martes, 3 de agosto de 2010

CAPITULO 15

CAPITULO 15

EDWARD’S POV

--¿Quieres pasar?


No pude resistirme a su voz tan frágil y mucho menos a toda ella, así que apenas cerró la puerta, la tomé por la cintura y la puse contra la pared para besarla urgente, desesperado, sin pensar y con eso me arriesgaba a que me mandara al diablo, pero el deseo por ella era más fuerte que mi razón. Mi corazón creció de alegría cuando Bella subió sus manos y acarició mi pelo, enredando sus dedos en él y aprobando lo que hacía. Mi ansiedad crecía a cada segundo, quería sentirla toda y disfrutar nuestros besos y caricias con mayor tranquilidad, lentamente y sin prisas.

--Isabella – murmuré con mi voz llena de deseo.

La llevé al sillón y me deshice de mi chamarra y de mucha ropa que Bella traía encima, demasiada creo. Se acostó en el sillón y me atrajo hacia ella para besarme con la misma intensidad de mi deseo por ella y el cual debía controlar un poco para no asustarla y estropearlo todo de nuevo, pero parecía que ella ya no pensaba mucho en eso porque su urgencia y ansiedad me lo demostraban al besar mi cuello y acariciar mi pecho. Sentir sus manos tocarme, hicieron que la besara intensamente, llenando su boca con la mía, disfrutando su sabor, su olor, todo de ella, así que bajé mis labios por la línea de su delicada mandíbula, disfrutando con mis labios de su contorno y bajando un poco más hacia su cuello deleitándome con la suavidad de su piel.

Isabella me estaba volviendo loco por cómo reaccionaba a mis besos y mis caricias y ansiaba sentir en mis manos sus pechos firmes y sus pezones erectos por mi, era por mí que ella estaba en ese estado de locura, de deseo y ansiedad. Ansiaba mi contacto, sentir mis manos recorrer su cuerpo, hacerla sentir, y yo estaba muy dispuesto a complacerla por el resto de mi vida.

Ni yo mismo entendía bien el estado en el que nos encontrábamos ya que ninguno de los dos parecía que pudiéramos controlarnos. Si no fuera Isabella, muy bien me hubiera levantado para alejarme tranquilamente, probándome a mi mismo por el autocontrol del que me vanagloriaba secretamente. Siempre me había sentido muy orgulloso de él, además de que me era de gran ayuda cuando quería dejar mis distracciones a un lado, pero ese autocontrol no me funcionó con Isabella jamás. Desde el primer momento en que la conocí ella mandó por el caño todas mis reglas, mis límites, mis deseos, mi vida completa se me fue de las manos solo por el deseo de estar con ella, como nunca antes lo había estado con alguien. Por eso, yo también tanto como ella, necesitaba sentirla bajo mis manos que lentamente pasearon por su cuerpo hasta llegar a sus senos. ¡Oh Dios! Al fin tenía de nuevo ese par de hermosuras, firmes, redondas, que llenaban mis manos perfectamente. Parecían hechas especialmente para mí, mías solamente. Las masajeé, despacio, presionándolas en círculos, apretándolas pero tratando de no hacerle daño, al contrario, quería que disfrutara de mis caricias y de lo mucho que yo también disfrutaba al dárselas.

--Edward – escuché mi nombre salir de su boca con una voz llena de deseo por mí y arqueó la espalda confirmando mis pensamientos, no pude contenerme y bajé mi cara a sus senos. Con mi nariz absorbiendo su olor y con mis ojos cerrados, recorrí esas hermosas formas bajo mis labios atrapando sus dispuestos pezones aún sobre la ropa.

--Edward – volví a escuchar mi nombre cuando mi mano recorrió su cuerpo llegando hasta sus piernas no sin antes recorrer sus delgadas pero bien formadas caderas. Isabella se removía en el sillón buscando más mi contacto, quería sentirme tocarla por cada parte de su cuerpo y así lo hice al encontrar el lugar al que tanto ansiaba llegar. Al sentirme ahí, presionando suavemente lanzó un gritito de sorpresa y fue mi perdición. La besé al arquearse más para mí, diciéndome de esa forma que estaba disfrutando mis caricias aún sobre la tela y al notar su disposición, la tomé en mis brazos levantándola del sillón y llevándola a su cama. La acosté y seguí besándola con ansiedad, difícilmente me podía controlar hasta que haciendo un gran esfuerzo pude separarme un poco y respirar profundo para meditar por un momento lo que hacía y también para darle a Bella tiempo para hacer lo mismo.

Casi pude jurar que se detendría y que ahí terminaríamos nuestra tarde juntos pero cual fue mi sorpresa al ver que aprovechó ese momento para quitarse las botas y yo sin perder mi tiempo, me quité la camisa. La miré, tenía un brillo en sus ojos oscuros que no me ayudo en absoluto a controlarme un poco y me puse a horcajadas sobre ella y subí sus manos sobre su cabeza dejando libres para mi nada más ese par de gemas preciosas listas, firmes, dispuestas, que me demostraban que ella también estaba en las mismas condiciones. Con la otra mano las toqué, las moví, las presioné, las encerré en mi mano a cada una, enloqueciéndome un poco más, aumentando mi urgencia de besarlas y de repetir cada caricia pero por debajo de su incitante blusa. La toqué sobre su cintura, pero necesitaba mi otra mano para poder recorrerla como yo quería para grabarme cada centímetro de su sedosa piel.

--No te muevas, quédate así – le dije para poder subir la blusa y besar la cremosa y dulce piel que iba apareciendo y lo hacía despacio porque merecía ser saboreada muy lentamente, aunque me lo hacía muy difícil porque su respiración agitada subía y bajaba sus senos provocándome, no sé si inocentemente, pero continué devorando cada centímetro de su cuerpo entre mis manos, oliéndola, rozando mis labios y grabando en mi memoria ese instante tan increíble que estábamos viviendo juntos. Tan perdido estaba disfrutando besarla que no sentí cuando sus manos comenzaron a bajar para enredar sus dedos en mi pelo.

--No Isabella, súbelas – y para asegurarme de que las mantuviera ahí, pasé su blusa por encima de su cabeza dejándola en sus brazos, así no podría bajarlas. Me quedé sin aire al verla así ante mi, sus senos se veían enormes cada vez que inhalaba y poco faltaba para que me pidiera que los besara, su cara me lo decía, así que pasé mis dedos por la orilla de su brassiere pero no podía con tan poco en ese momento y la atraje hacia mí para sentarla y quitarle su bella pero estorbosa prenda, pero me sorprendió al pasar por mi cabeza su blusa atorada en sus brazos, jalándome hacia ella para besarnos con desesperación.

Casi me vuelvo loco al deshacerme de la blusa y el brassiere y verla semidesnuda para mi. No podía creer que lo que tanto había ansiado ver algún día, lo tenía frente a mí.

--Isabella, que hermosa eres – sólo pude decir eso antes de inclinarme hacia ella y comenzar a besar esos maravillosos senos, atrapando uno con mi boca y el otro con mi mano, jugando con ellos, succionando y saboreándolos – tienen la medida perfecta – dije mientras trataba fervientemente de complacerla. Bella estaba disfrutando tanto mis caricias que cuando notó que mi mano bajaba, no dudó en ayudarme para quitarle sus mallas. Sentí que se cohibía un poco e intentó cubrirse con sus manos los pechos.

--No, déjame admirarte – y después de unos segundos de intentar memorizar a la mujer perfecta acostada a mi lado, tuve que besarla porque simplemente no podía resistir el no hacerlo, Isabella era adictiva y difícilmente podía contenerme con ella. Jugué con la orilla de sus bragas y sobre ellas, tocando lentamente esperando una mínima señal que me indicara que me detuviera y lo haría si me lo hubiera pedido pero para mi fortuna esa señal nunca llegó. Soñé tantas veces con pasar mi mano sobre sus bragas acariciándola, que ahora que era real, me costaba mucho no temblar al hacerlo cuando busqué meter mi mano entre sus piernas, despacio y sin asustarla. Ella cedía cada vez más con cada movimiento mío y puse una pierna entre las suyas, y haciendo a un lado la pequeña porción de tela, la toqué. Estaba suave, demasiado suave y creí que … no, seguro lo estaba imaginando, pero podría jurar que esa área estaba completamente desnuda y de sólo pensarlo un fuerte dolor apareció en mi ingle.

Acaricié tan suave como pude alrededor de su palpitante clítoris con mis dedos y se estremecía volviéndome más loco aún hasta que lo toqué presionando un poco más. Bella estaba disfrutando mucho, era más que obvio porque sus jadeos eran verdaderamente fuertes y yo me sentía tan orgulloso de poder brindarle tal placer que no dude en introducir un dedo en ella y no me equivoqué. Gritó y la besé apasionado ahogando su exclamación, incitándome a introducir un segundo dedo y moverlo en círculos, metiéndolos y sacándolos según Isabella se movía, ella me marcaba el ritmo para complacerla, nos estábamos entendiendo perfectamente. Bella gritó mi nombre, estaba ya muy cerca.

–Así Bella, así. Déjate ir – susurré a su oído mientras continuaba moviendo mis dedos para hacerla explotar, mirando su cuerpo retorcerse y escuchándola jadear mi nombre. Pocos segundos pasaron cuando la sentí comenzar a cerrarse alrededor de mis dedos, contrayéndose desde su interior sobre ellos, ya no le faltaba mucho, apuré los movimientos de mis dedos y fue cuando su cuerpo se quedó quieto un instante conteniendo la respiración y arqueándose como una bailarina con una elegancia imposible para mí hasta ese momento.

--¡Edwaard! – mi nombre salió de su garganta impulsada por la explosión a la que la había llevado. La besé mientras sacaba mis dedos de su cuerpo y me acomodé junto a ella para observarla relajarse después del orgasmo que acababa de hacerle sentir. De nuevo intentó cubrirse momentos después, pero tampoco se lo permití.

--Eres tan bella, no te cubras – y comenzó a hablar tratando de explicarme algo.

--Edward, yo… no… yo… - balbuceaba indecisa. Esa era la señal que no quería recibir pero entendí el mensaje y lentamente, contra todos mis deseos, me levanté de la cama para irme. Isabella no quería llegar a más por el momento y yo respetaría cualquier cosa que ella quisiera aunque tuviera que resolver sólo mi problema llegando a casa.

--Bella, mi niña shh, no digas nada, yo comprendo – la cubrí con una manta y la besé en los labios y luego en la frente.

--Edward es que yo… - no quería que se sintiera obligada, le puse un dedo en los labios – no es necesario que me expliques nada. Descansa – tomé mi camisa cuando vi que cerraba los ojos después de besarla despidiéndome.


El camino a casa fue difícil. El dolor en mis ingles era demasiado fuerte y tenía que librarme de él. Ya en mi baño, abrí la ducha y me metí bajo el chorro del agua tibia y sin perder el tiempo comencé a tocarme. Tomé mi miembro en mis manos, ese rebelde que me estaba causando una gran molestia. Lo toqué de arriba abajo despacio, pero no pude contenerme y empecé a hacerlo más rápido, con la imagen de Bella retorciéndose de placer mientras movía mis dedos en ella, mientras besaba y lamía sus pezones y me volvía loco por cómo reaccionaba ante mí. No pasó mucho tiempo cuando la tensión en mi entrepierna y mi vientre bajo comenzó a crecer. ¿Por qué tan rápido? Nunca me ocurría eso, al menos no antes de Isabella. Ella era demasiado para poder “procesar” lentamente, era una necesidad que no podía saciar despacio, una urgencia por calmar en un instante. Y pensando en eso, exploté en mi mano, logrando la paz y relajación que necesitaba.


Al día siguiente, muy temprano salí de casa hacia la presa. Tenía varias juntas y un día realmente ocupado, pero eso no me impidió llamar a Bella, necesitaba oír su voz y saber que estaba bien.

Antes de que le dijera algo me saludó – Hola.

--Bella, ¿Cómo estás?, espero que hayas dormido bien.

--Si, muy bien, gracias – se oía contenta y me alegré aún más por haberla llamado.

--Es temprano aún, ¿Ya estás afuera?

--Si, hoy es un día muy ocupado, por la noche vuelo a Berlín – esa respuesta acabó con mi felicidad, Bella se iba lejos, no sabía si muchos o pocos días pero estaría lejos de mi.

--¿Berlín? – creo que no pude ocultar la decepción en mi voz.

--Si – murmuró suavemente y deseé en ese momento y con todas mis fuerzas estar a su lado para poder besarla. Escuché que alguien se acercaba y tuve que despedirme.

--Lo siento, debo regresar, solo quería saber si estabas bien Bella, ¿Lo estás? – necesitaba saberlo, no podría dejarla ir si me decía lo contrario.

--Si, estoy bien Edward, gracias – estábamos bien.

--Ok. Me agrada escucharlo que tengas un buen día y un buen viaje Isabella.

--Gracias Edward, adiós.

--Adiós – ¡Cómo iba a extrañarla!


El día pasó entre mis juntas, revisiones de gráficas y mil cosas más, y estuvo bien porque logré concentrarme y no pensé mucho en la partida de Bella hasta ese momento. Escribí su nombre en el buscador de mi máquina y pulsé la primera opción sin dudar. De nuevo aparecieron fotos de ambos, del día anterior. Toda una secuencia dónde se veía que de estar muy contentos, dejamos el lugar muy enojados. Era el colmo, ¿Cómo podían estar en todos lados esperando un solo momento justo para disparar y robar tu intimidad? ¿Podría vivir con eso?

Estaba concentrado mirando también otros sitios dónde mostraban lo mismo, que no escuché cuando se abrió la puerta.

--¿Ya firmaste los permisos? – preguntó Nadia despreocupada.

--¡Maldita sea Nadia!, ¿Podrías tocar antes de entrar? – grité furioso y ella brincó ante mi arranque.

--Yyo lo siento Edward – se disculpó asustada – como estás solo no creí necesario…

--A partir de hoy siempre será necesario – hablé sin gritar pero aún enojado, ella sólo asintió y salió rápido del camper que provisionalmente funcionaba como mi oficina. Me llevé las manos a la cabeza pasándolas repetidamente por mi pelo. Sabía que había cometido un error con ella y tendría que disculparme. Salí de ahí para ir a buscarla y después de unos minutos la encontré sentada a la orilla del río en una gran piedra. No pude evitar recordar a Isabella saliendo desnuda de ese mismo río. Me senté en la piedra junto a Nadia y a pesar de escucharme hacer tanto alboroto para llegar hasta ella, no se giró a mirarme.

--Lo siento – murmuré tirando unas piedritas al río cuando pude sentarme mejor pero ella no me respondió.


--Nadia… - la empujé con mi hombro como lo hacía cuando estábamos en la universidad pero tampoco obtuve nada – hace frío y me estoy congelando el trasero, ¿cómo cuanto tiempo vas a tardar en perdonarme? – bromeé y eso pareció funcionar porque me regresó el empujón.

--Eres un tonto Edward – sonrió - ¿Qué pasa?, ¿Qué te tiene de este humor de perros? – volvió a la seriedad.

--Nada – despegué nuestros hombros – todo está bien, sólo es estrés creo – mi estrés tenía nombre y apellido: Isabella Swan. ¿Cómo es que Bella podía vivir tan expuesta al ojo público?, ¿Cómo se iba tan lejos ahora que todo estaba marchando tan bien entre nosotros?, ¿Estaría ella pensando lo mismo que yo?, ¿Estaría triste por tener que irse?

--¿Puedo ayudarte con eso? – preguntó en un tono que tenía mucho, pero mucho tiempo de no oír.

--No Nadia, todo está muy bien – le dije sonriéndole y me levanté dándole una mano para ayudarla a pararse y regresar – pero gracias de todos modos.

El día después no fue muy diferente a ese. Ocupado entre llamadas, juntas, recorridos por el área y demás. Decidí irme temprano a casa, darme un baño ya que me sentía sucio de tanta tierra. Ordené una pizza y cuando llegó, saqué una cerveza del refrigerador y me dirigí con mi cena al estudio sentándome frente a la tele. Media hora después, me estaba quedando dormido y me fui a la cama, pero fue inútil porque por más que lo intenté, no pude dormirme. Estiré la mano y tomé el teléfono. Iba a llamar a Isabella, necesitaba escuchar su voz aunque sabía que me iba a mandar al diablo por la diferencia de horario pero no me importó.

--¡Hola mamá! – qué maravilloso era poder oírla de nuevo.

--Mmm siento desilusionarte cariño, ¿Cómo te trata la ciudad? – saber que estaba contenta me ponía de mejor humor.

--¡Hola! No me desilusionas, para nada y la ciudad me trata bien, supongo. Sólo tengo mucho frío - ¡Dios! No podía pensar en Bella teniendo frío.

--¿Frío? Que mala suerte tengo – dije arrastrando un poco mi voz.

--¿Por qué lo dices? – adoraba su curiosidad, Bella siempre metiéndose en camisa de once varas.

--Porque si estuviera ahí te ayudaría a quitarte el frío – pude escuchar su risa nerviosa.

--No creo que puedas hay de-ma-sia-do frío – ¿me retaba? Estaba juguetona y yo encantado de que estuviera así.

--No me subestimes, tengo un método infalible y que ya he comprobado que funciona a la perfección – tenía que intentarlo, sería magnífico.

--¡Edward! – me regañó.

--No dije ninguna mentira Isabella, yo puedo ayudarte a entrar en calor, aún estando tú tan lejos ¿Quieres intentarlo? – no iba a darle tregua porque yo ya estaba encendido.

--Edward no… - no iba a permitirle negarse, la necesitaba.

--Te garantizo que te va quitar el frío y además te va a gustar – dije provocándola.

--¡Edward Cullen! – seguramente ya estaba escondida debajo de las sábanas, pero con un poquito de motivación, saldría sin dudarlo.

--¡Y es gratis! – no podía evitar disfrutar al bromear con ella.

--¿Qué pensaría tu madre de esto? – estaba poniéndose difícil, según ella.

--¿Mi madre?, ¿Piensas decirle? – me reí.

--¿Qué sucede contigo?, ¡Estás loco! Eres imposible.

--Claro que no, todo es posible Isabella, cierra los ojos – me puse serio.

--¡Voy a colgar! – no lo haría.

--No hables. Recuéstate en la cama Isabella, relájate y déjate llevar por mi voz – hablé más despacio, tratando de controlarme.

--Respira Bella, profundo. Imagina que estoy ahí, contigo, mientras tus manos están cerca de tu ombligo, paseando a su alrededor, haciendo círculos pequeños, como lo hacía yo – sólo con recordar eso, ya estaba demasiado excitado.

--Siente mis dedos hacer cosquillas en tu torso Isabella, siente mi mano subir, acariciándote, pasando por tus costillas y recorrer tu piel hacia el otro lado. Déjame acariciar la piel entre tus senos, tus hermosos senos, quiero besar esa piel impecable tuya, pasar mis labios en ese espacio, mi lengua quiere recorrerlo. Quiero calentar cada lugar donde te toquen mis labios y mis manos, eres tan suave, tu piel se siente tan dulce bajo mis labios, quiero probarte… Tócate Bella, siente mis labios en tus senos…

--Edward, no … - apenas pudo murmurar pero no me detuve.

--¡Tócate!

Lo que hubiera dado por estar junto a ella en ese momento y ser yo quién la acariciara, lo deseaba con todas mis fuerzas y esperaba que ella también a mí.

--Siente mis dedos en tus senos, acariciándolos, siéntelos darles un suave masaje, presionando un poco, tanto como tú quieras amor, así Bella. Pasa tus dedos por tus pezones, suave, dime como están – tenía que hacerla jugar conmigo, ambos lo necesitamos estaba seguro de eso.

--Duros, muy duros – dijo suavemente.

--Eres una niña buena amor, ahora dime que haces, dime exactamente dónde y cómo te tocas, pídeme lo que quieras que te haga, hazlo, vamos – yo ya no resistí y me estaba tocando despacio, acariciando mi miembro duro y erecto, me lo estaba agradeciendo mucho. La oí gemir y casi enloquezco de deseo.

--Bella, dime, por favor, dime qué haces – supliqué que me dijera qué era lo que hacía, que la tenía gimiendo de placer. ¡Dios!, ¡Cuánto la necesitaba!

--Paso mis dedos por mis senos, atrapando mi pezón y jalándolo despacio. Edward… - me toqué de la misma forma y sentí un primer aviso en mis ingles. No podía ser que con Isabella no tenía control de mi cuerpo, ¡Era inaudito!

--¿Qué Bella?, Dime que es lo que quieres, ¡pídemelo!

--Quiero que tú me toques, como la otra noche, eso quiero. Que sean tus dedos los que aprisionan mis pezones, los que acarician mis senos. Quiero que pases tu lengua por ellos, que los beses, tierno, suave. Que tus dientes me den mordiditas, y luego también en mis pezones, que los jales con ellos, despacio.

No pude evitar los gemidos que salían de mi garganta, Isabella estaba haciéndome disfrutar demasiado y creo que ya se había dado cuenta de eso y del poder que tenía sobre mí.

--Continúa Bella – necesitaba un poco de tiempo para calmarme un poco mientras mi mano subía y bajaba por mi miembro con un ritmo constante.

--Edward, quiero que tu mano me acaricie alrededor del ombligo, que dibujes cosas ahí, y luego que la vuelvas a subir por mi costado mientras tu boca me besa el cuello y tu lengua pasea también por ahí. Y tu mano, que… baje un poco… - Bella necesitaba oírme y seguir mi voz, tragué en seco y con mucha dificultad continué hablándole.


--Bella, amor, por favor, desliza un dedo en ti, siéntete por mí, disfrútate por mí – y supe que hizo lo que le pedí porque la escuché aún más fuerte, disfrutando del efecto de seguir mis instrucciones.

--Así amor, lentamente sácalo y vuelve a deslizarlo en ti – ya me resultaba muy difícil hablar claro, el acariciarme sólo y el oír a Bella me tenían prácticamente a punto del orgasmo – ahora cielo, muévelo adentro, en círculos, hazlo despacio, sin prisas, trata de sentir todo lo que esta alrededor de él, tócate por dentro, hazlo para mi Bella – sólo tenía que esperarla unos momentos más para llegar juntos.

--¡Edward! – dijo mi nombre muy agitada.

--Ya casi cielo, no dejes de moverlo, ¡siéntete! – le pedí con voz ahogada y esperándola.

--¡Edward! – gritó mi nombre y supe que había llegado. Fue maravilloso escucharla, además que eso detonó mi propia explosión.

--¡Oh Isabella! – no pude hablar por unos momentos, había sido tan intenso que hasta mi respiración se cortó y mi cuerpo se estremeció como nunca antes haciendo esto yo solo.

--Bella, ¿Mi niña, ¿estás bien? – le pregunté un minuto después.

--Mmm…

--¿Bella? – ¿se habría quedado dormida?

--Edward… - por fin la escuché.

--¿Cómo estás amor? – le pregunté suavemente.

--Muy bien, ¿creo? – estaba cansada.

--¿Ya se te quito el frío? – bromeé un poco.

--No sé que siento, si, creo que si – le reclamaría mi pago cuando estuviéramos juntos.

--¡Buena niña!, descansa y si te vuelve a dar frío, sólo llámame, no importa la hora – estaba enamorado, loco y perdido por esta mujer.

Está de más decir que esa noche dormí espléndidamente y me levanté al otro día de muy buen humor. Nada me parecía lo suficientemente malo como para enojarme y a todo le encontraba alguna solución.

--Vaya, vaya, veo que pudiste con el estrés, me da gusto – me sonrió y me guiñó un ojo.

--Gracias Nadia, ¿quieres acompañarme a comer? – dije galante y medio en broma.

--No, gracias, aún tengo algunas cosas pendientes por aquí – tomó un par de enormes carpetas en sus brazos, estaban muy pesadas y se las quité ayudándola a llevarlas a su ‘oficina’. Todo había regresado a la “normalidad”. En la presa todo marchaba bien y ya pronto terminarían la construcción de nuestro edificio de oficinas ahí y las de la ciudad que estaban bajo la supervisión de mi madre, estarían listas un par de semanas después de que terminara con su actual proyecto.


Las publicaciones y chismes en Internet tenían algo a mi favor, al menos sabía qué hacía Isabella, si tenía algún desfile o salía alguna foto de ella captada por algún paparazzi. Siempre estaba con Jimmy y eso era como música para mis oídos porque sabía que él la cuidaba muy bien, aunque algunas veces aparecieran fotos de ella con algún “modelito” como Marco Volturi. Estaba seguro que no tenía de qué preocuparme.


También algo que definitivamente influía directamente en mi buen humor, eran los mensajes de texto que nos enviábamos casi todos los días. Eran cortos y sin ningún tipo de doble sentido. Sólo quería que supiera que pensaba en ella y que esperaba su regreso. Ya cuando estuviera aquí, no dudaría en ir con todo por Bella. Ya no soportaba estar sin ella un solo día más. Tenía que pensar en cómo le diría lo que sentía y lo que quería, que era estar juntos. Esperaba que no me rechazara, aunque estaba seguro que no lo haría porque sabía que ella sentía lo mismo que yo, lo único que me preocupaba era asustarla por mi premura y por mi necesidad de tenerla conmigo ya.

--Un dólar por tus pensamientos – la voz de Alice me regresó a la tierra – estabas pensando en Bella ¿No es así?

--Alice… - la miré con fastidio.

--¿Qué? – Preguntó muy atrevida – no tiene nada de malo, a menos que estés pensando en hacer algo malo con ella y no quieras que nos enteremos – dijo en un tono muy molesto – ¿Sabes? Ella no es como tus otras "amigas"...

--¡Alice! – Escuchamos la voz de mi madre – creo que te busca Jasper, ¡ve! – Alice salió corriendo y nos quedamos solos mi madre y yo.

--Estoy segura que sabes que tu hermana tiene razón Edward – me lanzó una de sus miradas de advertencia y solo bufé saliendo de ahí. ¡Por supuesto que lo sabía! Y por supuesto que quería hacer las cosas bien por primera vez en mi vida, por eso tenía miedo de cometer algún error con ella.

Los últimos 4 días estuve completamente diferente a los anteriores. Isabella no respondió mis mensajes. Estaba confundido y de un pésimo humor. ¿Estaría tan ocupada que ni siquiera podría responder un mensaje? ¿Y si la llamaba? ¿Sería que escribí algo que no le gustó? Revisé muy bien cada mensaje y cada respuesta enviados y no había nada que pudiera molestarla, no había nada malo en ninguno, así que no tenía ni la más remota idea de qué era lo que le ocurría pero iba a dejar pasar uno o dos días más, todo dependía de mi grado de ansiedad y de si iba a poder soportar ignorar porqué el cambio tan repentino.

Según mis cálculos, no debía de tardar mucho en regresar. Yo, por tonto y por no querer que se sintiera acosada por mí, nunca le pregunté cuando volvería y honestamente me estaba volviendo loco sin saber nada de Bella, al punto de ser capaz de preguntarle a Alice, aunque eso me costara olvidarme de tener paz a partir de ese momento. Lo haría esa misma noche, pero mientras debía terminar con algunos asuntos en la oficina. Escuché unos golpes en la puerta.

--¡Adelante! – grité para que me escucharan por el fuerte ruido de las excavadoras.

--Edward, aquí están los reportes de salinidad del agua, ya son los últimos, ¿quieres que los revisemos juntos o prefieres hacerlo tú sólo? – Nadia siempre entendía a la primera, eso me gustaba de ella.

--Me los llevaré a casa y mañana los traeré de vuelta, no te olvides de enviarme las proyecciones, también quiero revisarlas de nuevo – dije concentrado en lo que necesitaba estudiar para la junta del día siguiente.

--Nadia – la llamé antes de que saliera y se giró para mirarme justo en la puerta – Gracias – sonrió y se fue después de guiñarme un ojo.


Conduje en poco más de media hora un camino que usualmente debía tomarme una hora, y para suerte mía, no me detuvo ningún policía. Me urgía llegar a casa de mis padres para hablar con Alice y si no la encontraba ahí, le preguntaría por Isabella a cualquiera que se atravesara en mi camino, pero tenía que ser esa misma noche, ya no podía esperar más. Al entrar al pequeño camino que llevaba hasta la casa desde la avenida, sentí mi corazón saltar hacia mi boca al ver su SUV negra a un lado con Tom. Dejé mi auto casi a la mitad del camino pero no me importó, tenía prisa por entrar a la casa y de dos zancadas ya estaba en la puerta cuando Isabella salía y casi chocaba conmigo.

--¡Isabella qué sorpresa! – no pude ocultarla, estaba felíz de tenerla al fin frente a mi, necesitaba abrazarla ya.

--Edward – su tono gélido hizo que me parara en seco y esa ceja sarcástica se levantaba como burlándose de mi. Algo pasaba con Bella, esa actitud tan diferente no era una buena señal y la miré detenidamente tratando de averiguar si estaba bromeando o qué demonios sucedía con ella.

--¿Mucho trabajo en la oficina? – pregunté con la misma frialdad con la que me miraba y haciendo referencia a su ropa, la cual le hacía ver perfecta.

--Sí, un poco, ya sabes, mucho papeleo – tan provocadora como sólo ella podía serlo, puso su mano en mi pecho y me dio un beso en la mejilla. ¿De que diablos se trataba eso? – Te dejo, mañana continúa mi “papeleo” en la oficina, fue un gusto verte – comenzó a caminar hacia su SUV pero la detuve colocando mis manos en su cintura.

--¿Me extrañaste Isabella? – ya no quería seguir jugando, necesitaba besarla.

--La verdad es que… - dejó de hablar mientras tomaba mis manos y las quitaba de su cuerpo, su sólo toqué me hizo estremecer – la verdad es que no Edward, tuve muy buena compañía.

--¿Ah si? Creí que solo eran amigos, compañeros de trabajo – no sabía que significaba ese estúpido jueguito, pero Bella estaba metiéndose en problemas conmigo.

--¿Lo dices por Marco? – Se rió cínicamente - No te equivocaste, es un buen amigo, pero ¿Irina Van Draus? Es una “señora” tan linda, ahora comprendo porque te chocan las “niñitas”, si puedes andar con “señoras mayores” ¿Por qué no? ¿Para que perder tu tiempo no? Vas a lo seguro ¡Bien por ti!

En ese momento me quedé helado al oír ese nombre. “Irina Van Draus”. Era la mujer de más mala sangre que había conocido.

--Buenas noches Edward – se acercó para darme otro beso en la mejilla mientras yo continuaba en shock – nos vemos luego – me dijo al oído.


--Buenas noches Edward – se acercó para darme otro beso en la mejilla mientras yo continuaba en shock – nos vemos luego – me dijo al oído.

--¡Espera! ¿Qué te dijo Irina? – logré salir de mi trance para preguntarle.

--¿Irina? Nada, ¿Qué podría decirme Edward? Es tarde ya, tengo que irme – ¡Maldita sea!

Necesitaba saber que era lo que le había dicho y ponerle un alto. Tenía que proteger a Bella de esa arpía y tenía que hacerlo ya. Bajó casi corriendo los escalones y subió a su SUV, saliendo rápidamente. Me tomó un poco de tiempo reaccionar y al hacerlo, subí a mi auto y fui tras ella.

Llegué en poco tiempo a su apartamento y toqué a su puerta. Se llevó una sorpresa igual de grande que la mía al escucharla nombrar a Irina.

--Edward, ¿Qué haces aquí? – Entré sin esperar que me invitara, las formalidades en ese momento no existían para mí.

--¡Claro!, pasa, estás en tu casa – La Isabella sarcástica estaba de vuelta, eso era jodidamente malo para mí.

--Sólo quiero saber que fue exactamente lo que te dijo Irina – hablé ya sin ocultar mi ira contra ambas, con una por decir viles patrañas y con Isabella por creerle sin antes hablar conmigo.

--Relájate Edward, ya te dije, es una “señora” muy linda, sólo me dijo que yo le parecía muy pequeña como para ser tu amiga y yo lo entiendo muy bien. Tú me advertiste y ahora que entiendo porqué ella lo dice, me queda clarísimo que conmigo te aburrirías. ¿Quién no llega a hartarse hasta de sus juguetes nuevos? – Bella sabía muy bien como hacerme enojar y además ¿Qué carajos pretendía al provocarme de esa forma?

--Isabella – ella estaba jugando con fuego y quería quemarse, estaba sobre el límite y no le importaba. Si a ella no parecía importarle ¿Por qué a mi si?

--No te preocupes Edward ya entendí, además no sé porqué te preocupa tanto lo que una estúpida chiquilla piense – dijo con falsa ignorancia. Era muy claro, estaba buscando incitarme y estaba teniendo éxito.

--Ya nos divertimos un poco, ya me quitaste el frío – me retó levantando su maldita ceja - ya cada quién su camino ¿No? Ya te cansó tu juguetito nuevo ahora lo que sigue – la tensión en mi cuerpo me estaba matando.

--¡Tú no sabes nada! – intenté no gritar.

--No, tienes razón, mi cerebro infantil no puede procesar tus divinos conocimientos, tal vez cuando crezca… - mi deseo por ella pudo más y la besé violentamente. Se movió entre mis brazos tratando de liberarse pero eso era imposible.

--¡Suéltame!, ¡Suéltame! – y comenzó su ardua lucha contra mí.

--¡No! – la levanté en mis brazos y empecé a caminar.

--¿Qué haces?, ¡Bájame! – me ordenó. Su sorpresa aumentó cuando vio que me dirigía a su habitación.

--¡Edward!, ¿Qué haces?, ¡Déjame! – me golpeaba el pecho pero no iba a soltarla, jugó con fuego y perdió, ya no estaba dispuesto a permitirle seguir jugando conmigo.

--¡No Isabella!, ¡Estoy harto de todo esto!

La dejé en la cama mientras me sacaba la camisa y desabotonaba mis jeans. Pude ver cómo el color abandonaba su rostro, al mismo tiempo en el que intentaba alejarse de mí en la cama, pero rápidamente la tomé por un tobillo jalándola de nuevo hacia mí y esquivando las patadas que me lanzaba con la otra pierna. La agarré de la pantorrilla y coloqué ambas piernas en mis caderas y en el forcejeo su bata se hizo a un lado dejandome ver gran parte de sus pechos. Eso terminó por excitarme.

Isabella trataba de cubrirse pero era inútil, estaba acostada sobre toda su bata y como no dejaba de luchar para escapar de mí, se enredaba más. Si algo tenía que admirar de ella, era su tenacidad, luchaba hasta el final con todas sus fuerzas aunque supiera de antemano que perdería la batalla, justo como en ese momento. Estaba peleando con toda su energía, agotándose, para que al final, yo me llevara la gloria del vencedor, y esa era la misma Isabella.

Noté que sus movimientos disminuían su fuerza, ya le resultaba muy difícil tratar de soltar sus piernas de mis manos, su respiración estaba en exceso agitada y ya no me gritaba ni salía ninguna palabra de su boca. Estaba agotada. Comencé a soltarla despacio y dejé sus piernas caer suavemente a la orilla de la cama mientras me terminaba de desabotonar la camisa, no aparté mi mirada de la suya, pero en realidad, no podía verla, estaba cegado por la ira, enojado como pocas veces por su obstinación. Sólo veía su cuerpo sobre la cama, su pecho subir y bajar rápidamente debido a su agitación. Si no fuera tan estúpidamente terca…

--Ahora si Isabella, ¿Decías? Ah si, decías que yo sólo juego ¿No? Que me canso muy rápido de mis juguetes ¿No?

Me coloqué entre sus piernas y me incliné hacia ella, oliendo la piel de su abdomen, rozándola mi nariz. Deshice el nudo que me impedía verla por completo y me pareció que temblaba un poco.

--Esto era lo que querías ¿No?, ¿No por esto me provocabas tanto? – no me resistí a la hermosura de su cuerpo y sobre todo de sus senos. Los cubrí con las manos y comencé a acariciarlos lentamente.

--Pídemelo – estaba embriagado por el olor que se concentraba entre sus senos – ¡Pídemelo Isabella!

–No, por favor, así no…

No pude contra esas palabras llenas de angustia y miedo. ¿Qué era lo que había estado a punto de hacer? Nada justificaba el hecho de haber llegado hasta ahí. Isabella jamás me perdonaría el haberme portado de nuevo como un patán y mucho menos el haber estado a punto de cometer la peor de las bajezas con ella, ni yo mismo podría hacerlo. Aún trataba de comprender mi comportamiento tan ruin cuando me dejé caer sobre ella, arrepentido. Momentos después me moví liberándola de mi peso, sólo mantuve mi rostro sobre su pecho desnudo. Después de lo que me parecieron horas, pasé un brazo por su cintura.

--Perdóname Bella – sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas y me oculté aún más entre sus senos – por favor, perdóname.

No se bien cuanto tiempo pasó hasta que sentí sus manos acariciar mi pelo, dulcemente. Eso no podía estar pasando, ella sólo debía odiarme, no era digno de ella.

--¿Qué haces? No deberías…

--Perdóname también, actúe mal – su voz estaba llena de tristeza y me sentí aún peor si es que se podía.

--¿Y yo no? – le pregunté decepcionado de mi mismo.

--Edward… - me llamó y juré desde ese momento estar dispuesto a todo por ella, sin dudarlo jamás.

--Dime amor – dije tan suave cómo pude.

--¡Abrázame por favor! – y rompió en un llanto desesperado provocado por mí.


--¡Bella!, ¡Perdóname!, ¡Soy un estúpido! – me senté en la cama y abracé al pedacito de mujer en el que se había convertido Isabella. La arrullé mientras la dejaba llorar. Le besaba la cabeza, le acariciaba la espalda e intentaba decirle con esas pocas muestras de amor, que ya nunca iba a dejarla sola, que necesitaba su perdón y que la amaba con el alma entera.

Me abrazó también y noté que su llanto se hacía más débil. La cubrí con una manta que estaba sobre la cama pero tenía que ponerle algo de ropa, había mucho frío y no podía quedarse así, debía cuidarla. Apenas sintió que me movía, me abrazó con más fuerza impidiendo que me alejara.

--¡No Edward! – Dijo con una voz llena de angustia - ¡No me dejes!

El llanto regresó con la misma fuerza de antes. Tenía que hacer que me creyera y que tuviera la plena seguridad de que nunca más volvería a dejarla sola e indefensa, que la protegería de cualquier cosa o persona, sólo necesitaba una oportunidad, sólo una.

--No amor, no voy a ningún lado, sólo iba a buscar algo para que te pongas, no puedes quedarte así – me creyó y me señaló la silla dónde estaba una camiseta que le ayudé a poner. Jalé las sábanas y se metió debajo, esperándome. Me quité los jeans y apagué la luz. Me acosté junto a ella y la abracé sobre mi pecho.

Ya nunca me separaría de Isabella, nunca la dejaría, ella era mi vida ahora.
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8 comentarios:

Nani-PattinsonWorld dijo...

ohhhhh imagina que eso es un suspiro, estaba reteniendo el aire al final del capi, es genial cari, me encanta, despues del mal rato para ambos, que tierno y que bonito. Estoy deseando saber por donde va a hora la historia pq se esta complicando mucho para los dos. Graciasssssssssss corazoncete xD.
Un beso

Polly wants a cracker dijo...

Me da muuuuuy mala espina Nadia...
Me ha gustado mucho el punto de vista de Edward en este capi, se nota que tiene miedo a este sentimiento nuevo para él.
Un beso guapa y esper el prox. capítulo.
Muacccs

joli cullen dijo...

ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy
super emocion quiero mas olle acada rato reviso a ver si act porfis no te tardes ojala bella no lo odie porfis bye

Roma dijo...

Inmejorable, me encanta como escribes.

Charo dijo...

Hola Li, anoche termine de leer el capi, pero no me dejo comentar, solo decirte que me fui calentita a la cama, me encanto, este capi a tenido de todo.
Sigue asi que lo haces genial, ademas me encanta que actualices tan pronto.
Gala.

Li dijo...

Gracias chicas!!! no saben que feliz me hace que les guste leer esta historia...
besitoooooo
Li

dracullen dijo...

ahhhhsss interesante el punto de vista de edward, siento ke está aterrado, obvio nunca se ha enamorado. Nadia e irina creo ke se dedicarán ha hacerles la vida imposible :D Men encató el capitulo xoxo

Anónimo dijo...

hace 2 dias empece a leer y no PUEDO PARAR¡¡¡jajaja pobre Edward esta super perdido!sos una excelente escritora..bss muchy (a seguir leyendo;)