miércoles, 29 de diciembre de 2010

CAPITULO 45

CAPITULO 45


BELLA’S POV

–Bella, ella es Nadia y me acompañará a Lake Tahoe a trabajar…

¿Qué? ¿Esa mujer se iría con Edward? ¿Era una broma?


–Bella – se acercó a mí y besó mi mejilla – no sabes que gusto me da verte tan bien… - me dejó perpleja su saludo.

–¿Ya nos conocíamos? - pregunté dudosa mientras Edward detrás de mí, enrollaba mi cintura con sus brazos y apoyaba su barbilla en mí hombro.

–Si, nos conocimos en la fiesta de aniversario de los padres de Edward – dijo amigablemente – yo trabajo con él desde hace algunos años y también estudiamos la maestría juntos, somos buenos amigos – eso me había tomado por sorpresa. Desde luego yo no recordaba a Nadia pero el sólo hecho de saber que los Cullen la conocían, me tranquilizaba mucho por no decir que demasiado.

Edward fue a nuestra habitación por su maleta mientras ella me explicaba que irían a Colorado para observar un río que se alimentaba de los deshielos de las Montañas Rocosas y que iba creciendo hasta llegar a Lake Tahoe y a la presa que les interesaba estudiar, que era una de las más antiguas del país.

–Hola Nadia – dijo Jimmy saliendo de la cocina - ¿Cómo estás? – llevé mi mirada confusa de uno a otro.

–¡Que tal, Jimmy! ¿Cómo estás? – preguntó muy amistosa.

–¡Divinamente!

–Bella ¿puedes venir un momento? – me llamó Edward.

–¿Me disculpan? – les pedí y una vez en la habitación, cerró la puerta detrás de mí y me abrazó.

–Bella, no tienes nada de qué preocuparte ¿de acuerdo? – levantó mi barbilla con su dedo índice – sólo somos amigos y compañeros de trabajo como ya escuchaste amor.

–Edward yo no… - me quedé sin poder decir nada.

–Si tú si, te conozco y eres igual de celosa que yo – besó mis labios – por eso quise venir y “presentártela” de nuevo, quiero irme tranquilo sabiendo que te quedas igual – reímos porque ambos sabíamos que tenía razón. Nos quedamos en silencio mirándonos y nos besamos apasionadamente. A los pocos segundos ya estábamos rodando desesperados sobre la cama y mis manos lujuriosas solo querían deshacerse de su camisa para sentir directamente su piel; él también quería lo mismo porque actuó más rápido que yo y ya tenía mis senos prisioneros bajo sus manos apretándolos y provocándome un fuerte gemido.

–Vamos – dijo cerrando mis piernas alrededor de él y levantándome. Nos encerramos en el baño y me sentó en la encimera junto al lavabo – quiero despedirme apropiadamente de ti Isabella.

Con impaciencia Edward me quitó mi pantalón de yoga que se fue junto con mis bragas y una vez libre de él, con una desesperación loca, comencé a desabrocharle el botón de sus jeans los cuales bajó con sus bóxers hasta sus rodillas.


Sin preámbulos y sin ningún tipo de caricias, Edward me penetró con urgencia. Ambos jadeamos al engranar nuestros cuerpos, sentía sus embistes posesivos, fieros, ¬apremiantes y yo tenía la misma necesidad de él. Se inclinó para tomar un seno con su boca, con sus dientes atrapó un pezón y tiró de él sin suavidad mientras mis manos se cerraban en puños sobre su pelo acercándolo más a mi pecho para que se saciara de él. Las fuertes acometidas hacían temblar todo mi cuerpo y yo casi maullaba de placer ante el arranque pasional que nos envolvía en ese momento. Edward apenas podía emitir palabras, salvo los sonidos guturales por el esfuerzo que realizaba y que eran de lo más excitantes.

--¡Ahh! – grité al sentir una mordida en un seno pero no me importó ni lo alejé de mí, solo lo atraje con más fuerza porque con esas caricias salvajes, ya estaba a punto de explotar – ¡Edward voy a correrme! – le avisé y él aumentó el ritmo de su arremetidas; no tardamos nada en llegar juntos al límite y estallar plenamente satisfechos y agitados. Recargó su rostro entre mis senos y mis manos rodeaban su cuello no queriendo que se separara de mí.

--No te vayas… - le pedí aún temblorosa tratando de recobrar el aliento. Se aferró a mis nalgas y mis piernas se apretaron a su alrededor, no iba a dejarlo ir – no te vayas…

Permanecimos sin movernos lo que me pareció una gloriosa eternidad por tenerlo aun dentro de mí. Edward se retiró unos pasos pero no me miraba a los ojos que estaban anegados de lágrimas, tomó una toalla y buscaba algo dándome la espalda.

--Quédate – seguía intentando convencerlo pero parecía no escucharme – Por favor… - a esas alturas ya no me importaba llorar abiertamente – Edward por favor – le supliqué con un hilo de voz – no me dejes…

Apenas pude pronunciar ese último ruego cuando súbitamente terminó con la distancia que nos separaba y se dejó ir sobre mí con uno de los abrazos más anhelantes que había recibido en lo que recordaba de mi vida.

--No me pidas eso Bella, por favor – hundió su rostro en mi cuello – tengo que irme.

No podía controlarme y no sabía porque estaba en ese estado de histeria y ansiedad. Simplemente la emoción que me invadía me hacía no querer dejarlo separarse de mí.

–Ya nos hemos alejado antes – me dijo al oído - ¿qué sucede? Dime.

–No sé, no quiero separarme de ti.

–Yo tampoco amor pero tengo que trabajar – besó mi coronilla y me bajó de la encimera – toma, vístete – recogió mi ropa del suelo y me la dio.

Diez minutos después y ya un poco recompuesta, salíamos al salón en donde Nadia y Jimmy platicaban muy entretenidos. Edward se despidió rápido de mí y se fue. No quería tomarse más tiempo y hacerme más difícil el momento estando tan irracionalmente sensible, ni yo misma lo entendía.

Como Edward le había pedido, Jimmy se quedó conmigo esa noche; cenamos y abrí una botella de vino la cual nos acabamos y que me relajó lo suficiente ayudándome a dormir sin sentir tanto su ausencia.

***

A la mañana siguiente, me despertó la llamada de Edward avisándome que había llegado muy bien después de un vuelo de muchas horas. Se alegró mucho al escucharme más animada y no tan triste como la noche anterior.

–¿Lista, Darling? – me preguntó Choo que como siempre estaba impecable y esperándome para irnos.

Ya faltaba muy poco para el desfile de Victoria’s Secret y en lugar de que los pendientes y detalles disminuyeran, cada vez salían más, pero antes de concentrarnos en eso, pasamos a las oficinas de Ángela que nos había llamado con urgencia.

–¡Ah los amo! – gritó agradecida al ver que le llevábamos un capuchino y un muffin; estaba aprovechando mi línea de crédito en Starbucks.

–¿Qué tenemos Áng? – preguntó Jimmy refiriéndose al trabajo – no nos pondrás a trabajar para navidad y fin de año ¿verdad? – abrí los ojos muy grandes ante esa idea mientras me acomodaba en su sillón rogando que no fuera así.

–Nop – dijo alegre – esta semana recibí 2 llamadas importantes, muy importantes – recalcó – cada una proponiendo contratos fabulosos – se llevó un muffin a la boca y masticaba con calma saboreando el panecillo de chocolate. Jimmy y yo la veíamos impacientes hasta que él no resistió.

–¡Ya basta Ángela! ¡Traga y habla! Porque te conozco y cada vez que nos haces sufrir es porque se trata de algo muy bueno.

–Estoy de acuerdo con Choo, nunca nos haces venir a menos que verdaderamente sea algo importante, solo espero que no me pidas algo para la tele, así que suéltalo Áng – de pronto dos pares de ojos y dos bocas abiertos desmesuradamente, voltearon a verme.

–¿Qué? – pregunté ante esas miradas asustadas pero ninguno de los 2 hablaba - ¿Pasa algo?

–Bella tú… tú… - balbuceó Ángela apuntándome con el dedo, cuando Jimmy sin previo aviso saltó de su asiento y se tiró sobre mí abrazándome.

–¡Hey! – protesté.

–¡Recuerdas! – gritó Choo – ¡Tú recuerdas eso Bella! Pero… ¿Cómo… tú…?

–¿Yo lo hice? – dudé y ellos asintieron – yo… solo lo sé.

Era tan raro lo que me ocurría, porque en efecto, Ángela actuaba así con los asuntos importantes, lo sabía porque lo recordaba y me resultaba tan extraño porque no era como si me viniera el recuerdo golpeándome y de repente todo lo viera muy claro; era más bien como si hubiera estado siempre ahí, como si nunca lo hubiera perdido, como cuando encuentras algo que sabes que tenías pero que no lo andabas buscando “¡Oh si, aquí estás!”

–Es verdad Bella, el Dr. Baggio estaba en lo cierto, tal vez te tomas tu tiempo Darling pero lo estás haciendo, estás recordando poco a poco – dijo Jimmy entusiasmado y después de alegrarnos por mi pequeño progreso, retomamos el asunto que nos había llevado a la oficina de Ángela.

–Como les decía, esta semana tuve 2 proposiciones que hay que estudiar mucho, las 2 son igual de buenas y…

–Pero tú siempre tomas la mejor decisión ¿porqué no lo haces esta vez? – Jimmy la interrumpió.

–Porque si se tratara sólo de Bella no hubiera tenido ningún problema en hacerlo pero…

–¿También me quieren a mí? – Choo brincó de su asiento y yo me reía divertida.

–A ti no – y Ángela me miró – Quieren a Edward.

¿Cómo?

Casi me recibe el suelo por la sorpresa que me llevé al escuchar lo que decía. ¿A Edward? Si no me lo hubieran sugerido algunas personas después del desfile de Chanel, pensaría que era una broma, así que traté de calmarme para poder escuchar a Ángela.

–Glenda Bailey me llamó a principios de la semana y me dijo que te quería para un artículo especial de alta costura, de muchas páginas y además la portada, pero que también quería a Edward contigo y les confieso que casi me da un infarto de la alegría, ambas cosas en un mismo número de Harper’s Bazaar es maravilloso – dijo zapateando los pies sobre la duela – le dije que necesitaría tiempo para darle una respuesta ya que por supuesto tendría que comentarlo con ustedes, pero ayer, Anna Wintour me llamó haciéndome la misma propuesta, un artículo amplio y la portada, ella quiere manejar un tema fresco y espontáneo, con ropa de varios diseñadores pero nada de Haute Couture.


–Anna Wintour… ¿es la señora delgadísima peinada como el príncipe valiente y con cara de enojada? – quise saber.

–Exacto, editora de Vogue USA – me confirmó Choo – y con un carácter de los mil demonios… mi madre no la soportaba.

–Y bueno, como ves Bella, esa decisión no puedo tomarla yo como todo lo demás de tu carrera, eso es algo que tienes que platicarlo con Edward y si acepta, ya después eligen la revista con la que quieran trabajar – me aconsejó – vale decir que tanto Bailey como Wintour ofrecieron una muy buena cantidad por la exclusiva.

–¡Santos caracoles marinos Batman! – bromeó Jimmy – ¡Esto es un duelo de titanes! Yo apuesto por Bailey, si quieren mi opinión.

–No puedes negar que Wintour sabe muy bien lo que hace Jimmy, ¡es Vogue! – opinó Áng - ¿Tú que dices Bella? – interrumpió mis pensamientos.

A mi me encantaba la idea de que hiciéramos algo juntos, de que Edward conociera mi trabajo desde el punto de vista de un modelo y no solamente como el novio de una modelo, sería muy interesante que lo viera desde ese ángulo, solo faltaba que aceptara.

Con esa idea rondando en mi mente, nos fuimos a “Orlo”, un exclusivo salón de belleza, para que le dieran un nuevo look más fresco a mi pelo para el desfile de Victoria’s Secret. Al llegar, Orlando, el dueño, nos saludó muy efusivamente y comenzó a trabajar. Choo me dijo que yo había tratado de mantener mi color de pelo pero no siempre era posible. Algunas veces tenían que teñirlo más oscuro, de rubio, con luces y en ocasiones había sido hasta pelirroja pero esta vez, solo lo aclararían un poco y le darían más forma para darle luz a mi rostro y no verme tan pálida.

–Me parece una idea excelente, los dos juntos, elegantes, enamorados y taan guapos… - Jimmy suspiró mientras esperábamos el tiempo para lavarme – compraré todos los ejemplares de esa edición, ¡lo juro!

–¿No crees que vas muy rápido? Aún tengo que comentárselo a Edward y no sé si le gustará la idea o no – lo intenté frenar.

–¡Tienes que convencerlo! – me ordenó – esa portada será épica, no puedes perder una oportunidad así.

–¿Perder? – levanté una ceja interrogante – pensé que yo ya tenía un nombre aquí, ellas son las interesadas en mi ¿No? Bueno, en nosotros, ellas son las que se perderían esta oportunidad, no yo.

–¿Cómo dices? – Jimmy entrecerró los ojos – dime por favor que no escuché de tus bonitos labios lo que creo que dijiste.

–Olvídalo Choo, trataré de que Edward acepte – finalicé.

***

Un par de horas después ya perfectamente maquillada, peinada y vestida con jeans, una camiseta y chaqueta negras con el logo de Victoria’s Secret, salíamos del salón rumbo al estudio donde se realizarían las fotos de todas las modelos que participaríamos en el desfile, bueno no todas, pero sí las más importantes.

–Bella – me saludó Rosalie y nos quedamos platicando un rato mientras todo quedaba listo cuando llegó Alice. Se veía hermosísima.

–¡Alice! – grité emocionada por que ella también estuviera especialmente en esas fotos – ¡te ves sensacional!

–Estoy tan nerviosa que me tiemblan los labios – confesó – debo tranquilizarme o mi sonrisa estará acartonada y fatal – nos reíamos cuando alguien dijo detrás de mí…

–Hasta que al fin te conozco, Bella Swan – el tono de esa voz fue tan odioso, que lentamente me giré para verle el rostro a la chica, la miré de arriba hacia abajo y solté en el mismo rango de voz…

–¿Y tú eres…? - y me encogí de hombros restándole importancia.

–Tanya y soy la asistente de Alice – dijo mientras hacía un scan completito de mí – que diferente te ves en persona – no supe si era un halago o todo lo contrario.


–Ya las esperan – Jane nos avisó. La sesión no duró mucho; eran fotos espontáneas y divertidas así que eso fue lo que hicimos, divertirnos y hacer las poses que quisiéramos, además ayudó que no éramos muchas chicas. Fue un rato realmente agradable y lo disfruté muchísimo ya que todas ellas y yo habíamos trabajado antes juntas y me hicieron sentir muy bien. También eran muy consideradas porque a pesar de que a mi no me importaba mucho hablar del tema, nunca me hicieron preguntas incómodas respecto a mi accidente y a mi amnesia, al contrario, me trataron como si nada hubiera ocurrido; a Alice también la recibieron muy bien y ella estaba de lo más feliz, se le notaba en cada poro de su perfecto cuerpo ¡Brillaba!

Al finalizar la sesión, ya me empezaba a despedir de todas pero ellas querían ir a un bar y no nos dejaron ni a Alice ni a mi negarnos. Rose fue una de las instigadoras así que no teníamos pretexto para no ir.

–¡Genial! – se alegró Tanya – va a ser muy divertido.

–Ops, perdón Tanya, esta salida es sólo para las chicas, vete a tu casa y descansa querida, te hace falta – dijo Choo mientras le acariciaba el pelo con malicia.

–¿Alice? – preguntó como si con sólo mencionar el nombre de su jefa fuera suficiente para ir.

–Alice dice que te ve mañana, adiós Tanya – Rose tomó a Alice de los hombros y nos encaminamos a la puerta.

–Ok, Ok – dijo Alice levantando las manos en su defensa – a veces es algo desesperante, lo sé.

–Piensa en sustituirla y pronto – le advirtió Rose – esa mujer no razona lo que habla, un día puede meterte en un lío y aquí nadie perdona nada.

Aunque no era verdad que la salida al bar era sólo para nosotras, ni Jimmy ni Jane quisieron ir. Tom nos llevó al “Tao”, un bar muy exclusivo y siempre lleno de famosos donde nos esperaban las demás que ya habían empezado con la primera ronda de shots de tequila. Después de 3 rondas, yo me sentía eufórica y desinhibida; bailoteaba con Rose que estaba igual que yo y Alice era toda una gracia, tenía las mejillas rojas como una manzana y cantaba todas las canciones junto con Candice y Lauren.

–Ay Bella, a esto llamo una verdadera noche de chicas – gritó Rose para que pudiera escucharla - ¿No lo crees?

–Tienes toda la boca llena de razón, me estoy divirtiendo como enana – dije mientras brincoteaba.

–¿Sabes una cosa Swan? – me preguntó Alessandra a la que ya se le habían subido las copas sólo un poquito – si no te conociera desde hace mucho y me cayeras tan bien, juro que ya te hubiera robado a ese novio que tienes, está bárbaro amiga – levantó la mano - ¡Choca esos cinco por tú hombre!

–Estás loca ¿Sabías? – dijo Alice – pero ¡Choca esos cinco por eso!

Antes de cruzar la raya hacia el estado inconveniente, las más sobrias decidimos que era hora de salir de ahí. No queríamos estar en un encabezado en las páginas de chismes “Son Ángeles, pero no son inmunes a los efectos del alcohol” y fotos nuestras en nuestros peores ángulos, hubiera sido fatal.

Dejamos a Alice en su casa y nos cercioramos de que llegara bien a su habitación, luego llevamos a Rose y por último, Tom me dejó en casa, se aseguró que estaba bien y se marchó. Fui quitándome los zapatos, la chaqueta, la camiseta y todo lo que podía en el camino a la habitación. Me desmaquillé, me puse la pijama y me acosté. Se sentía todo tan solo que deseé haber tomado mucho más esa noche y dormirme de inmediato para no extrañar a Edward… ¡Oh por Dios!

Me levanté como impulsada por un resorte y empecé a buscar mi bolsa en el pasillo; la encontré y metí mi mano para “bucear” en ella mi teléfono. Rápidamente lo saqué y lo encendí; lo había apagado durante la sesión de fotos y olvidé prenderlo. Tenía 16 llamadas perdidas de Edward y la última había sido apenas 10 minutos antes por lo que sin dudar, oprimí el número 1. Apenas dio un llamado cuando lo escuché…

–¡Isabella! ¿Estás bien? – preguntó alarmado.

–Si – dije despacio y suave – estoy bien cielo ¿Tú como estás? ¿Cómo estuvo tu día?

–¿Dónde estabas? Te marqué toda la noche, Bella - se notaba la angustia en su voz.

–Salí con las chicas, fuimos a un bar y olvidé encender de nuevo mi teléfono al salir de la sesión – me sentí mal al reconocerlo.

–Me tenías muy preocupado, amor – dijo sincero – estaba a punto de despertar a todos para preguntarles por ti.

–Lo siento mucho, te prometo que no volverá a ocurrir – le aseguré – te extraño…

Platicamos alrededor de veinte minutos, Edward tenía que levantarse muy temprano y no había dormido nada por estar preocupado por mi tonto descuido, nunca más me volvería a ocurrir.

***

–¿Por qué tienes esa cara? – Choo golpeaba la punta del pie en el suelo - ¿no tomaste de más verdad?



–No, solo tengo sueño, al llegar a casa me quedé hablando un rato con Edward – bostecé – lo extraño.

–¿Y me lo dices a mí? – bajó triste la mirada – me siento como un alma en pena borracha que va azotándose de pared en pared – me soltó en un murmullo.

–Lo extrañas mucho ¿verdad?

–Mira, ya llegamos – Jimmy me cambió el tema bruscamente, abrió la puerta de la camioneta y corrió internándose en el edificio.

Esa mañana teníamos una junta para hacer una sesión de fotos para la campaña “Got Milk?”, que tenía el único propósito de fomentar en los adolescentes el beber 3 vasos al día de leche sin grasa.

--Bella – me decía el Sr. Scott, encargado de la campaña – es un placer contar contigo, bienvenida.

Les agradecí que pensaran en mí para el trabajo y me puse a su disposición. Me comentaron varios aspectos sobre como manejaban la publicidad y la difusión tan amplia que le daban. Hablamos también del look que se manejaría y me alegré cuando me dijeron que si algo no me gustaba, podían cambiarlo aunque por los storyboards que me mostraron no iba a ser necesario hacer ningún cambio, todo estaba perfecto.

***

EDWARD’S POV

Respiré ya tranquilo después de colgar con Bella. El recibir su llamada me regresó al alma al cuerpo calmando el asfixiante dolor en el pecho que tenía gracias a mi mente que me jugaba una mala pasada reviviendo aquel infame recuerdo de cuando viajé a Berlín con Irina. Afortunadamente, todo había sido por un descuido de Bella al no encender de nuevo su teléfono después de su sesión de fotos, sólo eso.

Sólo esperaba poder dormir siquiera un par de horas. Habíamos volado gran parte de la noche y al llegar a Colorado Springs, solo tuvimos tiempo de llevar el equipaje al hotel y salir en un helicóptero hacia Pikes Peak, junto a las Montañas Rocosas para observar el trayecto caudaloso del río.

--¿Estás bien? – pregunté al ver a Nadia más blanca que un papel antes de subir al helicóptero. Ella sólo asintió nerviosa; me acerqué a ella pasándole un brazo por los hombros para hacerla sentir segura.

--Hey, ¿a estás alturas con miedo a volar? – negué la cabeza divertido – te has subido a grúas tan elevadas que esto me parece una broma Di.

--No es lo mismo, las grúas hacen tierra y este aparatejo no – alegó - ¿no hay otra forma de llegar?

--Tranquila, esto es muy seguro – apreté sus hombros – ya verás que ni cuenta te darás de nada, vamos – la ayudé a subir y nos pusieron el cinturón de seguridad. Nadia se veía realmente mal, temblaba, estaba cada vez más pálida y sudaba frío. Al empezarse a mover el helicóptero, cerró los ojos y se tensó; tomé su mano y la mantuve oprimida durante los casi 50 minutos que duró el trayecto. Cuando llegamos y estuvo segura de que ya estaba estable en el suelo, bajó como bólido y se alejó deprisa. Me hizo tanta gracia que me reí despreocupado.

Comenzamos con nuestro trabajo y tomando interminables notas; observamos el cauce del río, hicimos un cálculo aproximado de la fuerza con la que corría el agua y registramos muchos datos más que fuimos recavando a lo largo del día. Caminamos por la orilla entre las piedras, mojándonos los pies sin importarnos en ese momento, pero nos arrepentimos por ser intrépidos cuando sentíamos que nuestros dedos se congelaban doliéndonos como si nos clavaran millones de alfileres… seguro que así sintió mi pobre Bella esa vez de las fotos en la presa aquella madrugada, se veía tan hermosa…

Para ser sinceros, nosotros no teníamos que realizar esa investigación tan primaria. Había muchos ingenieros que hacían su pasantía y que eran los encargados de esa tarea, pero no había nada como cerciorarse uno mismo de primera mano. Ese primer día nos ocuparíamos de eso, los siguientes iríamos a Lake Tahoe y ya nos dedicaríamos a trabajar inspeccionando la presa, lo cual era el motivo real de nuestro viaje.

Llegó la hora de volver y al subirnos al helicóptero, me di cuenta de qué tan cansado estaba. Nadia se encontraba en las mismas condiciones o aún peor, ya que se durmió durante el regreso olvidando su temor a volar en el ‘aparatejo’, como ella le decía.

Ya en mi habitación, le marqué a Bella pero su teléfono me mandó al buzón. Después de un merecido baño muy caliente y de una buena cena, volví a llamarla obteniendo el mismo resultado, nada. Intenté llamarla alrededor de 12 o 13 veces, si es que había contado bien, y ya estaba muy nervioso; era muy extraño que no respondiera, ya era algo tarde como para que siguiera trabajando. Jimmy tampoco contestaba y ya me estaba alterando, llamaría a Emmett para ver si él sabía algo de Bella ya que Rosalie y también Alice debieron estar en la misma sesión.

En eso estaba cuando al fin, sonó mi teléfono con el tono de Bella. Escuchar su voz me relajó automáticamente; había salido con las demás chicas a un bar. Me dio gusto saber que había tenido una noche divertida, se lo merecía después de estar solo concentrándose en sus clases.

***

Cada día que pasaba, estaba más seguro del paso que daría. Bella era la mujer de mi vida y yo solo quería hacerla mi esposa, mi mujer por todas las leyes y rituales, pasando por todos los protocolos y requisitos necesarios para que se uniera a mí por siempre. Lo deseaba tanto que soñaba cada noche viéndola vestida de blanco caminando hacia mí descalza con una corona de flores muy sencilla en la cabeza y sus ondas castañas cayendo libres por sus hombros y espalda… ¡Como la amaba!

Tenía prisa, mucha prisa por proponerme a Bella y que me aceptara, necesitábamos hacer planes para el futuro. Retomar nuestra búsqueda de otro lugar para nosotros, organizar nuestra boda y lo más importante, pensar en formar nuestra familia, que era lo que yo más anhelaba.

Aunque a veces pensaba que tal vez eso fuera un poco injusto para ella. Después de tanto esfuerzo y trabajo ¿querría Bella tener un hijo? ¿Detener su carrera que estaba en su mejor momento pese al accidente? Yo tenía muchas ganas de ser padre y quería ser un papá joven. Pero… bueno, tendríamos que platicarlo y cuanto antes. Sólo esperaba el momento ideal para pedirle a Isabella que aceptara ser mi esposa y eso sería muy pronto. Con esa clara idea en la mente, me quedé profundamente dormido.


Me levanté con el despertador de mi teléfono. Había podido descansar casi 4 horas; después de una rápida ducha para despertar bien, me vestí algo más formal y bajé al restaurante del hotel ya con mi maleta en mano para encontrarme con Nadia y desayunar antes de volar a Lake Tahoe.

--Hola Di, ya tienes otra cara – me burlé – aunque hoy también volamos en helicóptero ¿Lo sabías? – venía del bufete y al escucharme se congeló y casi se le cae el plato que tenía en las manos.

--No es gracioso Cullen – dijo cuando no aguanté y me reí.

--Admítelo Di, tu terror a los ‘aparatejos’ es muy divertido – corté mi frase al oír sonar mi teléfono, era Bella… - Buenos días señorita Swan – me adelanté a su saludo.

--Ingeniero, llamaba para “levantarlo” – dijo remarcando la última palabra, sabía muy bien a lo que se refería porque era su costumbre casi cada mañana.

--No sabe usted cuanto lo lamento – dije alejándome de la mesa para tener privacidad – pero esta mañana tuve que despertarme muy temprano… la extrañé mucho.

--Me puedo hacer una idea Ingeniero, yo también lo siento – su voz melosa me descuadraba - ¿de donde obtendré mis vitaminas ahora?

--Tal vez esta noche pueda adelantarle algo – le sugerí - ¿Le gustaría?

--Me encantaría pero estaré muy ocupada, tengo un evento – dijo afligida – que pena…

--¡Dígamelo a mí! – me lamenté - ¿Cómo estás amor? Te extraño como un loco.


--Yo más, la cama está fría y no me gusta estar sola… ya vuelve – me pidió.

--Ya falta menos, cuando menos te des cuenta ya estaré de vuelta en casa – la consolé – amor, tengo que dejarte – Nadia me hacia señas para apurarnos, estábamos cortos de tiempo – te llamo cuando tenga un espacio ¿de acuerdo? Cuídate, te amo.

--Te amo Ingeniero, cuídate tú también.

Los días siguientes estuvieron demasiado ajetreados. Estaba ocupado desde muy temprano hasta ya muy entrada la noche. Tanto Nadia como yo estábamos asombrados y eso se debía en gran parte a que siempre habíamos trabajado en construcciones muy modernas, con tecnología de punta, y el poder observar que esa presa trabajaba casi con los fundamentos básicos de la arquitectura y la ingeniería, era de admirar, porque aún siendo tan antigua, ya que tenía más de 50 años de haber sido construida, funcionaba a la perfección gracias a un buen diseño y construcción.

No imaginé que estar en esa presa atraparía tanto mi interés que no me daría ni cuenta de cómo pasaban las horas. El tiempo que estuvimos ahí se me paso literalmente “como agua” y cuando llegaba por las noches a mi habitación, estaba tan agotado que una vez me quedé dormido al teléfono mientras hablaba con Bella; otro par de noches ella tuvo algunos eventos y casi no habíamos podido hablar mucho, por lo que estaba desesperado por volver a casa.

Aunque hubiera preferido no haber tenido que separarme de Bella, tenía que admitir que mi viaje había sido de lo más provechoso ya que siempre sería bueno echar un ojo a las raíces y bases de cualquier cosa que se hiciera. Tampoco podía quejarme porque, exceptuando el haber extrañado a mi Isabella, me había divertido mucho. Nadia había vuelto a ser aquella chica divertida de la universidad; esa que se reía por todo y hacía muecas y miles de gestos cuando estaba concentrada en alguna cosa, que se asustaba fácilmente y que cuando estaba hambrienta, podía dejar sin comer a todo un batallón. Definitivamente, me había alegrado los días.

Por fin, el día de volver a casa llegó. Si teníamos suerte, estaría en casa alrededor de la media noche, le daría la sorpresa a Bella, ya que pensé que tendríamos que quedarnos un par de días más y así se lo había dicho, pero al final no fue necesario. El vuelo de regreso estuvo muy relajado y como ya era costumbre, bromeaba con Nadia y la hacía enfadar por cualquier cosa.

--Después de este viaje, me tomaré vacaciones por un mes – me advirtió.

--¿Un mes? – hice una mueca – búscate un novio Nadia, creo que será más efectivo que un mes de vacaciones.

--¿Por qué los hombres solo piensan en eso? – preguntó ofendida.

--Hazme caso Di, verás que si lo haces, un fin de semana será suficiente para que te “pongas al día” – me reí.

--No puedo creer que me estés diciendo esto – dijo abochornada - ¿Tan mal me veo como para que tengas que hacerme esta recomendación?


Me encogí de hombros mientras la recorría con la mirada de arriba hacia abajo – Sólo date prisa Di, por favor – le supliqué disimulando mi risa.

--¡Idiota! – intentó no gritarme su gran y ofensiva palabrita – no necesito eso – dijo entre dientes.

--No te enojes – dije disculpándome pero con una sonrisita mientras la abrazaba atrayéndola a mí – sabes que te quiero ¿No? – y le di un beso en la mejilla pero ella se apartó con rapidez.

Como calculé, llegamos a Nueva York después de las 10 de la noche. Tomé un taxi con Nadia y la dejé en su apartamento antes de detenerme en un puesto de flores donde le compré a Bella un ramo grande de rosas rojas. Ella no estaba en casa cuando llegué, así que me di un merecido baño y después, el hambre me dirigió a la cocina. Estaba cansado y lo máximo que haría sería calentar algo que Ana hubiera dejado preparado, así que busqué en el refrigerador pero solo encontré botellitas de agua y… manzanas.

Después de cenar una rica sopa de lata de la alacena, me fui a la cama. Ya era muy tarde y Bella no llegaba. No tenía porqué preocuparme; sabía que Tom no se separaba de ella hasta dejarla en casa, algo que no recordé aquella noche, y Jimmy era su sombra, así que tranquilo, me cubrí con las sábanas, el edredón y me dormí.

Un cuerpo cálido se pegó a mí por detrás… era ella. Pasó un brazo bajo el mío y su mano tocó mi pecho, apoderándose sus dedos de una de mis tetillas, rodándola entre ellos haciéndome gemir. Una pierna se enredó entre las mías, adhiriéndose aún más su cuerpo al mío. Mi nuca recibía suaves besos y me estremecí.

Me giré tan rápido como pude reaccionar y quedé sobre su cuerpo. Era tan hermosa, ¡Dios, cuanto la había extrañado! Me incliné y me hundí en su cuello, devorándomelo a besos y a roces de mi lengua mientras sentía como su pelvis se alzaba buscando el inevitable frote con mi ya erecto y palpitante miembro. Bajé mis labios buscando lo que tanto había ansiado.

--Las extrañé mucho – susurré besando una de ellas – tan hermosas como siempre – les di tanto placer a ambas como pude, elevando mi necesidad de algo más; mi cuerpo estaba a punto de reventar de deseo por las caricias que surtían efecto tanto en Bella como en mí y que provocaban esa ola de gemidos y jadeos que inundaban la habitación.

--Abre las piernas Isabella – le pedí y me obedeció. Me acomodé entre ellas listo para penetrarla pero antes, subí a sus labios y sin poder resistirme a ellos, la besé con hambre y necesitado de ella, demostrándole que no sólo mis labios y esa otra parte de mi cuerpo la habían extrañado, sino también, mi mente, mi alma y mi corazón.

--¡Mírame! – le ordené y Bella abrió los ojos antes de enterrarme en su cuerpo y de que yo sintiera que todo desaparecía a mi alrededor. Mi cuerpo reaccionaba solo y yo me dejaba llevar por él, acercándome rápidamente a un orgasmo inminente. Empujaba mi miembro en un movimiento mecánico, sin parar, cada vez con más fuerza, invadiéndola… sentí sus paredes comenzar a ejercer presión alrededor de mi, estaba cada vez más cerca. Aceleré mis embestidas haciéndola gritar más fuerte mi nombre entre sus jadeos.

--¡Por favor! ¡Por favor! – me rogó como siempre lo hacía, sin que esto dejara de causar un grave efecto en mí – Edward…


--Si amor – le concedí lo que quería moviéndome dentro y fuera de ella aún más rápido si es que eso podía ser posible, sabiendo que eso no solo nos llevaría a un profundo orgasmo, sino al éxtasis total. Gritamos de placer casi al mismo tiempo. Perdidos en otro mundo. Plenos de deseo satisfecho y de amor. Permanecimos un rato así, abrazados y unidos, como a ella le gustaba. Salí de ella y me acomodé a su lado, mirándola de frente.

--Te extrañé mucho Bella – le dije dándole un beso en los labios.

--Yo más – cerró los ojos y se pegó de nuevo a mi pecho – pero ya estás aquí.

--Y ya estoy recobrando mi color normal – la miré levantando las cejas repetidamente.

--¿De qué color estabas? – ella me miró extrañada.

--¡Azul pitufo! – solté una carcajada por mi tonta broma – pero ya solucioné parte de mi problema ¿Me ayudas con la parte que falta? – pregunté inocentemente acercándome a oler su pelo.

--¿Bella, estás fumando? – me separé un poco para verla a los ojos.

--No, seguro fue alguien cerca de mí en la terraza – enrolló sus brazos en mi cuerpo y continuamos con la recuperación de mi color habitual.

Desayunamos juntos por la mañana. Bella se levantó antes que yo y mientras me daba una ducha, ella me preparó un omelet con tostadas, jugo y café. Ella sólo comió un plato de frutas, que no supe de donde aparecieron y que por supuesto en su mayoría ¡eran manzanas!

--Cielo – dijo mientras se paraba a dejar su plato sin terminar en el fregadero, mostrándome una estupenda vista: su precioso trasero en unas diminutas bragas rosas – quieren una portada y un artículo de muchas páginas en Harper’s y en Vogue, estoy emocionada – se sentó en mi regazo.

--Que bueno – me alegré – quiere decir que tus bonos van subiendo, felicidades amor – besé su cuello cerca del oído.

--Los míos y los tuyos – me sonrió – nos quieren juntos…

¿Qué?

No le di a Bella una respuesta. ¿Cómo iba a hacerlo? Yo no era modelo y no quería serlo. ¿Por qué me querían a mí? ¿Solo por ser novio de Bella? Agghh… gente loca…

Le dije que lo pensaría, pero honestamente, lo hice por no decirle justo en ese momento que no y borrarle esa sonrisa tan dulce que me derretía los huesos. Estaba seguro que no lo haría, solo que vería el modo de suavizar mi negativa y que Bella no se lo tomara tan a pecho, de todas formas las revistas no le retirarían las ofertas si yo no aceptaba ¿O sí? Tendría que hablarlo con Ángela y averiguar un poco, pero lo haría sin que Bella lo supiera. No quería que se enterara de que solo buscaba la manera de escabullirme y rehusarme de hacer esas grandiosas fotos. ¿Modelo yo? ¡Jaa!

***

Los días previos al desfile de Victoria’s, Bella llegó tarde a casa todas las noches. Tenía eventos y presentaciones; yo sabía bien que tenía que cumplir pues eran contratos firmados y después de todo, era trabajo. Yo la esperaba en casa; terminaba tan cansado con la presa que casi siempre me dormía y no me daba cuenta cuando llegaba, pero varias noches además del olor a cigarro, sentía que ella había tomado alcohol. No es que se lo prohibieran o que me molestara, solo me parecía extraño ya que Bella no tomaba si estaba trabajando.

--Cielo, hoy también llegaré tarde. Otra fiesta – me dijo con fastidio mientras me afeitaba.

--Si no quieres ir a más de estas fiestas, habla con Ángela – rocé mi mejilla con la suya embarrándola con espuma – te extraño Bella.

--Yo también – me dio un beso el los labios – hablaré con Áng., por cierto, ¿ya lo pensaste? – me miró ansiosa.

--Ehh, yo… aún no. He estado tan ocupado amor, que no he tenido cabeza, lo siento, pero te prometo que lo pensaré y te daré una respuesta pronto – continué pasando los filos de las navajas en mi rostro.

--Solo tienes que decir “si” y ya – me presionó.

--Así como tú también solo tienes que decir “no” y se acaban las fiestecitas – giró su rostro y me miró desconcertada.

Enojada, porque la conocía y sabía que se había enojado por mi “sugerencia”, tomó su enorme bolso y salió de casa. Bella no estaba de humor para que pudiéramos hablar de nuestro futuro; estaba nerviosa por el desfile y lo mejor sería esperar un poco, no debía presionarla. Era lo mejor.

Ese día me lo pasé en la presa viendo los detalles de la “casa de máquinas”. Terminé enlodado ya que me resbalé; con el clima húmedo y una que otra llovizna, el lugar era un lodazal. Al acabar el día, subí a mi auto y llegué a casa, con frío, hambre, mojado y muy sucio. Me bañé, fui a calentar la cena que Ana me preparaba todos los días y encontré sobre la barra una revista de chismes.


“¿Edward Cullen con otra rubia? Primero fue Irina Van Draus y ahora esta rubia de identidad desconocida, por el momento. Aquí lo vemos muy divertido con ella en el aeropuerto de Reno, Nevada. ¿Será que pasaron unos días en el idílico Lake Tahoe? No importa Bella, ¡Date un golpe en la cabeza contra la pared y te olvidas que leíste esto en nuestra revista!”

¡Puta Madre!

Bella estaba furiosa y tenía toda la razón. Yo le había pedido que confiara en mí ¿Y aparece eso? Yo sabía que todo era un falso chisme barato, pero desgraciadamente para mí, la foto daba otra idea. Tenía que ir a buscarla. Me vestí con lo primero que encontré y salí en mi auto, sin rumbo hasta que Tom contestó mi llamada dándome el nombre y la dirección del lugar donde se encontraban. Era un club nuevo en la ciudad llamado “Venom”.

Tom me esperaba en la puerta para ocuparse de mi auto para que yo no perdiera tiempo. El lugar era un hormiguero de gente pero me fui directo a lo que supuse sería el área VIP. Ahí estaban un par de chicas que eran amigas de Bella, bailaban animadas en la pista y luego la vi… tenía un vaso en la mano y platicaba con un tipo mientras se movía al ritmo de la música. Me acerqué tratando de respirar hondo mientras llegaba a su lado.

--Bella, vamos a casa amor – le dije al oído y la tomé del brazo. Ella solo se sobresaltó un poco al escuchar mi voz, pero sin resistirse como pensé que lo haría, dejó su vaso, tomó su pequeño bolso, se despidió de las chicas y también de “Steve”, su amigo, quién me miró retador.

Rodeé su cintura con mi brazo todo el camino hasta la puerta donde estaba Tom con mi auto. Le abrió la puerta y Bella subió sin protestar. Subí a mi lado y me incliné sobre ella para abrochar su cinturón y tampoco hizo nada por apartarse. Puse en marcha el auto y preferí no decir nada hasta que llegáramos a casa, sería lo más inteligente ya que ella no demostraba ninguna emoción; ni enojo, rabia, coraje, nada. En un arranque, coloqué mi mano en su muslo como siempre lo hacía y la apreté contra él acariciándolo e internando mis dedos en el interior de sus piernas. El que no reaccionara, no era nada bueno.

Estacioné el auto y la ayudé a bajar. Abrí la puerta del apartamento y entró rápido, la seguí y ella fue directamente a la cocina, tomó la revista y se giró aventándomela con fuerza a la cara sin decir media palabra. ¡Maldita sea! Estaba más enojada de lo que yo pensaba.

--Sabes bien que los medios manejan todo a su antojo – dije en mi defensa – eso es mentira, Bella ¡Lo sabes! No puedo creer que a estas alturas me siga pasando esto…

Se dio la vuelta y comenzó a desvestirse camino a nuestra habitación mientras iba siguiéndola. Entró al baño y salió unos minutos después, se acostó en la cama en total silencio y me encendí.

--No Isabella, no te vas a dormir sin decirme nada – la amenacé, necesitaba saber al menos qué pensaba de esa puta mentira. Se volteó hacia mí y me miró.

--Déjalo así Edward, deja que se me pase el enojo, confío en ti, solo deja que el enojo se vaya, por favor – sus ojos me suplicaron dejándome confundido y sin poder negarme a lo que me pedía – discúlpame por tirarte la revista a la cara – dijo apenas en un susurro. Me acosté detrás de ella abrazándola y hundiendo mi cara en su pelo para respirar su aroma que se perdía en el olor a cigarro.

--Olvida eso, gracias por creerme amor – besé su hombro y me detuvo.

--Por favor Edward…

De nuevo tenía razón y yo debía agradecerle la confianza y darle tiempo para que esa puta patraña se alejara de su mente, justo como ella quería. ¿No podría demandar a esa revista por daños? Le estaban causando un daño emocional a mi mujer y podían provocar que nuestra relación se dañara, si no fuera porque Bella confiaba en mí, ya estuviera solo de nuevo en mi frío apartamento.

***

Afortunadamente el disgusto se disolvió mientras dormía, ya que cuando se despertó, hicimos el amor de una manera que nos dejó sin aliento, borrando todo rastro de aquel desagradable incidente. Le agradecí de muchas formas su confianza y ella sólo me pidió olvidar ese mal rato.

¿Necesitaba otra señal que me asegurara que Isabella era la mujer indicada para mí? ¿La necesitaba después de esa muestra de confianza y amor?

Con esa idea llegué a la presa, convencido de que no debía esperar más tiempo. Mientras más rápido le pidiera a Bella que aceptara casarse conmigo, se acabarían los falsos rumores y chismes que tanto la agobiaban, le daría su lugar a mi lado como mi esposa y la seguridad de ser la única mujer para mí, la única mujer en mi vida.

Después del incidente, Nadia y yo habíamos hablado y desde luego no tuvimos ningún problema; ambos sabíamos que eran chismes sensacionalistas y todo quedó en eso. Seguimos trabajando y llevándonos como si nada porque no le dimos al asunto la importancia que no tenía.

--¿Y a que se debe esa cara de alegría? – le pregunté a Nadia mientras dejaba mi café sobre el escritorio, un par de días después de platicar.

--¿Y tú desde cuando tomas capuchino? – puso cara extrañada.

--Bah, no es tan malo – me senté en mi silla y subí los pies al escritorio – su respuesta señorita por favor ¿y esa carita?

--Voy a ver a mis padres – levantó las manos - ¡Vacaciones al fin!

--¿Así le dices ahora al hombre con el que te vas? ¿Tus padres? – sonreí – me da gusto que hayas seguido mis consejos – le guiñé un ojo.

--Idiota – murmuró pero la oí muy bien.

--Pero te ibas en noviembre ¿No?

--¿Has visto tu calendario últimamente? ¡Oh perdón! Ahora sólo lo revisas para ver que días no podrás…

--¡Hey! ¡Ya entendí! – la corté – Perdón si he andado algo distraído.

--¿Algo distraído? – ladeó la cara enarcando una ceja - ¿Estás bromeando? Yo ya te daba por perdido, Edward – se burló – pero veo que aún podemos rescatar algo de ti.

--¡Desde luego! Pero Di… necesito un favor – sonreí y me miró con curiosidad – ¿Antes de irte me podrías asesorar con algo?

--Claro, ¿de qué se trata?

--De gustos femeninos.

--¿Gustos femeninos? No estoy entendiendo.

--Es muy fácil, solo tienes que acompañarme a escoger algo.

--¿Y qué es?

--Un anillo…

Después de pedirle ayuda, Nadia casi si infarta por la sorpresa. Me dio una explicación de porque no debía ayudarme con eso.

--Eso es algo muy especial, Edward – dijo mientras se abanicaba con unos papeles de mi escritorio – debe ser tú decisión, basada en los gustos de Bella. Si yo te ayudara dejaría de ser tan simbólico, lo siento pero no puedo con eso, tendrás que hacerlo solo, confía en el amor que le tienes, estoy segura que guiándote de eso le comprarás algo bellísimo… - la noté algo inquieta – Edward… ¿puedo adelantar mi viaje?

¿Cómo podría decirle que no? ¡Imposible! Era en exceso responsable en su trabajo, me cuidaba siempre las espaldas y además era mi amiga. Se merecía todo el tiempo que quisiera irse.

--Claro, tómate todo el tiempo que necesites Di – la abracé – aunque no me gusta que te vayas y me dejes aquí solo, te voy a extrañar – besé su coronilla.

--Entonces me voy – se separó de mí nerviosa.


--¿Ahora? – le pregunté confundido.

--Si, lo siento – dijo a modo de despedida – cuídate Edward.

Y salió deprisa de la oficina dejándome un poco intrigado.

¿Qué diablos le sucedía?*



*



*



*
Gracias PattinsonWorld :)

sábado, 18 de diciembre de 2010

CAPITULO 44

CAPITULO 44


EDWARD’S POV


--¿A dónde crees que vas? – pregunté al verla dirigirse al salón – ¡Isabella! – le grité enojado por ignorarme.

--¡A dormir al sofá! – me gritó de vuelta.

--¡Vuelve aquí, Isabella! – siguió ignorándome olímpicamente y eso me prendió más - ¿Estás loca o sorda? – ¿Por qué seguía escupiendo estupideces? Bella me miró de reojo y después de acomodar la almohada se acostó cubriéndose con la manta, dándome la espalda.

Respiré hondamente intentando calmarme; me di la vuelta y entré al baño para mojarme la cara y ver si me tranquilizaba, pero estaba muy lejos de poder hacerlo.

¡Maldita sea!

Golpeé con el puño la meseta del lavabo mirando mi rostro en el espejo contraído por el coraje. Salí del baño y vi que Bella no había cambiado de opinión; seguía en el sillón y de espaldas a mí. No podía culparla por negarse a dormir conmigo, me había comportado como un canalla, lo sabía y además la había llamado loca y sorda en un arrebato y le debía una disculpa antes de intentar cualquier otra cosa. Me acerqué despacio y me senté en la mesa de café frente al sillón.

--Bella – aspiré – discúlpame por favor – dije despacio y calmado. Esperé para volver a disculparme porque la conocía y no le bastaría con que se lo pidiera solo una vez.

--Lo siento amor, no debí gritarte eso – me incliné acercándome a su cuello y lo rocé con mi nariz. Aunque tuviera las mejores intenciones de arreglar nuestros problemas, el simple hecho de que me ignorara me hacía querer mandar todo al demonio, me sobrepasaba.

--Volvamos a la cama, por favor Isabella – dije más firme y para mi sorpresa, se giró muy despacio y me miró. Lo había conseguido. Sonreí internamente y la escuché hablar con voz muy suave y calmada.


--No sé porque crees que cada vez que suceda algo “así” te disculparé encantada después de que me lo pidas dulcemente – negó con la cabeza – estás equivocado Edward.

¿¡Qué!? ¿Cómo sabía eso?

Parpadeé varias veces al mismo tiempo que separaba mis labios, me había tomado por sorpresa – Bella lo recuerdas – dije atónito – ¡Amor recordaste!

--Si, pero eso no quiere decir que ya te disculpé – de nuevo se acomodó en el sofá – ¡Buenas noches!

--¡Oh no Bella! – la levanté en brazos y me dirigí a la cama entre intentos de patadas y movimientos violentos.

--¡Suéltame! – gritaba una y otra vez - ¡Bájame Edward!

--No Isabella, dices que recordaste, entonces debes saber qué sigue después de una de nuestras peleas, así que coopera para seguir con nuestro adorado libreto cariño – le dejé sobre la cama y la atrapé con un brazo rodeándola y cubriendo sus piernas con la mía, pegándome muy bien a su cuerpo. Por su bien, ya no se resistió y se mantuvo muy quieta.

--¿Qué sigue? ¡Ah si! – dije sarcástico – No me gusta dormir alejado de ti y mientras pueda evitarlo lo haré por el resto de mi vida – me reí – como ves, he modificado esta última parte, tú sabes, tuve que hacerlo por tu trabajo amor, no sé cuando estarás en casa o fuera de la ciudad – la apreté con fuerza y escuché un ligero gemido, tal vez había usado más fuerza de la necesaria – ahora si, ¡Buenas noches amor!

La sentí temblar entre mis brazos y me sentí un perro miserable, lo era, pero no aflojé mi abrazo, ¿Desde cuando yo podía comportarme así con la razón de mi vida? La respuesta era muy sencilla: desde que la veía platicar y sonreírle fascinada a uno de los hombres que más aborrecía en mi vida. Y no contaba con mi odio gratuitamente, por supuesto que no… Rashîd era amigo de Irina y además de eso, Isabella le gustaba. No necesitaba hacer más méritos.

No hubiera querido que ese día tan esperado por mi Bella terminara así. Se había esforzado tanto que aún debíamos estar festejando felices su éxito. Esa mañana se había levantado temprano para irse; cuidaba mi sueño tratando de no hacer ruido y despertarme pero yo estaba pendiente para despedirme y desearle buena suerte para esa tarde. Durante el día, siguió checando las distancias, los lugares por donde tendría que pasar mientras se realizaba el desfile, cerciorándose de los tiempos que se llevaba entre cada cambio, revisaban de nuevo la ropa y muchos detalles más que otra modelo hubiera dejado a cargo de sus asistentes pero no mi Bella. Ella se aseguraba de que todo estuviera perfecto para que no fallara nada absolutamente. Yo estaba enterado de todo lo que hacía porque cada noche, antes de dormirnos, me contaba todo detalladamente como lo venía haciendo desde que llegamos a Nueva York.

Bella estaba tan ilusionada por volver a trabajar, que a pesar de tener los días llenos de mil clases, nunca se quejaba. Por las noches llegaba agotada y muchas veces la encontré dormida aún vestida, y muchas otras, curé sus pies de las ampollas que le causaban las famosas puntas de Ballet, del cual yo renegaba cada vez que podía pero al verla esa tarde caminando con esa elegancia que me dejó por unos instantes sin aliento, me mordí la lengua. Su esfuerzo bien había valido la pena y esa tarde, Bella había empezado a cosechar lo que había sembrado durante esos dos meses de arduo trabajo.


Desde que dio el primer paso fuera de esa perla bajo la garra del león, un murmullo de sorpresa se escuchó entre el publico; no podían creer que era mi Bella quien se lucía frente a ellos con tanto estilo y yo, no podía dejar de admirarla embelesado. Se veía muy hermosa y distinguida con ese traje “camel” como insistía en llamar al color café claro; llevaba los labios muy rojos y se veía un poco pálida pero ya me había dicho que ese era el look que buscaban. Cuando estuvo frente a mí, nos miramos apenas un par de segundos y en esa actitud fría, siguió su camino por la peculiar pasarela redonda.

Emmett, que estaba junto a mí, miraba hipnotizado a Rosalie que se veía guapísima. Ambos estábamos perdidos por nuestras mujeres y no teníamos ninguna intención de negarlo. Disfrutábamos de verlas trabajar, aunque a veces nos causara uno que otro disgusto, pero podía decir que yo, ya empezaba a acostumbrarme, porque Emmett ya lo había hecho desde hacía mucho tiempo atrás.

Isabella volvió a la pasarela luciendo un vestido azul, metálico. Raro. No podía decir que me gustaba pero a ella se le veía muy bien. A ella todo le quedaba bien, así como el último diseño que usaría esa noche. Cuando el escenario quedó libre de las otras modelos, Bella salió con un diseño blanco y de la mano de un tipo que llevaba una cabeza de león encima. “Pobre idiota” pensé al imaginarme a un tipo feo sudando acalorado bajo esa gran máscara, pero para mi sorpresa, el pobre idiota era un reconocido modelo, según Ángela. A mitad del recorrido, se quitó la dichosa cabeza y varias mujeres cerca de mí, lanzaron grititos emocionadas.

Mi Bella dio, junto con el reconocido modelo y Lagerfeld, otra vuelta al escenario y desapareció por última vez por el pasillo. Respiré tranquilo sabiendo que toda la tensión de meses por fin había terminado. Esperé un rato platicando con sus padres y mi madre, que estaban emocionados y muy felices, mientras se cambiaba y subía para dar algunas entrevistas y posar con el diseñador. Estaba ansioso por abrazarla y felicitarla.


--Hola Edward – me giré para ver bien a la chica que me saludaba.

--Hola – le respondí sin saber quien era.

--¿No me recuerdas? – me preguntó como si fuera lo más obvio, mientras yo trataba de hacer memoria – soy Bree, Bree Tanner.

--¿Bromeas? – dije sorprendido mirándola de pies a cabeza. Joshua Tanner había estudiado conmigo en Princeton y éramos buenos amigos, Bree era su hermanita menor, que en ese entonces era una adolescente latosa, pero en esos momentos frente a mí, comprobaba que estaba muy pero muy crecidita y muy guapa.

--Para nada Edward, ¿Cómo has estado? – su sonrisa deslumbraba.

--Muy bien Bree y a ti ni te pregunto, estás guapísima – hablé sin pensar.

--¿Te parece? - ¡Dios! ¿Me estaba coqueteando la pequeña Bree?

--Claro, Bree – reconocí – pero cuéntame como están todos por tu casa, ¿y Josh? – desvié el tema.

Y nos enfrascamos un rato recordando las travesuras que nos hacía mientras nosotros nos quemábamos las pestañas estudiando. Bree se había convertido en una señorita muy guapa y muy simpática, muy coqueta además.

--¿Y tú qué haces por aquí Edward? – quiso saber.

--Vine a ver a mi novia – respondí feliz.

--Ah si… Bella ¿no es cierto? – asentí y continuamos hablando de otras cosas cuando escuchamos un alboroto; al parecer era Lagerfeld dando unas entrevistas y posando para más fotos. Había demasiada gente y difícilmente podría ver a Bella cuando apareciera de nuevo, pero estaba atento para cualquier cosa que sucediera.

Al poco rato, me giré y vi que Bella me observaba con una expresión indescifrable. Me despedí de Bree y me acerqué a Bella, le di un beso y la felicité. Ella se abrazó a mí hundiendo su rostro en mi pecho y después de recibir las felicitaciones de sus padres y de Esme, partimos hacia la famosa fiesta que ofrecía Lagerfeld. Rumbo al lugar, mantuve a Bella abrazada y le hacía mimos. Ya ahí, después de haber atravesado otro mar de fotógrafos y ya instalados en nuestra mesa, brindamos por ella pero casi no pude disfrutarla porque todos querían saludarla. Pero dentro de todo eso, yo la sentía extraña y sabía que era por haberme visto con Bree.

Le pregunté si pasaba algo, pero me dijo no saber a qué me refería cuando intenté saber si su comportamiento distante era por Bree; Bella insinuó que tal vez estaba cansado y cuando quise insistir, se levantó diciéndome que iba al tocador, me puse de pie para acompañarla ya que no permitiría que se paseara sola entre toda esa gente con ese ridículo vestido de muñeca, ¡era demasiado corto! Y a regañadientes, aceptó. La esperé afuera y cuando salió y regresábamos a nuestra mesa, una pareja de conocidos se acercó a saludarme y antes de que pudiera darme cuenta, había desaparecido de mi lado.

Maldije mil veces en mi interior y comencé a buscarla por todas partes. No estaba en la mesa con nuestros padres, ni con Jimmy que brincoteaba por ahí, ni con Lagerfeld posando, ¡No la encontraba por ningún lado!

Angustiado, seguí buscándola cuando vi unas puertas que daban a unos jardines. Quizás estuviera ahí… sin pensarlo, salí y casi me vuelvo loco de ira al descubrir con quien estaba mi mujer, tan feliz y sonriente. Bella estaba con el malnacido de Rashîd. El mismo maldito engendro que una vez intentó amenazarme si le hacía daño a Isabella.

Lo interrumpí muy a tiempo, justo cuando el muy cabrón le ofrecía a Bella, ayudarla a sobrellevar la fama y ahuyentar de su lado a las malas compañías. Le agradecí muy “educadamente” su noble gesto y me despedí de él deseándole buenas noches. Tomé a Bella del brazo y llegamos a la mesa por sus cosas y a despedirnos. En el camino de regreso opté por no abrir la boca porque si lo hacía estaba seguro que me arrepentiría después. Mi rabia me haría decir cosas que no sentía realmente en ese momento pero que una vez dichas, sería imposible retractarme de ellas. Las palabras duelen más que los golpes, si lo sabía yo…

En nuestra habitación, Bella entró al baño para cambiarse. Aproveché mientras lo hacía para salir al pasillo del hotel y caminar para enfriar mi temperamento, y creí lograrlo pero cuando regresé y la vi luchando por bajar la cremallera de su vestido de juguete, no me resistí y cínicamente le ofrecí mi ayuda para quitárselo.

--¿Vas a buscar a tu amiguito? – solté sin pensar y como predije, me arrepentí en ese mismo instante. Me deshice de su vestido y no me pude contener, comencé a acariciar su hermoso cuerpo, besándola, tentándola al tocar sus puntos débiles que también eran los míos, como esos dos bellos regalos que eran sus senos a los que ataqué sin piedad con mi boca.


--No – intentó detenerme con un hilo de voz, pero llena de deseo.

--Si quieres que me detenga pídemelo – la reté y se rindió ante mí, como sabía que lo haría. Era un maldito cabrón, era cierto, pero un cabrón enloquecido por esa mujer a la que le hacía el amor ciegamente, dejándome llevar por la pasión encolerizada que me dominaba en ese momento pero aún así, ella me respondía, y su cuerpo la llevaba al orgasmo que yo le provocaba. Explotó y la sentí plena, libre, pero continué embistiendo con fuerza en busca de mi liberación la cual no me hizo esperar.

Cuando nuestros latidos recobraron su ritmo, Bella salió de la cama y entró al baño; después, la vi salir y tomar una manta junto con una almohada del clóset. No quería estar conmigo y se iba al sofá… ¡Lo había jodido todo otra vez!

Después de discutir, me llevé a Isabella a la fuerza a la cama; con ella entre mis brazos, me preguntaba una y otra vez… ¿Valía la pena tanto disgusto? ¿Bella celosa de Bree sin razón y yo de Rashîd?

¡Que se fuera al carajo el mundo! Yo solo quería estar bien con Bella, la necesitaba y odiaba que nos enojáramos. Tenía que terminar con ese absurdo pleito, por ambos, ya habíamos pasado por mucho, ¿Qué nos costaba confiar un poquito más en cada uno?

--Bella – susurré suavemente – amor… - acaricié con mi nariz su nuca y comenzó a moverse. Se había dormido desde hacía ya un buen rato y detestaba tener que despertarla pero yo no podría estar en paz si no me perdonaba. Subí mi mano de su cintura lentamente hasta llegar a sus senos; los acaricié suavemente bajo la tela pasando mi pulgar por sus pezones alternadamente en pequeños círculos, ya comenzaban a reaccionar a mí. Con mis labios repartía tiernos besos en la piel que estaba libre entre su cuello y sus hombros. Bella se movió un poco más, gimiendo sensualmente como si se encontrara teniendo el más placentero de los sueños.

Recorrí su piel hasta llegar a la orilla de los pantaloncitos de su pijama y metí dentro de ellos mi mano para acariciar su tibio vientre suave como la seda. Ronroneó como una gatita y puso su mano sobre la mía, encima de la tela como evitando que fuera a quitarla en algún momento. Eso se estaba yendo por un camino contrario al que tenía en mente en un principio y para como estaban las cosas entre nosotros, lo mejor sería que me detuviera porque si dejaba avanzar la situación, Isabella no me lo perdonaría en mucho tiempo.

--Por favor despierta, amor – volví a pedirle al oído y giró hacia mi con una tortuosa lentitud, enredó una de sus piernas entre las mías y empujó su pelvis contra la mía. ¡Dios! – Necesitamos hablar Bella – hablé mas fuerte y después de unos segundos comenzó a abrir los ojos. Parpadeó varias veces y recordó la situación en la que nos encontrábamos, se separó de mí, suspiró hondamente y me miró esperando a que dijera algo que justificara el que la hubiera despertado a media madrugada.

--No podemos estar así, Bella – estiré mi mano y retiré un mechón de pelo de su rostro – no quiero estar así – rocé su mejilla con el dorso de mis dedos – perdóname amor, sé que tú no tuviste nada que ver con lo de hoy – delineé sus labios con las yemas de mis dedos – como siempre mis celos estúpidos y yo, estropeamos tu noche, lo siento mucho – esperé a que dijera algo, lo que fuera, pero solo se escuchaban nuestras respiraciones y ella no apartaba la vista de mi cara, observando cada gesto mío

--Dime algo por favor – dije apenas, ahogado por la angustia y la vi tragar en seco antes de hablar.

--Yo… no sé… que fue lo que hice para que te pusieras… así – aspiró como hipando – yo solo estaba celosa de esa mujer con la que estabas – se llevó una mano al pecho – y al hombre del jardín, no lo recuerdo, no sé quien es…

Comenzó a alejarse más de mí como si le doliera mi cercanía e intenté abrazarla pero subió las manos como en defensa para evitar que la tocara.

--No amor, ven aquí – insistí.


--Luego me sacas a rastras de ahí y al llegar aquí casi me… ¡me tomaste así!… - se le quebró la voz y me partió el alma ver hasta dónde mis enfermizos celos me pudieron llevar para lastimar así a mi Bella.

--Lo sé Bella, sé que los celos me ciegan, y no me estoy escudando en eso, reconozco mi culpa y mi estupidez – me acerqué – te prometo no volver a dejarme llevar y aunque no es la primera vez que te hago esta promesa, pondré mi alma en ello para que sea la última – tomé su barbilla y le di un suave beso en los labios al que fue respondiendo poco a poco. Una vez más, Isabella me demostraba el perfecto ser humano que era al perdonar una y otra vez mis errores y yo le debía algunas explicaciones, pero antes tenía que saber…

--¿Estás bien, Bella? ¿Te lastimé? – pregunté avergonzado y ella negó, se hundió en mi pecho con fuerza y supe que si bien no la había lastimado físicamente, si había lastimado su interior, su corazón.

--La chica con la que me viste platicar, se llama Bree – empecé a decir con calma unos minutos más tarde – es hermana de un amigo de la universidad, me vio y se acercó a saludarme Bella, eso es todo con ella – confesé – y el tipo con el que estabas platicando es… es amigo de esa mujer – hice una mueca – de Irina, y es un “príncipe” – dije con ironía.

Bella abrió los ojos sorprendida - ¿Cómo es que lo conozco? – preguntó intrigada.

--Alguien los presentó en Berlín. Después nos encontramos con él en Los Ángeles y tuvo el cinismo de amenazarme si te llegaba a hacer daño, ¡Casi me confesó que le gustas, Isabella! – bufé – por eso no puedo verlo.

--Pues la “hermana” de tu amigo no se quedó muy atrás, me lanzó una mirada… pero yo le devolví una sonrisa mucho más amenazadora, estoy segura que no se vuelve a acercar a ti.

--Por cierto, señorita Swan, ¿Podría decirme qué fue exactamente lo que recordó esta noche? – la abracé y le di varios besos en la frente y en su coronilla, ¡estaba ansioso por saber!

Bella me comentó que más que un recuerdo preciso, era la certeza de que siempre sucedían así nuestras pequeñas peleas. Nos enojábamos, nos dejábamos de hablar un rato y le hacía el amor desesperado para luego, muy arrepentido pedirle perdón, terminando abrazados en la cama ya listos para dormir. Me reí por lo cierto que resultaban sus palabras. Otra palomita a la lista de los recuerdos.

***


Isabella tenía libre el día siguiente y para redimir un poco mis culpas, pasamos el día con nuestros padres recorriendo París, y no es que me molestara, pero hubiera preferido quedarme todo el día en la cama, convenciéndola una y otra vez de que yo era un chico bueno. Nos levantamos y fuimos a desayunar a uno de los famosos cafetines sobre Les Champs-Élysées. Era la primera vez que Charlie estaba ahí y Bella quiso llevarlo a conocer los puntos más importantes mientras Esme y Reneé visitaban las tiendas comprando todo lo que encontraban a su paso, con Jimmy como guía por supuesto. Los 3 días siguientes, Bella tuvo sesiones de fotos para Chanel, así que no la vimos durante el día y por las noches, siempre llegaba cansada y yo la consentía con un baño caliente y un buen masaje.

Isabella terminó su trabajo en París y volvimos a Nueva York. El desagradable capítulo que le había hecho pasar estaba olvidado y retomábamos nuestras vidas, para mi tranquilidad. Estaba decidido a esforzarme más allá de lo necesario para hacer feliz a Bella ya que la amaba y no quería que se llegara a arrepentir de tenerme a su lado. Eso acabaría conmigo, yo no podía perderla por mis estúpidos celos y locos arranques.

A partir de su regreso “oficial”, su trabajo se incrementó. Además de los contratos ya programados, le pidió a Ángela aceptar algunos más que básicamente eran sesiones de fotos para varias revistas. En un principio Ángela y Jimmy se opusieron pero ella los convenció, alegando que se sentía muy bien para aumentar un poco su ritmo de trabajo. Por supuesto, sus clases de Ballet no las dejó; decía que además de gustarle mucho, la mantenían en forma, pero me prometió no tomárselo tan a pecho como los primeros meses cuando llegaba a casa con los pies destrozados. Esa fue mi única objeción en cuanto a su trabajo; había prometido mantenerme al margen y lo estaba cumpliendo.

Aunado a todo lo anterior, Bella también hacía la promoción para Chanel Cosmetics y para Victoria’s Secret, el desfile sería en menos de un mes y estaba muy ocupada con las visitas a las tiendas, entrevistas, pruebas de “vestuario”, si es que se le podía llamar así a varios centímetros de tela solamente, de maquillaje, peinado y ensayos… me estaba volviendo un experto en todo eso.

Mientras mi Bella trabajaba, yo también me concentraba en lo mío. Mi presa. El trabajo ya iba muy avanzado; ya teníamos un año de haber iniciado con la obra y los estudios del suelo, análisis, y toda la investigación y preparación de la primera etapa estaba finalizada. Se había dinamitado en los lugares exactos, por lo que las explosiones para dejar listo todo el terreno habían concluido. Ya estábamos listos para hacer los cimientos y empezar en forma con la construcción de la bóveda, que es dónde se almacenaría una gran cantidad de agua subterráneamente.

Debido a que me había ausentado tantos días, en Italia y los que me tomé para ir a París con Bella, tuve que aplicarme un poco más ya que empezaba el trabajo delicado. Necesitaba de toda mi atención y de todo mi tiempo para no dejar pasar ni un solo detalle ya que a esas alturas, no podíamos cometer ni un solo error. Mi nombre, el de mi equipo y el de mi empresa estaban en juego; era la primera y más grande oportunidad que tendría para incluir mi nombre en las altas filas de la ingeniería moderna y no la iba a desaprovechar por nada.

Además tenía todo de mi lado para lograrlo; Isabella ya estaba conmigo de nuevo, disfrutábamos de nuestros trabajos, nos apoyábamos, no necesitaba más. Bueno, yo quería hacer algunos cambios en nuestra relación y estaba seguro que Bella no tendría problemas con ello.

Nuestras vidas no adoptaron rutinas muy diferentes a las anteriores; por las mañanas, muy temprano, Bella salía a trabajar y así de fácil como se había adaptado a la parte del entrenamiento, con la misma facilidad lo hizo ya trabajando en forma, esto le ocupaba la mayor parte del día y cuando terminaba, no perdonaba su bendito Ballet y después llegaba a casa. Calentaba la cena que Ana dejaba lista y me esperaba para sentarnos a cenar juntos y platicábamos de como nos había ido en el día.

Honestamente, era la única que hablaba pero no me importaba. La alegría con la que me contaba todo lo que le sucedía era tan contagiosa que no me atrevía a interrumpirla. Era una Bella más atrevida, más intrépida y menos contenida, no se pensaba tanto las cosas y eso me gustaba mucho de esta nueva Bella. Cuando se daba cuenta de que estaba acaparando toda la plática, me dejaba decirle que mi día se resumía a que sólo contaba las horas para volver a casa porque la había extrañado como un loco.

A veces, aún ya en la cama, Bella no dejaba de hablar, y hacerle el amor era la única forma que funcionaba para callarla, a lo cual ella aceptaba sin protestar.

--Bella – le preguntaba una noche después de hacerle el amor – ¿Eres feliz?

--¡Claro que lo soy! – respondió algo ofendida - ¿Qué tipo de pregunta es esa? Tú me haces muy feliz, me gusta lo que hago, tengo una familia muy grande que me quiere y yo te adoro, ¿Por qué no habría de serlo?

--Pensé que tal vez sintieras que te falta algo, por no recordar más que solo cosas pequeñas…

--No te niego que a veces me he preguntado porqué no logro recordar, pero tengo mi propia conclusión – dijo mientras acariciaba mi nuca enredando sus dedos en mi pelo.

--¿Puedo saber cual es? – paseaba mi nariz lentamente por todo su cuello, con los ojos cerrados, erótico cien por ciento.

--¿Para qué regresarían mis recuerdos si no los necesito para ser feliz? Tal vez no son buenos recuerdos y por eso mi cerebro no los desea de vuelta ¿no crees? – argumentó muy seria.

--Bella ¡Que ocurrencias! Aunque no es tan tú mala teoría – admití – no creo que alguien como tú tenga malas experiencias, imposible…

***

Una noche al llegar a casa, encontré a Bella en la cocina, no me había escuchado y no hice ningún ruido al acercarme ya que estaba cantando y bailando demasiado sexy.

“Walk, Walk, Fashion Baby

Work it, Move That Thing Crazy”

“Walk, Walk, Fashion Baby


Work it, Move That Thing Crazy


Walk, Walk, Passion Baby,


Work it, I’m a Freak Baby”


--¿Y que haces tú cantando esa canción? – pregunté muy divertido, a mi también me gustaba Gaga. Dio un brinquito ya que la había asustado, giró y me sonrió. Le rodeé la cintura y la atraje a mí, pegándomela completamente.

--Me gusta – se encogió de hombros y antes de separarse de mí, me besó la punta de la nariz - ¿Hambre?

--Mmm si, muy hambriento y no de comida precisamente…

Eso fue suficiente para que Bella dejara a la mitad lo que estaba sacando del horno, saltó sobre mí, enrollando sus piernas alrededor de mi cintura y así me la llevé a nuestra habitación. Con mucha prisa la deje en la cama y me desvestí apurado; ella sonreía perversa mordiendo su labio mientras yo aventaba por todos lados mi ropa, esperando que siguiera con la suya. Me deshice de sus sexys bóxers y de su camiseta con mucha lentitud, pero no de sus botitas de lana, se veía adorable con ellas y además me excitaba mucho verla usándolas.

Hicimos el amor con prisa, ansiosos, necesitándonos. Después de un rato, descansábamos y yo tenía a Bella recostada sobre mi pecho, me hacía dibujos con sus uñas y en menos de lo que nos imaginamos, ya estábamos listos para la segunda ronda.

***

BELLA’S POV

--Bella – dijo con voz ronca ya muy encendido – quisiera intentar algo ¿puedo?

--Si – respondí y me besó apasionado.

--Voltéate amor – me pidió y le sonreí.

Nos miramos unos instantes directamente a los ojos; vi llamaradas en esas dos verdes esmeraldas, brillantes y expectantes, deseo, impaciencia, lujuria y hambre… aún. Su mano acarició con el dorso mis mejillas y fue bajando por mi cuello, por el valle de mis senos, mi torso, mi vientre y se ancló en una de mis caderas que movió con facilidad ayudando a girarme.


Amaba que Edward me acariciara la espalda, me llenara de besos y me masajeara; él podía ser tan sensual y tierno al mismo tiempo, que mi cuerpo tembló por sentir sus manos en mis hombros, en mi espalda… dándome todo su calor. Acostada ya sobre mi vientre, hundí mi cara impaciente en el colchón pero no sentí a Edward colocarse a horcajadas detrás de mí; se puso de pie, entró al baño volviendo deprisa y de un salto, tomó la posición que yo ya conocía bien. Se inclinó y sus labios comenzaron a consentir mi piel con besos tibios y húmedos que de inmediato elevaron mi temperatura varios grados. Por mis costados, sus manos se frotaron, subiendo de nuevo a mis hombros y haciendo movimientos relajantes en mi nuca, la cual besó muy incitante.

--Eres muy hermosa Bella – susurró agitado – y tu piel es tan suave…

No respondí, estaba inmersa en el mundo de placer al cual me podía transportar con tan solo un par de besos y de caricias. Fue descendiendo por mi cuerpo y su boca había llegado ya a mi derrière, recorrió mi cintura y mis curvas; lo escuchaba gemir y dar también ligeros jadeos. Bajó un poco más, y sentí su contacto en el interior de mis muslos.

--Tócame cielo – pedí – por favor.

Levanté mi trasero para darle mejor acceso a mi clítoris, que al sentirse acariciado desde atrás disparaba mi excitación instantáneamente. Edward introdujo su mano entre mis piernas y lo tocó, en ese momento jadeé lista para él, ya estaba demasiado húmeda. Se separó un poco de mí y comenzaba a girarme cuando más besos me detuvieron.

--Quédate así - me dijo al oído y mi clítoris continuó recibiendo sus caricias al mismo tiempo que de mi boca se escapaban jadeos, cada vez más fuertes al aumentar la rapidez del movimiento de sus expertos dedos, que recolectaron en ellos mi humedad y que muy despacio fueron encontrando el camino por la abertura entre mis nalgas. ¡Oh Dios!

Edward nunca antes había recorrido ese camino en mí, era algo nuevo y si era honesta, tenía que decir que estaba bastante intimidada; él no tardó nada en darse cuenta de mi sorpresa al sentir también como mi cuerpo se tensaba ante su inusual contacto. Debía tranquilizarme, sólo era una caricia, estaba segura, pero al sentir sus dedos acercarse hasta “ese” punto, mis nervios me delataron.

--Shh tranquila amor – susurró – no pasa nada.

Y lo intenté. Puse mi mente en blanco y en lugar de concentrarme y pensar que debía relajarme, decidí dejarme llevar aunque me estaba resultando muy difícil por lo extrañamente íntima que su caricia me estaba resultando. Sus dedos sólo se movían en imperceptibles círculos en “esa” otra entrada y mi agitación iba en aumento.

--Ed…Ward – dije con miedo.

--¿Confías en mí Bella? – preguntó con la voz más grave posible y yo asentí – entonces relájate cariño.

Sus dedos dejaron de tocarme y escuché un pequeño ruido. Instantes después, volví a sentirlos en el mismo lugar y acariciándome de la misma forma con una sustancia resbalosa y tibia en ellos. Mi respiración estaba descontrolada a ese punto y todos mis sentidos alertas. Gemí cuando sus labios comenzaron a besar mi espalda recorriéndome tiernos, entonces Edward introdujo en mí uno de sus dedos y aspiré sorprendida.

--¿Duele, Bella? – quiso saber y negué con la cabeza – muy bien amor, todo está bien…

Era verdad, no dolía. Al contrario, era una sensación completamente diferente a cualquier cosa que hubiera sentido antes pero placentera, sí lo era. Edward, conforme sentí que mi cuerpo se iba relajando, con mucho cuidado insertó otro dedo más y jadeé de nuevo.

--¿Estás bien, cariño? – asentí - ¿Se siente bien? – asentí de nuevo.

Contrario a la idea errónea de todo lo que pudiera ocurrir por “ese” lugar, yo lo estaba disfrutando mucho. Sus dedos se movían lentos provocándome sensaciones de alguna manera equiparables a como si estuviera siendo acariciada en otro punto. Era un lugar tan sensible como mi clítoris ó como mi punto G.

--Edward – lo llamé.

--Dime Bella – no dejaba de moverse en mi interior y no pude recordar porqué lo había llamado, estaba muy concentrada experimentando caricias nuevas.

--¿Quieres más? – lo escuché - ¿Quieres sentirme?

Asentí sin pensarlo y despacio, sus dedos abandonaron mi cuerpo. Se separó de mí y volví a escuchar ese ruidito. Se acomodó detrás de mí y me dijo al oído…

--Gracias por confiar en mí amor – besó mi cuello – me detendré si me lo pides…


De nuevo moví mi cabeza afirmativamente y de pronto lo sentí adentrarse en mí. Edward lo hizo muy suave y lentamente, causándome una mínima molestia; no se introdujo completamente, lo sentí, y lo agradecí, tal vez cuando estuviera menos nerviosa… El entraba y salía con un ritmo bastante suave pero lo escuchaba jadear disfrutando de esta nueva aventura. No me embestía, no arremetía contra mí, sólo era una fricción, un roce, así debía ser. Reconocíamos nuestros límites para saber hasta donde llegar una próxima vez.

Edward con la misma suavidad, salió de mi cuerpo y se recostó a mi lado. Ninguno de los dos habíamos terminado. Escuché su agitación y giré mi rostro para mirarlo. Con una mano se quitó el condón que usaba y me sonrió mientras me volteaba por completo sobre mi espalda y se colocaba entre mis piernas, penetrándome esta vez con fuerza, profundo, completo. No traté de acallar mis gritos y jadeos, él tampoco. Esa vez me había tomado con vigor, para desahogarnos, para alcanzar el clímax juntos. Se erguía sobre mí poderoso, insaciable y seguro. Mi vientre comenzó a contraerse y yo conocía el desenlace que estaba ya muy cercano. Edward también empezó a tensar sus muslos y su vientre, nuestros orgasmos crecían y nos harían explotar en mil pedacitos iluminados que recorrerían nuestros cuerpos.

Así fue justamente como me golpeó el orgasmo, maravilloso. Edward de igual manera alcanzó el suyo, derrumbándose sobre mí y respirando jadeante en mi oído.

--Oh Bella – dijo un par de minutos después, recostándose junto a mí - ¡Te amo!

--Y yo a ti – dije apenas en un murmullo.

--¿Qué pasa? ¿Te hice daño? – su rostro se descompuso de dolor.

--No, no, es sólo que… - titubeé.

--¿Qué Bella, qué es? – me apuró.

--¡No me dejes nunca Edward!

***

Esa noche había sido ¡Diferente! Vaya que si no. Había confiado en Edward y juntos experimentamos nuevas sensaciones, al menos para mí. El me había cuidado mucho; fue tan suave y tierno que eso que yo creí desagradable y degradante, de alguna manera se volvió algo excesivamente erótico. Que necesitábamos poner especial atención en eso, si. Era algo para lo que necesitaba relajar mi cuerpo e irlo acostumbrando a esas nuevas caricias. Esto me lo había dicho Edward cuando le pregunté porqué de pronto decidió continuar como normalmente hacíamos.

--Tu cuerpo tiene que acostumbrarse a mí amor, no es algo que podamos hacer de la noche a la mañana si no quiero hacerte daño – me explicaba con ternura mientras besaba mi frente - ¿Estás bien?

--Si cielo, estoy muy bien – me acomodé en su pecho para dormir, se preocupaba tanto por mí…

***

El desfile para Victoria’s Secret estaba ya a la vuelta de la esquina. Yo diariamente entrenaba un rato en el gimnasio y durante el día cumplía con mi trabajo que me tenía fascinada, amaba hacerlo. ¿Cómo era posible que me pagaran por algo que disfrutaba tanto hacer? ¡No podía creerlo! Una tarde, Jasper me llamó y me pidió vernos para que me explicara cómo iban las inversiones que él me manejaba ¿Inversiones? Nos pusimos de acuerdo y nos encontramos para cenar. Edward no nos había acompañado porque estaba muy ocupado y Alice entrenaba porque también desfilaría para Victoria’s Secret,


--Peque, tus inversiones se triplicaron en poco más de un año – dijo orgulloso y yo aún lo miraba atónita.

--Yo no tenía ni idea de que tenía dinero invertido en la bolsa y que tú lo manejabas Jazz – le confesé.

--Si Bella, tú fuiste la primer persona que confió en mí y no te he fallado – comía feliz un enorme filete.

--Bueno, y ¿cómo de cuanto estamos hablando? – pregunté despreocupada.

--Tu ganancia neta es de diez millones de dólares, peque - sonrió y sus ojos azules brillaron.

Comencé a toser atragantándome con mi té. ¿Había escuchado bien? ¿Diez millones de dólares? ¿Míos?

--Jasper, no estés bromeando – tosí – que no es gracioso.

--Es en serio. Bueno ¿Y ahora que quieres hacer con ellos? ¿Los volvemos a invertir? Si todo va bien puedes volver a triplicarlo en un año - levantó las cejas repetidamente riendo feliz.

¿De qué hablaba? ¿Estaba loco? Seguro me estaba tomando el pelo. ¿Cómo podía ser posible que yo tuviera tal cantidad de dinero? Tendría que hablar con Jimmy al día siguiente, ya era algo tarde y seguramente ya estaría dormido.

Jimmy… estaba tan triste, yo lo conocía y sabía que era por Diego. No me gustaba verlo así pero cada vez que le preguntaba, él me decía que estaba bien, me cambiaba el tema y volvía o fingía ser un hiperactivo colibrí. Yo quería hacer algo, así que enseguida puse a trabajar mi mente maquilando alguna loca idea.

***

--Bella, ¿Quieres ver si puedes con el peso de estas alas? – me preguntó en una prueba de vestuario de Victoria’s Secret – porque si sientes que te molesta la clavícula olvídalo Darling, adiós alitas - cargaba preocupado unas hermosas alas.

--Están preciosas – las miré hipnotizada – me gustan – con cuidado me ayudó a ponérmelas. Pesaban, pero no mucho y caminé un poco moviendo y elevando los brazos para probar si no me lastimaban.

--Se te ven regias hija mía – decía John, uno de los diseñadores – si te sientes bien con ellas, son tuyas Bella.

Asentí y Choo daba brinquitos frente a mí – tienes que usarlas varias veces en la pasarela, no queremos que digas si ahorita y después te veamos sufriendo allá arriba.

--¡Estas alas son mías Choo! – dije muy firme – nadie me las quita.


Después de pasar todo el día probándome mi vestuario, que estaba hermoso, nos fuimos a comer y aproveché para hacer mis averiguaciones.

--Jimmy, ¿Qué hacemos para Acción de Gracias? – utilicé mi voz más inocente – ya falta muy poco.

--El año pasado fuimos a casa de los Cullen, te había pasado lo de los raspones infectados, cuando Edward te ‘rescató’ – se burlaba – y este año seguro que hacemos lo mismo, no creo que Esme nos deje hacer otra cosa.

Me lamí mis bigotitos en mi interior, esperando que fuera así este año.

--Bella, tenemos la tarde libre Sweety, ¿Nos vamos de Shopping? – se le iluminó la cara y no lo pensé dos veces, quería comprarle a Edward algunas camisas porque las destrozaba en la presa -¡Vamos a Barney’s Bella! – Llegamos a la enorme tienda y Jimmy tenía cara como de haber descubierto oro por kilos, estaba en éxtasis.

--¿Y que vas a comprar que te veo tan emocionado, Choo?


--¿Yo? – me preguntó extrañado – nada – admitió – Bella, mi dulce Bella, lo maravilloso de las tiendas, es que siempre encuentras, lo que no andas buscando…

¡Vaya! Y tenía toda la razón, no llevábamos ni una hora y Tom ya tenía llenas las manos de bolsas y paquetes.

--Por suerte somos el sexo débil – miró a Tom – el fuerte es el que carga las compras… ¡Mira Bella! – gritó de pronto – pruébate este vestido, es un Diane Von Furstenberg – accedí y me lo probé, me gustó y ya lo estaba pagando, así de rápido.

--¿Te sientes bien al comprarlo verdad? – me reí por su loco desvarío – Comprar es terapéutico, un psicoanalista nunca entenderá el poder curativo de un vestido nuevo…

--¡Choo por Dios! ¿Tú desde cuando tienes pensamientos tan profundos? – me burlé un poco.

--Darling – me miró con autosuficiencia – yo me transformo cuando pongo un pie en una tienda, ya deberías saberlo, ahora cállate y vamos por las camisas de tu hombre.

Con la ayuda de Choo, le compré a Edward 10 camisas, 12 camisetas de marca por supuesto, Jimmy no me dejaría comprar algo que no lo fuera y una chamarra Ralph Lauren muy linda. A Edward le gustaba mucho usar ropa sobre ropa, tenía su estilo muy particular que le quedaba muy sexy y con el gorro negro que también le compré, se vería excitante a morir.

Pasamos por el área de cuidado personal y tenían una extensa variedad de aceites corporales, Choo no se resistió.

--Bella mira – tomó una selección de varios en sus manos – deberías llevarte algunos para que le quites un poco de estrés a Edward, les hace falta – me guiñó un ojo.

--¿Tú que sabes Choo? – me defendí.

--¿Me equivoco? – me provocó.

--Absolutamente – sonreí orgullosa y satisfecha.


--Bueno, de todas maneras llévalos para que te mantengas con esa sonrisota en la cara, anda – abrí la boca sorprendida por su insolencia y me los llevé. Después de todo no era tan mala idea.

Seguimos nuestro recorrido y me topé con los más hermosos zapatos que había visto últimamente. Tampoco lo pensé y me compré esos hermosos Manolos que se cruzaron en mi camino.

--No me lo niegues Bella, comprar se ha vuelto tu nuevo placer culposo – me acusó y sólo pude sonreír feliz. Afortunadamente llegué a casa un poco antes que Edward y corrí a esconder todas mis compras. Me di un baño rápido, me puse mis sexys bóxers rosas, mi camiseta y mis botitas, ese atuendo se había vuelto mi uniforme. Fui a la cocina y calenté la cena justo a tiempo para recibir a Edward. Desde que entró por la puerta noté que algo andaba mal.

--¿Qué pasa, cielo? – le pregunté frotándome contra su pecho como una gatita melosa.

--Nada malo, sólo que tengo que ir a Colorado por varios días – frunció el ceño visiblemente molesto – alrededor de 3 ó 4 días – agregó. ¿Se iba?

--¿Cuándo? – pregunté muy directa mientras ponía su plato con la cena frente a él.

--Mañana por la noche – dijo sin ganas - ¿Podría venir Jimmy a quedarse contigo? – Edward sugirió pero mi mente solamente procesaba que se marchaba… por trabajo… me dejaba sola… se iba… varios días… me dejaba sola… por trabajo… se marchaba… se iba… varios días… me dejaba… se iba…

Una y otra vez se repetían esas frases en mí cabeza gritándome su partida. Un fuerte dolor me martilló de sien a sien, me llevé las manos a la cabeza doblándome del dolor. Era tan fuerte que cada vez que Edward hablaba yo sentía que me taladraban el cráneo, era insoportable. Caí de rodillas al suelo y me hice un ovillo intentando de esa forma mitigar un poco la intensidad del dolor pero fue inútil. Sentí que me levantaba del suelo y me llevaba a nuestra habitación. Rápidamente sacó las pastillas y corrió a la cocina por un vaso de agua y una bolsa de verduras congeladas. Apagó la luz y casi en penumbras, me ayudó a tomarme la medicina, me recostó poniéndome la bolsa fría en la cabeza y se quedó sentado junto a mí, sin hacer ningún ruido y sin tocarme.

A la mañana siguiente me desperté sola en la cama y una sensación de terror se apoderó de mí. Ya no me dolía la cabeza pero el dolor en mi pecho se acrecentaba.

--¡Bella, por Dios! Al fin despiertas – entró en la habitación seguido por Jimmy - ¿Cómo te sientes? – se arrodilló junto a mí acariciándome con cuidado.

--B-Bien – susurré un tanto adormilada aún.

--Darling que susto nos diste – se puso junto a Edward – no te preocupes Bella, hoy tendremos el día libre, afirmó.

--No, Choo – dije mientras Edward acariciaba mi mano, preocupado – yo estoy bien. No voy a detener mi vida por una migraña, vamos, ayúdame a ver que me voy a poner – besé a Edward en la coronilla.

--¿Estás segura, Isabella? – estaba muy serio – yo no m iré a ningún lado hasta estar seguro que estás bien.

--Lo estoy – insistí – ahora toma tus cosas y ve a trabajar, nos veremos antes de que te vayas ¿de acuerdo? – pasaba mis manos por su mandíbula suavemente y Edward asintió no muy convencido.

Mi día transcurrió tranquilo. A pesar que tenía algunos photoshoots, ni las luces ni los secadores de pelo, hicieron volver mi migraña, afortunadamente. Jimmy me arrastró a una sesión de acupuntura alegando que era mágica para la migraña y rogué porque así fuera.

Yo sabía qué la había disparado y no era nada más que la noticia de que Edward se iba. Estaba relacionada con algo importante para mí y era que Edward ya se había ido anteriormente con Irina para hacerle a Demetri la transfusión de médula ósea. ¿No podía superarlo ya? No lo recordaba pero seguía haciendo mella en mí.

Terminamos temprano de trabajar. Jimmy me consentía mucho y me cuidaba; evitaba que tomara cafeína y me daba puros jugos y agua para mantenerme bien hidratada. Llegamos a casa y me cercioré que Ana no se hubiera olvidado de nada al hacer la maleta de Edward que ya no tardaría en llegar para recogerla y despedirse de mí.

Escuchamos que la puerta se abría. Jimmy y yo platicábamos en la cocina; se quedaría conmigo mientras Edward estaba fuera. Corrí hacia la puerta para recibirlo y al verlo me detuve. Una hermosa rubia estaba junto a él. Mi estómago se contrajo.


--Bella, ella es Nadia y me acompañará a Lake Tahoe a trabajar… *



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Gracias PattinsonWorld!.