EDWARD’S POV
--Y aquí estoy Bella… Perdóname…
Escuché mi voz apenas en un susurro, débil, temerosa y por dentro sentí destilar diferentes emociones directo a mi alma; el miedo siempre presente a que no me comprendiera, que no me perdonara, a querer alejarse de mí, a su rechazo, yo… no podría vivir entonces.
Sufrí por un instante que se me hizo eterno la incertidumbre en la espera de alguna reacción de Isabella pero esta no llegaba. Seguía en la misma posición; sentada, encogida en el extremo del largo sillón con las manos en la boca y la mirada perdida sólo que ya no se mecía, dejó de hacerlo al oír mis últimas palabras.
--Bella… - murmuré muy quedamente provocando una respuesta de su parte pero ella sólo bajó la cabeza a sus rodillas y se abrazó a éstas.
¿Habría recordado? ¿Habría comprendido lo que dije? ¿Qué estaría pasando por su cabeza?
Muy despacio me moví hacia ella, necesitaba abrazarla, sentir su contacto y oír de sus labios que me perdonaba y que entendía mi inmadura forma de haber actuado pero ella seguía inmóvil sin que yo pudiera encontrar ni el más mínimo indicio de algún tipo de emoción.
Al sentir que me acercaba, se puso rápido de pie y se alejó. La seguí, respetando el espacio que mantenía entre nosotros pero ansioso. De pronto la escuché llorar, no podía ver su rostro ya que me daba la espalda, pero lo que había empezado como un breve sollozo, poco a poco fue incrementándose hasta llegar a ser un desgarrador llanto incontrolable y desesperado.
--Por favor Bella – le pedí – déjame acercarme, por favor amor…
Al hablar, mi voz se quebró y noté mi rostro bañado en lágrimas. Caminé hacia ella y antes de llegar a dónde se encontraba, se giró y terminó con el espacio que nos separaba; tenía el rostro empapado de tanto llorar, golpeó mi pecho con sus puños cerrados, furiosa, y por primera vez después en mucho tiempo, me dirigió una mirada llena de rabia y coraje.
--¡Devuélvemela! – Gritaba mientras me golpeaba - ¡Devuélveme mi vida!
Los golpes no me dolían. Sus palabras si. Calaban hasta lo más profundo de mi alma al comprender que todo su coraje estaba bien justificado. Isabella tenía todo el derecho a odiarme y a decirme esas palabras que tanto me lastimaban. Yo era el culpable, adrede o no, de que ella hubiera perdido su vida y mientras no recordara, no habría nada que borrara ese resentimiento contra mí. Tenía que dejar que se desahogara como fuera porque ella lo necesitaba.
Seguía sintiendo los golpes en mi pecho; Isabella estrellaba los puños en mi cuerpo con tal fuerza que debía detenerla para que no se hiciera daño. Había pasado de la furia a la histeria y estaba incontrolable. La rodeé con mis brazos, cerrándolos con firmeza para calmar sus violentos movimientos. Ella intentó golpear con más ímpetu cada vez y cuando ya no pudo moverse, trató de zafarse de entre mis brazos pero no lo permití. Si la soltaba se lastimaría porque en ese momento no pensaba en otra cosa que no fuera herirme de la forma que sea, así que la apreté con más fuerza contra mí impidiéndole salir de mi abrazo.
--¡Suéltame!
Me dolía el corazón, el alma entera por verla así. Ella no tendría que estar pasando por cosas tan traumáticas por culpa mía. Después de un rato de mantenerla así, su lucha contra mí fue cediendo poco a poco y gradualmente suavicé la fuerza de mis brazos a su alrededor. Ya casi estaba quieta, más por agotamiento que por sus propios deseos aunque las lágrimas seguían resbalando de sus ojos. Descansé una mejilla en su coronilla sin poder resistirme y la fui meciendo lentamente, relajándola.
Escuché un ruido detrás de mí y giré un poco la cara; Reneé y Jimmy nos observaban sin acercarse, comprendían que era un momento sólo de ambos y que necesitábamos pasar por él nosotros solos. Reneé me señaló la habitación de Bella y asentí. Jimmy me sonrió triste y desapareció junto con Reneé unos segundos después. Agradecí su comprensión y sobre todo su confianza.
Isabella ya estaba más calmada y su llanto había disminuido. Me cercioré que podía soltarla y bajé los brazos poniéndolos a mis costados; ella a pesar de sentirse libre de mí, seguía recargada en mi pecho y pude haberme hecho todo tipo de ilusiones por eso pero quise mantenerme realista tanto como pudiera porque aún no sabía lo que Bella pudiera pensar y decidir en las próximas horas. Serían decisiones cruciales para mí.
¿Estaría preparado para ellas no importara cuales fueran?
Aún escuchaba algo agitada su respiración, había sido demasiado para ella enterarse de tantas cosas importantes de su vida en tan poco tiempo. También la sentí débil, mucho más que en otras ocasiones ya que permanecía apoyada en mi pecho con dificultad. La tomé en mis brazos y sentí su cuerpo aflojarse al estar segura que no la dejaría caer. Me dirigí a su habitación, la recosté en la cama con cuidado y la cubrí con una manta ligera. Todavía tenía esa mirada perdida, al vacío, y decidido, me coloqué detrás de ella atreviéndome a pegarme a su cuerpo y respirar muy cerca de la piel detrás de su oreja. Isabella no se movió ni un milímetro y mucho rato después, cuando sentí que su respiración había disminuido su ritmo y estuve seguro que estaba dormida, rocé esa porción de piel con mi nariz, disfrutando del aroma a fresas que acumulaba ese diminuto rincón.
***
BELLA’S POV
Mientras Edward me contaba su historia, yo lo veía cada vez más desolado. El verdaderamente amaba a esa chica y no podía creer que la falta de comunicación entre ellos los hubiera llevado hasta ese punto. No podría hablar por ella, porque no la conocía o no la recordaba si es que la había llegado a conocer, pero Edward si estaba enamorado y sufría demasiado.
--¿Pasó una última noche contigo? No estoy entendiendo Edward – quise reconfortarlo y comencé a acariciar su espalda, acercándome más a él, tenía muchas ganas de abrazarlo y decirle que todo estaría bien. Él tomó aire y continuó pero se notaba que hacía un gran esfuerzo al hacerlo.
--Si Bella, una última noche porque yo me iba al día siguiente a Alemania llevando a esa mujer…
Algo me hizo quedar muy quieta, comenzó de nuevo mi malestar y me esforcé para que Edward no lo notara. Muy despacio, puse de nuevo mi brazo sobre mis piernas y me obligué a concentrarme en lo que decía.
--Fue una noche espléndida, mágica, nos entregamos el uno al otro plenamente…
“Yo creo en la reciprocidad Isabella y no tendré piedad de ti”… Esas palabras resonaron en mi mente al mismo tiempo que una imagen de Edward aparecía con una sonrisa torcida. ¿Por qué sucedía eso? ¿Qué me pasaba?
Esa desagradable sensación de un cosquilleo helado combinado con un toque electrico recorriendo mi columna completa había vuelto y desprendía su poder hasta cada una de las partes de mi cuerpo mientras más imágenes se agolpaban en mi mente; de pronto eran tantas que me parecía estar mirando através de un caleidoscopio, no podía centrarme sólo en una, me mareaban, pero si de algo estaba segura, era que Edward era el protagonista de cada una de ellas sin duda alguna.
--Me despedí de ella como lo hacía cada mañana…
No… ¡No!… Todo lo que me decía, cada una de sus palabras provocaban un pesar inexplicable en mí, no sabía porqué me angustiaban a tal grado de hacerme sentir muy denso el aire para respirar, pero lo que me hacía más difícil el controlarme, era la nueva oleada de imágenes de Edward, sonriéndome, abrazándome, acariciándome, feliz…
Me separé de él y me arrimé hasta el extremo del sillón; ahí me acurruqué mientras toda esa revolución cobraba vida en mi cabeza. Edward intentó acercarse a mí pero lo paré sin siquiera mirarlo y me preguntó si quería que se detuviera y yo negué nerviosa, ¡Él tenía que continuar!
--La busqué por todas partes… así que agoté mi último recurso y fui a casa de su madre…
No… no… ¿Por qué estaba Edward en mi mente? ¿Por qué aparecía así? ¿Por qué? Tal vez porque era él quien me contaba todo eso y me había metido por completo en lo que me decía…
--… su clóset era su lugar favorito… descubrí el regalo que ella me llevaba cuando me vio besar a esa mujer y pensó lo peor… su padre a quién le conté también todo esto se compadeció de mí… él me dijo en dónde se encontraba…
--Y aquí estoy Bella… Perdóname…
--Y aquí estoy Bella… Perdóname…
--Y aquí estoy Bella… Perdóname…
Escuché repetirse varias veces esa frase en mi mente, como un eco inagotable. ¿Sería un juego?
¡Un error! Seguro que eso era ¡Un error!
No podía ser otra cosa más que un maldito error. Edward no... No podía ser el causante de que yo dejara toda una vida de esfuerzos, a mi familia…
“¿Verdad que no es él?” Me repetía una y otra vez. “Edward nunca me haría algo así” “Edward es bueno conmigo”
Pero entonces… ¿Qué hacía ahí pidiéndome perdón? A miles de kilómetros de su casa, de su familia...
Edward… ¿Por qué? Mi vida… ¿Dónde quedaba la vida que por ti había perdido? ¿Tanto te quise Edward?
No sabía cuanto tiempo había transcurrido mientras sacaba mis conclusiones. El mundo simplemente dejó de girar a mí alrededor. Todo se volvió oscuro y frío.
--Bella… - escuché esa voz suave decir mi nombre, abracé muy fuerte mis rodillas y cerré mis ojos deseando que toda su historia fuera sólo una pesadilla mía y que él no fuera el culpable de mi estúpida decisión. Sentí que intentaba acercarse a mí y como un acto reflejo, salté del sillón alejándome de la fuente de mí sufrimiento. Después de haber permanecido un buen rato quieta, el movimiento repentino no pudo hacerme controlar mi llanto. Fluyó sin miramientos y quise ahogar mi dolor, mi decepción y algo que sentía en el pecho, que me oprimía y me hería.
--Por favor Bella, déjame acercarme, por favor amor…
¿Pero con que derecho el hombre a mis espaldas se dirigía a mí de esa forma? ¿Amor? El me había provocado todo ese sufrimiento y ahora se atrevía a llamarme ¿“Amor”? Él, que se había llevado mi vida completa ¿Me pedía que lo dejara acercarse a mí? Me di la vuelta al escuchar sus pasos y me enfrenté a él, cargada de furia, de odio contenido por el daño que me había hecho no sólo a mí sino también a mi familia y por todo lo que me había quitado.
--¡Devuélvemela! – Golpeaba con todas mis fuerzas contra su pecho – ¡Devuélveme mi vida!
Y con todo ese negro sentimiento que me carcomía el alma lo golpee una y otra vez, cada vez más duro, quería lastimarlo, hacerle el mismo daño que él me había hecho a mí, quería que sintiera dolor, quería que se sintiera perdido, sin conocer nada ni a nadie, sin saber ni su propio nombre ni donde se encontraba, con miedo, herido, rodeado de extraños, ¡Que se sintiera solo! Tan solo como yo muchas noches me sentía y me despertaba llorando, solo sin saber nada de su vida, sin saber si alguien realmente había sentido algo más que lástima por él, con la incertidumbre de encontrarse sin amigos ni nadie que lo busque, quería que sintiera lo que era el dolor de aceptar día con día que no le importabas a nadie… ¡Que sintiera lo mismo que yo!
Por eso lo golpeé más fuerte todavía, con todas mis malas ganas y mis peores deseos. Le pegué con mis puños, con mis uñas lo arañé y lo pateé por donde pude. No podía controlarme porque era demasiado el rencor que sentía en contra suya; me movía desquiciada por el coraje hasta que sus brazos se cerraron sobre mí cuerpo tratando de detener los golpes. No iban a frenarme un par de brazos. No me rendiría, así que intenté escabullirme de ellos sin éxito aunque estaba decidida a luchar hasta quedarme sin fuerzas si era necesario. Debía hacerlo por mí.
--¡Suéltame!
Pero no hizo caso de mi petición, al contrario, su abrazo se hizo más fuerte y al sentirlo, yo aumenté mis movimientos alentada por mi rabia creciente con cada minuto que pasaba. Forcejeé por escaparme de sus brazos y muchos minutos después, me cansé. Ya no podía más, pero por dignidad seguía asestándole golpes por donde fuera. Edward ya no me tenía apretada a él, sólo me sostenía para evitar que cayera directo al suelo. Me esforzaba por mantenerme de pie cuando sentí que apoyaba su mejilla en mi cabeza y se movía conmigo, arrullándome. ¿Por qué me confundía más?
Muy despacio, fue bajando los brazos liberándome pero yo no tenía las suficientes fuerzas para moverme y me quedé recargada en su pecho, incapaz de hacer nada, y cuando estuve a punto de dejar que se doblaran mis piernas, Edward me cargó y me llevó a mi habitación. Me tendió sobre la cama y me cubrió con una manta. ¿Por qué se tomaba tantas molestias por alguien a quien no le importó lastimar?
¿Por qué no se iba de una buena vez y me dejaba justo como me sentía desde que había despertado de mi accidente? ¡Sola! ¡Completa y absolutamente sola y muy confundida!
Pero Edward parecía leer mis pensamientos y hacía justamente todo lo contrario a lo que yo quería. Se recostó detrás de mí demasiado cerca, queriendo amoldar su cuerpo al mío, sin tocarme pero respirando casi sobre mí. ¡Que ironías de la vida! Me sentía tan bien con su cercanía… y tan solo unos minutos antes quería arrancarle cada órgano del cuerpo con mucho dolor y no es que aún no quisiera hacerlo…
Sintiéndome segura y sorprendentemente bien, me quedé dormida escuchando el pasivo ritmo de su respiración.
***
Milagrosamente esa noche no soñé. Nada. Ni una imagen, ni un rostro, nada. Dormí tranquila, sin sobresaltos. Un pasivo sueño me cubrió durante toda la noche sin dejarme más opción que rendirme a él, además lo necesitaba. Me sentía extenuada, agotada hasta el máximo de mis posibilidades tanto física como mentalmente. No pude ni hacer el intento de analizar mejor lo que Edward me había dicho y tampoco quise. Dolía.
Abrí mis ojos lentamente, mi habitación estaba como me gustaba, en penumbras, tan oscura que casi no podías distinguir si ya era de día; sólo por las breves orillas iluminadas de las cortinas por donde se colaba la luz del sol, me di cuenta que ya había amanecido.
Una pesadez envolvía mi cuerpo. La sentía sobre mis piernas y mi cintura. Edward dormía junto a mí. En mí casa, en mí cama, abrazado a mí cuerpo. Intenté moverme y muy despacio esa carga desapareció. Unos ruidos y gemiditos se escucharon. Estiré mi mano y prendí la tenue luz de la lámpara de mi mesilla; poco a poco fui girándome tratando de no hacer demasiado ruido y una vez que estuve sobre mi otro costado, levanté la mirada para observar al hombre que estaba ahí, a mi lado.
Edward se había quedado conmigo… Admiré su perfectamente bien esculpido perfil; sus pobladas cejas, sus pestañas, su angulosa y muy marcada mandíbula, sus pómulos y sus labios entreabiertos. Estaba vestido. Sólo le hacían falta los zapatos. Había permanecido junto a mí aún después de todo lo que le hice. Y ya que me fijaba mejor, podía ver los rasguños en sus mejillas, se veían como una líneas rosadas casi rojas; también en su garganta, ahí era donde más lo habían alcanzado mis manos, y en sus brazos…
Con mucho cuidado y muy sutilmente pasé las yemas de mis dedos por los arañazos en su brazo y los subí hasta su garganta, ahí fue dónde más daño le causé, estaban ensangrentados mucho más que en los brazos y en las mejillas. Empezó a moverse y nerviosa, traté de alejarme pero no pude. Me detuve de pronto pensando en que no había caso para salir huyendo, ya no.
--Buenos días dormilona – su voz ronca me sacó de mis pensamientos. No le contesté, sólo lo miré con cautela - ¿Estás más tranquila?
Recordé porqué me lo decía e intenté de nuevo salir de la cama, enredándome en la manta. Varios segundos de batalla con el pedazo de tela hicieron que Edward pensara otra cosa y me rodeara de nuevo con sus brazos.
--Calma Bella, no voy a hacerte daño – me hablaba como a una niña pequeña.
--Entonces suéltame, yo tampoco voy a hacerte más daño – dije con voz bajita.
Edward me fue soltando con precaución sin desviar su somnolienta mirada de mis ojos, como si estuviera esperando que reaccionara como la noche anterior. Para su sorpresa, cuando estuve libre de sus brazos, me quedé recostada en mi mismo lugar, relajada. Él, sin bajar por completo la guardia, también volvió a acostarse; podía sentir su mirada mientras yo veía al techo e intentaba ahuyentar todos los pensamientos que hacían una larga fila para entrar en mi mente y aturdirme.
Nos acostumbramos al silencio por algunos minutos; estábamos muy concientes de ambos, podíamos oír nuestras respiraciones pero ninguno de los dos decía nada. Giré débilmente mi rostro hacia él y encontré en sus ojos algo que no me esperaba; estaban rebosantes de ternura; me miraban saturados de ella. Entonces… ¡Todo tenía que ser verdad! Nadie podría mirar jamás de ese modo si no fuera sincero, si todo fuera un engaño. Si, de acuerdo, si entonces era verdad lo que Edward decía, ¿Por qué diablos me lo ocultó? ¿Qué era lo que debía hacer?
Antes que nada, necesitaba aclarar todo con detalles, quería que me lo explicara mejor, tenía que comprender cada paso de esa historia que tanto dolor nos había causado a muchos, sin embargo sabía que ese no era el mejor momento para esclarecer toda aquella complicación, además… tenía miedo.
--Isabella – escuché su voz – siento mucho… – titubeó – …la forma en la que te dije las cosas anoche, yo debí tener un poco más de tacto, lo siento.
Y sus tiernos ojos verdes se desviaron de mirarme por primera vez en un buen rato esa mañana. Yo no pude despegar los míos de sus reacciones; se veía apesadumbrado, más dolido que antes y resignado.
¡No!... Yo no quería eso. Después de meditarlo, ya lo sabía y lo que deseaba era que nadie más siguiera sufriendo porque eso era como una ley, donde caía uno, caían todos y me parecía que ya todos habíamos tenido nuestra buena porción de infelicidad por mucho tiempo. Ya no quería que eso dependiera de mí.
--Yo sé que va a ser muy difícil que me perdones Bella, pero…
--Edward – lo interrumpí y él se tensó – yo estoy muy confundida…
Al oír mis palabras me miró pasmado y jaló aire. Se separó de mí unos centímetros y continuó.
--Lo sé Bella; ayer… yo no venía con la intención de contarte todo tan abruptamente, lo último que hubiera querido era seguir causándote dolor – dijo mientras su mano acariciaba mi mejilla y comenzaba a sentir un revoloteo en el estómago.
--Nunca… pude haberlo imaginado – admití en un susurro, mirándolo directamente a sus ojos verdes – yo… no quiero pensar, me duele intentarlo, no quiero hacerlo- dije pegando mis rodillas al pecho y abrazándolas, haciéndome un ovillo.
Edward me atrajo a su cuerpo en un abrazo y yo me dejé. Estaba tan cansada de todo, de no saber quien era, de no sentir, cansada de saber todo repentinamente, de intentar llenarme de una vida que aún no sentía mía y cansada del dolor que sabía que todavía tenía por delante.
--Isabella, tienes que hacerlo si no quieres quedarte sin recuperar tu vida, tu identidad, tu mente tiene que empezar a trabajar un poco – me decía tranquilo pero sus ojos me suplicaban que hiciera el esfuerzo.
--No – dije firme – no quiero seguir descubriendo cosas que me lastimen. No quiero sufrir – se estremeció un poco con mi confesión.
--Déjame ayudarte, déjame estar contigo en el proceso, no te dejaré sola amor te lo prometo – mi cuerpo se puso rígido al oír como me había llamado – Oh, lo siento Bella yo…
Tomó mi cara entre sus manos y sin más, me dijo – perdóname Isabella, por favor perdóname por todo lo que te he hecho sufrir.
Sus ojos brillaban y eran tan sinceros que se sumaba otro dolor a mi lista, al no poder complacerlo como me pedía.
--Edward, yo aún… no comprendo muchas cosas, y no quiero hacerlo – fui honesta con él. Yo estaba teniendo una marejada de sentimientos encontrados y no me parecía el mejor momento para perdonar sin antes comprender bien todo lo ocurrido en el pasado, el porqué de cada sensación que me invadía y como ya le había dicho, no quería hacerlo.
--No, no puedes quedarte así.
--Creo que lo mejor será que te vayas Edward, regresa a Nueva York – dije con un nudo en la garganta tal vez porque mi subconsciente ya estaba aceptando de nueva cuenta a Edward en mi vida.
--Bella… - el color desapareció de su rostro – no puedes pedirme eso.
--Si puedo… - susurré con firmeza – tengo todo el derecho de pedírtelo; por todo lo que he pasado hasta te lo podría exigir – lo amenacé.
--¡No me iré! No voy a dejarte ¡Entiéndelo! – me apretaba a su pecho como si su vida dependiera de ello.
--¿Y porqué tú no puedes entender que ya no quiero sufrir? – las palabras salían de mi boca y chocaban contra su pecho al cual seguía presionada con mucha fuerza por sus brazos.
--No puedes rendirte y no voy a dejarte – aseguró – me quedaré contigo hasta que te recuperes y cuando eso suceda podrás exigirme lo que quieras, no antes.
--¡Tengo miedo! ¡Maldita sea, tengo miedo! – Grité estallando en llanto.
--¡Mentira! Hace dos días me pedías que te contara tu vida entera, querías saberlo todo porque no querías vivir a medias, querías seguir con tu vida y tu miedo era el no saber nada de ti. ¿Dónde esta esa Isabella?
--No sigas, ¿No ves que no puedo? Es demasiado para mí, no podría enterarme de más cosas que me hicieran daño – decir eso era prácticamente echarle en cara su culpabilidad pero yo no iba a callarme nada y mucho menos después de ver lo que podía ocasionar el silencio por evitarle una pequeña pena a alguien a quien querías.
¿Y yo quería a Edward?
--Si puedes, vas a hacerlo y yo estaré contigo – suspiró hondamente – ya veremos que pasa después.
Me mantuvo entre sus brazos acariciando mi espalda para calmarme. Cuando me sintió más tranquila, comenzó a pasar su mano por mi pelo, enredándola en el; luego acunó mi mejilla y levantó mi rostro para que lo mirara directo a los ojos. Estaba muy serio.
--¿Estás mejor? – Murmuró y yo asentí, me dio un beso en la coronilla – Vamos a salir de la cama y a desayunar algo.
No tenía hambre pero lo cierto era que ya no quería estar más tiempo a solas con Edward. Él esperaba mucho de mí y yo estaba perdida en un mar de indecisiones.
¿Cómo empezar a intentar seguir con mi vida sin que doliera?
¿Cómo comenzar a aceptar las cosas de mi vida que me lastimaban?
Como el hecho que Edward no había querido compartir conmigo algo tan importante en su vida. No me dejó ayudarlo. Él no confiaba en mí. ¿Sino, porqué ocultármelo?
--Prefiero darme un baño antes, no tengo mucha hambre – me senté a la orilla de la cama. Edward exhaló, se llevó las manos a las caderas y luego las pasó repetidamente por su pelo.
--De acuerdo, voy al hotel a darme un baño, regresaré pronto – me avisó.
--Tómate tu tiempo – miraba los círculos que hacía con las puntas de mis pies en el suelo – no voy a salir huyendo de nuevo…
Edward bufó y me advirtió – No, no lo harás.
***
EDWARD’S POV
Esa había sido una mañana diferente. Había despertado con Isabella entre mis brazos. No era un sueño, como en un principio llegué a pensar, no; era una realidad, aunque un poco amarga si tomábamos en cuenta lo sucedido la noche anterior. Pero aún así había valido la pena porque Bella se había desahogado y yo estuve con ella toda la noche consolándola, abrazándola y durmiendo a su lado.
Me puse alerta pues me pareció que ella estaba algo a la defensiva, era lógico que lo estuviera después de enterarse que el tipo que le había provocado tantos problemas en la vida, había dormido junto a ella. Me disculpé por no haber tenido un poco de sutileza al confesarle lo que yo no había planeado decirle. No en ese momento y no de esa manera. Isabella siempre había sido muy impresionable y yo no había sabido manejar las cosas, me había dejado llevar por las emociones.
Ella estaba confundida y así me lo hizo saber pero también se estaba rindiendo y sólo yo era el responsable de que no quisiera seguir adelante, como ella me había dicho que quería hacer unas horas antes de que yo le confesara la verdad. Me sentía tan culpable de haberle ocasionado tal decepción, de acabar con su alegría y optimismo para encerrarla en una profunda depresión, que me propuse así me tomara años, sacarla de su estado de negación a la vida, devolverle el ánimo y las ganas de vivir completamente recuperada aunque ya plenamente conciente de todo, decidiera que yo no debía seguir a su lado. La amaba tanto que si ese era el sacrificio que debía hacer para que Isabella fuera feliz, lo haría porque se lo debía.
Me di un baño y terminé afeitarme con mucho cuidado ya que mi atención estaba centrada en Bella y en todo lo que ocurriría a partir de ese momento. Si no actuaba inteligentemente, sería muy capaz de mandarme al diablo junto con todo el amor que sentía por ella y estaba en su derecho. ¿Quién quería a su lado a alguien que le había causado daño?
Era muy conciente del esfuerzo que tenía que hacer para que Isabella entrara en razón. Tenía que lograr que se esforzara por ella misma y después que me dejara estar a su lado mientras eso sucedía. Y no desaprovecharía ni un instante junto a Bella, la cuidaría, la acompañaría y el punto más importante… la enamoraría de nuevo. Si al recuperarse totalmente, ella decidía que a pesar de mis intentos debía alejarme, aunque me partiera el alma, respetaría sus deseos. Sin embargo, eso no volvería a recordárselo a Isabella jamás.
Me puse unos jeans negros y una camiseta gris oscuro, a Bella le gustaba. También me puse el perfume que ella más usaba. Tenía la firme determinación de inundarle los sentidos con cualquier cosa que pudiera provocarle recuerdos gratos entre nosotros. Mi plan sería algo muy sutil, pero invasivo, tanto, que ella no se daría ni cuenta de que se había vuelto a enamorar de mí.
***
JIMMY’S POV
¡Ya no tenía dedos!
Y no era para menos, esa tarde estaba muy relajado meditando, con una mascarilla en el rostro y un gran vaso de té verde junto a mí cuando escuché gritar a Isabella.
La había dejado muy tranquila revisando toda la presentación que hice para ella de su vida, algo así como su biografía pero muy a mi modo, nada de cosas aburridas y de ese estilo. Al contrario, recopilé sus mejores y más significativas fotografías y videos, los edité de una forma divertida, les puse música divina de fondo y comenzaron a aparecer en la pantalla frente a ella. Le había gustado lo que vio. Ella lo había dicho esa mañana y se le veía feliz, vamos, no brincaba como loca en un pie pero tomando en cuenta por todo lo que había pasado en los últimos meses, esa actitud era el equivalente a dar gritos como loca de emoción.
Por eso estaba despreocupado esa tarde; ella esperaba a Edward mientras se “estudiaba” en la pantalla. Lo hacía con detenimiento, como si aún no se creyera que la hermosa mujer segura que estaba frente a sus ojos fuera ella misma. Escuché que llamaban a la puerta, lo que significaba que Edward ya había llegado.
Bella, desde que él había reaparecido en su vida, actuaba diferente. Yo la conocía demasiado bien y podría jurar que aunque ella no sabía aún como definir lo que sentía cuando estaba con él, no podía negar que le agradaba y le gustaba mucho estar a su lado, lo cual era un verdadero avance porque inconcientemente ya lo aceptaba.
Antes de ponerme la mascarilla, me asomé al salón muy discretamente y los vi muy entretenidos. Edward le platicaba a Bella y ella lo escuchaba muy atenta, íbamos por muy buen camino, así que me fui a mi habitación a ‘reposar’ mientras que hacía su trabajo la carísima y espesa mezcla en mi rostro.
Estaba deseando regresar a trabajar y estaba muy seguro que como Bella ya sabía a qué nos dedicábamos, no tardaríamos nada en volver a Nueva York. Teníamos que prepararnos mucho con ejercicios, cuidar nuestra alimentación y alguna que otra clase de ballet y jazz para la coordinación. Nos esperaba mucho trabajo pero era lo que nos gustaba y yo, estaba mucho más que emocionado al ver que poco a poco íbamos recuperando nuestras vidas. Todo iba a salir bien…
El optimismo y la felicidad llenaban mi cuerpo cuando los gritos de Isabella rompieron mis idílicos pensamientos. Salí corriendo de mi habitación al igual que Reneé de la suya. Nos quedamos en el pasillo, respetando el momento de Edward y Bella. Pasara lo que pasara, eso lo tenían que solucionar solos porque era obvio que el motivo de los gritos de Bella se debía a que ya sabía que Edward era “el novio” por el cual ella, decepcionada, había salido huyendo dejando todo atrás.
Ella lo golpeaba y él la dejó hacerlo; la dejó sacar todo el enojo y luego la abrazó. A pesar de haber sido un momento muy fuerte, también había sido uno muy tierno. Edward la tomó en sus brazos y la llevó a su habitación. El se quedó con ella toda la noche acompañándola y haciendo frente al nuevo problema que tenía encima. Yo sólo esperaba que Bella no se cerrara a su realidad y que nos dejara ayudarla a superar todo su dolor, porque ella estaba sufriendo y conociéndola seguramente se negaría a todo y se encerraría a llorar sus penas. Eso era típico de Bella.
Reneé y yo estábamos de acuerdo en que eso era lo mejor, sólo ellos podían arreglar ese delicado asunto, ya fuera que Bella no lo perdonara y le pidiera irse de su vida o lo aceptara de nuevo en ella, pero eso no lo sabríamos hasta que Edward volviera, ya que esa mañana, después de haberse despertado tarde o de haber hablado por horas, había salido con mucha prisa a su hotel.
¡Por eso ya no tenía dedos!
De los nervios por saber qué había pasado ya que nosotros no nos atrevimos o mejor dicho, quisimos darle a Bella tiempo a solas y no acosarla; tiempo para que pensara y tomara las mejores decisiones, ya si nos pedía nuestra humilde opinión, entrábamos en acción y la aconsejaríamos pensando siempre, claro está, en su bienestar.
Pero tampoco nos cegábamos. Tanto Reneé como yo sabíamos que su bienestar era estar al lado de Edward, lo comprendiera o no en ese momento, sólo esperábamos que no tomara una drástica decisión que retardara su recuperación. Por el bien de ambos, rogábamos que no se apresurara y que con calma, pudiera sopesar cuales eran las mejores opciones para ella y que las tomara, que se arriesgara y que viera florecer su vida de nuevo.
Isabella no era tonta, pero orgullosa si. Si se sentía defraudada, aunque le pidieras perdón mil veces, jamás te lo otorgaba de inmediato. Te hacía sufrir aunque ella de paso también lo hiciera, porque si de algo estaba segura era que no volverías a intentar jugar con ella. Ese orgullo la había hecho más fuerte y por él, se había ganado un respeto o tal vez quizás miedo, entre las demás modelos. Por eso, siendo honestos, muy en mi interior tenía miedo de que Bella no pudiera o no quisiera perdonar a Edward y le pidiera alejarse de ella.
***
Ya habíamos desayunado, y Reneé hablaba por teléfono con Phil. Durante todo el tiempo desde el accidente de Bella, ella había permanecido a su lado sin ir a Phoenix ni tan solo un fin de semana para ver a Phil. Lo extrañaba mucho y él a ella también pero era incapaz de pedirle que volviera. El sabía cuanto quería a Bella, ¡Era su hija! Y él no sería quien le pidiera dejarla ni siquiera por tres días. Por eso, cuando terminó su llamada con su esposo y la vi tratando de ocultar un poco su tristeza, por lo que me dispuse a tener una seria conversación con ella.
Fue un poco difícil pero logré convencerla de volver con Phil. Nuestro mayor miedo que era que Bella se enterara de toda su realidad, y eso ya había pasado porque ella misma había pedido saberla y lo estaba tomando muy bien; con Edward era otra cosa y no era nuestro asunto, así que ya podía regresar tranquila con Phil y si sucedía algo que ameritara su presencia, yo mismo la haría volver.
--¿Tú crees que estará bien que me vaya? – de verdad lo estaba pensando demasiado.
--Claro, no hay qué preocuparnos de más. Ella ya sabe todo, incluyendo lo de Edward y hasta ahora todo está muy bien. Phil te necesita Reneé y es tan bueno que no te pide que vuelvas pero te extraña y te necesita más ahora que Bella a ti – señalé.
--Eso es cierto, me necesita y yo lo extraño – se quedó pensativa y en silencio un momento – Edward está con Bella y tú… - me miró pícara – tienes a Diego, así que cada oveja con su pareja y yo me regreso a Phoenix. Sé que dejo a mi hija en buenas manos.
Acordamos darle la noticia a Bella después de ver como habían ido las cosas con ellos la noche anterior. Ella aún no salía de su habitación y me asomé para ver si le ocurría algo porque ya era más del medio día y todavía seguía ahí dentro. La encontré ya bañada y muy bien vestida. Peinada y arreglada pero se había vuelto a acostar en la cama y dormía. Tenía abrazada una almohada. No quise despertarla porque se notaba que necesitaba ese rato de sueño reparador. Cerré con mucho cuidado de nuevo la puerta y la dejé descansar.
Volví a la cocina y Edward ya estaba ahí. Reneé le contaba que si todo estaba yendo bien entre Bella y él, ella volvería a Phoenix, pero aunque él no tenía una sombra de decepción en el rostro, algo no estaba marchando del todo bien.
Y no me había equivocado. Bella le había pedido que se alejara, que no quería ni su ayuda ni su compañía porque ella no quería sufrir y tenía miedo de ir descubriendo más cosas que la lastimaran. Pero Edward estaba decidido y no se alejaría ni un centímetro de su lado hasta que ella se recuperara.
Mientras Bella dormía, Edward y yo discutíamos sobre la mejor manera de hacerla volver al trabajo. Tal vez ocupando su mente, dejaría de concentrarse en su dolor y en su pena y poco a poco iría recuperándose. Teníamos que mantenerla haciendo algo que le gustara para que dejara su sufrimiento atrás y mientras lográbamos eso, ¿Por qué no ir incorporando de nuevo a sus amigos en su vida? Que viera que era muy querida por muchos y que la extrañaban, que la querían de vuelta feliz, trabajando y... enamorada.
Pero eso último lo guardé para mí solito, era parte de mi nuevo proyecto sorpresa en el cual me pondría a trabajar. Iba a ser algo especial para Bella y Edward y como todo gran maestro tenía un ayudante o cómplice, le avisaría al mío para contar con su ayuda, solo esperaba no interrumpir alguna cirugía y que por primera vez le dejara un brazo o una pierna chueca a algún paciente al oír mi dulce y ronca voz.
***
BELLA’S POV
“… lo abracé más fuerte y hundí mi nariz para buscar ese olor tan mío…”
¡Cielos! ¡Me había quedado dormida! Arrojé la almohada que tenía entre mis brazos y de un salto me puse de pie. Me acerqué al espejo de cuerpo entero junto a mi ventana y revisé mi ropa. Abrí el gloss para ponerme un poco en los labios y no supe porqué pero preferí no hacerlo; mejor me los mordí un poco para que se pusieran rojitos e hinchaditos.
Sentí un ligero mareo y me senté de nuevo en la cama mientras se me pasaba y por millonésima vez en esa mañana, me pregunté qué era lo que debía hacer.
Decidí no seguir atormentándome y con cuidado me levanté de nuevo comprobando que mi mareo había pasado y salí de mi habitación rumbo al salón donde escuchaba voces. Me asomé y mi mamá, Jimmy y Edward platicaban muy animados. Me acerqué despacio pues quería saber a qué se debía tanto entusiasmo pero noté que sólo hablaban de algo de lo que por supuesto yo no me acordaba y me molestó.
--Hija ven – me llamó animada Reneé – siéntate con nosotros.
--Claro Reneé, sólo danos unos minutos – me tomó de la mano y me llevaba a la cocina – esta hermosa mujer tiene que comer algo, desde ayer está sin alimentos y yo no puedo permitirlo, prometí cuidarla y eso es lo que haré – lo miré y tenía una sonrisita torcida en la boca.
Me sentó en una silla alta de la cocina mientras sacaba un tazón con frutas y lo ponía frente a mí.
--Estas son tus frutas preferidas y te encanta comer un plato lleno de ellas más o menos a esta hora del día – se paró detrás de mí y me susurró al oído – a veces también te gusta comer solo fresas y cerezas por las noches… - tomó una fresa y se la llevó a la boca dándole una mordida y luego acercó a mí la mitad que quedaba; abrí mis labios aceptando lo que me ofrecía.
Escuchar su tono de voz tan cargado de… no sabía de qué pero hizo que mi cuerpo se tensara y una sensación de angustia llenara mi pecho. Me puse de pie y me giré hacia él.
--No tengo hambre.
Dije esas palabras tan decidida que hasta yo misma me sorprendí al sentir la frialdad y la indiferencia en ellas. Apenas iba a dar un paso para salir de ahí cuando sentí sus brazos fuertes rodear mi cintura.
--Isabella, el que no comas no me afecta, a ti si… - dijo con algo de… ¿Preocupación? – come algo por favor.
Regresé a mi lugar y comencé a comer. Sorprendentemente, estaba hambrienta y sin darme cuenta, comí todo lo que estaba en el tazón.
--¿Ves? Si tenías hambre Bella, ¡Buena niña! – Sonaba complacido – ahora regresemos al salón porque Reneé tiene algo que decirnos.
También de la mano, volvimos al salón donde efectivamente mi madre solo esperaba por nosotros, porque Diego ya se encontraba ahí, para anunciar algo importante, y sabía que lo era porque se le veía en extremo feliz.
--Bien chicos, ya que estamos todos juntos, quiero decirles que, como confío plenamente en ustedes para que cuiden de mi Bella… ¡Regreso a Phoenix!
--¿Qué dijiste mamá? – Le pregunté sorprendida abriendo los ojos tan grande como pude.
--Si Bella, Phil me necesita y aquí tú estás muy bien cuidada, no podría pedir mejor compañía para ti. Confío tanto en ellos – miró a los tres que estaban sentados en los sillones con una sonrisa extraña en la cara – que me voy muy tranquila, estás en excelentes manos hija.
¡Vaya! Ese si había sido una noticia importante. No quería que mi madre se fuera aunque comprendía su situación y yo no creía ser egoísta. Ella tenía un esposo que la esperaba en su casa y que había sido muy comprensivo, así que yo debía ser agradecida y desearle lo mejor, que era regresar junto a su esposo.
Después de recibir la “noticia” pasamos el resto de la tarde ya casi noche, platicando y Diego haciendo planes para ir a conocer varios lugares cercanos. Jimmy desde luego se veía muy emocionado y Edward también porque a pesar de haber estado antes en esa zona italiana, no había tenido el tiempo ni un buen guía para conocerla a fondo.
Yo no podía concentrarme en lo que decían, solo pensaba en que mi madre se iría al día siguiente. La extrañaría. Me levanté y salí al balcón, necesitaba estar sola pero Edward me siguió y se paró detrás de mí.
--Hey, ¿Qué pasa Bella? – Colocó sus manos sobre mis hombros – No estés triste, ya sabes que no te quedas sola – movía sus manos muy suavemente, se sentían bien.
--No puedo evitarlo, nunca me había separado de ella que yo recuerde – sonreí forzadamente.
--Claro que te haz separado de ella muchas veces Bella y la primera vez tenías quince años, ¿Ves que fuerte eres? – susurraba en mí oído.
Una ráfaga de aire muy frío nos pegó y me estremecí. Edward pasó sus brazos alrededor de mi cuerpo y me atrajo hacia él encerrándome en su cuerpo. Instintivamente hundí mi rostro en su pecho sólido y su aroma llenó mis fosas nasales. Almizcle, lavanda y maderas… ese olor… Dios… apreté muy fuerte los ojos y una imagen apareció en mi mente… Edward rozando mis labios, envolviéndome con su olor, tomándome en sus brazos y sentándome en algo un poco más alto de lo normal, colocándose entre mis piernas y tocando muchas partes de mi cuerpo, mis costados, mis muslos… un calor comenzó a surgir en mi vientre bajando lentamente, mis senos se endurecieron y sus puntas también con una rigidez que dolía; su boca descendía por mi cuello raspando de una manera enloquecedora su barba contra mi piel… ¡Dios!
Sacudí fuerte mi cabeza tratando que esa imagen se desvaneciera y ese calor en mi bajo vientre lo hiciera también para dejar mi cuerpo en paz pero no pude. Estaba entre los brazos de Edward y yo solo con levantar unos centímetros mi rostro podría comprobar si en verdad él podía tener ese efecto en mí.
¿Lo haría? ¿Me atrevería a averiguarlo?
Como si supiera lo que estaba pensando, Edward acarició mi espalda con movimientos muy lentos, cadenciosos, y su otra mano se enterró en el cabello de mi nuca, con el mismo ritmo acompasado. Parecía que si era verdad y él podía despertar muchas sensaciones en mí, lo estaba haciendo y yo me estaba dejando llevar. Sin pensarlo, levanté mi rostro para encontrarme con sus verdes ojos que me miraban ansiosos; lentamente se acercó a mi boca y lo que solo era una imagen intermitente, se volvió realidad… sus labios rozaron delicadamente los míos, en una tierna caricia, sin moverse demasiado queriendo más, solo reconociéndose, recorriéndolos hasta las comisuras. No era un beso, ¡Sólo era un roce!
Subí mi mano, dudosa aún pero necesitaba comprobar si la sensación que me daba esa imagen era cierta y su rebelde cabello broncíneo era tan suave como parecía. Era verdad, mi mano se perdió en él moviéndose y disfrutando de tocarlo, sedoso.
¡Yo había estado antes así con él!
Me pegó más a su cuerpo y pude sentir mis senos reaccionar a él. Estaban duros, hinchados, vivos. Mis pezones también estaban erectos y sentía que mi brassiere estallaría al no poder contenerlos más. Edward siguió un camino con su mano desde mi cuello hasta mi costado, deteniéndose a la altura de un seno, acariciando cerca de él sin avanzar. Sus labios decidieron ir por más dejando atrás lo que solo era un inocente roce; Edward tomó mi labio inferior entre los suyos, succionándolo suavemente, saboreándolo…
Mi mente no lo recordaba pero mi cuerpo si. Él tenía memoria aparte y lo recordaba perfectamente. Mi cuerpo le estaba respondiendo porque lo había extrañado y le pedía más…*
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Imágenes: PattinsonWorld.