tan hermosa estaba ahí; te veías tan tímida, estabas tan callada, yo solo quería estar contigo un momento, pero ese momento fue mi perdición porque supe que ya no podría estar lejos de ti. Hemos pasamos por muchas cosas amor, demasiadas, pero aquí estamos desafiando cualquier otra jugarreta del destino… te amo, te amo y quiero que sepas que este hombre que te habla con el corazón en la mano, está dispuesto a ofrecer su vida por ti, por esforzarse por ser un mejor hombre cada día, un mejor compañero, alguien digno de ti y en el que puedas confiar para formar una familia Bella, porque yo, no hay nada en este mundo que más ansíe que eso, que me aceptes como tu esposo y como padre de tus hijos…

Lágrimas resbalaban tanto por sus mejillas como por las mías. Era lo más bello, tierno y sincero que me pudo haber dicho; mi corazón brincaba emocionado como apurándome a darle mi respuesta así que acuné su rostro entre mis manos y lo besé con todo el amor que albergaba en mi alma.

–¡Edward mi amor! No podría haber nadie mejor que tú para ser mi esposo, mi compañero de vida, el padre de nuestros hijos… te amo Edward, tú eres el hombre más digno al que podría confiarle mi vida y con quien quiero estar el resto de mis días… cásate conmigo Edward…

–Cásate conmigo Bella…

Nos fundimos en otro beso alejándonos de este mundo, extasiados de felicidad, ansiosos por amarnos sin restricciones. Nos separamos y sin dejar de mirarme, bajó con lentitud los delgados tirantes de mi Valentino y lo subió sobre mi cabeza, dejándome sólo con las bragas del mismo color de mi piel; instintivamente me llevé las manos a mis senos.

–¡Edward! – dije alarmada por desnudarme en plena playa y el sólo rió.

–No te preocupes amor, no hay nadie por aquí pero – ató las cortinas a la parte baja del dosel – con esto nadie podrá vernos – se acercó a mí y sin titubear, comencé a desabotonar su camisa – No – tomó mis manos y las colocó sobre mi cabeza mientras observaba mi cuerpo y terminaba por deshacerse de su ropa – Hoy quiero solo darte gusto a ti por la felicidad tan grande que me has dado…

Se inclinó y me besó de una forma que me quitó el aliento; no era rudo, ni desesperado, más bien sin prisas pero entregándose por completo, rindiendo su alma a la mía. Nos envolvimos entre besos, suspiros y jadeos en un mar interminable de amor y pasión. Hicimos el amor varias veces esa noche olvidándonos de todo a nuestro alrededor, quedándonos dormidos con el arrullo de las olas.

–Bella despierta amor – murmuró – abre los ojos – me moví con dificultad y pesadez, estaba muy cansada pero lo obedecí. Con mucho esfuerzo también, abrí los ojos; aún era de noche y las estrellas brillaban sobre nosotros. No entendía porque me despertaba.


–Mira – me señaló el horizonte después de hacer a un lado las cortinas; el horizonte comenzaba a cambiar de color, empezaba a desvanecerse la negrura, estaba amaneciendo – Quiero ver contigo el amanecer Bella.

Me envolví en la sábana y me recosté en su pecho, entre sus piernas – se ve hermoso – él asintió y con suavidad, hizo a un lado mi pelo dejando libres mis hombros. Pasaron varios minutos en los que Edward me mecía entre sus brazos, besaba mi cuello, mis hombros y respiraba profundo. El horizonte ya se pintaba de un naranja muy claro y fue haciéndose de un tono más fuerte y vivo.

–¿Sabes? – rompió el silencio con su cálida voz – muchas veces soñé con esto, despertar para ver el amanecer después de una haber hecho el amor toda la noche – me dijo al oído y me estremecí – lo que nunca me imaginé – tomó mi mano besando el interior de mi muñeca, la palma y cada uno de mis dedos – fue que estaríamos en un lugar tan hermoso y que haríamos el amor en la playa ¡En una cama! – suspiró – Que para ver el amanecer sólo tendríamos que abrir los ojos y para que mi sueño se hiciera por completo realidad, yo sólo tendría que poner esto aquí…


–¡Oh por Dios! ¡Edward! – grité a punto del desmayo al ver que había puesto en mi dedo un precioso anillo con un gran diamante en él – ¡Edward!

–Este es el primer día del resto de nuestras vidas Bella y quiero que lo empecemos juntos – me giró y me besó tomándome en sus brazos. Al separarnos, vimos el primer rayo de sol saliendo por el horizonte brillando tímido; sonreímos y volví a acomodarme en sus brazos mientras amanecía completamente. Un rato después y antes de que empezara la actividad en la playa, nos vestimos y fuimos a nuestra villa a darnos un baño y a desayunar.

Para ahorrar tiempo nos bañamos juntos y aunque nuestras intenciones eran buenas, los resultados no lo fueron tanto ya que nos tardamos mucho más de lo esperado. Una vez que logramos estar listos, en la terraza del saloncito nos esperaba un delicioso desayuno el cual devoramos con un hambre que no sospechábamos que teníamos hasta que tuvimos enfrente toda esa comida.

–¿Lista amor? – me preguntó impaciente mirando su reloj.

–¿Por qué no nos quedamos aquí en lugar de bajar a la playa? ¿No se te antoja? – ronroneé como una gatita.

–Claro que se me antoja, pero no quiero desperdiciar el paisaje amor, vamos – me insistió y sin remedio le seguí. Llegamos al edificio principal, bajamos para ir hacia la playa pero Edward me guió a un jeep y sonrió al ver mi rostro confundido mientras me ayudaba a subir, pero sonrió todavía más, cuando llegamos a una marina donde habían cientos de yates de todos tamaños, para ese entonces mi mandíbula estaba ya desencajada de mi cara.

–¿Cielo. a donde vamos?

–Es una sorpresa – me tomó de la cintura para subir al yate; era grande, tenía unos asientos individuales en la popa y eran giratorios.

–¿De pesca, Edward? – pregunté decepcionada, odiaba la pesca - ¿Vamos de pesca?

–Tranquila señora Cullen, este tipo de pesca es diferente, ya verás – dijo sonriente.

–Aún no soy la señora Cullen – murmuré muy bajito y solo para Edward.

–Lo sé, es para que te vayas acostumbrando – dijo feliz – además se oye bien ¿No? – no pude negarlo ya que tenía razón, se escuchaba muy bien. El capitán arrancó los motores y nos alejamos de la marina. Edward platicaba con él y con otro tripulante mientras yo me ponía el protector solar y me acomodaba en uno de los asientos de pesca; a los pocos minutos ya estaba junto a mí – mmm que lindo bikini – enarcó una ceja.

–¿Verdad? – me giré un poco modelando para él mi bikini rojo – me lo puse especialmente para ti.

–¡Vaya! Que considerada es mi prometida – me jaló hacia él – yo también tengo algo, pero en lugar de ponérmelo, me lo quitaré especialmente para ti – rió y yo abrí la boca y los ojos fingiendo asombro. Casi sin darnos cuenta, pasaron casi 2 horas avanzando en el profundo mar; miré a Edward intrigada al apagarse los motores y no ver señales de preparar alguna caña, línea o algo que indicara que íbamos a pescar.

–No entiendo – dije confundida – llevamos un buen rato pero no veo que nos estemos preparando para pescar nada, Edward – él solo rió.

–Ten paciencia – me sentó en sus piernas – paciencia…

–¡A la derecha! – gritó el ayudante del capitán interrumpiéndolo – ¡A las 3 en punto! – Edward se puso de pie rápidamente dejándome a un lado y varios segundos después de observar hacia donde había indicado el ayudante, me dio unos binoculares.

–¡Sorpresa!

Dudosa, los tomé y miré hacia donde me apuntaban, casi me muero… ¡Ballenas!

–¡Oh por Dios! – grité asustada – ¿Son ballenas?

–Si amor – enrolló sus brazos en mi cintura – es la época en la que vienen a tener a sus bebés a las aguas cálidas, vienen huyendo del frío y sobre todo de depredadores, aquí sus crías están a salvo – me explicó mientras las admiraba fascinada – cuando ya han pasado la etapa en la que son muy indefensas, vuelven a su lugar de origen y listas para defenderse contra cualquier amenaza.

–¡Son hermosas! – balbuceé emocionada ante la belleza y sabiduría e instinto protector de esos mamíferos gigantes. Me giré para darle a Edward los binoculares y no acaparar la hermosa vista pero él ya tenía otros en la mano, miraba a través de ellos el impresionante espectáculo pero siempre mantuvo un brazo en mi cintura – míralas…


–Son… imponentes – logró decir mientras sentíamos el yate moverse muy despacio, tal vez ya regresaríamos - ¿Viste la cola Bella? – casi gritó igual de emocionado que yo.

–Vamos a acercarnos – dijo el capitán y los nervios me invadieron. Me abracé a Edward.

–No pasa nada, ven acércate – me animó y le hice caso; con cuidado me acerqué, me asomé hacia donde me indicaron y vi una mancha gris enorme casi bajo nosotros. Edward se inclinó por la barandilla y no me contuve.

–¡Ten cuidado! – me alarmé al verlo tan decidido a tocarla – ¡Mejor no lo hagas Edward! – volteó hacia mi extendiéndome su mano y la tomé.

–Son amigables Bella, tócala – insistió. Me incliné y cerré los ojos. Sentí bajo mi mano algo muy rugoso, muy áspero y me relajé abriendo de nuevo los ojos, feliz - ¿Ves? No pasó nada amor.

Estuvimos tocándola alrededor de 15 o 20 minutos. El capitán y su ayudante nos tomaron algunas fotos para tener de recuerdo y enseñarle a nuestra familia. El yate había girado y ya íbamos de regreso a tierra, con suerte, llegaríamos a tiempo para la hora del almuerzo. Esa había sido una experiencia grandiosa y se lo debía a Edward.

–Gracias cielo – le dije tierna mientras me tenía recargada en su pecho mientras veíamos el mar – eso fue… increíble.

–No me agradezcas nada amor, yo soy feliz dándote estas pequeñas sorpresas y todavía más al ver que las disfrutas – rozó su nariz detrás de mi oreja.

Llegamos a tierra y nos dirigimos a San José del Cabo, al restaurante “Don Emiliano”, de cocina típica. Nos sentamos en la terraza, nos dieron el menú y tomaron nuestra orden un momento después. El tour para ver a las ballenas nos dio mucha hambre y comimos con muchas ganas desde un Guacamole de entrada, Fideos Secos y como plato principal, Pesca del Día con Hierbas Mexicanas y Limón.

Completamente satisfechos, salimos del restaurante y regresamos al hotel; yo tenía muchas ganas de meterme un rato a la alberca y Edward quería acostarse en una hamaca y así lo hicimos. Apenas llegamos se acomodó en una hamaca junto a la alberca mientras yo me remojaba muy cerca de él. Salí después de un rato y como en automático, Edward dio un salto con una toalla en las manos.

–¿Ya nos vamos?

–¿Y si nos quedamos un rato? Aún hay sol – dije con ganas de tirarme en un camastro y él aceptó.

Ya estaba oscuro cuando sentí su mano en la parte baja de mi espalda. Volteé mi cara y estaba de pie junto a mi con mi bolso.

–Bella, vámonos amor, ya es tarde – decía mientras anudaba la parte trasera de mi traje de baño. Con mucho esfuerzo me desperecé y me puse de pie.

–¿Quieres un helado? Tengo 2 sobrecitos – bromeé y me rodó los ojos.

En la villa, me di un baño y salí envuelta en una suave bata. Me puse mis humectantes en el cuerpo en lo que Edward se bañaba, me sequé el pelo y cuando iba a empezar a vestirme, me cargó en sus brazos y me depositó en la cama.

–¿Puedes hacerte una idea de la tortura que fue para mi el día de hoy? – me preguntó frotándose a mi cuerpo – tenerte tan cerca, con tan poca ropa y no poder hacerte mía, fue lo más duro que he tenido que soportar últimamente.

–Estoy de acuerdo contigo, fue un suplicio no poder arrancarte la ropa – confesé – quiero quedarme aquí…

–Lo que tú digas… - dijo con voz enronquecida mientras sus labios se movían ansiosos sobre los míos y sus manos se perdían bajo mi bata recorriendo mis muslos recién hidratados – que suave eres amor… – arqueé mi cuerpo en una invitación a que besara mi cuello y no tardó en aceptar. Sus húmedos y cálidos labios dejaron un fino rastro de su paso por mi piel y esa sensación, me hizo soltar un jadeo suplicante. Mis manos impacientes, palpaban cada centímetro de su pecho sin dejar ni un solo espacio por recorrer.

Muy despacio fue abriendo la bata que me envolvía y se detuvo – mis niñas preciosas – susurró y las acunó en sus manos antes de que su boca se cerrara en una de ellas.

EDWARD’S POV

Nunca había podido resistirme al encanto de ese par de traviesas niñas, me volvían loco y cuando las tenía solo para mi como en esos momentos, mi mente dejaba de funcionar, solo me podía concentrar en darles placer y de paso, disfrutar de tan gloriosa labor, así que lamí toda la redondez de cada una de ellas, saboreando su dulce sabor, deleitándome con cada gemido que emitía la garganta de Bella cuando mordía sus erectos y duros pezones y cuando succionaba con avidez seguro con esa acción, de llevar a mi mujer a un nivel más cercano al mismísimo éxtasis.

–Edward – oí mi nombre entre gemidos y sentí que sus piernas se abrían para mí – por favor…

Era tan irresistible mi deseo por Bella, que en mi descenso por su cuerpo, al mismo tiempo que lo llenaba de caricias, me suplicaba terminar con esa gloriosa tortura y yo muchas veces cedía como en esa ocasión, y la hacía mía, sin detenerme para prodigarle ni una sola más de mis caricias ya que ambos jadeábamos por el mismo objetivo, que era unir nuestros cuerpos de la manera más perfecta y precisa que conocíamos.

Entré en ella sin miramientos, con urgencia, ansioso, de un fuerte embiste llené su cuerpo con el mío. Soltó un gritito y me detuve. Se arqueó y me indicó que estaba lista para mí. Comencé a moverme rítmicamente, saliendo y entrando de ella cada vez; sus manos en mi espalda me daban la pauta para la velocidad de mis intromisiones que cada vez eran más rápidas al igual que sus jadeos. Su vientre se endurecía gradualmente y cuando la sentí cerrarse a mí alrededor, supe que ya estaba cerca; fui más lento, quería que llegáramos juntos, no faltaba mucho así que mis últimas arremetidas eran las decisivas para alcanzar juntos el clímax.

–Así Bella, ya casi amor – murmuré con dificultad gracias al esfuerzo – si, si…

–Si Edward ¡siii! – gritó al llegar junto conmigo encerrándome por completo en un fuerte apretón. Me dejé caer agotado a su lado, saliéndome de ella en ese momento. Conforme pasaban los minutos y nuestras respiraciones recuperaban su ritmo normal, Bella se quedó dormida plácidamente y yo con ella.

Desperté y vi en mi reloj que aún podía pedir algo para cenar, así que sin dudar hice un vasto pedido. Me recosté de nuevo junto a Bella, jugando con su pelo entre mis dedos y admirando a la que muy pronto, sería mi esposa. Estaba en extremo feliz y muy emocionado por eso. Estaba seguro que Bella me amaba y mucho; sabía que como yo, ella también quería pasar el resto de su vida conmigo, y ya con la certeza de que así sería, mi mundo se pintaba de un color diferente donde no había cabida para ningún tipo de negativismo, ya no.

Unos golpecitos en la puerta me sacaron de mi ensueño. Me puse unos bóxers y salí cerrando tras de mi, la puerta de la habitación cuidando nuestra privacidad. El chico arregló la mesa acomodando los platos y las flores que también pedí, ahora solo faltaba despertar a mi extenuada Bella lo que no me tomó mucho ya que por alguna extraña razón desconocida, estaba tan hambrienta como yo. Cenamos a la luz de las velas en la terraza. Bella se puso otro bikini, uno azul esta vez y una blusa muy pequeña, le llegaba solamente bajo el busto, muy sexy.

–¿Has pensado en qué tipo de boda quieres Bella? – quise saber y la tomé por sorpresa.

–Yo… – dudó – yo no quiero una boda grande – la escuché y suspiré aliviado. Por supuesto que le daría la boda que ella quisiera pero me hacía muy feliz que no pensara en algo monumental – quiero algo muy íntimo – pero tenía que ofrecérselo pese a mi alegría.

–Amor, será como tú quieras, si quieres algo grande, será la más grande que haya habido y si no, tan pequeña e íntima como tú decidas, es tú boda Bella y sólo tuya, no dejes que otros te convenzan de lo contrario ¿De acuerdo? – asintió sonriente y enroscó los brazos alrededor de mi cuello.

–Entonces – tragué en seco – ¡Quiero una boda íntima! – ¡Gracias al cielo por eso!

–Creo que conozco a un par o más que pondrán el grito en el cielo – dije seguro.

–Yo también – besó lentamente mis labios dejándome en pie de guerra otra vez – ¿Edward? – me miró curiosa al sentirme crecer bajo su trasero y yo asentí travieso – espérame en la cama cielo, no tardo – y como buen futuro marido, la obedecí. La habitación estaba en penumbras, así que tomé un par de velitas de la mesa en la terraza y puse una en cada mesita, me quité los bóxers y me recosté en la cama, ansioso porque ya estuviera a mi lado. Escuché abrirse la puerta del baño y me tensé. ¡Diablos! Parecía un adolescente primerizo.

Bella se acercó lentamente a la cama, estaba desnuda sonriendo muy coqueta; se quedó de pie a la orilla de la cama y me miró con sus ojos oscuros. Sin pensárselo dos veces, saltó sobre mí, quedando a horcajadas, subió cual serpiente por mi tórax y al llegar a la altura de mi cara, sus labios se adueñaron de los míos con necesidad pura. Impaciente, tomé sus caderas con mis manos pero ella, negando sutilmente, las quitó y las puso sobre mi cabeza.

–No las bajes cielo – dijo sensual y mi cuerpo respondió al instante, dando un respingo en su trasero – ¿Con que quieres jugar? – me reí nervioso – no las bajes – repitió y muy despacio, comenzó a descender por mi cuerpo. Me agarré firmemente del cabecero para no desobedecerla y soportar ese cruel castigo; Bella llegó hasta su objetivo y me tomó entre sus manos provocándome un salto por la sorpresa. Gemí adelantándome al placer que iba a recibir suspirando ya agitado. Las manos de Bella comenzaron a acariciar entera mi longitud, con mucho cuidado, pasaba sus manos de arriba hacia abajo y viceversa; gemí más fuerte y me retorcí impaciente por sentir más de sus caricias.


–Shh – trató de tranquilizarme soltándome, poniendo sus palmas en mis ingles y prosiguió. Con ambas manos abrió mis piernas, de la misma manera en como yo se lo pedía a veces, con unos ligeros toquecitos en los muslos. Obedecí y se colocó entre ellas, tomándome de nuevo en sus manos y acercando su rostro hasta tenerme muy cerca; mirándome en exceso sensual, con la punta de su lengua recogió el líquido preseminal que ya brillaba en mi punta, restándome cordura. Cerró los ojos y me lamió varias veces, aniquilándome con esa imagen que grabé en mi memoria para siempre. Jadeé con fuerza y me arqueé sin voluntad de nuevo, ella solo sonrió maliciosa y me cubrió con toda su cálida boca; desde mi ángulo, la mitad de mi miembro se perdía en ella y me volvía a sacar; hizo eso varias veces haciéndome gritar su nombre y haciéndome olvidar el mío.

–Bella, Bella por lo que más quieras no me tortures – decía en un grito de agonía – por favor…

–Calma cielo, tenemos toda la noche – me respondió como yo le respondía a ella. Acto seguido, mi erección desapareció completa en su boca, casi provocándome un desmayo. La sensación era tan intensa que no podía ni pensar. Me introducía y me sacaba con destreza, con una habilidad de experta, nublando mi razón. Al sacarme, me succionaba haciéndome jadear y cuando tuvo dominado ese movimiento, tomó con la otra mano mis testículos brindándoles el más placentero de los masajes.

–Mmm mis traviesos – dijo antes de succionarme de nuevo ganándose un jadeo mío – son tan suaves… – los dejó de masajear y se dedicó al mayor de sus traviesos, apurando las intromisiones en su boca al mismo tiempo que la succión. Bella me estaba llevando al éxtasis pero… no, no iba a ir yo solo.

Desobedeciendo su orden, bajé mis manos y la subí hacia mí; una vez sentada casi en mi erección, la tomé de las caderas levantándola y la giré, dejándola aún a horcajadas pero de espaldas a mi; pasé mis brazos debajo de los suyos alcanzando a mis preciosas niñas, tan suaves y reaccionando a mi contacto, irguiendo orgullosas sus puntas. Las capturé en mis manos, las masajeé y las presioné excitado; me pegué más a Bella, mi pecho contra su espalda, friccionando nuestras pieles y besando sus hombros con ese nuevo toque dorado de color, hermosa, dispuesta y mía. Mi lengua quiso probar del cremoso sabor de su piel y dejé rastros húmedos a su paso, al mismo tiempo que mis manos, la hacían gemir de placer al jugar con sus erectos pezones prisioneros de mis dedos. Los frotaba, los jalaba y los giraba llevándome a la más exquisita premura.

Bella daba grititos que me hacían sentir orgulloso de poder satisfacer a mi mujer, de hacerla gozar con mi contacto. Una de mis manos, lentamente bajó por su vientre acariciándolo al tratar de llegar más abajo. Mis dedos sintieron la suavidad del área y bajaron aún más, adentrándose en sus pliegues.

–¿Te gusta amor? – intenté preguntar.

–S-si – solo respondió.

Mis dedos expertos conocían cada milímetro de ella y no se conformaron con sólo hundirse en sus pliegues, sino aún más profundamente, tanto como pudieran; inserté primero sólo un dedo y al sentirlo bañado de su excitación, inserté un segundo dedo moviéndolo y tratando de tocar todas sus paredes. Bella echó hacia atrás la cabeza, descansándola en mi hombro dejando libre parte de su cuello el cual ataqué como un depredador hambriento. La mimé por todos lados, me ocupé de hacerla disfrutar de cada toque que le daba, mis preciosas, su cuello y hombros, su espalda y mis dedos perdidos en ella pero no podía permitirle llegar, no sin mí.

Despacio, fui bajando la intensidad de mis caricias aunque Bella se retorcía incitante sobre mi miembro que reclamaba su atención. La jalé aún más por las caderas quedando su trasero muy arriba en mi cuerpo. Con suavidad la empujé por la espalda indicándole mi objetivo.

–¿Edward? – preguntó intrigada.

–Si Bella, inclínate y continúa – dije con la lujuria invadiendo cada célula de mi cuerpo – te necesito, termíname amor.

Con confianza Bella se inclinó y tomó mi miembro en sus manos, lista para continuar dándome placer cuando sentí de nuevo su boca en mi erección, un latigazo como si de una corriente eléctrica se tratara, recorrió mi columna; con decisión acomodé su cuerpo de forma que quedara a la altura ideal para que yo también pudiera continuar brindándole las caricias que nos llevarían a explotar. Pasé mis manos por sus perfectas nalgas, acunándolas en mis manos y besando la bronceada piel, pasando mis labios y mi lengua por ellas en un aviso de mis futuras caricias. Con delicadeza, las abrí un poco para llegar a su clítoris, tan lejos de mí en esa posición; Me estremecí antes de tocarlo, Bella me introducía y me sacaba de su boca con mucha rapidez, desconcentrándome. Traté de no temblar e hice llegar mis dedos hasta el centro mismo que regía todas sus terminales nerviosas; La oí gemir y supe que había llegado. Moví mis dedos consintiendo su rosado botón y su cuerpo tembló. Estaba muy mojada, me excitó mucho su humedad y con un dedo, la recogí llevándola hacia atrás. De inmediato reaccionó.

–Edward… – gimió algo nerviosa abandonando mi pene que latía por ella.

–Ya lo hemos hecho amor ¿Recuerdas? – asintió – ¿No quieres? – mi voz sonaba muy excitada. Bella asintió de nuevo – Bien, sólo relájate cariño, no te haré daño…

Seguí estimulando su clítoris, rodeándolo, paseando mis dedos por sus pliegues y presionándolo. Bella gemía y se arqueaba disfrutando mis caricias, al igual que yo las suyas cada vez que lamía o succionaba completa o por partes mi erección. Volví a recolectar toda la humedad que pude con mis dedos y recorrí de nuevo el camino hacia atrás. Con toda la suavidad de la que fui capaz, mientras gozaba de un excelente trabajo oral y manual por parte de Bella y controlaba los constantes estremecimientos de mi cuerpo, mis dedos húmedos llegaron hasta ese punto; muy despacio introduje solo la punta de mi dedo, Bella jadeó y como respuesta, sentí sus dientes en toda la longitud de mi palpitante miembro.

–¡Diablos Bella! Se siente… – no me dejó terminar ya que repitió la maniobra. Moví con sutileza mi dedo, en muy imperceptibles círculos y se detuvo; lloriqueó un momento e introduje un segundo dedo, siempre húmedo de ella misma; imité sus caricias, metí y saqué mis dedos con lentitud y extremo cuidado al mismo tiempo que el dedo de mi otra mano, seguía manipulando su clítoris. Bella gritó y con precaución, saqué mis dedos pero su clítoris seguía recibiendo mis atenciones, tal y como le gustaba. Con decisión, su lengua pasó repetidas veces por mi punta llevándome ya al borde de la tortura, listo para dejarme ir. Mi vientre se tensó y ella entendió el mensaje al sentir que todo mi cuerpo temblaba incontrolable pero ella no detuvo su ritmo, su lengua me castigó una y otra vez, acercándome al éxtasis total.

Con un esfuerzo sobrehumano, me concentré como pude e inserté de nuevo mis dedos en ella acelerando mis movimientos; un par de ellos entraban y salían de su cuerpo y cuando estaban dentro de ella, se movían disparando sensaciones interminables de un placer diferente al que sentía en su sólo y rosado botón. De pronto, su cuerpo se tensó y supe que ambos estábamos listos para soltarnos al placer, a la gloria del orgasmo compartido.

–¡Ah! Edward – su quejido resonó por toda la habitación al igual que el mío en éxtasis total.

–¡Beella! – exploté y la sentí tomarme todo, succionarme y no dejar libre nada de mí. Ya no supe más del mundo. Mi mente se desconectó por no sé cuanto tiempo, pero para cuando reaccioné, Isabella estaba dormida a mi lado; respiraba tranquila y su cabeza estaba junto a mis pies. Mi perversa niña Bella, estaba agotada.


Me senté a la orilla de la cama. Las piernas me temblaban por la intensa demostración de cariño que Bella tuvo con el mayor de sus traviesos. Me puse de pie y fui al baño; me aseé y regresé junto a mi Bella. La cubrí con la sábana y me acosté junto a ella en la misma dirección, nuestros pies apuntaban al cabecero. La abracé por la cintura y la pegué tanto como pude a mi. No despertamos hasta ya muy tarde al siguiente día.

***

–Edward – susurró a mi oído – cielo despierta, ya es tarde y es nuestro último día – me moví pesadamente.

–Mmm – logré emitir – uhmm.

–He pedido el desayuno, ¿No estás hambriento? – rió – Deberías. Voy a darme un baño ¿Podrías estar pendiente del desayuno? – no me moví – Vaya, vaya, parece que sólo reaccionas a esto… – sentí su lengua sobre mi consentido miembro y gemí reaccionando a su caricia, despertando por completo – ¿Qué pasa? – preguntó con inocencia.

–¿A dónde crees que vas eh? – la jalé sobre mí y rodamos en la cama, ya sabíamos que ocurriría después.

Después de darnos un merecido baño, me sequé, me enrollé una toalla a las caderas y tomamos el desayuno en la terraza con una estupenda vista al Mar de Cortés.

–¿Tienes planeado algo para hoy? – me miró traviesa, algo quería…

–Si – dije alegre – estar con mi prometida bajo el sol, ¿No quieres? – la senté en mi regazo y comencé a meter la mano bajo su bata, tocando la suave piel de su plano y firme vientre mientras la besaba.

–Claro que quiero – aceptó feliz y una vez que terminamos de desayunar y se llevaron el servicio, Bella dispuso los dos camastros de la terraza, los cubrió con toallas, puso en la mesita de junto varios tubos de bronceadores, filtros y no supe cuanto más y se quitó la bata que tenía recostándose completamente desnuda a tomar el sol –¿Vienes? – estiró la mano hacia mí.

Nuestro último día en Los Cabos, lo pasamos en nuestra villa asoleándonos desnudos, entre arrumacos, cócteles y caricias, chapuzones en la alberca, jugando como dos niños libres y de más está decirlo, muy, muy felices.

–No quiero irme – hizo un puchero mientras terminábamos de cerrar las maletas.

–Yo tampoco amor, pero tenemos que hacerlo, anda vamos – le dí una nalgada – todavía tengo un pendiente antes de irnos – tomó su bolso, le dio una última mirada a la villa y salimos de ahí. Me dirigí a la recepción mientras Bella se distraía por ahí; aunque ya estaba todo pagado yo todavía tenía otra cuenta pendiente y muy diferente. Apenas me vieron, el par de niños que fueron mis cómplices salieron a mi encuentro junto con su hermana mayor.

–¿Me vash a dar másh shobes? – el más pequeño tiró de mi pantalón.

–Discúlpalo Edward, es muy pequeño aún – dijo su hermana - ¿Te dijo que si? – me preguntó curiosa.

Les sonreí y asentí – pero aún no puede saberlo nadie ¿De acuerdo? Confío en ustedes – aceptaron seguir siendo mis cómplices pero la chica no me permitió darles los 20 dólares que les había prometido a cada uno por su ayuda, así que les dejé asegurada una buena cantidad de helado a los tres para cuando se les antojara, supuse que eso tenía más valor para ellos al verles las caritas explotando de alegría.

–¿Edward? – me llamó Bella; al girarme hacia ella sólo la vi sonreír mientras negaba con la cabeza - ¿Valerte de tres pequeños crees que está bien?

–Si se obtienen resultados como los míos, está mejor que bien amor – besé su coronilla – vámonos.

***

Nuestro vuelo, justo como el de llegada, fue durante la noche. Abordamos el avión que salió a tiempo, acomodándonos en los amplios asientos, dispuestos a descansar lo más que pudiéramos ya que yo al llegar a Nueva York, me iba directo a la presa y Bella se iba a casa con Tom que la estaría esperando en el aeropuerto.

–¿Cuándo les diremos a todos? – me miró contrariada – porque no creo ser capaz de callarme tanta felicidad.

––¿Te podrás esperar para navidad amor? Así podríamos traer a tus padres y les damos la noticia a todos juntos – esa era una muy buena idea, sólo tenía que disimular mi cara de completa felicidad – además tengo que pedir formalmente tu mano, no creo que Charlie acepte que nos casemos sin ese requisito – sonrió y la atraje a mi pecho, preparándonos para dormir durante el vuelo.

Al llegar a Nueva York, como ya era costumbre, nuestros amigos los paparazzis esperaban captar cualquier cosa que pudiera darles una nota, se tratara de quien se tratara. Logramos escabullirnos bastante bien, pero no sin esquivar varios disparos de sus cámaras.

Llegué a la presa y tuve que hacer un esfuerzo para poder concentrarme en lo que Erick me decía. Teníamos algunos problemas con la colocación de la tubería de la casa de máquinas y la labor de impermeabilización iba a requerir de varias capas más ya que no queríamos tomar ningún riesgo.

–¿Alguna otra buena noticia? – pregunté sarcástico.

–Nadia llamó para darme unas claves de los documentos del presupuesto que se volverá a revisar mañana, todo está bien pero… – hizo una pausa.

–Habla de una vez Erick – dije molesto al verlo rascarse la cabeza.

–Dice que regresará hasta enero – aguardó mi respuesta que nunca llegó porque mi coraje no la dejó salir. ¿Qué demonios se creía Nadia dejando el trabajo botado de esa forma? Yo sabía que ella más que nadie se merecía el mes que se había tomado de vacaciones, pero ¿Un mes más? Debía estar loca, ni yo me había tomado 2 meses en Italia con Isabella. Subí a mi oficina y cerré con fuerza la puerta tras de mí; tomé mi Blackberry y le marqué sin obtener respuesta a ninguna de mis 16 llamadas perdidas. ¿Qué puta madre pasaba con ella?

Le dejé varios correos de voz y como 5 e-mails. Mi ejemplo de responsabilidad se había caído del alto pedestal donde la había colocado… ¿Y si estaba enferma? ¡Demonios! ¡Tan egoísta como siempre! Sólo pensaba en mí. Me calmé, busqué el número de sus padres y les llamé. Nadia estuvo con ellos hasta hacía 2 días y para ese momento estaba en Sydney…

¡En Sydney! ¡Y tan sana como nadie!

Respiré varios minutos profundamente, me llevé los dedos al puente de la nariz en un intento por permanecer en calma. Por mi bien y por el de la propia Nadia, olvidaría ese asunto, ya hablaríamos cuando se dignara a regresar.

Esa noche llegué a casa, más sucio que nunca, cansado y con unas ganas enfermas de ver a Bella que me esperaba con la mesa impecablemente puesta, velas, vino y una cena espectacular. A duras penas pudimos terminarnos la cena; ni siquiera alcanzamos a llegar a nuestra habitación, el sillón del salón nos recibió feliz.

¡Dios! ¡Como amaba a mi Bella!

BELLA’S POV

–¡Tierra llamando a Bella! ¡Tierra llamando a Bella! – Debía tener cuidado, Jimmy no me iba a dar tregua.

–¡Choo! – me quejé – ¡me asustas!

–Diablos Bella, estás en la luna ¿Qué hicieron en Los Cabos que quedaste así? – me miró inquisidor - ¿Probaron cosas nuevas? – levantaba las cejas repetidamente.

–¡Jimmy! – me defendí pero fue inútil, mi lindo y dorado bronceado cambió a un color remolacha intenso.

–¡Ja! ¡Lo sabía! Conozco a mi chica – aplaudía feliz por haber creído adivinar el motivo de mi desconexión con este mundo – ¡No quiero ni imaginarme que cosas tan perversas hicieron! – estaba encantado – ¡Que envidia!

–¿Y tú precisamente me dices eso? – lo encaré – ¿Cuándo nadie les vio la cara a ustedes dos durante todo el fin de semana? – abrió los ojos como platos y se llevó la mano a la boca, escandalizado.

–Ah, yo no niego ni acepto nada, soy feliz – me abrazó – gracias a ti Bella y solo por eso, no seguiré haciéndote preguntitas, pero no puedes evitar que saque mis propia conclusiones ¿Verdad? Y concluyo… que si voy a regresar como tú, ahora mismo reservo un mes entero ahí – se carcajeaba a mi costa. Chistoso – en serio Bella, me alegra verte así, tienes un brillo que deslumbra, ya te tocaba chica… – nos abrazamos.

–Si Choo, ya nos tocaba – hice énfasis en las últimas dos palabras mientras nos dirigíamos a la oficina de Ángela a revisar la agenda.

Estaba segura que seguía en estado de shock y que tardaría mucho tiempo en salir de él. ¿Y como no iba a estar así? El fin de semana había sido el más perfecto de los que recordara. El lugar paradisiaco, Edward completito para mí y pidiéndome ser suya por siempre, mi compañero y el hombre para formar una familia. Ya no podía pedir nada más, nada más que no fuera que mi sueño se empezara a cristalizar.

Para suerte mía, iba a estar muy ocupada hasta navidad según la agenda de Ángela; eso me facilitaría ocultar toda la felicidad que me brotaba hasta por los poros. Edward también estaba muy ocupado en la presa; a veces lo veía algo agobiado y todo porque Nadia, había prolongado sus vacaciones ¡Que tipa!

Por ese motivo, mi prometido estaba tan inmerso en su trabajo que se pasaba todo el día desde muy temprano en la presa, haciendo su trabajo y el de Nadia. Eso nos dejaba muy poco tiempo para nosotros y siempre veía en la cara de Edward una callada disculpa por no poder estar conmigo como él hubiera querido. Yo lo único que quería era que sintiera que lo apoyaba y que comprendía la doble carga de trabajo que tenía encima, por eso, cuando llegaba por las noches tan cansado y sucio, yo ya lo esperaba con una rica cena, que aunque Anna la preparaba yo la calentaba con mucho amor y que disfrutábamos después de que lo ayudara a darse un buen baño caliente; nos acostábamos, me abrazaba a su cuerpo y estábamos listos para dormir.

También durante ese mes que a veces me parecía que se pasaba volando, Jimmy y Diego nos invitaron a todos a cenar a su casa; acudimos sin dudarlo, la pasta de Diego era deliciosa y ninguno de nosotros tenía intenciones de perdérsela. Se veían y estaban tan felices que a veces parecía que vivían en su propio mundo.

–¿No extrañas Italia, Diego? – Rose le preguntó mientras enrollaba una buena dosis de espaguetis en su tenedor.

–Aún no he tenido tiempo para extrañar nada – suspiró fingiendo estar agotado – el trabajo en el hospital es muy pesado y me he quedado haciendo turnos dobles para acoplarme mejor a todo.

–Tendré que hablar con Carlisle para pedirle que le prohíba quedarse – dijo Choo y nos hizo reír por su tono quejumbroso.

–Tú también has estado muy ocupado – me dirigí a él - ¿De qué te quejas?

–¡Ash! Mi jefa tenía que hablar, voy a pedir mis vacaciones cuando terminemos con las semanas de la moda en América Latina – amenazó.

–¿Semanas? – preguntaron a coro Edward, Emmett, Jasper y Diego.

***

Ya faltaba solamente una semana para navidad. Mis padres vendrían a Nueva York y yo no podía estar más feliz. Estaba ansiosa por decirle a todos que Edward y yo íbamos a casarnos, por usar mi precioso anillo, por empezar con los preparativos. Ya quería gritar mi alegría a los 4 vientos.

Ese día, Jimmy había hecho algunos arreglos y pudimos irnos de compras sin preocupaciones. Debía aprovechar muy bien mi tiempo porque además de los regalos, tenía que comprar todos los adornos para poner en casa junto con el árbol y todos sus implementos. Era la primera vez que adornaría mi apartamento ya que siempre me iba a visitar a mis padres pero a partir de ese año, todo sería diferente.

–¡Estas pijamas me gustan para Diego! ¿Qué tal? – me enseñó Jimmy unas muy lindas y sexys.

–¿Habrá en azul? – me apuré a buscar – Edward ama el azul.

–¿Y tu sentido de la moda Darling? Este azul no le queda bien a nadie Bella – me regañó – este está mejor – y sacó una color púrpura muy linda – y el modelo más justo, mira…

–Choo, es para dormir – rodé los ojos al ver la poca tela.

–No seas tonta ¿Quién piensa en dormir con Edward a su lado? – me dijo como si fuera algo por demás obvio.

–Ah, con que pensando en mi Edward – enarqué una ceja – creo que a Diego le gustará saberlo.

–Shh, claro que no, sólo hice una observación, además ustedes no duermen – me miró con el ceño fruncido – mira como estás, más delgada que de costumbre y más cansada Sweety – enfatizó la palabra más con sarcasmo.

–Claro que no pero no voy a discutir contigo, vamos a pagar esto que aún nos faltan muchos regalos – di por terminada la plática. El día se nos fue como agua pero compramos todo lo que necesitábamos menos el árbol. Compré obsequios para todos; me iba a tardar años en envolverlos y aunque era malísima para las manualidades, me gustaba hacerlo si tenía el tiempo.


Dos días antes de que llegaran mis padres, tuvimos un photoshoot para Vera Wang, era de vestidos de novia. Alice también salía; estaba nerviosa, todos los vestidos eran preciosos y mi mente por supuesto, volaba y me veía con uno de esos hermosos diseños y con toda nuestra familia celebrando nuestra unión.

–¡Bella! – me tuvo que gritar Jimmy - ¡Dios! Que distraída estás últimamente… necesitas un retoque – me avisó.

–Perdón Choo, pensaba en “cosas” – dije por no quedarme callada.

–Tal vez pensabas en un imposible y por eso soñabas despierta – soltó su veneno Tanya – no todo se puede en esta vida “dulzura”, acostúmbrate – al decir esa palabra y en ese tono algo me sacudió pero pude reaccionar.

–No te creas todos los viejos dichos “dulzura” – me defendí – yo tengo exactamente lo que quiero y siempre me salgo con la mía, acostúmbrate…

–Wow, la mansa Bella saca las uñas – dijo irónica.

–Mansa nunca – me reí – tenlo por seguro – me di la vuelta y fui a maquillaje, Jimmy me seguía.

–¡Suficiente! Esa idiota no tiene porqué hablarte así, no pienso soportarle ni una más – estaba hecho una furia – no sé como la aguanta Alice ¡no lo sé!

Jimmy tardó un poco en digerir el mal rato, pero a decir verdad, yo lo había disfrutado. Estaba desarrollando una habilidad bastante fiera para defender lo mío y a mi misma, me gustaba, me hacía sentir fuerte.

***

¡Por fin teníamos árbol de navidad!

Edward y yo habíamos ido a comprarlo y después de unas horas de buscar, lo encontramos en un rincón esperando por nosotros. Era alto, llegaba al techo y tuve problemas para colocar en la punta la estrella, también era gordo y te daban ganas de abrazarlo. Una vez que terminamos de adornarlo entre besos, caricias, y otras cosas, encendimos los foquitos. Nuestro árbol se veía precioso y cuando coloqué la infinidad de regalos debajo de él, apenas se podía caminar en el salón. También colgué dos botas, una con mi nombre y otra con el de Edward y él se burló alegando que ahí no entrarían ni siquiera unos dulces.

El día llegó y fuimos por mis padres al aeropuerto; tuvimos que ir en el auto de Edward y Tom en mi USV porque venía la familia completa, mi madre con Phil y mi padre con Sue y sus dos sobrinas. Eso iba a ser una locura pero no me importaba, estaba feliz. Los vi salir y estaba segura de que nunca había me había dado tanto gusto ver a mis padres; los abracé tan fuerte que casi me hago daño. Los instalamos en un hotel cercano y los dejamos para que se prepararan para la cena en casa de los padres de Edward.

Ya en casa, muy nerviosa, me di una ducha rápida y empecé a arreglarme; el pelo, mi maquillaje, me puse la ropa interior y unas manos conocidas me abrazaron por detrás recorriendo mi torso desnudo y bajaban lentas a mi vientre sobre mis bragas. Temblé.

–¿Por qué está tan nerviosa la futura señora? – sus besos se repartían por mi cuello y nuca – ¿Puedo hacer algo por usted? – sus manos llegaron a mi entrepierna.

–¿Cómo que porqué? ¿No es obvio? – balbuceé – y no, no puedes hacer nada por mi ahora, sólo apúrate por favor.

–Sus deseos son órdenes… – una de sus manos hizo a un lado la tela de mis bragas y sus dedos comenzaron a hacer magia en mí. Separaron mis labios y rodearon mi clítoris, evadiéndolo y provocándome una excitación que me hizo doblarme sobre la isla en medio de mi vestidor.

–¡Edward por Dios! – exclamé ya agitada.

–Por Dios ¿Qué? ¿Sigo o me detengo? – su voz sensual no me ayudaba – Usted dígame…

–Det… ten… te – intenté sonar firme cuando tocó mi clítoris presionándolo y luego insertando un dedo en mí - ¡No!... no pa… res.


Sacó su dedo de mí y me giró con rapidez, me dio un beso desesperado y me bajó las bragas, me sentó de un salto en la encimera y abrí las piernas invitándolo a terminar lo que había comenzado. Me abrazó para desabrochar mi brassiere y dejar libres mis senos.

–Mis niñas – dijo entre dientes y se lanzó sobre ellas para luego bajarse los bóxers y comprobar mi humedad, que para ese momento ya era mucha – no resisto Bella – y con un empellón me penetró con fuerza llenándome y empezando a entrar y salir de mí.

Era un acto reflejo. La mutua necesidad de satisfacer nuestros más básicos instintos, un instinto de complementación, nos necesitábamos, nos amábamos. De muchas formas, tiernos, salvajes, pacientes, ansiosos pero no teníamos ninguna duda, estábamos destinados a estar juntos.

***


–Bella me gusta tu vestido y te queda perfecto – me elogió Alice.

–¡Alice! un Zac Posen – reconocí – tengo que decirte lo mismo, te queda perfecto.

Entre todas nos elogiamos los vestidos y las sobrinas de Sue nos miraban asombradas, estaban encantadas con todo, la ciudad, las chicas, los chicos y era comprensible, nunca habían ido más allá de Seattle, seguramente así nos veíamos Rose y yo al llegar a Nueva York.

La casa de Esme era un enorme alboroto de gente; todos hablaban, se saludaban, Jimmy y Diego preparaban cócteles, no podían ocultar su felicidad y en un momento más ni Edward ni yo tendríamos que seguir ocultando la nuestra, la compartiríamos con toda nuestra enorme familia.

–Relájate amor o tendré que tratar de otro modo – rió y su brazo rodeó mi cintura.

–Estoy tranquila – murmuré – pero no te alejes mucho de mi ¿Si?

–¿Entonce que dices? ¿Vamos a mi antigua habitación? – dijo provocador erizándome la piel.

–¡Pasemos a cenar! – gritó Esme - ¡A cenar!

–Voy a ayudar a tu madre – me excusé y huí a la cocina, Edward lo decía muy en serio y yo no podría, no ahí ¡Y con mis padres!

Esme como siempre, dispuso una mesa enorme y muy elegante; todos estábamos codamente sentados y mis nervios se habían esfumado como por arte de magia. Edward me sirvió vino y llenó mi plato y el suyo de todo lo que había en la mesa. Comí como si no hubiera probado bocado en días, todo estaba delicioso, simplemente tenía mucha hambre… y empezaron los brindis.

–Agradezco a todos por estar aquí, me siento bendecida al tener una familia que crece cada día – Esme habló primero - ¡Salud!

Edward apretó mi mano por debajo de la mesa y me clavé en la palma el enorme diamante, lo estaba ocultando dándole vuelta al anillo, ya era el momento. Cada uno de mis padres agradeció por estar todos reunidos y por el cariño y afecto que me tenían los Cullen. Rose y Emmett brindaron junto con Alice y Jasper por algo que no recuerdo y luego Carlisle alzó su copa y brindó por sus 8 hijos y por el amor…

Edward en ese momento se puso de pie junto conmigo, nos vimos directo a los ojos y luego los miramos a todos.


–Así es papá – dijo Edward apretando mis manos y sin desviar la vista de mis ojos – por el amor que todos ustedes saben que nos tenemos y que va más allá de cualquier cosa, queremos compartir con ustedes nuestra felicidad – miré un momento a mi madre que tenía los ojos anegados de lágrimas y mi padre, la boca abierta. Edward giró el anillo en mi dedo y besó mi mano.

–¡Bella y yo vamos a casarnos! *



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Gracias PattinsonWorld