lunes, 23 de agosto de 2010

CAPITULO 22

CAPITULO 22

--¿Y tú porqué creías que lloraba?, ¿Cuántas veces en tu vida te han desgarrado encima un Elie Saab?, ¡Dímelo!, ¡Dilo! – me puse de pie taconeando el piso histérica y tomando lo que quedaba del vestido entre mis manos, camine hacia el baño pero me di media vuelta antes de entrar.

--¡Esta me la vas a pagar Edward Cullen! – Dejé escapar con mis gritos todo el aire de mis pulmones - ¡Me la vas a pagar!

Entré al baño y cerré de un portazo. Me senté en una sillita y a tientas comencé a quitarme los zapatos. ¡Ni siquiera me dio tiempo para hacerlo! Los aventé por ahí y me puse de pie para mirarme en el enorme espejo que tenía frente a mí y lo que vi en el reflejo era digno de una sesión de fotos para la mejor revista del medio. Una deplorable imagen de mi cuerpo medio envuelto en jirones de tela, en lo que alguna vez fue uno de los vestidos mas bellos que había usado. Mostrando mi pecho desnudo entre la tela partida al igual que una de mis caderas y mis piernas rodeadas de pedazos de tela desgarrada. Lágrimas negras de rimel y delineador corriendo libremente por mis mejillas. Mis ojos hinchados y mis labios aún más. Mi pelo era una maraña y sólo un arete sobrevivía al feroz ataque a mi lindo vestido.


Comencé a deshacer el enredo de tela sobre mi cuerpo, poniendo con mucho cuidado, y no sabía ya para que, cada parte y pedazo de tela del vestido sobre la sillita. Quedé desnuda y me envolví en una toalla. Rescate mi arete, tome mi cepillo y despacio me fui desenredando poco a poco el pelo, haciéndome un chonguito cuando termine con la maraña aquella. Mojé un algodón con un caro desmaquillante, me lo pase por los ojos y después otro nuevo por todo mi rostro, me cepillé los dientes y finalmente me lave la cara, pero las lágrimas seguían corriendo por mis mejillas.

No tenía ninguna pijama en el baño, así que salí a mi closet por la puerta directa hacia éste, evitando encontrarme con Edward. Saque unas pantys de algodón, unos pantaloncitos largos con su blusita y unos calcetines. Me vestí y respiré hondo para salir a la habitación. Mi corazón dio un vuelco al encontrarla vacía pero me recupere al escuchar ruidos en la habitación de visitas. Rápidamente corrí hacia la cama, jalé las sábanas junto con el mullido edredón y me metí debajo, tratando de quedar lo mas en la orilla posible. Me acosté de lado y pegué mis rodillas a mi barbilla tanto como pude, haciéndome un ovillo pequeño, para darle la espalda. Me limpie las lágrimas con las manos y lo escuché entrar. Se quedó de pie y en silencio un momento, después se acostó cerca de mí.

Se acomodó detrás de mi y pude sentir su aliento rozando mi nuca, pero sin tocarme, cuando por fin hablo.

--Bella… – dijo con una suave voz aterciopelada – Isabella…

--Amor… – insistió y un dedo suyo comenzó a acariciar mi espalda casi imperceptiblemente pero no me moví y mucho menos salió palabra alguna de mi boca. Momentos después y sin obtener respuesta mía, su dedo me tocó con mayor presión y abarcando una superficie mayor de mi espalda, pero permanecí igual, quieta.

Diez minutos después aproximadamente, lo intentó de nuevo pero tampoco obtuvo ninguna respuesta - Isabella…


--¡De acuerdo! – dijo con firmeza acomodándose detrás de mi, pegando su pecho a mi espalda tanto como pudo, mis nalgas a su pelvis, descansando su barbilla en mi hombro y pasando un brazo sobre mi cintura buscando mi mano, entrelazando nuestros dedos, atrayéndome a él tanto como le era posible y una vez que me tuvo adherida a su cuerpo, me advirtió…

--¡He dormido solo toda mi vida y ahora que te tengo, no pienso volver a dormir sin ti entre mis brazos ni una sola noche más del resto de mi vida!, ¿Quedó claro? – Me dio un último apretón y se quedó tan quieto como yo - ¡Buenas noches!

“¡Dios mío!”… Edward…
En completo silencio lágrimas, ahora de felicidad y sorpresa por sus palabras, resbalaron hacia las sábanas.

No mucho tiempo después, su respiración se hizo acompasada y su pecho subía y bajaba suavemente contra mi espalda, ya había aflojado su abrazo y roncaba muy ligero en mi oído. Me arrullaba escucharlo. En minutos le seguí en el sueño.

***

Suspire. Lentamente y como todas las mañanas, comencé a moverme poquito a poquito. La blanca habitación estaba en penumbras aún gracias a las cortinas, ya debía ser algo tarde. Me desperecé estirando mis brazos sobre mi cabeza y mis piernas, haciendo mis pies en puntas, como en el ballet.

--¡Buenos días dormilona!

Unos fuertes brazos me rodearon cerrándose en mi cintura, por detrás. Sus labios recorrían mi cuello, mi nuca, la parte detrás de mi oreja y algo duro y grande tocaba mis nalgas.

--¡Edward! – intenté decir su nombre en un grito pero se quedó sólo en eso, en un intento, y por consiguiente, me ignoró prosiguiendo con sus caricias, abandonando mi cintura para subir sus manos a mis senos, masajeándolos en círculos, presionando suave contra mi pecho, sus pulgares tocando mis pezones, apretándolos, y gemí…

--¡Ahh! – mi voz estaba tan llena de deseo que me sorprendió que tan temprano pudiera sentir tantas ganas de él.

--Mmm veo que alguien se despertó con antojo de algo – rápido, bajo una de sus manos a mi entrepierna, tocando suave pero insistente, buscando entrar, presionando un poco más cada vez que lentamente le abría mis piernas. Mi respiración se agitó en un segundo y mi pecho se elevaba desesperado. Mi poca mente despejada se nubló de nuevo ante la sorpresa de sus caricias y movimientos. Sus manos paseaban rápido sobre mi cuerpo, mis senos, mis pezones, mi vientre, mi entrepierna, todas y cada una de las partes de mi cuerpo fueron tocadas con destreza por las manos de Edward, haciéndolo crecer y endurecer más, con el mismo deseo e intensidad que empezaba a consumirme esa mañana.

Gemía muy fuerte y sentía que me quemaba por dentro. Me moví buscando su contacto directo y empezó a quitarme la pijama, primero los pantaloncitos y vi que sus ojos se abrieron al encontrarse con unas no tan sexys pantys blancas pero no le importó y continuó con la blusita dejando mis senos al aire.

--¡Mis niñas! – y su boca se fue directo a un seno mío besándolo, lamiéndolo, excitándolo con su lengua sobre mi pezón en movimientos rápidos y lentos después, succionándolo en diferentes intensidades provocándome gemir, jadear y gritar su nombre.

--¡Edward!, ¡Oh por Dios!

Por un momento detuvo su tarea con sus niñas y se concentró en quitarme mis “sexys” pantys.

--Este es mi castigo, ¡Lo sé! – Dijo con dificultad – que mi mujer se cubra con mil prendas para hacerme más difícil tenerla.

Se deshizo por fin de la pequeña prenda de algodón y la aventó por ahí, dejándome desnuda pero él, aún tenía sus bóxers puestos así que lo miré y lo aventé con todas mis fuerzas sobre la cama.


--¡Cómo me gustaría arrancártelos!

--Espero que estés hablando de mis bóxers amor, si es así, ¡No te reprimas! – dijo burlón.

Y de un brinco me puse a horcajadas sobre el y sus bóxers dejando caer todo mi peso sobre su cuerpo dificultándole moverse. Sonrió como preguntándose que planeaba con eso pero lo sorprendí levantando ligeramente mi cuerpo apoyado en mis rodillas y metí mis manos por mi entrepierna, aprisionando su muy impresionante, grueso, duro, largo y despierto miembro, apretándolo…

--¡Bella! – Gritó muy fuerte haciendo una mueca de dolor pero dudé - ¡Si Bella, si!, ¡Ahh! – era de placer, un placer que sólo yo, le estaba dando. Abría y cerraba mis manos sobre él o sobre lo que podían abarcar mis manos y sus gemidos se hacían más fuertes cada vez. Lo estaba volviendo loco y ambos lo estábamos disfrutando.

--¡Ayúdame amor!, ¡Levántate un poco! – le pedí y me obedeció sin pensarlo. Levantó sus caderas y baje de inmediato sus bóxers dejándolo tan desnudo como yo. En esos breves segundos se recuperó y giró quedando mi espalda contra el colchón y su rostro muy cerca del mío. Se inclinó más y me besó, ambos estábamos desesperados, ansiosos, sedientos uno del otro, de nuestras caricias, de nuestros cuerpos, de nuestra pasión.

Sentí su lengua dentro de mi boca y por instinto ante ese dulce jugueteo de nuestras lenguas, alcé mis caderas contra él, ya quería tenerlo dentro de mí, lo necesitaba mucho. Su boca abandonó de pronto la mía y regreso hacia una de sus niñas continuando dónde había interrumpido sus caricias, succionando, lamiendo y ahora mordiendo mi seno y mi pezón fuertemente. No noté cuando bajó su otra mano a mi entrepierna. Sin miramientos y sin preámbulos dos de sus dedos se abrieron paso y se introdujeron en mí.

--¡Oh Por favor! – chillé.

--¿Qué te sucede Isabella? – Preguntó entre jadeos fingiendo inocencia - ¿Eh?

--¡Te lo suplico!, ¡Te lo suplico! – no sé aun cómo hilé dos frases seguidas, bueno, sólo una pero la repetí.

--¿Qué me suplicas amor? – movía sus dedos en círculos, los metía y sacaba, acariciaba mis paredes, ¡No me daba tregua!

--¡Te necesito dentro de mí ya! – me retorcí.

--¡Pero estoy dentro de ti ya amor! – ¡se burlaba de mi!

--¡Edward Cullen! – grité tan histérica como la noche anterior y sus dedos abandonaron mi cuerpo buscando bajo la almohada el pequeño paquetito negro, colocándose su contenido rápidamente.

--¡Mírame Isabella!, ¡Siempre mírame! – me ordenó y entró en mí de un duro empujón haciéndome gritar.

--¡Ahh Edwaard! - sus embistes eran lentos pero cargados de fuerza, me dejaban sin aire y realmente me costaba mucho recuperarlo, pero era tanto el placer que sentía con el dentro de mi cuerpo que no me importaba no respirar. El era mi aire, mi oxigeno, mi brisa, mi todo. Edward llenándome con su cuerpo era simplemente mi universo, era mi vida.

--¡Siiii! – logré gritar.

El clímax llegó a mi cuerpo y ahí ya no supe más de mí. El torbellino ahora convertido en un tornado gigante me elevó y me dejó caer sin compadecerse de mí, aventando mi cuerpo a un glorioso vacío que era interminable. Apretándose alrededor de el, cerrándose, ahogándolo.

--¡Ahgg! – jadeó sin sentido.

Su cuerpo sin fuerzas cayó sobre mí sólo unos segundos, pero no sentí su peso. Y apenas lo notó, me tomó en sus brazos girando conmigo dejándome sobre él descansando en su pecho. Estábamos exhaustos, jadeando agitados, intentando recuperar el calmado ritmo de nuestras respiraciones.

No sentí cuando salió de mí y me recostó junto a él, abrazándome y pegándome a su cuerpo. Así nos quedamos dormidos algunas horas más.

***

Como es costumbre, el teléfono me despertó.

--Hola – balbuceé.

--¡Bella, hija! – Era mi madre - ¿Te desperté?

--No… ¿¡Mamá!? – la sorpresa me despertó por completo. Intenté salir de la cama pero Edward me abrazó dando pequeños gemiditos, no podía moverme.

--¿Qué es ese ruido Bella? – preguntó curiosa.

--¡Oh, nada mamá! – Mentí – es la tele.

--¿Cómo te fue anoche? - ¿Quería que le contara en ese momento?

--¡Bien! – Seguí con mis balbuceos – todo estuvo muy bonito, todo muy lindo mamá.

--Si hija, me imagino, casi tan lindo como ese novio tuyo – me pilló - ¡Que guapo es Bella!

--¡Mamá!, ¿Dónde…?

--E.T. y Perez Hilton Bella, ¡Actualízate por Dios! – estaba casi tan contenta como yo.

--¡Oh, yo…! – no sabía que decir.

--No digas nada Bella, te conozco y no te voy a hacer sufrir con mis preguntas, el caso es que estoy enterada y ¡Me agrada! – Dijo feliz – ahora cuelga y abraza a ese hombre que esta junto a ti y dile que desde ya lo quiero. ¡Ah Bella!, sólo una cosa más – dijo despacio y seria – ¡Tienes que decirle a Charlie hoy!

¡Y que razón tenía! Si alguien de los chismosos del pueblo le decía antes que yo, no me lo perdonaría por mucho tiempo, y conociendo a las sobrinas de Sue, seguramente ya estaba perdida.

--Si mamá, no te preocupes, lo haré en un momento más – suspire – mamá… ¡Gracias!

--¡De nada Bella!, ¡Te quiero!, nos hablamos después – y colgó.

“¡Diablos!”

¿Cómo le diría a Charlie que Edward y yo éramos novios?

***

Edward me tenía atrapada con un brazo en mi cintura y una pierna entre las mías. ¿Cómo había acabado así? No tenia la mas remota idea, sólo necesitaba salir de ahí para hablar con Charlie pero ya. Con unas maniobras muy extrañas logre escapar de entre sus brazos tratando de no despertarlo pero fallé y estiró el brazo alcanzándome.

--¿A dónde vas amor? – dijo somnoliento.

--Tengo que hacer una llamada, no tardo, sigue durmiendo – contesté.

--Es domingo Bella, ¿A quién vas a llamar en domingo por amor de Dios? – me jalaba para regresarme junto a él a la cama.

--Tengo que hablar con mi padre ahora – respondí directa envolviéndome en una bata.

--¡Oh-oh!, ¿Tengo que preocuparme? – se sentó de golpe.

--No lo sé, ¿Tú que piensas? – dije sarcástica recordando la noche anterior.

--Dime tú – me miraba intentando no cerrar los ojos.

--Ya te enterarás – lo dejé preocupado y salí de la habitación. Me senté en un sillón del salón y marqué el número de mi padre.

--¡Hola Bells! – saludó alegre, aún no sabía nada.

--¡Hola papá! – También lo saludé contenta - ¿Cómo estás?

--Bien, te escucho… ¿rara? - ¡Ay Dios, era adivino!

--Eh, bueno, no exactamente – comencé a ponerme nerviosa.

--¿Qué sucede?, ¿Todo está bien hija? – ya estaba intrigado.

--¿Recuerdas que te dije que cuando tuvieras que enterarte de algo, te lo diría yo primero? – pregunté muy bajito.

--¿Es el tal Cullen, Bells?, ¿El cuñado de Rosalie? – su tono era muy neutral, no podía saber si estaba muy enojado o medio enojado, pero poco nunca.

--Si… - y esperé un despliegue de improperios que nunca llegó.

--¿Lo quieres?

--Si papá – contesté.

--¿Estás segura? – presionó.

--¡Totalmente! – respondí al instante.

--Isabella – suspiró profundamente – creo que durante estos seis años, tu madre y yo hemos confiado mucho en ti y no nos has defraudado. Has sabido comportarte a la altura y estamos muy orgullosos, sigue así Bella, pero eso si… – hizo una pausa - ¡Quiero conocerlo pronto!

--¿Papá? – Pregunté incrédula - ¿Cómo dijiste?

--Las relaciones de ahora son muy diferentes a como yo las viví, me cuesta mucho hacerme a la idea y mejor prefiero no pensar en eso, sólo déjame conocer al afortunado que se ganó el privilegio de que lo aceptes, ¡No te tardes Bella!, sólo eso.

--¡Claro que no! – dije feliz

--Cuídate mucho Isabella y ¡Ten juicio! – me advirtió.

--¡Si papá!, ¡Te quiero!, ¡Adiós!

No podía creerlo. Mi padre había aceptado sin chistar que yo, al fin, estuviera con alguien. ¡Dios! ¡Aún no podía creerlo!, ¡Pero era sensacional!

Ya pensaba en ir corriendo a contarle a Edward pero la verdad era que aún seguía enojada con él. Una cosa era el increíble sexo que habíamos tenido esa mañana y otra muy aparte, el ataque a mi vestido. Así que muy despacio entré a la habitación y comprobé que seguía dormido. Sin hacer ruido, me dirigí al baño para darme una larga ducha. Me metí bajo el chorro de agua y después de unos minutos debajo de él, me lavé el pelo y lo estaba enjuagando cuando abrió la puerta de la ducha.

--¿No pensabas que ibas a bañarte sola verdad? – preguntó en un tono tan sexy que quise sostenerme por si me fallaban las piernas. Lo miré de reojo y continué con mi pelo sin hacerle caso. No me iba a rendir tan fácil ante el “Dios del Sexo”.

Volvió a cerrar la puerta al quedarse sin alguna respuesta mía y tomé mi esponja para humedecerla y ponerle gel comenzándola a pasar por mis piernas tallando fuerte, enojada aún con él y conmigo también porque me dolía ignorarlo cuando entró a la ducha.

--¿Qué crees que estás haciendo Edward?

Me quitó de las manos la esponja y me tomó de la cintura con su otro brazo poniéndome de espaldas y pasando la espumosa esponja por mi espalda suavemente. Me moví pero era muy fuerte y me mantuvo de espaldas a él

--Dándome un baño contigo Bella – respondió muy normal mientras pasaba ahora la esponja por mis nalgas. Iba a protestar pero me quedé callada al sentir también sus dedos por mi piel. Relajé mi cuerpo conforme enjabonaba mis piernas y me giró quedando arrodillado frente a mí. Lavó mis pies y subió lentamente enjabonando una de sus manos, pasándola entre mis piernas con cuidado, sin pretender nada más. Se puso de pie y mi abdomen y mi pecho quedaron llenos de espuma pero aún no tocaba a sus “niñas”. Pasó a mis hombros, a mi cuello, a mis brazos y lavó alrededor de mis senos, muy suave.

--Isabella – dijo muy suave mientras movía sus manos.

--¿Si? – respondí en el mismo tono.

--Bella – hizo una pausa, dudoso de lo que me iba a decir – te prometo que jamás volveré a actuar como anoche, nunca más te trataré así, ¡Te lo juro!

Su voz era sincera y podía asegurarlo porque dejó de mover sus manos en mi cuerpo mientras hablaba y sus ojos me miraban suplicantes. Su cabeza estaba baja y sus hombros también.


--Edward yo… - suspiré – yo me asusté – dije al fin.

--Lo sé amor, soy un estúpido y sé muy bien que hice mal. Sólo te pido que me perdones, fue un mal momento y me dejé llevar, no contuve mis impulsos y te lastimé, te hice daño. No tengo excusas por mi comportamiento, sólo puedo decirte que no va a volver a ocurrir algo así, ¡Te lo prometo Bella!

Escuchar esas palabras tan honestas de Edward bloqueó mi mente. Tenía razón, tuvo un arranque violento y pudo haberme hecho daño, pero la verdad, me había gustado aunque en realidad, el susto me lo llevé cuando rompió mi vestido, eso fue lo que me enojó de verdad, no el magnífico sexo que me dio. Un orgasmo que casi hace que mi corazón se detuviera y muriera en ese instante de puro placer. Eso no lo iba a negar.

--¿Me perdonas? – no tenía la carita tierna y falsa, al contrario, había dolor y arrepentimiento en su rostro. Lo miré, tomé su cara entre mis manos y lo atraje hacia mí para besar su frente.

--Si Edward – susurré en sus labios y le dí un beso. Él me abrazó fuerte y enterró su cara en mi cuello.

--Gracias amor – besó mi cuello y me mantuvo abrazada un momento. Le acariciaba la espalda y le daba besos en el hombro cuando se separó de mí y me sonrió. Con mucha delicadeza pasó sus manos enjabonadas masajeando mis senos, acariciándolos junto con mis pezones y dí un gritito de dolor.

--¡Auch! – exclamé ante mi propia sorpresa y me encorvé escapando de sus manos y llevando las mías a mis senos.

--¿Qué pasa? – Juntó las cejas y me miraba confundido - ¡Oh, Bella!, ¡Lo siento amor! – me abrazó de nuevo con mucho cuidado besando mi coronilla y luego me colocó bajo el agua para quitarme la espuma del gel. Cuando se aseguró de que ya estaba libre de espuma, se giró y comenzó a enjabonarse rápidamente, como lo hizo el día que nos bañamos juntos en su casa.

Sin titubear, tomé la esponja, le puse un poco más de gel y la pasé despacio por su espalda. Al sentirla, Edward se quedó quieto unos segundos pero continué lavando esa gran porción de músculos que ahora me pertenecía. Lavé sus hombros, sus brazos, sus hermosísimas nalgas y lo abracé por detrás pasando la esponja por su duro abdomen marcado y bajando poco a poco mis manos. Edward colocó las suyas sobre las mías y me guió lentamente por su cuerpo, por donde quería sentir mi contacto, bajando una de mis manos entre sus piernas sin tocar su miembro, resbalando suavemente por su muslo duro, duro como todo su cuerpo, mientras que mi otra mano con la esponja hacía círculos en su abdomen.


Edward gemía con mis caricias al mismo tiempo en el que hacía que soltara la esponja. Dirigió mis manos a sus ingles pasándolas despacio y después de un instante las bajé tomando su erección ante su sorpresa por el movimiento inesperado, soltó una leve risita y me dio confianza para seguir tocándolo, de arriba hacia abajo, apretando un poco, cuidando de no lastimarlo.

--Bella, me vuelves loco – y mi pecho se hinchó de orgullo al saber que yo tenía ese efecto en él. Tomé con una mano sus testículos y gimió aún más fuerte apoyándose en la pared con las manos mientras los apretaba con cuidado y los masajeaba sin olvidar el movimiento sobre su miembro.

--Oh Bella, eres una niña mala – su voz ronca me excitó más y moví rápido mis manos cuando comenzó a tensarse.

--¡Oh no! – Se dio la vuelta muy rápido y di un brinquito por la sorpresa, Edward me miraba lleno de deseo – Ni pienses que te me vas a escapar – y acto seguido, me pegó contra la fría pared aprisionándome con su cuerpo, su mano acarició la piel entre mis piernas adentrándose poco a poco, tocando seguro, rodeando mi clítoris, presionándolo al mismo tiempo que su otra mano masajeaba a sus niñas.

--¿Edward? – jadeé su nombre en una pregunta.

--Dime amor – movió sus dedos más rápido y sin aviso alguno, los deslizó en mí cuerpo. Olvidé lo que quería decirle, olvide todo, sólo podía sentir que el bombeo de sus dedos, me estaba acercando al orgasmo. Edward bajó la intensidad de sus caricias cuando sintió mi cuerpo tensarse.

--Espérame Bella – y llevó una de mis manos a su miembro, comprendí de inmediato y traté de enfocar mi atención en ayudarlo a venirse junto conmigo. Él nunca dejo de mover sus dedos en mí y yo estaba haciendo bien mi parte porque su respiración se agitó demasiado rápido. Un ligero latigazo en mi vientre bajo me anunció que estaba muy cerca al igual que Edward que se tensó bajo mi mano.

--Oh Bella – jadeó – así amor, si…

--¡Amoor! – Grité al explotar en su mano justo como lo hacía él en la mía.

--¡Dios Bella! – literalmente eso había sido. Una explosión de su blanco y cálido líquido en mi mano, en mi vientre y debajo de mis senos. Ambos temblábamos y nos mantuvimos así, yo contra la pared y él frente a mí apoyándose con una mano. Cuando pudimos movernos nos colocamos directamente bajo el agua que lavó mi cuerpo de su semen. Nos abrazamos y nos besamos una vez más antes de salir de la ducha.

--Muero de hambre y no sé porqué – sonrió pícaro mientras me envolvía con la toalla y luego él enrollaba una alrededor de sus deliciosas caderas. Esa si era una buena forma de iniciar lo que restaba del domingo. Fui a mi closet mientras Edward se vestía en la recámara, había traído de su casa una pequeña maleta llena y dibujé en mi cara una enorme sonrisa, por lo menos esta noche también se quedaba en casa.

***

Me puse jeans y una blusita negra que decía “I Love NY” con letras plateadas y mis ballerinas negras y me reí al verlo también de jeans con una camiseta negra. Tomé mi chamarra de mezclilla un bolso diferente y al fin salimos.

Fuimos a comer hamburguesas a uno de sus lugares preferidos y cuando terminamos me miraba intrigado.



--¿Ya me vas a decir como te fue con tu padre? – Entrecerró los ojos – porque con tu madre te ha ido de maravilla, escuché toda la conversación y conste que fue sin querer, por cierto, no me has dicho lo que te pidió – levantó una ceja.

--¿Qué ya te quiere? – Fruncí el ceño – olvídalo, no lo haré, elevaría tu ego y eso no puedo permitirlo. Me tomó por la cintura y me jaló hacia él en el asiento corrido del restaurante.

--Ah, Ok, no me dirás que tu madre ya me adora y no sé porqué, bueno si sé… - me besaba en los labios.

--¿Y porqué? – me dio curiosidad saber qué pasaba por su cabeza. Me sentó en sus piernas y me dijo en secreto.

--Sabe muy bien que te hago feliz – metió su mano bajo mi camiseta y acariciaba la piel arriba de mi ombligo.

--Mmm ¡Qué presumido! – Bufé y le rodeé el cuello con mis brazos - ¡Vamos a casa amor! – pedí ansiosa rozando su cuello con mi nariz.

--Sólo si me dices qué dijo tu padre.

--Te quiere conocer – dije en voz baja y con un poco de miedo de lo que pudiera pensar. En estos tiempos ¿Qué mujer que vive sola desde los 15 años lleva a su novio para que lo conozca su padre?

--Me parece que tiene razón en querer hacerlo – dijo tranquilo – En su lugar, yo también querría conocer al tipo que anduviera con mi hija.

--¿Ah si?, ¿Don Celoso? – Bromeé – pobrecita tu hija, le vas a hacer la vida imposible.

Edward me miró unos segundos bastante serio, luego negaba con la cabeza y sonreía.

--Tendremos que planear bien cuando ir a visitarlo Bella – me dio una nalgada para que me levantara e irnos.

--Eso si va a estar un poco difícil, tengo mucho trabajo – hice un puchero – ojala Jimmy pueda hacer un huequito en la agenda, papá se alegraría muchísimo.

Salimos de ahí y fuimos por un helado antes de ir al apartamento de Edward por unos planos y unos documentos que tenía que llevar a la presa al día siguiente. Al llegar, mi teléfono sonó y me quedé en el salón para contestarle a Jimmy.

--¡Hola Choo! – creo que mi tono le confirmó mi felicidad.

--¡Vaya! ¿Alguien está súper feliz hoy? – era un tonto.

--¡Claro!, ¡Yo! – Me reí – cuéntame que hay.

--Antes déjame decirte que ¡me quedé helado cuando me enteré que Edward había ganado por el vestido! – Choo estaba feliz – y sé de muy buena fuente que ¡le salió en un ojo de la cara Bella!

--Si, ¡me lo imagino! – fingí que mi alegría por el vestido continuaba, Jimmy no tenía porqué saber.

--Bueno, Felicidades, pero dejemos eso para después, te llamo para avisarte que mañana tenemos una junta con Ángela – dijo – me habló para que te dijera que quiere hablar contigo Bella y salvo que me indiques lo contrario, la junta sigue en pie.

--Mmm, Ángela – me quedé pensando unos segundos - Cancélala Choo, pásala para el martes, necesito pensar qué vamos a hacer con ese asunto. Para mañana ¿Qué tenemos?

--A las 10 la junta con Chanel para ultimar detalles de la primer sesión que es el martes, comenzaremos con el perfume, luego otra junta con Jonhson & Jonhson porque quieren que hagas una campaña para un nuevo shampoo y tratamientos para el pelo y piel.

--¿Pero eso no tendría que verlo Ángela?, Estamos enojadas pero ¿ella tendría que seguir con su trabajo no?

--Si, pero quiere hablar contigo antes de hacer algún movimiento más. Sigo, por la tarde tienes las primeras pruebas con Carmen Marc Valvo para la “Fashion Week” de NY – suspiró – para mañana es todo Bella, siento que no termines temprano.

--Si, yo también, ¿Para qué hora puedes poner la cita con Ángela? – pregunté.

--¿A las 8 de la mañana está bien para ti? – giré la cabeza para ver a Edward que me observaba con un hombro recargado en la pared y su sonrisa chueca.

--No, cámbiala a las 9, ah, Jimmy, ¿ya le avisaste a Alice para el martes? – le recordé.

--¡Por supuesto!, me hubiera matado si no lo hacía.

--Bien Choo, nos vemos mañana entonces, gracias.

--Ciao Bella.

Me levanté del sillón y caminé hacia Edward, le puse los brazos alrededor del cuello y le di pequeños besos en los labios.

--¿Me puedes decir que es lo que te divierte tanto? – pregunté entre besos.

--Tu tono mandón – contestó al instante.

--¿Mi tono mandón? – Fruncí el ceño – yo no tengo un tono mandón.

--Claro que si, pero vámonos, ¿O prefieres quedarte esta noche aquí? – hablaba despacio y su voz se hacía ronca.

--No me importaría pero tengo una junta importante mañana y no traje ropa – le dí otro beso.

--Mmm – arrugó la nariz – de acuerdo, vámonos.

Llegamos a mi apartamento y después de cerrar bien la puerta, me cargó sobre un hombro y me llevó a la habitación tumbándome en la cama. Me reí coqueta y aventé mis zapatos por ahí.

--¿Y esa sonrisita sexy? – preguntó en mi cuello, besándolo.

--Oh, espera un minuto – me levanté y entre corriendo al baño. Recordé el regalo de mi madre en navidad y no dudé un segundo en estrenarlo esa misma noche. Rápido entré al clóset y saqué de su caja las minúsculas braguitas rosas y el baby doll casi transparente, me los puse y me solté el pelo, dejándolo caer con sus suaves ondas por mis hombros y espalda. Me pellizqué los labios porque sabía que a Edward no le gustaba la sensación del gloss en los suyos, apreté una sola vez mi perfume, pasé debajo del rocío y salí.

Lo encontré acostado, bajo las sábanas, sin camisa. “Oh por Dios, ¿Se puede ser más hermoso?”
--¿Ya te vas a dormir? – Le pregunté lo más sensual que pude – yo pensé que te gustaría jugar un ratito conmigo – me mordí el labio.

Se sentó de golpe abriendo los ojos enormes – te estaba esperando amor – me respondió lentamente. Se puso de pie y sólo tenía unos bóxers blancos de algodón, se veía… perfecto. Me tomó en sus brazos y me llevó a la cama, dejándome de rodillas frente a él.


--Te ves muy linda amor – me dijo mientras besaba mis labios lentamente y comenzaba a bajar por mi cuello – esto te queda muy bien – susurró en mi oído.

--Que bueno que te gusta cielo – dije con mi ya muy agitada respiración y acariciando su pecho desnudo, el caminito de vello que llegaba hasta su cuello y de regreso, muy lentamente, cuando lo escuche gemir. Fue algo tan sensual que en ese mismo instante sentí la humedad entre mis piernas y el latido de mi corazón se transporto ahí, deseando que me tocara, que me probara.

Sus labios bajaron despacio hasta la orilla del baby doll, repartiendo ligeros besos pero cargados de ansiedad. Sentí sus manos en mis nalgas, acercándome a él, pegándome a su cuerpo y fue entonces cuando lo sentí, duro, firme, enorme… mio, y lo deseé tanto, que lo empuje con todas mis fuerzas a la cama y me puse a horcajadas sobre él. Rocé mi sexo palpitante contra el suyo, incitándolo, quería verlo, quería tenerlo. Baje la orilla de sus bóxers con mis dedos y luego me incliné para tomarla con mis dientes, bajándola solo un poco.

--¡Quítatelos amor! - dije agitada y me obedeció. Levantó sus caderas y le ayudé a quitarse los bóxers, aventándolos por ahí.

Pude verlo en su perfecta gloria, entre mis piernas, erecto, pulsante, enorme y me hice hacia delante para pasar mis labios por el caminito de vellos que iba de su ombligo a mi… a mi Edward. Repartí besos por doquier alrededor de su ombligo, en los huesos de sus caderas y en esa magnífica “V” que formaban. Edward gemía y jadeaba, me excitaba tanto escucharlo disfrutar de lo que yo le hacía que lo tomé entre mis manos, apretando la base de su pene y con la otra acariciando sus testículos, despacio, suave. Mi mano subía y bajaba por toda su longitud, tocándolo con firmeza pero con cuidado, una y otra vez, hasta que lo escuche entre gemidos, decir mi nombre.

--¡Oh, Isabella!


Oírlo me prendió tanto que no lo pensé y baje mi boca hacia él. Quería hacerlo perder la razón con mis caricias, que sintiera mis labios besarlo, mi lengua lamerlo, hacerlo mío con mi boca, así que empecé a torturarlo con la poca idea que tenía de cómo hacerlo pero con todas las ganas y pasión que él mismo había prendido en mi cuerpo.

--Bella no… - trató de hablar – no tienes que…

No pudo continuar ya que lo absorbí en mi boca y comencé a rodear mi lengua por la parte de arriba, la más sensible, lo había aprendido en ese mismo momento porque al sentir mi lengua ahí, no pudo terminar de decir nada más, sólo sus gemidos, jadeos y a veces mi nombre salían de su boca. Lo sostenía con mis dos manos y bajé mi lengua lentamente por todo su miembro, lamiéndolo, probándolo, experimentando, enloqueciéndolo, disfrutándolo. Lo acariciaba con mucha suavidad y Edward se retorcía de placer. Comencé a introducirlo y sacarlo de mi boca despacio y cuando lo sentí tensarse un poco, apuré la velocidad. Era grande, mi boca no era suficiente pero intentaba tenerlo todo en mi, haciendo que tocara mi garganta, que me llenara.

Su tensión era cada vez más grande y lo sentía latir en mi boca, sus jadeos eran más fuertes y su respiración entrecortada. Bajé el ritmo de mis caricias con mi boca y con cuidado de no hacerle daño, dejé que mis dientes acariciaran la parte de arriba de mi miembro, con calma, excitándolo, llevándolo hasta el límite si podía.

--No Bella amor – con gran esfuerzo habló – no sigas.

--Lo siento – murmuré con un hilo de voz – lo siento tanto Edward… - él sólo se estiró y debajo de la almohada sacó un paquetito negro y se colocó su contenido.

--Ven aquí – dijo aún jadeando y yo lo obedecí. Levantó mis caderas quitándome mis bragas y se colocó sobre mi, abriendo mis piernas y acomodándose entre ellas y de un solo empujón, entró en mi, con toda su fuerza, dejándome sin aire, llenándo todo mi cuerpo.


--¡Mírame Isabella!, ¡Mírame! – gritó. Abrí mis ojos y lo miré como él me pidió. Cada embestida suya con tanta fuerza era un nivel menos de conciencia mía, un poco menos de aire para mis pulmones, un poco menos de fuerza en mi cuerpo. Edward compensaba cada cosa que sus embistes me quitaban, y me hacían entrar a mi mundo de placer dónde sólo éramos él y yo, disfrutando de nuestros cuerpos y caricias, amándonos, entregándonos…

Al filo del abismo, mi vientre comenzó a contraerse, a cerrarse despacio sobre él, encerrándolo en mí. Sin conciencia ya, me aferré a su espalda y grité, enterrando mis uñas en el.

--¡Edwaard! – arqueé mi cuerpo tanto como pude hacia él. El orgasmo fue tan fuerte que todas mis terminales nerviosas se apagaron, sobrecargadas de sensaciones, extasiadas. Me apreté tanto alrededor de él que no tardó mucho en alcanzarme, tensándose de nuevo, gritando mi nombre.

--¡Bellaa! – tras su última embestida se quedó quieto y luego jadeó muy fuerte. Al recostarse se dio la vuelta llevándome con él haciendo que descansara sobre su cuerpo abrazándome muy fuerte y besando mi frente.

--Gracias amor – susurró a mi oído y un rato después, suavemente salió de mí se acomodó, pasando su pierna sobre la mía, enredándola y su brazo por mi cintura.

--Te quiero – apenas murmuré, y me quedé dormida una noche más entre sus brazos.

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6 comentarios:

Nani-PattinsonWorld dijo...

Nenaaaa eres la mejor, me haces vivir cada momento, dios esto es inhumano ;) Hay algunas escenas que tela marinera, te digo esa expresion que te gusta, soy charquito jaja
Cada vez me gusta mas esta pareja, la relacion que tienen y como se compenetran. Edward tiene algo escondido que algun dia nos mostrara, estoy segura.
Un besazo y graciasssssssssss cari !

joli cullen dijo...

O XD ME HAS TENIDO EN VELA PENSE QUE NO IBAS A ACT PEOR ME ENCANTO POBRE BELLAS HOY SE HIZO MAS CALIENTE JEJEJE POR LO MENOS CHARLIE NO SE PORTO MAL BYE

CRIS dijo...

que fuerte, que bueno, que intenso, de estos quiero más!!!!
que capitulo más bueno, me has dejado sin rspiración!!!!

besos

Roma dijo...

Genial como siempre.

Charo dijo...

Madre mia, que capitulo mas fogoso, hay que ver como se lo pasan estos dos, y Bella mucho enfado pero al final no se puede resistir a los encantos de Edward. Claro, que yo, tampoco podria estarme quietita con en metido en mi cama.
Quiero maaaaaaaaaaaaaaaas!!!
Gala

dracullen dijo...

me gusta ke los papás de bella hayan aceptado bastante bien la noticia, se ve ke cada dia se compenetran mas, esta pereja es magnifica :D