viernes, 10 de diciembre de 2010

CAPITULO 43

CAPITULO 43


BELLA’S POV HB

--Bella…

Escuché la voz de Edward llamarme ¿No era demasiado temprano aún? Que corta se me había hecho la noche.

--Bella, amor, levántate – me susurró al oído.

--Mmm – comencé a rezongar – cinco minutos…

Me abrazó bajo las sábanas, besando toda mi cara y luego mi cuello; yo no podía ni quejarme ante semejante forma de despertarme, vaya que si cumplía con su cometido. Se puso a horcajadas sobre mí y sus manos se metieron bajo mi corta blusa acariciando desde mi cintura hasta rodear mis senos, los cuales no llegó a tocar y lo extrañé.

--¿No vas a darle los buenos días a tus niñas? – le pregunté somnolienta.

--Creo que no es eso lo que quiero decirles exactamente – dijo por fin subiendo la blusa y besando mis senos dulcemente.

--¿No? ¿Entonces qué?

--¡Feliz cumpleaños niñas!

¿¡Qué!? Era mi… ¿Cumpleaños? ¿Cómo no pude tenerlo en cuenta? Mi madre y Choo me preguntaban siempre qué me gustaría hacer para ese gran día, pero nunca supe qué responder porque no me parecía nada emocionante celebrar que había vivido 22 años sin recordar absolutamente nada de mi vida. Pero eso era antes… en esos momentos Edward estaba conmigo y él tenía todo el ánimo de festejarlo ¿Quién era yo para quitarle la ilusión?

--Mi cumpleaños – murmuré apenas.

--Si, y aunque me encantaría quedarme todo el día besando a este par de hermosuras, tengo planes, así que vístete que se nos va el tiempo amor – repartió besos en mis senos y dándome después una nalgada, me sacó de la cama.


Una hora después, estábamos en Central Park. Ya hacía frío puesto que el otoño estaba entrando y junto con él, el cambio de colores de los árboles que ya era evidente. Antes de llegar, fuimos directamente a un Starbucks a comprar una de las cosas más ricas del planeta… un capuchino caliente, con mucha crema batida arriba y sin chispas de chocolate. Caminábamos en un cómodo silencio hacia una banca frente al lago.

--Gracias por traerme a este lugar – suspiré – me siento muy bien aquí.

--Lo sé Bella – pasó su brazo por mi espalda – siempre te ha gustado venir. Nunca lo habíamos hecho juntos y pensé que era una buena idea – acerqué mi boca a la suya buscando sus labios.

--¿Tú eres Bella? – un pequeño niño de no más de 8 años me preguntó.

--Si – le respondí y el pequeño dio un agudo chiflido. De la nada, salieron unos 3 niños más que comenzaron a cantar “Happy Birthday” con un ritmo R&B increíble. Los niños cantaban y se movían de una forma que me tenían maravillada y cuando la canción terminó, hicieron una reverencia y otro niño aún más pequeño apareció con muchos globos de helio enormes y brillantes. Me los entregó y no me resistí a darle un beso a cada uno de ellos y de pronto, desaparecieron corriendo.

--Edward – envolví su cuello con mis brazos – estoy segura que este ha sido el regalo más bonito que me han dado, gracias cielo – iba a besarlo cuando sentí unos toquecitos en mi pierna; era el pequeñín que apurado, me dio una pequeña cajita envuelta para regalo y huyó de ahí apenas la tomé. Miré a Edward intrigada y él solo sonrió encogiéndose de hombros. Rápidamente, quité la envoltura y abrí la cajita.

--¡Están preciosos! – exclamé al ver 3 preciosos anillos. Uno de oro amarillo con algunos diamantes, otro similar en oro blanco, y el tercero, con un delicado grabado e incrustado con muchísimos y minúsculos diamantes - ¡Gracias! ¡Gracias cielo! – le agradecí su regalo y pensé en cuanto me hubiera gustado que en lugar de esos 3 lindos anillos, hubiera solo uno y que tuviera un significado diferente para ambos.

Regresábamos a casa y yo iba feliz con mi ramillete gigante de globos y mis preciosos anillos en el dedo; no podía dejar de mirarlos…

--Bella, se van a gastar si no los dejas de mirar – dijo burlón pero yo sabía que estaba casi tan feliz como yo de que me hubieran gustado tanto. Salimos del elevador y su Blackberry sonó; se quedó un par de pasos atrás para responder su llamada y yo me adelanté para abrir la puerta. Al entrar casi se me salen los ojos al encontrar el apartamento lleno de miles de rosas de todos los colores; estaban por todas partes.


--¡Por Dios! – grité mientras admiraba tal colorido por todo el lugar – ¡Haz comprado todas las rosas de la ciudad!

--No me alcanzará la vida para darte todas las flores que te mereces amor – dijo mientras sus labios besaban mi cuello y lentamente me quitaba el abrigo. Entre besos, me llevó a nuestra habitación y solo me detuve cuando mis piernas chocaron con la cama, sonrió contra mis labios y me separé de él unos centímetros.

--¿Qué? – quise saber el motivo de su risita y entonces me giró. Varias cajas de regalo de color dorado estaban encima de la cama, de todos los tamaños - ¡No puede ser! – me llevé las manos a la boca sorprendida.

--Si puede ser – estaba fascinado observando mi reacción - ¿Porqué no los abres?



Como si fuera una niña, me senté ansiosa en la cama y tomé el primero de ellos. Abría uno tras otro y en las cajas había chocolates, camisetas largas para dormir calientita, los calcetines a juego, un certificado de un año en Starbucks, la película de “Mujer Bonita”, bóxers de mujer muy sexys, un portarretratos con una foto en la villa de Diego con los chicos… estaba tan feliz con esos regalos que no podía dejar de llenar de besos el rostro de Edward cada vez que abría uno.

--Gracias, gracias, gracias – repetía emocionada – son los regalos perfectos cielo.

--Aún te falta uno – y se inclinó bajo la cama para sacar una gran caja que puso frente a mí. Despacio, fui quitando primero el moño y luego mi impaciencia hizo que ansiosa, arrancara la envoltura y le quitara la tapa a la caja; metí mis manos entre las hojas de papel de seda que envolvían el contenido y entonces lo toqué… muy suave y ligera, así era la tela entre mis dedos que desesperados, hicieron a un lado los montones de papel para sacar el vestido.

De un pálido color verde menta, con muchas capas de vaporosa tela y ajustado en el talle, con una flor estratégicamente colocada sobre un seno. Era un vestido idéntico al que Edward me había arrancado del cuerpo aquella noche. Por unos largos segundos me quedé absorta mirando la hermosa prenda en mis manos.

--Bella… lo siento, yo… creo que no fue buena idea – vaciló.

--No pienses eso por favor, solo estaba admirando lo hermoso que es – lo atraje hacia mí y lo besé por milésima vez ese día – gracias… - murmuré en sus labios.

Esa tarde no salimos de nuestra habitación; hicimos el amor de una manera tan tierna, sin prisas pero intensa y apasionada… estábamos en nuestro propio mundo y no queríamos que nadie nos interrumpiera ni nos sacara de él hasta que una imperiosa necesidad nos trajo de vuelta a la realidad.

--¿Ese ruido fue tu estómago protestando? – pregunté mientras repartía besos en él.

--No protesta, suplica por cualquier clase de alimento – salió de la cama de un salto y admiré su perfecta desnudez – te invito a cenar – me dio la mano como el perfecto caballero que era y me ayudó a ponerme de pie.

Le sugerí pedir algo y cenar tirados en el piso pero casi me fulmina con su mirada verde potente; me pidió arreglarme muy formal y que no hiciera preguntas. Hice lo que me pidió y después de un merecido baño, me vestí con un lindo diseño de Marquesa, de color cobrizo como su pelo y me maquillé y peiné como si fuera a recibir un oscar.

Cuando lo vi salir del vestidor, casi tuve que sostener mi quijada para que no llegara al suelo. Tenía una camisa azul y un traje negro. Se veía tan guapo y elegante que mis piernas flaqueaban con tan solo pensar que era mío y que me amaba, que yo era la dueña de ese cuerpo y de esa sonrisa y que lo conocía tan bien, que sabía con qué caricias podía lograr que perdiera la razón.

--¿A dónde vamos Edward? – pregunté en el auto pero solo me miró y esa sonrisita chueca se burló de mí.

Llegamos al Rockefeller Center y aún no sabía a donde me llevaría. Vi que la lucecita del piso 65 se prendió bajo el dedo del elevadorista que me miraba y su brazo alrededor de mi cintura se apretó más pegándome a su cuerpo, de una manera posesiva. ¿Edward estaba celoso?


--Que pasen una agradable noche – dijo el joven una vez que llegamos a nuestro piso. Le di las gracias y Edward gruñó. Se abrieron las puertas y al ver el lugar, aspiré por la boca ante la sorpresa.

--Isabella, este es el “Rainbow Room” – habló por fin mientras yo admiraba el increíble lugar. Era muy elegante y sofisticado, con unas vistas de Nueva York impresionantes. Sus mesas impecablemente vestidas y en el centro, una pista de baile circular, era fantástico. Fuimos guiados a nuestra mesa y una vez acomodados, Edward pidió una botella de champagne.

--¿Te gusta? – tomó mis manos entre las suyas.

--Estoy… estoy… ¡Me encanta! – le sonreí abrumada por la belleza del lugar y vi su cara de satisfacción al ver la mía. Casi no hablamos, no nos hacía falta, Edward acariciaba el dorso de mis manos, ese contacto era más que suficiente para decirnos todo lo que sentíamos en esos momentos.

Le pedí que ordenara por mí y disfruté de una exquisita sopa de espárragos y apio y como plato fuerte, gallinitas de guinea a las hierbas, una delicia. Antes del postre, la orquesta dispuesta en el lugar comenzó a tocar y Edward me sorprendió invitándome a la pista a bailar.

--¿Me harías el honor? – preguntó muy caballeroso.

--Encantada – le extendí mi mano para que me condujera al centro de la pista.

Con un brazo rodeó mi cintura acercándome a él tanto como era posible y su otra mano entrelazaba nuestros dedos. Recargué mi cabeza en su pecho disfrutando de la suave melodía y Edward descansó su mejilla en el tope de mi cabeza.

--Te amo mi niña Bella – me susurró al oído.

--Y yo a ti, mucho más de lo que crees – me apreté más a su pecho y soltó mi mano para abrazarme por completo.

--Yo te creo, estás conmigo y eso me lo demuestra, no necesito más – y de pronto, lo escuché…

For once in my life


I’ve got someone who needs me


Someone I've needed so long


For once unafraid


I can go where life leads me


And somehow I know I'll be strong


For once I can touch


What my heart used to dream of


Long before I knew


Someone warm like you


Could make my dreams come true...

Edward me cantaba al oído, no podía creerlo, ¡Y qué canción!

For once in my life


I won't let sorrow hurt me


Not like it's hurt me before


For once I have someone


I know won't desert me


I'm not alone anymore


For once I can say


This is mine, you can't take it


As long as I know


I've got love I can make it


For once in my life


I've got someone who needs me.

Cuando la canción terminó y yo temblaba entre sus brazos. ¿Sería posible que de verdad él sintiera lo que decía la letra?

Sintió el estremecimiento de mi cuerpo y dejó de movernos al compás de la música; me alejó de la pista llevándome hacia la pared de cristal y tomó mi rostro entre sus manos al ver mi expresión incrédula.

--No Bella, ni siquiera lo dudes – miraba intensamente dentro de mis ojos – no lo hubiera podido decir mejor que esa canción.

--Isabella, por primera vez en mi vida tengo a alguien que me necesita, a quien he necesitado por tanto tiempo, no tengo miedo de ir a donde sea que esto me lleve porque me siento fuerte, al fin puedo tocar aquello con lo que mi corazón ha soñado porque solo alguien tan cálido como tú pudo hacer mis sueños realidad. Por primera vez no dejaré que el dolor me lastime como lo ha hecho antes porque ahora tengo a alguien que no me abandonará, ya no estoy solo… por primera vez puedo decir esto es mío y no pueden tocarlo, mientras sepa que tengo tu amor puedo hacer lo que sea porque por primera vez en mi vida, tengo a alguien que necesita de mi…

--¡Oh Dios!... – lágrimas agolpadas en mis ojos comenzaron a resbalar por mi mejilla sin control. Era demasiado hermoso lo que Edward me había dicho y significaba mucho para mí que él, después de haber tenido que pasar por tanto, de haber sido tan lastimado de esa manera, aún así, estuviera dispuesto a arriesgarse por mí, entregándome su alma al amarme como lo hacía.

--¿Por qué lloras pequeña? – limpió mis lágrimas con sus pulgares – no lo hagas, ¿No ves que soy el hombre más feliz de la tierra al poder gritarle al mundo el amor tan puro que siento por ti? Te amo Isabella Swan y creo que le debo mucho a alguien allá arriba por darme una segunda oportunidad para estar contigo. Déjame demostrarte cuanto te amo…

Nos olvidamos del postre y salimos del hermoso lugar. Llegamos a casa y bastó con que cerrara la puerta para que comenzara a demostrarme todo el amor y la pasión que sentía por mí. Había sido un día inolvidable, lleno de tiernos y delicados detalles, lleno de amor y de maravillosos regalos. Estaba segura de que me amaba ¿Cómo podría dudarlo si por sus ojos solo podía ver la transparencia de su alma? A tal punto, también tenía la certeza de dos cosas: la primera, que yo también lo amaba con toda el alma y la segunda, que solo deseaba que llegara muy pronto el día en el que me pidiera ser su esposa.

***

EDWARD’S POV

Tenía a Bella durmiendo entre mis brazos. Estaba cansada y no era para menos ya que le había dado un muy agitado día de cumpleaños. Lo venía planeando con mucha anticipación, no quería nada común para ella así que me dediqué a pensar qué regalos le gustaría recibir. Era tan especial que aunque le hubiera regalado un palacio, no se hubiera sorprendido y yo solo quería darle algo que de verdad apreciara y disfrutara.

A mi Bella le gustaban las cosas sencillas de la vida, también las inesperadas, por eso, se me ocurrió llevarla a Central Park y hacer que unos niños, que había visto por ahí alguna vez y que tenían un talento asombroso, le cantaran “Feliz cumpleaños” a su estilo y que le entregaran mis dos primeros obsequios. Un racimo de globos de helio y unos anillos que esperaba le gustaran; los había visto al pasar por Tiffany y desde ese día tenía escondida la cajita en la lata del té.


Quise sorprenderla también, llenando el apartamento de rosas de colores, menos azules ya que no quería que recordara la mala pasada que me hizo alguna vez; además le di otros regalos como chocolates, un película, calcetines, camisetas para dormir, bóxers súper sexys, un portarretrato con una foto de todos nosotros en la villa de Diego, un año de café gratis en Starbucks y el vestido de Elie Saab que le destrocé aquella noche y que le gustaba tanto que hasta lo soñaba.

La llevé a cenar al “Rainbow Room” y pedí en secreto una canción que explicaba exactamente mis sentimientos en ese momento; se la canté al oído como lo hice en la gala benéfica hacía muchos meses atrás y casi me arrepentí cuando vi su rostro bañado en lágrimas pero más tarde esa noche, supe que no eran lágrimas de tristeza sino de alegría y emoción. De verdad que deseaba que su cumpleaños haya resultado inolvidable, se merecía eso y más.

Pero tuve que regresar a la realidad y a trabajar. La construcción de la presa marchaba bien y en tiempo, pero como en todas las cosas, los imprevistos nunca faltaban. Algunas personas de mi personal de confianza necesitaban regresar a Alemania por asuntos migratorios sin importancia, pero significaba que tanto Erick, así como Nadia y yo, tendríamos el doble de trabajo con ellos fuera. No me preocupaba mucho el estar ocupado tanto tiempo y fuera de casa, ya que Bella también estaría concentrada en sus clases, y casi no tendríamos tiempo para vernos. Solo esperaba que ese asunto con la embajada alemana no se prolongara demasiado tiempo y retrasara nuestra agenda laboral.

--Hola Di – la saludé al entrar a mi oficina de la ciudad.

--Edward – me respondió mientras ordenaba las carpetas que necesitaríamos para nuestra junta más tarde - ¿Listo? Esta junta no debe darnos ningún problema, es puro protocolo.

--Ajá, protocolo que nos hace perder un tiempo valioso – me quejé. Varias horas después salíamos de la dichosa la junta y me llevaba a Nadia a comer. Fuimos a su restaurante favorito, los últimos días no la había visto para nada y extrañaba platicar con ella de cosas que no tuvieran que ver con el trabajo.

--Y bien Di, ¿Me quieres decir en donde diablos te has metido todo este tiempo? – pregunté quisquilloso - ¿Estás saliendo con alguien?

--He estado en mi casa y no salgo con nadie – hizo una mueca – termino agotada ¿Si sabías que trabajo construyendo una presa? Es un trabajo extenuante – me respondió sarcástica.

--Lo sé, coincidentemente yo también trabajo en esa presa cariño y me doy tiempo para todo – me burlé mientras le daba una mordida a la hamburguesa que había ordenado.

--Eso he oído Ingeniero, que es usted muy organizado pero a mí no me gustan las cosas así, prefiero la espontaneidad…

--Mi vida es de lo más espontánea señorita Ingeniera, usted debería tratar…

--¿Con usted? – me cortó sin dejarme terminar mi frase – no gracias, no tengo buenas referencias suyas.

--¿Habla por experiencia? – sonreí con ironía.

--Tal vez…

--Las cosas evolucionan y cambian, la vida misma cambia – afirmé.

--Entonces quizás debería volver a intentarlo…

--Ahh va usted a disfrutarlo mucho, le presentaré a unos amigos que…

--¿No comprobaré con usted su propia teoría? – abrió los ojos desmesuradamente.

--Me temo que eso no será posible, deberá usted confiar en mi palabra ya que he cambiado tanto, que soy cien por ciento monógamo – le di otra gran mordida a mi hamburguesa y Nadia solo me observaba intentando disimular una sonrisa con la ceja levantada.

***

Una noche, llegué a casa ya muy tarde y después de encontrar a Bella durmiendo otra vez completamente vestida en un sillón del salón, no pude aguantar mi enojo y llamé a Jimmy sin importarme la hora.

--Edward, no son horas – refunfuñó.

--Solo te aviso que mañana Bella se tomará el día – dije cortante – necesita descansar.

--Sabes que no puede, tiene una agenda que cumplir – chilló.

--¿Una agenda? Está agotada Jimmy, ¡se queda dormida de pie! – Grité – son demasiadas clases solo para que camine por una pasarela ¡Por Dios!

--Pues yo no quiero que mi chica sea una inculta e ignorante – me rebatió – no quiero que empiece a aventarle celulares a la cara a las personas para disfrazar su ignorancia… ¡Mi chica no será otra Naomi!

--Pues mi mujer no caerá desmayada por agotamiento extremo e inanición, ¡Medita eso Jimmy! – gruñí – ¡Que duermas bien!

Después de cortar la llamada, cargué a Bella y la llevé a nuestra habitación; con cuidado empecé a desvestirla, no quería despertarla. De verdad creía haber sido muy paciente y me había mordido la lengua para no opinar en nada de su trabajo, pero ¡ya no podía! Estaba tan cansada que prefería dormir en lugar de comer y con tanto ejercicio, ya había perdido varios kilos y se le notaba mucho. ¿Cómo podría quedarme tan tranquilo cuando eso ya rayaba en la exageración?

Le quité las zapatillas, el body, las mallas y la dejé solo con esos insultos de bragas que usaba y le puse como pude una camiseta; después de darle un masaje con una pomada en los pies ampollados por en ballet, los cubrí con unos calcetines y la abracé para darle calor. Bella ni siquiera se dio cuenta de todo aquello. ¡Carajo! Estaba furioso…

A la mañana siguiente, antes de que el despertador sonara, Jimmy llamó y salí de la cama para contestar fuera de la habitación. Había cambiado toda la agenda de Bella tomando en cuenta todo lo que le había dicho. Ya no tendría tantas clases extenuantes y contaría con algunas horas libres al día; también me prometió encargarse de que se alimentara mejor y que descansara más. Me alegraba que hubiera recapacitado; si algo admiraba de él era su objetividad y no me había equivocado, reconocía con humildad sus errores y siempre estaba dispuesto a rectificarlos, por eso confiaba en él… siempre que me hiciera caso.


Y lo había cumplido. Las semanas anteriores a su viaje a París, el entrenamiento se había suavizado y Bella había recuperado su semblante sano y descansado. Tomó suficientes masajes relajantes y mil y un tratamientos que decía Jimmy eran lo último para estar súper nice, en conclusión, mi niña Bella estaba increíble y más que lista para desfilar con su firma.

Bella, Jimmy y Ángela, que no se iba a perder ese evento por nada, viajaron a París desde una semana antes para ensayos y pruebas del vestuario. Rose también desfilaría pero ella y Jane llegarían un día antes junto con Emmett, Charlie, Reneé, Esme y yo. Alice desfilaría en Nueva York y Jasper no se movería de su lado.

Todo marchaba muy bien según Jimmy y yo le creía. Bella se veía bastante tranquila afortunadamente porque yo estaba que me volvía loco de los nervios y ansioso por haber estado solo una semana. Había sido un martirio pero estaba soportándolo estoicamente porque sabía que se trataba de los sueños y la vida de mi Bella.

Al llegar a París, prácticamente hice que el conductor del taxi volara hacia el hotel, en el que no la encontraría por estar trabajando, lo que hizo que mi excitación se incrementara. Me di un baño caliente para relajarme y como no me funcionó, tomé algunas cuantas botellitas de whisky del servibar. Eso si me funcionó.

--¡Edward! ¡Cielo! – me pareció escuchar su voz - ¿Dónde estás?

Me había quedado dormido gracias a las 5 botellitas que me había tomado – ¿Bella? – balbuceé.

--¡Mi amor! – y saltó sobre mí quedando a horcajadas – te he extrañado mucho – dijo mientras me besaba eufórica y yo le respondía – ¿Whisky? – intuyó no muy contenta alejándose un poco de mí.

--Ven aquí – tomé sus brazos y la atraje hacia mí – no te alejes.

--No pensaba hacerlo – dijo mientras se deshacía de su blusa y yo bajaba su pantalón de yoga; ambos estábamos desesperados y necesitábamos sentirnos con urgencia.

Desnudé su cuerpo y me maravillé al verlo, nunca me cansaría de admirarla. Era tan hermosa… su glorioso cuerpo sobre el mío moviendo sus caderas incitándome a poseerla me estaba volviendo loco; Isabella no estaba siendo consiente de cómo me tenía, de mi desesperación. Ella besaba lentamente mi pecho y mis manos arriba sobre mi cabeza eran presas de las suyas, no quería que me moviera y yo me dejaría hacer lo que ella quisiera, ¡Carajo si! Lo estaba disfrutando, así que cuando una tetilla mía fue atrapada por su boca gemí en respuesta y levanté mi pelvis como lo hacía ella cuando era yo quien devoraba ese par de hermosuras que eran solo mías.

--Paciencia cielo – murmuraba con una de mis tetillas entre sus dientes provocándome la más gloriosa de las torturas – tenemos tiempo…

¡Oh si! Estaba siendo víctima de mis propios actos; ahora comprendía perfectamente cómo se sentía Isabella cuando clamaba por que terminara con ese delicioso suplicio, pero así como yo siempre ignoraba sus súplicas, las mías de igual forma eran dejadas a un lado para seguir con ese lenta agonía. Bella succionaba fuertemente mis tetillas, las chupaba, las mordía, pasaba su lengua sobre y alrededor de ellas, con suavidad a veces y con un poco de rudeza también, mi pequeña había aprendido muy bien y estaba orgulloso porque me devolvía las caricias sorprendiéndome muy gratamente mientras sus caderas se balanceaban sobre las mías de atrás hacia delante impidiéndome pensar con claridad.

--Así Edward – decía con su voz sensual – déjate llevar…

--Por favor Bella…

--¿Por favor?

Su risa erótica llenó la habitación mientras rogaba porque me concediera el placer de llenar su cuerpo con el mío.

--¿Por favor qué, Edward? – se burlaba de mí, de mi sufrimiento y yo sólo quería paz para mi cuerpo dolorido de ansiedad.

--Bella, te necesito ya…

--Mmm no lo creo – dijo mientras bajaba su cuerpo hasta llegar a mis caderas y yo me movía con impaciencia - ¡No te muevas!

¡Dios! Había creado un monstruo el cual me haría sufrir hasta arrastrarme rogando por su clemencia. Sus labios besaron mi vientre en su descenso, dejando un rastro de humedad hasta que alcanzó su objetivo. Jadeé con fuerza cuando mi miembro fue capturado por su boca… sus hábiles manos lo sostenían al igual que mis testículos que eran masajeados suavemente mientras Bella me succionaba. Su lengua jugaba con la punta de mi pene con movimientos envolventes y luego me volvía a succionar… me estaba matando lentamente. Apretaba mis ojos y mi cara reflejaba una mueca de ¿dolor? Si, un placentero dolor que estaba siendo cada vez más insoportable. Sus dientes suavemente bajaban por mi miembro endurecido a más no poder; Bella también gemía mientras me prodigaba tales caricias y estaba tan excitado que ya no podía pensar coherentemente, la necesitaba con desesperación y ella solo estaba jugando conmigo. Un intenso latigazo se disparó en mi vientre llegando a mis testículos tensándolos más, en un claro aviso de mi próximo orgasmo.

--Amor – apenas pude decir – te lo suplico…

--¿Mmhhmm? – fue todo lo que pudo responderme por haber incrementado la velocidad con la que introducía y sacaba mi miembro de su boca. No iba a aguantar mucho más y al parecer ella también lo sabía porque sus manos oprimían la base de mi pene al mismo tiempo que lo sentía chocar con su garganta.

--¡Bella! – grité su nombre advirtiéndole y aumentó sus movimientos – Bella…

Al sentirme explotar en su boca, succionó más llevándome a la semi inconciencia, haciéndome disfrutar de un orgasmo tan intenso que no era capaz de moverme y mucho menos cuando su boca seguía exigiendo beber de mi cuerpo…

Ella solo me soltó cuando notó que mi cuerpo no dejaba de temblar, se estiró como gatita traviesa, orgullosa de su poder sobre mí, y se dejó caer sobre mi pecho, besándolo con extrema dulzura.

--Te extrañé cielo – se frotó en mi torso.

--¡Dios Bella! ¡Yo también!

***

BELLA’S POV


Me moví en la cama buscando pegarme más al cuerpo de Edward. Hacía eso muchas veces durante toda la noche, enredaba mis piernas entre las suyas y descansaba mi mejilla en su pecho, si es que él no me tenía abrazada por detrás con su brazo alrededor de mi cintura. Estábamos tan acostumbrados uno al otro que ni dormidos podíamos estar separados.

El había llegado con parte de nuestra familia esa tarde y me hubiera gustado estar esperándolo en nuestra habitación pero entre los ensayos, las fotos personales que Karl tomaba antes de cada uno de sus desfiles, pruebas de vestuario, de maquillaje y peinado y mil cosas más, me fue imposible. Así que cuando estuve libre, corrí para verlo.

--¡Edward! ¡Cielo! ¿Dónde estás? - y cual fue mi sorpresa al encontrarlo dormido.

Extendido cuan largo era en toda la cama, con una toalla en las caderas solamente, dejándome admirar su esculpido cuerpo; su cobrizo pelo revuelto, suave, y esas cejas tan pobladas que levantaba repetidamente cuando estaba contento o me jugaba alguna broma…

--¿Bella? – escuchar su voz solo bastó para que me lanzara sobre él y lo besara; no me detuve al sentir en su boca el sabor de las botellitas de whisky que se había tomado, al contrario, aproveché su estado relajado y mi condición muy alerta para consentirlo un poco y de paso, hacerlo sufrir y vaya que si lo había disfrutado… me encantaba saber que solo yo, podía causarle tal reacción.


Después de ese pequeño encuentro que me había elevado la autoestima muchas rayitas, me di un baño y nos vestimos para bajar a cenar. No fue nada formal, solo queríamos estar tranquilos platicando un rato con nuestras familias. Tenía tanto tiempo que no veía a mi padre que estaba impaciente por abrazarlo, por lo que solo me puse unos jeans, una camiseta y un hoodie ligero, me hice una coleta y arrastré a Edward abajo.

--¡Papá! – le gritaba mientras corría hacia él - ¡Papá! – duramos un buen rato abrazados. Lo había extrañado tanto que no podía contener mi emoción por tenerlo conmigo acompañándome en algo que significaba mucho para mí.

--Te ves muy bien Bella – me felicitó – me pregunto si todo se lo debo agradecer a Diego o a alguien más… - me guiñó un ojo.

--Pues yo todo te lo debo a ti – pase mi mano por su mejilla – por ti Edward está conmigo ahora y soy muy feliz papá, muchas gracias – lo abracé.

--Ese chico te quiere, ¿Lo sabes verdad?

--Lo sé, me quiere tanto como yo a él – le sonreí.

Nuestra cena familiar estuvo de lo más agradable; Emmett, Charlie y Edward platicaban de deportes y de pesca y las mujeres y Choo, del desfile del día siguiente y de lo ajetreadas que estaríamos durante todo el día. Antes de las 11 de la noche, ya nos despedíamos y nos íbamos a nuestras habitaciones a descansar, ya que tanto Rosalie como yo, teníamos que levantarnos temprano para que nos llevaran al Grand Palais, donde se realizaban la mayoría de los desfiles de Chanel, para los últimos ajustes de los diseños que usaríamos.

Mi teléfono sonó un poco antes de las 6 de la mañana; me levanté para darme una ducha rápida, vestirme y estar lista para salir rumbo a mi gran día. Traté de no hacer ruido para no despertar a Edward y cuando ya estaba por salir, oí su ronca voz reclamarme…

--¿Te pensabas ir sin despedirte? – salió de la cama y caminó hacia mi completamente desnudo - ¿Te ibas sin mi beso de la suerte? – se pegó a mis espaldas y sentí su cálido aliento en mi nuca.

--No quería despertarte, es muy temprano, sigue descansando – me giré – anda, dame mi beso y vuelve a la cama.

--Mucha suerte amor – me besó – recuerda que te haz esforzado mucho para esto, disfrútalo Isabella y recuerda que te amo.

--Y yo a ti Edward – lo besé una última vez y salí rápido de ahí o nunca me iría.

***

Llegamos al Grand Palais y nos instalamos en nuestro camerino. Generalmente solo gozaban de ese privilegio las chicas que tenían algún contrato con la firma o alguna consentida de Lagerfeld y yo, contaba con ambas distinciones. Yo no recordaba al maestro, como todos lo llamaban, pero supuse que nuestra relación iba más allá que solo lo laboral porque cuando me vio y me abrazó, lo sentí tan sincero que sus palabras de bienvenida y de apoyo, me estremecieron. Era un buen tipo a pesar de lo que todo el mundo se quejara de su dureza.

Rose compartía el camerino conmigo y eso me hizo sentir menos sola ya que tanto Ángela como Lagerfeld, acordaron que yo tuviera el menor contacto posible tanto con las personas de la producción, como con las otras chicas. Al principio no me agradó pero luego entendí las razones de los dos. Ese era un medio muy frío y ventajista y no pasaría ni un rato antes de que alguien quisiera vender algún dato mío como primicia del evento, y si ellos no confiaban en nadie, yo si tenía que confiar en ellos.


Después de instalarnos, Choo y yo hicimos mi recorrido por última vez antes del desfile. No era una pasarela común pero ninguna de Lagerfeld lo era. Se había construido una enorme estructura en redondo y elevada un par de metros del suelo. Arriba, en el escenario, un gigantesco león imperial dorado era el centro de atracción. Su pata delantera izquierda descansaba sobre una gran perla blanca, por ahí saldríamos las modelos al escenario, era una especie de “Caballo de Troya” de la moda donde las mujeres, con el poder que les daba usar un hermoso diseño salían dispuestas a conquistar al mundo.

Conté de nuevo la cantidad de pasos aproximados entre mi camerino y las angostísimas escaleras de caracol por las que todas subiríamos para salir a desfilar, ubiqué los puntos donde estarían todos los fotógrafos y las cámaras que filmarían el evento así como también el lugar donde estaría Edward y toda nuestra familia.

Con todos mis cambios listos junto con los accesorios en mi colgador y después de comer algo, pudimos relajarnos. Rose bromeaba con Jimmy y Jane estaba pendiente de todo lo que se decía en los pasillos, que no era nada de importancia. Tres horas antes del desfile, comenzaron a arreglarme, ¿Por qué se tomaban tanto tiempo para dejarme más pálida que un muerto con los labios muy rojos y el pelo como si acabara de despertarme? Lejos de molestarme, disfruté mucho de todo el proceso. Irónicamente, el ruido de los secadores y de docenas de personas hablando a mí alrededor, resultó relajante para mí; se acercaban, te tomaban fotos en cada parte del proceso y era divertido. Cuando estuve lista, regresé al camerino para vestirme con el primero de los 3 cambios que tendría esa tarde, Choo juraba que el maestro se había vuelto loco al darme tantos cambios, pero él decía que quería que todos vieran que Bella Swan, la viva imagen de Chanel, estaba de regreso y mejor que nunca.

Un clásico traje sastre de lana color camel con el cuello y la orilla del dobladillo en rojo vino y grandes botones en forma de las distintivas camelias de Chanel, fue mi primer diseño junto con las botas de piel corrugadas, también de color camel con las puntas negras. La falda arriba de mis rodillas y muy ceñida a mi cuerpo. Mis muñecas ataviadas con llamativas pulseras de muchas vueltas de cadenas con monedas, perlas, cuentas y todo tipo de colgantes en ellas. Mi pelo cuidadosamente dentro de la chaqueta recibía los últimos toques y ya estaba al pie de la escalera para que Jean Claude revisara que todo el atuendo estuviera perfecto para poder subir.


Yo abría el desfile y estar nerviosa era decir poco, por un lado no sentía los pies y por otro juraba que mis piernas temblaban tanto que no me sostendrían. Me sudaban las manos e instantáneamente recordé las palabras de Zafrina, mi maestra de modelaje que me decía que jamás debía desfilar con las manos cerradas o moviéndolas constantemente. Las soplé un par de veces y luego hice unas respiraciones como me había enseñado Félix en las clases de yoga y me concentré en mi actitud: seria y sin gestos, sin proyectar nada, literalmente era un maniquí andante.

--Bella, lista en 30 – fue mi aviso. Subí las escaleras y antes de salir, sentí que respiré por última vez.

--Bella 5, 4, 3, Go! – y se abrió la puerta para mí… salí al escenario redondo que fungía como pasarela y caminé hasta la orilla de este, apenas unos 10 pasos y un murmullo generalizado se dejó escuchar en el inmenso lugar. No me inmuté y conservé mi actitud indiferente mientras avanzaba alrededor del círculo deteniéndome en donde me habían indicado en los ensayos. No balanceé mucho mi cuerpo ni me moví de más, parecía una mujer fría pero muy segura de sí misma. No busqué a Edward con la mirada, él solo apareció en las gradas y tenía una expresión que no pude descifrar en los menos de 3 segundos que lo vi. Concluí mi primera ronda y bajé los escalones del escenario hacia el pasillo que me llevaba de vuelta a mi camerino. Jimmy y dos ayudantes me esperaban para ir quitándome la ropa para llegar y colocarme el siguiente cambio tan rápido como pudiéramos.

--¿Cómo estuve? – pregunté con la garganta seca.

--Bella… genial, vas muy bien – me animó Choo – no te desconcentres, quítate las botas.


Entre mil órdenes suyas logré deshacerme en menos de un minuto de la ropa y ponerme en otro minuto más el vestido de azul metalizado con un bordado en la parte superior y las botas a juego. Era un vestido extraño sin duda. Conservé los accesorios, retocaron mis labios y volví a subir la insegura escalera de caracol.

--Bella 5, 4, 3, Go! – seguí la misma ruta que la primera vez. Segura de mí y orgullosa del murmullo que de nuevo se escuchó al verme de nuevo desfilando. Me sentí mucho mejor esta segunda vez y ya pude disfrutar y tener conciencia de lo que estaba haciendo. Me gustaba esa sensación de euforia que sentía. Controlaba cada uno de mis movimientos y hasta mis respiraciones, era increíble… Edward estuvo de nuevo frente a mí, sonriendo con esa torcida mueca que sus labios hacían y que me enloquecía, lo estaba haciendo bien para haberme ganado ese premio. Bajé los escalones y me dirigí al pasillo por mi último cambio… el “diseño de novia”.


Antes de que Jimmy me lo pidiera, entre saltos, me quité las botas y la parte superior del vestido. Una ayudante bajó la cremallera y estuve libre de él. Con la misma rapidez, brinqué dentro de un blanco atuendo con bordados dorados. Me acomodaron el cuello alto y me puse las botas bordadas igual que el vestido mientras me hacían una coleta baja. Subí por última vez esa escalera y en la puerta de salida me encontré a mi pareja. Adam, un modelo que saldría con una cabeza de león. Absolutamente excéntrico. El chico tomó mi mano y salimos al escenario ya vacío. A mitad del recorrido, se detuvo y se quitó la cabeza de león, esos segundos los aproveché para mirar a Edward que me observaba serio. Con un apretón en la mano, Adam me indicó que debíamos continuar hasta emparejarnos con Lagerfeld que ya había salido para agradecer al público. Lo seguimos hasta bajar al pasillo y escuchamos los aplausos como reconocimiento a su trabajo. Avancé un poco más y Karl me abrazó feliz. En ese momento permití que toda la tensión del desfile de 25 minutos, desapareciera de mis espaldas.

Jimmy casi me cargó hacia el camerino donde Rose ya se cambiaba y al vernos llegar, corrió por una botella de agua.

--Bella, ¿Estás bien? – se preocupó – estás helada.

--Son los nervios Rose, estará bien en unos minutos – aseguró Choo mientras ayudaba a desvestirme - ¿Si estarás bien verdad? – me preguntó dudoso.

--Si Jimmy, solo quítame esto – le pedí – siento que me ahoga – me sentí mucho mejor después de darle varios tragos a una lata helada de coca-cola que me había dado Jane. Ya con calma, comencé a vestirme, esa noche usaría un vestido muy corto negro y amplio, con muchas perlas y cadenas finas colgando al frente, pulseras rígidas en dorado viejo, zapatos con el empeine transparente y el pequeño bolso de charol negro, todo de Chanel por supuesto para asistir a la fiesta que ofrecía Karl y a la cual todos querían asistir. Con una rapidez impresionante, Choo recogió todas nuestras cosas y las metió en una maleta. Se sentó junto a mí y me dijo…

--Ahora viene la parte tediosa – frunció el ceño – tienes que salir y dar algunas pequeñas entrevistas junto a Lagerfeld y posar unos minutos, después podremos irnos. Te esperan en 5 minutos arriba.

¡Dios! creí que todo había terminado pero estaba muy equivocada. Para mí, faltaba la peor parte. Pero yo podía hacerlo porque sabía bien como lidiar con todos los periodistas y sus preguntas capciosas. Yo podía.

Arriba, me reuní con Karl que me recibió fascinado.


--¿Cómo no estar enamorado de Bella si es la personificación de esta firma? Véanla, ella grita Chanel a cada paso que da. Ella es por mucho, mi mejor modelo…

“—Bella, ¿Cómo te sentiste al estar de vuelta?—“ escuché la primer pregunta.

--De maravilla, disfruté cada minuto… - posé y les sonreí a todos los lentes frente a mí.

“--¿Es verdad que tienes amnesia a consecuencia del accidente Bella?—“ y llegó el primer gancho al hígado.

--Si, es verdad… - admití y se hizo un incómodo silencio durante unos segundos.

“--¿Te quedarás así para siempre?—“

--No, iré recordando todo poco a poco – comencé a sentirme agobiada – y me concentraré en mi trabajo y en mi familia mientras eso sucede – continué con una gran sonrisa, no dándoles pie para más preguntas.

“--¿Sigues tu romance con Edward Cullen, Bella?—“ ya se había tardado en llegar esa pregunta.

--Si, seguimos juntos y muy felices – apunté y se dieron por vencidos conmigo. Continuaron entrevistando a Karl y al cabo de unos minutos, por fin, todo acabó o al menos eso creí.

--Bella Swan – dijo una mujer excesivamente delgada y con un peinado muy peculiar, como si usara una peluca lacia, corta y con un flequillo raro – Que extraña me siento presentándome contigo de nuevo – Anna Wintour, editora general de Vogue USA.

--Es de nuevo un placer – le sonreí amigablemente. Ángela y Jimmy me habían aleccionado sobre quienes eran las cartas fuertes en ese juego y ella, era un “as”.

--Bella, Bella, no sé como lo haces pero cada vez estás mejor – apretó mi brazo – me comunicaré con Ángela, quiero hacer algo contigo y con Cullen, estarán maravillosos, lo presiento.

--No puedo hablar por Edward pero estoy segura de que a mí me encantará – dije estando segura de lo que decía, Edward lo odiaría.

--No te preocupes por él querida, me caracterizo por ser muy persuasiva y obtener siempre lo que quiero – me guiñó un ojo – eso déjamelo a mí.

La mujer se despidió y siguió una larga fila de personas que esperaban solo para saludarme. Algunas eran cartas fuertes y se detenían más tiempo para hablar conmigo. Casi todos querían que trabajara para ellos y Ángela y Jimmy ya bailaban en un pie de alegría a la vez que otra mujer se acercaba.

--Bella, Glenda Bailey, soy la editora en jefe de Harper’s Bazaar – besó mis dos mejillas – es un gusto verlos juntos – dirigió su mirada a Edward y me sonrió – y así los quiero para mi revista, será una edición especial.

--Veo que todos quieren eso esta noche – le expresé – pero no sé si pueda ser posible.

--Estoy segura de que todos vamos sobre el mismo objetivo, pero créeme que solo yo podré salirme con la mía, ¿Verdad Ángela? – mi pobre amiga casi giró los ojos y no respondió nada. Glenda Bailey se despidió y yo busqué a Edward recorriendo con los ojos el lugar.


El estaba junto a una de las patas traseras del león dorado y platicaba muy alegre y despreocupado con una chica de vestido blanco y una cinta roja en la cintura. Un calor desconocido y ardiente subió desde mi estómago hasta mi garganta. Como si le hubiera llamado a gritos, Edward giró y me miró. Su sonrisa y alegría se congelaron al instante; le dio un par de besos en las mejillas a la chica que después de mirarlo anonadada, se dignó a regalarme la más falsa de las sonrisas que desde luego le contesté fingiendo una naturalidad que daba miedo.

--Amor – Edward se acercó rodeando mi cintura y besándome ligeramente mientras algunos flashes se disparaban – estuviste perfecta… Felicidades.

Me abracé a él pero no sabía en reacción a qué, si era en respuesta a que mi regreso había sido mucho más exitoso de lo que esperábamos y estaba muy emocionada o me aferraba a él porque no podía soportar la idea de que pudiera sentirse atraído a cualquier otra mujer.

--¡Bella! – mi madre y Esme gritaron al mismo tiempo y me abrazaron cuando Edward me soltó. Charlie, emocionado y feliz, hizo lo mismo al igual que Emmett que se abstuvo de levantarme del piso por advertencia de Edward.

--¿Listas? – nos apuró Jimmy para irnos y llegar a tiempo a la fiesta. Subimos a la limusina que nos esperaba y Edward me abrazó atrayéndome a él. Durante el trayecto, besaba mi mano, mi mejilla y mi coronilla. Trazaba círculos en mi cintura provocándome ligeros estremecimientos pero yo aún cerraba los ojos y veía a un entusiasta Edward platicando con esa mujer. No sabía porqué estaba respondiendo así, ¿No confiaba en él?

Al bajarnos de la limusina, de nuevo la miríada de reporteros y fotógrafos atrapaban a todos los que llegábamos al lugar y desde luego, esperaban por nosotros. Llovieron cientos de disparos de las cámaras así como las preguntas más tontas que hubiera escuchado, pero no nos detuvimos a responder ninguna de ellas, aunque sí posamos un par de minutos solamente. Edward nunca dejó de rodear mi cintura en un gesto sobre protector pero tuvo que soltar su agarre debido a que éramos detenidos constantemente para saludarnos.

Mi madre y Esme estaban felices y Charlie algo perdido. El nunca salía a fiestas y podía ver que estaba algo incómodo hasta que Jimmy se lo llevó para presentarle a medio mundo de la moda. El lugar estaba a reventar así que estaría entretenido un buen rato.

--¿Te sientes bien, Bella? – Edward me preguntó al oído. Asentí sin mirarlo – ¿Qué quieres tomar?

--Champagne – contesté inmediatamente al ver pasar a un mesero con una bandeja llena de copas y antes de que pudiera darme cuenta tenía una entre mis manos.

--¡Salud, Isabella! – chocó su copa con la mía – salud por tu exitosa reaparición amor – le sonreí tímidamente y tomé del líquido como si fuera agua.

Estuvimos bastante tiempo en la fiesta pero más que disfrutando, yo seguía trabajando haciendo relaciones públicas. Ángela me presentaba a mucha gente y yo olvidaba sus nombres casi al instante. Karl constantemente me llamaba para alguna foto o para que conociera a alguien importante y no platicábamos ni 2 minutos cuando otra personalidad del medio ya estaba frente a mí. ¿Cómo podía con todo eso antes?

--¿Qué pasa, Bella? – Edward me preguntó al oído.

--Nada ¿por? – respondí indiferente.

--Te siento rara – contestó sin rodeos – no me dices nada. Si estás así por…

--No sé de qué hablas – lo corté - ¿No estarás cansado? – inquirí sarcástica.

--Sabes a qué me refiero Bella y no hay…

--Voy al tocador – volví a interrumpirlo, me levanté de la silla y él junto conmigo.

--Te acompaño – me tomó del brazo pero me zafé de él suavemente.

--No te preocupes, puedo ir sola.

--No irás sola a ninguna parte con ese minúsculo vestido.

--Está bien – levanté ligeramente los hombros restándole importancia y me guió hacia el baño.

Era verdad, estaba rara con él, mucho. Pero tenía una razón: la zorra esa que me retó con la mirada cuando estaba con él. Y yo estuviera tranquila y contenta si Edward la hubiera ignorado pero no fue así, él estaba muy a gusto con ella, por eso estaba enojada y muy celosa. ¿Y todavía me preguntaba qué me ocurría?

Al salir del tocador, Edward me esperaba en la puerta como fiel guardián. No podía creer que se pusiera así por un simple vestido corto si en las revistas que me dio Alice salía casi desnuda. ¿Qué le sucedía? ¿Por qué de repente se había vuelto tan posesivo?

De nuevo tomó mi brazo y caminábamos a nuestra mesa cuando una pareja joven se acercó a saludarlo y me escabullí aprovechando que platicaba entretenido con ellos. Necesitaba respirar un poco para que se me bajara el enojo. Busqué con la mirada y vi unas grandes puertas de cristal que llevaban a un jardín que emulaba una miniatura de los jardines de Versalles… simplemente divinos.

Avancé hacia ellos y me senté en una banca para admirar ese magnífico trabajo, iluminado todo exaltando su belleza. Aspiré varias veces llenando mis pulmones y dirigiendo la energía negativa fuera de mi cuerpo. Me enderecé haciendo espacio en mis pulmones para jalar más aire. Parecía que estaba funcionando... Necesitaba hablar con Edward de lo que me hacía sentir tan mal; yo no quería estar enojada con él ni ocultarle como me sentía y ni el motivo; teníamos que estar bien siempre.

--No puedo creerlo – una voz con acento extraño se escuchó detrás de mí – es Bella Swan ante mis ojos.

Giré con rapidez mi cabeza para ubicar al dueño de esa voz y cuando lo tuve muy cerca de mí, me estremecí.

--Hola Bella – extendió su mano para tomar la mía y llevarla a sus labios – por tu expresión, tendré que creer que es verdad lo que dicen y que no me recuerdas…


Lo miré perpleja varios segundos. Ese hombre era muy guapo y me conocía – es verdad – admití – no recuerdo algunas cosas – mi labio superior tembló un poco pero sonreí y admiré sus ojos, él también tenía los ojos verdes.

--Adoro ese toque inocente en ti, no lo haz perdido – se sentó junto a mí – es un enorme placer verte de nuevo, Soy Rashîd.

--Bella Swan – dije divertida y nos reímos.

--Me alegra verte tan bien – volvió a tomar mi mano – se dicen tantas cosas que es muy difícil saber si son ciertas o no – el ruido de la celebración hizo girar mi cabeza captando mí atención.

--¿Abrumada no es así? – hizo un ademán con las manos señalando a nuestro alrededor – es normal Bella, prácticamente todo esto es nuevo para ti… - y no se equivocaba.

--Pero no te preocupes, yo estoy aquí para ayudarte – se veía mucho más guapo cuando sonreía e instintivamente le respondí igual.

--Qué amable de tu parte Rashîd – me giré – pero eso no será necesario…

--Edward… - Rashîd lo conocía – le decía a Bella que la ayudaría a deshacerse de las malas compañías.

--Precisamente ese es mí trabajo – dijo molesto y me miró de arriba abajo cuando me puse de pie – que tengas una buena noche, Rashîd – me tomó del brazo con fuerza.

--Buenas noches… Bella, espero verte muy pronto – dijo con algo que muy bien pudo haber sido ironía.

--A-adiós – logré articular mientras era prácticamente arrastrada al interior del lugar. Mientras caminaba intentando no tropezar entre tanta gente, pude ver de reojo el rostro de Edward; tenía una expresión dura y fría y sus ojos me fulminaron al mirarme, su mandíbula tensa y sus fosas nasales dilatadas no dejaban duda… estaba furioso.

Al llegar a nuestra mesa, tomó mi abrigo y mi bolso; mis padres y Esme que platicaban animadamente con varias personas nos miraron confundidos y Edward, antes de que alguno de ellos pudiera decir algo, se adelantó.

--Nos vamos.


Fue todo lo que dijo mientras me sacaba del lugar sin darme siquiera una explicación. ¿Qué le sucedía? ¿Quién era ese hombre que apretaba mi brazo? ¿Dónde estaba mi Edward?

Subimos a la limusina y se sentó al otro extremo del asiento; estaba tan enojado que no me quería cerca de él. Una opresión llenó mi pecho y mis ojos comenzaron a nublarse; me giré hacia la ventana, lo último que quería era que me viera llorar por algo que yo misma no entendía. Me obligué a respirar y a recomponerme, yo podía controlarme...

Me extendió la mano para ayudarme a bajar y lo evité pero eso no pareció importarle porque una vez fuera del vehículo, volvió a apresar mi brazo mientras caminábamos a los ascensores. El no decía nada y yo tampoco lo haría aunque estuvieran quemándome por dentro las mil preguntas que necesitaban respuesta para que pudiera entender su actitud. El silencio se sentía densamente en el trayecto del ascensor. Entramos a la habitación y el portazo detrás de mí me hizo brincar. Me senté en la cama y escuché como aventaba su cartera y su teléfono sobre la mesa; se quitaba el saco toscamente dejándolo tirado en una silla cercana a la cama.

Al mismo tiempo que estaba pendiente de sus movimientos, me quitaba lentamente los zapatos y los accesorios que tenía puestos, los aretes y las pulseras. Busqué mi pijama y cuando salió del baño, entré para cambiarme y cerré la puerta con seguro. Frente al espejo suspiré y bajé los hombros, tenía un gran problema… no podía bajar sola la cremallera de mi vestido.

¡Carajo!

Me desmaquillé y realicé toda mi rutina, haciendo tiempo para que con mucha suerte, al salir lo encontrara ya dormido. Salí por fin del baño y nuestra habitación estaba vacía. Edward no estaba, se había ido dejándome sola. Un nudo se formó en la boca de mi estómago y la tristeza llegó a mis ojos. ¿Qué era lo que yo había hecho para que Edward estuviera así?

Ocultando mi tristeza con la ira, comencé a deshacer la cama para acostarme antes de que regresara, si es que planeaba hacerlo. Con coraje, tiré de las sábanas y me senté, tratando de nuevo de alcanzar la cremallera de mi vestido, jalándolo con furia.

--¿Necesitas ayuda con eso, Isabella? – preguntó mordaz, sobresaltándome. No volteé a mirarlo e hice como si no estuviera junto a mí – Bella, Bella, siempre tan orgullosa – de un salto, se colocó detrás de mí hincándose en la cama y bajando lentamente la cremallera. Me quedé inmóvil aguantando la respiración y cuando terminó, me moví rápidamente para separarme de él, pero me tomó por los hombros con fuerza.

--¿Por qué te alejas? ¿Vas a buscar a tu amiguito? – sentí su aliento en mi cuello.

--¿De qué hablas? – murmuré.

Me quitó el vestido pasándolo por mi cabeza y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sus manos rodearon mi cintura y me recostó en medio de la cama. Sus ojos escudriñaron todo mi cuerpo vestido únicamente con mis bragas y brassiere; había en ellos enojo y un deseo que me dio temor. Se puso a horcajadas sobre mí y yo sentía que mis propios ojos se me saldrían por abrirlos tan grandes ante la incertidumbre por lo que sucedería. Mi respiración se agitaba conforme pasaban los segundos mientras que con excesiva calma, sus dedos comenzaron a acariciar mi cuerpo… mi cuello fue quien primero recibió su contacto y con la misma calma bajaron a mi pecho tocando solo la orilla de la tela que cubría mis senos que respondieron a él poniéndose rígidos tan solo con sentirlo cerca de ellos.

--¿Cuántas veces tengo que decírtelo Isabella? – dijo despacio – Tu eres mía, ¿No te das cuenta?

Me moví intentando escapar aunque sabía que eso jamás sería posible. Edward se inclinó y con sus labios, fue dejando besos por toda la piel donde estuvieron sus dedos momentos antes, haciendo que involuntariamente arqueara mi cuerpo.

--¿Lo ves, amor?

Su voz se tornó ronca pero dulce. Sin darme oportunidad de nada, me levantó un poco desabrochando mi brassiere y dejando libres mis senos que en el acto fueron cubiertos por su boca, uno a la vez. Edward me tocaba suave, tierno y yo me deshacía ante lo que me causaban sus caricias. Sentía como atrapaba mis pezones erectos entre sus labios, los jalaba con cuidado, los mordía y los succionaba como si quisiera extraer algún elixir divino mientras yo me abandonaba a todas las sensaciones que me provocaba. Sus manos bajaron por mis costados y encontraron las orillas de mis bragas en mis caderas, las bajó ansioso y con prisa, él también se despojó de la poca ropa que tenía encima. Se acostó de nuevo junto a mí y pasó una mano por mi entrepierna internándola en mis pliegues.

--No – susurré, pero al sentir como introducía un dedo en mí, jadeé sin poder contenerme.

--¿No? Si quieres que me detenga pídemelo – bombeaba dentro de mí – hazlo Isabella, solo vuelve a decirme que no – dijo mientras respiraba en mi cuello.

Incapaz de negarme, me rendí ante todo lo que él quisiera hacer conmigo y cuando después de unos segundos estuvo seguro que no me negaría, se acomodó entre mis piernas y ubicó su duro miembro en mi entrada incitándome solo rozándome con la punta.

--Jamás podrás negar que me perteneces Bella, ¡Jamás!

Y con esa última palabra embistió contra mi cuerpo, llenándome de él. Otro jadeo escapó de mi garganta junto con todo el aire de mis pulmones. Me costaba mucho respirar debido a la fuerza de las embestidas que estaba recibiendo de él. Edward tenía razón, mi cuerpo, mi alma y mi corazón eran suyos; no tenían voluntad porque estaban sujetos a él, a lo que deseara conmigo y para mí, lo amaba y por eso sucumbía a todo el placer que pudiera darme, a las caricias, los besos y los orgasmos como el que comenzaba a levantarse en mi vientre con cada arremetida que me daba.


--Bella, Bella – repetía mi nombre entre gemidos y jadeos y yo sentía que estaba cada vez más cerca. A esas alturas yo ya debería estar rogando por más, suplicando por que tuviera piedad de mi débil cuerpo, necesitando llegar al éxtasis de su mano, pero las palabras no salían de mi boca debido a la sorpresa por como me estaba haciendo suya, que más bien era satisfacer su necesidad que hacerme el amor, a pesar de que mi cuerpo opinara lo contrario.

El torbellino en mi vientre era inminente y crecía con rapidez, tensándolo y cerrándome alrededor de su miembro.

--¡Aún no! – me ordenó – ¡Aún no!

Pero no estaba en condiciones de cooperar, mi cuerpo tampoco me lo permitiría porque ya estaba dominada por el orgasmo que estallaba ya dentro de mí, violento, aniquilante, desmadejándome y dejándome rendida ante él, que continuaba sus arremetidas en busca del suyo, el cual no se hizo esperar inundándome y llenándome de su calor, para después desplomarse sobre mí.

Tanto su respiración como la mía tardaron en recuperar su ritmo normal y apenas él lo consiguió salió de mí, acostándose a mi lado. Permanecimos sin decir nada y en cuanto pude estar segura de que mis piernas no me fallarían, me levanté lentamente y me encerré en el baño. Me refresqué y salí con indiferencia a la habitación. Edward estaba sobre su costado y me observaba mientras me ponía mi ropa interior y la pijama. Abrí el clóset y tomé una almohada junto con una manta y me dirigí al pequeño salón de la habitación.

--¿Qué haces? – sonó titubeante pero no le respondí – ¿Isabella? – insistió pero me mantuve callada.

--¿A dónde crees que vas? – preguntó levantando la voz, incrédulo – ¡Isabella! – gritó y le respondí en el mismo tono…

--¡A dormir al sofá!*



*



*



*

Gracias PattinsonWorld.

8 comentarios:

joli cullen dijo...

XD ME MUERO ESTE EDWARD ES UN TONTO
EL LE HIZO LO MISMO Y LE HACE TODO ESO XD ESTE HOMBRE ESPERA QUE BELLA LO DESARME DE TODASLAS MANERAS
QUIEOR MASSSSS
MIL GRACIAS POR ACT

Diyo dijo...

Ya empezaron los celos....
es increible como te ciegan estos, Edward deberia confiar mas en Bella, se podria decir que ella estuvo 21 años sin sexo, y estando dentro de ese ambiente y si no lo hizo antes porque va a hacerlo ahora que lo tiene a el... en fin veamos que pasa.
Ah y esa Nadia... ayyyy como la odio es una lanzada y el otro mas ciego, donde quedo toda su experiencia con las mujeres, que no sea tonto, en fin veamos que pasa mas adelante. Besos

RominitsV dijo...

jajaja los celos hicieron acto de presencia! por favor que se arreglen luego, las reconciliaciones son las mejores jajaja. Gracias por el capitulo!!!

CRIS dijo...

yo quiero un cumpleaños así!!!!! que maravilloso capítulo, ha sido uno de los mejores, lo juro!!!!
y ya empezamos con os celos de nuevo, espero que ahora se hablen de lo que piensan cada uno y hayan aprendido a comunicarse y no esconderse nada y querer saber lo que te quiera decir tu pareja, esto va por Bella; bueno ahora están peleados porque peleas las hemos tenido todos, pero después tiene que haber una gran reconciliación, pero eso sí, aclarando todo tanto los celos de uno como los celos y posesividad del otro.


besos

megavladix dijo...

si amiga como te habia dicho los celos han hecho de el un iracional sin darse cuenta realmente que ella confia en el pero como el amor los clos no vuelve ciego pero la cosas que decimos y hacemos ciego de los celos hace que lastimemos a las personas por mucho amor que le tengamos y las imagenes estan increibles todo por eso megusta mucho leer tu historia por que tratas de darle vida asi que te felicito y no leemos hasta el proximo capitulo.besos

KATRICIACRUZ

Roma dijo...

que fuerte, que fuerte, que fuerte!!gracias por el capi, Li, estuvo buenísimo!!!

yolanda dijo...

Q HISTORIA TAN PRECIOSA...DESCUBRI ESTE BLOG RECIENTEMENTE Y EN TRES DÍAS E LEÍDO TODOS LOS CAPI..M ENCANTA LOS DIALOGOS Y COMO DESPUÉS DE TODO LOS CAPI Q LLEVAMOS NO PIERDE INTESIDAD LA HISTORIA AL CONTRARIO TE DEJA DESENDO LEER MAS Y MAS..BRILLANTE..ESTE CAPI M A ENCANTADO SOLBRE TODO LA PART FINAL Q EDWARD HAYA VISTO A BELLA CON EL GUAPISIMO PRINCIPE Y EL SUBIDON D CELOS Q LE A DADO A EDWARD M A ENCANTADO XQ A MI TAMBIÉN M A MOLESTADO Q HABLASE CON LA MOD DEL LAZO ROJO TAN ALEGREMENTE Y LUEGO¿BELLA NO PUEDE?¡JA! Q PRUEBE UN POCO D SU MEDICINA Y VEA LO Q MOLESTA Y MIRA Q AMOOO A EDWARD PERO AVECES EL TAMBIÉN TIENE Q LLEVARSE SUS SORPRESAS Y SUS MIEDOS... XQ COMO ODIE Q BESARA A IRINA AÚNX UNA BUENA CAUSA JAJAJA ES IRRACIONAL LO SE PERO M PUEDE JAJA Y BELLA TAN LEAL..X ESO M GUSTA Q AVECES SE LLEVE UN BUEN SUSTO...BUENO ENHORABUENA POR ESTE FIC TAN BRILLANTE Y OJALÁ PUBLIQUES LO ANTES POSIBLE XQ ESTOY ENGANCHADISIMA..ERES MUYYYY BUENA..UN BSAZO DESD ESPAÑA

dracullen dijo...

ahhhh aki vamos de nuevo edawrd!!! tenias ke volverla a cajetear!!! definitivamente no aprendes, espero ke bella lo castigue :D