BELLA’S POV
–¡Bella y yo vamos a casarnos!
Por espacio de muy, pero de muy pocos segundos se hizo un silencio sepulcral; por supuesto todas las miradas estaban sobre nosotros y Edward muy nervioso, volvió a apretar mis manos con tanta fuerza esta vez que casi doy un gritito.
De pronto, sólo pude escuchar el ruido de las sillas retirándose entre los gritos de todos y los chiflidos de Emmett y Jasper. Carlisle fue el primero en acercarse a nosotros y nos dio un abrazo tan fuerte y lleno de cariño que mis lágrimas no pudieron contenerse y comenzaron a correr por mi rostro.
–Edward, Bella – sus ojos brillaban de emoción - ¡Que orgulloso estoy de ustedes! Me hacen muy feliz con esta noticia, los quiero…
–Gracias papá, nosotros también te queremos – Edward me miró y yo sólo asentí repetidamente, abrazando de nuevo a Carlisle. Luego Phil y Sue hicieron lo mismo felicitándonos y deseándonos lo mejor en la nueva vida que emprenderíamos juntos.
Esme visiblemente emocionada, nos abrazó feliz, llorando sin poder decirnos mucho - ¡Hijos…! – y lloraba de nuevo. Me giré y vi a mis padres aún sentados; mi madre lloraba tapándose la boca y la nariz con las manos mientras que Phil, palmeaba sus hombros. Despacio nos acercamos a ella y se aferró a mí en un abrazo.
–¡Oh Bella! – se separó un poco y tomó la mano de Edward – no sabes cómo me siento al verte tan enamorada y feliz, ¡Te lo mereces hija! ¡Ambos se lo merecen! – se soltó llorando de nuevo – soy tan feliz por ustedes… ¡Que no puedo hablar! – la abrazamos y con calma, me giré hacia mi papá que seguía en su lugar, con las mejillas húmedas, limpiándose los ojos discretamente con un pañuelo que le había dado Sue.
–¿Papá? – dije con voz débil mientras sentía la mano de Edward en mi cintura haciendo un poco de presión. Mi padre se levantó y me miró; su bigote temblaba; me acerqué y me lancé sobre él - ¡Papá! – exclamé cuando sentí sus brazos encerrarme…
–Mi pequeña, mi pequeñita se casa… – susurró – y con el mejor de los chicos, ¡Ven aquí! – le dijo a Edward y nos abrazó a ambos – es un buen muchacho Bella, quiérelo mucho – me aconsejó.
–Ya lo hago papá, con toda el alma.
–Y a ti – se dirigió a Edward – no tengo que decirte nada, sólo que la quieras más de lo que ya lo haces… los quiero chicos…
–Y nosotros a ti papá…
–Ah y por favor – habló un poco más fuerte – ¡Quiero ser un abuelo joven! Quiero llevar a mis nietos de pesca, así que no me hagan esperar mucho.
–¡Te aseguro que no tendrás que hacerlo! – Edward me abrazó, besó mi coronilla y todos rieron mientras mi cara se hinchaba de vergüenza y se ponía roja y brillante como una manzana. Los chicos después de darnos el espacio para ser felicitados por nuestros padres, nos abrazaban y felicitaban también, compartiendo nuestra alegría. Rose y yo permanecimos un largo momento en silencio, solo nos apretamos en un abrazo que decía más que mil palabras…
–¡Bella! No puedo estar más feliz de tenerte por fin bien amarradita a mi hermano – gritaba Alice emocionada – ahora si nada empañará tu felicidad – hizo una seña extraña con la mano y todos reímos, luego prácticamente se colgó del cuello de Edward quien en el abrazo la levantó del piso.
–¡Cuñadita! – Emmett me hizo lo mismo que Edward con Alice – debería cobrarles una comisión porque gracias a mí se conocieron – dijo muy serio y se llevó un par de dedos a los labios, pensativo – de hecho, gracias a mí estamos todos aquí reunidos y ya constituidos en esta enoorme familia porque de no haberme fijado en esta hermosa mujer – levantó a Rose en sus brazos dándole un tronado beso en los labios – no estaríamos festejando a este par de tórtolos, y tampoco mi querida y dulce hermanita hubiera conocido a Jasper y …
–Está bien Emmett, entendemos tu punto – dijo Jasper – si quieres puedo aconsejarte como invertir esas comisiones para que obtengas un buen rendimiento, ¿Verdad, Bella? – me miró y yo asentí, luego se acercó a mí y a Edward.
–Ya sabes que la quiero mucho – dijo sin más.
–Yo también la quiero Jasper mucho más de lo que te imaginas – Edward fue enfático – y tú ya sabes que adoro a mi hermana…
–Lo sé y nunca más tendrán ni ella ni ustedes una queja de mi, la amo y les prometo que así será – se dieron la mano y se abrazaron palmeándose la espalda tan fuerte que todos hicimos una mueca de dolor.
–Vas a ser muy feliz Bella – un acento sexy y extranjero me dijo al oído – y si no lo hace, me avisas y con un par de golpes lo hacemos entrar en razón – soltamos una carcajada – si se rompe un hueso lo reparamos, tú no te preocupes por eso…
De pronto, una mano me jaló hacia un pasillo cercano, Edward nos miró y me soltó dejándome ir. Era Jimmy que estaba hecho un mar de llanto. Éramos un nudo apretado fuertemente, aferrados uno al otro sin poder hablar, la emoción nos había sobrepasado… después de unos minutos por fin lo escuché.
–Te casas Bella, ¡Te casas! – retiró las lágrimas de sus ojos – ¿Sabes que te quiero verdad?
–¡Claro que lo sé tonto! ¿Por qué me lo preguntas?
–Porque creo que estoy un poco celoso de Edward, pero de buen modo ¿Ok? – se apresuró a decir – ya no te tendré disponible para mi a cualquier hora…
–¡Choo! Con Diego no tienes ni un segundo disponible para mi, ¡La celosa debería ser yo! – nos reímos tan fuerte que Edward se asomó sonriendo.
–Y tú – lo señaló con su dedo acusador – si no supiera cómo te preocupas por mi dulce Bella… – se detuvo bajando la cabeza, llorando de nuevo.
–¡Por Dios! – grité - ¿Por qué todos lloran si yo estoy tan feliz?
–¡Porque te queremos tonta! Y lloramos de felicidad, ahora cállate y dame esa mano, quiero ver el tamaño tan obsceno de esa piedra – estiré mi mano hacia él - Oh por Dios – murmuró muy bajito y después en un grito exclamó - ¡Es más grande que el de Hillary Duff!
Edward no pudo parar de reír ante el comentario y yo tampoco. Todos se estaban reuniendo en el salón, Edward y yo nos dirigíamos hacia allá mientras le arreglaba el cuello de la camisa cuando escuchamos un par de gargantas hacerse notar con un carraspeo. Eran Leah y Emily que se nos acercaron de último a nosotros.
–¿Bella? – preguntó Leah tímidamente y Edward y yo nos volteamos hacia ellas – nosotras sólo…
–Nosotras sólo queremos felicitarlos, nos da mucho gusto que vayan a casarse, Charlie… - Emily hizo una pausa y bajó la mano a sus nerviosas manos – Charlie ha sido como un padre para nosotras y no nos gustó verlo sufrir cuando… tú sabes – hizo una mueca y se encogió de hombros.
–Pero te aseguro que ahora está muy feliz – Leah se apresuró a decir – llora de alegría Bella…
–Lo sé – las abracé – lo sabemos ¿Verdad? – miré a Edward quien asintió con una gran sonrisa.
Después de todas las muestras de cariño de parte de toda nuestra familia, nos reunimos en el salón y comenzó lo que tanto temía…
–¿Y cuando será la boda? – Esme preguntó primero.
–Hay que saberlo para separar el lugar – Choo advirtió – ¡tenemos tantas cosas que ver con la boda! ¡Sólo no me digan que será pronto porque no nos dará el tiempo para nada! – dijo alarmado.
–Las invitaciones, la fiesta, ¡El vestido! – mi madre se emocionó pensando en todo aquello.
–¿Cómo lo quieres Bella? – Rose me sonrió, sabía que me hacía mucha ilusión mi vestido porque muchas noches fue el tema de nuestra plática antes de dormirnos.
–¡Nos vamos a divertir tanto ayudándote a escogerlo! – dijo Alice dando brinquitos - ¡Y la despedida de soltera! ¿Te imaginas lo que organizarán las chicas cuando se enteren? ¡Será grandiosa!
–¿Cómo? – Edward frunció el entrecejo - ¿De que hablas, Alice?
–De la despedida de soltero – Emmett interrumpió – como la que te vamos a hacer a ti – Edward hizo una mueca.
–Y entonces chicos – Carlisle regresó al tema – ¿Para cuando? – Tomé aire, Edward me abrazó por la cintura y decididos anunciamos…
–¡Será en tres meses!
–¿¡Están locos!? – Jimmy se infartó – tres meses no es tiempo suficiente para organizar algo como se debe, ni yo creo poder hacerlo…
–Bueno, nosotros… de hecho no queremos casarnos aquí – dije emocionada - ¡Nos casaremos en Los Cabos!
–¿En la playa? – mi padre sonreía - ¡Yo si me apunto a esa boda! – bromeó alegre.
–Papá – le sonreí – creo que no tienes otra opción, ¡Como ninguno de ustedes!
De pronto todos estaban felices y de acuerdo, aunque creo que no nos hubiera importado mucho si alguien objetaba algo diferente ¡Era nuestra boda! Así que en lo que menos nos imaginamos, ya todos hacían planes para en tres meses, volar a Los Cabos para nuestra boda. No nos había costado nada decidirnos por el lugar; era un hecho que sería muy íntima y esa playa era la más indicada, era hermosa, privada y significaba tanto para nosotros que a gritos nos pedía celebrar ahí nuestra unión.
Mientras todos hablaban, opinaban y bromeaban, recordaba todos los planes que Edward y yo hicimos durante el mes que tuvimos que esperar para comunicarle a toda la familia que nos casábamos. Pensamos en buscar un lugar más grande para vivir, que fuera en los suburbios ya que era un entorno mucho más tranquilo y nos gustaba para que nuestros hijos crecieran sanos y seguros aunque nos tardáramos un poco más en llegar a nuestros respectivos trabajos, no importaba.
También hablamos mucho sobre cuantos hijos queríamos tener. Ahí si que teníamos nuestras diferencias, ya que él soñaba con tener su propio equipo de béisbol a lo que por supuesto me negué, ¡Hubiera tenido que pasar el resto de mi vida embarazada!
Acordamos por fin, tener dos hijos y lo más pronto que Dios decidiera enviárnoslos mucho mejor. Edward me había preguntado muy insistente si no prefería esperar un par de años y disfrutar mi carrera, pero no quise. Tenía muchas amigas, como Heidi, Alessandra, Adriana y Miranda que se habían embarazado y seguían trabajando como si de cualquier otro empleo se tratara, pero Edward parecía encontrarse entre la espada y la pared porque se moría de ganas de ser papá muy pronto pero no quería presionarme, sabía lo que mi carrera significaba para mí pero yo estaba muy segura y tampoco quería esperar.
Después de un buen rato donde solo escuché sobre telas, invitaciones, el vestido, Los Cabos y no sé cuanto más, nos despedimos y Emmett y Jasper se ofrecieron para llevar a mis padres al hotel y dejarnos libres el resto de la noche.
–¿Estás contento? – rodeé su cintura con mis brazos por detrás. De inmediato se giró y levantó mi barbilla.
–¡Claro que lo estoy! – besó mis labios - ¿Tú no?
–Si – hundí mi cara en su duro pecho – siento que estoy soñando… no quiero despertar.
–Es tan real como lo que voy a hacerte ahora Isabella – murmuró con voz ronca y lentamente comenzó a despojarme de la pijama que ya me había puesto; sus dedos rozaron las puntas de mis senos provocando que se endurecieran a su contacto.
–Creí que estarías cansado… – dije en un suspiro devorando sus labios.
–De ti nunca…
Y nos perdimos entre besos y caricias, prodigándonos mucho amor, haciéndonos dueños absolutos del cuerpo del otro, entregándonos por completo a esa pasión que siempre nos parecía nueva, sin perder su ímpetu, su fuerza, esa fuerza que día a día nos alimentaba y nos hacía crecer plenos de amor.
***
Unas horas después y agotados pero muy entusiasmados, nos despertamos ya que toda la familia vendría a nuestra casa para repartir los regalos y para pasar el día de navidad. Esme, Sue y mamá se encargarían de llevar la comida, nosotros sólo debíamos tener listo y dispuesto todo, así que conseguimos una enorme mesa que arreglaría después de darle a Edward su regalo y desearle una feliz navidad.
–Buenos días cielo – dije con la mejilla pegada a su pecho - ¡Feliz Navidad!
–La navidad más feliz de mi vida – sentí sus labios en mi coronilla – por mucho…
–¿Te habrá traído algo Santa? – le pregunté melosa - ¿Te portaste bien?
–Muy bien, pero ¿sabes? – levantó con un dedo mi barbilla – mi regalo me lo dio desde que me dijiste “Si”… – invadida por una ternura que me estrujó el corazón, lo besé emocionada.
–Ven, veamos qué nos dejó Santa en nuestras botitas…
–¡Ja! Tú ya lo has dicho amor, “botitas” – se burló del tamaño de nuevo y cargada de caballito, me llevó al salón para ver nuestros regalos; me sorprendí cuando vi ambas botitas llenas mientras nos sentábamos en el suelo junto al árbol.
–¡Son dulces! – grité como una niña y me lancé sobre la mía - ¡Y de los que me gustan! Puros ositos de gomita – me lamí los labios, me encantaban…
–¡Que generoso Santa! ¿Solo te trajo eso? ¿No hay más ahí? – intentó asomarse al fondo de mi bota.
–Espera – puse mi mano en su pecho – primero quiero darte tu regalo – sonrió y asintió obediente. Tomé la cajita larga de entre todos los regalos del árbol y se la di - ¡Feliz Navidad Ingeniero!
Sin un gramo de paciencia, comenzó a arrancar el papel y cuando terminó, leyó la inscripción de la caja de madera abrió la boca asombrado.
–¡No puede ser! – me miraba atónito – no es cierto, pero si… es un Cousteau Divers – con extremo cuidado y como si se tratara de un objeto de delicado cristal, sacó el reloj y comenzó a admirarlo embobado – Bella esto es… ¡es increíble! – lo depositó con muchísimo cuidado en el suelo y tomó mi rostro entre sus manos dándome un atronador beso y regresó su completa atención al reloj. Le había gustado mi regalo.
–¿Sabías que en 1996, una barcaza chocó accidentalmente contra el Calypso y lo hundió en el puerto de Singapur? – me decía casi murmurando como contándome un cuento mientras estudiaba minuciosamente cada partecita del reloj – luego un pesado remolque lo llevó a un astillero y trataron de repararlo pero no hubo nada que hacer, solo rescataron lo que pudieron de él. Un año después murió Cousteau, de depresión supongo… y parte de la maquinaria de esta hermosura está hecha con piezas de madera del verdadero Calypso… ¿Te imaginas Bella? – por fin me miró – tengo un mis manos una parte del que fue el objeto más preciado del más importante científico, explorador e investigador de nuestros tiempos…
Por varios minutos más permaneció absorto en el reloj que descubrí que miraba una noche por Internet, lo cierto es que nunca imaginé que causara tal efecto en él mi regalo. Estaba muy complacida y satisfecha por eso.
–¿Por qué no me regalas uno de tus dulces? – su sonrisa torcida y traviesa apareció en ese bello rostro suyo – presiento que los de tu bota saben mejor… – ansiosa comencé a sacar todos los dulces y en el fondo, encontré una cajita chiquita…
“Para las llaves del lugar donde guardarás mi corazón”
Te Amo
Edward
–¿Qué…? – cerré los ojos con fuerza en un intento por comprender - ¿Esto…? – me veía con el rostro iluminado - ¿Edward? – chillé - ¿Edward?... – él asintió y me abrazó hundiendo su rostro en mi cuello.
–Feliz navidad mi vida…
–¡Oh por Dios! – apenas pude balbucear, estaba inmóvil - ¡Oh por Dios! – creí que me iba a desmayar de la impresión - ¡Gracias cielo! ¡Gracias!
–Encuentra la que más te guste y pon las llaves ahí – comenzó a besarme con esa desesperación que ya conocía bien.
–Edward… ¡Estamos junto al árbol!
–¿Ves porque necesitamos un lugar más grande? Tienes que apurarte amor… – su voz ronca sonaba como a canto de los dioses y me rendí… ¡otra vez!
***
Ya habían llegado todos y el apartamento se nos hacía pequeño ante tal hervidero de gente. Hablaban y gritaban todos al mismo tiempo, reían, bromeaban y caminaban alrededor de la montaña de regalos que entre todos habíamos formado. Esme, mi madre y Sue, llenaban las charolas, las ensaladeras y los grandes platos con todo lo que habían llevado y Alice, Rose y yo los acomodábamos en la mesa con la ayuda de Leah y Emily. Los hombres, platicaban muy animados mientras esperaban ser llamados a la mesa, también estaban impacientes por abrir los regalos, sobre todo Emmett que parecía un niño chiquito, pero ya habíamos decidido que lo haríamos después de la comida, que fue de las cosas más agradables que recordaba haber vivido.
Estar sentados todos a la mesa, riendo, bromeando, disfrutando cada platillo, a veces discutiendo por tonterías tan banales como el futbol, el trabajo o lo que fuera, terminar con un rico postre entregado justo en mi boca por el hombre al que amaba, eso precisamente era lo que quería a partir de ese momento y por siempre en mi vida… y Santa me lo estaba cumpliendo.
Cuando al fin acabamos, Emmett corrió al salón y se sentó a esperar sus regalos junto con Jasper, Jimmy, Diego y Edward. Con el pasar de los minutos, pasaron frente a nuestros ojos todo tipo de obsequios, Alice le dio a Jasper casi un guardarropa completo al igual que Jimmy a Diego junto con un estetoscopio con sus iniciales grabadas y él a su vez le dio a Choo un increíble juego de maletas Louis Vuitton, Alice, Rose y yo estábamos mudas por tan lindo regalo.
–¿Ya ves? – Rose codeó a Emmett en las costillas y señaló las maletas - ¡Ese es un buen regalo Emmett, no una pijama de conejitos por más calientita que sea!
Rose se quejó pero cuando Emmett le dio su verdadero regalo, que era un viaje a Bariloche, lo atacó a besos y le dijo que eso estaba mucho mejor que las maletas de Jimmy; después muy cariñosa, le dio a Emmett un montón de palos de golf que había pedido y él brincó emocionado cuando los vio.
Los viajes fueron el regalo más popular entre todos. Jasper le regalo a Alice un fin de semana en Miami y Edward y yo le regalamos a Carlisle y a Esme una semana en Roma junto con mi padre, Sue, Phil y mi mamá. A Jimmy y a Diego, les regalamos una escapada a Las Vegas junto con un par de entradas para el concierto de Cher.
–¿Qué? ¡No están hablando en serio! ¿verdad? – preguntaba dando brinquitos - ¡Veremos a Cher!
No podíamos ser inmunes al entusiasmo de ese par, quienes nos regalaron a todos unas lindas y ricas mantas italianas bordadas, a los hombres de grecas y a nosotras de varios tipos de flores. Leah y Emily recibieron de nuestra parte un Ipad para cada una y tarjetas de regalo para que se compraran la ropa que quisieran y para nuestra sorpresa, ellas nos regalaron a Edward y a mi, un collage de fotos nuestras; ellas mismas escogieron y editaron cada foto realizando un excelente trabajo. Tenían talento, era indudable.
Tardamos horas en darnos los regalos que seguían y seguían apareciendo, camisas, camisetas, corbatas, suéteres, chamarras, bolsos, perfumes, teléfonos, pijamas, libros de cocina, lentes oscuros, pantuflas y hasta ropa interior nos regalamos entre todos. No podía creer cuanto se había esmerado Santa en esta familia… Ya era de noche cuando el último regalo fue entregado, unas galletas que Leah y Emily habían horneado para todos y que en ese mismo momento arrebatamos, no dejamos ni una sola viva.
Después de que todos se fueron, Edward y yo nos estrenábamos las pijamas a juego que mi madre nos había regalado, nos veíamos adorables. Me acosté en la cama, estaba cansada y apenas Edward estuvo a mi lado, me acomodé en su pecho para dormir. Levanté el rostro y le di un beso en la punta de su barbilla que ya raspaba.
–Fue un día de navidad perfecto ¿No te parece? – le pregunté mientras me miraba profundamente.
–Perfecto amor, un día perfecto…
–¿Qué sucede? – me intrigó la intensidad de su mirada.
–Nada – me acarició el cabello – ya descansa anda, cierra esos ojos…
EDWARD’S POV
La cena de navidad había sido un evento que no olvidaría jamás. Toda la familia estaba reunida y eso era algo que sin duda no había vivido en mucho tiempo; el estar lejos me lo impidió y yo, para ser franco, nunca hice ningún intento por regresar a casa en esas épocas… ¡Como me arrepentía de ello! Pero ya todo sería diferente, yo había cambiado. Isabella me había cambiado devolviéndole el alma a mi antes inerte corazón. Un corazón que latía fuertemente solo para ella y por la familia que entre los dos pronto formaríamos.
Esa noche Bella y yo anunciamos nuestro compromiso y nuestra futura boda. Todos estallaron de alegría, haciendo que nos sintiéramos flotar en una elevada nube… nos parecía estar viviendo en un sueño. ¡Vaya! Si que el amor me había afectado, estaba siendo mucho más cursi de lo normal, ¡Pero que bien se sentía!
Mi padre fue el primero en felicitarnos, estaba muy emocionado. Le siguieron Phil y Sue que nos desearon lo mejor, luego siguió mi madre que difícilmente pudo hablar de la felicidad y me provocó un nudo en la garganta; quería tanto a Bella que el saber que sería mi esposa fue demasiada alegría para ella. Reneé estaba igual, lloraba sin parar pero estaba feliz, nos abrazó a ambos y nos llenó de besos. Charlie… me sorprendió. Yo sabía que tenía algún aprecio por mi, sobre todo después de decirme donde encontrar a mi Bella cuando… cuando se fue; él le pidió que me quisiera porque yo era el mejor de todos los chicos… eso fue demasiado para mi ego, era mucho más de lo que podía esperar de él, pero cuando nos pidió darle nietos pronto, simplemente enloquecí.
Era verdaderamente agradable recibir todas esas muestras de cariño, las felicitaciones, las sonrisas, el amor y hasta las bromas de mi hermano. Sin duda, estábamos viviendo uno de los mejores momentos de nuestras vidas, en el que nos sentíamos abrazados por una atmósfera tan especial que continuó envolviéndonos al día siguiente, en la mañana de navidad que también fue inolvidable…
¿Cómo podría no serlo si mi Bella me hizo uno de los regalos más fantásticos? Ese reloj que aparecía alguna que otra vez en mis sueños, era una pieza exquisita de colección y solo había 2500 en el mundo, uno era mío y todo gracias a mi Bella. Otro regalo maravilloso que recibí, quizás el mejor, fue ver el rostro impávido de Isabella cuando fue mi turno de darle el mío. No lo podía creer; la sorpresa de recibir una casa de regalo de navidad se reflejó en su rostro llenándome de orgullo al poder provocarle esas reacciones tan únicas, tan mías…
Fue nuestro turno de recibir a la familia en casa; fue una locura… ¡16 personas en el apartamento! que no era para nada pequeño pero ese día nos faltó espacio. Necesitábamos urgente nuestra casa. Me estaban gustando las reuniones familiares.
Mi Bella estaba radiante, se veía preciosa con ese rubor en las mejillas y su adorable sonrisa. Era feliz dándoles regalos a todos de nuestra parte, regalos de los que por supuesto yo no tenía ni la más mínima idea salvo de los viajes que juntos elegimos darles a nuestros padres y que habían recibido emocionados, sobre todo mi madre que por una u otra razón, nunca había ido al Vaticano y ansiaba ir. También a Jimmy y a Diego les dimos un viaje a Las Vegas y entradas para el concierto de Cher, no sabía lo mucho que les gustaba y me daba mucho gusto poder retribuirles un poco por todo el cariño que le tenían a Bella.
Esa noche ya en la cama, no podía dejar de admirar a Bella acostada sobre mi pecho. Era tan hermosa que aún no podía creer todo lo que estaba viviendo… que estuviéramos juntos, que me amara y que me aceptara en su vida… era tan buena, tan inocente todavía para tantas cosas que aún no se daba cuenta de la naturaleza tan egoísta del hombre que la tenía entre sus brazos. Por más que quería, no podía dejar de pensar en tener un hijo aunque sabía que eso significaba hacer otro alto en su carrera. Las largas noches en las que habíamos hecho tantos planes, yo me mantuve tan firme como pude y le aseguré que esperaría el tiempo que fuera necesario para que disfrutara de su trabajo y ya después, cuando ella estuviera lista, empezaríamos a encargar a nuestra familia, pero en realidad sólo hablaba de dientes para afuera porque yo quería tener un hijo ya.
Isabella me decía una y otra vez que el embarazarse no era un impedimento para continuar trabajando, que muchas de sus amigas aún estando embarazadas trabajaban sin ningún problema y que ella también podría porque quería ser mamá tan pronto como pudiera. Casi me muero de alegría al escucharla decirme eso porque aunque me prometí no volver a tocar el tema para que no se sintiera comprometida sólo por darme gusto si es que eso era lo que ocurría, al verla en ese momento tan bella, tan segura de si, demostrándome tanto amor, mi parte egoísta que en ese momento se estaba volviendo la más dominante, no dudó en salir.
–Fue un día de navidad perfecto ¿No te parece? – decía contra mi pecho mientras la miraba.
–Perfecto amor, un día perfecto… – acariciaba su espalda.
–¿Qué sucede? – me miró intrigada.
–Nada, ya descansa anda, cierra esos ojos – dije para que ya se relajara y durmiera.
–¿Edward? – insistió – dime por favor…
–Bella yo… – me detuve – no es nada, ya duérmete amor.
–¿No me vas a decir que te pasa? – no respondí – seguro estás así porque te quedaste con ganas de recibir más regalos ¿No? – la miré profundamente a los ojos – ah, eso es – dijo tranquila – bueno cielo, dime que regalo es el que faltó que te diera Santa, tal vez yo te lo pueda conseguir… – sonrió coqueta y me giré quedando sobre un costado abrazándola tan fuerte como podía; me sentí temblar…
–Bella yo… – hundí mi cara en su cuello – yo ya no quiero que te cuides…
–¿Q-qué? – intentó comprender.
–Quiero embarazarte Isabella…
Se aferró a mi cuerpo sin decir nada, solo suspiraba y sentí sus mejillas mojadas. Nos mantuvimos abrazados hasta que nos quedamos dormidos. No quise pensar si se negaría, aunque me había dicho lo contrario, no quise pensar en nada, ni siquiera me lamenté o me recriminé por habérselo pedido y de esa forma. Sólo lo dejaría pasar y que el tiempo decidiera.
A la mañana siguiente sin abrir los ojos, estiré la mano buscando el cuerpo de Bella pero sólo estaba su espacio vacío; me estiré aún más pero las sábanas frías me indicaron que ella había salido de la cama hacía ya algún rato. Me senté de golpe todavía adormilado y sacudí la cabeza para despejarme, me puse de pie y fui a buscarla. El olor me guió; estaba en la cocina haciendo leche con chocolate y pancakes.
–Mmm que madrugadora – dije tomándola por la cintura y besándola – esto huele muy bien…
–¡Cielo! – sonrió contra mis labios – hay frío y pensé que algo calientito nos vendría bien.
–¿Quién tiene frío? – metí mis manos bajo su bata y rocé sus pezones erectos no sabía si por mí o por la temperatura – no se tú amor, pero este par de niñas necesitan entrar en calor – las froté con más decisión.
–Edward déjame terminar – me pidió.
–Claro que vas a terminar y de qué forma…
Le quité de las manos la cuchara con la que sacaba los pancakes de la sartén y la dejé a un lado; le desaté el nudo de la bata que ya estaba flojo y esta cayó al suelo.
–Edward – chilló – estoy… preparando el… desayuno – mis besos en su cuello la estaban poniendo en el mismo tono en el que me encontraba ya – se van a quemar…
–El que se está quemando soy yo, mira como me tienes – empujé mi erección hacia su pelvis – ardiendo por ti… – atrapé desesperado su boca mientras mis manos recorrían las curvas de sus caderas y se iban hacia atrás, a sus nalgas.
–Estamos en la cocina – dijo sin mucha convicción.
–La cocina me gusta – con mis manos en su cintura la levanté sentándola en la encimera, empujando hacia atrás los utensilios que estaba usando – es cálida.
A esas alturas tanto ella como yo, estábamos inmersos en oleadas de excitación; sus manos se enredaban en mi pelo alterando aún más mis sentidos y yo en respuesta, bajé mi rostro a su pecho mordisqueando alternadamente sus pezones sobre la tela. Sus piernas se cerraron alrededor de mis caderas no permitiéndome alejarme ni un milímetro de ella y con apuro, me sacó por encima de la cabeza la camisa de la pijama.
–¿Alguien tiene prisa? – me reí y bajó una mano dándome un apretón en mi erección - ¡Ah! Bella…
–Estás listo para mí – su voz era casi irreconocible.
–Pero yo no sé si tú lo estás para mí – dije burlón mientras bajaba sus pantalones de pijama y ella se levantaba un poco para permitirme deshacerme de ellos, descubriéndome que no llevaba ropa interior – necesito cerciorarme…
La recosté sobre la encimera y sólo subí la camiseta sobre su pecho, sin quitársela. De pie entre sus piernas, me incliné para complacernos.
–Niñas… – y me lancé sobre ellas, tomándolas una por una, presionando mi boca sobre ellas, adueñándome de su volumen, de su sabor, de lo erectos de sus pezones que jalaba entre mis dientes y torturaba con la punta de mi lengua… eran la gloria para mí.
–Te necesito – jadeaba – por favor hazlo.
Sus demandas parecían un eco lejano, mi atención estaba centrada en mis niñas a las que estaba llenando de mimos y cariños. Isabella alzaba las caderas mientras gozaba de mis caricias, incitándome a llenarla con mi cuerpo pero mis planes eran otros… por el momento.
–¡Edward Anthony! – me hizo reír por cómo me llamó y su ansiedad de mí me sacó del trance en el que estaba, haciéndome recordar lo que quería. Alcancé su boca y con un salvaje beso, mi lengua se apoderó de la suya, demandante, en movimientos que dejaban muy claro quien tenía el mando ahí.
–Siempre tan impaciente Bella, siempre…
Con una lentitud que sabía que la estaba enloqueciendo, descendí por su tórax, dejando un rastro húmedo como me gustaba, rodeé de nuevo a mis tesoros y continué mi camino hacia el sur, lamiendo con ternura su vientre y por fin, llegando a su suave y siempre bien dispuesto y desnudo monte de Venus… hermoso.
–¡Si! – gritaba excitada por lo que sabía que vendría para ella - ¡Si!
La tomé por debajo de sus nalgas y la jalé hasta que quedaron justo en la orilla de la encimera, donde las necesitaba; me puse de rodillas entre sus piernas y las coloqué en mis hombros para que estuviera lo más cómoda posible. Su esencia me embrujaba, se apoderaba de mí y bajo su influjo, rozaba mi rasposa barba en su entrepierna con mucha delicadeza para no lastimarla pero tratando de excitarla lo máximo posible.
Primero froté mi barbilla a los lados de sus labios como una caricia, llegando tan abajo como podía; Bella se removía en la encimera y se empujaba contra mi barba buscando mayor contacto. Antes de tocarla donde deseaba, besé sus labios aún cerrados, tan suaves, y pasé solamente la punta de mi lengua en un adelanto de mis futuras caricias. Gimió y sentí su mano en mi pelo, dirigiéndome al punto exacto. Ansioso, mis dedos abrieron sus labios descubriéndome su centro vulnerable a mí. Su humedad la hacía brillar y al ver lo que se me ofrecía, me lamí los labios de anticipación.
–Eres tan hermosa, que no puedo resistirme a probarte…
Seducido por mis propias palabras, mi lengua acarició su mojado botón; con suavidad lo presioné y pasé sobre él muy despacio sólo probándolo, pero cuando sus gemidos se hicieron bastante audibles, la moví repetidas veces y pude escuchar mi nombre en diferentes niveles de volumen mientras jalaba de mi pelo con fuerza, perdida en las sensaciones que orgulloso le hacía alcanzar. Mi lengua resbalaba fácilmente lubricada gracias a lo mojada que estaba, irresistible, sabía a deseo y al más puro sexo que clamaba sólo por mí, haciéndola perder todo gramo de sensatez.
Probé su entrada paseando mi lengua por ella y desesperado por poseerla de alguna forma, la hundí en la pequeña ranura lo más que pude tratando de alcanzar la ambrosía más pura, estremeciéndonos a ambos, jadeando impacientes. Me moví dentro de ella, en círculos, tocando sus paredes y provocándole brinquitos, haciéndola retorcerse y tirar varios recipientes de la encimera cayendo estrepitosamente al suelo, pero ni tanto escándalo pareció perturbarla como el deseo lujurioso que se había apoderado de ella.
–Por favor…
Abandoné su caliente y deliciosa cavidad para dar paso a mis dedos, sabía bien que con ellos ahí su orgasmo sería inminente. Deslicé dos dentro de ella y de una sola vez, tocándola, acariciándola y buscando su punto de locura, ese que apenas me sentía desataba las más intensas sensaciones en su cuerpo haciéndola gritar pidiéndome llenarla de mí.
–¡Te necesito dentro!
Acariciaba su mágico punto, su respiración estaba agitada, jadeaba, mis dedos se deslizaban dentro y fuera de ella con extrema facilidad, estaba lista para recibirme y yo estaba más que preparado para llenarla y colmarla de mí. Saqué mis dedos de su cuerpo y despacio me fui poniendo de pie, agarrando sus piernas y enredándolas alrededor de mis caderas; me incliné hacia ella y la besé haciéndola probarse en mi boca. Bella lamió mis labios y sus comisuras, no dejándose de saborear; le acerqué mis dedos y los pasé por sus labios, los atrapó y comenzó a chuparlos, a succionarlos tan sensual, que mi vientre recibió un latigazo ante la imagen que tenía frente a mí.
Con un fuerte dolor en mi palpitante erección, bajé con torpeza mis pantalones de pijama y luego, ansioso, la tomé de las nalgas acercándola a mi para penetrarla de un solo embiste. Sosteniéndola firmemente con mis manos bajo sus las nalgas arremetí en ella como si la vida me fuera en ello. Con fuerza, con pasión, lujuria, deseo, ansiedad, necesidad, todos y cada uno de los sentimientos que tenía por ella, los más básicos, pero los más puros… una y otra vez, dentro y fuera de ella, mientras la tensión en nuestros vientres se acrecentaba y nos acercaba al imperioso orgasmo que nos envolvería. La presión alrededor de mi miembro era mucha, Bella se cerraba en mí incapaz de alargar por un instante más la explosión de su cuerpo, no podía contenerse, era una tortura. Y se dejó ir, llevándome con ella, estallando juntos, abandonándonos al placer que nuestros cuerpos alcanzaban con tan sólo amarse.
***
El espectáculo empezaba y las luces se iban apagando. Ahí estaba, sentado en uno de los mejores lugares del Radio City Music Hall, listo para ver a las Rockettes, cortesía de Esme Cullen para toda la familia. ¿Pero en qué momento nos había convencido de aceptar su tour de vacaciones por los espectáculos más importantes de Broadway? ¿Cuándo dije si? Todavía no lo recuerdo, pero con solo ver la cara iluminada de Bella, se borraron todas mis protestas.
Honestamente ese era un show más bien para mujeres, al menos eso pensé antes de que comenzara, pero una vez que las vimos en acción, tanto mi padre, Charlie, Phil, Emmett, Jasper y yo, cambiamos de opinión y las vimos con otros ojos. “Sincronía Perfecta” sería mi definición adecuada para esas chicas que además de bailarinas excelentes eran guapísimas, y para sorpresa de todos nosotros, el espectáculo era realmente bueno; la música, los efectos, el concepto, todo. Yo estaba muy contento por haber ido después de mi renuencia y salí con muy buen sabor de boca de ahí, pero sin duda quienes más lo disfrutaron además de mi madre, Esme, Sue y todas las chicas, fueron Jimmy y Diego. Por fortuna, el tour de mi madre, solamente duró por 2 obras más. “Chicago” y “El Rey León”, ambas realmente buenas. Podría decir que las disfruté muchísimo, especialmente la última.
Por las mañanas, las chicas se pasaban organizando todo lo de la boda, desde luego en “las chicas” iban incluidas mi madre, Reneé, Sue y Jimmy. Bella decía que tenían que aprovechar esos días ya que en enero regresarían a trabajar y Reneé y Sue volvían a sus ciudades; querían adelantar lo que pudieran y se pasaban horas viendo invitaciones, flores, velas y no se cuantas cosas más. Si por mi hubiera sido, me robaba a Bella y nos casábamos en el registro civil sin necesidad de tanto alboroto, pero ese era mi sueño no el de mi futura esposa y yo sólo estaba para hacerla feliz.
Mi padre por su parte, se tomó sus vacaciones para llevar a Charlie y a Phil al club, al Museo de Historia Natural y a otros sitios de interés. Diego por su recién arribo estaba trabajando al cien por ciento, al igual que Jasper, Emmett y yo, pero por las noches nos reuníamos todos en casa de mis padres para las cenas informales que eran el deleite de mi madre pero sobre todo, para tener su casa llena.
Todos esos días fui a trabajar a la presa. No me podía dar el lujo de tomármelos por la oportuna ausencia de Nadia. Ni una llamada, ni un mensaje, e-mail ni nada. No iba a sentarme a extrañarla, así que entre Erick y yo hicimos su trabajo ya que encontrar un experto en hidroeléctrica a esas alturas nos tomaría demasiado tiempo, por lo que decidí que mejor nos aplicáramos y ya después, con calma, encontraríamos su reemplazo porque era obvio que no quería volver a la presa.
A pesar de que terminaba agotado, por las noches ya en la cama, Bella me contaba de los avances que tenían en los arreglos de la boda y yo la escuchaba muy atento; adoraba verla tan emocionada y contenta. Según Jimmy 3 meses eran pocos para organizar algo ‘decente’ pero en 3 días, casi tenían todo listo, claro, a mi punto de vista.
Entre Bella y yo no volvió a surgir el tema “embarazo”. Estaba muy conciente de que no fue ni el momento ni el modo para pedírselo. La había asustado y obviamente eso era lo último que quería hacer; era verdad que yo deseaba una familia. Si. Pero de común acuerdo y que llegara en el mejor momento para ambos, sin presiones; me había dejado llevar y no podía dejar que ocurriera otra vez.
El último día del año llegó y por supuesto Esme organizó una enorme fiesta. Estaba tan contenta que quería echar la casa por la ventana festejando la alegría de la familia y lo quería compartir con todos sus amigos. Y tenía razón, ya que cuando uno está feliz, quiere gritarlo a los 4 vientos y compartir su alegría con todo el mundo… con todo el mundo menos con la bola de rémoras, parásitas, zánganas, inescrupulosas, bajas y ruines que se hacían llamar ‘reporteros’.
Bella estaba de acuerdo conmigo en eso, así que sería una celebración privada. No habría ni un solo socio del anteriormente mencionado gremio, no venderíamos ninguna exclusiva a ninguna revista ni daríamos ningún dato de absolutamente nada referente a nuestra boda. Hecha esa resolución, tanto ella como yo, estábamos muy tranquilos.
Mientras pensaba en eso, luchaba con el nudo de la corbata; me rendí y me giré hacia ella con un infantil puchero en la cara.
–¿Por favor? – clamé por su ayuda. Bella sonrió y la tomé por la cintura, sentándola junto al lavabo para que estuviera a buena altura. Me acerqué lo más que pude a ella colocándome entre sus piernas; puse mis manos en sus muslos y las subía y bajaba por ellos.
–¡Edward! – me advirtió y me detuve resignado.
–¡Es que no sé en donde ponerlas! – fingí inocencia – me pareció un buen lugar, pero si me das a escoger – dije con voz ronca – este me parece el lugar ideal – acuné a mis preciosas niñas haciendo a un lado su mullida bata. Bella bufó y rodó los ojos, yo me reía divertido – de acuerdo, de acuerdo, voy a comportarme.
No le llevó nada hacer el nudo; le quedó perfecto. Se dio media vuelta y se encerró en el vestidor. Minutos después, salía con un hermoso vestido verde menta. Inconcientemente se dibujó una sonrisa en mis labios.
–Te ves muy hermosa amor – dije en un susurró mientras me acercaba – vas a dejar a todos sin habla…
–Me conformaría con dejar mudo solo a uno – se puso de puntitas y me besó – tal vez con eso lo logre…
–Yo creo que se necesitará de un poco más de esfuerzo de tu parte – ironicé y me besó de nuevo – mmm buen trabajo, pero a decir verdad, ya quiero estar de regreso y quitarte este vestido.
–¡Sólo espero que corra mejor suerte que el otro! – soltó una carcajada y supe que en realidad no recordaba con exactitud lo ocurrido aquella noche.
BELLA’S POV
Todo había quedado muy hermoso en casa de Esme. Nos habíamos pasado la mañana entera ayudándola con las flores ya que su florista estaba de vacaciones. Las luces blancas, los adornos en púrpura y dorado, los gorritos, los espantasuegras, el confeti, todo estaba impecable y en su lugar.
Estuvimos allí una hora antes de que empezaran a llegar todos los invitados ya que Edward me había dicho que tenía que arreglar un asunto; me asombré mucho cuando me llevó directamente a la biblioteca y mis padres estaban ahí junto con los suyos. Todos elegantemente vestidos, los hombres de traje se veían muy apuestos y las señoras se veían regias con sus vestidos largos. Después de saludarlos miré intrigada a Edward como todos los demás, pero se limitó a sonreírme.
–Gracias por estar aquí tan temprano en esta noche que será muy larga – empezó a decir mientras se sentaba junto a mí y agarraba mi mano.
–Mejor – dijo mamá – así empezamos a festejar desde antes – todos rieron.
–Como saben – Edward se puso algo formal – Bella y yo hemos tenido que pasar por mucho para estar aquí y tan felices – mi corazón empezó a latir muy fuerte conforme hablaba – sorteamos muchas jugadas del destino y salimos victoriosos; ahora juntos iniciaremos una vida que desde lo más profundo de mi corazón deseo esté llena de alegría tanto para nosotros como para todos a nuestro alrededor – apretaba mi mano entre las suyas – amo profundamente a Isabella y si ustedes me lo conceden, quiero dedicar mi vida entera a hacerla feliz. Charlie, René… quiero pedirles formalmente la mano de Isabella…
Todos abrieron la boca asombrados menos yo. No pude. Estaba inmóvil ante semejante sorpresa.
–¡Muchacho! – exclamó mi padre dándole un trago a la copa que tenía en la mano – ¡Me vas a matar de un susto! – las risas no se hicieron esperar – sé que Bella no podría estar en mejores manos, síguela cuidando y queriéndola tanto Edward.
–¡Oh Edward! Bella no pudo encontrar a nadie mejor que tú – mi madre lo miraba fascinada – eres el chico con el que todas las madres soñamos para nuestras hijas…
–Mmm ¿Eso es un sí? – preguntó Edward bromeando.
–¡Desde luego que si! – gritó mi padre feliz.
De nuevo nos llenaron de felicitaciones, buenos deseos y abrazos. Nunca esperé que Edward pidiera mi mano esa noche, de hecho, yo creí que con anunciar nuestro compromiso ante ellos había sido suficiente e iba implícito en el anuncio, el pedir mi mano, aunque no negaría jamás lo lindo que se había sentido escuchar a Edward decir todas esas cosas tan bellas que deseaba para ambos mientras cumplía con todo el protocolo de un compromiso.
¿No era el hombre ideal?
Poco a poco fueron llegando los invitados y cuando llegó Rose con Leah y Emily, Edward y yo nos quedamos pasmados. Esas chicas eran hermosas pero Rose, las llevó a hacerse un cambio de look y las dejaron impresionantes… mi amiga también las había llevado de compras y a decir por sus caras, se lo habían pasado genial.
La noche transcurría y Edward y yo, éramos el centro de atención ya que Carlisle y Esme les comunicaron a todos el motivo de su felicidad y por el cual habían decidido festejar justamente esa noche. La media noche llegaba y los meseros se paseaban con bandejas llenas de copas con champagne, Edward tomó 2 y me guió a un solitario balcón.
–Al fin solos – dijo sensual pero en broma – necesitaba escapar un rato de ahí.
–Si, me siento un poco… ¡abrumada! – me pegué a su pecho, tenía frío. Se quitó el saco, me lo puso sobre los hombros y me abrazó – gracias…
Permanecimos abrazados un buen rato en silencio esperando escuchar de un momento a otro la cuenta regresiva; nos mirábamos a los ojos mientras todos gritaban y se acercaba el fin de la cuenta… 5, 4, 3, 2, “¡Feliz Año!”
Lo recibimos con un intenso y profundo beso que significaba todo para nosotros; el dejar atrás tantas cosas con el año viejo como las cosas buenas por venir en nuestras vidas. Si, ese sería un buen e inmejorable año…
***
Sentí el brazo de Edward abandonar mi cintura. Lo sentí también sentarse y salir de la cama tratando de no hacer ruido. Se tardaba. Escuché ruido en el vestidor y me giré buscándolo con mi mirada aún nublada. Se estaba vistiendo…
–¿A dónde crees que vas el primer día del año? – le pregunté asustándolo – está helando afuera…
–Voy a echar un vistazo a la presa, hoy se quedan muy pocas personas de guardia y quiero ver que esté todo bien. Sigue durmiendo amor, estaré aquí al medio día, descansa – besó mi frente y acomodó el edredón.
–¡Voy contigo! – dije apresurada.
–¿Qué? Bella afuera está nevando, mejor quédate, no tardaré – pero en lo que protestaba, ya tenía el cepillo de dientes en la boca y me enfundaba en la ropa térmica.
–Ya ejtoy lijta… – traté de no ahogarme y él rió mientras negaba con la cabeza. En 10 minutos ya estaba vestida y con un enorme abrigo encima; pasamos a hacer efectivo mi crédito en Starbucks con 2 capuchinos grandes muy calientes junto con algunos muffins y nos dirigimos a la presa.
El paisaje era increíble, todo estaba cubierto de nieve, parecía una postal navideña. Disfrutaba del bello paisaje, de nuestro muy calórico desayuno, de James Blunt aunque Edward solo lo tuviera en su Ipod por mí porque a él no le gustaba, de sus caricias en mi muslo… era un excelente primer día del año.
Nos adentramos en la desviación que llevaba a la presa y Edward bajó aún más la velocidad por la nieve que aunque no era mucha podía hacer patinar el auto y era mejor tener precaución. Al llegar hasta el edificio de oficinas lo escuché maldecir bajito y apretó las manos sobre el volante dejando blancos sus nudillos. Se estacionó junto a una Land Rover y desabrochó su cinturón apresurado.
–¿Si te pido que te quedes en el auto lo harás? – preguntó bajando de este dando un portazo.
Me dejó algo asustada y muy confundida ¿Qué pasaba? ¿Por qué ese cambio de actitud? Sin pensarlo desabroché mi cinturón a verlo subir las escaleras hacia la oficina, bajé deprisa y lo seguí. Edward entró y se quedó de pie mirando a la pequeña y rubia mujer que metía cosas en una caja…
–¿Así que abandonas el barco como las ratas cuando se hunde… Nadia?*
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Gracias PattinsonWorld!