martes, 10 de agosto de 2010

CAPITULO 18

CAPITULO 18

EDWARD’S POV

Abracé muy fuerte a Isabella, recostándola en mi pecho. Le había costado un poco dejar de llorar pero logró quedarse dormida. Varias veces durante la noche, brincaba sobresaltada y se apretaba más a mí como asegurándose de que no me fuera y cuando se sentía segura, volvía a dormirse.

No cabía duda de que yo era un verdadero estúpido. En lugar de hablar con Bella, me había enojado tanto, que sólo me limité a exigirle una explicación de algo que seguramente no tenía ni la menor idea. Conociendo a Irina, se debió haber dedicado a envenenar a Bella para provocar un pleito entre nosotros y casi lo logra.

Pero si de algo había servido el momento tan amargo que le hice pasar a Bella, fue sólo para darnos cuenta de que ambos sentíamos algo, eso ya no lo podíamos negar. Yo estaba perdidamente enamorado y estaba casi seguro que también ella de mí. Por eso tenía que hablar claro con ella y contarle todo. Ella me entendería y si me amaba tanto como yo a ella, creería y confiaría en mí.

Aún era temprano cuando me levanté y me vestí. Tenía que ir a trabajar pero no me iría sin que Isabella se despertara. Eso ya no lo haría jamás. Irme a media madrugada para que mi amante en turno no lo notara, era tan bajo de mi parte y no me había dado cuenta hasta ese momento. Pero Bella no era mi "amante en turno", ella era todo para mi y yo necesitaba abrirme con ella para poder empezar bien las cosas, hacer todo como se debe.

Sonreí al recordar que Bella era "friolenta" y que yo ya no estaba junto a ella para darle calor con mi cuerpo, así que me senté en la cama y la arropé bien pero permanecí ahí observándola dormir, con sus facciones relajadas y sus labios entreabiertos. ¡Dios!, ¡Cómo deseaba besarla! Pero no quería despertarla, no había tenido una buena noche y quería que descansara lo más que pudiera. Necesitaba que estuviera muy tranquila ya que esa noche tendríamos una larga plática. Se removió entre las sábanas y abrió los ojos. Trataba de sentarse cuando me preguntó.

--¿Te vas? – Preguntó con ansiedad – no…

--Tengo que ir a la presa Bella pero no quería irme antes de que despertaras – la besé despacio y la alejé un poco.

--Bella… tenemos que hablar – me estaba siendo un poco difícil hablar - ¿Cenamos esta noche?

Se cubrió el rostro y comenzó a llorar de nuevo. Me partió el alma porque a esas alturas, ya había descubierto el punto más débil de Isabella. No se necesitaba ser un sabio o adivino para darse cuenta que Bella le tenía miedo a la soledad. ¿No era una ironía?

Por supuesto que no. Ella había vivido sola desde los 15 años, separada de sus padres, de su hogar, de las cosas que podían hacerla sentirse cobijada cuando se sintiera triste o cuando tenía un problema o un mal día. Había tomado una decisión bastante fuerte muy pequeña. La decisión que marcaría su vida. Había escogido y lo hizo bien a sabiendas que tenía un precio grande que pagar por ella y ese precio era el crecer sola. De ahí que cuando se sentía cuidada y protegida, quisiera aferrarse a esa persona, cómo le sucedió al principio conmigo y luego yo, con mis estúpidas ideas, me confundí y le hice pasar muy malos ratos.

Pero ahora todo sería diferente si ella me aceptaba. Me dedicaría a cuidarla y protegerla, la haría sentirse amada, le daría todo lo que ella necesitara. Yo quería hacerla sentir que ya nunca más estaría sola, que yo estaba ahí para ella, que la amaba y que simplemente yo ya no podía vivir sin ella.

--No, por favor amor, no pienses nada malo ¿Si? – Dije tan suave como pude tratando de calmarla – todo esta bien Bella, todo va a estar muy bien.

Limpié sus lágrimas y besé sus ojos – no quiero que te preocupes por nada, además ya no llores por favor, tus ojos están hinchados y me vas a odiar todo el resto del día por eso – noté que intentó sonreír.

--¿Necesitas algo para esos ojos?, ¿Algo helado tal vez?

--No, estoy bien. Edward… - susurró.

--Dime cielo – era tan hermosa…

--Abrázame antes de que te vayas – las lágrimas aparecieron de nuevo y la abracé. Busqué sus labios y no pude evitar besarla desesperado.

--Prométeme que vas a estar tranquila – dije alejándome un poco - ¿Tienes que ir a trabajar? Di que no te sientes bien. Es la verdad Bella.

--Estoy bien, en serio. Sólo necesito dos horas y estaré perfecta – dijo reincorporándose y limpiando sus mejillas.

--Isabella… ya eres perfecta – la miré devorándola con los ojos – anda, ya no llores, vamos – la animé.

--Nos vemos en la noche ¿Ok?, te llamo – y salí de la habitación pero regresé a los pocos segundos.

--¿Olvidaste algo? – preguntó con curiosidad.

--Si – dije con voz ronca por lo que me estaba haciendo sentir – pedirte que te cuides mucho y… que te alejes de los árboles ásperos y de todo lo peligroso, ¿podrás? – le rogué con la mirada.

--¿Esto no es un poco chantaje? – su humor había cambiado al fin.

--Tal vez, pero no me importa, ¿lo harás?, ¿Te cuidarás? – lo decía muy en serio, me preocupaba por ella y quería que lo supiera.

--Si Edward, te lo prometo – dijo dulcemente.

--Buena niña – salí de su habitación y sentí que venía detrás de mí.

–¡Edward! – me llamó con un grito - ¿Y tu?, ¿También te cuidarás? – me abrazó hundiendo su rostro en mi pecho.

--¡Claro que si! – una sonrisa gigante apareció en mi cara, me dio un beso rápido y me fui.

No tuve tiempo de pasar por mi apartamento, fui directo a la presa y rogaba no llegar tarde a la bendita junta. Conducía hacia allá mientras pensaba en todo lo ocurrido en las últimas horas. Me imaginaba cómo se debía sentir Isabella si yo mismo me sentía muy confundido, pero definitivamente feliz. Nervioso también porque hablaría con ella, quería dejar todo muy claro. Estábamos comenzando algo y yo no quería tener ninguna clase de secretos, por la paz y tranquilidad de ambos.



Entré rápido a mi camper para cambiarme la camisa. Tenía algunas ahí ya que a veces terminaba lleno de tierra, lodo y mil cosas más. Abrí la puerta y una mirada azul me recibió entre planos y hojas de estadísticas.

--Edward, bueno días – enarcó una ceja al darse cuenta que estaba vestido con la misma ropa del día anterior.

--Nadia – saludé en respuesta mientras entraba al minúsculo baño con la camisa que saqué rápidamente de un cajón. La escuché salir para dejarme sólo dándome privacidad y se lo agradecí. Quince minutos después escuchaba atento los diferentes estudios que teníamos que analizar para aprovechar mejor el desvío del cauce de agua y así obtener la energía por la velocidad de su caída. Se decía fácil pero nos llevaría más de 6 u 8 meses determinar cual sería el trayecto exacto para optimizar los beneficios y lograr el mejor funcionamiento de la presa y eso solamente era una parte pequeñísima del proyecto. La reunión duró un poco más de tres horas, resultó algo cansada pero pude regresar a medio día para ir a casa antes de ir a visitar a mi padre al hospital. Isabella estaría ahí y con suerte podría llevármela para adelantar nuestra cita.


Como supuse, encontré a Bella en una sala de espera. No me fue difícil localizarla, sólo seguí el ir y venir de técnicos y gente que se veía ajena al hospital y no me equivoqué. Estaba preciosa con un suéter blanco y esos zapatos rojos tan sexys y altísimos.

--Isabella – la abracé por la cintura pegándola a mi cuerpo – estás hermosa amor – besé su oreja y se estremeció.

--Edward – murmuró como en protesta y pegó su mejilla a mi pecho. Observé un poco a nuestro alrededor, todos estaban pendientes de nuestros movimientos y me gustó que a Bella no le importara, eso significaba de una u otra manera, que me aceptaba.

--Tenias razón, dos horas y estas deslumbrante – me separé un poco para mirarla y la abracé de nuevo.

--¡Edward! – sonreímos.

--Bella, ¿te falta mucho? Vine a ver a mi padre, estaré aquí un par de horas y si ya terminaste, podemos irnos juntos ¿te parece? – nada deseaba más que llevármela ya.

--Me encanta la idea pero no se si saldré a tiempo, esto es tardado – hizo un adorable puchero.

--Ok, no importa, tú tranquila y muy "bella"- me despedí con un beso y ya regresaba por el pasillo cuando me llamó. Giré y ya estaba frente a mí, limpiándome los labios rojos que me había dejado por el beso. Ese pequeño detalle… ah, Bella era única.

--Hola papá – lo saludé y me senté para platicar de una planta de energía que necesitaba el hospital y que Cullen Engineering & Co., donaría.

--¿Ya viste a Rosalie y Bella? – Preguntó mi padre como si nada – están grabando las entrevistas para el baile benéfico.

--Si, ya las vi, saludé a Bella en el piso de abajo – le respondí de la misma forma despreocupada.

--Son buenas chicas, Bella es una buena chica Edward – y eso, más que una afirmación fue una advertencia, lo entendí muy claro.

--Lo sé papá, créeme que lo sé muy bien – le aseguré. Bella se tardó más de lo que creí. Aún era algo temprano y decidí ir a mi apartamento a descansar un rato, me vendría bien por la noche anterior tan agitada. Ya había hecho la reservación para un restaurante que sabía le gustaría, así que no tenía mucho qué hacer esa tarde, sólo recostarme y esperar la hora de recoger a Bella.

Me estaba terminando de vestir y me di cuenta que estaba nervioso porque hablaría con ella. Todos esos nervios se resumían solamente a la incertidumbre que me carcomía por dentro por no tener ni idea de si Bella me creería cuando le confesara que ya no pensaba como antes, que toda la perspectiva que tenía de mi vida antes de conocerla, ya era completamente diferente ahora y todo porque la quería. Ya no podía pensar en que ella no estuviera a mi lado. Mi futuro no se podía escribir sin Isabella en él. Y yo sólo tenía que hacer que me creyera porque simplemente, le estaba hablando con la pura verdad y con el corazón en la mano.

Repetir eso en mi mente una y otra vez, me dio un poco de seguridad. Además tenía que confiar en ella. ¿Y cómo podría no hacerlo si después de todo lo que le hice pasar seguía conmigo? Era imposible que no sintiera lo mismo que yo. Nadie me convencería de lo contrario.

Un rato después, tocaba a su puerta. La abrió y cómo ya era normal, me quedé mudo por unos segundos al verla de negro, muy elegante, hermosa, y ese vestido… intrigante.

--Isabella, mi niña Bella – dije mientras la abrazaba y ella me miraba curiosa.

--¿Mi niña Bella? – sonrió.

--Mi buena niña Bella – la besé detrás de la oreja y luego la admiré, fijándome bien si se transparentaban sus pechos. Con sólo pensar en eso, sentí que cierta parte de mi cuerpo cobró vida propia.


Llegamos a “The River Café”. Era un lugar qué pensé le gustaría y no me equivoqué. Ordené una botella de vino y estaba tan emocionado por estar ahí con ella, que ni siquiera pude darle un trago, sólo la abracé y respiré su olor. Cenamos disfrutando todo como siempre y Bella eligió el parfait de fresas ya que yo había elegido la cena. Terminamos con el postre y nos abrazamos. Era tan fácil acostumbrarme a tenerla entre mis brazos, era cómo un instinto básico, también el acariciar su cuello, besarla…

--Gracias Edward – habló suavemente e interrumpió mis pensamientos.

--¿Por qué me agradeces amor?

--Por haberme traído a un lugar tan bonito y… por todo – murmuró.

--Tú te mereces todo Isabella, no me agradezcas nada, en tal caso soy yo quién debe darte las gracias – confesé al recordar la nueva oportunidad que me estaba dando.

--¿Tú? ¿Por qué? No te entiendo – parecía confundida.

--Preferiría platicar en otro lugar más privado, además ¿Recuerdas que tenemos pendiente una conversación? – esa sería mi hora de la verdad. Me apretó muy fuerte y me rozó con sus uñas un costado de mi cuerpo.

--¡No hagas eso Isabella! – dije rudamente y si no hubiera logrado rescatar un poco de mi autocontrol, le hubiera arrancado la ropa ahí mismo para hacerle el amor como un loco. Instantáneamente regresó a su posición y se mantuvo sentada muy derecha y con la barbilla levantada, a esa reacción ya la reconocía como una actitud de defensa. Pedí la cuenta y mientras llegaba, se dirigió al tocador. Pagué y tomé su abrigo para esperarla afuera, no permitiría que recorriera todo el pasillo de nuevo, acaparando todas las miradas con ese vestidito tan revelador. Cuando salió, le ayudé con su abrigo y salimos a la terraza. Hacía frío así que la abracé por detrás mientras besaba su cuello y tomé sus manos. Un gemido suyo me dejó muy quieto. Teníamos que salir de ahí lo más rápido posible.

--Amor, necesitamos hablar, ¿Tu casa o la mía? – pregunté vacilante.

--La tuya, quiero conocer tu casa – sonrió como si le hubiera dicho a una niña que la llevaría a una heladería y eso, me hizo sentir muy bien. Ya en mi apartamento, Bella observaba todo en él con esa mirada curiosa cuando se detuvo en la silla rara que Alice había comprado. Continuamos tomando vino frente al ventanal pero puse las copas en la otomana y la llevé al sillón, no podía retrasar más tiempo nuestra plática.

--Isabella, ¿Recuerdas la primera vez que me dijiste que te gustaba? – hizo un pequeño movimiento con la cabeza asintiendo - ¿También recuerdas lo que te dije después verdad? – apenas pude escuchar un “si”.

--Bueno, todo tiene un porqué y también te lo expliqué esa noche. No quería lastimarte con mi “poco seria” forma de ser – la sentí incomoda removerse en el sillón.

--Bella, no estoy orgulloso de quién he sido hasta hoy – me costaba trabajo hablar, pero tenía que reconocer mis errores si quería su perdón para empezar de cero con ella.

--Edward no – su respiración comenzó a agitarse – no sigas, no quiero saber nada.

--Necesito hacerlo, tengo que decirte… - negaba y negaba otra vez sin permitirme hablar – ¡por favor! – le pedí.

--¡No! – Gritó – yo sólo necesito saber una cosa – se llevó mi mano entrelazada con la suya al pecho mirándome angustiada.

--Bella… - tenía que insistir con ella.

--¡No! – Volvió a gritar y luego hablo en un murmullo – sólo dime Edward, dime, ¿Tú quieres estar conmigo?

La besé apasionadamente en respuesta, transformando ese beso en uno más suave después - ¿Responde eso tu pregunta? – y me regresó el beso, acariciando mi nuca, tuve que separarla para continuar.

--Isabella, quiero estar contigo, ¡Déjame estar contigo! – supliqué con el alma.

Nos besamos desesperados, respirando con dificultad por la excitación que nos envolvió en esos momentos. Acaricié su espalda e hizo su cabeza hacia atrás dándome libre acceso a su cuello, el cual besé entero, recorriendo mis labios y mis manos en él. Intentaba besar su clavícula quitando el vestido de mi camino y sus jadeos me encendían más. Bajé despacio mi mano hasta alcanzar un seno y estuve a punto de enloquecer, nunca antes había sentido tal placer con sólo tocarlo, jamás sentí ese hormigueo en mis manos al acariciar a otra mujer, tal vez era eso, que ninguna de las otras era Isabella. Dijo mi nombre ansiosa y supe lo que ella quería. La cargué y la llevé a mi habitación sin perder el contacto con sus ojos, la deposité en la cama mientras me quitaba la camisa bajo su mirada. Acaricié su cuerpo sobre su ropa, sus senos, sus caderas, sus muslos, deshaciéndome de sus medias y disfrutando al tocar su suave y sedosa piel. Me tomé mi tiempo para disfrutarla y enamorarla con mis besos repartidos en cada centímetro de piel que se revelaba para mi. Ella parecía gozar de mis caricias y aprovechando, la senté un poco para poder quitarle ese vestidito que me estorbaba en esos momentos y me impedía mirar su cuerpo desnudo. Casi arranco los botones en mi desesperación pero al fin cedieron y pude quitárselo. Escuché su respiración más agitada, nerviosa, y la acosté despacio en la cama para besar abdomen y oler su dulce aroma mientras subía repartiendo besos por todo su cuerpo hasta llegar a sus senos que los cubría con sus brazos. Pasé mis manos por debajo, apartándolos y dejándolos libres para mis manos y mi boca, no pude disimular mi alegría y sonreí al ver ese par de hermosuras que eran ahora sólo mías. Las toqué con un poco de miedo por mi ansiedad, Isabella me sobrepasaba, no podía controlarme con ella, así que respirando muy hondo, comencé a masajear despacio, con ritmo, sin prisas. Mi boca también estaba impaciente por saborear sus preciosos senos, eran como dos tímidas niñas escondidas en espera de ser descubiertas. Las besé por todas ellas y sobre esos parches. Atrapé un pezón en mi boca humedeciéndolo para que no le doliera al quitarlo, lo tomé con mis dientes y jalé de él. Succioné fuerte cuando estuvo libre, escuché sus jadeos llenos de placer, le gustaba lo que le estaba haciendo y me prendí más, como si no lo estuviera ya.

--Edward – creí escuchar mi nombre entre sus jadeos – Edward…

Estaba muy ocupado besando su otro seno y bajando lentamente mi mano hacia sus piernas, necesitaba tocarla - Bella me vuelves loco – gimió y tuve que besarla con fuerza. Mis manos empezaron a bajar sus bragas y mis besos se repartían pos su cuello y hombros – Edward – volvió a llamarme pero estaba completamente perdido en su cuerpo buscando llegar más abajo entre sus piernas y cuando por fin llegué me sorprendí al seguir acariciando su piel excesivamente suave. Esa área no debería sentirse así, debería estar cubiert…

--¿Bella? – la miré como tratando de entender porqué se sentía tan jodidamente delicioso tocarla y mis ojos bajaron rápido hasta dónde estaba mi mano. Me quedé perplejo y eso es poco, atónito, pasmado y maravillado ante semejante descubrimiento. Ahora entendía porqué la otra vez sentí tan diferente, pero absolutamente increíble. Isabella tenía esa parte de su cuerpo completamente desnuda y yo ya estaba más allá de la locura por ella ¿Cuándo dejaría de sorprenderme?

Sin poder resistirme, mi mano buscó llegar a su punto de locura y estuve seguro de estarlo haciendo bien cuando sus grititos llenaron la habitación. Una sonrisa orgullosa apareció en mi cara, la estaba haciendo gozar, y aún estaba empezando con ella. Ya sentía su humedad en mis dedos y se retorcía en la cama cuando toqué su clítoris, presionando un poco, sin dudar, introduje un dedo en ella y creí que ambos enloqueceríamos cuando volvió a gritar mi nombre - ¡Edward!

No iba a resistir mucho más sin poseerla, así que de un salto me separé de Bella y me quité los pantalones y mis bóxers muy deprisa. Me coloqué entre sus piernas mientras la besaba con ansiedad, buscando el momento.

--Edward – dijo suplicante pero sólo le respondí con un “mmm”, estaba concentrado en ella.

--Por favor Edward, detente – esas palabras me congelaron. ¿Qué diablos?, ¿Había hecho algo mal?

--¿Qué sucede amor? – rogué por no haber cometido alguna estupidez.

--Tengo que decirte algo – hablaba muy bajo y comencé a pensar que se estaba arrepintiendo.

--¿Qué pasa? – no quería escuchar su respuesta.

--Edward yo… yo no… no he… - ¡Dios! Sólo era eso. El alma me volvió al cuerpo al saber que sólo era ese pequeño detalle.

--No te preocupes amor, yo tomaré las precauciones por ambos – me levanté y tomé un condón de mi mesita.

--No Edward, no es eso – me dijo cuando estuve sobre ella de nuevo. Creí saber por dónde iba todo eso.

--No Isabella, yo tampoco quiero saber nada de tu pasado, sólo necesito saber una cosa…

--Edward yo n… - Bella era tan terca.

--¿Tú quieres estar conmigo? – le dije las mismas palabras que ella me había dicho antes.

--Pero yo no…

--¿Si o no? – le pregunté tajante. Me respondió del mismo modo que yo a ella, jalándome hacia ella y besándome con pasión. Eso era un definitivo “Si”. Me acomodé de nuevo entre sus piernas.

--Abre los ojos Isabella, quiero verte mientras te hago mía – y entré en ella. Fuerte, de un solo impulso, doloroso, estrecho… ¡Oh Dios!, ¡No!... Un grito desgarrado confirmó mi miedo. ¡Isabella era vírgen! - ¡Bella amor!, ¿Qué te hice?

La miré y su rostro reflejaba dolor. Sus ojos cerrados estaban cubiertos de lágrimas que resbalaban a sus sienes. Me quedé inmóvil tanto por la sorpresa cómo para no lastimarla. Traté de moverme para salir de ella pero no me dejó - ¡No!, no lo hagas, ¡No me dejes! – sus palabras me paralizaron pero hice lo que me pidió y esperé algo que me indicara qué debía hacer, cuando sentí que comenzaba a moverse muy despacio.

--Amor, déjame a mí – sabía que mis primeros movimientos le dolerían un poco porque la sentía bastante estrecha, pero una vez que se acostumbrara a mí, todo sería más fácil y menos doloroso para ambos. Me mecí dentro de ella, observando su rostro y cuando vi que se transformaba en una expresión de placer, salí de ella con cuidado y volví a entrar con extrema precaución. Repetí ese movimiento varias veces hasta que sus caderas se movieron junto con las mías, ayudando a la fricción.

--Edward ¡Más!, ¡Por favor, más! – jadeó muy ansiosa.

--Bella, mi Bella. Así amor, así – logré decir con mi respiración bastante agitada.


No podía perderme y dejarme llevar. Tenía que cuidar de Bella, de mi mujer, de mi dulce niña que jadeaba y comenzaba a contraerse alrededor de mí. Ella era lo que importaba, yo pasaba a segundo término. Isabella era mi prioridad a partir de ese momento y me concentré en que ella gozara del placer de fundir nuestros cuerpos, cuando la presión a mí alrededor creció anunciándome su inminente orgasmo. Y me hubiera venido con ella, pero por esta única vez no podía darme ese lujo y me esforcé en verla acabar primero. Fue tan fuerte el orgasmo de Bella y me apretó tanto que creí enloquecer de placer. Un par de embestidas más y me vine tan fuerte como ella.

La giré conmigo para que descansara sobre mí una vez que nuestras respiraciones se normalizaban. La abracé muy fuerte mientras lograba asimilar la magnitud del regalo que Isabella me había dado. Porqué eso había sido, un maravilloso regalo. Ella se había guardado, esperando a alguien especial. No iba a entregarse de buenas a primeras a alguien, después de cuidarse toda una vida. No, ella eligió y el afortunado fui yo. Mil ideas del porqué yo, llegaron a mi mente, pero la verdad sólo la conocía ella, yo sólo debía sentirme el hombre más afortunado del planeta y esperaba poder retribuirle un poco por haberme escogido a mí.

Una lluvia de besos después, salí de ella y la recosté junto a mí. Apoyé la cabeza en mi mano y admiraba a la hermosa mujer a mi lado. Evitaba mirarme a los ojos y yo sabía muy bien porqué.

--Ahora si, tenemos qué hablar.

Rehuyó de mi mirada pero sostuve su barbilla y mantuve su rostro frente al mío. Tuve que abrazarla porque no quería hacerla sentir intimidada, yo sólo necesitaba saber, pero se escondió en mi pecho.

--Bella, mírame – le pedí suave pero me ignoró un buen rato sumida en sus pensamientos – mírame – hablé más firme y me miró - ¿Por qué yo Isabella?

Cerró de nuevo sus ojos que se llenaron de lágrimas, los besé para que viera que todo estaba bien.

--¿Te arrepientes? – preguntó en un susurro.

--¡Bella no! Es sólo que hubiera querido que fuera muy diferente, tú te mereces mucho más que esto.

--Edward – se calmó mucho con mi respuesta ya que era cien por ciento sincero con ella.

--Te quiero mi niña Bella, gracias por este regalo amor, te quiero – vaya que si la quería… la amaba y después de eso, no cabía ninguna duda en mí.

--Te quiero Edward – dijo muy tierna y se me oprimió el corazón.

--Ahora duerme, necesitas descansar – la acomodé en mis brazos y una vez que se sintió segura, se quedó dormida. Las preguntas rondaban en mi cabeza y la principal seguía siendo "¿Porqué yo?" Había evadido mi pregunta y yo tendría que respetar su silencio, aunque no encontraba una razón lógica para ocultarme la respuesta. Pensando en eso, me dormí. Varias horas después, Isabella se removía entre mis brazos. Me desperté completamente al recordar la noche anterior mientras la acariciaba. Parecía que ya se estaba despertando.

--Mi niña Bella, buenos días – murmuré y vi que me sonreía mientras se estiraba y noté una mueca de dolor. ¡Diablos! Le había hecho daño - ¿Estás bien amor?, ¿Cómo te sientes? – no quise parecer ansioso y traté de hablar tranquilamente al acariciar su abdomen.

--Estoy bien – volvió a sonreír – y me siento feliz – respiré de nuevo y me besó.


Le llevé un austero desayuno a la cama. En realidad, no tenía muchas cosas de dónde escoger para preparar algo más sustancioso, pero al menos eso bastaría para mitigar nuestra hambre. Se acomodó la sábana cubriéndose el pecho y me incliné para besar sus hombros y oler su piel. La sentí temblar un poco y me alejé, era demasiado tentadora. Desayunamos acoplándonos como lo hacíamos cada vez que comíamos. Era perfecto como nos entendíamos. Terminamos de desayunar y se levantó de la cama para ir al baño y se quedó muy quieta mirando las sábanas. Estaba asustada.

--Es normal amor, tranquila – dije abrazándola por detrás – ven, déjame consentirte.

La conduje al baño y abrí el agua caliente. Le quité la sábana que tenía alrededor del cuerpo y nos metimos bajo el caliente chorro. La iba a consentir, a darle todos los mimos posibles. Lavé su cabello y luego puse un poco de gel en la esponja, pasándola con cuidado por todo su cuerpo. Estaba ya muy excitado a esas alturas pero tenía que controlarme por ella. Me arrodillé para enjabonar sus pies, sus piernas y llegué dónde se unían.

--Edward – gimió – por favor.

--Que hermosa eres Isabella – hice más espuma en mis manos – y esto, tu piel desnuda aquí, me vuelve loco – toqué con cuidado y con mis dedos lavé esa zona delicadamente, controlando mis movimientos para no lastimarla más. Sin poder resistir, la rocé con mis labios, quería probarla y la atraje hacia mi tomando sus caderas, introduciendo mi lengua ligeramente, paseándola por dónde yo necesitaba probarla. Sus jadeos me hicieron regresar a la realidad para confirmar que estaba completamente excitado. La besé pegando mi miembro a su abdomen, quería que notara como me ponía por ella. Con un poco más de espuma subí por su vientre llegando a mis tesoros. Jugué con ellas, presionándolas suave, mis pulgares sobre sus pezones, besándolos y saboreándolos con mi lengua.

--“Mis niñas” – dijo – son mis niñas Isabella, mis pequeñas niñas.

¡Dios! Tenía que terminar ese baño, por el bien de Bella teníamos que salir de ahí. Me separé de ella y tan rápido como pude, me lavé el pelo y continué con mi cuerpo. Pero Bella estaba igual o más excitada que yo y me jaló hacia ella abrazando mi cadera con una pierna.

--¡Edward, por favor! – me suplicó.

--Amor, hoy no Bella, debes estar sensible, no quiero hacerte daño. Vamos – salimos de la ducha y la sequé con cuidado, me había dejado llevar y casi volvía a lastimarla. De vuelta en la habitación, la senté en la cama y le pasaba su ropa, no quería que se moviera.

--¿Qué sucede contigo?, ¡No me dejas hacer nada! – se quejó divertida.

--Y no harás nada, es un día especial – le robé un beso.

--No es en serio ¿verdad? Tengo cosas que hacer hoy – me miró confundida – además, ¿Qué tiene de especial? – salté sobre ella y la besé salvajemente.

--Hoy ya eres oficialmente una mujer. El primer día después que me dejaste hacerte mujer Isabella, mi mujer – murmuré cerca de su oído. La asusté con mis palabras porque se quedó inmóvil un momento y disimulé mis miedos con más preguntas tontas.

--¿Qué pasa?, ¿En qué piensas Bella?

--No es nada, sólo que se escucha tan extraño – dijo seria y luego cambió su actitud diciéndome que tenía un día muy ocupado. La convencí para que me dejara acompañarla todo el día mientras terminábamos de vestirnos. Le ayudé a ponerse ese vestido revelador pero antes besé a mis niñas. ¡Dios! Me volvían loco.

Pasamos por su casa para que se cambiara e ir a que se probara o algo así, un vestido para el sábado, pero en el elevador, al subir, casi la hago mía olvidándome de todo. Fue algo tan erótico y era tan natural en ella que me calentaba demasiado revolucionando además los latidos de mi corazón. Ella acabó tan nerviosa y temblorosa que tuve que sostenerla y sentarla en su cama. Mientras se cambiaba de ropa, recibí una llamada de Erick, un ingeniero de mi equipo y no eran buenas noticias. Al parecer Nadia se había olvidado de repetir unos estudios importantes. Eran urgentes y la otra área los esperaba para continuar su trabajo pero ella, simplemente se negaba a hacerlos si antes no hablaba conmigo. No pensaba en llamarla para oír sus disculpas, esto no era común en ella, no sabía qué diablos le ocurría pero ciertamente, no la llamaría. Que le bastara sólo un mensaje de texto.

"Repite esos estudios.
Sin excusas"
Edward Cullen.

Apenas segundos después, entró su llamada pero no la dejé hablar.

--Espero que te des cuenta que tu distracción, retrasa todo y se pierde dinero Nadia, creo que está de más decírtelo – fui duro.

--Edward lo siento, yo… - ¿Qué carajos le sucedía?

--Estás perdiendo tiempo – dije sarcástico.

--Tienes razón – y colgó. Fui al baño a mojarme la cara con agua fría y al salir vi a Isabella en el salón, se veía tan linda que estaba seguro que tendría un día muy duro, difícil. Su teléfono sonó y era Jimmy pidiendo los detalles de la noche anterior. No podía evitarlo, ¡Me caía bien!

Después de darle indicaciones a Bella, que difícilmente entendió, la llevaba a un taller de alta costura mientras me contaba todo lo que tendría que hacer al día siguiente y me perdí entre masajes, estilistas y un vestido.

--¿Entonces? – no tenía idea si la vería durante el día y quise saber.

--¿Entonces qué cosa? – me miró.

--Entonces, ¿a qué hora llegarás a casa para irnos? – pregunté confundido y creo que con mi pregunta ella quedó aún más.

--¿A casa? Em, yo creo que alrededor de las uh, mmm tres o cuatro – apreté su rodilla y le sonreí divertido por su nerviosismo. Llegamos al taller dónde se probaría el vestido y desde luego, me sentí fuera de lugar, pero no importaba, estaba cuidando y acompañando a mi Bella en un día muy importante para ella, no podía dejarla sola. Me presentó al diseñador y me invitó a pasar junto con ellos pero preferí esperarla en la pequeña sala, necesitaba saber cómo iba Nadia con los estudios y ese era un buen momento. Al parecer, todo iba bien y sólo era cuestión de esperar por el resultado comparativo. Estaba concentrado en los mensajes de texto cuando escuché algo que me dejó helado.


--A ver Bella, inclínate y trata de subir el busto al borde del vestido, recuerda que no puedes usar brassiere… - ¡¿Qué?! Casi me quedo sin aire.

--¡Auch! – la oí quejarse.

--Cuidado Bella, no te muevas, no quiero que te vuelvas a clavar un alfiler en ese busto tan bonito – ¿Alfileres?, ¿En mis niñas? Enseguida me puse muy nervioso.

--Voy a apretar un poco más aquí y se levantara aún más, ¿Te molesta?, ¿Sientes que está apretado? – empecé a contar hasta cien y muy despacio.

--No, está bien. La abertura ¿hasta donde llega? – escuché a Bella preguntar muy tranquila.

--Hasta aquí. Te queda hermoso Bella, muy hermoso - ¿En dónde es “hasta aquí”?

--¿Ya puedes quitar los alfileres? Si muevo los brazos corro el riesgo de no poder alimentar a mis futuros hijos - ¿Cómo podía bromear cuando la tenían llena de alfileres como a un puto faquir?

Salimos del infame taller y al subir al auto la observé con detenimiento. Estaba tan tranquila que decidí olvidar el incidente dónde habían torturado a Isabella y a mis niñas. Nos dirigimos al hotel dónde tenía una junta y un ensayo, la tomé de la mano para entrar, se detuvo un momento y me dijo nerviosa.

--Adentro hay gente de la prensa que viene a cubrir todo el evento, cámaras, reporteros y muchas chicas bonitas – hizo una mueca.

--Si, pero yo quiero estar contigo. Estoy contigo Isabella, ¿Tú estás conmigo? – le dije en un susurro al oído para luego mirarla. ¿Me aceptaría?

--Estoy contigo – saqué el aire contenido en mis pulmones.

--¿Estamos juntos? – necesitaba su confirmación, no quería equivocarme.

--¿Estamos juntos? – ella tampoco por lo que me regresó la pregunta.

--Estamos juntos Isabella – y la alegría iluminó nuestras caras, estábamos felices. Me había aceptado. Con todas mis fallas, mis torpezas, mis dudas, con todo eso, Bella quería estar conmigo.

--Eres mía, toda mía – nos besamos olvidando todo a nuestro alrededor.

--Toda tuya – confirmó al separarse de mí.

Entramos al salón y estaba lleno de gente. Entre organizadores, modelos y reporteros eso parecía un caos. Avanzamos unos pasos después de las puertas y la pegué a mi cuerpo. Rosalie corrió hacia nosotros bajo todas las miradas. Ella estaba contenta por Bella, la quería mucho y la veía feliz. Le pedimos ser nosotros quienes les diéramos la noticia a mis padres porque era muy capaz de contarles primero, no quería y tampoco me parecía correcto, y para colmo nos dio una “buena” noticia. Alice y Jasper ya estaban juntos también. No me hizo nada de gracia, tendría que hablar con ese chico después.

Me senté al fondo del salón para observar todo mientras Nadia me confirmaba que ya estaban listos los estudios y me daba los principales resultados. Había mucho ruido, gritos y quiso saber en dónde estaba, le respondí que era un asunto personal. Ya después se enteraría.


El ensayo terminó y nos fuimos a cenar ya que no habíamos comido en todo el día. Fuimos a un lugar con estilo de pub londinense dónde preparaban unas de las mejores hamburguesas pero también pedimos otras cosas más, estábamos hambrientos. La espera por nuestra cena pasó muy rápida entre miradas y caricias. Algunos chicos nos miraban y senté a Bella en mis piernas para evitar que se acercaran y rompieran nuestro momento cursi.

Si, tenía que admitirlo. En algún momento, Isabella me había convertido en un cursi de lo peor y lo estaba disfrutando mucho. Los besos, las miradas, las caricias, los suspiros, los celos, todo. Todo absolutamente era disfrutable con Bella. Ella me estaba abriendo a un mundo nuevo, con sentimientos, emociones y valores. Un mundo lleno de sentido si estaba con ella, que valía la pena recorrer de su mano, iba a dejar que me guiara porque confiaba en ella, ciegamente, confiaba en ella.

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5 comentarios:

joli cullen dijo...

HAY QUE HOMBRE OMG AYYYYYYYYYYYYYYYYY MUERO DE COMBUSTION ESPONTANEA AMO TU FICS Y NO SABES COMO ME PONGO CUANDO ACTUALIZAS GRACIAS QUIERO MAS ,MAS, MASSSSSSSSSSS LEMMON BYE

Nani-PattinsonWorld dijo...

Plas...plas...plas...que gusto leerte cielo, es perfectoooo, me envuelve, me encanta, me pone cardiaca ... con el calor que tenemos aqui dios mio, soy charquito !
Graciasssss cari, espero impaciente el proximo !

Un besazo

Roma dijo...

Como siempre, absolutamente perfecto, impecable. Me encanta este blog.

Unknown dijo...

Entregarse a quien una ama con pasion y sin limites, y él envolviendote en su deseo mientras te colma de amor y ternura, eso es tocar el cielo. Gracias Li por permitirnos tocar un cachito de cielo con tu relato.SWEETPATT

dracullen dijo...

me encanta cuando dices "mis niñas" es un poco posesivo pero me encanta :D