EDWARD’S POV
--¡Esta me la vas a pagar Edward Cullen!, ¡Me la vas a pagar!
Aún no podía creer lo que me había gritado Isabella. Ella estaba asustada y enojada porque le destrocé el maldito vestido encima, no porque perdí el control con ella y casi la tomé a la fuerza, no. Ella no tenía objeción con eso porque no era lo que me estaba reclamando, aunque no por eso dejaba de ser el perfecto cabrón que era. Pero estaba arrepentido y lo único que debía y quería hacer, era pedirle perdón a Bella por mi comportamiento, y si yo estaba confundido o no, era lo de menos.
Ella me había gritado y después se encerró en el baño, llorando. ¿Cómo no iba a llorar? Ella tenía toda la razón, ahora sólo me quedaba esperar a que saliera para pedirle perdón. Esperé casi media hora y seguía encerrada, no iba a presionarla apurándola, dejaría que se tomara todo el tiempo que quisiera. Mientras, fui a la recámara donde estaba mi maleta para ponerme algo de ropa, cuando la escuché salir. Le daría unos minutos sola en la habitación. Entré despacio y con nervios esperando su reacción reclamándome mi comportamiento ruin, pero sólo la encontré acostada de lado, formando una pequeña bolita, muy cerca de la orilla.
Lentamente, me acosté arriesgándome a cualquier cosa, pero vamos, si hubiera querido que me fuera, no me habría dejado mi espacio en la cama ¿Cierto? Así que lo aprovecharía tanto como pudiera. Me puse detrás de ella como siempre lo hacía pero sin tocarla. A propósito, acerqué más mi cara para que mi respiración tocara su cuello, su nuca, pero no decía nada y tampoco se movía. Me estaba desesperando su indiferencia, así que me atreví a hablar.
--Bella – dije suave y esperé un momento pero no respondió – Isabella… - la conocía, estaba muy enojada y no iba a ser fácil que me perdonara.
--Amor – tal vez el contacto físico lograra hacer que me respondiera, así que muy leve, comencé a dibujar en su espalda con un dedo, muy suave, muy tenue pero siguió igual y entonces presioné más. Un buen rato después, lo intenté de nuevo – Isabella…
¡Dios! Si, yo era un verdadero canalla, pero estaba rogando por una oportunidad para disculparme y ella simplemente me ignoraba y me estaba matando. Bella era muy orgullosa y terca, yo ya no sabía qué hacer para que me hablara y por cómo se estaban dando las cosas, no lo haría. Así que respiré hondo y de todo corazón le dije lo que sentía.
--¡De acuerdo! – mi voz salió firme de mi garganta. Me acomodé a su cuerpo pegándome a ella, a su espalda, a sus suaves nalgas, metiendo una pierna entre las suyas, abrazándola por la cintura y entrelazando sus dedos y los míos.
--¡He dormido solo toda mi vida y ahora que te tengo, no pienso volver a dormir sin ti entre mis brazos ni una sola noche más del resto de mi vida!, ¿Quedó claro? – La apreté muy fuerte a mi cuerpo colocando la barbilla en su hombro - ¡Buenas noches!
Isabella no reaccionó en absoluto, pero yo le había dicho lo que sentía justo en ese momento, no me había disculpado, porque lo haría de frente, con nuestras mentes frías y ese no era precisamente el momento indicado. Con lo poco que le dije, sólo sentí un pequeñísimo alivio, nada de lo que yo esperaba y necesitaba. Un rato después me quedé dormido oyéndola respirar.
***
Varias horas después se removió entre mis brazos, se puso de espaldas al colchón y pude admirarla tranquilamente. Dormía relajada, con los labios entre abiertos y muy hermosa. Tenía ganas de besarla y pasar mis labios lentamente por todo su rostro pero me contuve, esperaría a que se despertara pero mientras, seguiría observándola dormir. Estaba quedándome dormido de nuevo cuando se volteó y me abrazó, descansando en mi pecho y eso no fue muy bueno ya que todos mis sentidos despertaron como si hubieran recibido un toque de corriente eléctrica. Comenzó a moverse intranquila, lo que significaba que se despertaría en cualquier momento, pero no me soltaba y eso estaba provocando que cierto dolorcito molesto apareciera en mis ingles. ¡Hasta dormida me hacía sufrir!
Me soltó y se estiró como si fuera una bailarina de ballet, subió sus brazos sobre su cabeza la cual echó para atrás y sus piernas las estiró, así como sus pies. Era encantadora y mirarla, hacía que mi cuerpo me pidiera hacerle el amor en ese momento, pero ella, dormida o no, seguía molesta y al menos eso debía respetárselo.
“Debía”, pero no lo hice, porque la abracé por detrás rodeando su cintura, besando su cuello y mordiendo el lóbulo de su oreja al mismo tiempo que empujaba mi erección contra su hermoso trasero.
--¡Buenos días dormilona! – intentó gritar pero sólo dijo mi nombre débilmente mientras yo subía mis manos por su pecho para tocar a mis niñas, acariciarlas al igual que sus pezones, cuando la escuché gemir. Y me hubiera detenido si Bella me lo hubiera pedido pero en lugar de eso, gimió de deseo.
--Mmm veo que alguien se despertó con antojo de algo – toqué su entrepierna rápido, sin darle oportunidad para que se arrepintiera, abriendo sus piernas para excitarla y me pidiera continuar. Recorrí su cuerpo tocándola con pasión y logrando que su respiración se agitara, lo que me hizo desearla aún mucho más. Comencé a quitarle la ropa, bajé sus pantalones y me encontré con unas pantys blancas obstruyendo mi camino, estorbándome. Las ignoré y me deshice de su blusa para dejar a mis niñas libres para mí. Eran tan perfectas que cada vez que las tenía en mis manos o en mi boca creía morir de placer al succionarlas fuerte y despacio después, pasando mi lengua sobre sus pezones, devorándolos. Eran todo un mundo aparte para mí, podría estar toda la vida perdido en ellas, en Isabella.
--¡Edward!, ¡Oh por Dios! – su voz iba cargada de ansiedad y rápido, me concentré en quitarle esas pantys para terminar de desnudarla.
--Este es mi castigo, ¡Lo sé! Que mi mujer se cubra con mil prendas para hacerme más difícil tenerla – jadeaba y se me hacía difícil hablar. Cuando por fin las tuve en mis manos, las aventé por ahí y con fuerza, Bella me tiró sobre la cama mirándome aún con los bóxers puestos.
--¡Cómo me gustaría arrancártelos! – dijo decidida y no perdí la oportunidad de bromear.
--Espero que estés hablando de mis bóxers amor, si es así, ¡No te reprimas! – se colocó sobre mí, montándome, la miré para tener alguna idea de lo que planeaba hacer y de paso, admirar a mis niñas desde ese ángulo, pero cual fue mi sorpresa al ver que hundía sus manos entre sus piernas y comenzaba a tocarme tortuosamente, apretando y aflojando la presión sobre mi dura erección. No pude evitarlo, grité su nombre y jadeé de placer. Bella era maravillosa, estaba dejando de ser tímida y yo estaba muy orgulloso y feliz de que fuera así.
Le ayudé a quitarme los bóxers porque así me lo pidió. La giré y cuando quedé sobre ella, no podíamos frenar nuestra desesperación por acariciarnos y tocarnos con ansiedad. Bella frotaba sus caderas contra mí, produciéndome un dolor intenso entre mis piernas, lo reconocía como mi ‘necesidad de ella’ y traté de prolongar más los juegos previos tomando entre mi boca uno de sus pezones, succionándolo fuerte y mordiéndolo, queriendo extraer inconcientemente algún néctar escondido para mí. Ya estaba cerca de mi límite y necesité comprobar si también estaría Bella lista para recibirme así que bajé mi mano e introduje mis dedos en ella.
--¡Oh Por favor! – gritó retorciéndose bajo mi cuerpo.
--¿Qué te sucede Isabella?, ¿Eh?
--¡Te lo suplico!, ¡Te lo suplico! – me pidió con dificultad.
--¿Qué me suplicas amor? – pregunté sin dejar de mover mis dedos en ella, como sabía que le gustaba.
--¡Te necesito dentro de mí ya! – Me ordenó.
--¡Pero estoy dentro de ti ya amor! – la estaba desesperando, porque me volvía loco cuando me suplicaba.
--¡Edward Cullen! – iba a acabar con su agonía, así que tomé el condón que tenía bajo la almohada y me lo puse.
--¡Mírame Isabella!, ¡Siempre mírame! – necesitaba ese vínculo extra con ella cada vez que la poseía, aunque a veces eran tan fuertes las sensaciones en ambos que simplemente nos perdíamos en ellas.
--¡Ahh Edwaard! – gritó fuerte y me excitó mucho más aún mientras la penetraba, fuerte pero lento, demorando nuestro final, pero con Bella era imposible, me sobrepasaban las emociones y las sensaciones, era mucho, demasiado todo lo que Isabella me provocaba. Al poco tiempo, pude sentir sus paredes cerrarse sobre mí. Cada vez lo hacía con más fuerza y eso, provocaba que terminara a veces, junto con ella. Después de ese increíble orgasmo, nos quedamos de nuevo dormidos.
***
El teléfono sonó y no me sorprendí cuando escuché que era su madre quien llamaba. Había visto algunas fotos y comentarios de la noche anterior en Internet, y se le oía contenta pero le advirtió a Bella que hablara con su padre antes que se enterara de nuestra relación por otros medios. ¿De verdad era tan estricto?
Bella se levantó y fue a hacer su llamada al salón. Seguramente estaba más nerviosa de lo normal y yo la ponía más aún. No la escuché regresar a la habitación pero oí el chorro del agua en el baño y decidí acompañarla en su ducha.
--¿No pensabas que ibas a bañarte sola verdad? – me ignoró y continuó bañándose despreocupada. A buena hora venía a recordar que seguía enojada conmigo por lo del vestido.
No lo pensé mucho y entré, quitándole la esponja que tenía en las manos, agarrándola de la cintura y poniéndola de espaldas a mí para poder enjabonarla empezando por su espalda, esa impecable y reluciente piel, al igual que sus hombros y brazos. Bajé la esponja por sus nalgas, por sus piernas y la giré para arrodillarme y lavar sus pies. Lavé también entre sus piernas, procurando no hacer ningún movimiento que delatara mi ansiedad aunque a esas alturas, otras cosas hacían notar mi excitación. Pasé mis manos con espuma por su vientre y su pecho intentando no tocar a mis dulces niñas porque serían mi detonante para perder el control y no necesitaba eso en ese momento con Bella. Yo necesitaba otra cosa.
--Isabella – hablé suave y despacio.
Gracias a Dios Bella ya había bajado la guardia - ¿Si?
--Bella – suspiré – te prometo que jamás volveré a actuar como anoche, nunca más te trataré así, ¡Te lo juro! – mi disculpa era sincera, sólo esperaba que ella pudiera notarlo.
--Edward yo… yo me asusté – mi niña tembló un poco al recordarlo y me hizo sentir más bajo de lo que ya me sentía.
--Lo sé amor, soy un estúpido y sé muy bien que hice mal. Sólo te pido que me perdones, fue un mal momento y me dejé llevar, no contuve mis impulsos y te lastimé, te hice daño. No tengo excusas por mi comportamiento, sólo puedo decirte que no va a volver a ocurrir algo así, ¡Te lo prometo Bella!, ¿Me perdonas?
La abracé suavemente, ella tomó mi rostro entre sus manos, besó mi frente y luego mis labios – Sí Edward – esas palabras habían sido para mí como agua para un sediento.
--Gracias amor - me apretó fuerte y luego hundió su rostro en mi cuello y besé el suyo. Un momento después, la separé de mí. Me daba besos en el hombro y me acariciaba, entonces hice más espuma en mis manos y las pasé por mis niñas, despacio, pero Bella dio un brinco acompañado de un gritito llevándose las manos al pecho. Estaba adolorida por mis “arranques” pasionales.
¡Grandísimo pendejo!
Me disculpé una vez más y la ayudé a quitarse la espuma. Tomé el gel en mis manos para lavarme rápidamente y salir de ahí cuando sentí sus manos y la esponja en mi espalda. Un cosquilleo recorrió mi columna dejándome muy quieto. Ella al contrario, paseo la bendita esponja y sus manos por mis hombros, mis nalgas y me abrazó por detrás acariciándome el abdomen y yendo más abajo, un poco dudosa, pero puse mis manos sobre las suyas y llevándolas por dónde necesitaba sentirlas. Dejé una de sus manos con la esponja sobre mi abdomen y la otra la bajé entre mis piernas. Ya con ambas manos libres, la guié por mis ingles y casi dí un grito de placer cuando tomó mi duro y muy excitado miembro entre sus manos subiéndolas y bajándolas por toda mi longitud.
--Bella, me vuelves loco – dije entre jadeos y gemí fuerte cuando con una de sus manos tomó mis testículos y los masajeaba hasta hacerme perder la cordura – Oh Bella, eres una niña mala – dije antes de empezar a sentir la tensión en mi parte baja. Ella lo notó y comenzó a mover sus manos más rápido. Me giré y se asustó con mi movimiento tan repentino.
--Ni pienses que te me vas a escapar – la amenacé. La pegué contra la pared y comencé a acariciarla con mi mano, metiéndola entre sus pliegues, rodeando su clítoris mientras mi otra mano disfrutaba acariciando su pecho.
--¿Edward? – preguntó mientras introducía mis dedos en su interior.
--Dime amor – respondí sin perder la concentración ni el ritmo de mis dedos entrando y saliendo de ella. Estaba ya muy cerca, lo sabía porque comenzaba a tensarse sobre mis dedos, pero no la dejaría venirse sola.
--Espérame Bella – le pedí tomando una de sus manos y colocándola sobre mi miembro. Ella me comprendió y la movió de arriba abajo, ayudándome a alcanzarla para estallar juntos. Ella terminó en mis dedos y yo sobre su cuerpo. Nos abrazamos y sentí que ambos temblábamos. Eso había sido glorioso.
***
Después de esa increíble mañana y medio día, fuimos a comer a uno de mis lugares favoritos, nada ostentoso pero sí delicioso. Le pregunté si por fin me diría cómo le había ido con la llamada a su padre porque con su madre le había ido muy bien y podía asegurarlo ya que había escuchado la plática completa. Resultó que mi suegro quería conocerme y a mí no me parecía mala idea, debíamos platicarlo más seriamente.
Después fuimos a mi apartamento por unos planos y algunos documentos que Nadia había tenido a bien recordarme llevarlos a la junta del lunes. Había encontrado 5 mensajes suyos y 3 llamadas perdidas al encender mi blackberry esa tarde. No entendía esa insistencia pero lo dejé pasar, aunque volví a apagarlo. No quería recibir llamadas de Nadia por lo menos hasta el día siguiente. Salí de mi estudio con todos mis documentos y me quedé observando a Bella hablar por su teléfono. Adoptaba la actitud de una mujer segura, hablaba confiada y firme, tomando decisiones. Dejaba de ser mi niña Bella a la que quería proteger de todo, mimarla, consentirla y cuidarla.
Regresamos a su apartamento y la cargué sobre mi hombro tumbándola en la cama para comenzar otro round desenfrenado de sexo puro, pero me dejó ahí, esperando por ella que se había metido al baño, aunque con una sonrisita muy sexy, lo que me decía que la espera iba a valer mucho la pena. Me desvestí y sólo me deje mis bóxers, me acosté en la cama, impaciente por tener entre mis brazos a Bella para hacerle el amor todas las veces que quisiera. Estaba tan perdido pensando en cómo complacer a Isabella que no la escuché salir, pero si me dejó sin palabras cuando la vi dentro de un hermoso baby doll que revelaba mucho de su cuerpo, además, su cabello suelto sobre sus hombros y esos labios carnosos y rosados esperando los míos. ¡Dios, ya estaba muy excitado!
--¿Ya te vas a dormir? Yo pensé que te gustaría jugar un ratito conmigo – dijo con una voz muy sensual que me hizo pestañear varias veces. ¿En dónde había quedado mi Bella tímida?, ¿Lo había sido alguna vez?
--Te estaba esperando amor – traté de controlar el tono de mi ronca voz. La cargué y la puse de rodillas en la cama, frente a mí. Comencé a besarla despacio, relajándome. Teníamos toda la noche para disfrutarnos y lo haríamos con mucha calma.
--Te ves muy linda amor, esto te queda muy bien – susurré a su oído. Me respondió algo que no entendí porque justo en ese momento sus manos estaban en mi pecho, prendiéndome más. Acaricié la piel de sus nalgas mientras mis labios besaban la orilla de su baby doll y de pronto ya estaba acostado sobre la cama con Isabella a horcajadas y rozándose contra mí. Resbaló un poco y con sus dientes, tomó la orilla de mis bóxers tratando de quitármelos.
--¡Quítatelos amor! – me ordenó y la obedecí. Una vez libre de ellos pude ver su mirada complacida con lo que tenía frente a ella, se inclinó y comenzó a repartir besos por debajo de mi ombligo y creí enloquecer cuando sus labios recorrieron las marcas que mis músculos delineaban en mi cuerpo. Juré que había muerto y subido al cielo cuando sus manos se cerraron sobre mi erección, apretándome y soltándome, torturándome al acariciar mis testículos, gimiendo y jadeando al sentirla recorrer de arriba abajo toda mi longitud.
-¡Oh Isabella! – gemí su nombre al darme cuenta que esa excitante caricia que sentía, era su boca que se había apoderado de mi miembro – Bella no, no tienes que… - iba a continuar diciendo “no tienes qué hacerlo” pero el placer que me estaba dando me había dejado incapaz de hablar. Su lengua jugaba con la punta, succionaba, la acariciaba y yo estaba al borde de la locura. Me introdujo y me sacó de su cálida boca muchas veces, aumentando poco a poco la rapidez de sus movimientos, haciendo que me tensionara demasiado pronto pero yo no quería eso, yo quería hacerla disfrutar primero. Ella seguía concentrada en complacerme y lo estaba haciendo perfectamente bien, tanto que tuve que detenerla porque estaba a casi nada de estallar en su boca y en ese momento tal vez no fuera agradable para ella.
--No Bella amor, no sigas – le pedí pero Isabella creyó que me había hecho daño y se disculpó con voz bajita, asustada y apenada. Pero yo no tenía tiempo para explicarle nada, tomé el condón que había guardado bajo la almohada mientras ella estaba cambiándose y me lo coloqué.
--¡Ven aquí! – la llamé mientras le quitaba las braguitas rosas levantando sus caderas y una vez libre de ellas, me acomodé sobre ella entre sus piernas y con fuerza la penetré.
--¡Mírame Isabella!, ¡Mírame! – ordené pero casi no podía abrir los ojos para hacerlo debido a la fuerza de mis embestidas. No fui violento, pero si fuerte al poseerla esa noche. Lentamente sentí crecer la tensión en su vientre, acorralándome y encerrándome, provocando que mi propia tensión comenzara a despegar, alcanzándola para terminar juntos.
--¡Edwaard! – Bella gritó mi nombre con mucha fuerza, apretando sus manos en mi espalda y arqueándose contra mí.
--¡Bellaa! – la seguí en esa caída, gozando su liberación y la mía, agotados, felices…
Giré sobre la cama llevándola conmigo haciendo que descansara en mi pecho – Gracias amor – murmuré a su oído y luego me acomodé detrás de ella.
--Te quiero – susurró y nos quedamos dormidos después de disfrutarnos completamente esa noche, esa mañana y ese medio día.
***
Me levanté muy temprano esa mañana. Tenía un día muy ocupado y mucho “trabajo de oficina”. ¡Dios! ¡Cómo odiaba estar encerrado trabajando! ¡Era un fastidio! Mis juntas durante todo el día eran inevitables y además vitales. Negociaríamos presupuestos para varias etapas del la construcción y para rematar el perfecto día, los ambientalistas me mandaron una lista con nuevos requisitos y nos reuniríamos para discutir los requerimientos más tarde.
--¿Edward? – escuché su voz mientras me bañaba.
--¡Amor!, ¿Qué haces levantada?, Regresa a la cama – le pedí y caminó de regreso a nuestra habitación.
¿Nuestra habitación?
Eso sonaba muy bien. Merecía una cena especial y una larga charla. Estaba seguro que a Isabella le iba a encantar la idea cuando se lo propusiera, si yo, de tan sólo pensarlo no podía desatornillar la sonrisa de mi cara, ella estaría feliz.
Ya me había afeitado, vestido y ahora iba por el tercer round con el nudo de la corbata. Era inútil. Podrían pasar mil años y yo seguiría en un completo enredo. Miré por el reflejo del espejo y ahí estaba Isabella observándome divertida.
--Déjame ayudarte amor – me dijo quitándomela y colocándosela alrededor del cuello. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba acomodándome un perfecto nudo de corbata en mi cuello.
--¡Wow! ¿Dónde aprendiste? – le pregunté curioso.
--En los desfiles amor, siempre faltaban manos para ayudar a algunos chicos – me respondió con una vocecita tierna, esa vocecita que me apagaba el switch, que me desconectaba de todo y permitía que un raudal del sensaciones me invadiera, sin darme opción de nada. Tomó mi mano y me llevó a la cocina. Bella me había preparado el desayuno y me senté en una silleta con ella en mi regazo mientras le daba una mordida a mi tostada. Platicábamos de cosas sin importancia pero pude fijarme que Bella estaba un poco rara.
--¿Pasa algo Bella?, te siento preocupada – fruncí el ceño.
--No es nada, sólo tengo que decidir algo y aún no se bien qué hacer – decía mientras con mi nariz le acariciaba la oreja.
--¿Quieres que lo platiquemos en la noche? – le ofrecí regresando al baño y luego la recosté en la cama, despidiéndome de mis niñas, acariciándolas suavemente y pidiéndoles a las 3 que se cuidaran, cuando di un brinco al sentir su mano en mi miembro alerta por ella.
Salí casi huyendo porque estaba seguro que si me quedaba, le haría el amor todo el día y hubiéramos muerto por agotamiento sexual extremo. Sonreí de sólo pensar en tonterías cómo esa y me dirigí a la presa para recoger las estadísticas y otros documentos para avalar nuestros puntos ante los ambientalistas. Al llegar entré a mi ‘oficina’. Erick y Nadia revisaban las últimas mediciones y parecían contentos.
--¡Edward! – Me recibió Nadia con un grito – ¡Estamos listos!
--Vaya, esa si esa una buena noticia – me senté detrás de mi escritorio – enséñame todo.
--Tenemos 5 alternativas para el cauce del agua – Erick me pasaba varias hojas con los nuevos análisis – las hemos estudiado y parecen ser las más viables.
--Me parece bien – murmuré mientras les daba un vistazo – a pesar de que son estudios provisionales, parecen bastante confiables como para considerarlos una opción segura – y era verdad, porque a pesar de ser parciales, nos daban indicios seguros para profundizar la investigación y concentrarnos en ellos. Esa investigación tan rápida y eficiente les habría tomado realizarla el fin de semana entero. Era un trabajo muy completo que nos respaldaría totalmente en la junta con los ambientalistas y su condenada lista de peticiones de última hora.
--Bueno – dije con una amplia sonrisa – felicitaciones a ambos por el excelente trabajo, se esmeraron mucho y es una investigación de primera calidad, ¡Felicidades! – repetí, pero un carraspeo por parte de Erick me hizo levantar la cabeza para verlo.
--Ingeniero – balbuceó – yo no lo hice, fue Nadia.
La miré y tenía la mirada perdida en algún punto por la ventana. Cómo si no quisiera que le reconocieran su esfuerzo o por el contrario, que la adularan y que los demás quienes no habían sacrificado sus horas de descanso se sintieran culpables por no ser tan comprometidos en su trabajo, como ella.
--Nadia – me puse de pie y me acerqué – es un trabajo excelente, no puedo hacer menos que felicitarte de nuevo – me sonrió y me miró con sus ojos azules, dejando la actitud extraña que tenía desde hacía varios días.
--Es mi trabajo Edward – dijo modesta – y amo hacerlo – sonrió de nuevo - ¡Estamos listos!
--¿Nos vamos? – pregunté tomando todos los documentos y gráficas del escritorio.
--Si – respondió colgándose de mi brazo.
Nadia se fue conmigo a la ciudad para afrontar el pesado día que se nos venía encima. En el camino, discutíamos cosas del trabajo cuando metió la mano bajo el asiento buscando algo que se le había caído y al sacarla sonreí al ver lo que tenía en la mano.
--Bonita cartera – dijo un poco sorprendida – y de un gusto excelente – me miró – te haz superado Edward – y estalló en risas.
--¿Si verdad?, voy mejorando con el tiempo – reí al recordar que el sábado al regresar del baile, teníamos prisa por subir al apartamento, tal vez Bella ni se acordaba que la había olvidado ahí.
--Felicidades Edward – me soltó de buenas a primeras – ya vi las noticias, estás por todos lados – rió burlándose.
--Hey – le dí un codazo de broma – yo quería ser famoso ¿Lo recuerdas? - y le guiñé un ojo.
Llegamos a nuestra primera junta la cual duró varias horas pero después de negociaciones certeras, se llegó a un buen acuerdo con el presupuesto y yo quedé muy tranquilo. Faltaba la junta con los ambientalistas que era el tema que honestamente, más me preocupaba porque si ellos ponían trabas, el departamento del Estado encargado de apoyarnos, no podría hacer mucho por nosotros y se retrasaría todo el proyecto. Prácticamente dependíamos de ellos. Afortunadamente quedaron gratamente complacidos con las nuevas propuestas y prometimos enviarles a la brevedad posible, los estudios detallados y todo lo que ellos nos solicitaran para su veredicto final.
Después de comer le marqué a Bella - Hola amor, ¿Estás ocupada?
--Hola cielo, no, no estoy ocupada, estamos en el tráfico, voy a mi prueba, ¿Y tú?, ¿Cómo va tu día? – amaba su voz.
--Bien, algo tedioso con mi trabajo de oficina, lo peor que me puede ocurrir. Bella ¿Recuerdas lo que te pedí por la mañana? – le pregunté.
--Si amor, lo recuerdo muy bien – la escuché soltar una breve risita.
--Por favor Bella, ¡Aléjalas de los alfileres!, ¡Es en serio!, no creo que te guste que te claven alfileres en mis niñas ¿verdad que no? – de sólo pensarlo me angustiaba. Bella soportaba muchas cosas en su trabajo de modelo y lo hacía sin quejarse, ¿Qué le costaba tener un poco de cuidado extra? Por ella y por mí que sufría con imaginarme algún tipo de tortura a la que se sometía.
--Ay Edward, no te preocupes que eso no va a suceder – me decía eso para tranquilizarme, lo sabía.
--No sé cómo puedas garantizarme la seguridad de mis niñas pero confiaré en ti. Tengo que irme, te veo en casa amor, te quiero – dije resignado.
--Te quiero Edward – eran las palabras que podría escuchar por el resto de mi vida.
La tarde transcurrió sin mayores problemas con las negociaciones y papeleos. Pude terminar temprano y pasé por algo de cenar. Al llegar, saqué la lasagna y la metí al horno. Me cambié de ropa y abrí una botella de vino mientras esperaba a Isabella que entró como si viniera huyendo de alguien y me abrazó, enterrando su rostro en mi pecho.
--¡Isabella!, ¿Qué pasa amor?, ¿Qué tienes? – le pregunté mientras trataba de separarla de mi para que me explicara qué le ocurría, pero no pude despegarla de mi pecho.
--Cuéntame, ven – me senté con ella en mis piernas - ¿Qué tiene mi niña grande? – estaba aprendiendo a reconocer cuando estaba realmente preocupada, cuando de verdad un problema la atormentaba y necesitaba que la llenaran de apapachos y mimos. Este era un momento de aquellos.
--Sólo un problema laboral – me contó el motivo de su preocupación, aunque ya tenía la solución y la apoye cien por ciento en la decisión que había tomado. Sacó los platos para poner la lasagna caliente y unos crostinis. No pasé por alto que no había cenado mucho pero sí había tomado ya casi tres copas de vino.
--¡Hey!, ¡Hey! – La reprendí – no más para ti esta noche – y le acerqué su plato para que comiera un poco más – un poco más y nos vamos a la cama.
--No, mejor ya vámonos a la cama – ignoraba el crostini que le acercaba a la boca, era preciosa.
Ya en la habitación, Bella entró al baño y yo me acosté en la cama repasando los canales de la tele, esperándola, cuando la vi salir con una pijamita muy tierna sin dejar de ser sexy, justo como ella.
--Ven aquí – hice a un lado las sábanas y se recostó junto a mí, con su cara en mi pecho - Esperé todo el día para tenerte así Bella, ya no resisto mucho tiempo sin estar cerca de ti.
Y comenzó nuestra sesión de lo que se pronosticaba como una buena noche de sexo. Me coloqué a horcajadas sobre ella y empecé a quitarle la poca ropa que acababa de ponerse, empezando por su pequeña blusa y cuando logré tirarla por algún lugar, seguí con esos diminutos bóxers. Bella tampoco perdía el tiempo y estaba igual o más ansiosa que yo, porque mi camiseta ya pasaba sobre mi cabeza, dejándome sólo con mis pantalones de pijama. Levantaba sus caderas rozándome, incitándome, pero tomé sus manos mirándola y haciéndole saber que iba a ser algo lento mientras la besaba y sus gemidos se hacían más fuertes. Me encantaba escucharla, gemía, jadeaba y gritaba sin pena, sin miedo, sin pudor. Isabella disfrutaba de su cuerpo, del mío y de lo que haciamos juntos, estaba muy orgulloso por mi niña mayor, en lo que se había convertido.
--Por favor – me suplicó.
--¿Qué quieres Isabella? – pregunté mientras besaba su cuello, saboreando su piel.
--Tus niñas. Bésalas – su voz estaba cargada de deseo, suplicante y ansiosa.
Y dispuesto a complacerla, hice lo que me pidió, bajando mi boca a un pezón y mis dedos supliendo mis labios en el otro. Isabella gemía y se retorcía bajo mi cuerpo y mis caricias y yo estaba orgulloso de mí al comprobar una vez más, todo lo que le podía hacer sentir.
--Edward – dijo en un murmullo.
--¿Si amor? – pregunté sin distraerme.
--Por favor – suplicó de nuevo.
--No Bella, esto es con calma, relájate – le pedí mientras cambiaba mi boca a su otro pezón consintiéndolo de la misma forma que al otro.
--Muérdeme – pidió, pero en vez de eso, pasé mi lengua dejando mi saliva sobre su pezón, muy húmedo para luego soplar un poco.
--Aún no – mis dientes tomaron el pequeño y rosado pezón y jalaron de él, fuerte pero sin lastimar y sentí que arqueaba su cuerpo presionándolo a mi boca mientras busqué el otro pezón, repitiendo mi tarea. Mis manos acariciaban mientras sus brazos, sus costados, cuando sentí bajo mis dedos algo irregular en su impecable piel. Me retiré un poco para ver qué era y descubrí una línea pequeña, roja, con un poco de sangre seca. Era otro rayón causado por un alfiler.
--¡Maldita sea! – grité enojado.
--Edward… - intentó decir algo pero la interrumpí.
--Te lo pedí Isabella, te pedí que te cuidaras - ¿Cómo podía controlar mi enojo ante eso? ¡No podía!, ver que la lastimaban y la dañaban, me provocaba mucha rabia y coraje, no soportaba que sufriera, eso era lo que me enojaba, ¡Que sufriera!
--Estaba distraída y me moví, pero es normal que pasen estas cosas – dijo disculpándose mientras pasaba suavemente mis dedos por el rayón.
--¿Normal? – Bufé al escucharla. ¿Cómo podía decirme que era normal que maltrataran su cuerpo?
--¡Normal!, dime qué cosas entran en lo normal para ti Isabella. Porque para mí no es normal llevar a mi novia a emergencias en la madrugada con raspones infectados, ni hirviendo en fiebre, ni que le claven alfileres en alguna parte del cuerpo – ya estaba exaltado y me estaba desquitando con ella pero no sabía cómo explicarle lo que sentía cada vez que se hacía daño.
--En mi trabajo esto es muy común que suceda – dijo con voz baja y se levantó, recogió su ropa tirada y entró al baño. De nuevo había arruinado un buen momento. Tendría que aprender a manejar mi enojo, no podía controlar su vida y cada uno de sus movimientos, eso lo sabía muy bien aunque la necesidad de protegerla de todo me llenaba y nublaba toda mi razón. Pero haría el esfuerzo, por ella y también por mí.
Fui al baño y cuando entré, ví que se mojaba la cara, enfriándose las ganas de aventarme algo a la cara y bien merecido que lo tendría por sobreprotector. La abracé y la miré por el espejo con una disculpa en los ojos, arrepentido por tener otro arranque manipulador.
--Lo siento amor, pero no te imaginas cómo odio que te hagan daño – murmuré mientras besaba su nuca.
--Edward, cosas cómo estas van a seguir ocurriéndome porque así es mi trabajo, estoy muy acostumbrada. Nadie me hace daño adrede, simplemente son cosas que pasan – me dijo con voz tranquila cómo le habla una maestra a su alumno tratando de explicarle y que la comprendiera. La volteé y la abracé, la besé y así estuvimos un momento. La llevé de nuevo a la cama y nos acomodamos para dormir, con nuestros cuerpos muy pegados como cada noche.
--Voy a tomar un curso de primeros auxilios amor – susurré a su oído y sonreí.
--Tonto Edward – rió. Al parecer, de nuevo había perdonado otro estúpido arranque de mi parte.
***
Ese día también empezaban las campañas para Chanel que tanto habían estado esperando. Había invitado a Alice para que estuviera presente todos esos días, pero conocía muy bien a mi hermana, sabía que podía ser realmente molesta y le advertí cómo podía mantenerla a raya. La abracé, nos despedimos con un beso y salí hacia la presa.
Al llegar a mi oficina, encontré un cerro de hojas de estadísticas que revisar así que respiré hondo y me di a la tarea de empezar no sin antes llamar a Nadia. Su opinión era invaluable y estudiar cada uno de los análisis con ella sería lo mejor.
La mañana pasó y miré que mi reloj indicaba casi las doce y marqué el número de Bella, quería saber que había ocurrido con el asunto de Ángela.
--¡Amor! – me saludó antes de que pudiera decir algo.
--Mmm qué alegre, ¿Puedo adivinar porqué? – le pregunté aunque por su tono de voz podía estar seguro de su alegría.
--Puedes intentarlo, pero no adivinarás todo – me retó.
--¿Son varias cosas?, ¡Vaya! Empezaré por la que te preocupaba mucho, solucionaste el problema con Ángela… - sólo esperaba que me lo confirmara.
--¡Si! Y hay algo más pero te lo diré en casa amor, es una sorpresa - ¿Sorpresa? Uf, ahora no dejaría de pensar en eso por el resto del día.
--¿Me vas a tener esperando hasta la noche Isabella? – pregunté melodramático.
--¡Si! Pórtate bien y te lo digo en casa, si no, te quedarás sin saber – me amenazó con su linda voz.
--¿Serías capaz de no decirme? – traté de nuevo aunque sabía que iba a ser inútil.
--Claro, pruébame – aseguró.
--No, me portaré bien Isabella, verás qué tan bien me puedo portar…
--Nos vemos en casa cielo – dijo suave.
--Bella… - suspiré antes de continuar – cuídate amor, te quiero.
--Lo haré, te quiero – ¡Amaba a esa mujer!
Ya podía estar tranquilo. El problema que preocupaba a Bella ya estaba solucionado y todos estábamos contentos porque Jimmy permanecería junto a ella. Ese era un buen día, sólo buenas noticias. Esa tarde me quedé a analizar varias proyecciones con Nadia ya que Isabella no acabaría temprano con la sesión de fotos, así que decidí aprovechar el tiempo. Tal vez fuera por mi buen humor al recibir la noticia de que Ángela se quedaba trabajando con Bella, que todo el tiempo restante se me pasó como agua.
--Y las escalas podemos hacerlas con estos datos… - levanté la mirada hacia Nadia que no me respondió, sólo me miraba, sin alguna expresión en el rostro.
--¿Estás contento verdad? - ¿Qué? Perdí toda la concentración – me da mucho gusto por ti Edward, ya te hacía falta después de…
--Gracias Nadia – la interrumpí – mejor nos vamos, ya es tarde – y paré la conversación porque no me gustaba el rumbo que iba a tomar.
--Perdona – se disculpó – no es asunto mío – y se puso de pie para salir de la oficina.
--Nadia, lo siento – suspiré – siento ser grosero pero sé que comprendes porqué quiero olvidarme de todo eso.
--Si, te entiendo muy bien – hizo una pausa – sabes que cuentas conmigo si me necesitas ¿verdad? – ¡Carajo!, era mi amiga y la estaba haciendo a un lado de nuevo. Me acerqué a ella y la abracé.
--Gracias Di – así la llamaba de cariño en la universidad y al escuchar su sobrenombre me apretó – si mi relevo se cansa, ya sabes dónde encontrarme Edward – dijo guiñándome un ojo.
--No hay tal relevo – la solté – Bella no quiere saber nada de mi pasado y tal vez sea mejor así. ¿No crees?
--Mmm – torció la boca pensando – creo que debería saber ¿Acaso no estarías más tranquilo con todas las cartas abiertas sobre la mesa?
Ese era un buen punto. Nadia tenía razón así que volvería a intentar hablar con Bella pronto.
***
Ya era tarde cuando llegué al apartamento y Bella aún no terminaba. Le marqué y me respondió Jimmy.
--¡Amor! – hablé antes de que ella dijera algo como era su costumbre.
--Sé que lo soy Edward, pero jamás defraudaría a mi mejor amiga – y soltó una sonora carcajada – ahora te la comunico, se está cambiando.
--Hola Jimmy – saludé - ¿Les falta mucho aún?
--Nop, te comunico, ciaoo.
Bella había terminado y ya venía a casa, se le oía muy cansada pero la consentiría mucho cuando llegara. Tal vez un masaje por toda la deliciosa piel de su espalda, sus pies, tendría que relajar esos bellos hombros y llenarla de besos… mientras pensaba en cómo mimarla, me cambié y fui a preparar algo para cenar. No había mucho de dónde escoger y lo único que pude hacer fueron un par de sándwiches que se veían con muy buena cara.
Bella no tardo mucho y cuando por fin llegó sólo cenó la mitad del sándwich mientras me contaba lo que había ocurrido en la junta con Ángela pero no decía nada sobre la sorpresa.
--¿Ya me vas a contar? – insistí impaciente.
--Si, ¿estás preparado? – Se colocó entre mis piernas y me abrazó – ¡Nos vamos a Tailandia o Australia o a República Dominicana a una playa de encanto! – Se separó para mirarme - tengo una sesión ahí, aún no deciden en dónde pero mañana lo sabré, ¿no es genial?
¿Genial? Bella tendría que irse. No, definitivamente no era genial
--¡Si amor!, que bien que vayas a una playa – fingí alegría ya que para ella si era una noticia fantástica - ¿Y cuando te vas?
--En un mes, sólo son cómo tres o cuatro días, pero me encanta la idea de ir a la playa – como lo supuse, ella estaba feliz por ir a trabajar a un paradisíaco lugar.
--Que bien amor – la abracé fuerte y evité que viera mi rostro un poco decepcionado. Sabía muy bien que estaba siendo egoísta pero la sola idea de estar separados me descomponía todo.
--¿Qué pasa?, ¿No te gusta la idea? – la escuché preguntarme con su voz chiquita y tímida.
--Sinceramente… no.
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