lunes, 6 de diciembre de 2010

CAPITULO 42

CAPITULO 42


BELLA’S POV

Transcurrieron los dos días que Jimmy había dicho mucho más rápido de lo esperado. Diego había enviado a dos personas para que nos ayudaran a empacar todo lo que teníamos. —Corrección—, todo lo que Jimmy, que era un comprador compulsivo, adorador de cualquier tipo de tienda que se atravesara en su camino, había adquirido en esos meses.

--Voy a extrañar mucho esta casa – dije con pesar.

--¿Si? – Arrugó la nariz despreocupado – yo no – lo miré sorprendida.

--¿Por qué no, Choo?

--Porque la he comprado – respondió el maniático de las compras con excesiva tranquilidad, como quien comprara un par de zapatos.

--¿Cómo? – Lo miré incrédula tratando de despegar mi mandíbula del suelo.

--Me gustó desde un principio y además, no iba a dejar de adquirir una propiedad aquí, me hará sentir más cerca de lo que dejo – pude percibir un toque melancólico en su voz.

--Oh, Jimmy – me acerqué para consolarlo pero él se giró ocultándome su rostro triste.

--Estoy bien – agitaba sus manos nervioso – estoy bien.

--¿Qué pasará con ustedes? – Lo abracé por detrás envolviendo mis brazos por su cintura y recargando mi mejilla en su espalda.

--No lo sé – me confesó triste mirando por la ventana de su habitación – pero tengo esta casa, puedo venir cuando mi jefa me dé vacaciones ¿No es cierto? – cambió el tono de su voz a uno más alegre y optimista.

--Con razón no te estás llevando todo, además necesitarías uno de esos aviones que llevan ayuda a los lugares lejanos o necesitados – me incliné para ver sus azules y anegados ojos – además hay algo muy grande que dejas aquí y eso si que no cabría en ninguno de esos aviones Jimmy…

--¿Y qué es? – Preguntó limpiándose una lagrimita.

--Tu corazón…

***

También durante esos dos cortos días, Jimmy me “entrenaba” un poco sobre qué decir y cómo podía evitar responder lo que no quisiera o lo que sintiera que me agobiaba. Sabía como sentarme derecha y como caminar con propiedad pero nada más y eso era porque Jimmy siempre estaba detrás de mí con eso y era un verdadero dolor en el trasero, pero en esos momentos, se lo agradecía infinitamente.

Me había dado un programa donde venían bien detalladas cada una de mis actividades por los dos meses próximos. Tenía clases de todo lo inimaginable, Ballet era la principal de ellas ya que te ayudaba con la coordinación, el equilibrio, la figura, el porte, suavizaba tus movimientos y te agudizaba el sentido del oído con la música clásica que se utilizaba. Completísima clase que tendría todos los días por tres horas mínimo. También las clases de Jazz, de teatro, de dicción, de etiqueta y protocolo para no quedar mal en galas y cenas importantes y de yoga para aprender de nuevo a relajarme, estaban además en el paquete. Y por último, mis clases de modelaje y pasarela para aprender a posar, a ubicar la luz, a conocer mis ángulos, a caminar con todo tipo de zapatos y accesorios, ¡Vaya! Todo un ejército en mi ayuda para volver a ser simplemente… Bella Swan.

--¿Podré con todo esto Choo?

--Por supuesto ¿Estás dudando? – Abrió los ojos desmesuradamente.

--De querer estar ya ahí sobre una pasarela… no. Dudo de si podré con tantas clases – admití mi miedo – dudo de poder aprender todo otra vez.

--No tienes porqué dudar, si pudiste antes, ¿Por qué no ahora? – hablaba como si fuera pan comido y de alguna manera me infundía confianza.

Los chicos llegaron de hacer sus últimas compras como decía Alice; al día siguiente muy temprano saldría nuestro avión. Era un vuelo privado ya que querían tanto Ángela y Jimmy, como Edward, evitar el aglomeramiento y escrutinio de los paparazzis, ese no sería un buen momento para lidiar con ellos y muy dentro de mi corazón, estaba tranquila por ello.

Llegó la hora de despedirnos de Diego y mi garganta se cerró. ¿Cómo decirle adiós a una persona tan maravillosa, entregado, transparente y con un corazón enorme? ¿Cómo agradecerle todo lo que había hecho por mí, todo el tiempo que me había dedicado con las terapias personales y todo el cariño que me había dado? ¿De qué forma se agradece todo eso? ¿Cómo se mide tanto cariño?

Yo no podía hablar, el llanto me ahogaba y Diego estaba en las mismas condiciones. Nos abrazamos muy fuerte por un buen rato hasta que escuché su sensual e inconfundible voz…

--Non piangete la mia bambina (No llores mi muchachita) – acariciaba mi espalda – Ricordatevi sempre che ti amo (Recuerda siempre que te quiero mucho) Molto attenti a questo pazzo che ha rubato il mio cuore (Cuida mucho a este loco que se ha robado mi corazón)

--Diego, ¿Por qué me dices esto? Es como si te estuvieras despidiendo para siempre de mí – dije tratando de acallar mis sollozos – cuando tengamos que venir a trabajar cerca, vendremos a verte, no puedes deshacerte tan fácil de mí y de Jimmy menos…

--Certo che no, ci incontreremo di nuovo (Claro que no, volveremos a vernos) Prometto (lTe lo prometo) – besó mis mejillas y salió para despedirse en privado de Jimmy, después de despedirse de los chicos y de Edward quien también le agradeció por todas sus atenciones y por cuidarme.

Casi una hora después, entró Jimmy a la casa con los ojos hinchados y aún hipando, nos dio las buenas noches a todos camino a su habitación… las despedidas siempre serán dolorosas.

Minutos después tomé un vaso de leche tibia con miel y me disponía a llevárselo pero Edward me detuvo.


--Bella, déjalo – susurró a mi oído – necesita y quiere estar solo.

--Lo sé – admití – pero cuando yo quería lo mismo, él siempre estaba ahí con un vaso de leche tibia con miel para mí, dice que endulza las penas…

Edward me soltó de su abrazo y abrí despacio la puerta de Jimmy.

--Mira lo que te tengo – dije alegre – un regalito.

--Bella… - me senté en su cama y lo abracé por un largo rato.


***

Esa noche, me hice un espacio y hablé con mi madre. Le conté todo lo que había pasado detalladamente y lo que ocurriría a partir de ese momento; también hice lo mismo con Charlie, quién me dijo que había visto algunas notas en la televisión junto con las fotos de la noche del bistro bar. Le alegró verme con Edward “ese buen chico” y me dijo que estaría muy pendiente de todo.

No me había detenido a pensar, que toda mi felicidad, se la debía a mi padre. El creyó en Edward cuando me fue a buscar a Forks, él fue quien le dijo donde encontrarme y por él, Edward estaba conmigo. Le debía una y muy grande.

--¿En qué piensas? – su sedosa voz me sacó de mis pensamientos.

--En mi padre, en ti y en que me voy más contenta porque ya no extrañaré tanto esta casa, sé que puedo volver si quiero – me acomodé enredando mis piernas entre las suyas y descansando mi rostro en su pecho, pasando mis uñas por él, era algo que había descubierto que le gustaba que hiciera.

--¿Tienes miedo, Bella?

--Ya no… - sentí que besó mi coronilla y pronto, nos quedamos dormidos.

Una energía nueva me llenó al despertarme a la mañana siguiente; me di un buen baño, me puse mis jeans favoritos y mi camiseta consentida, nada elegante ya que no tendría que enfrentarme a cámaras ni a paparazzis así que preferí vestirme cómoda.

Un taxi llegó con Emmett y Jasper solamente ya que Rose volaría a París a una sesión de fotos y Alice a Mónaco para hacer la publicidad de una empresa tabacalera, se habían acabado sus vacaciones. Nos trasladamos al aeropuerto de Peretola y abordamos nuestro avión.


--¡Oh si! ¡Como extrañé esta vida! – Dijo mientras se dejaba caer en uno de los enormes y mullidos asientos del elegante avión – gracias Diosito por devolvérnosla.

Me reí y nos acomodamos también los nuestros asientos. Sería un largo vuelo en el cual tendría mucho qué pensar. Estaba dejando de lado todo lo que conocía como mi vida, mi aburrida vida, para aventurarme en un mundo nuevo para mí, para la nueva Bella. Porque dijeran lo que dijeran y aunque yo estuviera comenzando a recordar ciertas cosas, nadie podría asegurarme si me tardaría mucho en recuperar todos mis recuerdos y tal vez esta nueva Bella no se lograría adaptar a la vida de la antigua Bella.

Confiaba en que si, confiaba de todo corazón. Quería esforzarme y poner todo mi empeño en demostrarle a la gente que me quería, que con o sin memoria, yo también estaba ahí para ellos, de la misma forma en la que ellos estuvieron para mí.

Miré el hermoso rostro del hombre dormido a mi lado, con el ceño fruncido. Ya no tenía ninguna duda, lo amaba y era mi motor. Sabía que era capaz de todo por él y haría y daría lo que fuera para que siempre estuviera orgulloso de mí, de la mujer que amaba y por quien dejó todo para ir a buscarla y estar con ella. El se merecía eso y más.

En la Laptop de Jimmy, suspiraba mientras estudiaba concentrada mis horarios.

--¿Y no hay ni siquiera un espacio para mi entre todo eso? – me sobresalté al escuchar su voz somnolienta.

--Yo siempre tengo espacio para tí… - respondí en doble sentido y con su nariz acarició mi cuello.

Un almuerzo y varias horas después, las asistentes de vuelo nos informaron que estábamos próximos a aterrizar. Edward apretó mi mano y le sonreí impaciente. Bajamos del avión y ver a Edward tan feliz me contagió. Como Jimmy había dicho, no había ni un solo reportero ni una persona que tuviera una cámara en las manos y eso nos alegró más.

Antes de llegar a la puerta de salida del área privada, nos despedimos de los chicos, Emmett tenía su auto en el estacionamiento y llevaría a Jasper a su apartamento. Nosotros tres, seguimos caminando hacia la puerta en donde un hombre muy alto y fortachón nos esperaba con una sonrisa enorme en el rostro.

--Bella, es el Tom – dijo Choo – ha estado cuidándote y acompañándote durante un tiempo.

--¡Señorita Bella! ¡Bienvenida!– estiró la mano hacia mí y la sonrisa en mis labios fue espontánea, tomé su mano y me dio un fuerte apretón – Señor Jimmy, Señor Edward – asintió hacia ellos y se dirigió a subir todo el equipaje.

Al avanzar por las calles, miraba hacia todos lados; quería ver todo a mi paso, las luces, los autos, la gente caminando que llenaba las aceras aunque ya había oscurecido… todo era una nueva experiencia para mí y me gustaba sentir esa emoción que recorría mi cuerpo. Edward y Jimmy miraban mi excitación y las sonrisas en sus rostros eran innegables.

Llegamos a una zona más exclusiva, de hermosos edificios con entradas espectaculares, justo como se ven en la tele, con los porteros uniformados y celosos cada uno resguardando sus elegantes puertas. Tom entró al estacionamiento de uno de ellos y mientras bajaba nuestro equipaje, nos despedíamos de Jimmy.

--Te necesito lista mañana a las 9 Bella – dijo con autoridad – a las 9 en punto ¿De acuerdo Edward? – lo miró levantando una ceja en advertencia.

--No te prometo nada – contestó Edward socarronamente.

--Procura que así sea, mañana empieza con el Ballet a las 10 pero tendrá la tarde libre por ser el primer día – dijo benévolo.

Las puertas del elevador se cerraron frente a nosotros y una extraña ansiedad subía por mi pecho. Edward me rodeaba con un brazo los hombros mientras un ligero temblor aparecía en mis piernas. Cuando se abrieron de nuevo salimos a un largo pasillo con solo una puerta a cada extremo. Me guió hacia la puerta derecha y mis piernas se hicieron más débiles.

Tom salió de pronto, asegurándonos que el equipaje ya se encontraba adentro y se despidió. Me detuve. Cruzando esa puerta estaba la mitad del alma que había dejado abandonada en mi huída, la otra, eran los recuerdos que me había llevado conmigo y que había perdido. Ahora venía dispuesta a recuperar lo que me fuera permitido para continuar con mi vida al lado del hombre que me abrazaba y que me amaba. Edward abrió la puerta tan ancha como era y asintió con la cabeza alentándome a pasar.

Di un paso vacilante y ya estaba dentro. Un cálido y acogedor aroma me envolvió. El olor a mi lugar, a mi casa, al sitio que yo misma había elegido para mí, que había decorado con cariño y que reflejaba con todos y cada uno de los detalles cuidadosamente colocados en cada rincón, mi más pura personalidad, mi esencia.

Un salón muy amplio y claro con los enormes y mullidos sillones me dio la bienvenida. Una mesa de café en el centro con flores frescas y varios libros de moda, la adornaban. Las grandes y panorámicas ventanas dejaban ver la ciudad que con sus luces iluminaban tenuemente toda el área. Una mesita en una esquina capturó mi atención. Estaba llena de fotos; mis padres, Rose y Jasper, Jimmy; también Edward estaba ahí conmigo, elegantes, abrazados y felices, sonreí.

A mi izquierda el comedor que jugaba con los mismos tonos claros, también disfrutaba de la hermosa vista y junto a él, un enorme espacio que albergaba la cocina más bonita y elegante que hubiera visto jamás. Me paré en medio de ella y en un impulso me agaché y acaricié el suelo. Edward se acercó poniéndose a mi altura y tomó mi cara entre sus manos regalándome un beso con una emoción diferente que no pude distinguir, pero que era lindo sentirla.

Me puse de pie y me giré para salir de ahí, quería ver el resto de mi lugar. Edward me seguía pero guardaba su distancia, me daba mi espacio para que pudiera libremente recorrer todas las habitaciones y mirar los cuadros y las fotografías de varias partes del mundo colgadas en las paredes. Había un estudio con una gran pantalla plana de protagonista y frente a ella un amplio sillón. A un lado, un escritorio con una computadora muy moderna y junto a la ventana, una mesa de diseño con una lámpara especial y varios planos sobre ella. Era el lugar de trabajo de Edward.

La habitación de invitados parecía sacada de una revista. Una cama cubierta de un gordo edredón de diseño y muchos cojines eran el atractivo principal. Las lindas lámparas sobre las mesillas, a juego con el cabecero le daban un aspecto sobrio y elegante. Seguí mi recorrido y ansiosa, me detuve en la puerta de la que sabía era nuestra habitación. Edward me tomó de la mano y con rapidez me puso frente a otra puerta dentro de ella. Era mi vestidor. Mis respiraciones se hicieron más rápidas y profundas. Miraba a mi alrededor mientras iba adentrándome en él, maravillada al ver todo lo que yo sabía eran mis tesoros más preciados y que por eso estaban tan cuidadosa y hermosamente colocados en ese sitio especial.


Un enorme espejo de tres cuerpos me recibió junto con cientos de vestidos colgados en finos ganchos de madera, ordenados por colores, largos y hasta por temporadas. Vestidos de gala, de coctáil, elegantes. Los pantalones perfectamente doblados y colgados también; las blusas, faldas, todo meticulosamente ordenado, perfecto. Los zapatos tenían su lugar especial en ese pequeño paraíso. Guardando el mismo orden de color, alturas y temporadas al igual que los bolsos. Edward también tenía su lugar ahí. Su ropa ocupaba su espacio junto a la mía. Sus impecables trajes colgados conservando el mismo orden que mi ropa; sus camisas formales y las no tanto, sus pantalones y sus zapatos junto a los míos. Sus corbatas bien dispuestas y listas para ser tomadas. Se veían tan bien nuestras cosas juntas…

La isla en el centro llamó mi atención y mis manos comenzaron a abrir sus cajones. El primero guardaba muchos frascos de perfumes míos y de Edward. Otro guardaba una caja de seguridad dentro de él y me sobresalté cuando Edward susurró en mí oído la clave para abrirlo. La pequeña puertita se abrió y enmudecí al ver todo tipo de joyas dentro. Gargantillas, anillos, aretes, dijes, relojes ¡Era un verdadero tesoro!

Del otro lado, más cajones que curiosa también quise ver que contenían. Eran muchos cajones llenos de todo tipo de lencería. Correctamente ordenados; bragas de todos los colores y modelos, brassieres con diferentes tipos de copas para variados escotes… cientos de ellos… sentí el aliento de Edward en mi nuca y ese estremecimiento me regresó a la realidad.

Sin decir ni una palabra, me llevó a nuestra habitación. Con mis latidos agitados, entré y me quedé asombrada. Era muy similar a la mía en Florencia; las chicas me lo dijeron y en ese momento pude comprobarlo. Yo había elegido precisamente esa habitación al volver del hospital, en lugar de la que tenía antes, tal vez una corazonada me llevó a hacerlo.

Blanca, etérea, limpia, de ensueño, esta también era así. Todo era blanco, me gustaba mucho la sensación de pureza y libertad que me evocaba ese color. El gran y relleno edredón encima de nuestra cama la hacía tan acogedora que daban ganas de saltar sobre ella. Las mesillas a ambos lados con varios objetos y las lámparas colgando del techo, muy diferentes y originales.

Me giré y sobre la cama vi una caja con un moño de regalo que no estaba ahí momentos antes. Edward puso sus manos en mi cintura y nos sentamos. Estaba nerviosa.

--Bella - comenzó a decir con su sedosa voz – esto es tuyo, ha estado siempre aquí esperando que volvieras…

Con manos temblorosas quité el moño y abrí la caja. M labio inferior y mi barbilla comenzaron a temblar al ver un teléfono blanco. Mis ojos se nublaron y bajé mi cabeza…

--Este es mi teléfono – dije entre sollozos y él asustado sostenía mi rostro entre sus manos – no necesito encenderlo para saber que estás ahí sonriéndome con tu camisa gris, tan guapo, seduciéndome con tus hermosos ojos verdes.

--Bella… - no salía de su asombro – tú… ¿lo recuerdas?

--Si – admití – acabo de recordarte cielo, aquí – levanté el teléfono en mi mano.

Me abrazó tan fuerte que no podía respirar. Ambos estábamos sorprendidos y felices. Cada vez estaba recordando más cosas, pequeñas, pero al fin y al cabo regresaban a mi memoria y seguramente, pronto recordaría absolutamente toda mi vida. Estaba segura.

Edward sacó otra cosa de la caja y me la enseñó. Era una bella pulsera de oro blanco que tenía un corazón con una inscripción “Please Return to Edward Cullen”.

--Nunca te la quitabas – dijo tratando de ocultar un poco de tristeza en sus palabras.

--Y nunca volveré a hacerlo – estiré mi mano para que la pusiera alrededor de mi muñeca.

¿Cómo podía ese hombre amarme tanto? ¿Qué era lo que veía en mí que permanecía conmigo sin importarle nada más? ¿Podría Edward seguir tan enamorado de esta nueva Bella?

--Edward… ámame…

Con esas dos sencillas palabras, obtuve lo que pedí. Con mucha calma, me besó en los labios y poco a poco, fue aumentando la intensidad del beso. Sus manos me despojaban de la ropa, sin prisas, disfrutando nuestro tiempo; se deshizo de mi camiseta y me alcé para que pudiera quitarme los jeans. Para retribuirle el gesto, fui desabrochando los botones de su camisa, seguí con el del pantalón y bajé la cremallera. Con una patada aventó las prendas y ya estábamos en igualdad de circunstancias. Sus sexys bóxers azules se amoldaban increíblemente a su cuerpo.

Sentí su boca en mi cuello, en mis hombros, por todo mi rostro, repartiendo besos tibios, húmedos y suaves. Abrí mis piernas instintivamente para tenerlo en donde debería estar siempre; se acomodó y siguió amándome con su boca, bajando por el valle de mis senos y pasando su lengua por él. Despertando todos mis deseos, queriendo entregarme como él me lo pidiera.

--Esto me estorba – sus brazos me sentaron para quitarme el brassiere y liberar mis senos.

--Mis niñas, que preciosas – dijo antes de que su boca se perdiera en ellas, besándolas, lamiéndolas, rozando su rasposa y deliciosa barbilla, mordiendo sin dañarme y succionando cada uno de mis pezones como si de eso dependiera su vida, provocándome un exquisito dolor al que yo llamaba placer.

Estaba enloqueciendo de deseo. Era maravilloso lo que podía hacerme sentir con tan solo apoderarse de mis senos con su boca ¿Podría hacerme llegar al orgasmo de esa forma? Seguro que si, apostaba mi vida en ello.

Cuando mi placer aumentaba, Edward decidió cambiar de objetivo y lentamente comenzó a bajar por mi cuerpo hasta llegar a besar los huesos de mis caderas. Tomó entre sus dedos las delgadas tiras de mis bragas y las bajó sin miramientos. Libre de ellas, depositaba besos en toda la zona que estas ocultaban; su lengua también disfrutaba esa pequeña área de mi cuerpo y mi excitación crecía, haciéndome moverme sin control sobre la cama.

--Déjame admirarte, Isabella – dicho esto abrió aún más mis piernas y colocó su cara entre ellas, muy cerca de mí. No tenía pena, ni vergüenza. El pudor ya no existía entre nosotros, solo era amor, confianza, deseo y entrega – Eres tan bella…

Por fin se acercó y con su nariz, rozó mis labios inferiores, disparando con esa simple caricia oleadas de deseo corriendo por todo mi cuerpo. Estaba perdida en un mar de sensaciones cuando una caricia diferente me tocó. Con su lengua, recorría de arriba hacia abajo todo mi clítoris y mi entrada. Mis gritos evidenciaban que disfrutaba de él y que clamaba por más. Con repetidos movimientos de su lengua pasó sobre él y un dedo se introdujo en mí aumentando mi furor. Edward conocía muy bien mi cuerpo, sabía donde tocarme para llevarme al límite y ya me encontraba muy cerca de él, la tensión en mi vientre lo anunciaba y ese frenesí que inundaba mi cuerpo no dejaba lugar a dudas de que así era.

Su dedo entraba y salía de mí, inyectándome deseo puro, solo un poco más y llegaría.

--Por favor – supliqué – ya…

--¿Ya que, Isabella? – se burlaba de mí y eso solo me hacía excitarme más – Pídemelo…

--Hazme llegar…

--¿A dónde, amor? ¿A dónde quieres llegar? – podía odiarlo por segundos – Mi niña Bella siempre tan ansiosa… - se separó de mí y se quitó los bóxers que me dejaron ver toda su gloriosa y dura longitud. Era tan bello y en pocos segundos estaría llenándome y transportándome al mundo del placer sublime.

Se colocó un condón y se acomodó de nuevo entre mis piernas. De una fuerte arremetida entró en mí arrancándome un grito. Estaba casi tan o más excitado que yo y sentía claramente que no podía contenerse; me penetraba una y otra vez, abandonándose a mí y entregándose. La habitación se llenó de gemidos y jadeos sin ritmo, fluyendo libremente de nuestras gargantas, haciendo crecer ese torbellino que arrasaba con todo pensamiento coherente.

--Edward… - Grité.

--Así Bella, déjate llevar…

Dos embistes más fue todo lo que necesité para explotar. Millones de partículas brillantes bailaban por todo mi cuerpo rebosándolo de placer. Mi cuerpo se tensó alrededor del miembro de Edward expulsándolo de mi cuerpo.

--¡Bella! – escuché que gritó mi nombre cuando sentí que salía de mí y segundos después volvió a llenarme arremetiendo unas cuantas veces más para liberarse también. Se dejó caer sobre mí, exhausto y excesivamente agitado. Cuando su respiración se normalizó un poco, se recostó a mi lado acariciando mis senos suavemente.

--Bienvenida a casa, Bella…

***

EDWARD’S POV

¡Dios!

Esa bienvenida había sido más bien para mí. Rápida, intensa y con una fuerza que aún me tenía sorprendido y temblando. Isabella siempre tuvo esa particular y rara fortaleza en esos ricos músculos pélvicos que a veces me sacaban de ella en el mejor momento… era una absolutamente deliciosa sensación.

Me levanté muy temprano. Hice el menor ruido posible para dejar que Bella durmiera unos minutos más. Me di un baño y cuando salí, me incliné sobre ella que seguía profundamente dormida. Pasé mis dedos por su apacible rostro, hechizándome al instante.

--Bella, despierta amor, ya es hora – se removió bajo las sábanas y vi como estiraba su brazo, buscándome – anda, se te va a hacer tarde y tendrás un problema con Jimmy si te atrasas.

Con una divina elegancia se estiró; elevó sus brazos sobre su cabeza y alargó sus piernas. Era tan bella… abrió los ojos lentamente y empezó a reconocer el lugar. Se sentó en la cama, me sonrió y se levantó para darse un baño.

Puse el café en la cafetera, serví jugo en dos vasos y coloqué cuatro panes en la tostadora. Ana se merecía un aumento. La cocina estaba bien abastecida, justo como lo había acordado con ella un día antes. Había seguido haciéndose cargo de la limpieza y el orden del apartamento; yo se lo había pedido y supongo que se compadeció de mí al verme en esa condición tan deplorable; mantenía la cocina con comida para que yo no muriera de inanición y nunca hizo preguntas cuando llegaba y encontraba el vestidor de Bella hecho un desastre con toda su lencería tirada por toda nuestra habitación. Definitivamente se había ganado ese aumento.

Bella apareció en la cocina envuelta en una afelpada bata blanca y con una sonrisa enorme en el rostro. Se acercó a mí rodeando mi cintura con sus brazos.

--¿Cómo dormiste?

--Mmm – ronroneó – mejor que nunca. Gracias por el desayuno – dijo mientras se sentaba en una silleta – tengo hambre.

--Me agrada oír eso porque aún te falta esto – puse sobre la barra un yogurt y un plato de fruta cortada que había dejado Ana en un recipiente en el refrigerador.

Desayunamos a gusto, a pesar de que Bella estaba nerviosa porque tenía miedo de no poder con las clases de Ballet.

--No es que vayas a audicionar para el “Bolshoi” amor, relájate, es solo para que tu cuerpo recuerde ciertos movimientos – susurré mientras mordía el lóbulo de su oreja y se estremecía.

--Bueno, yo creo que mi cuerpo si recuerda – me miró coqueta – y vaya que si lo hace ¿No crees?

--Tendremos que comprobarlo de nuevo esta noche cariño y como no estoy muy seguro de eso, mejor guarda algo de energías…

Después de cepillarme los dientes y de observar a Bella buscar en ese gigantesco clóset lo que se pondría para sus clases, comencé a despedirme de ella. Me estaba resultando muy difícil ya que teníamos muchos días en los que prácticamente no nos habíamos separado para nada y la sola idea de tener que irme y dejarla, me causaba un nudo en la boca del estómago.

--Cuídate mucho, amor – le decía mientras besaba su frente – cuida a mis niñas, mis piernas, este vientre tuyo que me vuelve loco, este bello trasero… tu cuerpo es mío, tú eres mía, Isabella y me gusta que lo mío siempre esté en perfecto estado.

--Te lo prometo, cielo – dijo besando mis labios seductoramente.

***

Bella no era la única que retomaría su vida ese día. Yo había estado fuera mucho tiempo y necesitaba reincorporarme de lleno al proyecto. No es que por mi ausencia estuviera perdido y no tuviera ni idea de lo que ocurría, no era así. Me comunicaba cada mañana para estar al tanto, dar mi opinión y autorización para alguna decisión importante que hubiera que tomarse para el desarrollo del proyecto.


--¿Hay alguien aquí? – bromeé entrando a las oficinas principales en la presa.

Nadia estudiaba absorta unos planos y dio un salto al escuchar mi voz.

--¡Edward! – gritó y corrió emocionada a abrazarme. Sonreí ante el cálido recibimiento y apreté mis brazos alrededor de su diminuto cuerpo - ¿Cómo estás? ¿Qué tal el vuelo de regreso? ¿Cómo está Bella? ¿Todo bien?

--¡Di! Calma, dispara una pregunta a la vez – le di un beso en la coronilla – Todo bien Di, el vuelo de regreso, Bella, yo… todo marcha muy bien.

--Me alegro mucho, por ti y por Bella claro – se acomodó en una silla – es bueno saber que ya están en casa. No puedo imaginar por todo lo que pasaste ahí…

--Es cierto – ocupé la silla detrás de mi escritorio – fue algo tan… arg, no quiero ni acordarme – hice una mueca – pero ya todo está regresando a la normalidad… Bella está recordando cosas, algunas desagradables, como Irina y otras muy inesperadas, como que en su teléfono estuviera mi foto ¿Puedes creerlo?

--¿Pero se recuperará totalmente? – frunció el ceño y apoyó los codos en el escritorio esperando mi respuesta. Le conté todo lo que había dicho su doctor y ella escuchaba atentamente. Concordamos en que el estar en ciertos lugares disparaba aquello que la hacía recuperar algún recuerdo y estaba seguro que ya estando en casa, serían mucho más frecuentes.

--¿Y que piensas hacer? – dijo confundiéndome con su pregunta.

--¿A qué te refieres? – la miré extrañado.

--¿Y si se tarda años en recordar? ¿Y si ella… - la interrumpí molesto.

--Nadia, yo amo a Isabella – afirmé con el puño cerrado sobre la madera – voy a estar con ella siempre, no me importa en qué condiciones se encuentre… ella es mía, es mi mujer y voy a casarme con ella.

Nadia abrió los ojos tan grandes que brillaban. Sorprendida por lo que le acababa de revelar, rodeó el escritorio y me dio un abrazo alegrándose por mi decisión. El resto de la mañana lo pasé recorriendo la presa; me cercioré de que efectivamente, todo estuviera marchando de acuerdo a los datos que Di me hacía saber y al medio día, suspiré satisfecho y muy orgulloso de mi equipo de trabajo.

Isabella irrumpió en mis pensamientos y decidí llamarla para saber cómo iba su día. Un mensaje diciendo que por el momento no podía responder por estar ocupada, me hizo marcarle a Jimmy.

--Hola Edward – respondió al primer timbrazo.

--Hey ¿Qué tal les va? ¿Cómo está Bella? – pregunté ansioso por saber y enseguida supe que era una mañana difícil para ella. Al fondo se escuchaba la voz muy fuerte de una mujer, dura, exigente y que gritaba órdenes sin parar - ¿Jimmy? – la preocupación en mi voz era notoria.

--Todo muy bien Edward, Bella está trabajando duro, va a estar fantástica – me aseguró.

Mi llamada no duró más tiempo; rápidamente la corté. Llamé a mi madre para saludarla y para que me quitara el mal sabor de boca que me había dejado escuchar a esa mujer. Esme me saludó feliz; ella y mi padre estaban desesperados por ver a Bella y nos invitaban esa noche a cenar, a una cena informal, según dijo.

El día laboral terminó y no volví a ver a Nadia. Se merecía un descanso supuse, después de tener toda la responsabilidad del proyecto sobre sus hombros, ya la vería al día siguiente.

Aún era temprano cuando llegué a casa. Algunas costumbres jamás cambiarían en Bella; en el pasillo había dejado tirado su bolso y su suéter también estaba en el suelo, lo recogí y me asomé a la habitación. Me encontré a Bella durmiendo desparramada en la cama. Unas mallas negras cubrían sus piernas y un body del mismo color abrazaba su cuerpo; miré a un lado de la cama y ahí estaba el resto de su ropa. La dejé dormir y cuando se despertara le preguntaría si no estaba muy cansada para ir donde mis padres.

El apacible silencio me hizo recordar la convicción con la que le había asegurado a Nadia que ya jamás me separaría de Bella. Estaba completamente seguro de ello, solo tendría que elegir el momento más adecuado para pedirle que fuera mía para siempre, solo esperaba no tardarme mucho para decidir cuando y donde se lo pediría. Pensar en eso me hizo sentir más feliz de lo que ya estaba, si es que eso podía ser posible.

Isabella despertó y aceptó encantada ir a cenar con mis padres. Solo seríamos nosotros cuatro ya que Alice y Rose estaban trabajando y Emmett y Jasper estaban muy ocupados poniéndose al día en sus trabajos. Estuvimos listos muy puntuales y Bella se veía magnífica....


--¿Te gusta? – dio un giro – es de Balmain – dijo con seguridad.

--Bella, tú podrías ponerte hasta una bolsa de basura encima y te verías estupenda – besé su nuca y se estremeció.

Subimos a mi auto y ella esperó a que yo le pusiera el cinturón. En el camino, le pregunté como había estado su día y me sorprendió al decirme que aunque estuvo bastante intenso, le gustó mucho y hasta lo había disfrutado, así como yo estaba disfrutando de poner mi mano sobre su pierna, que su cuerpo necesitaba estirarse y que lo hacía con cuidado para no lastimarse. Bajamos del auto al llegar a casa de mis padres y Bella casi estaba colgada de mí.

--¿Qué pasa?

--Creo que estoy un poco nerviosa – confesó.

--No tienes porqué, mis padres te adoran – Besé la punta de su nariz.

Antes de que pudiera abrir, mi madre ya lo había hecho por mí. Se contuvo un poco por Bella, para no abrumarla, pero al final, su naturaleza se lo impidió y se desbordó en abrazos y besos en sus mejillas. Bella reía contenta y ya sin nervios. Mi padre mucho más propio que mi madre, le dio un efusivo abrazo.

--Bella, de verdad no te imaginas el gusto que nos da tenerte de vuelta – sus ojos expresaban su sinceridad – estábamos muy preocupados por ti, sobre todo cierta persona que no te quita el brazo de encima – arrugué mi cara en broma.

--Es cierto hija, estábamos muy preocupados por ambos, pero ahora que los veo juntos de nuevo, solo puedo darle gracias a Dios por habérmelos devuelto – Esme nos veía con los ojos llenos de lágrimas.

Por primera vez mi madre había cumplido su palabra y la cena había sido completamente informal. Cenamos en el comedor de la cocina y Bella ayudaba a mi madre a poner la mesa. Estaba cómoda con ellos. Platicamos de Italia, de lo mucho que habíamos disfrutado con los chicos y de todas las ocurrencias de Alice, Emmett y Jimmy. Nos despedimos temprano ya que Bella estaba cansada y además tenía que levantarse muy temprano para un día completo de actividades. Así que por esa noche, hacerle el amor no era una opción válida.

***

Había pasado ya una semana desde nuestro regreso y Bella cada vez estaba más adaptada a todo, a una ciudad diferente, a sus clases, a gente nueva… trabajaba con empeño todo el día absorbiendo cada cosa que le enseñaban. Jimmy estaba satisfecho con todo el esfuerzo que Bella hacía y aseguraba que estaría preparada para estar sobre una pasarela en mucho menos tiempo del que habían calculado. Ángela, que también estaba pendiente de cada progreso de Isabella, nos dijo que nadie sabría que reaparecería en el desfile de Chanel, sería una sorpresa para todos y eso aumentaría la publicidad tanto para la firma como para la propia Bella.

Todo iba caminando perfecto, ¡Todo! No podía quejarme, ni siquiera cuando nuestra actividad sexual tuvo que entrar en recesión a causa de la madre naturaleza porque un par de días después, la vi tomar aquellas pildoritas amarillas que de nuevo, se habían vuelto mis mejores amigas, ¡Si señor! Mejor imposible.

Una vez que todo volvió a la sagrada normalidad, debo mencionar que nuestros encuentros tomaron un tono mucho más intenso. Isabella se entregaba con tal ímpetu que me dejaba sin aliento y yo quería que ella sintiera la misma necesidad de entrega en mí hacia ella. Nos amábamos y solo queríamos demostrarnos la magnitud de la pasión que conteníamos en nuestros corazones y en nuestros cuerpos y yo estaba muy seguro que todo eso podía mejorar todavía mucho más. Una tarde, la llamé antes de su clase de ballet…


--Hola, ¿Cómo van esas clases? – usé un tono de voz que sabía la ponía nerviosa.

--Esta es la última y me voy a casa.

--Me parece perfecto, quiero verte…

--Yo también cielo, solo un rato más – respondió ansiosa.

--No sabes como me gustaría estar ahí y ver como estiras ese cuerpo tuyo.

--¿Ya vas llegando a casa? – comenzaba a escucharse algo inquieta.

--Ver cada uno de tus movimientos – dije provocador – ver tus músculos trabajar…

--Edward, estoy ocupada – tosió.

--Me imagino tu cuerpo sudando por el esfuerzo, Bella ¿Sabes como me excita eso?

--Por Dios, voy a colgar – casi podía verla temblorosa por mis insinuaciones.

--No lo harás – afirmé muy calmado – no lo harás porque mueres por tenerme junto a ti y que te haga mía ahí mismo, mueres de ganas de que te toque ¿Verdad, Bella? – la reté.

--Necesito estar atenta, Edward ¡por favor! – su respiración se oía alterada.

Sabía muy bien lo que estaba haciendo y sabía mi objetivo – Cada vez que te veas en el espejo bailando, imagíname contigo, imagina cada caricia mía por toda tu piel, tocándote con mis manos por todo tu cuerpo húmedo de deseo…

--Edward Cullen – dijo en un intento de grito.

--¿Te estás excitando, amor? – pregunté inocentemente – vas a sentirme en tu cuerpo todo el tiempo hasta que llegues a casa, y yo te esperaré impaciente para hacerte todo lo que tú desees, Bella, hoy todo será para ti…

Su silencio me dijo que mi propósito se estaba cumpliendo, solo tenía que esperarla o… ir por ella.

***

BELLA’S POV

“¡Alárgate Bella!“

“¡Pasos largos!“

“¡Levanta esas piernas y esa barbilla arriba!”

“¡Échappé sur le Pointes!”

“Desde la quinta posición cambia al otro pie…”

“¡Abre los pies a la segunda o cuarta posición sobre las puntas!”

“¡Échappé sur le Pointes!”

“Beella!” “¡Beella!”

--¿Qué diablos te sucede Isabella que no estás concentrada?

Los gritos de Alexei llenaron el salón durante la última hora de mi clase. Tenía razón en hacerlo ya que no era yo la que estaba ahí frente a las paredes cubiertas de espejos intentando sin éxito, hacer una pequeña serie de pasos en puntas…

--Yo… voy a intentarlo otra vez – titubeé.


--Vete – me ordenó – vete a descansar, creo que necesitas dormir.

Si le debía a alguien haber tenido que soportar los gritos de Alexei, era a Edward. Estaba tan desconcentrada que no podía oír las indicaciones y mucho menos seguirlas. Parada frente al espejo, solo podía escuchar las palabras hipnotizantes de Edward, imaginaba sus manos en mi cuerpo y todas y cada una de las cosas que me había dicho por teléfono. Así que además de cansada y regañada, estaba molesta por todo lo que sus insinuaciones me habían causado.

Alexei salió del salón y me quedé sola recogiendo mis cosas. Me puse un suéter largo. Estaba agotada y no me cambié ni me quité el body, ni las mallas y mucho menos las zapatillas, solo quería salir de ahí y llegar a casa.

Ya era tarde y cuando salí por las puertas del salón hacia el vacío pasillo, me dieron escalofríos. No había ni un alma ahí y yo estaba sola. Apuré los incómodos pasos que dieron mis pies en las angostas y duras zapatillas y agradecí que ese pasillo no fuera más largo. Aferré mis brazos alrededor de mi bolso y respiré hondo para disponerme a correr cuando escuché un ruido detrás de mí y antes de poder voltear y mirar, una mano cubrió mi boca y un brazo rodeó mi cintura. Sentí mi cuerpo ser arrastrado y después cargado un poco; no podía mover la cabeza por la rígida mano en mi boca que me sostenía y solo vi el techo mientras me metía a un salón. El miedo me impidió gritar y aunque sabía que con esa mano en mi boca nadie podría oírme, necesitaba hacerlo para desfogar el susto que oprimía mi corazón y que me estaba asfixiando mucho más que la falta de aire. Con mucha calma, la presión sobre mi boca fue disminuyendo y pude ir bajando mi cabeza para ver en el espejo, quién era mi atacante.

--¿Hiciste lo que te pedí Isabella?

¡Maldita Sea! ¡Edward!

--¿Pensaste en mí como te dije?

Con una fuerza que no sabía que tenía, intenté zafarme de su agarre pero me fue imposible. Mi bolso cayó al suelo de madera y aproveche esa ligera distracción para dar patadas hacia atrás.

--¡Quédate quieta! – me exigió.

--¡Edward! ¡Eres un…

--Shhh… - me calló.

La mano que rodeaba mi cintura fue bajando por mi vientre y me estremecí al recordar lo que me había pedido en su llamada. Quería que me mirara en el espejo y lo viera tocando mi cuerpo justo como lo hacía en ese momento… mi vientre, mis piernas. Mis senos también eran tocados por su experta mano que los acunaba uno a uno, suave y tiernamente; cerré los ojos dejándome llevar por sus excitantes caricias. Se deshizo de mi suéter y contempló mi reflejo.

Y como si estuviera saliendo de un trance, sus manos subieron a mis hombros atrapando los tirantes de mi body y comenzó a bajarlo con prisa. Escuché un jadeo y no me sorprendió que fuera mío; Edward me excitaba con ese repentino ataque, arrebatado y pasional. Bajó la prenda hasta mi cintura y mis senos quedaron expuestos para él; los cubrió con sus manos y sus caricias pasaron de tiernas a impacientes. Me giró y nos recostó sobre el pulido piso para probarlos con su ansiosa boca. Grité, jadeé y gemí tanto como pude. Estaba resultando demasiado para mí; las sensaciones abrumadoras me hacían querer desnudarme completamente para que me poseyera justo ahí, perdiendo todo lo que me quedaba de cordura.

--¿Te mojaste pensando en mí?

--Si…

--Esa es mi chica, obediente…

No me di cuenta en qué momento terminó de quitarme el body, solo sabía que sus manos estaban desgarrando mis mallas con urgencia. No había ternura ni calma, solo era necesidad pura y desesperada de tenerme desnuda para él y lista para hacerme suya. Lo sentí de pronto invadir entre mis pliegues comprobando que no mentía e introdujo un dedo deslizándolo fácilmente en mi interior. Grité por la sorpresa y me arqueé buscando más de su contacto.

Mareada por esa inyección de lujuria, separé mis piernas para que no retrasara el momento; se separó un poco y desabrochó su pantalón bajándolo junto con sus bóxers hasta sus muslos dejando su viril, duro y largo miembro amenazando en mi entrada.

--¡Mírame, Isabella!

Con una fuerte estocada me penetró y lo sentí llenarme. Ambos jadeamos y eso nos excitó más. Edward se movía dentro y fuera de mí, con ritmo rápido, apresurado, friccionándose contra mí, agitando mi respiración.

--Mira al espejo, Bella – me pidió – mira como te hago mía…

La emoción y la excitación me sobrepasaban. No era dueña ni de mi cuerpo ni de mis sensaciones, no tenía ningún control. Edward se había apoderado de mí y me llevaba a donde él quería demasiado rápido. Una conocida tensión comenzó a crecer en mi interior desconectándome de la realidad, como siempre lo hacía pero esa vez era todavía más alucinante.

--Edward…

--Si amor, vamos, córrete.


Enrollé mis piernas alrededor de su cintura apretándolo a mí para tenerlo más cerca y sentirlo más adentro. Los frenéticos movimientos de nuestros cuerpos acoplados nos acercaban cada vez más al límite y sentía ya muy cerca mi liberación y también la de Edward. No podía prolongarla más ante sus embistes y pronto, estallé en millones de pequeñísimas partículas que sentía que bailaban por todo mi cuerpo. Grité al golpearme el orgasmo y me dejé ir, aflojando mi cuerpo pero aún recibiendo a Edward en intensas y profundas arremetidas contra mi desmadejado cuerpo.

Una corriente fuerte y cálida me inundó, y luego Edward se dejó caer sobre mí, relajado y exhausto. Nuestras respiraciones irregulares fueron volviendo a la normalidad lentamente y él se movió saliendo de mí y acostándose a mi lado apoyando se cabeza en una mano, mirándome por el espejo.

--Y aquí está el motivo de mi deseo… - recorrió con la mirada mi cuerpo desnudo en el piso mientras su mano jugaba con mi ombligo. Momentos después me ayudaba a desatar mis zapatillas para deshacernos de los jirones de mallas que colgaban de mis piernas.

--Creo que tendré que comprar una buena dotación de estas excitantes mallas, ¿No crees, Bella?*



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Gracias PattinsonWorld.


9 comentarios:

RominitsV dijo...

WOW qué capítulo!!! Adoro como Edward ayuda a Bella en su recuperación! te quedó genial el capítulo!!

CRIS dijo...

que excitante capítulo, madre mía!!!!
todo va de maravilla, solo falta que recupere Bella la memoria y que Edward le pida matrimonio, sería fenomenal, verdad?????

esperando con ansias más capítulos

besos

joli cullen dijo...

XD QUE HOT
ME QUEMO AUXILIO JEJJEJEJ
OLLE QUE SUPER ESTE CAPITULO
AVER SI NO LO CASTIGA BELLA POR LO LA LLAMADA JEJJEJJEJE

Roma dijo...

Wow Li, te quedó genial este capi, me encantó.

Nani-PattinsonWorld dijo...

Liiii cariño, te superas en cada capitulo, alguien te inspira y lo hace muyyyy bien ;-)), me gusta mucho este capitulo, el regreso a muchas cosas y este hombre por dios que le va a quitar la vida y también a mi jajaja
Gracias mi niña, eres una artista y quiero más...of course.

Diyo dijo...

wuao... leerlo aqui y con esas imagenes es increible... jeje, me encanta este Edward, Dios que hombreee...
ya espero el prox cap, besos

dracullen dijo...

simplemente wow!!! :D

Anónimo dijo...

dios me corro al leer tus entradas y luego lo practico con mi novio...GRACIAS

Anónimo dijo...

Cómo se llama la canción??