CAPITULO 17
Apoyado en un codo, recostó su cabeza en la mano mirándome, paseando la mirada por mi cuerpo desnudo y yo trataba de evadir sus ojos, tenía un poco de miedo para mirarlo a la cara.
--Ahora si, tenemos que hablar.
Giré mi rostro por completo huyendo de su mirada pero el tomó mi barbilla entre sus dedos pulgar e índice, obligándome a darle la cara. Al hacerlo cerré los ojos y me abrazó. Enterré mi rostro en su pecho para que no viera la vergüenza que tenía impresa en él y después de unos segundos lo escuché de nuevo.
--Bella – susurró – mírame – me apreté más a él esperando que no me obligara a mirarlo. ¿Qué pensaría de mi?, de una chica que se mantuvo virgen hasta los veintiún años en un mundo donde el sexo es el pan de cada día. ¿Cómo podría explicarle que quise que él terminara con mi virginidad porque lo amaba? Que era él por quien yo estaba esperando desde hacía mucho.
No podría hablar de amor, no podía confesarle que lo quería, eso ya era mucho más que decirle que me gustaba, eran tantas cosas más y no quería que se alejara de mí. No podría soportarlo, no ahora. En un principio quise hacer que él se enamorara de mí pero todo me salio al revés. Edward pasó de sólo gustarme a enamorarme de él. ¿Podría estar con él aunque supiera que no me amaba?, ¿Qué sólo me tenía “cariño”? Ya me lo había dicho desde el principio y decidí seguir con mi plan, así que ahora atrapada en mi propio juego, tan sólo con estar a su lado aún sabiendo que no sentía lo mismo que yo, me daba por bien servida. Lo necesitaba cerca de mí.
--Mírame – ordenó suave y lo miré - ¿Por qué yo Isabella?
Sus palabras fueron como un reclamo, como si no hubiera querido ser el primero en mi vida. Las lágrimas llenaron mis ojos y lo notó al mojarse su pecho. Suavemente besó mi frente y luego cada uno de mis ojos, limpiando mis lágrimas con sus labios.
--¿Te arrepientes? – logré preguntarle.
--¡Bella no! – Dijo – es sólo que hubiera querido que fuera muy diferente, tú te mereces mucho más que esto.
--Edward – dije subiendo un poco para besarlo.
--Te quiero mi niña Bella, gracias por este regalo amor, te quiero – repitió y sentí que tenía el corazón en la boca palpitando sobresaltado.
--Te quiero Edward – respondí sin pensar.
--Ahora duerme – me besó en los labios – necesitas descansar.
Me arropó con las sábanas y sus brazos, haciéndome sentir en ese momento la mujer más feliz y segura sobre la faz de la tierra, estaba en los brazos del hombre al que le acababa de entregar mi virginidad, que me acababa de hacer suya y al que amaba.
A la mañana siguiente continuaba entre los brazos de Edward. Estaba tan cansada que ni siquiera me moví un poco en toda la noche. Traté de zafarme de él pero ya estaba despierto.
--Mi niña Bella – besó mi coronilla – buenos días.
Le sonreí feliz y me estiré, una mueca se reflejo en mi cara al sentir mis músculos adoloridos. No era algo muy molesto, tan sólo era un recordatorio de mi nueva condición.
--¿Estás bien amor? – Preguntó - ¿Cómo te sientes? – me acariciaba el abdomen con su mano tibia.
--Estoy bien – sonreí – y me siento feliz – levanté mi cara para besarlo y me abrazó. Salió de la cama y pude verlo desnudo en toda su gloria. Me regaló una perfecta vista de su trasero, de su amplia espalda, de sus blancas nalgas, sus angostas caderas…, se colocó unos bóxers y volteó hacia mí.
--No te muevas de aquí, ahora vuelvo – me advirtió – ¡sin moverte!
Lo obedecí mientras me acomodaba en su cama, en donde la noche anterior Edward me había convertido en mujer, que maravilloso había sido, doloroso si, pero después maravilloso. Recordaba los acontecimientos de esa noche cuando Edward regresó a la habitación con una mesita de cama que tenia dos vasos de jugo, café y tostadas con mantequilla y mermelada a un lado.
--¡Edward! – Dije con sorpresa - ¿Qué es esto?
--El desayuno en la cama amor – me hice a un lado para que se sentara junto a mi – algo muy sencillo pero suficiente para quitarnos el hambre.
Me llevé la sábana al pecho cubriendo mis senos. Edward se inclinó un poco para besar mi hombro desnudo y oler mi piel. Sus labios hicieron a mi cuerpo despertar las sensaciones dormidas y que me habían hecho enloquecer de placer horas antes. Pude ver una sonrisita en su cara cuando notó cómo me estremecía.
--¿Quieres mantequilla y mermelada? – lo distraje o al menos lo estaba intentando.
--Mmm si… - terminé de ponerle mermelada a una tostada y se la entregué. Él me dio un vaso de jugo y le dio una mordida a su tostada y luego la acercó a mi boca, la probé y le acerqué el vaso de jugo. Adoraba la perfecta sincronía que teníamos cuando comíamos y ahora sabía que también la teníamos en la cama, al hacer el amor.
Terminamos de desayunar y levantó la mesita llevándola a la cocina. Aproveché ese momento para salir de la cama, tiré de la sábana para envolverme en ella para ir al baño y vi una mancha en la sábana sobre el colchón. Edward me abrazó por detrás y me dijo al oído al ver mi cara preocupada.
--Es normal amor, tranquila – sus labios paseaban detrás de mi oreja – ven – dijo llevándome al baño – déjame consentirte.
Abrió la llave del agua y la dejó salir, muy caliente. Cuando el vapor llenaba el baño, templó el agua y me quitó la sábana en la que estaba envuelta para meterme a la ducha, él entró conmigo. Me colocó bajo el agua y comencé a mojar bien mi cabello para lavarlo.
--No – dijo – yo lo haré, te dije que te voy a consentir.
Llenó de shampo la palma de su mano y lavó mi cabello, suave y con cuidado. Preguntándome si lo estaba haciendo bien, y por supuesto que lo hacía bien, me estaba torturando con sus dedos masajeando mi cabeza, haciéndome perder la cordura.
Una vez libre del shampo, tomó una esponja y colocó un poco de gel de baño, masculino, de su loción. Me reí secretamente. Frotó delicadamente mi espalda, mis nalgas y mis piernas. Hizo a un lado mi cabello mojado y lavó mi cuello y mi espalda, me giró y comenzó una deliciosa agonía mientras lavaba mis hombros y bajaba la esponja por mis brazos, lento. Se arrodilló y lavó mis pies subiendo por mis piernas hasta llegar a su unión. No podía soportar un segundo más, Edward me había excitado a más no poder, me estaba volviendo loca y necesitaba que me tocara justo donde sentía que se habían trasladado los latidos de mi corazón.
--Edward – gemí sin poder evitarlo más, la pena iba abandonando mi cuerpo al aumentar las caricias de Edward – por favor – supliqué.
--Que hermosa eres Isabella – hizo un poco de espuma con la esponja en sus manos y al fin sentí sus dedos tocarme suavemente – y esto, tu piel desnuda aquí, me vuelve loco.
--Abre – me dijo poniendo sus dedos entre mis piernas, moviéndolos lentamente, adentrándose y nublando toda razón en mi mente. Se movieron a lo largo de mis labios, por fuera y por dentro. Ante esa avalancha de sensaciones me recargué en el mármol de la pared, estaba un poco frío pero era mi único sostén.
Sentí sus labios dónde antes habían estado sus dedos. Sólo por encima, repartió besos ligeros y gemí más fuerte, sin contenerme. Me tomaba por las caderas sosteniéndome y atrayéndome a la vez hacia su boca, para poder profundizar sus besos en mí. Su lengua también jugó conmigo tentándome, haciendo que los latidos se hicieran más intensos, debilitando mis piernas. Mis jadeos volvieron a Edward a la realidad, poniéndose de pie y tomando mi cara entre sus manos, besándome, pegándose a mí y empujando su vibrante miembro contra mi vientre.
Con un poco más de gel, pasó sus manos por mi abdomen dibujando con la espuma alrededor de mi ombligo y subiendo hasta llegar a mis senos, presionando sus pulgares en mis pezones y girándolos sobre ellos. Sus manos se cerraron sobre mis senos, masajeándolos muy suave. Se inclinó y besó cada uno de ellos, paseando su lengua por mi piel sensible.
--“Mis niñas” – dijo feliz pero no comprendí y los volvió a besar – son mis niñas Isabella, mis pequeñas niñas.
Noté que con mucho esfuerzo se volteó y con rapidez, se lavó el cabello y el cuerpo. Era una imagen tan tentadora la que Edward me estaba regalando que no resistí y cuando me recuperé un poco estiré mis brazos y lo jale hacia mí. Lo tomé por sorpresa y no le dí mucho tiempo para reaccionar. Subí una pierna a sus caderas, enrollándola para acercarme hacia dónde yo quería. Me moría de deseo por sentirlo de nuevo en mi.
--¡Edward, por favor! – le pedí.
--Amor – bajo mi pierna y me abrazó muy fuerte – hoy no Bella, debes estar sensible, no quiero hacerte daño. Vamos – cerró la llave del agua y tomó una toalla grande para envolverme y luego el hizo lo mismo quitándose el exceso de agua y poniéndosela en las caderas.
Se tomó su tiempo para secar con cuidado mi cuerpo, aunque ahora tuvo mucho más cuidado para no provocarme oleadas de sensaciones llenas de deseo, pero fue inútil, mi cuerpo no obedecía a la razón estando con Edward. Enredé una toalla más pequeña en mi cabello y ya estaba prácticamente seca.
--Lista – me miró con aprobación y me tomó de la mano llevándome a la habitación. Me senté a la orilla de la cama en lo que Edward recogía mi ropa tirada y me la entregaba. Me puse de pie para recoger mis bragas pero me lo impidió.
--¿Qué sucede contigo? – Pregunté divertida – ¡no me dejas hacer nada!
--Y no harás nada, es un día especial – me besó en los labios.
--No es en serio ¿verdad? Tengo cosas que hacer hoy – dudé de su seriedad y continué – además, ¿Qué tiene de especial?
De un salto me recostó en la cama y ya estaba a horcajadas sobre mí, besándome con mucha pasión. Lo empujé con mis manos en su pecho, alejándolo.
--Hoy ya eres oficialmente una mujer – me besaba la mandíbula – el primer día después que me dejaste hacerte mujer Isabella, mi mujer – susurró a mi oído.
¡Wow!, esas palabras me regresaron a la realidad. Ya por fin era una mujer en toda extensión de la palabra, Edward me había convertido en mujer, ¿En “su” mujer? Me quedé pensando por un momento.
--¿Qué pasa? – Frunció el ceño – ¿en qué piensas Bella?
Sonreí y desvié la mirada – no es nada, sólo que se escucha tan extraño – suspiré – en serio Edward, tengo cosas que hacer para el baile de mañana – cambié la conversación un poco.
--Te acompaño – dijo serio y quitándose de sobre mí - ¿tienes algún problema con eso? – y me dio una de sus infalibles sonrisas, a la cual por supuesto no me pude negar.
--Ninguno, ¿pero no te aburrirás? – Edward sacaba ropa de su closet – es tardado y hasta yo me aburro – confesé.
--No te preocupes, estaré bien – se ponía unos bóxers negros mientras me hablaba.
Se vistió con unos pantalones caqui, una camiseta de algodón blanca y su chaqueta negra de mezclilla, se veía tan apuesto. Yo me vestí pero ahora no tenía parches para mis pezones, me tendría que poner la chaqueta y abotonarla. Edward se puso frente a mí con el pretexto de ayudarme a ponerme mi vestido, pero antes de pasarlo sobre mis brazos y mi cabeza, se inclinó para besar mis senos. Sus labios rozaron mi piel y se cerraron en uno de mis pezones, succionando cada uno de ellos, y pasando su lengua sutilmente. ¿Por qué me provocaba así?
--Son mías – murmuró y bajo el vestido. Me dio un beso rápido y terminó de ayudarme con mi ropa. Antes de salir de su casa, se paró muy serio frente a mí y empezó a abotonar mi chaqueta, me reí por haberme adivinado el pensamiento.
Esa tarde tenía que ir a la junta dónde nos indicarían a mí y a las demás chicas cual era el programa del baile y qué era exactamente lo que nos correspondía hacer a cada una. Para decepción mía y de Jimmy, no podría estrenar el vestido azul que compré en Italia, ya que usaríamos vestidos donados por diseñadores y que serían subastados. Mi cita para los últimos ajustes era a las cuatro de la tarde, tenía el tiempo suficiente para ir a cambiarme con mucha tranquilidad.
Lo que había transcurrido de mi primer día oficial como mujer había sido espléndido. Me desperté entre los brazos de Edward, me llevó el desayuno a la cama, con el servicio incluido de darme a comer en la boca y viceversa, me dio el baño más excitante de toda mi vida, nos vestimos juntos, me llevaba a mi apartamento a cambiarme de ropa y se quedaría conmigo el resto del día, no se movería de mi lado, ¿Qué más podría pedir?
Entre caricias y besos robados llegamos a mi casa, entramos al elevador y al cerrarse las puertas me abrazó por detrás, rodeando mi cintura con las manos, con su cara apoyada en mi hombro mirando hacia el frente, a mi reflejo en los espejos. Pegué mis nalgas a sus caderas y su respuesta fue inmediata, pude sentir su miembro erecto y duro contra mí, dando pequeños y rítmicos empujones en mi trasero.
"¡Dios! ¡Yo podía hacerle reaccionar así!"
Una de sus manos entró bajo mi chaqueta y se cerró en uno de mis senos moviéndose sobre el dándole un masaje y yo también le respondí al endurecerse mis pezones y echando mi cabeza hacia atrás, gimiendo cuando atrapó en su boca el lóbulo de mi oreja, perdiéndome con sus caricias.
--Edward – su nombre salió de mi boca entre jadeos.
--¿Si? – me preguntó con voz grave y pastosa.
No podía hablar y no sabía qué decirle. Sólo quería que siguiera excitándome como lo estaba haciendo con su boca en mi oreja y con sus manos que…
--¡Oh! – gemí al sentir su otra mano meterse bajo mis mallones y mis bragas, buscando llegar a mi punto de locura, abriéndose paso entre la tela y mi piel.
--¡Isabella! ¡Tan húmeda! – murmuró a mi oído.
El estaba tan excitado como yo, lo podía sentir contra mí y su voz también lo delataba, ronca, ansiosa, sexy. De reojo pude ver sus ojos verdes oscurecidos en el reflejo del espejo y sus mejillas tan encendidas como las mías.
--¡Edward! – grité y apoyé mis manos en un espejo a un lado y otro al frente, mis piernas eran unas madejas sin fuerza y casi estaba sostenida sólo por el cuerpo de Edward.
Sentí sus dedos jugar alrededor de mi clítoris, pero no se decidía y eso me estaba haciendo enloquecer, hasta que al fin sólo la punta de uno de sus dedos resbalo dentro de mí.
--¡Oh Dios! – gemí apoyándome con más fuerza cuando frotó sus dedos a lo largo de mi sexo y sentí su embestida por detrás.
--Bella – susurró y dejó de acariciar mi seno para oprimir el botón de mi piso. “Ni siquiera estábamos subiendo”.
Sacó su mano de entre mis bragas y mallones, acomodó mi vestido y sentí sus labios en mi nuca, besándome.
--Llegamos – dijo con voz casi normal. Yo intentaba normalizar mi respiración pero al ver su sonrisita burlona en el espejo se me alteraba más. Ya en mi piso y al abrirse las puertas me tomó de la mano y la otra la pasó por su pelo.
Todo mi cuerpo me temblaba y Edward lo notó así que me rodeó con un brazo por la cintura para salir del elevador y después él buscó las llaves en mi bolso y abrió la puerta. Yo estaba como en modo de pausa, sin reaccionar.
--Ven – entramos a mi casa, me llevó a mi habitación y me sentó en la cama – no te muevas, ya vuelvo – dijo con esa seguridad que aniquilaba cualquier objeción que yo quisiera hacer.
¡Dios! ¿Qué había sido eso? ¡No había ni siquiera tenido un orgasmo! Me recosté dejando mis pies en el piso, respirando hondo. Escuché a Edward en la cocina y luego llegó junto a mi con un vaso de agua fría.
--Toma – se sentó conmigo y me dio el vaso - ¿Bien? – la sonrisita chueca aparecía en su cara.
--Que oportuno – levanté las cejas mientras le daba un trago al agua - ¡agua fría!
Iba a decir algo cuando su Blackberry sonó, lo sacó del bolsillo de su chamarra levantándose y saliendo de la habitación.
--Cullen – respondió al llamado mientras caminaba hacia el salón – lo sé, y dejé instrucciones para que se repitan – El tono se de voz cambió y ahora hablaba serio, enérgico.
--Nadia tiene que hacerlo es su trabajo, espero los resultados – hizo una pausa – tienen que ser para hoy…
Siguió hablando y tomé el agua que me había llevado. ¿Cómo podía ser tan dulce y atento conmigo? Me había dejado traspasar el muro que había levantado a su alrededor, casi estaba segura, ahora sólo tenia que transformar ese “cariño” que me tenía en amor.
Edward estaba ocupado con su llamada así que fui a mi closet para escoger que ponerme. Unos jeans azules a juego con su chaqueta y una blusa de algodón gris con mis plataformas del mismo color se vería bien. Fui al baño a refrescarme y me puse ropa interior limpia.
Aún seguía al teléfono cuando salí del baño, podía escucharlo. Parecía enojado cuando hablaba ¿Habría algún problema en la presa? ¿Tendría que irse? Sacudí mi cabeza, empecé a ponerme mis polvos y rimel en los ojos y termine de vestirme, saqué otro bolso y vacié el contenido del bolso del día anterior en ese. ¡Oh! Di media vuelta y tome una bufanda larga pero ligera, azul mezclilla, y ya estaba muy lista.
¿Perfume? ¡Por Dios no! El gel de Edward olía de las cosas más deliciosas en mi piel, me gustaba el nuevo descubrimiento.
Cuando fui a buscarlo al salón ya no estaba y mi corazón dio un salto. Lo busqué con la mirada en la cocina pero ahí no había nadie, volví a respirar cuando lo vi salir del baño de visitas.
Caminé hacía él y me miraba de arriba para abajo, con sus ojos verdes que me traspasaban la piel.
--Preciosa como siempre amor – el Edward relajado había regresado.
--¿Problemas? – acorté la distancia entre nosotros y quedé frente a él.
--Nada de qué preocuparse – me tomó por las solapas de mi chaqueta y me pegó a él. Su frente estaba pegada a la mía y su boca casi en la mía. Y una vibración en la bolsa de mi chaqueta me hizo alejar la cara pero él aún me sostenía.
--Hola Choo – sonreí.
--¡Cuéntamelo todo! – era un desesperado, estaba ansioso por saber.
--Todo bien Choo, ¿a las cuatro? – él me entendería, me conocía muy bien.
--¡Oh cielos!, ¡está contigo! – un grito que desde luego Edward había escuchado retumbó en el teléfono y tuve que alejarlo de mi oreja. El soltó una carcajadita y sus brazos rodearon mi cintura, Dios mío…
--¡Darling!, a las seis en el “Four Seasons”, no creo que se prolongue, la organización ha sido buena – osea que saldría temprano y podría estar con Edward más tiempo.
--A las seis en el “Four Seasons”, ¿y el vestido? – su nariz acariciaba mi cuello y mi piel comenzaba a reaccionar endureciendo mis pezones.
--A las cuatro el vestido y a las seis en el hotel Bella ¿me estas entendiendo? – una de sus manos paseaba por mi cuello y bajaba lentamente para terminar sobre mi seno, moviéndose sobre él.
--Es mía – susurró a mi oído y besaba detrás de mi oreja. ¡Oh Dios!
--Aja – respondí para ambos, y Edward sonrió – nos vemos ahí – movía mi cabeza disfrutando de los labios de Edward en mi piel.
--¿Dónde? – pregunté tratando de comprender mis instrucciones para esa tarde.
--Bella, te veo en una hora en el taller para el vestido – se esforzaba por hacer que comprendiera pero no retenía ningún tipo de información en ese momento.
--Está bien, nos vemos ahí - Edward bajó una mano a mis nalgas y me apretó a él.
--Metió un Home Run, ¿verdad? – Jimmy tenía una jodida intuición…
--No llegues tarde – corté la llamada porque me moría de deseo por el hombre que me tenía pegada a él, tocándome e incitándome a más.
--¡Edward!, ¡Edward! – sacudí mi cabeza y traté de alejarme un poco de él, necesitaba concentrarme.
--¿Qué pasa amor? – preguntó inocentemente.
--Necesito salir ya mismo – dije recuperando un poco de mi cordura, y dando un paso hacia atrás, fuera de su alcance.
--Lo que tu quieras Bella – no podría concentrarme con esa melosa voz, tomó mi bolso y me dio la mano. Salimos de mi casa y por desgracia, se portó muy bien conmigo durante el trayecto al taller. Le conté lo que tenía que hacer esa tarde y al día siguiente porque quiso saber.
--¿Entonces? – preguntó un poco desconcertado.
--¿Entonces que cosa? – no entendía su pregunta y le respondí con otra. Su mano apretaba mi rodilla.
--Entonces, ¿a qué hora llegarás a casa para irnos?
La seriedad en su rostro y toda la pregunta me tomaron por sorpresa. ¿Qué había dicho? ¿Quería irse conmigo? ¿Había dicho “a casa”? Balbuceé algunos ‘em’, ‘ah’, ‘mmm’ y le respondí.
--¿A casa? Em, yo creo que alrededor de las uh, mmm tres o cuatro – estaba procesando esa información, “a casa”…
Me sonrió de lado y apretó mi rodilla. Subió y bajó la mano por mi muslo y en una luz roja, luchó con el cinturón de seguridad para darme un beso. Como siempre, fue atento conmigo y me abrió la puerta y me ayudo a bajar, me dio otro beso, tomó mi mano y entramos al taller de alta costura dónde harían los ajustes para mi vestido.
El taller, estaba lleno de gente. Expertas costureras daban vida a las creaciones del diseñador y lidiaban con los estudiantes que hacían allí sus prácticas o estaban de aprendices. Se cortaba tela en grandes cantidades sobre mesas enormes de trabajo, hojas de papel gigantes dónde se hacían los patrones de la ropa y gente, siempre había mucha gente corriendo por todos lados apurados y muy atentos a las demandas de su jefe.
No solté la mano de Edward. Muy curioso miraba todo a su alrededor, era lógico, todo eso era un mundo desconocido para él. Había muchas miradas curiosas sobre nosotros pero rápidamente volvían a sus ocupaciones con sonrisitas risueñas. Edward pasó su brazo por mi cintura en respuesta a ellas.
Pasamos a una sala privada dónde no había nadie más que el diseñador y dos o tres personas más. Estaba decorada muy linda de un estilo contemporáneo, en las paredes habían colgados diseños hechos por él, los más nuevos o en los que trabajaba en ese momento.
--Hola Bella – me saludó muy efusivo con un beso en cada mejilla.
--Elie – lo abracé y lo besé de la misma forma.
--Vienes acompañada, que bien – levantó ambas cejas.
--Oh si, Elie, él es Edward – su mano rozó mi cintura antes de estirarla para saludar a Elie – Edward, Elie.
--Mucho gusto, Edward Cullen – mi sonrisita chueca apareció en su rostro.
--Es un placer Edward – dijo Elie apretando su mano – pero vengan por aquí, ya esta todo listo Bella.
--Te espero aquí, no me moveré – dijo señalando un mullido sillón de piel color beige. Lo miré con duda porque sabía que me tardaría y se aburriría.
--Ve – sus ojos me ordenaron aunque habló suavemente. Asentí con la cabeza y desaparecí hacia el taller privado de Elie. Choo ya estaba ahí y cuando entré me abrazo fuertemente y antes de que dijera algo lo amenacé con la mirada. No era el lugar indicado para ningún tipo de comentarios, además Edward estaba afuera y podría escucharse algo. Tendría que aguantarse, y eso si yo quería contarle algo, pero conociendo a Jimmy solo seria confirmar sus dudas.
Me puse el vestido y comenzaron a marcar los ajustes. El largo del vestido y el ajuste del busto fueron los únicos problemas que tendrían, era un vestido muy favorecedor y era bastante cómodo.
--A ver Bella, inclínate y trata de subir el busto al borde del vestido – Elie era muy cuidadoso con cada detalle – recuerda que no puedes usar brassiere…
--¡Auch! – chillé por varios alfileres que se me clavaron en un seno.
--Cuidado Bella, no te muevas, no quiero que te vuelvas a clavar un alfiler en ese busto tan bonito – un ayudante de Elie se apresuró a decir marcando la tela bajo mi brazo con un gis especial.
--Voy a apretar un poco más aquí y se levantara aún más – dijo mirando mi busto – ¿te molesta? ¿sientes que esta apretado?
--No, está bien – aseguré – la abertura ¿hasta dónde llega?
--Hasta aquí – señaló mi ingle – Te queda hermoso Bella, muy hermoso.
--¿Ya puedes quitar los alfileres? – Pedí – si muevo los brazos corro el riesgo de no poder alimentar a mis futuros hijos – bromeé y el taller se lleno de risas.
Todo fue rápido con Elie. Media hora antes de lo previsto ya me había vestido de nuevo y regresé a la salita donde se había quedado Edward al que esperé encontrarme dormido por el aburrimiento pero no fue así, estaba “trabajando” desde su blackberry mandando y recibiendo mensajes. No se fijó cuando llegué junto a él.
--¿Interrumpo? – pregunté sexy, levantó la mirada para verme y sonrió.
--Tú jamás Isabella – se puso de pie y nos despedimos. Jimmy salió junto con nosotros y tenía una sonrisita idiota en la cara. Lo iba a matar.
--Bella, tengo que ver aún un par de cosas, pero adelántate al hotel y ahí te veo, ¿si? – sonó su teléfono y antes de contestar se despidió de nosotros con las manos.
Subimos al auto y antes de ponerme el cinturón como tanto le gustaba, me besó en la boca y me recorrió el cuerpo con la mirada - ¿Todo bien?
--Perfecto – le contesté con otro beso.
En poco más de media hora llegamos al hotel. El chico del valet parking abrió mi puerta y me dio la mano para ayudarme a salir, pero Edward con una señal lo detuvo y él me ayudó, tomó mi bolso, me dio su mano y bajé de su auto.
--Adentro hay gente de la prensa que viene a cubrir todo el evento – dije avisándole qué era lo que se encontraría al pasar por esas puertas – cámaras, reporteros y muchas chicas bonitas - arrugue la nariz.
--Si, pero yo quiero estar contigo – susurró en mi oído – Estoy contigo Isabella, ¿Tú estas conmigo? – y sus preciosos ojos verdes se oscurecieron de repente mirando los míos fijamente.
--Estoy contigo – murmuré.
--¿Estamos juntos? – su mirada me traspasó, en esa pregunta iban implicadas tantas cosas que no dudaba en responderle que si a todas ellas, pero quería saber que pensaba él.
--¿Estamos juntos? – Le pregunté seria, pero ansiosa, podría decir que se iba mi vida en esa pregunta y en su respuesta. Apretó mi mano.
--Estamos juntos Isabella – la sonrisa mas grande que podía existir se dibujo en mi boca y en la de él también.
¡Estabamos juntos! ¡Éramos una pareja!
--Eres mía – me dijo en un suspiro al oído- toda mía – nos besamos profundamente.
--Toda tuya – le confirmé y tomados de las manos entramos al enorme salón dónde seria el evento.
Como era de esperarse todas las miradas estaban sobre nosotros y para calmar mis nervios me pasó un brazo por la cintura pegándome a él y confirmándoles a todos que estábamos juntos. Rose, que estaba ahí, nos miró, sonrió feliz y corrió hacia nosotros.
--¡Ay Bella, Edward! – Daba brinquitos como Alice - ¿Si? – aún dudaba un poquito.
--Si – busqué los ojos de Edward y me miraba contento.
--¡Ah! ¡Cuando se entere tu madre Edward! – Rose se encogió de hombros sonriendo – se va a poner feliz.
--Bueno Rose, me gustaría se enterara por nosotros – tenía mucha razón.
--Claro, claro, sólo tendré que hacer que tu hermano cierre el pico y también Alice, Dios, va a enloquecer con tanta buena noticia – no dejaba de mover las manos al hablar.
--¿Hay mas buenas noticias? – frunció el ceño.
--Si, aparte de ustedes dos, tortolitos rebeldes, Alice y Jasper.
--¿En serio? – Pregunté feliz – ¡es una buenísima noticia! – miré a Edward y sonreía pero no estaba muy contento con la información que acababa de recibir. Me abrazó dándome un beso en la coronilla y yo lo abracé envolviendo su cintura con mis brazos, feliz, respirando su olor, mi olor a Edward.
Aquí también, la mirada de Edward recorría el lugar y observaba a los organizadores del evento que estaban a un paso del colapso. Había una pasarela pequeña dónde desfilaríamos con los vestidos a subastar y un escenario a un lado dónde se harían las subastas de otros objetos donados. Del otro lado del salón, estaba otro escenario dónde se colocaría la orquesta y en el centro estaba la pista de baile.
--Edward, que bien que acompañas a Bella a su trabajo – rió Rosalie – habla bien de ti. Ya ves Emmett jamás se ha parado por algún evento mío.
--¿No Rose? – entrecerré los ojos.
--Bueno si, pero no a un ensayo como este – miró a Edward – y mira, Edward esta aquí contigo – decía emocionada.
--Es que hoy – me giró y me abrazaba por detrás – es un día muy especial – al escuchar eso volteé mi cara hacia él con los ojos bien abiertos – es oficialmente – sus dedos acariciaban mi cintura – nuestro primer día juntos y no quería separarme de Bella - ¡Madre mía! ¿Cómo se me ocurrió que pudiera decir algo? Estaba loca.
Me reí cerrando los ojos y sacudiendo mi cabeza. Con un beso me tuve que alejar de Edward y unirme a las otras chicas para ensayar la coreografía para la pasarela, el orden, los tiempos y la música. Todo para prevenir errores.
El ensayo se fue como agua, pero mientras me indicaban en que momento serían mis salidas, las risitas de un grupo de chicas me distrajo. Observaban a Edward que estaba sentado un poco alejado y me miraba. Qué tontas, Edward ya tenia dueña, era mío.
Nos despedimos de Rose y de Jimmy que llegó tarde.
--Bella, mañana a las diez, al spa, te llamo y te veo ahí – me advirtió de su llamada – bueno chicos, Rose, Edward, Bella, ¡adiós! – y salió disparado de ahí.
--Vamos a cenar amor – me avisó mientras me arrastraba hacia la salida – no hemos comido y muero de hambre.
Fuimos al Slatterys Midtown Pub. Era un restaurante con un bar tipo pub, cómo los bares ingleses. Era muy acogedor y hacían unas hamburguesas y sándwiches deliciosos según me decía Edward. Teníamos el hambre desatada y pedimos de todo. Calamares y camarones empanizados de entrada, una hamburguesa ‘Midtown para Edward, con mozzarella, tocino, champiñones y salsa BBQ y yo un sándwich de salmón ahumado con ensalada verde y vinagreta. Edward pidió una cerveza y yo ordené una coca cola.
La espera por la cena fue en silencio, pero cargada de suspiros, caricias y miradas. Teníamos mucha hambre y no sabíamos si toda la comida que ordenamos seria suficiente para satisfacerla. El lugar, por ser viernes estaba lleno y casi pasábamos desapercibidos, salvo por un par de chicas que me sonrieron al entrar y unos chicos que no dejaban de mirarme, sin ser irrespetuosos. Edward me acercó a él y me abrazó y en un rápido movimiento ya me tenía sentada en su regazo. Levanté mi cara buscando su boca con mis labios y lo besé como si la gente alrededor no existiera. Mi hambre era de él.
Nuestra cena llegó y nos dábamos a probar todo lo que estaba en los platos. Nos mirábamos, nos tocábamos, nos sonreíamos. No pude terminar de cenar, era demasiado y ya estaba satisfecha. Levantaron nuestros platos y al esperar la cuenta unas chicas se acercaron con dos chicos y me pidieron una foto. No quería que se repitiera el incidente del cine, pero no podía negarme, los chicos con mucho respeto se habían acercado, así que me puse de pie y nos tomaron la foto. Los chicos me agradecieron y se fueron pero las chicas me hacían varias preguntas hasta que muy a tiempo, llegó la cuenta, Edward pagó y se puso de pie. Me tomó de la cintura como le gustaba abrazarme, tanto a él como a mi, y se despidió de las chicas y para sorpresa de ambos, se despidieron de él con un beso cada una, y eran cuatro.
Me puse seria y arrugué la nariz, tomé mi bolso y antes de dar un paso Edward me agarró de la mano.
--¡Hey! – Me detuvo – ¡Estoy contigo! – me dijo frunciendo el ceño.
--Ajá – respondí indiferente. Era una tonta ¿Cómo podría enojarme por eso? no iba a arruinar por una tontería mi día especial, oh no.
--Vámonos de aquí – le pedí.
--A dónde tú quieras – sonrió.
Antes de subir al auto me besó tomándome de un poco más abajo de la espalda. Sus manos casi en mis nalgas me prendieron y me pegué a él, despertándolo. Ya adentro y con sus labios cerca de mi boca me preguntó con voz muy grave.
--¿Tu casa o la mía? – pegó nuestras frentes.
--Esta noche la mía – dije rozando nuestros labios y muy lista para aprender lo que el quisiera enseñarme.
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5 comentarios:
Chicas Mil gracias por sus comentarios, de verdad me halagan. Otro capitulo.
Besitooooo
Li
Liiiiiii amiga mia, ufff cari me haras combustionar jajaja dios miooo, me encanta, parece que todo va por buen camino ... espero que continue pq es un delicia leerte.
Un besazo gordoooooo
y como soy ansiosa xD quiero mas...mas...mas...mas...mas...mucho massssssss
hayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy
gritos y de todo me has puesto ummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm OMG me muero con este fics me alegra que act tan rapido no sabes como que emocion que hombre XD asi quisiera uno bye
*O* por fin estan juntitos :B
todos estan muy contentos por su union gracias estuvo buenisimo el capi.
wow!!! jejeje edward está obsesionado con las bubbies de bella jaja :D
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