lunes, 30 de agosto de 2010

CAPITULO 24

CAPITULO 24


EDWARD’S POV

--¡Esta me la vas a pagar Edward Cullen!, ¡Me la vas a pagar!

Aún no podía creer lo que me había gritado Isabella. Ella estaba asustada y enojada porque le destrocé el maldito vestido encima, no porque perdí el control con ella y casi la tomé a la fuerza, no. Ella no tenía objeción con eso porque no era lo que me estaba reclamando, aunque no por eso dejaba de ser el perfecto cabrón que era. Pero estaba arrepentido y lo único que debía y quería hacer, era pedirle perdón a Bella por mi comportamiento, y si yo estaba confundido o no, era lo de menos.

Ella me había gritado y después se encerró en el baño, llorando. ¿Cómo no iba a llorar? Ella tenía toda la razón, ahora sólo me quedaba esperar a que saliera para pedirle perdón. Esperé casi media hora y seguía encerrada, no iba a presionarla apurándola, dejaría que se tomara todo el tiempo que quisiera. Mientras, fui a la recámara donde estaba mi maleta para ponerme algo de ropa, cuando la escuché salir. Le daría unos minutos sola en la habitación. Entré despacio y con nervios esperando su reacción reclamándome mi comportamiento ruin, pero sólo la encontré acostada de lado, formando una pequeña bolita, muy cerca de la orilla.

Lentamente, me acosté arriesgándome a cualquier cosa, pero vamos, si hubiera querido que me fuera, no me habría dejado mi espacio en la cama ¿Cierto? Así que lo aprovecharía tanto como pudiera. Me puse detrás de ella como siempre lo hacía pero sin tocarla. A propósito, acerqué más mi cara para que mi respiración tocara su cuello, su nuca, pero no decía nada y tampoco se movía. Me estaba desesperando su indiferencia, así que me atreví a hablar.

--Bella – dije suave y esperé un momento pero no respondió – Isabella… - la conocía, estaba muy enojada y no iba a ser fácil que me perdonara.

--Amor – tal vez el contacto físico lograra hacer que me respondiera, así que muy leve, comencé a dibujar en su espalda con un dedo, muy suave, muy tenue pero siguió igual y entonces presioné más. Un buen rato después, lo intenté de nuevo – Isabella…

¡Dios! Si, yo era un verdadero canalla, pero estaba rogando por una oportunidad para disculparme y ella simplemente me ignoraba y me estaba matando. Bella era muy orgullosa y terca, yo ya no sabía qué hacer para que me hablara y por cómo se estaban dando las cosas, no lo haría. Así que respiré hondo y de todo corazón le dije lo que sentía.

--¡De acuerdo! – mi voz salió firme de mi garganta. Me acomodé a su cuerpo pegándome a ella, a su espalda, a sus suaves nalgas, metiendo una pierna entre las suyas, abrazándola por la cintura y entrelazando sus dedos y los míos.

--¡He dormido solo toda mi vida y ahora que te tengo, no pienso volver a dormir sin ti entre mis brazos ni una sola noche más del resto de mi vida!, ¿Quedó claro? – La apreté muy fuerte a mi cuerpo colocando la barbilla en su hombro - ¡Buenas noches!

Isabella no reaccionó en absoluto, pero yo le había dicho lo que sentía justo en ese momento, no me había disculpado, porque lo haría de frente, con nuestras mentes frías y ese no era precisamente el momento indicado. Con lo poco que le dije, sólo sentí un pequeñísimo alivio, nada de lo que yo esperaba y necesitaba. Un rato después me quedé dormido oyéndola respirar.

***

Varias horas después se removió entre mis brazos, se puso de espaldas al colchón y pude admirarla tranquilamente. Dormía relajada, con los labios entre abiertos y muy hermosa. Tenía ganas de besarla y pasar mis labios lentamente por todo su rostro pero me contuve, esperaría a que se despertara pero mientras, seguiría observándola dormir. Estaba quedándome dormido de nuevo cuando se volteó y me abrazó, descansando en mi pecho y eso no fue muy bueno ya que todos mis sentidos despertaron como si hubieran recibido un toque de corriente eléctrica. Comenzó a moverse intranquila, lo que significaba que se despertaría en cualquier momento, pero no me soltaba y eso estaba provocando que cierto dolorcito molesto apareciera en mis ingles. ¡Hasta dormida me hacía sufrir!

Me soltó y se estiró como si fuera una bailarina de ballet, subió sus brazos sobre su cabeza la cual echó para atrás y sus piernas las estiró, así como sus pies. Era encantadora y mirarla, hacía que mi cuerpo me pidiera hacerle el amor en ese momento, pero ella, dormida o no, seguía molesta y al menos eso debía respetárselo.

“Debía”, pero no lo hice, porque la abracé por detrás rodeando su cintura, besando su cuello y mordiendo el lóbulo de su oreja al mismo tiempo que empujaba mi erección contra su hermoso trasero.

--¡Buenos días dormilona! – intentó gritar pero sólo dijo mi nombre débilmente mientras yo subía mis manos por su pecho para tocar a mis niñas, acariciarlas al igual que sus pezones, cuando la escuché gemir. Y me hubiera detenido si Bella me lo hubiera pedido pero en lugar de eso, gimió de deseo.

--Mmm veo que alguien se despertó con antojo de algo – toqué su entrepierna rápido, sin darle oportunidad para que se arrepintiera, abriendo sus piernas para excitarla y me pidiera continuar. Recorrí su cuerpo tocándola con pasión y logrando que su respiración se agitara, lo que me hizo desearla aún mucho más. Comencé a quitarle la ropa, bajé sus pantalones y me encontré con unas pantys blancas obstruyendo mi camino, estorbándome. Las ignoré y me deshice de su blusa para dejar a mis niñas libres para mí. Eran tan perfectas que cada vez que las tenía en mis manos o en mi boca creía morir de placer al succionarlas fuerte y despacio después, pasando mi lengua sobre sus pezones, devorándolos. Eran todo un mundo aparte para mí, podría estar toda la vida perdido en ellas, en Isabella.

--¡Edward!, ¡Oh por Dios! – su voz iba cargada de ansiedad y rápido, me concentré en quitarle esas pantys para terminar de desnudarla.

--Este es mi castigo, ¡Lo sé! Que mi mujer se cubra con mil prendas para hacerme más difícil tenerla – jadeaba y se me hacía difícil hablar. Cuando por fin las tuve en mis manos, las aventé por ahí y con fuerza, Bella me tiró sobre la cama mirándome aún con los bóxers puestos.

--¡Cómo me gustaría arrancártelos! – dijo decidida y no perdí la oportunidad de bromear.

--Espero que estés hablando de mis bóxers amor, si es así, ¡No te reprimas! – se colocó sobre mí, montándome, la miré para tener alguna idea de lo que planeaba hacer y de paso, admirar a mis niñas desde ese ángulo, pero cual fue mi sorpresa al ver que hundía sus manos entre sus piernas y comenzaba a tocarme tortuosamente, apretando y aflojando la presión sobre mi dura erección. No pude evitarlo, grité su nombre y jadeé de placer. Bella era maravillosa, estaba dejando de ser tímida y yo estaba muy orgulloso y feliz de que fuera así.

Le ayudé a quitarme los bóxers porque así me lo pidió. La giré y cuando quedé sobre ella, no podíamos frenar nuestra desesperación por acariciarnos y tocarnos con ansiedad. Bella frotaba sus caderas contra mí, produciéndome un dolor intenso entre mis piernas, lo reconocía como mi ‘necesidad de ella’ y traté de prolongar más los juegos previos tomando entre mi boca uno de sus pezones, succionándolo fuerte y mordiéndolo, queriendo extraer inconcientemente algún néctar escondido para mí. Ya estaba cerca de mi límite y necesité comprobar si también estaría Bella lista para recibirme así que bajé mi mano e introduje mis dedos en ella.


--¡Oh Por favor! – gritó retorciéndose bajo mi cuerpo.

--¿Qué te sucede Isabella?, ¿Eh?

--¡Te lo suplico!, ¡Te lo suplico! – me pidió con dificultad.

--¿Qué me suplicas amor? – pregunté sin dejar de mover mis dedos en ella, como sabía que le gustaba.

--¡Te necesito dentro de mí ya! – Me ordenó.

--¡Pero estoy dentro de ti ya amor! – la estaba desesperando, porque me volvía loco cuando me suplicaba.

--¡Edward Cullen! – iba a acabar con su agonía, así que tomé el condón que tenía bajo la almohada y me lo puse.

--¡Mírame Isabella!, ¡Siempre mírame! – necesitaba ese vínculo extra con ella cada vez que la poseía, aunque a veces eran tan fuertes las sensaciones en ambos que simplemente nos perdíamos en ellas.

--¡Ahh Edwaard! – gritó fuerte y me excitó mucho más aún mientras la penetraba, fuerte pero lento, demorando nuestro final, pero con Bella era imposible, me sobrepasaban las emociones y las sensaciones, era mucho, demasiado todo lo que Isabella me provocaba. Al poco tiempo, pude sentir sus paredes cerrarse sobre mí. Cada vez lo hacía con más fuerza y eso, provocaba que terminara a veces, junto con ella. Después de ese increíble orgasmo, nos quedamos de nuevo dormidos.

***

El teléfono sonó y no me sorprendí cuando escuché que era su madre quien llamaba. Había visto algunas fotos y comentarios de la noche anterior en Internet, y se le oía contenta pero le advirtió a Bella que hablara con su padre antes que se enterara de nuestra relación por otros medios. ¿De verdad era tan estricto?

Bella se levantó y fue a hacer su llamada al salón. Seguramente estaba más nerviosa de lo normal y yo la ponía más aún. No la escuché regresar a la habitación pero oí el chorro del agua en el baño y decidí acompañarla en su ducha.

--¿No pensabas que ibas a bañarte sola verdad? – me ignoró y continuó bañándose despreocupada. A buena hora venía a recordar que seguía enojada conmigo por lo del vestido.

No lo pensé mucho y entré, quitándole la esponja que tenía en las manos, agarrándola de la cintura y poniéndola de espaldas a mí para poder enjabonarla empezando por su espalda, esa impecable y reluciente piel, al igual que sus hombros y brazos. Bajé la esponja por sus nalgas, por sus piernas y la giré para arrodillarme y lavar sus pies. Lavé también entre sus piernas, procurando no hacer ningún movimiento que delatara mi ansiedad aunque a esas alturas, otras cosas hacían notar mi excitación. Pasé mis manos con espuma por su vientre y su pecho intentando no tocar a mis dulces niñas porque serían mi detonante para perder el control y no necesitaba eso en ese momento con Bella. Yo necesitaba otra cosa.

--Isabella – hablé suave y despacio.

Gracias a Dios Bella ya había bajado la guardia - ¿Si?

--Bella – suspiré – te prometo que jamás volveré a actuar como anoche, nunca más te trataré así, ¡Te lo juro! – mi disculpa era sincera, sólo esperaba que ella pudiera notarlo.

--Edward yo… yo me asusté – mi niña tembló un poco al recordarlo y me hizo sentir más bajo de lo que ya me sentía.

--Lo sé amor, soy un estúpido y sé muy bien que hice mal. Sólo te pido que me perdones, fue un mal momento y me dejé llevar, no contuve mis impulsos y te lastimé, te hice daño. No tengo excusas por mi comportamiento, sólo puedo decirte que no va a volver a ocurrir algo así, ¡Te lo prometo Bella!, ¿Me perdonas?

La abracé suavemente, ella tomó mi rostro entre sus manos, besó mi frente y luego mis labios – Sí Edward – esas palabras habían sido para mí como agua para un sediento.

--Gracias amor - me apretó fuerte y luego hundió su rostro en mi cuello y besé el suyo. Un momento después, la separé de mí. Me daba besos en el hombro y me acariciaba, entonces hice más espuma en mis manos y las pasé por mis niñas, despacio, pero Bella dio un brinco acompañado de un gritito llevándose las manos al pecho. Estaba adolorida por mis “arranques” pasionales.

¡Grandísimo pendejo!

Me disculpé una vez más y la ayudé a quitarse la espuma. Tomé el gel en mis manos para lavarme rápidamente y salir de ahí cuando sentí sus manos y la esponja en mi espalda. Un cosquilleo recorrió mi columna dejándome muy quieto. Ella al contrario, paseo la bendita esponja y sus manos por mis hombros, mis nalgas y me abrazó por detrás acariciándome el abdomen y yendo más abajo, un poco dudosa, pero puse mis manos sobre las suyas y llevándolas por dónde necesitaba sentirlas. Dejé una de sus manos con la esponja sobre mi abdomen y la otra la bajé entre mis piernas. Ya con ambas manos libres, la guié por mis ingles y casi dí un grito de placer cuando tomó mi duro y muy excitado miembro entre sus manos subiéndolas y bajándolas por toda mi longitud.

--Bella, me vuelves loco – dije entre jadeos y gemí fuerte cuando con una de sus manos tomó mis testículos y los masajeaba hasta hacerme perder la cordura – Oh Bella, eres una niña mala – dije antes de empezar a sentir la tensión en mi parte baja. Ella lo notó y comenzó a mover sus manos más rápido. Me giré y se asustó con mi movimiento tan repentino.

--Ni pienses que te me vas a escapar – la amenacé. La pegué contra la pared y comencé a acariciarla con mi mano, metiéndola entre sus pliegues, rodeando su clítoris mientras mi otra mano disfrutaba acariciando su pecho.

--¿Edward? – preguntó mientras introducía mis dedos en su interior.

--Dime amor – respondí sin perder la concentración ni el ritmo de mis dedos entrando y saliendo de ella. Estaba ya muy cerca, lo sabía porque comenzaba a tensarse sobre mis dedos, pero no la dejaría venirse sola.

--Espérame Bella – le pedí tomando una de sus manos y colocándola sobre mi miembro. Ella me comprendió y la movió de arriba abajo, ayudándome a alcanzarla para estallar juntos. Ella terminó en mis dedos y yo sobre su cuerpo. Nos abrazamos y sentí que ambos temblábamos. Eso había sido glorioso.

***

Después de esa increíble mañana y medio día, fuimos a comer a uno de mis lugares favoritos, nada ostentoso pero sí delicioso. Le pregunté si por fin me diría cómo le había ido con la llamada a su padre porque con su madre le había ido muy bien y podía asegurarlo ya que había escuchado la plática completa. Resultó que mi suegro quería conocerme y a mí no me parecía mala idea, debíamos platicarlo más seriamente.

Después fuimos a mi apartamento por unos planos y algunos documentos que Nadia había tenido a bien recordarme llevarlos a la junta del lunes. Había encontrado 5 mensajes suyos y 3 llamadas perdidas al encender mi blackberry esa tarde. No entendía esa insistencia pero lo dejé pasar, aunque volví a apagarlo. No quería recibir llamadas de Nadia por lo menos hasta el día siguiente. Salí de mi estudio con todos mis documentos y me quedé observando a Bella hablar por su teléfono. Adoptaba la actitud de una mujer segura, hablaba confiada y firme, tomando decisiones. Dejaba de ser mi niña Bella a la que quería proteger de todo, mimarla, consentirla y cuidarla.

Regresamos a su apartamento y la cargué sobre mi hombro tumbándola en la cama para comenzar otro round desenfrenado de sexo puro, pero me dejó ahí, esperando por ella que se había metido al baño, aunque con una sonrisita muy sexy, lo que me decía que la espera iba a valer mucho la pena. Me desvestí y sólo me deje mis bóxers, me acosté en la cama, impaciente por tener entre mis brazos a Bella para hacerle el amor todas las veces que quisiera. Estaba tan perdido pensando en cómo complacer a Isabella que no la escuché salir, pero si me dejó sin palabras cuando la vi dentro de un hermoso baby doll que revelaba mucho de su cuerpo, además, su cabello suelto sobre sus hombros y esos labios carnosos y rosados esperando los míos. ¡Dios, ya estaba muy excitado!

--¿Ya te vas a dormir? Yo pensé que te gustaría jugar un ratito conmigo – dijo con una voz muy sensual que me hizo pestañear varias veces. ¿En dónde había quedado mi Bella tímida?, ¿Lo había sido alguna vez?

--Te estaba esperando amor – traté de controlar el tono de mi ronca voz. La cargué y la puse de rodillas en la cama, frente a mí. Comencé a besarla despacio, relajándome. Teníamos toda la noche para disfrutarnos y lo haríamos con mucha calma.

--Te ves muy linda amor, esto te queda muy bien – susurré a su oído. Me respondió algo que no entendí porque justo en ese momento sus manos estaban en mi pecho, prendiéndome más. Acaricié la piel de sus nalgas mientras mis labios besaban la orilla de su baby doll y de pronto ya estaba acostado sobre la cama con Isabella a horcajadas y rozándose contra mí. Resbaló un poco y con sus dientes, tomó la orilla de mis bóxers tratando de quitármelos.

--¡Quítatelos amor! – me ordenó y la obedecí. Una vez libre de ellos pude ver su mirada complacida con lo que tenía frente a ella, se inclinó y comenzó a repartir besos por debajo de mi ombligo y creí enloquecer cuando sus labios recorrieron las marcas que mis músculos delineaban en mi cuerpo. Juré que había muerto y subido al cielo cuando sus manos se cerraron sobre mi erección, apretándome y soltándome, torturándome al acariciar mis testículos, gimiendo y jadeando al sentirla recorrer de arriba abajo toda mi longitud.

-¡Oh Isabella! – gemí su nombre al darme cuenta que esa excitante caricia que sentía, era su boca que se había apoderado de mi miembro – Bella no, no tienes que… - iba a continuar diciendo “no tienes qué hacerlo” pero el placer que me estaba dando me había dejado incapaz de hablar. Su lengua jugaba con la punta, succionaba, la acariciaba y yo estaba al borde de la locura. Me introdujo y me sacó de su cálida boca muchas veces, aumentando poco a poco la rapidez de sus movimientos, haciendo que me tensionara demasiado pronto pero yo no quería eso, yo quería hacerla disfrutar primero. Ella seguía concentrada en complacerme y lo estaba haciendo perfectamente bien, tanto que tuve que detenerla porque estaba a casi nada de estallar en su boca y en ese momento tal vez no fuera agradable para ella.

--No Bella amor, no sigas – le pedí pero Isabella creyó que me había hecho daño y se disculpó con voz bajita, asustada y apenada. Pero yo no tenía tiempo para explicarle nada, tomé el condón que había guardado bajo la almohada mientras ella estaba cambiándose y me lo coloqué.

--¡Ven aquí! – la llamé mientras le quitaba las braguitas rosas levantando sus caderas y una vez libre de ellas, me acomodé sobre ella entre sus piernas y con fuerza la penetré.

--¡Mírame Isabella!, ¡Mírame! – ordené pero casi no podía abrir los ojos para hacerlo debido a la fuerza de mis embestidas. No fui violento, pero si fuerte al poseerla esa noche. Lentamente sentí crecer la tensión en su vientre, acorralándome y encerrándome, provocando que mi propia tensión comenzara a despegar, alcanzándola para terminar juntos.

--¡Edwaard! – Bella gritó mi nombre con mucha fuerza, apretando sus manos en mi espalda y arqueándose contra mí.

--¡Bellaa! – la seguí en esa caída, gozando su liberación y la mía, agotados, felices…

Giré sobre la cama llevándola conmigo haciendo que descansara en mi pecho – Gracias amor – murmuré a su oído y luego me acomodé detrás de ella.

--Te quiero – susurró y nos quedamos dormidos después de disfrutarnos completamente esa noche, esa mañana y ese medio día.

***

Me levanté muy temprano esa mañana. Tenía un día muy ocupado y mucho “trabajo de oficina”. ¡Dios! ¡Cómo odiaba estar encerrado trabajando! ¡Era un fastidio! Mis juntas durante todo el día eran inevitables y además vitales. Negociaríamos presupuestos para varias etapas del la construcción y para rematar el perfecto día, los ambientalistas me mandaron una lista con nuevos requisitos y nos reuniríamos para discutir los requerimientos más tarde.

--¿Edward? – escuché su voz mientras me bañaba.

--¡Amor!, ¿Qué haces levantada?, Regresa a la cama – le pedí y caminó de regreso a nuestra habitación.

¿Nuestra habitación?

Eso sonaba muy bien. Merecía una cena especial y una larga charla. Estaba seguro que a Isabella le iba a encantar la idea cuando se lo propusiera, si yo, de tan sólo pensarlo no podía desatornillar la sonrisa de mi cara, ella estaría feliz.

Ya me había afeitado, vestido y ahora iba por el tercer round con el nudo de la corbata. Era inútil. Podrían pasar mil años y yo seguiría en un completo enredo. Miré por el reflejo del espejo y ahí estaba Isabella observándome divertida.

--Déjame ayudarte amor – me dijo quitándomela y colocándosela alrededor del cuello. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba acomodándome un perfecto nudo de corbata en mi cuello.


--¡Wow! ¿Dónde aprendiste? – le pregunté curioso.

--En los desfiles amor, siempre faltaban manos para ayudar a algunos chicos – me respondió con una vocecita tierna, esa vocecita que me apagaba el switch, que me desconectaba de todo y permitía que un raudal del sensaciones me invadiera, sin darme opción de nada. Tomó mi mano y me llevó a la cocina. Bella me había preparado el desayuno y me senté en una silleta con ella en mi regazo mientras le daba una mordida a mi tostada. Platicábamos de cosas sin importancia pero pude fijarme que Bella estaba un poco rara.

--¿Pasa algo Bella?, te siento preocupada – fruncí el ceño.

--No es nada, sólo tengo que decidir algo y aún no se bien qué hacer – decía mientras con mi nariz le acariciaba la oreja.

--¿Quieres que lo platiquemos en la noche? – le ofrecí regresando al baño y luego la recosté en la cama, despidiéndome de mis niñas, acariciándolas suavemente y pidiéndoles a las 3 que se cuidaran, cuando di un brinco al sentir su mano en mi miembro alerta por ella.

Salí casi huyendo porque estaba seguro que si me quedaba, le haría el amor todo el día y hubiéramos muerto por agotamiento sexual extremo. Sonreí de sólo pensar en tonterías cómo esa y me dirigí a la presa para recoger las estadísticas y otros documentos para avalar nuestros puntos ante los ambientalistas. Al llegar entré a mi ‘oficina’. Erick y Nadia revisaban las últimas mediciones y parecían contentos.

--¡Edward! – Me recibió Nadia con un grito – ¡Estamos listos!

--Vaya, esa si esa una buena noticia – me senté detrás de mi escritorio – enséñame todo.

--Tenemos 5 alternativas para el cauce del agua – Erick me pasaba varias hojas con los nuevos análisis – las hemos estudiado y parecen ser las más viables.

--Me parece bien – murmuré mientras les daba un vistazo – a pesar de que son estudios provisionales, parecen bastante confiables como para considerarlos una opción segura – y era verdad, porque a pesar de ser parciales, nos daban indicios seguros para profundizar la investigación y concentrarnos en ellos. Esa investigación tan rápida y eficiente les habría tomado realizarla el fin de semana entero. Era un trabajo muy completo que nos respaldaría totalmente en la junta con los ambientalistas y su condenada lista de peticiones de última hora.

--Bueno – dije con una amplia sonrisa – felicitaciones a ambos por el excelente trabajo, se esmeraron mucho y es una investigación de primera calidad, ¡Felicidades! – repetí, pero un carraspeo por parte de Erick me hizo levantar la cabeza para verlo.

--Ingeniero – balbuceó – yo no lo hice, fue Nadia.

La miré y tenía la mirada perdida en algún punto por la ventana. Cómo si no quisiera que le reconocieran su esfuerzo o por el contrario, que la adularan y que los demás quienes no habían sacrificado sus horas de descanso se sintieran culpables por no ser tan comprometidos en su trabajo, como ella.

--Nadia – me puse de pie y me acerqué – es un trabajo excelente, no puedo hacer menos que felicitarte de nuevo – me sonrió y me miró con sus ojos azules, dejando la actitud extraña que tenía desde hacía varios días.

--Es mi trabajo Edward – dijo modesta – y amo hacerlo – sonrió de nuevo - ¡Estamos listos!

--¿Nos vamos? – pregunté tomando todos los documentos y gráficas del escritorio.

--Si – respondió colgándose de mi brazo.

Nadia se fue conmigo a la ciudad para afrontar el pesado día que se nos venía encima. En el camino, discutíamos cosas del trabajo cuando metió la mano bajo el asiento buscando algo que se le había caído y al sacarla sonreí al ver lo que tenía en la mano.

--Bonita cartera – dijo un poco sorprendida – y de un gusto excelente – me miró – te haz superado Edward – y estalló en risas.

--¿Si verdad?, voy mejorando con el tiempo – reí al recordar que el sábado al regresar del baile, teníamos prisa por subir al apartamento, tal vez Bella ni se acordaba que la había olvidado ahí.

--Felicidades Edward – me soltó de buenas a primeras – ya vi las noticias, estás por todos lados – rió burlándose.

--Hey – le dí un codazo de broma – yo quería ser famoso ¿Lo recuerdas? - y le guiñé un ojo.

Llegamos a nuestra primera junta la cual duró varias horas pero después de negociaciones certeras, se llegó a un buen acuerdo con el presupuesto y yo quedé muy tranquilo. Faltaba la junta con los ambientalistas que era el tema que honestamente, más me preocupaba porque si ellos ponían trabas, el departamento del Estado encargado de apoyarnos, no podría hacer mucho por nosotros y se retrasaría todo el proyecto. Prácticamente dependíamos de ellos. Afortunadamente quedaron gratamente complacidos con las nuevas propuestas y prometimos enviarles a la brevedad posible, los estudios detallados y todo lo que ellos nos solicitaran para su veredicto final.

Después de comer le marqué a Bella - Hola amor, ¿Estás ocupada?

--Hola cielo, no, no estoy ocupada, estamos en el tráfico, voy a mi prueba, ¿Y tú?, ¿Cómo va tu día? – amaba su voz.

--Bien, algo tedioso con mi trabajo de oficina, lo peor que me puede ocurrir. Bella ¿Recuerdas lo que te pedí por la mañana? – le pregunté.

--Si amor, lo recuerdo muy bien – la escuché soltar una breve risita.

--Por favor Bella, ¡Aléjalas de los alfileres!, ¡Es en serio!, no creo que te guste que te claven alfileres en mis niñas ¿verdad que no? – de sólo pensarlo me angustiaba. Bella soportaba muchas cosas en su trabajo de modelo y lo hacía sin quejarse, ¿Qué le costaba tener un poco de cuidado extra? Por ella y por mí que sufría con imaginarme algún tipo de tortura a la que se sometía.

--Ay Edward, no te preocupes que eso no va a suceder – me decía eso para tranquilizarme, lo sabía.

--No sé cómo puedas garantizarme la seguridad de mis niñas pero confiaré en ti. Tengo que irme, te veo en casa amor, te quiero – dije resignado.

--Te quiero Edward – eran las palabras que podría escuchar por el resto de mi vida.

La tarde transcurrió sin mayores problemas con las negociaciones y papeleos. Pude terminar temprano y pasé por algo de cenar. Al llegar, saqué la lasagna y la metí al horno. Me cambié de ropa y abrí una botella de vino mientras esperaba a Isabella que entró como si viniera huyendo de alguien y me abrazó, enterrando su rostro en mi pecho.

--¡Isabella!, ¿Qué pasa amor?, ¿Qué tienes? – le pregunté mientras trataba de separarla de mi para que me explicara qué le ocurría, pero no pude despegarla de mi pecho.

--Cuéntame, ven – me senté con ella en mis piernas - ¿Qué tiene mi niña grande? – estaba aprendiendo a reconocer cuando estaba realmente preocupada, cuando de verdad un problema la atormentaba y necesitaba que la llenaran de apapachos y mimos. Este era un momento de aquellos.

--Sólo un problema laboral – me contó el motivo de su preocupación, aunque ya tenía la solución y la apoye cien por ciento en la decisión que había tomado. Sacó los platos para poner la lasagna caliente y unos crostinis. No pasé por alto que no había cenado mucho pero sí había tomado ya casi tres copas de vino.

--¡Hey!, ¡Hey! – La reprendí – no más para ti esta noche – y le acerqué su plato para que comiera un poco más – un poco más y nos vamos a la cama.

--No, mejor ya vámonos a la cama – ignoraba el crostini que le acercaba a la boca, era preciosa.


Ya en la habitación, Bella entró al baño y yo me acosté en la cama repasando los canales de la tele, esperándola, cuando la vi salir con una pijamita muy tierna sin dejar de ser sexy, justo como ella.

--Ven aquí – hice a un lado las sábanas y se recostó junto a mí, con su cara en mi pecho - Esperé todo el día para tenerte así Bella, ya no resisto mucho tiempo sin estar cerca de ti.

Y comenzó nuestra sesión de lo que se pronosticaba como una buena noche de sexo. Me coloqué a horcajadas sobre ella y empecé a quitarle la poca ropa que acababa de ponerse, empezando por su pequeña blusa y cuando logré tirarla por algún lugar, seguí con esos diminutos bóxers. Bella tampoco perdía el tiempo y estaba igual o más ansiosa que yo, porque mi camiseta ya pasaba sobre mi cabeza, dejándome sólo con mis pantalones de pijama. Levantaba sus caderas rozándome, incitándome, pero tomé sus manos mirándola y haciéndole saber que iba a ser algo lento mientras la besaba y sus gemidos se hacían más fuertes. Me encantaba escucharla, gemía, jadeaba y gritaba sin pena, sin miedo, sin pudor. Isabella disfrutaba de su cuerpo, del mío y de lo que haciamos juntos, estaba muy orgulloso por mi niña mayor, en lo que se había convertido.

--Por favor – me suplicó.

--¿Qué quieres Isabella? – pregunté mientras besaba su cuello, saboreando su piel.

--Tus niñas. Bésalas – su voz estaba cargada de deseo, suplicante y ansiosa.


Y dispuesto a complacerla, hice lo que me pidió, bajando mi boca a un pezón y mis dedos supliendo mis labios en el otro. Isabella gemía y se retorcía bajo mi cuerpo y mis caricias y yo estaba orgulloso de mí al comprobar una vez más, todo lo que le podía hacer sentir.

--Edward – dijo en un murmullo.

--¿Si amor? – pregunté sin distraerme.

--Por favor – suplicó de nuevo.

--No Bella, esto es con calma, relájate – le pedí mientras cambiaba mi boca a su otro pezón consintiéndolo de la misma forma que al otro.

--Muérdeme – pidió, pero en vez de eso, pasé mi lengua dejando mi saliva sobre su pezón, muy húmedo para luego soplar un poco.

--Aún no – mis dientes tomaron el pequeño y rosado pezón y jalaron de él, fuerte pero sin lastimar y sentí que arqueaba su cuerpo presionándolo a mi boca mientras busqué el otro pezón, repitiendo mi tarea. Mis manos acariciaban mientras sus brazos, sus costados, cuando sentí bajo mis dedos algo irregular en su impecable piel. Me retiré un poco para ver qué era y descubrí una línea pequeña, roja, con un poco de sangre seca. Era otro rayón causado por un alfiler.

--¡Maldita sea! – grité enojado.

--Edward… - intentó decir algo pero la interrumpí.

--Te lo pedí Isabella, te pedí que te cuidaras - ¿Cómo podía controlar mi enojo ante eso? ¡No podía!, ver que la lastimaban y la dañaban, me provocaba mucha rabia y coraje, no soportaba que sufriera, eso era lo que me enojaba, ¡Que sufriera!

--Estaba distraída y me moví, pero es normal que pasen estas cosas – dijo disculpándose mientras pasaba suavemente mis dedos por el rayón.

--¿Normal? – Bufé al escucharla. ¿Cómo podía decirme que era normal que maltrataran su cuerpo?

--¡Normal!, dime qué cosas entran en lo normal para ti Isabella. Porque para mí no es normal llevar a mi novia a emergencias en la madrugada con raspones infectados, ni hirviendo en fiebre, ni que le claven alfileres en alguna parte del cuerpo – ya estaba exaltado y me estaba desquitando con ella pero no sabía cómo explicarle lo que sentía cada vez que se hacía daño.

--En mi trabajo esto es muy común que suceda – dijo con voz baja y se levantó, recogió su ropa tirada y entró al baño. De nuevo había arruinado un buen momento. Tendría que aprender a manejar mi enojo, no podía controlar su vida y cada uno de sus movimientos, eso lo sabía muy bien aunque la necesidad de protegerla de todo me llenaba y nublaba toda mi razón. Pero haría el esfuerzo, por ella y también por mí.

Fui al baño y cuando entré, ví que se mojaba la cara, enfriándose las ganas de aventarme algo a la cara y bien merecido que lo tendría por sobreprotector. La abracé y la miré por el espejo con una disculpa en los ojos, arrepentido por tener otro arranque manipulador.

--Lo siento amor, pero no te imaginas cómo odio que te hagan daño – murmuré mientras besaba su nuca.

--Edward, cosas cómo estas van a seguir ocurriéndome porque así es mi trabajo, estoy muy acostumbrada. Nadie me hace daño adrede, simplemente son cosas que pasan – me dijo con voz tranquila cómo le habla una maestra a su alumno tratando de explicarle y que la comprendiera. La volteé y la abracé, la besé y así estuvimos un momento. La llevé de nuevo a la cama y nos acomodamos para dormir, con nuestros cuerpos muy pegados como cada noche.

--Voy a tomar un curso de primeros auxilios amor – susurré a su oído y sonreí.

--Tonto Edward – rió. Al parecer, de nuevo había perdonado otro estúpido arranque de mi parte.

***

A la mañana siguiente nos levantamos y hablábamos de lo que teníamos que hacer cada quién ese día. Bella tenía la junta con Ángela que tanto le preocupaba y en cierto modo también a mí porque no me hacía mucha gracia que Jimmy se separara de ella. Él junto a Isabella era un repelente contra cualquiera que quisiera acercársele y además la cuidaba demasiado. Yo no hubiera elegido mejor cuidador para ella, así que ojala se pudieran arreglar las cosas con Ángela, para la tranquilidad de todos.


Ese día también empezaban las campañas para Chanel que tanto habían estado esperando. Había invitado a Alice para que estuviera presente todos esos días, pero conocía muy bien a mi hermana, sabía que podía ser realmente molesta y le advertí cómo podía mantenerla a raya. La abracé, nos despedimos con un beso y salí hacia la presa.

Al llegar a mi oficina, encontré un cerro de hojas de estadísticas que revisar así que respiré hondo y me di a la tarea de empezar no sin antes llamar a Nadia. Su opinión era invaluable y estudiar cada uno de los análisis con ella sería lo mejor.

La mañana pasó y miré que mi reloj indicaba casi las doce y marqué el número de Bella, quería saber que había ocurrido con el asunto de Ángela.

--¡Amor! – me saludó antes de que pudiera decir algo.

--Mmm qué alegre, ¿Puedo adivinar porqué? – le pregunté aunque por su tono de voz podía estar seguro de su alegría.

--Puedes intentarlo, pero no adivinarás todo – me retó.

--¿Son varias cosas?, ¡Vaya! Empezaré por la que te preocupaba mucho, solucionaste el problema con Ángela… - sólo esperaba que me lo confirmara.

--¡Si! Y hay algo más pero te lo diré en casa amor, es una sorpresa - ¿Sorpresa? Uf, ahora no dejaría de pensar en eso por el resto del día.

--¿Me vas a tener esperando hasta la noche Isabella? – pregunté melodramático.

--¡Si! Pórtate bien y te lo digo en casa, si no, te quedarás sin saber – me amenazó con su linda voz.

--¿Serías capaz de no decirme? – traté de nuevo aunque sabía que iba a ser inútil.

--Claro, pruébame – aseguró.

--No, me portaré bien Isabella, verás qué tan bien me puedo portar…

--Nos vemos en casa cielo – dijo suave.

--Bella… - suspiré antes de continuar – cuídate amor, te quiero.

--Lo haré, te quiero – ¡Amaba a esa mujer!

Ya podía estar tranquilo. El problema que preocupaba a Bella ya estaba solucionado y todos estábamos contentos porque Jimmy permanecería junto a ella. Ese era un buen día, sólo buenas noticias. Esa tarde me quedé a analizar varias proyecciones con Nadia ya que Isabella no acabaría temprano con la sesión de fotos, así que decidí aprovechar el tiempo. Tal vez fuera por mi buen humor al recibir la noticia de que Ángela se quedaba trabajando con Bella, que todo el tiempo restante se me pasó como agua.


--Y las escalas podemos hacerlas con estos datos… - levanté la mirada hacia Nadia que no me respondió, sólo me miraba, sin alguna expresión en el rostro.

--¿Estás contento verdad? - ¿Qué? Perdí toda la concentración – me da mucho gusto por ti Edward, ya te hacía falta después de…

--Gracias Nadia – la interrumpí – mejor nos vamos, ya es tarde – y paré la conversación porque no me gustaba el rumbo que iba a tomar.

--Perdona – se disculpó – no es asunto mío – y se puso de pie para salir de la oficina.

--Nadia, lo siento – suspiré – siento ser grosero pero sé que comprendes porqué quiero olvidarme de todo eso.

--Si, te entiendo muy bien – hizo una pausa – sabes que cuentas conmigo si me necesitas ¿verdad? – ¡Carajo!, era mi amiga y la estaba haciendo a un lado de nuevo. Me acerqué a ella y la abracé.

--Gracias Di – así la llamaba de cariño en la universidad y al escuchar su sobrenombre me apretó – si mi relevo se cansa, ya sabes dónde encontrarme Edward – dijo guiñándome un ojo.

--No hay tal relevo – la solté – Bella no quiere saber nada de mi pasado y tal vez sea mejor así. ¿No crees?

--Mmm – torció la boca pensando – creo que debería saber ¿Acaso no estarías más tranquilo con todas las cartas abiertas sobre la mesa?

Ese era un buen punto. Nadia tenía razón así que volvería a intentar hablar con Bella pronto.

***

Ya era tarde cuando llegué al apartamento y Bella aún no terminaba. Le marqué y me respondió Jimmy.

--¡Amor! – hablé antes de que ella dijera algo como era su costumbre.

--Sé que lo soy Edward, pero jamás defraudaría a mi mejor amiga – y soltó una sonora carcajada – ahora te la comunico, se está cambiando.

--Hola Jimmy – saludé - ¿Les falta mucho aún?

--Nop, te comunico, ciaoo.

Bella había terminado y ya venía a casa, se le oía muy cansada pero la consentiría mucho cuando llegara. Tal vez un masaje por toda la deliciosa piel de su espalda, sus pies, tendría que relajar esos bellos hombros y llenarla de besos… mientras pensaba en cómo mimarla, me cambié y fui a preparar algo para cenar. No había mucho de dónde escoger y lo único que pude hacer fueron un par de sándwiches que se veían con muy buena cara.

Bella no tardo mucho y cuando por fin llegó sólo cenó la mitad del sándwich mientras me contaba lo que había ocurrido en la junta con Ángela pero no decía nada sobre la sorpresa.

--¿Ya me vas a contar? – insistí impaciente.


--Si, ¿estás preparado? – Se colocó entre mis piernas y me abrazó – ¡Nos vamos a Tailandia o Australia o a República Dominicana a una playa de encanto! – Se separó para mirarme - tengo una sesión ahí, aún no deciden en dónde pero mañana lo sabré, ¿no es genial?

¿Genial? Bella tendría que irse. No, definitivamente no era genial

--¡Si amor!, que bien que vayas a una playa – fingí alegría ya que para ella si era una noticia fantástica - ¿Y cuando te vas?

--En un mes, sólo son cómo tres o cuatro días, pero me encanta la idea de ir a la playa – como lo supuse, ella estaba feliz por ir a trabajar a un paradisíaco lugar.

--Que bien amor – la abracé fuerte y evité que viera mi rostro un poco decepcionado. Sabía muy bien que estaba siendo egoísta pero la sola idea de estar separados me descomponía todo.

--¿Qué pasa?, ¿No te gusta la idea? – la escuché preguntarme con su voz chiquita y tímida.

--Sinceramente… no.

*

*

*

jueves, 26 de agosto de 2010

CAPITULO 23

CAPITULO 23

Sentí mi cintura desnuda y me desperté. Lo sentí moverse en la cama y levantarse al baño. Miré el pequeño reloj en la mesita junto a la cama y vi que apenas eran las 5:30 de la madrugada. Escuché el chorro de la ducha abrirse y me senté de golpe en la cama, me levante y fui hacia el baño. Abrí la puerta y lo encontré enjabonándose el perfecto cuerpo que tenía.

--¿Edward? – pregunté del otro lado de la puerta de cristal y aún medio dormida.

--¡Amor!, ¿Qué haces levantada?, Regresa a la cama – se enjuagaba la espuma del cuerpo.

Se me había borrado de la mente que tenía que estar muy temprano en la presa pero, ¡Era demasiado temprano!

Fui a la cocina y puse agua en la cafetera. Ya no podría volverme a dormir y mucho menos sin Edward en la cama. Le preparé dos tostadas con mantequilla y mermelada y le saqué jugo de naranja en un vaso. Lo escuché hacer ruido buscando algo en su maleta. Tendría que encargarme de eso más tarde. Me asomé para ver que era lo que necesitaba y lo encontré luchando con el nudo de la corbata. Casi se me caían las bragas de la impresión, a no ser porque no tenía. Se veía tan guapo de traje para ir a trabajar, que me quedé muda unos segundos mientras lo admiraba. Tenía la idea de que siempre iba en ropa de trabajo a la presa, no se podía ir de otra manera.

--Déjame ayudarte amor – le quité la corbata y me la puse alrededor del cuello haciendo un nudo perfecto, lo aflojé y luego se la pasé por la cabeza para ajustarlo bien al suyo.

--Mmm, ¿Dónde aprendiste? – me miraba con los ojos entrecerrados.

--En los desfiles amor – bostecé – siempre faltaban manos para ayudar a algunos chicos.

--Te quedó perfecto – me besó en los labios – gracias.

Antes de que se pusiera el saco, lo tomé de la mano y lo llevé a la cocina, lo senté en la silleta de la barra y le serví café en una taza.

--Bella, amor, no tenías que… - le puse un dedo en los labios.

--Lo hice porque quise, no discutas y come – le acerqué las tostadas, tomó una y con la otra mano me sentó en su regazo.

--¿Qué vas a hacer hoy amor? – Preguntó mientras le daba una gran mordida a su tostada - ¿estarás muy ocupada?

--Si, algo así – lo abracé – tengo unas juntas y las pruebas para los desfiles de marzo.

--¿Pasa algo Bella? – Pegó las cejas – te siento preocupada.

--No es nada, sólo tengo que decidir algo y aún no se bien qué hacer – confesé.

--¿Quieres que platiquemos en la noche? – pasaba su nariz por mi oreja haciéndome cosquillas. Asentí y me levanté para que fuera a cepillarse los dientes de nuevo, fui tras él como perrito faldero y lo ayudé a ponerse el saco cuando terminó. Antes de que lo siguiera a la puerta me llevó a la cama y me acostó inclinándose sobre mí, acariciando suavemente mis senos.

--Cuídense mucho – me besó – Cuida a mis niñas amor, aléjalas de los alfileres, las quiero.

--Y tú cuida a mis niños – Edward dio un pequeño brinquito cuando pasé mi mano por su miembro muy despierto y por “mis niños”. Sonrió.

--Te quiero Isabella.

--Te quiero Edward.

Y salió de la recámara. Era demasiado temprano y yo no iba a poder dormir otra vez, así que me puse unos pants, tomé mi bolsa de ropa y salí rumbo al gimnasio. Llegué y mi entrenadora de Pilates estaba libre. Trabajamos casi una hora y luego me di una ducha para arreglarme y estar lista para la junta. Pasamos por Jimmy y fuimos por mi infalible capuchino a Starbucks.


--¡Por-fa-vor! – Dijo con apenas un pie en la camioneta - ¡Yo quiero mi propio Edward Cullen!

Me reí con una sonora carcajada, feliz – ¡Cálmate Choo!, no digas nada porque me da pena – me tapé el rostro con las manos.

--¿Pena tú conmigo?, ¿Qué te pasa Bella? Tú y yo estamos más allá del bien y del mal, no puedes tener pena conmigo, lo sabes – farfulló.

--Lo sé, tienes razón – sonreí.

--Ahora si, cuéntamelo todo – y me dispuse a contarle todo lo que podía sin entrar en detalles privados. Estaba casi tan feliz como yo.

--Bueno, lo que sigue es hacer una cita con tu ginecóloga – dijo segurísimo - ¡Es necesario!

--¿Qué?, ¿Por qué lo dices tan seguro?, ¿Qué se me ha pasado? – pregunté confundida.

--Precisamente para que no se te “pase” nada Bella, es necesario – me sonrojé – mejor preguntémosle a Rose, por favor hazlo.

--Está bien – accedí porque al fin y al cabo, tenía razón. Me sonrió y se recostó sobre mi hombro aliviado de que me tomara ese punto con total seriedad. Salimos de nuestra junta muy contentos. Al día siguiente empezaríamos la campaña del perfume y aunque iba a ser un poco tardada, valía la pena con tan sólo imaginar el resultado. Después tuvimos la junta con la gente de Johnson & Johnson y nos pareció muy buena la campaña que tenían pensada hacer, los productos eran de calidad y pronto nos mandarían unas ideas sobre el estilo que querían manejar y si estábamos de acuerdo, entonces sólo faltaría firmar el contrato.

Salimos un poco tarde de la junta y nos fuimos a comer. Desde el restaurante y aguantándome toda mi pena, le marque a Rosalie porque Choo tenía razón, era necesario.

--¡Bella! – Atacó antes de que yo pudiera decirle algo - ¡Cuéntamelo todo!

--¡Por teléfono jamás Rose! – Aseguré – nos ponemos de acuerdo y así si te cuento, pero en privado.

--Si, si, donde tú me digas, ¿hoy? – Me reí por su prisa - ¿En dónde te veo?

--¡Por Dios Rose!, hoy no puedo pero te prometo que lo sabrás todo – me mordí la lengua – pero ¿Sabes? Necesito un favor.

--El que quieras, tú sólo pide.

--Necesito el teléfono de tu ginecóloga pronto – no quería ni abrir los ojos, me estaba costando mucho esta platica pero tenía que hacerlo. Rose no habló por unos segundos.

--Oh, oh – me preocupé – es ginecólogo, hombre.

--¿Hombre?, ¡Olvídalo!, ¡Jamás! – estaba muy segura de que no iría con un doctor hombre. Jimmy me miró arrugando la cara por mi empecinamiento.

--Bueno, tranquila, Alice tiene una ginecóloga, ¡mujer! – dijo calmándome.

--¿Alice? ¿Iré con la ginecóloga de mi cuñada?, ¿Estás loca Rose?, ¿No quieres que le pida que me acompañe? – el sarcásmo me brotó por la piel.

--Tú no te preocupes, yo le pido el número para una “amiga” y luego yo te acompaño, ¿está bien? – me sentí culpable por ser tan histérica.

--Está bien Rose, pero ni una palabra ¿Ok?, moriría de la vergüenza – admití – y Rose… gracias.

--Por favor Bella, que agradeces. Te llamó cuando tenga tu cita, ¡Urge! ¿Ok?, así que te aviso para que estés lista para cancelar lo que tengas que cancelar, te dejo, un beso Bells – chilló emocionada.

--Adiós Rose.

Colgué y miré a Jimmy que me miraba también pero con ojitos compasivos.

--¿Ya ves? Te puedo jurar que preferirías mil veces ir conmigo ¿O no? – le sonreí dándole la razón de nuevo.

Pagamos y salimos de ahí rumbo a las pruebas con Marc Valvo. De lo último que tenía ganas era de pararme como maniquí esa tarde. En el camino, el teléfono vibró en mi mano y una sonrisa enorme apareció en mi cara.

--Hola amor, ¿Estás ocupada? – esa voz me alegró lo que faltaba del día.

--Hola cielo, no, no estoy ocupada, estamos en el tráfico, voy a mi prueba – dije cansada - ¿Y tú?, ¿Cómo va tu día?

--Bien, algo tedioso con mi trabajo de oficina – bufó – lo peor que me puede ocurrir. Bella ¿Recuerdas lo que te pedí por la mañana?

No pude evitar sonreír – Si amor, lo recuerdo muy bien.

--Por favor Bella, ¡Aléjalas de los alfileres! – Me reí – ¡Es en serio!, no creo que te guste que te claven alfileres en mis niñas ¿verdad que no?

--Ay Edward, no te preocupes que eso no va a suceder – me encantaba que se preocupara por sus “niñas”.

--No sé cómo puedas garantizarme la seguridad de mis niñas pero confiaré en ti. Tengo que irme, te veo en casa amor, te quiero – dijo en un susurro.

--Te quiero Edward.

Jimmy me miraba extasiado y solté una sonora carcajada.

--¿Qué? – dije al verlo con esos ojitos de gatito de Shrek.

--Estás perdida Bella – suspiró y lo mire extrañada – estás enamoradísima, “¡Houston, la hemos perdido!”

Tardamos más en las pruebas de lo que había imaginado pero no sentí pasar el tiempo por estar pensando en mi junta con Ángela al día siguiente. ¿Qué era lo que debía hacer? si no quiso cerrar más contratos ni convenir más juntas era porque no quería ninguna responsabilidad más conmigo, y por ese lado podía entenderlo pero ¿Por qué tenía que ser tan obstinada e imponerme de algún modo trabajar para la televisión?

No podía dejar de pensar en eso y también en que si Ángela ya no iba a seguir trabajando conmigo, Jimmy tendría que ocupar su lugar y no sabía si estaba muy dispuesta a hacer ese gran sacrificio. Tendría que hablar con él.

--¡Auch! – Chillé cuando sentí un piquete bajo el brazo muy cerca de una de mis niñas - ¡Lo siento! - me disculpé - no debí moverme.

--¡Oh perdón! – se disculpó la ayudante pasando un pañuelo desechable limpiando un poco de sangre. Me había movido y provoqué que sin querer, me dejara un rayón con la punta del alfiler.

Me hicieron pruebas con 3 vestidos más y seguía distraída aunque no me volvieron a picar pero cuando por fin terminamos y estábamos en la camioneta Jimmy no tardó en hablar.

--¿Por qué estás tan distraída Bella?, ¿Tan nerviosa te tiene lo del ginecólogo?

--No, lo de Ángela – admití – no estoy dispuesta a dejarte en su lugar si se va, y si es así, necesitaremos otro publicista urgente.

--Bella… - comenzó a decir.

--¿Quieres su lugar Jimmy? – pregunté sin dejarlo terminar, con miedo.

--Bella, yo quiero lo mejor para ti – me tomó las manos entre las suyas – si tienes que hacerlo, no te preocupes, yo hago lo que tú me pidas.

--Lo mejor para mi es que tú te quedes conmigo, eso es lo mejor y ya no voy a pensarlo más. Si Ángela se va, buscamos un publicista nuevo y es todo. Tú te quedas conmigo – terminé la conversación y lo abracé.

***

Tom me dejó en casa y llevó a Jimmy. Subí corriendo al elevador y oprimí el botón de mi piso, impaciente. Salí y rápido metí la llave para abrir, no podía esperar más, necesitaba ver a Edward. Cerré la puerta tras de mi, escuché ruidos en la cocina y fui directo para allá, dejando mi bolso tirado en el camino. Lo encontré con unos pantalones de algodón, como de pijama y una camiseta azul marino, descalzo y con una copa de vino en la mano, frente al horno. Me miró y corrí hacia él enterrando mi rostro en su pecho, abrazándolo muy fuerte.


--¡Isabella! – Dijo mientras trataba de soltar mis brazos firmemente aferrados a su cintura - ¿Qué pasa amor?, ¿Qué tienes?

Negué con la cabeza hundida aún en su pecho, no quería moverme de ahí. Antes, cuando tenía problemas o cosas importantes en qué pensar, podía arreglármelas sola, no me sentía tan rebasada por ese asunto en cuestión, pero ahora era muy diferente, no estaba sola y no tenía que hacerme la fuerte ante él.

--Cuéntame, ven – me despegó de su cuerpo y se sentó en una silleta conmigo en su regazo - ¿Qué tiene mi niña grande?

--Sólo un problema laboral – murmuré – pero importante.

--¿Laboral? – Levantó ambas cejas – empieza desde el principio amor y toma un poco de esto, un trago bien grande, anda – me acercó a los labios la copa de vino y lo obedecí.

Le conté con detalles todo el lío con Ángela, que no habíamos hablado para nada, que ella ya había pedido que nos reuniéramos para tratar el asunto y que lo haríamos al día siguiente, pero que si seguía insistiendo con la televisión, ahí mismo dábamos por terminada nuestra sociedad laboral porque entonces ella no habría respetado los puntos más básicos de nuestro contrato.

--Si ya lo tienes resuelto Bella, ¿Por qué te preocupas tanto entonces? – acariciaba mi cuello.

Y le conté la parte de Jimmy.

--¿No estás dispuesta a separarlo de ti verdad? – Lo miré y negué con la cabeza – Entonces no se diga más, si Ángela se va, tendremos que buscar un nuevo agente para ti amor – me besó tierno – pero quita ya esa carita ¿Si? No soporto verte así.

Sonreí un poquito y me paré para sacar los platos de nuestra cena que con gran habilidad, Edward había sacado de los recipientes, porque la había comprado, y metido al horno. La lasagna estaba lista y caliente junto con los crostinis. Estaba deliciosa pero sólo pude comer la mitad con dos crostinis, dos copas llenitas de vino y estaba sirviéndome la tercera.

--¡Hey!, ¡Hey! – Giré mi cabeza para verlo – no más para ti esta noche – me quitó la botella y me acercó mi plato – un poco más y nos vamos a la cama.

--No, mejor ya vámonos a la cama – pedí impaciente y poniéndome de pie como un resorte esquivando un crostini que me acercaba a la boca.

--Este y nos vamos – me exigió. Lo obedecí y lo arrastré a nuestra habitación.

“Nuestra habitación…”

Entré al baño en lo que Edward respondía una llamada de Alice, que con su sexto sentido, adivinó que se estaba quedando en mi casa… ¡y le pareció perfecto!


Me quité la ropa y me puse una pijamita sexy, no como la de la noche anterior pero tenía algo de coquetería. Me quité el maquillaje, hice mi rutina de limpieza y estaba muy lista. Salí y lo encontré ya acostado en la cama, esperándome.

--Ven aquí – hizo a un lado las sábanas junto con el edredón. Me recosté sobre su pecho y me abrazó muy fuerte – Esperé todo el día para tenerte así Bella, ya no resisto mucho tiempo sin estar cerca de ti.

--Yo tampoco, creo que cambiaré de trabajo y seré tu secretaria – enrollé mis piernas entre las suyas.

--Nunca – dijo muy seguro – hay cientos de hombres trabajando ahí.

--Mhmm, ya salió Don Celoso – dije melosa – bueno, pues Don Celoso no tendrá su premio esta noche.

Con un rápido movimiento se colocó a horcajadas sobre mí, tomando mis muñecas sosteniéndolas sobre mi cabeza.

--No debiste decir eso…

Su voz grave y extra sensual me desarmó y me desvistió. Casi sin notarlo ya me había quitado la blusita sexy de mi pijama y estaba entretenido con la parte inferior al mismo tiempo en el que yo jalaba la camiseta por encima de su cabeza, desesperada tratando de quitársela para dejar desnudo su pecho. Lo enredé y me ayudo con su camiseta quedando solamente él vestido con su pantalón, porque de mis sexys bóxers se deshizo en un segundo.

Provocándolo, alcé mis caderas para rozar su miembro que crecía bajo su pantalón, pero volvió a tomar mis manos, negó con la cabeza y con una sonrisita traviesa en los labios. Se inclinó hacia mi para besarme suave, incitándome. Elevando mi temperatura con esa pasividad con la que sus labios se movían sobre los míos y su lengua intentaba invadir mi boca, sin pedir permiso. Jugó con su boca en la mía hasta que mis gemidos fueron bastante audibles y mis movimientos de cadera pedían lo obvio, a él.

Mis pezones erectos, duros por su descarada incitación, me dolían de la ansiedad de sentir en ellos su boca y así se lo hice saber.

--Por favor – gemí mientras me retorcía debajo de la mitad de su cuerpo sin dejar de elevar mi pelvis.

--¿Qué quieres Isabella? – su boca descendía por mi cuello y dejaba húmedos caminitos hacia mi clavícula.

--Tus niñas – jadeé – bésalas.

Y me obedeció porque en menos de lo que pensé, ya había atrapado un pezón con su boca y sus labios lo besaban como si fueran los míos hasta que sentí su lengua jugar alrededor de él y enloquecí. Sus dedos imitaban las caricias de su boca en mi otro pezón y mi mente empezó a perderse lentamente.

Su boca cambio de pezón y repitió cada uno de sus movimientos incrementando mis gemidos. Bajó la velocidad de los movimientos de su lengua y comenzó a besar la piel alrededor de mi seno, también con la lenta tortura a la que me tenía sometida, su mano bajó hacia mi abdomen, acariciándolo suavemente y luego la subió a mi cintura para levantarme un poco mientras metía una de sus piernas entre las mías para mantenerlas abiertas para él.

--Edward – dije con dificultad.

--¿Si amor?

--Por favor – supliqué de nuevo.

--No Bella – respiraba agitado pero no tanto como yo – esto es con calma amor, relájate.

¿Cómo me pedía relajarme si ya la sangre me hervía?, ¿Cómo podía tomármelo con calma si yo sentía mi corazón palpitar entre mis piernas?, ¿Cómo podía no gemir y jadear de deseo cuando Edward estaba devorándose con excesiva pasividad mis senos?

Su lengua regresó a mi pezón girando a su alrededor despacio al mismo tiempo en el que yo levantaba un poco mi pecho para hacer que se presionara más en su boca.

--Muérdeme – le pedí pero sólo oí que gruñía divertido y su boca abandonó mi pezón sólo para pasar su lengua sobre él dejándolo muy mojado con su saliva y de pronto sopló suavemente un poco alejado para hacerme llegar su aliento frío, sentí que mi cuerpo se retorcía aún más sólo del puro placer que mi pezón recibía.

--Aún no – dijo con su voz ronca y sus labios volvieron a cerrarse sobre mi pezón, succionándolo fuerte y grité un poco.

--¡Ahh!, Edward.

Empecé a sentir su lengua moverse rápido sobre mi ya sensible pezón y luego creí volverme loca cuando lo tomó entre sus dientes jalándolo. Y aún iba por la mitad de mi locura porque después consintió a mi otro pezón de igual manera mientras sus manos acariciaban mis costados.

--¡Maldita sea! – ¡demonios! Había encontrado el rayón del alfiler.

--Edward…

--Te lo pedí Isabella, te pedí que te cuidaras – intenté sentarme pero me mantenía en la misma posición.

--Estaba distraída y me moví – admití – pero es normal que pasen estas cosas.

Tocaba con las yemas de sus dedos y con excesiva delicadeza el rasguño que me había dejado el alfiler y luego se acostó junto a mí pasándose las manos por la cara repetidas veces.

--¿Normal? – Bufó - ¡Normal!, dime qué cosas entran en lo normal para ti Isabella. Porque para mí no es normal llevar a mi novia a emergencias en la madrugada con raspones infectados, ni hirviendo en fiebre, ni que le claven alfileres en alguna parte del cuerpo.

--En mi trabajo esto es muy común que suceda – suspiró y me levanté despacio recogiendo mis bóxers y la blusita del suelo y me encerré en el baño muy confundida por su enojo, ¡Era un rayoncito con un alfiler por Dios!

Me vestí de nuevo y me mojé la cara con agua fría, cuando entró. Me miró por el espejo y me rodeó la cintura con sus brazos.

--Lo siento amor – besó mi nuca – pero no te imaginas como odio que te hagan daño.

--Edward, cosas cómo estas van a seguir ocurriéndome porque así es mi trabajo – dije tranquila – estoy muy acostumbrada. Nadie me hace daño adrede, simplemente son cosas que pasan.

Me giró y me besó muy despacio. Me abrazó fuerte y después me llevó de nuevo a la cama. Se acomodó detrás de mí con su brazo alrededor de mi cintura, mi espalda pegada a su pecho y su pelvis a mis nalgas.

--Voy a tomar un curso de primeros auxilios amor – me dijo al oído.

--Tonto Edward – me reí y nos quedamos dormidos.

***

A la mañana siguiente, nos levantamos no tan temprano como el día anterior. Edward con sus hermosos jeans envolviendo sus musculosas piernas, no tenía “trabajo de oficina” como decía, y yo iba nerviosa a mi cita con Ángela y después a comenzar la campaña para el perfume.

--¿Estás bien Bella? – tomaba un poco de café.

--Si, demasiado tranquila para ser sincera – me serví más jugo y buscaba alguna manzana pero no encontré nada – ya estoy convencida de que sea lo que sea que suceda, Choo se queda conmigo.

--Estoy contigo, no te separes de él – me apoyó – te quiere, te cuida mucho y… confío en él.

Me reí y como no encontré ninguna fruta me hice una tostada, sin mermelada y me serví café.

--Alice me dijo que va contigo y con Jimmy a la sesión para el perfume, ten cuidado amor, a veces puede resultar algo sobrecargada de energía y tal vez quiera meter su cuchara, no la dejen ¿Ok?

--¿Por qué no le tienen un poquito de fé?, va a estar en su ambiente Edward, déjala.

--Su ambiente es hacer ropa, no campañas publicitarias, pero ya te advertí, si tienes problemas, amenázala con algo que sepas que le importa y ya con eso tienes – lo miré levantando una ceja pero regresó a la recámara buscando algo en su maleta. ¡Diablos! Olvidé encargarme de ese asunto.

Nos despedimos y salió deprisa hacia la presa. Yo iba a esperar unos minutos a que llegara Ana, la chica que se hacia cargo de mantener en orden mi casa. A las 8:30 salí del apartamento para ir a buscar a Jimmy y luego a la cita con Ángela.


Entramos a su oficina y ya nos estaba esperando con una taza de café para Jimmy y una de té para mi.

--¡Hola Bella! – Nos saludó muy alegre - ¡Hola Jimmy!

--Ángela – respondí guardando mi distancia y levantando mi muro de frialdad que tanto me ayudaba en situaciones difíciles.

--Felicidades Bella, te ves muy bien, me da gusto y felicidades por tu nuevo novio – sonrió.

--¿Nuevo? – Levanté una ceja – es el primero que me conocen Ángela, no hay un antiguo o un nuevo novio – dije a la defensiva.

--Disculpa, empleé mal mis palabras – Jimmy me miró con los ojos penetrantes para que me tranquilizara un poco.

--Bueno Ángela, aquí estamos, tú dirás – hablé menos sarcástica y ladeé mi cara esperando sus palabras.

--Bella, la última vez que nos vimos, las cosas no quedaron bien entre nosotras – rodeó su escritorio – estoy muy conciente del motivo por el cual te enojaste y estaba muy segura de que cometías un error muy grande. Mentiría si te dijera que no esperé tanto tiempo con la esperanza de que cambiaras de opinión – suspiré profundo, esa confesión me enojó – pero irónicamente, esperar tanto, me hizo ver que la que estaba en un error era yo – enderecé mi rostro y Choo me miró con los ojos más abiertos aún.

--Te pido una disculpa Bella por perder mi ubicación. Yo como tu agente, debí buscar las mejores oportunidades y los mejores contratos para hacerte crecer pero antes que todo, tomando en cuenta las necesidades y peticiones que tú como mi cliente, impone, merece y exige.

Tanta humildad para reconocer su forma de actuar y de disculparse, me sobrepasó pero permanecí a la expectativa, no quería demostrar aún mi alegría.

--Sé perfectamente bien, que Jimmy es muy capaz de manejar tu carrera porque es muy inteligente y no deja pasar nada, aprende todo y muy rápido, además de que tiene un sexto sentido excepcional. Te llevaría aún más lejos Bella y él no perdería de vista tus demandas, como lo hice yo – admitió y prosiguió – estás en todo tu derecho de trabajar con otra persona. Estoy a tu disposición sea la decisión que tomes, te pido de nuevo una disculpa muy grande por perder el enfoque Bella, lo siento mucho.

¡Ah Dios mío! Gracias por esto. Nunca hubiera imaginado que desistiera de convencerme con lo de la televisión, estaba tan decidida a que empezara con eso que ya daba por perdida nuestra sociedad y hubiera sido una lástima.

Estaba que estallaba de emoción. Ángela seguiría manejando mi carrera sin presionarme y Jimmy seguiría a mi lado, ¿No era todo maravilloso?

--No Ángela, quiero que sigamos trabajando juntas, lo has hecho increíble hasta ahora y ya te diste cuenta de cuales son mis prioridades, así que no pienso buscar a nadie más como agente… a menos que te enterques en que tenga mi programa ¡como Tyra! – nos reímos y se acercó para darme un abrazo.

--Bueno Bella, ahora lo único que te pediría es hacer un nuevo contrato, especificando bien cada una de las prioridades a las que te refieres, las estudiamos bien para que todo lo tenga más que claro y no se me ocurran más cosas para ti. ¿Te parece?

--Nos parece Ángela – dijo muy entusiasta Jimmy, estaba igual de feliz que yo.

--Y bien, no sabía que ibas a decidir, pero te tenía una sorpresa de todos modos – sacó un folder de un cajón y lo puso sobre el escritorio. Lo abrí despacio porque ya conocía las sorpresas de Ángela y vaya si me sorprendió esta vez.


¡Sports Illustrated!

Jimmy y yo gritamos al mismo tiempo, ¡No era posible eso!

--¡No Ángela!, no me hagas esas bromas, no podría resistirlo – estaba brincando de emoción, era otro sueño cumplido.

--¿A dónde nos vamos?, ¿A qué playa divina?, ¡Dime! – presionó Jimmy.

--Están indecisos aún. Es Tailandia, Australia o República Dominicana, me avisan mañana, la sesión es en un mes – dijo muy tranquila.

--¿En un mes? – Me aterré – necesito dosis extras de gimnasio, ¡Y con todo lo que he comido!, ¡Por Dios, no quiero comer más!

--Tranquila Bella, tienes tiempo, además yo te veo muy bien – Ángela también estaba muy feliz – tendremos que agradecerle a Edward.

--¡Definitivamente! – admitió Choo y yo me sonrojé.

--¡Basta los dos! – grité enérgica pero no pude contener unas cuantas carcajadas de felicidad.

Después de nuestro eufórico festejo, nos pusimos a trabajar revisando las siguientes semanas de trabajo. Como había dicho Ángela, Jimmy había hecho un excelente trabajo concertando los últimos detalles de cada evento así que sólo confirmábamos los ajustes.

Y antes de las doce, nos mandó corriendo a la sesión de fotos para el perfume. Íbamos retrasados así que no terminaríamos muy temprano. En el camino al estudio, mi teléfono vibró.

--¡Amor! – dije antes de que pudiera decir algo.

--Mmm qué alegre, ¿Puedo adivinar porqué? – me dijo con esa voz que desarmaba mi cuerpo.

--Puedes intentarlo, pero no adivinarás todo – me enterraba en el asiento, estaba muy feliz.

--¿Son varias cosas?, ¡Vaya! – Sonaba contento también – empezaré por la que te preocupaba mucho, solucionaste el problema con Ángela…

--¡Si! – Chillé – y hay algo más pero te lo diré en casa amor, es una sorpresa.

--¿Me vas a tener esperando hasta la noche Isabella? – se hizo el ofendido.

--¡Si! – Sonreí – pórtate bien y te lo digo en casa, si no, te quedarás sin saber.

--¿Serías capaz de no decirme? - insistió.

--Claro, pruébame – dije muy segura.

--No, me portaré bien Isabella, verás qué tan bien me puedo portar – su voz se hizo ronca, grave y mi cuerpo recibió el mensaje.

--Nos vemos en casa cielo – murmuré.

--Bella… - hizo una pausa – cuídate amor, te quiero.

--Lo haré, te quiero.

Terminé de hablar con Edward y volteé a ver a Jimmy que estaba sumido también en su asiento, mirándome como con asco.

--¿Por qué me miras así?

--Estoy hasta aquí de la miel que derraman ustedes, par de adolescentes hormonales – fingió meter un dedo a su boca para vomitar.

--Mmm no me importa – dije sacándole la lengua y encogiendo mis hombros.

Llegamos al estudio de Bill Rubens que era el fotógrafo encargado de esta campaña y un viejo conocido mío. Me saludó muy efusivo y ambos estábamos emocionados por esta sesión. Era muy importante para todos ahí. Nos pusimos de acuerdo y platicamos de lo que él quería de las fotos, vimos el vestuario antes de cambiarme y le dio algunas instrucciones al maquillista que también conocía ya.

Alice llegó un poco tarde pero alcanzó ver casi todos los preparativos antes de empezar y estuvo conmigo mientras me maquillaban y peinaban, antes de cambiarme. Le presenté a todos los chicos que conocíamos de la producción y estaba feliz de involucrarse en este aspecto de la moda, diferente al suyo pero tan ligados uno del otro.

El primer cambio era con un pantalón negro y una blusa de organza blanca, con tirantes y los clásicos collares de perlas, mi pelo caía en una o dos suaves ondas muy marcadas y el maquillaje mate con los pómulos muy acentuados, los ojos en tonos humos ligeros, muy difuminados y mis labios con un toque rosa muy pálido. Me gustó ese look.



Bill era un experto y cómo ya sabía cuales eran mis mejores ángulos y cómo lograrlos, las fotos del primer cambio salieron en menos de una hora. El segundo cambio tardó más por el peinado. Recogieron mi pelo como si lo tuviera a la altura de mis hombros y tenía que verse tan natural, que necesitamos casi una hora para estar lista. El maquillaje fue casi lo mismo pero los labios eran más melocotón. El vestuario era muy simple, una bufanda blanca de organza, un collar pequeño de perlas y un sombrero negro, claro, con mi bikini color piel muy pequeño. Esas tomas tardaron un poco porque teníamos que cuidar mucho el busto, tenía que estar oculto en el sombrero, sólo podía verse un cuarto de él y en perfil, pero se logró después de tanta contorsión de mi cuerpo para tener el ángulo perfecto. Quedé adolorida.



El tercer cambio fue más fácil, un vestido rojo muy clásico y parada junto a un espejo con un jarrón de alcatraces, el peinado se mantuvo a los hombros, los cuales acentué mucho, pero estuvo menos difícil que las tomas del sombrero. El cuarto fue con una camisa blanca opaca y el sombrero, un zoom sólo al rostro. Se hizo un último cambio con el torso desnudo sólo cubriéndolo con muchos collares de perlas y otro acostada en el suelo con los mismos collares y el frasco del perfume en mi abdomen, muy sugestivo.

Alice se portó de diez, estaba tan entretenida que ni siquiera notó que eran más de las doce de la noche cuando terminamos. Casi doce horas y lo hicimos bastante rápido porque Bill y yo nos teníamos años de confianza, tanto de él para pedirme movimientos y yo para hacerlos y de alguna forma ya sabía cómo le gustaban las actitudes y poses para las fotos.

Me cambié y Alice me acompañó.

--¡Bella mil gracias! – dijo con su vocecita mientras me pasaba mi camiseta – esto es increíble, ¡tengo tantas ideas para diseñar!

--¡Que bien!, me encanta que te hayas inspirado, mañana no recuerdo que tenemos, estoy muy cansada – bostecé – pero Jimmy te dirá para que nos acompañes.

--¿Cómo puedo agradecerte Bella? – tomó mi mano.

--¿Estás loca? No tienes que agradecer nada, me encanta tenerte con nosotros y Choo te ama – le dí un empujón con mi cadera y sonrió.

Jimmy entró de repente al cuarto del vestuario y me dio mi teléfono, era Edward.

--Hola – dije con poca energía.

--Amor, ¿Cómo vas?, ¿Te falta mucho? – lo escuché un poquito triste – te extraño Bella…

--No cielo, ya terminamos aquí, me estoy cambiando y voy para allá – bostecé de nuevo – no te duermas, espérame.

--¡Claro amor!, ¿estás muy cansada verdad?

--Mhhhum – fue lo único que pude contestar.

--Te espero amor, no tardes tienes que contarme la sorpresa, recuérdalo.

Camino a casa, nos detuvimos en un deli de 24 horas para comprar unos yogurts, jugos, cereal, leche y muchas manzanas, ya no iba a comer tanto, necesitaba estar mejor que nunca. Llegué a casa y Edward ya me estaba esperando con un super sándwich que tenía de todo y del cual ante su insistencia, me comí la mitad.


--¿Ya me vas a contar? – comenzó a sonsacarme. Durante el camino lo pensé mejor y decidí decirle sólo que iba a una sesión a una playa paradisíaca y no más. Le iba a guardar la sorpresa.

--Si, ¿estás preparado? – Asintió, me puse entre sus piernas y lo abracé – ¡Nos vamos a Tailandia o Australia o a República Dominicana a una playa de encanto!, tengo una sesión ahí, aún no deciden en dónde pero mañana lo sabré, ¿no es genial?

--¡Si amor!, que bien que vayas a una playa – no estaba tan emocionado - ¿Y cuando te vas?

--En un mes, sólo son cómo tres o cuatro días, pero me encanta la idea de ir a la playa – dije emocionada.

--Que bien amor – me abrazaba y no podía verle la cara, pero sabía que no estaba muy feliz por algún motivo.

--¿Qué pasa?, ¿No te gusta la idea? – me atreví a preguntar.

--Sinceramente… no.

*

*

*

lunes, 23 de agosto de 2010

CAPITULO 22

CAPITULO 22

--¿Y tú porqué creías que lloraba?, ¿Cuántas veces en tu vida te han desgarrado encima un Elie Saab?, ¡Dímelo!, ¡Dilo! – me puse de pie taconeando el piso histérica y tomando lo que quedaba del vestido entre mis manos, camine hacia el baño pero me di media vuelta antes de entrar.

--¡Esta me la vas a pagar Edward Cullen! – Dejé escapar con mis gritos todo el aire de mis pulmones - ¡Me la vas a pagar!

Entré al baño y cerré de un portazo. Me senté en una sillita y a tientas comencé a quitarme los zapatos. ¡Ni siquiera me dio tiempo para hacerlo! Los aventé por ahí y me puse de pie para mirarme en el enorme espejo que tenía frente a mí y lo que vi en el reflejo era digno de una sesión de fotos para la mejor revista del medio. Una deplorable imagen de mi cuerpo medio envuelto en jirones de tela, en lo que alguna vez fue uno de los vestidos mas bellos que había usado. Mostrando mi pecho desnudo entre la tela partida al igual que una de mis caderas y mis piernas rodeadas de pedazos de tela desgarrada. Lágrimas negras de rimel y delineador corriendo libremente por mis mejillas. Mis ojos hinchados y mis labios aún más. Mi pelo era una maraña y sólo un arete sobrevivía al feroz ataque a mi lindo vestido.


Comencé a deshacer el enredo de tela sobre mi cuerpo, poniendo con mucho cuidado, y no sabía ya para que, cada parte y pedazo de tela del vestido sobre la sillita. Quedé desnuda y me envolví en una toalla. Rescate mi arete, tome mi cepillo y despacio me fui desenredando poco a poco el pelo, haciéndome un chonguito cuando termine con la maraña aquella. Mojé un algodón con un caro desmaquillante, me lo pase por los ojos y después otro nuevo por todo mi rostro, me cepillé los dientes y finalmente me lave la cara, pero las lágrimas seguían corriendo por mis mejillas.

No tenía ninguna pijama en el baño, así que salí a mi closet por la puerta directa hacia éste, evitando encontrarme con Edward. Saque unas pantys de algodón, unos pantaloncitos largos con su blusita y unos calcetines. Me vestí y respiré hondo para salir a la habitación. Mi corazón dio un vuelco al encontrarla vacía pero me recupere al escuchar ruidos en la habitación de visitas. Rápidamente corrí hacia la cama, jalé las sábanas junto con el mullido edredón y me metí debajo, tratando de quedar lo mas en la orilla posible. Me acosté de lado y pegué mis rodillas a mi barbilla tanto como pude, haciéndome un ovillo pequeño, para darle la espalda. Me limpie las lágrimas con las manos y lo escuché entrar. Se quedó de pie y en silencio un momento, después se acostó cerca de mí.

Se acomodó detrás de mi y pude sentir su aliento rozando mi nuca, pero sin tocarme, cuando por fin hablo.

--Bella… – dijo con una suave voz aterciopelada – Isabella…

--Amor… – insistió y un dedo suyo comenzó a acariciar mi espalda casi imperceptiblemente pero no me moví y mucho menos salió palabra alguna de mi boca. Momentos después y sin obtener respuesta mía, su dedo me tocó con mayor presión y abarcando una superficie mayor de mi espalda, pero permanecí igual, quieta.

Diez minutos después aproximadamente, lo intentó de nuevo pero tampoco obtuvo ninguna respuesta - Isabella…


--¡De acuerdo! – dijo con firmeza acomodándose detrás de mi, pegando su pecho a mi espalda tanto como pudo, mis nalgas a su pelvis, descansando su barbilla en mi hombro y pasando un brazo sobre mi cintura buscando mi mano, entrelazando nuestros dedos, atrayéndome a él tanto como le era posible y una vez que me tuvo adherida a su cuerpo, me advirtió…

--¡He dormido solo toda mi vida y ahora que te tengo, no pienso volver a dormir sin ti entre mis brazos ni una sola noche más del resto de mi vida!, ¿Quedó claro? – Me dio un último apretón y se quedó tan quieto como yo - ¡Buenas noches!

“¡Dios mío!”… Edward…
En completo silencio lágrimas, ahora de felicidad y sorpresa por sus palabras, resbalaron hacia las sábanas.

No mucho tiempo después, su respiración se hizo acompasada y su pecho subía y bajaba suavemente contra mi espalda, ya había aflojado su abrazo y roncaba muy ligero en mi oído. Me arrullaba escucharlo. En minutos le seguí en el sueño.

***

Suspire. Lentamente y como todas las mañanas, comencé a moverme poquito a poquito. La blanca habitación estaba en penumbras aún gracias a las cortinas, ya debía ser algo tarde. Me desperecé estirando mis brazos sobre mi cabeza y mis piernas, haciendo mis pies en puntas, como en el ballet.

--¡Buenos días dormilona!

Unos fuertes brazos me rodearon cerrándose en mi cintura, por detrás. Sus labios recorrían mi cuello, mi nuca, la parte detrás de mi oreja y algo duro y grande tocaba mis nalgas.

--¡Edward! – intenté decir su nombre en un grito pero se quedó sólo en eso, en un intento, y por consiguiente, me ignoró prosiguiendo con sus caricias, abandonando mi cintura para subir sus manos a mis senos, masajeándolos en círculos, presionando suave contra mi pecho, sus pulgares tocando mis pezones, apretándolos, y gemí…

--¡Ahh! – mi voz estaba tan llena de deseo que me sorprendió que tan temprano pudiera sentir tantas ganas de él.

--Mmm veo que alguien se despertó con antojo de algo – rápido, bajo una de sus manos a mi entrepierna, tocando suave pero insistente, buscando entrar, presionando un poco más cada vez que lentamente le abría mis piernas. Mi respiración se agitó en un segundo y mi pecho se elevaba desesperado. Mi poca mente despejada se nubló de nuevo ante la sorpresa de sus caricias y movimientos. Sus manos paseaban rápido sobre mi cuerpo, mis senos, mis pezones, mi vientre, mi entrepierna, todas y cada una de las partes de mi cuerpo fueron tocadas con destreza por las manos de Edward, haciéndolo crecer y endurecer más, con el mismo deseo e intensidad que empezaba a consumirme esa mañana.

Gemía muy fuerte y sentía que me quemaba por dentro. Me moví buscando su contacto directo y empezó a quitarme la pijama, primero los pantaloncitos y vi que sus ojos se abrieron al encontrarse con unas no tan sexys pantys blancas pero no le importó y continuó con la blusita dejando mis senos al aire.

--¡Mis niñas! – y su boca se fue directo a un seno mío besándolo, lamiéndolo, excitándolo con su lengua sobre mi pezón en movimientos rápidos y lentos después, succionándolo en diferentes intensidades provocándome gemir, jadear y gritar su nombre.

--¡Edward!, ¡Oh por Dios!

Por un momento detuvo su tarea con sus niñas y se concentró en quitarme mis “sexys” pantys.

--Este es mi castigo, ¡Lo sé! – Dijo con dificultad – que mi mujer se cubra con mil prendas para hacerme más difícil tenerla.

Se deshizo por fin de la pequeña prenda de algodón y la aventó por ahí, dejándome desnuda pero él, aún tenía sus bóxers puestos así que lo miré y lo aventé con todas mis fuerzas sobre la cama.


--¡Cómo me gustaría arrancártelos!

--Espero que estés hablando de mis bóxers amor, si es así, ¡No te reprimas! – dijo burlón.

Y de un brinco me puse a horcajadas sobre el y sus bóxers dejando caer todo mi peso sobre su cuerpo dificultándole moverse. Sonrió como preguntándose que planeaba con eso pero lo sorprendí levantando ligeramente mi cuerpo apoyado en mis rodillas y metí mis manos por mi entrepierna, aprisionando su muy impresionante, grueso, duro, largo y despierto miembro, apretándolo…

--¡Bella! – Gritó muy fuerte haciendo una mueca de dolor pero dudé - ¡Si Bella, si!, ¡Ahh! – era de placer, un placer que sólo yo, le estaba dando. Abría y cerraba mis manos sobre él o sobre lo que podían abarcar mis manos y sus gemidos se hacían más fuertes cada vez. Lo estaba volviendo loco y ambos lo estábamos disfrutando.

--¡Ayúdame amor!, ¡Levántate un poco! – le pedí y me obedeció sin pensarlo. Levantó sus caderas y baje de inmediato sus bóxers dejándolo tan desnudo como yo. En esos breves segundos se recuperó y giró quedando mi espalda contra el colchón y su rostro muy cerca del mío. Se inclinó más y me besó, ambos estábamos desesperados, ansiosos, sedientos uno del otro, de nuestras caricias, de nuestros cuerpos, de nuestra pasión.

Sentí su lengua dentro de mi boca y por instinto ante ese dulce jugueteo de nuestras lenguas, alcé mis caderas contra él, ya quería tenerlo dentro de mí, lo necesitaba mucho. Su boca abandonó de pronto la mía y regreso hacia una de sus niñas continuando dónde había interrumpido sus caricias, succionando, lamiendo y ahora mordiendo mi seno y mi pezón fuertemente. No noté cuando bajó su otra mano a mi entrepierna. Sin miramientos y sin preámbulos dos de sus dedos se abrieron paso y se introdujeron en mí.

--¡Oh Por favor! – chillé.

--¿Qué te sucede Isabella? – Preguntó entre jadeos fingiendo inocencia - ¿Eh?

--¡Te lo suplico!, ¡Te lo suplico! – no sé aun cómo hilé dos frases seguidas, bueno, sólo una pero la repetí.

--¿Qué me suplicas amor? – movía sus dedos en círculos, los metía y sacaba, acariciaba mis paredes, ¡No me daba tregua!

--¡Te necesito dentro de mí ya! – me retorcí.

--¡Pero estoy dentro de ti ya amor! – ¡se burlaba de mi!

--¡Edward Cullen! – grité tan histérica como la noche anterior y sus dedos abandonaron mi cuerpo buscando bajo la almohada el pequeño paquetito negro, colocándose su contenido rápidamente.

--¡Mírame Isabella!, ¡Siempre mírame! – me ordenó y entró en mí de un duro empujón haciéndome gritar.

--¡Ahh Edwaard! - sus embistes eran lentos pero cargados de fuerza, me dejaban sin aire y realmente me costaba mucho recuperarlo, pero era tanto el placer que sentía con el dentro de mi cuerpo que no me importaba no respirar. El era mi aire, mi oxigeno, mi brisa, mi todo. Edward llenándome con su cuerpo era simplemente mi universo, era mi vida.

--¡Siiii! – logré gritar.

El clímax llegó a mi cuerpo y ahí ya no supe más de mí. El torbellino ahora convertido en un tornado gigante me elevó y me dejó caer sin compadecerse de mí, aventando mi cuerpo a un glorioso vacío que era interminable. Apretándose alrededor de el, cerrándose, ahogándolo.

--¡Ahgg! – jadeó sin sentido.

Su cuerpo sin fuerzas cayó sobre mí sólo unos segundos, pero no sentí su peso. Y apenas lo notó, me tomó en sus brazos girando conmigo dejándome sobre él descansando en su pecho. Estábamos exhaustos, jadeando agitados, intentando recuperar el calmado ritmo de nuestras respiraciones.

No sentí cuando salió de mí y me recostó junto a él, abrazándome y pegándome a su cuerpo. Así nos quedamos dormidos algunas horas más.

***

Como es costumbre, el teléfono me despertó.

--Hola – balbuceé.

--¡Bella, hija! – Era mi madre - ¿Te desperté?

--No… ¿¡Mamá!? – la sorpresa me despertó por completo. Intenté salir de la cama pero Edward me abrazó dando pequeños gemiditos, no podía moverme.

--¿Qué es ese ruido Bella? – preguntó curiosa.

--¡Oh, nada mamá! – Mentí – es la tele.

--¿Cómo te fue anoche? - ¿Quería que le contara en ese momento?

--¡Bien! – Seguí con mis balbuceos – todo estuvo muy bonito, todo muy lindo mamá.

--Si hija, me imagino, casi tan lindo como ese novio tuyo – me pilló - ¡Que guapo es Bella!

--¡Mamá!, ¿Dónde…?

--E.T. y Perez Hilton Bella, ¡Actualízate por Dios! – estaba casi tan contenta como yo.

--¡Oh, yo…! – no sabía que decir.

--No digas nada Bella, te conozco y no te voy a hacer sufrir con mis preguntas, el caso es que estoy enterada y ¡Me agrada! – Dijo feliz – ahora cuelga y abraza a ese hombre que esta junto a ti y dile que desde ya lo quiero. ¡Ah Bella!, sólo una cosa más – dijo despacio y seria – ¡Tienes que decirle a Charlie hoy!

¡Y que razón tenía! Si alguien de los chismosos del pueblo le decía antes que yo, no me lo perdonaría por mucho tiempo, y conociendo a las sobrinas de Sue, seguramente ya estaba perdida.

--Si mamá, no te preocupes, lo haré en un momento más – suspire – mamá… ¡Gracias!

--¡De nada Bella!, ¡Te quiero!, nos hablamos después – y colgó.

“¡Diablos!”

¿Cómo le diría a Charlie que Edward y yo éramos novios?

***

Edward me tenía atrapada con un brazo en mi cintura y una pierna entre las mías. ¿Cómo había acabado así? No tenia la mas remota idea, sólo necesitaba salir de ahí para hablar con Charlie pero ya. Con unas maniobras muy extrañas logre escapar de entre sus brazos tratando de no despertarlo pero fallé y estiró el brazo alcanzándome.

--¿A dónde vas amor? – dijo somnoliento.

--Tengo que hacer una llamada, no tardo, sigue durmiendo – contesté.

--Es domingo Bella, ¿A quién vas a llamar en domingo por amor de Dios? – me jalaba para regresarme junto a él a la cama.

--Tengo que hablar con mi padre ahora – respondí directa envolviéndome en una bata.

--¡Oh-oh!, ¿Tengo que preocuparme? – se sentó de golpe.

--No lo sé, ¿Tú que piensas? – dije sarcástica recordando la noche anterior.

--Dime tú – me miraba intentando no cerrar los ojos.

--Ya te enterarás – lo dejé preocupado y salí de la habitación. Me senté en un sillón del salón y marqué el número de mi padre.

--¡Hola Bells! – saludó alegre, aún no sabía nada.

--¡Hola papá! – También lo saludé contenta - ¿Cómo estás?

--Bien, te escucho… ¿rara? - ¡Ay Dios, era adivino!

--Eh, bueno, no exactamente – comencé a ponerme nerviosa.

--¿Qué sucede?, ¿Todo está bien hija? – ya estaba intrigado.

--¿Recuerdas que te dije que cuando tuvieras que enterarte de algo, te lo diría yo primero? – pregunté muy bajito.

--¿Es el tal Cullen, Bells?, ¿El cuñado de Rosalie? – su tono era muy neutral, no podía saber si estaba muy enojado o medio enojado, pero poco nunca.

--Si… - y esperé un despliegue de improperios que nunca llegó.

--¿Lo quieres?

--Si papá – contesté.

--¿Estás segura? – presionó.

--¡Totalmente! – respondí al instante.

--Isabella – suspiró profundamente – creo que durante estos seis años, tu madre y yo hemos confiado mucho en ti y no nos has defraudado. Has sabido comportarte a la altura y estamos muy orgullosos, sigue así Bella, pero eso si… – hizo una pausa - ¡Quiero conocerlo pronto!

--¿Papá? – Pregunté incrédula - ¿Cómo dijiste?

--Las relaciones de ahora son muy diferentes a como yo las viví, me cuesta mucho hacerme a la idea y mejor prefiero no pensar en eso, sólo déjame conocer al afortunado que se ganó el privilegio de que lo aceptes, ¡No te tardes Bella!, sólo eso.

--¡Claro que no! – dije feliz

--Cuídate mucho Isabella y ¡Ten juicio! – me advirtió.

--¡Si papá!, ¡Te quiero!, ¡Adiós!

No podía creerlo. Mi padre había aceptado sin chistar que yo, al fin, estuviera con alguien. ¡Dios! ¡Aún no podía creerlo!, ¡Pero era sensacional!

Ya pensaba en ir corriendo a contarle a Edward pero la verdad era que aún seguía enojada con él. Una cosa era el increíble sexo que habíamos tenido esa mañana y otra muy aparte, el ataque a mi vestido. Así que muy despacio entré a la habitación y comprobé que seguía dormido. Sin hacer ruido, me dirigí al baño para darme una larga ducha. Me metí bajo el chorro de agua y después de unos minutos debajo de él, me lavé el pelo y lo estaba enjuagando cuando abrió la puerta de la ducha.

--¿No pensabas que ibas a bañarte sola verdad? – preguntó en un tono tan sexy que quise sostenerme por si me fallaban las piernas. Lo miré de reojo y continué con mi pelo sin hacerle caso. No me iba a rendir tan fácil ante el “Dios del Sexo”.

Volvió a cerrar la puerta al quedarse sin alguna respuesta mía y tomé mi esponja para humedecerla y ponerle gel comenzándola a pasar por mis piernas tallando fuerte, enojada aún con él y conmigo también porque me dolía ignorarlo cuando entró a la ducha.

--¿Qué crees que estás haciendo Edward?

Me quitó de las manos la esponja y me tomó de la cintura con su otro brazo poniéndome de espaldas y pasando la espumosa esponja por mi espalda suavemente. Me moví pero era muy fuerte y me mantuvo de espaldas a él

--Dándome un baño contigo Bella – respondió muy normal mientras pasaba ahora la esponja por mis nalgas. Iba a protestar pero me quedé callada al sentir también sus dedos por mi piel. Relajé mi cuerpo conforme enjabonaba mis piernas y me giró quedando arrodillado frente a mí. Lavó mis pies y subió lentamente enjabonando una de sus manos, pasándola entre mis piernas con cuidado, sin pretender nada más. Se puso de pie y mi abdomen y mi pecho quedaron llenos de espuma pero aún no tocaba a sus “niñas”. Pasó a mis hombros, a mi cuello, a mis brazos y lavó alrededor de mis senos, muy suave.

--Isabella – dijo muy suave mientras movía sus manos.

--¿Si? – respondí en el mismo tono.

--Bella – hizo una pausa, dudoso de lo que me iba a decir – te prometo que jamás volveré a actuar como anoche, nunca más te trataré así, ¡Te lo juro!

Su voz era sincera y podía asegurarlo porque dejó de mover sus manos en mi cuerpo mientras hablaba y sus ojos me miraban suplicantes. Su cabeza estaba baja y sus hombros también.


--Edward yo… - suspiré – yo me asusté – dije al fin.

--Lo sé amor, soy un estúpido y sé muy bien que hice mal. Sólo te pido que me perdones, fue un mal momento y me dejé llevar, no contuve mis impulsos y te lastimé, te hice daño. No tengo excusas por mi comportamiento, sólo puedo decirte que no va a volver a ocurrir algo así, ¡Te lo prometo Bella!

Escuchar esas palabras tan honestas de Edward bloqueó mi mente. Tenía razón, tuvo un arranque violento y pudo haberme hecho daño, pero la verdad, me había gustado aunque en realidad, el susto me lo llevé cuando rompió mi vestido, eso fue lo que me enojó de verdad, no el magnífico sexo que me dio. Un orgasmo que casi hace que mi corazón se detuviera y muriera en ese instante de puro placer. Eso no lo iba a negar.

--¿Me perdonas? – no tenía la carita tierna y falsa, al contrario, había dolor y arrepentimiento en su rostro. Lo miré, tomé su cara entre mis manos y lo atraje hacia mí para besar su frente.

--Si Edward – susurré en sus labios y le dí un beso. Él me abrazó fuerte y enterró su cara en mi cuello.

--Gracias amor – besó mi cuello y me mantuvo abrazada un momento. Le acariciaba la espalda y le daba besos en el hombro cuando se separó de mí y me sonrió. Con mucha delicadeza pasó sus manos enjabonadas masajeando mis senos, acariciándolos junto con mis pezones y dí un gritito de dolor.

--¡Auch! – exclamé ante mi propia sorpresa y me encorvé escapando de sus manos y llevando las mías a mis senos.

--¿Qué pasa? – Juntó las cejas y me miraba confundido - ¡Oh, Bella!, ¡Lo siento amor! – me abrazó de nuevo con mucho cuidado besando mi coronilla y luego me colocó bajo el agua para quitarme la espuma del gel. Cuando se aseguró de que ya estaba libre de espuma, se giró y comenzó a enjabonarse rápidamente, como lo hizo el día que nos bañamos juntos en su casa.

Sin titubear, tomé la esponja, le puse un poco más de gel y la pasé despacio por su espalda. Al sentirla, Edward se quedó quieto unos segundos pero continué lavando esa gran porción de músculos que ahora me pertenecía. Lavé sus hombros, sus brazos, sus hermosísimas nalgas y lo abracé por detrás pasando la esponja por su duro abdomen marcado y bajando poco a poco mis manos. Edward colocó las suyas sobre las mías y me guió lentamente por su cuerpo, por donde quería sentir mi contacto, bajando una de mis manos entre sus piernas sin tocar su miembro, resbalando suavemente por su muslo duro, duro como todo su cuerpo, mientras que mi otra mano con la esponja hacía círculos en su abdomen.


Edward gemía con mis caricias al mismo tiempo en el que hacía que soltara la esponja. Dirigió mis manos a sus ingles pasándolas despacio y después de un instante las bajé tomando su erección ante su sorpresa por el movimiento inesperado, soltó una leve risita y me dio confianza para seguir tocándolo, de arriba hacia abajo, apretando un poco, cuidando de no lastimarlo.

--Bella, me vuelves loco – y mi pecho se hinchó de orgullo al saber que yo tenía ese efecto en él. Tomé con una mano sus testículos y gimió aún más fuerte apoyándose en la pared con las manos mientras los apretaba con cuidado y los masajeaba sin olvidar el movimiento sobre su miembro.

--Oh Bella, eres una niña mala – su voz ronca me excitó más y moví rápido mis manos cuando comenzó a tensarse.

--¡Oh no! – Se dio la vuelta muy rápido y di un brinquito por la sorpresa, Edward me miraba lleno de deseo – Ni pienses que te me vas a escapar – y acto seguido, me pegó contra la fría pared aprisionándome con su cuerpo, su mano acarició la piel entre mis piernas adentrándose poco a poco, tocando seguro, rodeando mi clítoris, presionándolo al mismo tiempo que su otra mano masajeaba a sus niñas.

--¿Edward? – jadeé su nombre en una pregunta.

--Dime amor – movió sus dedos más rápido y sin aviso alguno, los deslizó en mí cuerpo. Olvidé lo que quería decirle, olvide todo, sólo podía sentir que el bombeo de sus dedos, me estaba acercando al orgasmo. Edward bajó la intensidad de sus caricias cuando sintió mi cuerpo tensarse.

--Espérame Bella – y llevó una de mis manos a su miembro, comprendí de inmediato y traté de enfocar mi atención en ayudarlo a venirse junto conmigo. Él nunca dejo de mover sus dedos en mí y yo estaba haciendo bien mi parte porque su respiración se agitó demasiado rápido. Un ligero latigazo en mi vientre bajo me anunció que estaba muy cerca al igual que Edward que se tensó bajo mi mano.

--Oh Bella – jadeó – así amor, si…

--¡Amoor! – Grité al explotar en su mano justo como lo hacía él en la mía.

--¡Dios Bella! – literalmente eso había sido. Una explosión de su blanco y cálido líquido en mi mano, en mi vientre y debajo de mis senos. Ambos temblábamos y nos mantuvimos así, yo contra la pared y él frente a mí apoyándose con una mano. Cuando pudimos movernos nos colocamos directamente bajo el agua que lavó mi cuerpo de su semen. Nos abrazamos y nos besamos una vez más antes de salir de la ducha.

--Muero de hambre y no sé porqué – sonrió pícaro mientras me envolvía con la toalla y luego él enrollaba una alrededor de sus deliciosas caderas. Esa si era una buena forma de iniciar lo que restaba del domingo. Fui a mi closet mientras Edward se vestía en la recámara, había traído de su casa una pequeña maleta llena y dibujé en mi cara una enorme sonrisa, por lo menos esta noche también se quedaba en casa.

***

Me puse jeans y una blusita negra que decía “I Love NY” con letras plateadas y mis ballerinas negras y me reí al verlo también de jeans con una camiseta negra. Tomé mi chamarra de mezclilla un bolso diferente y al fin salimos.

Fuimos a comer hamburguesas a uno de sus lugares preferidos y cuando terminamos me miraba intrigado.



--¿Ya me vas a decir como te fue con tu padre? – Entrecerró los ojos – porque con tu madre te ha ido de maravilla, escuché toda la conversación y conste que fue sin querer, por cierto, no me has dicho lo que te pidió – levantó una ceja.

--¿Qué ya te quiere? – Fruncí el ceño – olvídalo, no lo haré, elevaría tu ego y eso no puedo permitirlo. Me tomó por la cintura y me jaló hacia él en el asiento corrido del restaurante.

--Ah, Ok, no me dirás que tu madre ya me adora y no sé porqué, bueno si sé… - me besaba en los labios.

--¿Y porqué? – me dio curiosidad saber qué pasaba por su cabeza. Me sentó en sus piernas y me dijo en secreto.

--Sabe muy bien que te hago feliz – metió su mano bajo mi camiseta y acariciaba la piel arriba de mi ombligo.

--Mmm ¡Qué presumido! – Bufé y le rodeé el cuello con mis brazos - ¡Vamos a casa amor! – pedí ansiosa rozando su cuello con mi nariz.

--Sólo si me dices qué dijo tu padre.

--Te quiere conocer – dije en voz baja y con un poco de miedo de lo que pudiera pensar. En estos tiempos ¿Qué mujer que vive sola desde los 15 años lleva a su novio para que lo conozca su padre?

--Me parece que tiene razón en querer hacerlo – dijo tranquilo – En su lugar, yo también querría conocer al tipo que anduviera con mi hija.

--¿Ah si?, ¿Don Celoso? – Bromeé – pobrecita tu hija, le vas a hacer la vida imposible.

Edward me miró unos segundos bastante serio, luego negaba con la cabeza y sonreía.

--Tendremos que planear bien cuando ir a visitarlo Bella – me dio una nalgada para que me levantara e irnos.

--Eso si va a estar un poco difícil, tengo mucho trabajo – hice un puchero – ojala Jimmy pueda hacer un huequito en la agenda, papá se alegraría muchísimo.

Salimos de ahí y fuimos por un helado antes de ir al apartamento de Edward por unos planos y unos documentos que tenía que llevar a la presa al día siguiente. Al llegar, mi teléfono sonó y me quedé en el salón para contestarle a Jimmy.

--¡Hola Choo! – creo que mi tono le confirmó mi felicidad.

--¡Vaya! ¿Alguien está súper feliz hoy? – era un tonto.

--¡Claro!, ¡Yo! – Me reí – cuéntame que hay.

--Antes déjame decirte que ¡me quedé helado cuando me enteré que Edward había ganado por el vestido! – Choo estaba feliz – y sé de muy buena fuente que ¡le salió en un ojo de la cara Bella!

--Si, ¡me lo imagino! – fingí que mi alegría por el vestido continuaba, Jimmy no tenía porqué saber.

--Bueno, Felicidades, pero dejemos eso para después, te llamo para avisarte que mañana tenemos una junta con Ángela – dijo – me habló para que te dijera que quiere hablar contigo Bella y salvo que me indiques lo contrario, la junta sigue en pie.

--Mmm, Ángela – me quedé pensando unos segundos - Cancélala Choo, pásala para el martes, necesito pensar qué vamos a hacer con ese asunto. Para mañana ¿Qué tenemos?

--A las 10 la junta con Chanel para ultimar detalles de la primer sesión que es el martes, comenzaremos con el perfume, luego otra junta con Jonhson & Jonhson porque quieren que hagas una campaña para un nuevo shampoo y tratamientos para el pelo y piel.

--¿Pero eso no tendría que verlo Ángela?, Estamos enojadas pero ¿ella tendría que seguir con su trabajo no?

--Si, pero quiere hablar contigo antes de hacer algún movimiento más. Sigo, por la tarde tienes las primeras pruebas con Carmen Marc Valvo para la “Fashion Week” de NY – suspiró – para mañana es todo Bella, siento que no termines temprano.

--Si, yo también, ¿Para qué hora puedes poner la cita con Ángela? – pregunté.

--¿A las 8 de la mañana está bien para ti? – giré la cabeza para ver a Edward que me observaba con un hombro recargado en la pared y su sonrisa chueca.

--No, cámbiala a las 9, ah, Jimmy, ¿ya le avisaste a Alice para el martes? – le recordé.

--¡Por supuesto!, me hubiera matado si no lo hacía.

--Bien Choo, nos vemos mañana entonces, gracias.

--Ciao Bella.

Me levanté del sillón y caminé hacia Edward, le puse los brazos alrededor del cuello y le di pequeños besos en los labios.

--¿Me puedes decir que es lo que te divierte tanto? – pregunté entre besos.

--Tu tono mandón – contestó al instante.

--¿Mi tono mandón? – Fruncí el ceño – yo no tengo un tono mandón.

--Claro que si, pero vámonos, ¿O prefieres quedarte esta noche aquí? – hablaba despacio y su voz se hacía ronca.

--No me importaría pero tengo una junta importante mañana y no traje ropa – le dí otro beso.

--Mmm – arrugó la nariz – de acuerdo, vámonos.

Llegamos a mi apartamento y después de cerrar bien la puerta, me cargó sobre un hombro y me llevó a la habitación tumbándome en la cama. Me reí coqueta y aventé mis zapatos por ahí.

--¿Y esa sonrisita sexy? – preguntó en mi cuello, besándolo.

--Oh, espera un minuto – me levanté y entre corriendo al baño. Recordé el regalo de mi madre en navidad y no dudé un segundo en estrenarlo esa misma noche. Rápido entré al clóset y saqué de su caja las minúsculas braguitas rosas y el baby doll casi transparente, me los puse y me solté el pelo, dejándolo caer con sus suaves ondas por mis hombros y espalda. Me pellizqué los labios porque sabía que a Edward no le gustaba la sensación del gloss en los suyos, apreté una sola vez mi perfume, pasé debajo del rocío y salí.

Lo encontré acostado, bajo las sábanas, sin camisa. “Oh por Dios, ¿Se puede ser más hermoso?”
--¿Ya te vas a dormir? – Le pregunté lo más sensual que pude – yo pensé que te gustaría jugar un ratito conmigo – me mordí el labio.

Se sentó de golpe abriendo los ojos enormes – te estaba esperando amor – me respondió lentamente. Se puso de pie y sólo tenía unos bóxers blancos de algodón, se veía… perfecto. Me tomó en sus brazos y me llevó a la cama, dejándome de rodillas frente a él.


--Te ves muy linda amor – me dijo mientras besaba mis labios lentamente y comenzaba a bajar por mi cuello – esto te queda muy bien – susurró en mi oído.

--Que bueno que te gusta cielo – dije con mi ya muy agitada respiración y acariciando su pecho desnudo, el caminito de vello que llegaba hasta su cuello y de regreso, muy lentamente, cuando lo escuche gemir. Fue algo tan sensual que en ese mismo instante sentí la humedad entre mis piernas y el latido de mi corazón se transporto ahí, deseando que me tocara, que me probara.

Sus labios bajaron despacio hasta la orilla del baby doll, repartiendo ligeros besos pero cargados de ansiedad. Sentí sus manos en mis nalgas, acercándome a él, pegándome a su cuerpo y fue entonces cuando lo sentí, duro, firme, enorme… mio, y lo deseé tanto, que lo empuje con todas mis fuerzas a la cama y me puse a horcajadas sobre él. Rocé mi sexo palpitante contra el suyo, incitándolo, quería verlo, quería tenerlo. Baje la orilla de sus bóxers con mis dedos y luego me incliné para tomarla con mis dientes, bajándola solo un poco.

--¡Quítatelos amor! - dije agitada y me obedeció. Levantó sus caderas y le ayudé a quitarse los bóxers, aventándolos por ahí.

Pude verlo en su perfecta gloria, entre mis piernas, erecto, pulsante, enorme y me hice hacia delante para pasar mis labios por el caminito de vellos que iba de su ombligo a mi… a mi Edward. Repartí besos por doquier alrededor de su ombligo, en los huesos de sus caderas y en esa magnífica “V” que formaban. Edward gemía y jadeaba, me excitaba tanto escucharlo disfrutar de lo que yo le hacía que lo tomé entre mis manos, apretando la base de su pene y con la otra acariciando sus testículos, despacio, suave. Mi mano subía y bajaba por toda su longitud, tocándolo con firmeza pero con cuidado, una y otra vez, hasta que lo escuche entre gemidos, decir mi nombre.

--¡Oh, Isabella!


Oírlo me prendió tanto que no lo pensé y baje mi boca hacia él. Quería hacerlo perder la razón con mis caricias, que sintiera mis labios besarlo, mi lengua lamerlo, hacerlo mío con mi boca, así que empecé a torturarlo con la poca idea que tenía de cómo hacerlo pero con todas las ganas y pasión que él mismo había prendido en mi cuerpo.

--Bella no… - trató de hablar – no tienes que…

No pudo continuar ya que lo absorbí en mi boca y comencé a rodear mi lengua por la parte de arriba, la más sensible, lo había aprendido en ese mismo momento porque al sentir mi lengua ahí, no pudo terminar de decir nada más, sólo sus gemidos, jadeos y a veces mi nombre salían de su boca. Lo sostenía con mis dos manos y bajé mi lengua lentamente por todo su miembro, lamiéndolo, probándolo, experimentando, enloqueciéndolo, disfrutándolo. Lo acariciaba con mucha suavidad y Edward se retorcía de placer. Comencé a introducirlo y sacarlo de mi boca despacio y cuando lo sentí tensarse un poco, apuré la velocidad. Era grande, mi boca no era suficiente pero intentaba tenerlo todo en mi, haciendo que tocara mi garganta, que me llenara.

Su tensión era cada vez más grande y lo sentía latir en mi boca, sus jadeos eran más fuertes y su respiración entrecortada. Bajé el ritmo de mis caricias con mi boca y con cuidado de no hacerle daño, dejé que mis dientes acariciaran la parte de arriba de mi miembro, con calma, excitándolo, llevándolo hasta el límite si podía.

--No Bella amor – con gran esfuerzo habló – no sigas.

--Lo siento – murmuré con un hilo de voz – lo siento tanto Edward… - él sólo se estiró y debajo de la almohada sacó un paquetito negro y se colocó su contenido.

--Ven aquí – dijo aún jadeando y yo lo obedecí. Levantó mis caderas quitándome mis bragas y se colocó sobre mi, abriendo mis piernas y acomodándose entre ellas y de un solo empujón, entró en mi, con toda su fuerza, dejándome sin aire, llenándo todo mi cuerpo.


--¡Mírame Isabella!, ¡Mírame! – gritó. Abrí mis ojos y lo miré como él me pidió. Cada embestida suya con tanta fuerza era un nivel menos de conciencia mía, un poco menos de aire para mis pulmones, un poco menos de fuerza en mi cuerpo. Edward compensaba cada cosa que sus embistes me quitaban, y me hacían entrar a mi mundo de placer dónde sólo éramos él y yo, disfrutando de nuestros cuerpos y caricias, amándonos, entregándonos…

Al filo del abismo, mi vientre comenzó a contraerse, a cerrarse despacio sobre él, encerrándolo en mí. Sin conciencia ya, me aferré a su espalda y grité, enterrando mis uñas en el.

--¡Edwaard! – arqueé mi cuerpo tanto como pude hacia él. El orgasmo fue tan fuerte que todas mis terminales nerviosas se apagaron, sobrecargadas de sensaciones, extasiadas. Me apreté tanto alrededor de él que no tardó mucho en alcanzarme, tensándose de nuevo, gritando mi nombre.

--¡Bellaa! – tras su última embestida se quedó quieto y luego jadeó muy fuerte. Al recostarse se dio la vuelta llevándome con él haciendo que descansara sobre su cuerpo abrazándome muy fuerte y besando mi frente.

--Gracias amor – susurró a mi oído y un rato después, suavemente salió de mí se acomodó, pasando su pierna sobre la mía, enredándola y su brazo por mi cintura.

--Te quiero – apenas murmuré, y me quedé dormida una noche más entre sus brazos.

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