EDWARD’S POV
--Explícate ¿De qué demonios estás hablando? – Me paré golpeando los puños sobre el escritorio - ¡Habla!
Victoria se echó hacia atrás en la silla y sonrió.
--Irina no es la mujer adorable e inocente que te ha hecho creer, no es lo que aparenta; tanto ella como otras amigas y yo tenemos una manera muy especial de divertirnos Edward… nosotras “cazamos” – dijo acercándose a la orilla del escritorio - tú fuiste nuestra presa y ella te atrapó.
Sacudía incrédulo la cabeza porque trataba de comprender sus palabras.
--Es muy sencillo querido, nosotras buscamos algo más que un simple juego de cartas, algunas noches de casino o alguna estupidez de esas, nosotras necesitamos apostar fuerte y mientras tiramos a ganar, ¿Porqué no divertirnos un poco con quien nos va a proporcionar tantas ganancias no lo crees? – se acomodó en su asiento - ubicamos a nuestras “presas” en los eventos sociales que frecuentamos, obviamente no cualquiera puede serlo, tiene que ser alguien importante, millonario claro y bien parecido, ¿Te son familiares estas características Edward?
Yo había conocido a Irina en una cena que reunía a las más importantes empresas constructoras. Las firmas más reconocidas asistían junto con sus colaboradores más allegados además de una buena parte de la sociedad alemana. Nos presentó el dueño de la empresa para la que yo trabajaba, era muy amigo de su padre que también era un empresario muy importante y millonario. Recuerdo perfectamente bien esa noche, la vi platicando con un grupo de chicas, se veía muy hermosa y elegante en un vestido gris; muy rubia y con el pelo recogido. La observé durante toda la cena hasta que en algún momento durante la noche, me encontré platicando con mi jefe quien hizo las presentaciones cuando ella se acercó.
--Tú automáticamente entraste en nuestro radar, nos cercioramos de que efectivamente fueras una presa digna para nuestro juego y así fue como nos lanzamos sobre ti pero Irina no nos dio ni una oportunidad siquiera, tú estuviste ciego desde un principio y no mirabas a nadie que se te acercara que no fuera ella; en tres meses te envolvió y te enamoraste perdidamente de una arpía.
Era cierto, yo desde que la conocí no tuve ojos para nadie más, estaba feliz y me sentía el hombre más afortunado del planeta por tener a Irina a mi lado. Era tan noble, con un corazón de oro, se desvivía en sus obras de caridad y en actos de beneficencia a los que siempre me pedía acompañarla y yo por mi trabajo nunca podía; se ponía muy triste porque no compartía con ella esos momentos que la hacían tan feliz y de alguna manera me sentía muy culpable por eso, por no estar para ella celebrando sus logros altruistas.
--Hasta que un día llegó muy feliz gritando que le habías propuesto matrimonio y levantando la mano en la que tenía un anillo con una piedra impresionante… Irina te había atrapado y había ganado esa apuesta – dijo molesta.
¿Cómo olvidar el brillo en sus ojos cuando le pedí que aceptara ser mi esposa?, ¿Cómo olvidar su rostro cuando puse el anillo en su mano? Ella era la mujer perfecta para mí, ¿Cómo podría dejarla escapar?
--No nos quedó más remedio que sacar nuestras chequeras y pagar la apuesta; ella se llevó una buena cantidad contigo ya que todas apostamos muy fuerte por ti, una cifra con más de 6 ceros Edward, lo valías sin duda alguna – me sonrió seductoramente.
Yo no podía creer en lo que decía. Estaba mintiendo, Irina era incapaz de algo así, ella me amaba…
--Irina estaba feliz con su premio, ahora sólo le faltaba deshacerse de ti antes de que siguieras insistiendo en hablar con sus padres y le arruinaras el numerito, y en verdad le urgía hacerlo ya que el juego siempre continúa y ella ya estaba lista para la próxima presa pero surgió algo que le impidió hacerlo y creo que sabes a qué me refiero, ella está esperando un hijo…
--¡Cállate! No quiero escuchar nada más Victoria, ¡Sal de aquí! – Dije indignado – y no sigas levantado calumnias contra Irina, ¡No lo intentes siquiera!
--¿Calumnias? – Frunció el ceño – Yo quiero hacerte un favor Edward, no puedes seguir engañado por esa mujer…
--Esa mujer era tu amiga ¿No es así? – Atajé.
--¡Si! Era mi amiga hasta que la muy estúpida no me pagó la última apuesta – sacó las garras – ¡Irina me debe cien mil dólares! Y como ves, pienso cobrármelos de alguna forma, no pretendo dejar que simplemente desaparezca sin pagarme, tal vez yo no obtenga mi dinero pero ella no se irá tranquila.
--Sal de aquí Victoria porque no quiero olvidar que soy un caballero – le advertí furioso.
--Está bien, me voy – se puso de pie – aunque no lo creas, siento haber sido yo quien te revelara la verdad de esta forma, lo siento Edward – avanzó hacia la puerta y se giró – adiós.
Me dejé caer en el asiento sin saber qué pensar. No podía ser cierto todo lo que me había dicho, Irina no tenía ninguna necesidad de estar inmiscuida en ese tipo de juegos y mucho menos por dinero, ella lo tenía todo a manos llenas, una gran fortuna, una posición, el amor de sus padres, ¡El mío!
Pero antes de pensar en cualquier cosa tenía que verla. Salí de mi oficina y fui a su casa, a escucharla decirme que todo era una mentira, que no tenía nada de qué preocuparme y que todo seguía igual entre nosotros pero me equivoqué.
--¡Irina! – entré a su apartamento gritando - ¡Irina!
--¡Mi amor!, ¿Qué sucede? – Se acercó a mí alarmada - ¿Por qué los gritos? – su tierno rostro parecía desconcertado.
--Dime que quiso decir Victoria con esa sarta de palabrerías que fue a lanzarme hace unos momentos – al escucharme se detuvo y su actitud cambió, su rostro inocente reflejó de pronto uno hastiado pero continué – por favor, dime que es mentira, dime que está loca y que todo es una equivocación…
--Hmm, así que esa infeliz lo hizo ¿No? – Se giró sin apenas mirarme – ¡Perra egoísta!
--Irina… - me quedé sin habla al ver como reaccionaba, confirmando mis temores de que Victoria tuviera razón.
--Si Edward, ¡Si! – Gritó harta - ¡Es verdad!, gané mi apuesta contigo, te atrapé y ahora que ya lo sabes todo, desaparece de mi vida, no te soporto junto a mí con toda tu maldita perfección, ¡Lárgate!, ¡No quiero verte!
--¡Me debes una explicación! – hablaba con la mandíbula apretada – ¡Y no pienso irme sin ella!
--¿Qué quieres que te diga?, Ya te lo dijo todo la estúpida de Victoria, no tengo nada más que decirte, sólo que te largues y que no vuelvas más, ¡Vete Edward!
--¿Estás loca?, ¡Estás esperando un hijo mío!, ¿Acaso se te olvidó? – estallé en cólera al ver a la verdadera Irina, indiferente de nuestro hijo y de mí – así que te tendrás que ir acostumbrando a mi presencia y me soportarás por el resto de tus días ya que no me pienso desentender de él.
Me di media vuelta y salí de ahí azotando la puerta. Los días siguientes fueron un verdadero infierno. Me sumergí en una profunda depresión a causa de su engaño, de mi estupidez por enamorarme como un loco de alguien que no existía, porque yo me había enamorado de una mujer de buen corazón, generosa, cariñosa y hermosa, para tristemente darme cuenta de que esa persona sólo era una fantasía, un sueño que se había convertido en pesadilla arrastrándome a mi solitaria realidad.
Hablé con Irina cuando me sentí un poco menos deprimido, tenía que hacer ese esfuerzo por mi hijo, no lo iba a abandonar, así que fui decidido a todo por él. Tanto ella como yo, estábamos a la defensiva y esa plática no acabó nada bien. Ella me dijo que no quería verme, que me mantendría informado de su embarazo y que las cosas cambiarían cuando nuestro hijo naciera ya que como su padre, tendría todos los derechos sobre él, pero que mientras la dejara tranquila. Yo acepté porque no tuve otra opción, primero que nada, no estábamos casados y no podía obligarla a nada; segundo, ese no era mi país y ella podía pedir una orden de restricción lo que me ocasionaría problemas en un futuro si quería reclamar algún derecho sobre mi hijo y tercero, yo tampoco la quería cerca de mí.
Sólo la vi una vez más antes de que según ella, se fuera a una finca de sus padres, en el campo. Me prometió mantenerme informado de su estado y de cualquier cosa que ocurriera, pero por supuesto, tampoco fue así. Nunca pude contactarme con ella, ni con sus padres que siempre se encontraban viajando disfrutando del retiro que tanto habían deseado así que no tenía a nadie a quien preguntar, sólo estaba el ama de llaves quien ocasionalmente me llamaba de parte de Irina para comunicarme que por el momento ella se encontraba bien y su embarazo marchaba sin novedades.
Estaba deprimido, y desesperado por saber cómo estaba mi hijo, fui dispuesto a tirar la puerta de su apartamento para que esa mujer me diera alguna otra información ya que casi se cumplía el tiempo para que naciera y cuando me vio exaltado, enfurecido y capaz de cualquier cosa, me confesó que Irina había estado ahí una semana antes y que estaba tan delgada como siempre pero que de mi hijo no podía decirme nada ya que ella había llegado sola y así se había marchado. Fue entonces cuando sin perder un sólo segundo y dejando a un lado mi depresión, contraté al detective que 2 meses después lo encontró en ese orfanato y comenzó otro suplicio para mí.
--¡Edward!, ¿Me estás escuchando? – Nadia movía una mano frente a mí para captar mi atención.
--Perdóname, decías… - no tenía ni idea, mi mente estaba en otro lugar.
--Decía que hoy tenemos una junta con tus adorados ambientalistas que por cierto están felices con los ajustes, aquí te dejo el reporte final para que lo revises antes de irnos – lo puso en mi escritorio junto con una taza grande de café – tómate esto, te hace falta – y salió de mi oficina.
Me concentré y revisé el reporte, todo marchaba muy bien, la oficina estaba en perfecto orden; Nadia había hecho un excelente trabajo cubriéndome el trasero una vez más. Carmen, mi secretaria, entró con una tonelada de papeles y acuerdos para firmar dejándolos sobre el escritorio.
--Ingeniero, estos son los que urge que firme y estos otros son para que los revise, ahora regreso con el convenio para los guardias forestales – salió apresurada y minutos después regresó con más papeles para firmar.
--Gracias Carmen, estos ya se los puedes llevar a Nadia y te llamo en cuanto estén listos los demás – le entregué varias carpetas.
--Ingeniero… - dijo Carmen tímidamente.
--¿Si? – seguía firmando los acuerdos.
--¿Qué hago con esto? – levanté la mirada hacia ella y sostenía entre las manos una caja plana envuelta para regalo con un moño plateado.
--Mmm – me vio confundido, qué diablos iba yo a saber…
--Es suyo, lo trajeron un día antes de que usted viajara a Berlín y se lo dejé aquí en su oficina pero no lo ha abierto.
--De acuerdo, déjalo aquí – le indiqué con la mirada una esquina de mi saturado escritorio. Seguramente mi madre o Alice me lo habían mandado, lo abriría y les agradecería más tarde, en ese momento necesitaba terminar con esa montaña de papeles que necesitaban mi firma.
Cómo bien había dicho Nadia, los ambientalistas estaban complacidos con todos los cambios y las recomendaciones que ‘sutilmente’ nos habían pedido que hiciéramos, por fin nos dieron carta blanca y todo el apoyo que necesitábamos para construir nuestra obra, todos los permisos, accesos y en pocas palabras todas las facilidades para que trabajáramos sin ningún pero de su parte.
Salimos un poco tarde de la junta y no regresé a la oficina; me fui directo a casa no sin antes pasar a comprar unas cervezas y una botella de whisky. Nadia me había insistido en ir a cenar pero yo sólo quería llegar a casa para seguirla extrañando.
Cerré la puerta tras de mí y empecé a quitarme el saco, la corbata y toda la ropa dejándola tirada a mi paso, como ella lo hacía; sólo me quedé con los pantalones puestos y la camisa desabotonada, sin zapatos ni calcetines.
Fui a mi lugar preferido para llorarla: el clóset. ¿Qué si era un masoquista? Sin duda alguna, pero eso me hacía no sentirla tan lejos al estar entre las cosas que más quería; y no es que ella fuera materialista o algo parecido pero eran cosas que apreciaba ya que muchas eran obsequios y les tenía un especial cariño; ella adoraba su vestidor, lo había diseñado junto con Jimmy para que cada cosa tuviera su lugar especial, hasta mis cosas que poco a poco había llevado, parecían encajar perfectamente ahí.
Varios vasos de whisky después, me levanté del suelo y me tiré en la cama con algunas prendas de su ropa interior en mi cuello; ya me imaginaba lo que seguramente pensaba Ana cuando limpiaba la habitación, “pero que puto enfermo”. A ella también la interrogué, no sabía nada de Bella ni de Jimmy, estaba acostumbrada a llegar al apartamento y encontrarlo vacío por días o semanas debido al itinerario de Bella así que no me fue de mucha ayuda.
Al día siguiente me levanté temprano y me fui a la presa, ese día lo pasaría completo ahí revisando los avances de la obra. De alguna manera me sentía menos desesperado al no tener que estar encerrado en la oficina de la ciudad. Tuve que esforzarme mucho en enfocarme en mi trabajo ya que aunque no quisiera, mi mente se llenaba con su imagen, su voz, su olor y con cada recuerdo que traicioneramente llegaba a ella.
Los minutos se convirtieron en horas, las horas en días y estos en semanas, las semanas en un mes y después en dos. ¿Cómo sobreviví? Yo ya me consideraba muerto, así que no me importaba mucho si seguía transcurriendo el tiempo o se detenía. No hablaba con mi familia que siempre intentaba acercarse a mí, ocasionalmente sólo lo hacía con Alice porque me sentía en deuda con ella por haber dejado todo por ir a acompañarme cuando más lo necesitaba; mi madre estaba muy preocupada por mí pero mi hermana de alguna forma la tranquilizaba, Emmett me daba mi espacio pero Rose no, así que vivía constantemente huyendo de ella ya que no necesitaba que esa mujercita me reclamara algo con ese carácter tan arrebatado que tenía.
Mi padre también tenía algo qué reclamarme y no se hizo esperar demasiado.
--Te advertí que no lastimaras a Isabella, ahora ella se ha ido y quiero que me digas porqué – me exigió - ¿Qué hiciste Edward?
--Eso, padre – dije irónico – es lo que yo también quisiera saber, si te enteras primero, por favor avísame – respondí harto de todo y salí de su casa dejándolo con la palabra en la boca.
Nadia también se había convertido en una verdadera molestia; se la pasaba criticando mi nueva forma de vivir. Trabajaba como un loco durante la semana, concentrado en cada asunto de la presa; mis jornadas eran de 18 horas al día y cuando llegaba el fin de semana, me encerraba herméticamente en casa con mis cervezas y mis botellas de whisky; mi aspecto era otro punto del cual se agarraba para regañarme cada vez que podía; siempre me pedía que me afeitara la barba porque parecía que era un maldito ermitaño que recién había descendido de las montañas y que mi facha combinada con la de vagabundo terminaría por correr a todos en la constructora. A eso tenía que sumarle que no pasaba un puto día en el que no me dijera que me regresara a mí apartamento, que tal vez Bella no volvía porque yo seguía en el suyo; mi respuesta era siempre la misma,
“No, yo le dije a Bella que volvería a casa, ahora soy yo quien espera a que ella vuelva”.
En retribución por joderme a diario la vida, yo la tenía completamente agobiada porque además de los asuntos del trabajo, le preguntaba cada vez que podía por alguna noticia que tuvieran los investigadores pero tampoco ellos habían podido averiguar nada y me estaban desesperando. También yo hacía mis investigaciones personales; hablaba cada dos o tres días a Phoenix porque tenía la esperanza de que Reneé me dijera algo de Bella pero nunca estaba ahí, Phil me decía solamente que estaba de viaje y cuando le preguntaba si estaba con Bella me cortaba la llamada diciendo que tenía algo urgente que hacer. También llamaba al teléfono celular de Reneé pero ella simplemente bloqueó mi número. Con Charlie era lo mismo, no respondía mis llamadas y las dos únicas veces que Sue lo hizo, parecía haberse puesto de acuerdo con Phil.
Ángela tampoco escapó de mis interrogatorios; fui a buscarla a su oficina e iba dispuesto a suplicar si hubiera sido necesario pero me dijo que Jimmy no le había dicho nada más, sólo que cancelara todos sus compromisos por 2 meses los cuales ya se habían cumplido pero aún no sabía nada de ellos.
Todo era un círculo que terminaba siempre en el mismo punto, sin saber absolutamente nada de Isabella y eso hacía que atacara a Nadia con más ímpetu cada vez.
--A Irina la hallaron en dos semanas – alegaba - ¿Cómo es posible que no me puedan dar ni una pista de su paradero?
--Si Edward pero ten en cuenta que ella no estaba escondiéndose ni huyendo de nada – Nadia tenía razón – no te pediré que tengas paciencia porque me siento ridícula pidiéndotelo a cada momento, sé por lo que estás sufriendo Edward y me duele no poder tener la respuesta que buscas, sólo puedo estar aquí junto a ti y ayudarte o al menos tratar de que estos momentos sean un poquito menos amargos.
--Gracias Di – arrepentido, la abracé muy fuerte porque era verdad lo que decía; cuando sucedió lo de Irina y me encontré por casualidad con Nadia, ella al instante supo que algo me ocurría. Yo por vergüenza no le había contado a mi familia de la bochornosa humillación y engaño que había sufrido y me desahogué con ella. Desde eso, nunca perdimos el contacto y a la primera oportunidad que tuve, la incluí en mi equipo de trabajo. Ella era como mi conciencia y nunca aprobó la conducta frívola y despreocupada que adopté después de que acabó todo aquel asunto; me decía que era una vida vacía y cobarde porque me había cerrado por completo a darme otra oportunidad, que tenía miedo y que le daba pena porque el Edward que ella había conocido y al que quería mucho, era valiente y no se dejaba amedrentar por nada.
¿Y ya de qué me había servido tanta palabrería?, Me arriesgué, me entregué, amé de nuevo y a la primera oportunidad me volvieron a sacar del juego y sin ninguna explicación. ¿Qué carajos hacía mal?, ¿En qué fallaba?
De Irina podía entenderlo, porque era una mujer sin escrúpulos que por dinero y por soberbia no le importaba arruinarle la vida a las personas, era un ser bajo y ruin con una pantalla de todo lo contrario, ¿Pero Isabella? Apostaba mi vida por ella. No podía decir qué era lo que había ocurrido para que se fuera de mi lado y en esas circunstancias pero estaba seguro que no era nada parecido a lo que me había hecho Irina, no, ella no.
--Si te portas bien, te invito a comer esas hamburguesas que te gustan – se dirigió a mi como si le hablara a un niño – regreso en un rato ¿OK?
Intenté una sonrisa sincera pero sólo le dí una mueca chueca de mis labios. Suspiré y me senté detrás de mi escritorio buscando el cargador de mi BlackBerry; abrí varios cajones sin encontrarlo y en el último, vi el regalo que mi madre me había enviado y que olvidé abrir. Bufé al ver el moño plateado apachurrado, si ella hubiera podido ver el estado de su elegante envoltura seguro me ganaba una mirada reprobatoria por el olvido y el despreocupado trato que le había dado a su obsequio. Quité el moño y arranqué el papel quedando una caja gris.
¡Hasta la caja combinaba!, Esa sólo podía ser mi madre, sonreí y esta vez mi sonrisa si fue sincera. ¿Qué se le habría ocurrido regalarme ahora? Abrí la caja por un lado y cayó de ella una tarjeta, me agaché para recogerla y todo se detuvo cuando reconocí esa curiosa caligrafía.
“Para que siempre me tengas cerca de ti.
Tu niña Bella."
Todos mis sistemas dejaron de funcionar; mi garganta se cerró impidiendo el paso del aire a mis vacíos pulmones, mi corazón dejó de bombear sangre al resto de mi cuerpo, me cegué momentáneamente sólo pudiendo mirar su rostro entre mis manos nerviosas.
“Isabella, mi hermosa Isabella”
¡No!, ¡No!, Eso no estaba bien, ¿Cómo es que…? ¿Cuándo…?
--¡Carmen!, ¡Carmen!
Una muy nerviosa Carmen entró corriendo a mi despacho – Dígame, Ingeniero – me dijo asustada al verme.
--¿Quién trajo esto? - Pregunté agitado.
--S-señor, yo-o lo enc-contré en mi escritorio al llegar del almuerzo – explicó.
--¿Cuándo? – Grité - ¿Cuándo?
--S-señor, un-n día antes de q-que usted viajara-a a Berlín-n – respondió tímidamente.
--¿Estás segura? – No podía ser lo que estaba pensando - ¿Estás segura Carmen?
--S-si señor, muy segura – enredaba sus manos – ese día la señorita Nadia nos dijo que nos tomáramos una hora más para el almuerzo, que corría por cuenta de la constructora y lo recuerdo también porque al regresar vimos que sacaban a una mujer en brazos porque tuvo un accidente en las escaleras.
--¿La viste?, ¿Carmen la viste? – Mi voz había subido un tono.
--N-no señor.
--Gracias, puedes retirarte – dije desganado y con la mente casi sin poder maquinar un solo pensamiento coherente. Miles de imágenes se agolpaban en ella con una velocidad vertiginosa; inhalaba aire llenando mi pecho y pulmones, me hacía falta para calmarme y poder funcionar correctamente de nuevo pero no era suficiente; tampoco creía poder ponerme de pie y llegar al otro lado de la habitación a la mesa dónde estaban varias botellas de coñac, sólo pude mantenerme ahí sentado, respirando y esperando que el shock por la impresión al darme cuenta lentamente de lo que todo eso significaba, fuera disminuyendo gradualmente.
Los minutos pasaban y las piezas comenzaban a caer todas en su correcto sitio. Estaba todo muy claro. Dolorosamente claro.
Estiré mi mano y oprimí el botón del intercomunicador.
--Consígueme un lugar en el primer vuelo a Seattle…
***
--Hay que ser muy estúpido para estar parado frente a mi puerta – dijo Charlie muy tranquilamente – lárgate de aquí sino quieres que cumpla lo que te dije una vez.
--Lo siento pero no me iré de aquí sin que me digas en dónde está Isabella – le respondí en el mismo tono tranquilo.
--Tienes 5 segundos para moverte antes de que sientas una bala en el estómago Cullen, ¡Lárgate de mi propiedad!
--No me voy sin la respuesta que vine a buscar – afirmé.
--Aléjate de mi hija – se le agrandaban las aletas de la nariz al comenzarse a agitar - ¡Ya le haz hecho mucho daño!, ¡Bella está sufriendo y no te quiero cerca de ella!
--¡Por favor Charlie, escúchame! – Supliqué atormentado – sólo pido que me escuches… por favor.
--El que lo haga no te garantizará que te diga dónde está mi hija – bajé resignado la cabeza y me dispuse a confesarme con el padre de la mujer que amaba, era lo único que me podía acercar a ella.
--¿Bella te vio besando a esa mujer? – Preguntó Charlie casi una hora y media después - ¿Porqué la besabas Edward?
--Irina me lo pidió como condición para que aceptara hacerse todos los análisis de compatibilidad de la médula para Demetri, quería que le demostrara que ya no sentía absolutamente nada por ella, que mi cuerpo ya no le respondía igual y sé perfectamente bien que fue una estupidez pero… ¿Tú que hubieras hecho Charlie? – Inquirí con voz muy queda – me dio miedo que se negara, ella no necesitaba el dinero y la vida del que pudo haber sido mi hijo dependía de eso.
--Pero…
--No me estoy disculpando contigo, sólo te estoy contando como fueron las cosas, Bella es la única que puede perdonarme y de verdad, confío en que lo haga porque no puedo vivir sin ella… - le dije honestamente quebrándose mi voz en las últimas palabras.
El silencio entre ambos hizo denso el ambiente. Yo no podía levantar la cabeza; haberle contado todo a Charlie me hizo remover de nuevo el amargo sentimiento desde el principio y al llegar hasta dónde me encontraba en ese momento, sólo y sin el amor de mi vida, no pude, aunque los apreté fuerte, evitar que mis ojos ardieran.
Ninguno de los dos nos movimos por unos minutos, tampoco ninguno de los dos dijo nada. Limpié con mis dedos las lágrimas acumuladas en mis ojos antes que resbalaran por mis mejillas. Comprendí que no me diría nada y me puse de pie para retirarme de ahí. Llegué a la puerta y traté de despedirme pero el nudo en mi garganta no me lo permitió y sólo asentí una vez hacia él.
--Espera muchacho…
Me congelé en ese instante. Fueron las mejores palabras que pude haber escuchado en ese momento; una breve luz de esperanza cobijo mi alma; sentí la sangre correr desbocada por todo mi cuerpo y tuve que sostenerme para no caer ya que mis piernas me temblaban.
--Toma – dijo Charlie entregándome un papel que había sacado de una mesita cerca de él; tenía algo escrito que no pude distinguir porque las lágrimas nublaban mis ojos – ahora ven para acá, los dos necesitamos algo muy fuerte.
--No, estoy bien – hablé ya con voz más clara – además me urge ir a buscar a Bella.
--Edward siéntate y tómate esto, Bella no se irá a ninguna parte, te lo aseguro, ella estará ahí cuando llegues.
Tuve que tomarme el whisky que me dio aunque yo lo único que quería era salir corriendo hacia…
“¿Florencia?”
***
JIMMY’S POV
Esa mañana había encontrado a Bella llorando en su habitación; tuvo una pesadilla pero no me pudo explicar exactamente lo que había soñado, sólo me decía que veía rostros y que después se encontraba muy sola caminando por una calle vacía; se había despertado porque sentía un dolor fuerte en el pecho que le dificultaba el respirar. Eso, era angustia.
--Tengo miedo Jimmy – lloraba aunque ya estaba un poco más tranquila.
--¿Pero miedo de qué Bella? Explícame para poder ayudarte – acariciaba su pelo mientras la abrazaba - ¿Cómo sabremos si vas recordando algo si no me dices?
La consolé casi toda la mañana junto con Reneé; no nos permitía dejarla sola y lo único que quería era estar acostada en la cama. No quiso desayunar nada y tampoco se quiso bañar, sólo quería permanecer ahí pensando sin decir nada. Al medio día accedió a que Reneé le preparara algo para comer y por la tarde pude convencerla de que con un baño se sentiría mejor.
Ese no había sido un buen día. Desde que Bella despertó después del accidente nunca habíamos tenido un día cómo ese. Depresivo. Casi no habló y yo me frustraba porque no sabía qué hacer o qué más decirle. Por la noche, Diego llegó con un bote enorme de “gelato al cioccolato” porque sabía que Bella había tenido un mal día pero tampoco quiso probarlo.
Diego iba a casa todas las noches que estaba libre del hospital. Reneé lo adoraba y Bella ni qué decir, desde que lo veía se le iluminaba la cara y yo, por supuesto que estaba absolutamente endiosado con él, además, ya había dejado muy claro cual era el interés que lo llevaba tan seguido a visitarnos… ¡Yo!
Una noche no pude controlar mi bocota y al verlo llegar lo solté así sin más.
--Si, yo de nuevo por aquí, espero que no te moleste – su sonrisa iluminó todo el salón.
--Claro que no – sonreí y pensé en jugar un poquito – pero ¿Sabes? Bella ya se irá a dormir en un momento más – puse mi carita de “ojitos del gatito de Shrek” como Bella siempre decía – lo siento.
--Jimmy, yo a Bella la quiero mucho pero… - me miró con esos bellos ojos verdes enarcando una ceja, ¡Simplemente hermoso! – sabes muy bien que no vengo solamente por ella… mi interés es… me interesa conocerte.
¿¡What!? ¡Esas eran las únicas palabras que necesitaba para tirarme al suelo como un lindo cachorrito panza arriba y estar dispuesto a ser rascado eternamente! ¡Dios mío! ¡Gracias! ¡Si existes Señor! ¡Virgen Bendita! Ayúdame a controlarme y no ser tan obvio, tampoco quiero ponérselo tan fácil.
--Tú ya me conoces y también a mi familia, sabes dónde vivo, qué hago, ahora me toca saber de ti – Oh. Ahora quería saber de mí…
--Bueno – respiré tan hondo como pude – mi familia no es tan extensa como la tuya, sólo éramos mi madre y yo pero ella murió hace 2 años, ahora mi familia esta formada por Bella y sus padres que prácticamente me “adoptaron”, tengo muchos amigos pero mi familia ahora son ellos.
--¿Y cómo conociste a Bella?
--En unas clases de ballet, Bella no podía dar 2 pasos sin tropezar, parecía un pajarito perdido, me inspiró a sacar mi espíritu protector; luego me dediqué a ayudar en el negocio de mi madre y cuando ella murió Bella me cuidó a mí – sonreí al recordar a mi madre.
--¿A qué se dedicaba? – preguntó curioso.
--Hacía ropa.
--Era modista – fue más una afirmación.
--No, era diseñadora – corregí y me levanté del sillón dirigiéndome a la cocina. Se quedó callado y luego lo escuché.
--¿Tu madre era Catherine Spencer? – me miró sorprendido.
--Sip – respondí despreocupado.
--Jimmy pero tú no tienes necesidad de trabajar, ¿Por qué lo haces? – estaba intrigado.
--Por lo mismo, yo no considero esto un trabajo, me gusta lo que hago; llevarle la agenda a Bella es lo más divertido que hay para mí, lo disfruto y además la cuido, es como mi hermana pequeña, hemos estado juntos mucho tiempo, por eso no lo pensé ni un segundo cuando decidió venir para acá, yo tenía que estar con ella – cambié mi expresión.
--Le hizo mucho daño ¿Verdad? – hizo una mueca.
--No lo sé – me apreté la frente – hay cosas que no me cuadran…
Esa noche platicamos por horas; Diego me preguntaba miles de cosas y yo a él otras tantas, parecía que nos llevábamos demasiado bien y eso… ¡Era genial!
***
Un día después de la pesadilla de Bella todo había regresado a la normalidad; ya estaba alegre de nuevo y mirábamos tirados en los sillones del salón un capítulo de “Friends”.
--¿Jimmy yo tengo amigos? – me preguntó de golpe, ¿Dónde quedó el “Jimmy-dime”?
--Claro que tienes Bella – respondí.
--¿Y dónde están?, ¿Por qué no me llaman o yo a ellos? – ¿Y que se suponía que debía de responder a eso eh? Oh, esos ojos chocolates me iban a matar al ver esa ternura con la que me preguntaban.
--No te llaman porque tú así lo quisiste Bella – contestó Reneé muy calmada – estás aquí porque querías alejarte de todo y de todos por un tiempo, ellos no saben dónde te encuentras ni lo que te ha ocurrido hija.
--¿Pero porque? – la carita de Bella se entristeció - ¿Qué pasó?
Reneé y yo nos miramos. ¿Sería buen momento para empezarle a explicar todo?, ¿Cómo saberlo? El Dr. Baggio dijo que si ella preguntaba le contestáramos, no que le diéramos información de más pensando que así ella recordaría más pronto, así que tal vez sí era un buen momento para comenzar a aclararle todo lo que quisiera saber.
--Ya no querías estar en Nueva York, estabas un poco triste porque te sentiste defraudada por una persona, por eso decidiste venir para acá, para pensar las cosas – yo sólo podía escuchar las palabras que le decía Reneé a Bella y de una forma única, yo nunca hubiera encontrado cómo explicarlo así de claro y sin ahondar mucho en el verdadero motivo.
--¿Era una amiga? – inconcientemente negué con la cabeza y ella me miró - ¿Un amigo entonces? – volteé la cara para que no viera mi nerviosismo pero ella era muy lista.
--¿Un novio?, ¿Yo tenía un novio? – dijo casi para ella misma.
--Bueno si…
--¡No quiero saber! – cortó a Reneé y salió corriendo a su habitación. Cerró con fuerza su puerta y decidimos dejarla pensar. Suponíamos que era normal su reacción así que no nos preocupamos mucho hasta que el teléfono sonó, era Charlie quien en esa ocasión, habló con Reneé mucho más tiempo del habitual, tanto, que me fui a dormir y ella seguía sólo escuchando lo que él le decía. A la mañana siguiente unos golpecitos en mi puerta me despertaron.
--Jimmy – dijo Reneé muy bajito – viene para acá…
--¿Charlie? – Me emocioné – ¡Que bien!, cocinemos algo especial – me levanté de un salto.
--No Jimmy, Edward – susurró – Edward es quien está por llegar.
¡Por todos los santos del cielo! ¿Qué era lo que acababa de escuchar? ¿Edward, en Florencia?
Reneé me contó que la llamada de Charlie se debía a eso, para avisarnos que Edward estaba en camino. Le contó a detalle la plática que habían tenido y que le había dicho dónde nos encontrábamos porque él había sufrido casi tanto como Bella y ya no quería ver sufrir ni a su hija ni a Edward por un malentendido.
--¿Un malentendido? – Pregunté molesto - ¿Ahora así se llama cuando tu novio se traga de un beso a una rubia platinada?
--¡Jimmy! Charlie dice que Edward nos contará todo, que le demos una oportunidad, tú no eres rencoroso – murmuró Reneé.
--No lo era, hasta que por culpa de “alguien” un camión estampó a Bella contra una toma de agua y ahora no recuerda ni que Santa Claus no existe – respondí furioso. Por algún motivo no estaba muy contento de que Charlie le dijera a Edward dónde estábamos; siempre estuve seguro de que él amaba a Bella y aunque muchas cosas no me parecían muy lógicas, lo cierto era sin duda alguna que él estaba besando a otra mujer y Bella los había visto, punto.
--Yo tampoco estoy totalmente convencida pero no nos queda más remedio que escuchar su versión de la historia, así que démonos prisa y levantemos a Bella – dio por terminado nuestro intercambio de opiniones.
El “traga-rubias” llegaría justo antes del almuerzo, así que apuré a Bella para darse un baño y vestirse, se había desvelado un poco por la conversación de la noche anterior y no quería despertarse, por eso tuve que poner mucho empeño para que estuviera lista a tiempo. No sabía que tendríamos visitas, no quisimos decirle porque no queríamos que se pusiera nerviosa antes de tiempo, mejor que todo fuera casual y que resultara lo que tuviera que resultar.
Reneé y yo nos encontrábamos en la cocina viendo que todo estuviera listo; no es que le quisiéramos dar a Edward una cálida bienvenida, sobretodo yo, pero Reneé insistió en recibirlo bien ya que Charlie se lo había pedido. ¿Qué tanto le habría contado Edward que ya lo tenía en la bolsa?
Mientras Reneé y yo platicábamos en susurros en la cocina, el timbre de la puerta sonó y antes de que yo pudiera llegar, Bella ya abría la puerta…
***
EDWARD’S POV
Por fin estaba ahí, de pie frente a lo único que me separaba de Isabella, una puerta que sería abierta de un momento a otro.
Esa mañana había llegado de Nueva York, hubiera dado lo que fuera por volar directo desde Seattle pero tenía que dejar solucionados algunos pendientes de la constructora para poder estar tranquilo con Bella unos días. Me moría por robármela y escaparnos a algún lugar de Italia. ¡Como disfrutaríamos! Le haría el amor hasta que no pudiera moverse, me dedicaría a complacerla en cuerpo y alma, le entregaría mi vida y lo que ella quisiera si eso la hacía feliz.
Me registré en el hotel y lo primero que hice fue darme un baño y afeitarme la barba de ermitaño combinado con vagabundo porque Isabella se asustaría mucho de ver mi aspecto tan pulcro de las últimas semanas. Pero ahora todo sería diferente, ya la había encontrado, podría explicarle todo y pedirle perdón de todas las formas posibles por no insistirle y contarle la verdad de mi conducta cuando la conocí, porqué me rehusaba a cambiar y a comprometerme, todo, le contaría todo aunque ella no quisiera, ya no podía vivir ocultando nada de mi vida.
Salí del hotel y un taxi me llevó a la dirección que me había dado Charlie. Estaba muy nervioso cuando llegué y me acerqué a la puerta. Me sudaban las manos y me dí cuenta que también me temblaban cuando estiré una para tocar el timbre. La puerta se abrió y la vi.
¡Isabella! – No podía creerlo – ¡Mi Bella al fin frente a mí! *
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Imágenes: PattinsonWorld.