CAPITULO 16
Esa, sin duda, era la noche más feliz de mi vida. No importaba el mal rato de antes, no importaban las palabras de Irina, no importaba nada que no fuera el hombre que me abrazaba y que dormía en mi cama. Edward, mi Edward.
Me desperté varias veces esa noche sólo para comprobar que no era un sueño y que yo estaba en los brazos de Edward, en mi cama. El no se había movido para nada, su brazo estaba sobre mi espalda y yo tenia mi mejilla contra su pecho desnudo. Podía olerlo, ese olor a Edward, mi olor. Me dormí de nuevo por lo que creí habían sido un par de minutos pero en realidad fueron mas de tres horas. Cuando abrí los ojos, ya no estaba en los brazos de Edward. Él estaba sentado junto a mí en la cama, completamente vestido.
--¿Te vas? – respiré con dificultad por la angustia, no quería que se fuera – no…
--Tengo que ir a la presa Bella – se inclinó para besarme ligeramente y no pude ocultar mi tristeza porque sabía bien que tenía que ir – no quería irme antes de que despertaras - Asentí y lo abracé muy fuerte pero el me separó.
--Bella… - dudó – tenemos que hablar – dijo serio - ¿Cenamos esta noche?
Las traicioneras lágrimas brotaron sin aviso y me dio mucho coraje no poder contenerme y que Edward se diera cuenta. Me cubrí rápido la cara con las manos pero él tomó mis muñecas y las bajo.
--No, por favor amor – dijo tierno – no pienses nada malo ¿si? – pasó una mano por mi alborotado cabello – todo esta bien Bella, todo va a estar muy bien.
Lo mire entre lágrimas que limpio con sus pulgares y besó cada uno de mis mojados ojos – No quiero que te preocupes por nada, además – sonrió – ya no llores por favor, tus ojos están hinchados y me vas a odiar el resto del día por eso – una sonrisa pequeña intentó aparecer en mi rostro.
--¿Necesitas algo para esos ojos? – ofreció - ¿algo helado tal vez?
--No, estoy bien – hablé bajito – Edward…
--Dime cielo – me miraba tan dulce.
--Abrázame – volví a llorar – antes de que te vayas – no había terminado de hablar cuando ya estaba encerrada entre sus brazos y sus labios buscaban los míos, me besó tan apasionadamente que nos quedamos sin aliento.
--Prométeme que vas a estar tranquila – dijo serio - ¿Tienes que ir a trabajar? Di que no te sientes bien – lo miré – es la verdad Bella.
--Estoy bien, en serio – aseguré – solo necesito dos horas y estaré perfecta.
--Isabella… ya eres perfecta – me miró como si lo que había dicho fuera lo mas obvio – anda, ya no llores, vamos – me dio un beso en la frente y se separó de mí.
--Nos vemos en la noche ¿ok?, te llamo – y salió de la habitación pero regreso a los pocos segundos.
--¿Olvidaste algo? – pregunté mirando a mi alrededor.
--Si – dijo cerca de mi cara – pedirte que te cuides mucho y… que te alejes de los árboles ásperos y de todo lo peligroso, ¿Podrás? – puso sus verdes ojitos muy tiernos, ¡Dios! ¿Otro del club?
--¿Esto no es un poco chantaje? – me alegré un poco.
--Tal vez, pero no me importa, ¿Lo harás?, ¿Te cuidaras?
--Si Edward, te lo prometo – me besó de nuevo.
--Buena niña - sonrió y salió. No había llegado al salón cuando fui corriendo tras él.
–¡Edward! – grité. Se giró para verme y me acerqué - ¿Y tu?, ¿También te cuidarás? – me pegué a su pecho, oliendo a mi Edward.
--¡Claro que si! – abrió la puerta y lo despedí con otro beso. Cerré la puerta y no pude dejar de dar brinquitos como loquita, emocionada y feliz.
Estaba demasiado feliz, era muy feliz. No quería pensar, solo disfrutar mi noche, mi madrugada y mi mañana, las mejores de mi vida. Corrí a mi baño y me metí rápidamente, necesitaba una buena ducha para continuar con mi esplendido día. Apenas había comenzado a lavarme el cabello cuando oí que alguien me gritaba.
--¡Isabella Marie Swan! – Era Choo – ¡apúrate!, necesito que hablemos.
--¡No te atrevas a entrar Choo! – Lo amenacé – ni se te ocurra.
--Tranquila, verte desnuda seria como verme a mi misma, no me sorprendería nada. ¡Apúrate! – gritó.
Ya sabía que era lo que lo tenía así, por eso ni me inmuté y me tomé mi tiempo, mimándome y poniéndome muchas cremitas para dejar mi piel radiante. Me envolví en una toalla y salí a ver cómo me libraba de ese loco. No estaba en mi habitación así que debía estar en la cocina por lo que me senté en la cama para ponerme unos jeans pegados, un suéter blanco largo con cuello de tortuga y mis zapatos rojos de Valentino, me veía bien. Me até el cabello en un moño simple, mi maquillaje tan sencillo como siempre y mi perfume. Tomé mi bolso plateado y le vacié todo el contenido del bolso del día anterior.
Salí para enfrentarme con Choo que estaba sentado en una silleta en la barra del desayunador y me miraba muy serio mientras caminaba hacia él. Ni siquiera hice el intento de darle un beso en la mejilla, era mejor no tentar a las fieras. Tenía que evitar los peligros, tenia que cuidarme, se lo había prometido a alguien. Sonreí.
--Necesito que me expliques porqué vi salir a Edward Cullen del estacionamiento hace un rato – enarcó una ceja altísima, ¿Cómo podía hacerlo tan alto? Abrí la boca para empezar a explicarle pero siguió.
--Es obvio que pasó la noche aquí – mi cara me delató supongo – y no lo niegues, tu cama está desarreglada totalmente y tú siempre dejas un lado ordenado.
--¡Jimmy! – Dije muy seria – soy mayor de edad ¡por Dios!
--¡Bella! No es eso, es sólo que… no estoy acostumbrado – confesó.
--No te preocupes Choo, todo esta bien y ¿sabes? – nos miramos a los ojos y él esperaba mi respuesta ansioso - ¡Sigo en tercera base! ¿Puedes creerlo?
--¡Isabella! ¿En verdad crees que soy idiota? – Encogió un hombro y entrecerró los ojos - ¿Crees que puedo tragarme el que Edward Cullen pase la noche en tú cama, con tú ropa tirada por toda la casa y la sonrisita tonta que traes impresa en la cara y que piense que no te ha hecho gritar su nombre?
--¡Jimmy! – Grite fingiendo horrorizarme – pues aunque no lo creas, no tengo porqué informártelo pero así es, cree lo que quieras.
--¡Al menos dime que te estas cuidando y que no me harás tío pronto! – me giré ahora si sorprendida por lo que acababa de oír.
¡No era posible!
Salimos de casa y fuimos directamente por unos cafés y unos muffins. Me comí dos de nuez junto con un capuchino doble, tenía hambre. Choo sólo me vio devorar todo y rodó los ojos mientras bufaba. Llegamos al edificio dónde se grabaría un breve segmento con un fuerte patrocinador, ahí nos encontramos con Rose.
--Hola Rosy – la saludé con el sobrenombre que no le gustaba mucho pero no me importó.
--¡Isabella! – Respondió – que alegre vienes, ¿Qué me cuentas?
--Nada, sólo dormi bien – le enseñé mis dientes blanquísimos en una sonrisita.
--Ah, ya veo – volteó a ver a Jimmy que se hacia el tonto viendo unas plantas.
Se grabó la cápsula del patrocinador y teníamos que regresar al hospital de Carlisle a grabar más entrevistas pequeñas con los médicos. Estuvo un poco aburrido porque eran varios y se tardaban un poco así que me acomode en un sillón de una sala de espera y me dormí. A la hora de la comida, olvidé que había quedado con Rose y comimos en un pequeño lugar cerca del hospital, platicamos de sus campañas que se harían en París y estaba triste porque estaría fuera casi un mes, sin ver a Emmett. Yo por el contrario estaba muy tranquila porque mis campañas las haríamos aquí, en Nueva York, no tendría que separarme de Edward. Regresamos al hospital porque seguíamos Rose y yo para grabar con los médicos.
--Oye Bella, te veo diferente – dijo Jane, que como siempre era muy honesta, no era mala ni nada, sólo hablaba sin pensar las cosas.
--¿Ah si? – me hice un poco tonta.
--Yo también estaría como tú con un bombom como ese… - y se quedó callada. Me giré para ver qué era lo que había visto Jane y yo también enmudecí. Edward venía caminando hacía mi por el pasillo. Mi cara se transformó, me puse nerviosa y no pude moverme. Se acercaba a mí y su sonrisa era indescriptible. ¡Era tan guapo!
--Isabella – dijo poniendo sus manos en mi cintura y acercándome a él, sin importarle la gente a nuestro alrededor – estás hermosa amor – me dijo al oído y me estremecí cuando me besó bajo la oreja. "¡Edward ahí no por favor!" Fue inútil, la corriente eléctrica recorrió mi débil cuerpo.
--Edward – murmuré y apoyaba mi mejilla en su pecho, amaba ese lugar, mi lugar.
Las enfermeras estaban encantadas viendo su novelita de la vida real, tal y cómo la contaban esas revistillas de mala muerte, pero los que de verdad estaban sin saber que decir eran Choo, Rosalie y Jane.
Que nuestro saludo ya fuera tan despreocupado y obvio delante de tanta gente ya era la confirmación de algo que todos ellos asumían, menos yo. Pero faltaba poco para saber que suelo estaba pisando, sólo necesitaba poquita paciencia.
--Tenías razón – se separó de mí para observarme – dos horas y estás deslumbrante – volvió a acercarme a él, abrazándome.
--¡Edward! – lo regañé en broma y miré de reojo al trío sentado en un sofá. Los tres tenían una sonrisa en la cara, Choo también estaba contento.
--Bella, ¿te falta mucho? – Murmuró en mi oído – vine a ver a mi padre, estaré aquí un par de horas y si ya terminaste, podemos irnos juntos ¿te parece?
¡Oh Dios! Música para mis oídos, pero sinceramente, no creía terminar a tiempo y además, quería ir a casa a arreglarme y cambiarme de ropa, no quería ir así.
--Me encanta la idea pero no sé si saldré a tiempo, esto es tardado – hice una mueca.
--Ok, no importa, tú tranquila y muy “bella”- rió y me besó, haciendo que se me aflojara cada tornillo y engrane del cuerpo. Se dio la vuelta y caminaba por dónde había venido y corrí hacia el con un pañuelo desechable en la mano.
--¡Edward! – lo llamé y se detuvo a mirarme, me acerqué y le limpié los labios rojos que le había dejado ya que me habían maquillado más por las grabaciones. Nos reímos.
Como ya sabía, no terminé a tiempo y Edward se fue. Tuve que correrlo de ahí prácticamente ya que se quería quedar a esperarme pero yo quería ir a cambiarme a casa y ya ahí, Jimmy me ayudaba a escoger lo que me pondría.
--Bella, siento lo de hoy – soltó sin más.
--Ay Choo, ya sabes que no importa, sé que te preocupas – lo abracé – gracias.
--Esto te queda di-vi-no – me dio el visto bueno – y cuando te vea ese hombre, ¡va a enmudecer!
--¡Ay Choo, tengo nervios! – Confesé - ¿A dónde me llevara?
--Eso no importa, tú diviértete, eso es lo que importa Bella, que estés con tu hombre.
--¿Mi hombre Choo? – de sólo pensarlo mi cuerpo vibró. Me puse mis mayones negros y un vestidito de punto, negro, mi color favorito, calado sobre todo de la parte de arriba y me puse unos pétalos para cubrir mis pezones y que no se transparentaran. Terminé de maquillarme, decidí llevar el cabello en una coleta y cómo siempre, dos o tres apretones de mi perfume hacia arriba y a pasar entre el rocío.
--¿Cómo me veo Choo? – pregunté nerviosa.
--Mejor que te lo diga Edward cuando te vea - tomó sus cosas y empezó a despedirse - ¡suerte Bella!
Sacaba un abrigo negro cuando llegó Edward. Me dí una repasada en el espejo y corrí a abrir la puerta.
--¡Isabella! – Me abrazó fuerte – mi niña Bella.
--¿Mi niña Bella? – puse cara extrañada.
--Mi buena niña Bella – me besó detrás de la oreja y comencé a temblar cuando su boca buscó la mía y me dio un profundo beso. Nos separamos y el me alejó un poco para verme bien y al observar el área donde supuestamente deberían transparentarse mis pezones, me miró serio pero no dijo nada. Me ayudó a ponerme el abrigo.
--¿Nos vamos? – y me regaló una de las miradas mas sexys que había visto en mi vida. Asentí y salimos de mi apartamento.
En el trayecto al restaurante, como lo había hecho la última vez, puso su mano sobre mi pierna mientras conducía y como lo había hecho desde la primera vez que nos conocimos, me pidió que escogiera algo para escuchar de su Ipod. Encontré a Leona Lewis y no lo dudé un segundo y la puse.
Me llevó a “The River Café” en Brooklyn, nunca había ido. Había escuchado que era uno de los lugares mas románticos y bonitos de Nueva York pero nunca se me hubiera ocurrido que Edward me llevaría. Estaba ubicado debajo del puente y tenía la mejor vista de la isla de Manhattan. Al llegar, no permitió que el valet parking me ayudara a bajar, con una señal le indicó que se alejara de la puerta del auto y se apresuró a rodearlo para ser él quien me ayudara. Me encantaba que fuera así.
El lugar era de verdad bellísimo, lleno de árboles en su entrada e iluminados con miles de lucecitas. Entramos y la atmósfera del lugar me envolvió. Era mágica, romántica, elegante, no hubiera podido escoger un mejor lugar, era perfecto. Antes de sentarme me ayudó a quitarme el abrigo y la colocó en el respaldo de mi silla. Nuestra mesa estaba frente al gran ventanal y justamente como había escuchado, la vista quitaba el aliento.
Una vez acomodados, me dio un pequeño beso en los labios y ordenó la infalible botella de vino, blanco en esta ocasión. La iba a necesitar esa noche para relajarme un poco ya que estaba nerviosa ante lo que Edward iba a decirme. Así que cuando llenó mi copa sólo quería tomármela de un trago pero él habló antes.
--¡Por ti Isabella! Por mi niña Bella – chocó ligeramente su copa con la mía y me sonrió. No tomó ni siquiera un sorbo de vino, dejó su copa en la mesa y me abrazó hundiendo su rostro en mi cuello.
No creía estar equivocada, podía jurar que lo sentí… ¿Ansioso? ¿Nervioso? No sabía cómo exactamente pero tranquilo y seguro como siempre, no estaba. No me importó y traté de pensar en otra cosa, no quería romper con lo perfecto de esa noche, no con mis tonterías e inseguridades. Lo abracé y pasé mis dedos por su nuca, enredándolos en su cabello y Edward movió su cara para besar mi cuello y luego se incorporó.
Le pedí a Edward que ordenara por mi, le gustaba hacerlo y a mi me gustaba que siempre tuviera esas atenciones conmigo. Pidió una ensalada de alcachofas, sopa de hongos, pechuga de pato en salsa de higos y también con salsa de nuez. Siempre era una experiencia única comer juntos. Disfrutábamos de darnos a probar de nuestros platillos, de esperar la reacción del otro para saber si le había gustado. Yo elegí el postre, parfait de fresas. Sencillamente exquisito.
Apenas levantaron nuestros platos, lo abracé, no pude resistirme. Pegué mi mejilla a su pecho, había cierto lugar donde se amoldaba perfecto y podía respirar mi olor a Edward. Lo amaba.
El también me abrazó y me besó en la coronilla. Nos quedamos así un momento, disfrutando tan sólo de estar en brazos del otro.
--Gracias Edward – hablé sin moverme.
--¿Por qué me agradeces amor? – me desarmaba cada vez que me decía así.
--Por haberme traído a un lugar tan bonito y… - me detuve – por todo.
--Tú te mereces todo Isabella, no me agradezcas nada, en tal caso soy yo quién debe darte las gracias – murmuró.
--¿Tü? ¿Por qué? No te entiendo.
--Preferiría platicar en otro lugar más privado, además ¿Recuerdas que tenemos pendiente una conversación?
Asentí pero aún no me movía, continuaba abrazándolo y después de decirme esto último, lo apreté más fuerte con mis brazos. Tenía una mano en uno de sus costados y lo acaricié con mis uñas.
--¡No hagas eso Isabella! – me ordenó. Me quedé quieta, su tono me cohibió así que me separé de él y me senté un poco tensa. Edward rompió mi momento romántico. Pidió la cuenta y aproveché para ir al tocador pero sólo había sido un pretexto, sólo necesitaba un minuto para recuperarme de su tosca orden. Me puse más gloss en los labios, me acomodé bien el vestido que era corto, asegurándome que mis pezones no se transparentaran y que los parches estuvieran en su lugar. Todo bien.
Casi choqué con Edward que me esperaba al salir del tocador, con mi abrigo abierto para ponérmela. Me pasó una mano por la cintura y caminamos hacia la terraza, había frío pero valía la pena salir un momento. De pie mirando y con esa imponente imagen de Manhattan frente a nosotros, me abrazaba por detrás y me besaba la nuca. Moví mi cabeza para darle mejor acceso a mi cuello y sentí sus labios. Sus manos se cerraron sobre las mías y de pronto, sin esperarlo, gemí. Sus labios dejaron de moverse y él se quedó muy quieto.
--Vámonos de aquí – ordenó de nuevo y guiándome por la cintura a la salida. El auto ya nos esperaba y me ayudó a subir. Se subió de su lado y se inclinó para ponerme el cinturón aprovechando para darme un beso. Este enamoramiento me estaba nublando los sentidos.
--Amor – dijo tímido – necesitamos hablar, ¿tu casa o la mía? – Sostenía mi mano esperando mi respuesta. Le sonreí.
--La tuya – respondí rápido – quiero conocer tu casa - Sonrió y prácticamente voló hacia su apartamento. Su edificio era moderno, y para mi sorpresa estaba muy cerca del mío, a unas pocas cuadras. Entramos al estacionamiento y me ayudó a bajar para ir al elevador y mientras llegábamos a su piso, me tomó el rostro entre sus manos y me besaba tiernamente pero ansioso.
--Ya estamos aquí – me jaló de la mano sacándome del elevador y quedamos justo frente a su puerta. Abrió rápido y se hizo a un lado para que yo pasara. Era un apartamento muy amplio, increíblemente decorado, minimalista cien por ciento, en colores cafés. Con un ventanal enorme en el salón y un enorme y muy cómodo sofá negro. Al centro una otomana y junto, una silla tan moderna que no hallabas el modo de sentarte en ella pero le quedaba perfecto a la decoración del salón. La observaba porque me intrigó cómo podría alguien estar cómodo en ella.
--Alice – dijo respondiendo la pregunta que estaba a punto de hacerle – mi madre lo decoró y Alice compró esta “silla”, ya la conoces.
--No es fea, va con todo, sólo es que… - seguía queriendo resolver el acertijo de la silla extraña.
--Que no sabes como te puedes sentar ahí ¿no? – soltamos un par de carcajadas.
Me gustaba su apartamento, iba todo de acuerdo con él, todo completamente.
--¿Quieres tomar algo? – me preguntó acariciando con su mano mi cuello, no podía concentrarme cuando hacia eso. Asentí y fue a la cocina dejándome en el salón, observando sus terrenos. No había adornos extras ni fotos, nada que pudiera decirme algo más de ese hombre que estaba ansioso porque habláramos y fue cuando recordé que yo también necesitaba decirle algo.
No pasó mucho tiempo cuando ya estaba de regreso con dos copas llenas. Me dio una y frente al ventanal, tomamos un sorbo sin dejar de mirarnos a los ojos. Me quitó la copa de las manos y la puso junto con la suya, en la otomana, tomando mi mano para sentarnos en el sofá. Se acomodó para quedar frente a mi y yo me giré un poco para hacer lo mismo, aún sostenía mi mano cuando por fin habló.
--Isabella, ¿Recuerdas la primera vez que me dijiste que te gustaba? – preguntó serio pero con voz baja. Asentí - ¿También recuerdas lo que te dije después verdad?
Un “si” muy débil salió de mi boca.
--Bueno, todo tiene un porqué – apretó mi mano – y también te lo expliqué esa noche. No quería lastimarte con mi “poco seria” forma de ser – miré hacia otro lado. Cada vez que recordaba sus palabras me dolía algo en el pecho.
--Bella, no estoy orgulloso de quién he sido hasta hoy – confesó y al escuchar sus palabras lo miré de nuevo.
--Edward no – no quería escuchar nada de su pasado – no sigas, no quiero saber nada.
--Necesito hacerlo, tengo que decirte… - no iba a permitirlo de ninguna manera – ¡por favor! – insistió.
--¡No! – Grité – yo sólo necesito saber una cosa – lo miré a los ojos y me llevé su mano cerrada en un puño junto con la mía al pecho.
--Bella…
--¡No! – Grité de nuevo – sólo dime Edward, dime – hablé con un hilo de voz - ¿Tú quieres estar conmigo?
Sin pensarlo, se abalanzó sobre mí y me besó apasionadamente, respondiendo con ese beso mi pregunta. La pasión disminuyó poco a poco en el beso transformándose en uno tierno.
--¿Responde eso tu pregunta? – sus ojos aún estaban ansiosos. Esta vez fui yo quien lo besó con la misma pasión acariciando su nuca con mis manos. Comencé a moverme para pegarme más a su cuerpo pero me separó de él.
--Isabella, quiero estar contigo – pegó su frente a la mía y me rodeó con sus brazos - ¡Déjame estar contigo!
Tomé su cara entre mis manos y lo besé con pasión, con ansiedad, con deseo. Él me respondió de una forma inmediata haciendo que nuestras respiraciones se agitaran cuando sus manos recorrieron mi espalda y eché la cabeza hacia atrás para poder sentir sus labios en mi cuello. Y así lo hizo, me sostuvo por la espalda y sus labios repartían besos pequeños por mi cuello y algunos en la piel detrás de mi oreja mientras aspiraba mi aroma al hacerlo. Los jadeos brotaban de mi garganta sin reparo alguno ante el cosquilleo de sus labios intentando hacer a un lado el vestido para besar mi clavícula. Una de sus manos subió también a mi cuello, su palma completa lo tocaba, lo acariciaba y de pronto la sentí bajar lentamente hasta alcanzar mi seno derecho. ¡Que maravillosa sensación!
Aunque lo había hecho antes, esa vez fue como si lo experimentara por primera vez, sentir su mano acariciarlo fue un delirio, necesitaba más.
--Edward… - mi voz suplicaba por más y él lo comprendió.
Me tomó en sus brazos y me llevó a su habitación para depositarme en su cama. Se quitó la camisa y yo lo miraba fascinada, el pecho de Edward era algo indescriptible, grande, firme, duro. Se colocó sobre mi en la cama y se inclinó para besar mis labios y después mi cuello otra vez. Se incorporó y con ambas manos tocó mis senos, regalándoles un suave masaje, presionándolos más fuerte cada vez y arqueé mi espalda buscando un contacto con más fuerza de sus manos sobre mi pecho. Sentí sus manos bajar hacia la orilla de mi vestido y meterse debajo acariciando en el camino hacia mi pecho, mis muslos y mis caderas que recibieron movimientos circulares muy lentos.
Al llegar a mi cintura, metió sus dedos en mis mallones y comenzó a bajarlos lentamente sin dejar de mirarme a los ojos. Lo ayude levantando mi cadera para que pudiera quitármelos y al llegar a la mitad de mis muslos subió sus manos recorriendo mi piel deteniéndose un segundo en la orilla de mis bragas hasta llegar a mi cintura. Se movió para poder deshacerse de esa prenda de una vez, primero desnudo mi pierna izquierda y luego la derecha sin dejar de acariciar cada nuevo centímetro de mi piel que iba quedando al descubierto. Mis sentidos a esas alturas ya no funcionaban muy bien, yo sólo quería más de Edward, más de sus caricias, más de su boca en mis piernas, besándolas, más de su lengua saboreando mi piel. No noté en que momento se puso de nuevo sobre mí a horcajadas, jalándome de los brazos hacia el para sentarme y poder deshacer los tres botones en la espalda de mi vestido.
Mi respiración se agitó mucho más de lo que ya estaba al levantar mis brazos para permitirle pasar mi vestido sobre mi cabeza. Edward se deshizo de él aventándolo a una silla y yo bajé los brazos colocándolos en mi pecho. Me recostó y se inclinó sobre mí besando mi vientre y subiendo poco a poco, repartiendo besos en mi torso hasta llegar a donde mis brazos le bloqueaban el acceso. Pasó sus manos debajo de mis brazos dejando al descubierto mi pecho, miró mis senos y la sonrisa torcida apareció en su rostro. Sus manos por fin tocaron mis senos, masajeándolos por igual, presionándolos, ¡Qué delicia! Disfrutaba de sus caricias con los ojos cerrados hasta que sentí la humedad de su boca descender en uno de mis senos, lamiendo alrededor de mi pezón y luego sobre él, mientras yo me retorcía por el placer que me regalaba. El pétalo sobre mi pezón se humedeció y lo quitó con los dientes, sin esfuerzo, para luego saborearlo desnudo, succionando suave primero y aumentando poco a poco.
Mis jadeos y gemidos eran una verdadera sinfonía y no me importaba, estaba disfrutando mucho de todo lo que Edward me hacía, estaba excitada, ansiosa, deseosa, quería más, quería todo y en ese momento recordé.
--Edward – apenas pude hablar pero él no se detuvo – Edward.
--Bella, me vuelves loco – dijo muy agitado y continuó con su tarea de brindarme todo el placer posible con su boca ahora sobre mi otro pezón y su mano bajando por mi vientre para llegar a mi ingle. Gemí más fuerte y su boca atrapó la mía en un beso salvaje, urgente y profundo. Sentí de pronto que sus manos comenzaban a bajar mis bragas mientras continuaba besándome ahora en el cuello y mi clavícula.
--Edward – repetí como pude y ya estaba completamente desnuda. Su mano se abrió camino entre mis piernas y me acarició por primera vez sin ninguna tela de por medio. La sensación de su mano recorrer esa zona fue de lo más enloquecedora.
--¿Bella? – me preguntó intrigado y me miró a los ojos para después bajar la mirada hacia donde estaba su mano. Edward miraba esa pequeña parte de mi cuerpo maravillado, tanto, que toda su atención de pronto estaba concentrada ahí. Tardé unos segundos en comprender el porqué… estaba completamente depilada. ¡Bendito el láser!
Cerró los ojos y su mano se movió despacio abriéndose camino para llegar a mi centro. Sus expertos dedos encontraron el lugar exacto para tocarme y hacer que mis gemidos se convirtieran en gritos suplicantes, sólo quería una cosa y eso sólo podía dármelo él. Mi cuerpo se retorcía ante el tacto de sus dedos en mi clítoris, en suaves y aletargadas caricias, rodeándolo, presionándolo y de pronto al deslizar uno de sus dedos dentro de mí grité su nombre.
--¡Edward!
Y antes de que pudiera darme cuenta sus dedos abandonaron mi interior y se puso de pie rápidamente, quitándose lo que le quedaba de ropa, dejándome admirar su perfecto cuerpo. Su abdomen marcado, sus piernas fuertes y sobre todo su pulsante y enorme erección.
“Dios mío”
Edward se colocó sobre mí y se inclinó para besarme en la boca, su lengua buscando la mía, dominándola, apoyándose en sus brazos mientras se acomodaba entre mis piernas. Un pensamiento se coló en mi mente y puse mis manos en su pecho, alejándolo un poco.
--Edward – murmuré pero sólo obtuve un – “mmm” – por respuesta.
--Por favor – hablaba con mucho esfuerzo debido a mi excitación – Edward, detente… - esa palabra lo contuvo.
--¿Qué sucede amor? – preguntó sorprendido y me miró fijamente, su mirada verde oscuro y su voz ronca me hicieron temblar.
--Tengo que decirte algo – logré balbucear.
--¿Qué pasa? – se separó un poco de mí.
--Edward yo… - intenté explicarle – yo no… no he…
--No te preocupes amor – tenía atrapado entre sus labios el lóbulo de mi oreja mientras intentaba hablar – yo tomaré las precauciones por ambos – con un rápido movimiento se puso de pie y de la mesita junto a la cama sacó un paquetito que abrió con los dientes de un leve tirón. Tomó el condón y se lo colocó.
--No Edward, no es eso – regresó a la cama y cuando estuvo sobre mi dijo serio.
--No Isabella, yo tampoco quiero saber nada de tu pasado – su voz cada vez se hacía mas grave – sólo necesito saber una cosa…
--Edward yo n… - se preocupó por mi respuesta.
--¿Tú quieres estar conmigo? – me interrumpió.
--Pero yo no…
--¿Si o no?
Asentí y lo jalé hacía mí para besarlo tomándolo del cuello, y una vez que lo tuve muy cerca enredé mis dedos en su cabello, tirando de él, respondiéndole ansiosa. Edward se acomodó entre mis piernas abriéndolas más.
--Abre los ojos Isabella – me ordenó – quiero verte mientras te hago mía – y sin más, entró en mí con un fuerte empujón de sus caderas. Sentí un dolor desgarrador que me quemaba, un dolor intenso que abría mi cuerpo, que me llenaba y al mismo tiempo me inundaba. Me aferré a él clavando mis uñas en su espalda al mismo tiempo que un gritó escapó de mi garganta, y sin quererlo, las lágrimas bañaron mis ojos.
--¡Isabella! – Apenas oí su voz ante la dolorosa embestida, estaba paralizada al igual que Edward que me miraba atónito y sumamente sorprendido - ¡Bella, amor!, ¿Qué te hice? – exclamó horrorizado y trató de salir de mí con mucho cuidado.
--¡No! – grité como pude – no lo hagas, ¡No me dejes!
Edward estaba tan confundido que no se movió, sólo me miraba con miedo, esperando una señal mía y una vez que mi cuerpo se acostumbró a él, comencé a mover despacio mis caderas.
--Amor, déjame a mí - susurró y comenzó un suave vaivén con su cuerpo que transformaba poco a poco mi dolor en un delicioso roce de su cuerpo con el mío. Primero sus caderas repetían un lento movimiento que fue aumentando sin que lo notara, salió de mí muy despacio para entrar de nuevo, lo hizo varias veces hasta que el dolor desapareció dando paso a una gloriosa tortura. Mi cuerpo pedía más, de su cuerpo, de su fuerza, me moví a su ritmo que se hacia más rápido, necesitándolo para liberarme de algo que aún no sabia bien qué era.
--Edward – dije entre jadeos – ¡Más!, ¡Por favor, más!
--Bella, mi Bella – habló sin perder nuestro ritmo – así amor, así.
Me estaba enloqueciendo mientras sentía que en mi interior crecía un calor que recorría cada terminal nerviosa, amenazando con explotar y salir por cada poro de mi cuerpo. El torbellino que me tenía suspendida y ahora me soltaba era infinitamente mayor a los que había experimentado antes, mi cuerpo no podía contener tanto placer, me dejé ir, perdiéndome en él, sintiéndome convulsionar alrededor de Edward, grité de placer, comprimiéndolo dentro de mí, disfrutando de esa nueva y maravillosa sensación de éxtasis que él me estaba haciendo sentir.
Un par de embestidas más y Edward se liberó gimiendo, gritando mi nombre, tensándose y luego relajándose y descansando sobre mí. Al darse cuenta, giró llevándome con él y ahora yo descansaba sobre su cuerpo, con mi mejilla sobre su pecho intentando normalizar nuestras respiraciones.
Permanecimos así abrazados un buen rato. Yo no quería moverme, estaba en mi lugar perfecto. Edward me tenía rodeada por sus brazos, trazando ligeros dibujos en mi espalda y llegando hasta mis nalgas. Me daba besos en la cabeza y luego descansaba su mejilla en ella. No podía pedir más. Me recostó a su lado, saliendo de mí muy suavemente, tratando de no hacerme daño.
Apoyado en un codo, recostó su cabeza en la mano mirándome, paseando la mirada por mi cuerpo desnudo y yo trataba de evadir sus ojos, tenía un poco de miedo para mirarlo a la cara.
--Ahora si, tenemos que hablar.
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6 comentarios:
me encanto!!!!!!
pero q abra pasado en la vida d edward para q no quiera una relacion seria????
me tienes intrigada, actualiza pronto!!!!
hayyyyyyyyyyyyyyyyyy al fin pobre bella no pudo ni hablar yo creo que si ubiese estado em semejante situacion ni yo ubiese podido gracias por act tan rapido me matas de alegria cuando lo haces super hot el capitulo hoy si la va a querer mas de eso estoy segura bye te leo el domingo me imagino q ese dia actualizaras bye
Estimada Li, como siempre un placer leer este blog, ya te dije anteriormente que esta es tu profesión. Felicidades.
Que maravilla de capitulo y que sorpresa se ha llevado EL, es que no podia ni imaginarselo o que ? hmmmm hombres, me gusta su forma de ser aunque a veces me desconcierta su rudeza, algo hay de el ... que aun no sabemos.
Un besazo amigui.
Hola Li, primero darte las gracias por la traduccion de la carta de nuestro pequeño gran ángel. Me he estado poniendo al dia de tu fic, pq no sabia q habias actualizado tanto en este mes y tras leer este capítulo no puedo esperar para ponerte un comentario, primero felicitarte por la estetica de tu blog, es maravillosa, de un gusto increible, me encanta la insercion de fotos que haces entre el texto le dan un valor añadido increible al relato. Por ultimo, me ha encantado este capítulo ese Edward romántico y tierno, aunq me desagrada un poco ese lado celoso y furioso de su caracter, aunq seguro tiene un porque; que sensual resulta la relacion entre ese Edward tierno y sexual y esa Bella loca de amor y por tanto de deseo, creo que todas queremos ser un poco Bella.... Enhorabuena por tu relato, te seguire y te comentare. Un beso. SWEETPATT
por fin!!!! muy bueno el capitulo, me encanta la historia
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